No Olvidamos El incendio de un taller textil en Caballito.
No Olvidamos El incendio de un taller textil en Caballito Diseño de tapa: Geraldine Peñaranda Corrección: Jorgelina Flores Diagramación: Juan Carlos Estrada Vasquez —————————————————————————————————— Segunda edición Octubre 2010 Editorial Retazos Libritos artesanales de tela y cartón. www.editorialretazos.blogspot.com editorialretazos@gmail.com
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A modo de introducción.
No olvidamos Es un grito silenciado. Ese silenciamiento es el resultado de muchos movimientos internos y nuevas configuraciones, de una colectividad adentro de una sociedad totalmente diferente, como respuesta a una situación crítica que puso en el tapete las condiciones en las que muchos inmigrantes se ven obligados a trabajar y vivir debido a la falta de respuestas de parte del gobierno, tanto boliviano como argentino. Es por eso que resulta imprescindible su difusión ya que, lo iremos desarrollando en este librito, es importante en la nueva configuración de la colectividad boliviana en Argentina.
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Un rutinario jueves en Caballito. Eran aproximadamente las 16:30 hs de un jueves rutinario, en el cual parecía que la normalidad de la ciudad, programada para ello, transcurría su día. Caballito es un barrio porteño de clase media con sus matices, con una gran participación en lo que fue el 20 de diciembre del 2001 cuando la clase media porteña y gran parte de las clases más populares del país se levantaron en contra del presidente, por entonces Fernando De La Rúa, impulsados los primeros por un “corralito” financiero, el cual no permitía la sustracción total de sus ahorros depositados en el banco. Este barrio también es uno de los elegidos por muchos bolivianos para constituir su hogar, su vida. Claro que también las formas de sobrevivir En este barrio también existen muchos talleres en los cuales cientos de bolivianos trabajan y viven, pero también conviven con una sociedad que permanece inmutable. Sus hijos estudian en los mismos colegios y escuelas, pero parecen no interactuar con ellos, son los extranjeros, los distintos. Hasta que una noticia voló por muchos lados y medios de forma estremecedora, se corrió de la forma que corre cuando algo es más que una simple noticia, aunque todavía no se había caído en cuenta de todo lo que implicaría después. Casi en el corazón del barrio, entre las calles Paysandú y 5
Fragata Sarmiento, sobre la calle Luis Viale los gritos comenzaron a llamar a los bomberos. Mientras que todo parecía ir rápido, la gente se fue acercando hasta el lugar, los vecinos comenzaron a salir y a hacer los comentarios que nunca se habían hecho hasta entonces. Muchos de los vecinos habían realizado denuncias ante el Gobierno porteño por el irregular funcionamiento de esa planta en la cual se veía todas las mañanas salir a muchos bolivianos a llevar a sus hijos a la escuela o a hacer las compras. Incluso uno de ellos la había realizado en el Centro de Gestión y Participación del barrio sin que ellos no hicieran nada más que una constancia de su denuncia. Pero ninguno de ellos sabía realmente en las condiciones que vivían y trabajaban estas más de 60 personas.
El Taller Este taller de costura estaba situado en la calle Luis Viale 1269/71, sus dueños eran Daniel Fischberg y Jaime Geiler, dicho lugar contaba con la habilitación que permitía el funcionamiento de un taller de vainillado, corte y confección para seis máquinas desde el año 2001. Jaime Geiler y Daniel Fischberg son socios y también son dueños de otros talleres en distintos lugares (Galicia 1241 y Paysandú 1391) a la vez que son dueños de marcas de ropa que se venden también en La Salada (WOLL, LDV, FACTOM y pantalones con hilo MAGNATE) y otras que salían sin etiqueta para luego ser etiquetadas en otro lugar. Los encargados eran dos personas llamadas Juan Manuel 6
Correa, argentino, y Luis Sillerico Condori, boliviano. El primero se encargaba, debido a su relación con los dueños del taller, que la tiene gracias a su padre que trabajaba con la sociedad Fischberg-Geiler, de proveer las prendas para coser. El último había llegado unos tres años antes y luego de generar amistad con Juan Manuel Correa llegan a ser compadres ya que el último bautizó a la hija menor de Sillerico, son esos motivos por los que le ofrece ser socios en este taller. Sillerico era el encargado de la recolección del personal, lo que realizaba a través de distintos viajes a Bolivia, la mayoría de las personas que en ese momento se encontraban en el taller eran de Cantón Cohana de la Provincia de Los Andes del Departamento de La Paz; en los distintos puntos de concentración de la colectividad boliviana (Parque Indoamericano, Parque Avellaneda, las intersecciones de Cobo y Curapaligüe, etc.) y también a través de avisos clasificados en las distintas radios de la colectividad boliviana. Allí, vivían 64 personas en condiciones de hacinamiento, de los cuales 38 eran menores de edad. En la planta baja funcionaba el taller propiamente dicho, tuvo que ser así por las reiteradas denuncias que recibió por los ruidos molestos a altas horas de la noche. Arriba vivían todos los trabajadores, todos separados por maderas y telas, eran más de 15 familias completas y personas solas. Compartían un solo baño entre todos, una sola cocina en la que Flora Villca Quispe (hermana de Juana) cocinaba todos los días, tenían una pésima conexión eléctrica y además era el depósito de los rollos de telas que estaban allí para luego ser cortadas y cosidas. En la planta baja había 8 matafuegos, pero todos estaban 7
vencidos y algunos no tenían el precinto de seguridad. Luis, el papá de Harry Rodríguez, recuerda que él tenía que irse pero que no lo hizo, porque si lo hacía cobraría lo que le adeudaban después de tres semanas y volvería muchas veces porque no se le cancelaría por completo. Por más que se entregaban de seis a ocho cortes por semana de 500 a 1500 cada uno, de prendas de jean (lo que significa un total promedio por semana de 8.000 prendas). Según Sillerico nunca se habían presentado ni inspectores, ni nada parecido, pero algunos trabajadores de ese taller dijeron lo contrario: “vinieron (los inspectores) una sola vez y nos quedamos (algunos) en las máquinas y los otros se fueron para arriba” (Martín Salinas Chamba); “un día ingresó un inspector a recorrerlo”, pero “justo fui a llevar a mi hijo al colegio, por lo que no sé dónde revisó” (Yola Quispe Maquera); “un día fue un inspector” (Cristina Mamani Condori); “en una ocasión al taller concurrió personal policial o (que hubo) inspecciones”, “el señor Luis (por Sillerico Condori) les dijo a todos ´suban para arriba con sus guaguas (niños) porque vinieron los de inspección´ y nos escondieron en el primer piso”, “vinieron en el horario del almuerzo y Luis me dijo que sirviera rápido para subir y comer arriba” (Flora Villca Quispe). Ya no eran las 6 máquinas por las cuales había sido habilitado el taller, sino más de 23 las cuales trabajaban. Los horarios de trabajo son más o menos los mismos que los de la gran mayoría de este tipo de talleres, desde las 7 de la mañana hasta las 22 hs con media hora para tomar el desayuno que a veces sólo eran 15 minutos y media hora para comer. Así era todos los días, de lunes a sábado al mediodía, donde la gran parte de ellos aprovechaban para descansar, la8
var sus ropas o tal vez ir a distraerse a la cancha. Generalmente lo hacían en los campeonatos que organizaba la Asociación Deportiva Altiplano, ya que tenían conocidos entre los que participaban en esos campeonatos.
