El sistema sanitario de la cultura. Jaron Rowan

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El Sistema Sanitario de la Cultura: algunas reflexiones sobre el impacto, el gasto de energía y el sentido de la práctica cultural * JARON ROWAN

* Publicat a LOCAL/VISTANT. Art i creació en l'espai social. Idensitat.

Si una cosa debemos poder exigir de las prácticas artísticas que muy a la ligera denominamos “de carácter social” es que de alguna forma éstas ayuden a transformar el tejido social en el que se insertan y puedan tener un impacto duradero. Sin pretender hacer un ejercicio de demagogia, también se podría argumentar fácilmente, que esto mismo sería deseable para el resto de las prácticas artísticas y culturales. En un momento en el que parece que la esfera cultural se ve afectada por una pulsión productivista, en el que la demanda de novedades solo es igualada por la velocidad en la que éstas se tornan obsoletas, exigir una evaluación del impacto que ha tenido una práctica artística o cultural parece un disparate que no todo el mundo está dispuesto a exigir. Aquellas que vivimos en alguna de las numerosas capitales culturales occidentales lo hacemos rodeadas de instituciones culturales que nos seducen con una oferta y con una cantidad de contenidos que difícilmente vamos a poder consumir, y ni mucho menos, vamos a poder digerir. Los eventos se suceden, las intervenciones urbanas son seguidas por otras, los grafitis son tapados por nuevos grafitis y las supuestas innovaciones se aniquilan en un constante ejercicio de destrucción creadora que parece no tener fin. Apenas existen estructuras que permitan que toda esta frenética actividad cultural no se disipe y que logren que al menos una parte de todo este conocimiento producido pueda sedimentar en las comunidades que se dedican a producir cultura, primer paso para poder insertarse después en el resto de la