El fuego Los chicos jugaban en sus piezas mientras que sus papás trabajaban como de costumbre en el taller. Era otro día caluroso de marzo y las condiciones en el taller eran como siempre, todos transpirados, ya con olor a resignación, pero hasta el ambiente era distinto ese día. Habían terminado de comer y así, bajaron otra vez al taller, claro, se quedaron quienes no podían bajar por que lo tenían prohibido, los chicos. Según los expedientes de la causa, el incendio se inicia por un calentamiento de los cables en el sector donde se encontraban los niños en el primer piso, estos cables calientes comienzan a despedir pedazos de cable y éstos al tomar contacto con el material combustible (telas, nylon, maderas, ropas, etc.) el fuego era inevitable. El incendio comenzó en la planta alta, donde estaban los chicos, ya que allí se daban todas las condiciones para que ocurra una tragedia. Pésimas instalaciones eléctricas, depósito de rollos de tela, separaban las habitaciones solamente telas y maderas. No tardó mucho en crecer y comenzar a devorar uno por uno todos los rollos y objetos que encontraba a su paso. Los chicos que estaban allí gritaban lo más fuerte que podían, pe9
ro nada, no se escuchaba, en la planta baja sólo se sentía ese olor a resignación y la radio de turno que sólo sirve para adormecer y poder así aguantar no solamente la cantidad de horas, sino también las condiciones en las que se tiene que vivir todo ese tiempo. Estaban encerrados en una trampa mortal, la cual se repite en casi todos los lugares donde hay niños en estos talleres. Después de un tiempo, quien era la cocinera bajó gritando “¡auxilio, auxilio, arriba se está quemando!” y todos comenzaron su pesadilla. El papá de Harry, Luis Fernando Rodríguez, empujando a todo quien estaba a su paso trataba de subir, vio a su hijo mayor que bajaba descalzo diciéndole que Harry estaba durmiendo en la marinera que tenían como dormitorio. Cuando pudo llegar a la planta alta, el fuego lo mantenía alejado de sus hijos, ya no podía hacer nada, solamente la impotencia y el dolor que comenzaba a crecer con los segundos. No pasó mucho y ya todo pasaba sin sentido, no se entendía nada, sólo esa mezcla horrible de sensaciones, desesperación, angustia, impotencia, dolor y más dolor… todo era oscuro, la gente gritaba y corría sin saber qué hacer, la salida parecía tan chica y lejana pero también significaba abandonar a tus seres queridos. Todas las víctimas mueren por intoxicación debido a la cantidad de humo y luego, con los cuerpos ya vencidos, fueron devorados por el fuego. Lo poco que sostenía el segundo piso no resistió y cayó, se cayó la losa entera sobre los que ya no podían salir, terminando así con las últimas esperanzas. Cuando ya estaban afuera, el mundo no era el mismo, ya 10
todo en sus vidas había cambiado… o más o menos. Mucha gente en la calle, vecinos, algunos conocidos, policías, bomberos, gente y más gente, todos mirando.
Los que faltan Juana Villca Quispe tenía 25 años, vino a la Argentina por paseo, sólo a conocer, a visitar a su familia que hacía mucho no veía. Estudiaba para ser diseñadora de modas, fue entonces que decidió quedarse un par de días para conocer la parte “bruta” del oficio. Sólo unos días fueron la diferencia. Vivía junto a Oscar Mendoza, su hijita Paola de sólo 6 añitos y su hermana Flora que trabajaba allí como cocinera. En unos días más se irían del lugar. Wilfredo Quispe Mendoza, de 15 años solamente, trabajaba como todos los demás desde temprano a la mañana hasta tarde en la noche. Vivía con sus papás y su hermanita de tan sólo 11 añitos. Él tenía un lugar para dormir en el entre piso donde también funcionaba el depósito de tela. Fue allí donde lo encontró la desgracia. Elías y Rodrigo Quispe Carbajal eran hermanitos, vivían junto a sus papás y su abuelo Luis Carbajal Quispe. Ellos estaban jugando cuando todo arrancó. Elías tenía 10 añitos y Rodrigo 4 años recién cumplidos. Harry Douglas Rodríguez Gómez apenas tenía 3 añitos, hijo de Luis Fernando y Sara Gómez, hermanito de Kevin de 5 años. Murió aferrado a las rejas de su ventana, tuvieron que cor11
tarle las manitos para poder sacarlo. Cumpliría sus 4 años el 5 de Abril, faltaban sólo 6 días. Él fue velado en la Capilla Nuestra Señora de Itatí en la Villa 1-11-14 y el resto de los fallecidos lo fueron en la bailanta Kory. Los cuerpos recién pudieron ser velados 52 días después del incendio, no hubo casi difusión, ni por las radios, ni las organizaciones “sociales”, ni las autoridades bolivianas, algunos sólo se enteraron de casualidad.
Después de la tormenta… lo tormentoso. ¿Dónde vamos? Ni siquiera las ocho dotaciones de bomberos, que llegaron considerablemente demorados, pudieron apagar el fuego que había comenzado en sus vidas. Llegaron de todos lados, policías, bomberos, personas con trajes, todos preocupados y hablando por celular… Se instalaron carpas para las primeras entrevistas con los psicólogos y peritos en plena calle, las sirenas no paraban de sonar y los llantos tampoco. Nada cambiaba esa mezcla de sensaciones por las que pasaron todos quienes sobrevivieron. Las preguntas sólo distraían. No tenían dónde ir y buscaron por medios propios un lugar donde hacer descansar a las guaguas. Llamaron al presidente de la Asociación Deportiva Altiplano (ADA) al cual le preguntaron si ese lugar les podría servir de alojamiento. 12
Todas las personas fueron asistidas en ese lugar donde también por gestiones del abogado de la asociación, Gustavo Morón, y una diputada, se consiguieron colchones, y desde las radios se pedía ayuda con alimentos y ropa. Algunos fueron alojados en iglesias evangélicas a las que pertenecían, otros fueron a hoteles que les pagó la Corporación Del Sur y algunos pocos fueron con sus familias.
¿Se acercan para ayudarnos? Mucha gente se acercó a las familias que quedaron en la calle después del incendio, “ni siquiera habían llegado a ADA y ya comenzaron a llegar las personas de nuestra nacionalidad a “charlarnos de cerquita”, algunas tenían traje, otras se vestían como nosotros, así sencillitos nomás aunque gordos, pero casi todos nos decían lo mismo…” es un problema muy grande, y nos va a perjudicar mucho a todos los bolivianos”… “al principio y con todo lo que había pasado no se les entendía, sólo queríamos tener espacio para poder entender todo lo que había pasado, nada más, pero seguían insistiendo”.
Las discusiones comenzaron en los primeros momentos en que pudieron juntarse y tener algo de “privacidad”, ya que comenzaban a sentir las primeras presiones de quienes se acerca13
ban.
¿Qué decimos? ¿A quién complicamos con lo que decimos? Fue en esas discusiones en las que se notó quiénes estaban menos resignados que otros, Luis Fernando es quien mantiene una posición más firme con respecto a contar las cosas que habían vivido, por lo que es repudiado por los demás, que, aconsejados por quienes fueron los primeros en acercarse, tomaron el silencio como escudo. Es así que Luis Fernando es excluido del grupo y termina yendo con su familia al único lugar que pudo conseguir a través de la Alameda, el polideportivo de Parque Avellaneda. Todo lo que salía a la luz era demasiado revelador y TODOS están de alguna u otra forma implicados. Por eso era más que necesario callar y olvidar lo más pronto posible el tema, y re direccionarlo hacia otras peticiones.
Todos y cada uno… El Gobierno argentino como salida a esta tragedia, tuvo distintas respuestas, la primera y debido a lo que había ocurrido el 30 de Diciembre del 2004 en un recital del grupo Callejeros, donde también hubo un incendio en el que murieron 193 personas y dejó con distintas heridas a más de 1400 personas en un lugar llamado República de Cromañón. En ese caso, sólo hay tres imputados y un jefe de gobierno destituido. A diferencia de este caso, tuvo una gran presión pública durante todo el proceso del juicio. 14
Esa primera respuesta fue la de buscar a todos los talleres, que desde hace mucho fueron denunciados, y allanarlos. Se habían dado cuenta de la situación por la que casi medio millón de personas viven y sobreviven. En sólo unos meses se allanaron más de 650 talleres en estas condiciones, se hicieron más de 1500 infracciones. Lo que ocasionó miles de personas echadas a la calle, ya que los talleristas, temerosos a ser allanados, los despedían sin poderles pagar lo que les adeudaban aduciendo que sus “fabricantes” (quienes les dan las ropas para coser pagándoles menos del 10% del valor de venta) no les pagaron porque esas prendas no fueron entregadas. La segunda fue promulgar una ley que hace mucho estaba “cajoneada” y que además estaba preparada para ser estudiada en Junio del 2006, hizo falta la muerte de estas personas para que esto se aprobara sólo unos meses antes, se aprobó en abril y se comenzaron con los trámites el 17 de abril. Se llamó Plan Patria Grande con el cual se “regularizó” dándoles a todos los extranjeros indocumentados una PRECARIA con la cual regularizaban su situación y ya podían acceder a tener un número de CUIL con el cual podrían trabajar en “blanco”. Si bien en muchos puntos este plan solamente fue para salir del paso y además quedar bien con todas las partes, hay un punto que es importante destacar. En uno de sus artículos especifica que ningún extranjero residente en Argentina puede ser deportado. Esto, aunque pareciera minúsculo, cambia según su difusión el mayor fantasma para quienes se animan a venir a buscar un futuro mejor, ya que el miedo por ser deportados fue 15
usado por distintos sectores, talleristas, fabricantes, policía y demás para paralizar cualquier reclamo que éstos se animen a realizar. Para los sobrevivientes solo se gestionó un subsidio de 200$ por tres meses… “total, como no saben sus derechos, no van a molestar más…” y ni siquiera lo recibieron todos, ya que para poder hacerlo debían tener alguna documentación, las cuales habían sido devoradas por el fuego. En el Gobierno Boliviano recién había asumido Evo Morales, y todo lo que ello significaba, las esperanzas de todo un pueblo por el primer mandatario salido de sus mismas entrañas de pobreza. Una de las medidas que toma el gobierno boliviano es mandar como embajador a Roger Ortiz Mercado, quien duró un poco más de un año en el cargo, con la orden de retirar a Álvaro Gonzales Quint y tratar de tranquilizar las aguas. Según Raúl Kollman, periodista de Página 12, Ortiz Mercado militante del MAS en Santa Cruz que vivió mucho tiempo en Argentina cuando estudió Agronomía, tenía la misión de mediar, con su experiencia en cooperativismo, en la búsqueda de una solución conjunta con el gobierno argentino. Para ello se reunieron el vice canciller Mauricio Dolfler conjuntamente al Viceministro de gobierno Héctor Arce con el jefe de gobierno porteño Jorge Telerman. En medio de esa mediación había temas muy importantes para el gobierno boliviano, evitar el regreso masivo de bolivianos a Bolivia ya que según ellos crearía un problema social, partiendo del hecho de que sería muy difícil que consiguieran trabajo. Otro de los temas tratados con el gobierno argentino 16
es que no se hable de “esclavitud” ya que el cuadro de situación no se parece a lo que se conoce como trabajo esclavo, por ejemplo, en África. En lugar de eso les pidió que se usen términos como “servidumbre”. También había preocupación por el término “allanamientos”, ya que en Bolivia es tomado como sinónimo de detenciones y deportaciones. También se reunieron con la colectividad, o por lo menos con la parte que podía expresarse, ya que en el restaurant “El Palacio del Buen Gusto” no podía pasar cualquiera. Era una reunión organizada con los únicos que pretendían ser oídos, la Coordinadora de la Colectividad Boliviana (Co.Co.Bo.), así es que no se podía dar la voz a cualquiera, mucho menos a quienes no defiendían los intereses de los talleristas o querían decir las reales condiciones en las que se trabaja. De parte del gobierno boliviano estaba el Viceministro de Trabajo Miguel Albarracín Paredes, el Senador Santos Javier Tito Véliz, el Viceministro de Justicia y Derechos Humanos Renato Pardo, el Presidente de la Comisión de Política Internacional Michiaki Nagatani, el Director Nacional de Registro Civil Javier Hinojosa, el Viceministro de Gobierno Héctor Arce Zaconeta y el Vice Canciller Mauricio Dolfler. En dicha reunión se hicieron algunos anuncios importantes como la Casa del Boliviano en Argentina, que sería en el barrio de Once (donde actualmente funciona el Consulado en el segundo piso), también se dijo que se harían brigadas móviles cerca de los barrios populares para agilizar la documentación. También garantizaron la participación de 15 representantes elegidos por la colectividad en la Asamblea Constituyente, oportunidad aprovechada para que Co. Co. Bo. le entregara 17
un documento afirmando ser los representantes que pueden participar en dicha Asamblea. Como siempre, de parte del gobierno boliviano este caso no tuvo ningún apoyo solo unas cuantas posturas y alguna que otra participación personal. Álvaro Gonzales Quint era el cónsul adjunto y viejo conocido por la colectividad por su predisposición a “mediar” entre los conflictos laborales, en los cuales no tiene competencia, en los cuales les ofrecía a los costureros una cifra menor a la que los talleristas les adeudaban, la cual, resignados aceptaban. Después del incendio es uno de los que se acercaron para asegurarse que la estructura de este sistema no se vea amenazada por la sobre exposición. Varios de los sobrevivientes sintieron sus hostigamientos en varios puntos de la causa, además de su total abandono, no así sus principales aliados, el sector tallerista. Según el único querellante en la causa, Luis Fernando Rodríguez, el cónsul llegó a ofrecerle trabajo y dinero a cambio de su silencio. “¡Qué quieres! ¿Plata quieres? ¿Trabajo quieres? ¡Por qué haces tanto lio si tu hijo ya está muerto y ya ha pasado!” Cuando vino el hermano de Luis Fernando para ayudar a su hermano Alvaro Quint le dijo “Tu hermano está haciendo problemas de nada, conversá con tu hermano”. También dice que cuando llegó la comisión boliviana a Buenos Aires, sólo los distrajo llevándolos a lugares, en una de las tantas reuniones y exposiciones que tenían esta comisión, “Por detrasito nomás me agarraba y me decía, vos qué cosa también quieres, dejales trabajar a los de la comisión, no 18
te quejes, ya no te preocupes, andate nomás a Bolivia, nosotros vamos a hacer las cosas”. Quint no quería que Roberto hable con la comisión boliviana, “una vez más me ha agarrado y me ha dicho ya enojado ¿vos qué cosa quieres? ¿por qué molestas?”. Hay un par de personajes en toda esta trama que merecen un apartado especial. Se trata de unos abogados que son importantes para entender muchas cosas que a simple vista parecen ilógicas. El primero se llama Gabriel Juricich, argentino y abogado de profesión, está casado con una boliviana. Pertenece a la Federación de Bolivianos en Argentina y así también es vicepresidente de la Federación Argentina de Comunidades. Es uno de los primeros en acercarse a los sobrevivientes después del incendio, y quien acompañado por los “dirigentes” de siempre, comienzan a cerrar el cerco para “protegerlos”, infundiendo el silencio para defenderlos, aunque no a quienes padecieron ese horror. Pero para entender desde que ángulo ejerce la presión, tenemos que leerlo sólo dos días después del incendio el primero de abril en una nota a Página 12: “Hay muchos talleres, en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano, similares al que se incendió en Caballito. Para la Justicia argentina, funcionan en forma ilegal. Sin embargo, para los que trabajan en ellos resulta algo parecido al ayllu, forma de organización para el trabajo en común que data del imperio incaico y que sigue existiendo en las comunidades campesinas: todos trabajan de sol a sol; hay un pequeño grupo que se en19
carga de intercambiar con los ayllu de otras comunidades y recibe por ello una diferencia. A esto, ciertamente, se le agrega una historia de sobreexplotación que viene desde la dominación española y, después, de los empresarios bolivianos mismos”. Juricich advirtió que la mayoría de estos trabajadores textiles “vienen del campo, hablan quechua o aymara y no tienen escolaridad. Los talleres los contratan en negro; ellos mismos no imaginan que podrían tener beneficios sociales o un horario limitado”. Pero no se trata sólo de sometimiento, sino también del deseo, propio del inmigrante, de progresar en su país de adopción: “A menudo trabajan 12 o 14 horas por día para lograr determinados objetivos: comprar una máquina, instalarse por su cuenta. Los bolivianos en la Argentina progresan más que el argentino medio, porque trabajan mucho más. Por eso hay cada vez más comercios de bolivianos; sus dueños no llegaron a la Argentina con capital, lo consiguieron con su esfuerzo. Y ese esfuerzo se asienta en uno de los mandamientos ancestrales de la cultura quechua, que son tres: no robar, no mentir y no ser flojo. Ese mandato de no aflojar, transmitido de generación en generación desde el Imperio Incaico, implica trabajar todo lo que sea necesario”, agregó Juricich. En cuanto a la presencia de chicos en el taller, “los que murieron pertenecían a familias que no vivían 20
en ese lugar; la mayoría de estos trabajadores viven en villas, en condiciones todavía más precarias que las de los talleres, y prefieren no dejar a los chicos solos por el riesgo de que las casillas se incendien, como ya ha sucedido a veces –contó Juricich–. Otras familias, sí, viven en los talleres, porque no tienen otro lugar. También son costumbre las „camas calientes‟, donde los trabajadores se turnan para dormir y sólo van a sus casas los fines de semana”. “Hay ya ejemplos desarrollados por la propia comunidad boliviana, como la cooperativa Ocean, de La Salada. Allí organizamos la capacitación, hicimos cursos. Muchos que trabajaban con marcas comerciales „truchas‟ registraron sus propias marcas y hoy incluso están exportando. El ejemplo fue imitado y toda la zona progresó”, contó el abogado. Cuando Ocean se legalizó, “hubo que aprobar planos, con medidas de seguridad que incluyen el control de fuego, el plan de evacuación, las salidas de emergencia. Se hacían asambleas, todos votaban y decidían. Construyeron el tinglado más grande y más seguro de la zona. Tenía que haber baños: los hicieron de cerámica italiana, porcelanato; nunca habían visto baños así y les encantó”. Esos argumentos (que él ya los había usado defendiendo a un tallerista) le servirían al Juez Oyarvide en mayo del 2008 cuando sobreseyó a los directivos de Gilmar S.A. (Nelson Sán21
chez, Gabina Verón y Hermes Raúl Provenzano) que comercializa la marca SOHO. Lo cual además de ser aberrante, es totalmente discriminatorio, ya que, si en el mismo taller se encuentran trabajando tanto bolivianos como argentinos, el tallerista iría preso por emplear argentinos y sería inocente en el caso de bolivianos. En otras palabras SOMOS EXPLOTABLES porque per tenecemos a una cultura. Gabriel Juricich además de presionar a los sobrevivientes diciéndoles que no digan nada cuando se acerquen los periodistas o que si dicen algo lo hagan en aymara, les prometió que no perderían las máquinas, que él se las iba a conseguir. Sin embargo no se presentaban los escritos para pedir los cuerpos de las víctimas. Él junto a una colaboradora que dice ser abogada llamada Janet Soto fueron quienes asesoraron a parte de los sobrevivientes pero también a uno de los imputados, Sillerico. Su accionar queda demostrado el día del velorio cuando Janet Soto se acerca a la mamá de Wilfredo a quien también les habían aconsejado que si alguien preguntara por Wilfredo le digan que no trabajaba que solamente estudiaba, y cuando ésta no dejaba de llorar, la abraza de la cabeza y le va diciendo suavemente… “Portate bien María, me prometiste, quedate calladita…” a lo que la mujer comenzó a hablar en su lengua natal, el aymara, diciendo “están mintiendo, no nos dejan hablar, no quieren que digamos nada”. Juricich y Soto se ocuparon de los pedidos de los cuerpos aunque según testimonios de María y Oscar Mendoza el abogado nunca había presentado un documento ante la justicia para pedir los cuerpos de las víctimas e intentó impedir hasta con ruegos prometiendo “dar parte” a fin que los afectados firmaran el poder al abogado Carlos Oreste quien finalmente tomó el caso. 22
Cabe recordar que también hubo mucha disputa entre los sobrevivientes ya que estos no querían hacerse el ADN, entre otras cosas, porque todos de alguna u otra forma están relacionados con Sillerico. Eso retrasó mucho la entrega de los cuerpos. La Coordinadora de la Colectividad Boliviana (Co.Co.Bo.) nace después del incendio, a pedido de las autoridades del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Apenas sucedido lo de Luis Viale y los primeros allanamientos, se comenzaron a reunir en distintos lugares, uno de ellos fue en Parque Avellaneda en un lugar llamado “los tronquitos” dentro del parque. Allí se concentraron muchas personas preocupadas por lo que estaba pasando y también los mismos personajes de siempre. Comenzaron a hablar del tema y todas sus implicancias pero estaban todos juntos y revueltos, talleristas, costureros y otros “dirigentes” de profesión. Lo que los reunía más que nada era el miedo, el miedo a perder sus talleres, a perder su trabajo y así todo lo que habían ahorrado (a la fuerza, ya que ese ahorro consistía en el pago adeudado de mucho tiempo). Allí fue parte de la delegación que había llegado desde Bolivia, y allí escucharon los reclamos y las distintas situaciones que eran permitidas contar. 23
Después de ello, todas estas organizaciones sacaron un documento conjunto en el cual participaron: Asamblea Carlos Coro Mayta (Isaac Laura), ARBA (Rolando Nogales), Asociación de Artistas y Vendedores del Parque Indoamericano (Felipa Quispe), ADA (Felix Colque), Bolivia Argentina de Pie, Cámara Central de Talleristas (Rosendo Dueñas), Fraternidad Comerciantes de la Rivera Sur de La Salada (Gilberto Rivera), Deportivo Amacari, Asociación Yanapacuna (Dra. Zulema Montero). En ese documento entre otras cosas se pedía: 1.- La inmediata cancelación de la orden de allanamientos a talleres de costura 2.- Flexibilidad para el blanqueo y plazo de seis meses para esta transición. 3.- Que se reduzcan las cargas sociales. 4.- Que se aplique la ley 12.713 (para talleres familiares). 5.- Que se frene la manipulación de la información por parte de los medios (“prepararon a personas de nuestra nacionalidad para declarar realidades que no corresponden, específicamente en el lamentable caso de Luis Viale 1269/71”). 6.- Respeto a la dignidad humana en los allanamientos por parte de la fuerza policial (hay antecedentes en que los unifor24
mados encañonaron a niños en el piso, golpearon indistintamente a hombres y mujeres. “Las irrupciones a los domicilios siempre fueron muy violentas sin considerar sexo ni edad, aun sabiendo que los bolivianos son gente de paz y que jamás ofrecieron resistencia”). 7.- Que se conforme una comisión bipartita entre la comisión de las organizaciones y el gobierno de la ciudad de Buenos Aires para vigilar de cerca toda la transición. Allí se conformó una organización que trataba de nuclear a muchas otras, en la cual se terminó eligiendo como presidente a Rolando Nogales, taxista de profesión y también aficionado a crear asociaciones según sea la ocasión, y claro, recaudar dinero entre los integrantes para sus “manejos legales”. Como vicepresidente eligieron a Alfredo Ayala, quien tiene un historial interesante en Bolivia. Allí también militaba, nada más ni nada menos con Felipe Quispe líder del Movimiento Indio Túpac Katari, luego del Ejercito Guerrillero Túpac Katari y finalmente candidato por el Movimiento Indígena Pachacuti, de quien era chofer personal. Luego fue echado por malversación de fondos al no entregar dos tractores que le habían sido pagados. Ellos fueron los que direccionaron las protestas y así la línea que defendería esta organización. Así fueron acaparando todas las reuniones que pretendían las autoridades de la ciudad sin integrar a las demás personas que participaban de Co.Co.Bo. No pasó mucho tiempo para que las demás organizaciones se dieran cuenta de estas reuniones a solas que sostenían con el gobierno y decidieran ir ale25
jándose. El punto culminante fue cuando formaron parte del Programa Plan Patria Grande como uno de los brazos para llegar a la colectividad, ellos se encargarían de gestionar las PRECARIAS, así como otras organizaciones más, y cayeron sobre la organización denuncias por cobrar dicho trámite, y hasta cobrar a talleristas la “precarización” completa de todo el personal de su taller, evitando así, multas con respecto a su indocumentación. Los medios de comunicación fueron un apoyo importante para su consolidación a nivel discursivo, ya que en éstos se continuaba con la idea de englobar a todos, ya no era una lucha de clase social, ni una demanda de mejora de condiciones, sino era un hecho de mejores precios para los bolivianos de parte de los fabricantes; desaparecieron al costurero, ya no había costurero, ni tallerista, sino todos eran trabajadores bolivianos. Ocultando así la terrible desigualdad interna que vive nuestra colectividad. Obviamente como asesores jurídicos tenían al ya mencionado Juricich y también a otro abogado de apellido Kinan quien es muy conocido por hacer algo parecido al anterior, defender al denunciante y al acusado al mismo tiempo. Durante todo el tiempo en que los allanamientos eran el gran fantasma de la colectividad, él asesoraba a muchos talleristas que luego se dieron cuenta que fueron engañados. Muchos intentos de habilitación sin progreso y muchas cuotas pagadas. Planteaba la forma de cooperativismo para eludir impuestos, haciendo de que los talleristas les hagan pagar el Monotributo a todos sus costureros, “así tienen obra social” y también para “blanquearlos” haciéndolos socios de una cooperativa 26
que no sabían que existía. Eso no mejoraba para nada las condiciones en las que trabajaban. La Alameda funcionaba como una asamblea después del levantamiento del 2001 cuando se logró echar al por entonces Presidente Fernando De La Rúa. Allí además funcionaba un comedor donde fueron los primeros contactos plenos con la colectividad, ya que muchos de ellos iban a comer los fines de semana por qué no les daban de comer en los talleres esos días. Así, comenzaron con el asesoramiento legal y acompañamiento a muchos de ellos, en especial en la primer denuncia contra un taller en Capital Federal sólo unos meses antes, (donde se pudo conocer las condiciones en las que eran sometidos los trabajadores, las agresiones físicas y psíquicas contra las personas que se animaron a denunciarlo, además del impago de muchas deudas) en la casa de Juan Carlos Salazar Nina, quien después de pasar 15 días en la cárcel fue sobreseído por el Juez Oyarvide. Ahora no solamente que goza de impunidad sino que también ya tiene tres talleres en las mismas condiciones en Provincia de Buenos Aires. La Alameda comenzó así, una larga lista de denuncias de talleres en esas condiciones, y tomaron relevancia después del incendio de Luis Viale cuando los medios de prensa argentinos los tomaron como referentes de tal situación y así se pudieron conocer muchas cosas que la misma colectividad boliviana quería tapar. Si bien su papel denunciando tanto a los talleres como a las marcas que les daban trabajo a estos talleres, fue importante para visibilizar todo el circuito, su figura fue muy importan27
te para consolidar ese discurso que se bajaba desde el sector de talleristas. Entonces, podían utilizarlos como el enemigo externo, ellos eran los malos que venían a sacarles sus máquinas para algún fin. Por eso es que se tenía que defender a los talleres de tremenda amenaza. Este discurso y la exposición de los “representantes” de dicha Co.Co.Bo. en los allanamientos defendiendo a los talleristas, las radios bolivianas en argentina (hay más de 16 radios de las cuales, muchos de los dueños también son talleristas) conformaban el círculo en el cual se pudo manejar a todos los trabajadores costureros. Así se explican las marchas en la Av. Avellaneda, lugar comercial donde concentran muchos de los “fabricantes” coreanos, judíos y ahora bolivianos, como también las agresiones que sufrieron tanto el espacio que ocupa La Alameda en la esquina del Parque Avellaneda como sus militantes en confrontación con quienes reaccionaban defendiendo éste modelo explotador. Aun así, La Alameda no pudo constituirse como una organización que construya un cambio dentro de la colectividad, si bien hicieron muchas cosas que ninguna otra organización se animó a hacer, no se ven reflejados los frutos en la organización de los costureros, ésa es la deuda más grande de esta organización, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de bolivianos que se animaron a denunciar que pasaron por este espacio, algunos incluso hablan de su utilización y hasta de un sometimiento, sutil, pero sometimiento al fin.
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Los medios de comunicación jugaron también un papel muy importante, y en distintas formas ayudaron a la configuración de una nueva dirigencia de la colectividad. Las radios de la colectividad tienen el funcionamiento adormecedor en los talleres, una rutina que arranca temprano a la mañana pasando noticias de Bolivia, clasificados en los cuales se pasan anuncios de otros talleres en los cuales se ofrecen trabajos con o sin cama y parejas con o sin hijos, clara forma de anunciar un taller clandestino, música y más música hasta el anochecer. Allí se pueden escuchar algunos programas de algún negocio, sean consultorios médicos, restaurantes, bailantas etc., todas ofertándote qué hacer o qué comprar a partir del sábado al mediodía, nunca los días de semana. La mayoría de las radios pertenecen a talleristas o a quienes lo fueron y ahora se dedican a otro rubro. Hay algunas radios que se ven completamente comprometidas con el proceso boliviano sin embargo son las primeras en dar la voz de alarma cuando se está allanando a un taller. Tanto Alfredo Ayala como Rolando Nogales, saben de su importancia y es así que fueron ocupando espacios uno por uno en esos medios. Hace un par de años se abrió una radio llamada Constelación que se encuentra en el barrio de Flores cerca de Nazca y Rivadavia, un punto de encuentro para la colectividad, en la que Ayala puede mostrar sin ningún temor sus aspiraciones. En la misma radio en agosto del 2009 fue golpeada una persona, que sólo fue a hacer una invitación para una asamblea en la que se trataría de crear una organización de costure-
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ros, cuando Alfredo Ayala fue a increparla por la invitación y a cuestionarla de querer dividir a la colectividad. Y es que todo intento de organización de la parte más grande de la colectividad, los costureros y empleados, significa eso precisamente, romper con un discurso en el cual ya no se distinguen esas clases sociales que hay adentro de la colectividad, ver claramente cuáles son los escalones que nos mantienen allí. Así, todos fueron contribuyendo a la consolidación de este sistema de explotación, o como quieren verlo ellos, sistema de progreso. Aunque hay un par de cosas más que es importante tener en cuenta. Tanta disputa por la “representación” de la colectividad, va más allá de la simple necesidad de protagonismo o de dinero, no se puede ser tan inocente de pensar que sólo se hace esto por las recolecciones de dinero. Desde la primer asunción de Evo Morales y la consolidación de un nuevo proyecto de país, las organizaciones retomaron la lucha por el derecho del voto en el exterior. Pero no solamente es eso, sino también, el pedido que continúa a éste, la representatividad de las personas que estén fuera del país. Entonces, todas las comitivas que manda el gobierno y las comisiones que se mandan allá, son ni más ni menos que las relaciones previas, las demostraciones de poder y demás juegos en los cuales se van mostrando ante distintos partidos o como es en el caso de algunos, al mejor postor. Sabemos que serán los partidos políticos quienes tendrán la necesidad de tener sus bases en cada país para las distintas elecciones y mucho más un país como éste que alberga nada más ni nada menos que a más de dos millones y medio de bo30
livianos, esto sin contar los hijos de éstos que tienen la doble nacionalidad. Es así, que entendemos la necesidad de esta configuración, la de los “dirigentes” aliandose al sector tallerista, que a su vez maneja los medios de comunicación y así a los próximos votantes. Esa oferta al mejor postor, hizo que en la primer oportunidad que pudimos participar, algunos solamente, viniesen todos los candidatos, claro, menos aquellos que estaban en la cárcel como es el caso de Leopoldo Fernández, y se aprovechara la ocasión de ir viendo “cuadros” políticos. Se los pudo ver con todos y cada uno, Alfredo Ayala mostrándose y haciendo campaña por el candidato de UN (Unidad Nacional), Samuel Doria Medina, claro opositor de derecha en Bolivia. Un dato también importante es la candidatura de Marco Blacutt que en realidad era candidato suplente por Cochabamba, pero hizo toda la campaña en Buenos Aires, adjudicándose la lucha por el voto del boliviano en el extranjero, sabiendo que UN fue acérrimo deponente de ese derecho.
Sólo somos números Para seguir entendiendo el por qué se defiende tanto a este sistema, incluso los que son explotados, tenemos que pensar en la lógica de este mismo sistema. Eso quiere decir, traducir todo a números. Por eso te propongo jugar un jueguito matemático. 31
Hay tres personajes importantes: Fabricantes (F): Son quienes cortan las telas y se las llevan a coser a los talleristas, también son quienes las venden en sus negocios de ropa, o un poco más barato en La Salada o alguna otra marca pero a ésta se la dan sin etiqueta. También se los llama así a los tercerizadores, que son quienes se encargan de repartir el trabajo que les llega de marcas importantes y se quedan con una buena tajada. Talleristas (T): Son ex costureros quienes después de “matarse” un par de años consiguen comprarse sus propias máquinas y así armar su propio taller, otros son ayudados por algunos fabricantes quienes les compran las máquinas a condición de que sean devueltas con trabajo. Costureros (C): son quienes la padecen al principio, desde el alejamiento de su entorno en Bolivia, hasta el maltrato en el nuevo lugar de cobijo. Ganan muy poco, pero eso, en lugar de desmotivarlos, los empuja para seguir trabajando por más tiempo. Son los aspirantes a talleristas. Hay una escala de valores que más o menos se respeta siempre. F le da a T 1.000 prendas a 3 $ cada una. T se las reparte a sus 10 C a 100 prendas cada uno. Se las da a 1 $ por prenda (supuestamente 1 $ de ganancia del T, otro para pagar comida, alquiler, etc. y así queda el restante para C). Esto sería 100 $ cuando termine el corte. Para hacerlos con números redondos supongamos que cada C hace 1000 prendas por mes. Esto haría de que a fin de mes C ganara 1000 $ y T 2000 $, claro que tiene que pagar el alquiler y todo. 32
Pero T gana 2000 $ por cada C que tiene, eso quiere decir que a fin de mes T gana 20.000 $, sacando 5.000 $ en alquiler ( es una exageración) y 3.000 $ por la comida, le queda un total de 12.000 $ a fin de mes, en contra los 1.000 pesos que se gana el C. Esto ya parece una injusticia, pero hay algo más terrible todavía. Por cada prenda que F le da a T a 3$, él la vende a 100 $, lo que le da una ganancia de 97$ por prenda. Habíamos dicho que este T le garantiza 10.000 prendas por mes, eso sería, 970.000$, claro que tiene que comprar la tela, mandarla a cortar, etc., supongamos que le signifiquen 20.000$ lo que le daría un total de ganancia de 950.000$ solamente por ese taller. 950.000$ para F cuando C gana solamente 1.000$ con suerte. Aquí podemos agregar unos cuantos personajes más, desde los ayudantes que llegan a ganar 300$ por mes hasta las autoridades, ya sean policías o de los organismos de control que también sacan una buena tajada sin trabajar ni una sola hora, mientras que C, el ayudante y la cocinera lo hacen por más de 14hs. diarias.
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A tono de reflexión… pensando en voz alta Por todas esas situaciones, organizaciones y por sobre todo por esos intereses que manejan las vidas de miles y miles de personas es que no se puede contemplar este problema desde un solo punto de vista. Es mentira que nosotros adoptamos esta forma de trabajo porque somos honrados y trabajadores, ese es un discurso que solo sirve para mantener a un costurero en la máquina, a un ayudante en la mesa, a una cocinera en la cocina, a una verdulera en la verdulería, mucho tiempo más de lo necesario, casi preso. A veces parece que no queda otra cosa y la aceptamos, como tantos otros, nada más que, al ser migrantes, la situación y las opciones se reducen al mínimo, a veces es mejor que ver a tu familia pasando hambre. Pero en ningún momento es justo, toda esa cadena de sometimiento tiene un porqué, y las ganancias no son pocas. Lo más complicado es ver de frente a TODOS los que dependen de que vos sigas en la misma situación, porque esos TODOS son el gobierno argentino, la sociedad argentina (son los que a través de La Salada distribuyen a toda Argentina lo que se hizo en un taller explotando a alguien), es el gobierno boliviano que no tiene políticas como para poderte sacar de esta maraña, es el dueño de la fábrica que se lleva la mayor parte de tu trabajo, es tu paisano que no te trajo para hacerte un favor, sino para sacarte lo más posible, así como lo hicieron con él.
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Éste es el resultado del trabajo interno que Simbiosis Cultural viene realizando, un esfuerzo por entender muchas contradicciones que la colectividad boliviana viene mostrando, las configuraciones políticas y las utilizaciones de los bolivianismos como divisiones entre las luchas de clase, y a su vez, internamente, ocultando estas divisiones adentro mismo de la colectividad. Agradecimientos A mi compañera y mi compañerito de vida. A Simbiosis Cultural y los locos inconformistas en ella, a tantos compañeros latinoamericanos, que aportan muchísimo en esta construcción, por ver en ésta lucha también su lucha.
Juan Carlos Estrada Vásquez
Fuentes: Periódico Renacer (www.renacerbol.com.ar) Abogado Gabriel Chamorro Página 12. Fuentes propias. www.agrupacionsimbiosiscultural.blogspot.com www.editorialretazos.blogspot.com www.poruntiempìtonomasradio.blogspot.com www.no-olvidamos.org 35
Retazos Se junta la tela, se la corta y se desechan los sobrantes, los que ya no sirven, quienes no entraron en esos moldes de quienes diseñan y cortan. Están allí en una bolsa en medio de la vereda, uno arriba de otro, con las cicatrices abiertas aún, mientras que, quienes se metieron o aceptaron estar dentro de esos moldes están en pleno proceso de confección, en una cadena que funciona así desde hace mucho en un modelo que excluye, explota e impone. Allí encontramos a estos retazos, excluidos o exiliados, en la vereda. Pero resulta que no dejan de ser parte de ese todo. Ahora esos retazos encontraron distintas formas de no sentirse solo eso, sino también se propusieron formar entre todos ellos, los excluidos, los exiliados, un todo. Un todo que a diferencia de otros todos, incluya, contenga y fortalezca a los demás retazos. A esos demás retazos de vida, de sueños, ilusiones, frustraciones, anhelos, rebeldías y luchas. Ahora los retazos estamos dispuestos a crear muchos más completos para vencer a este molde. Romper el molde para terminar con este modelo.
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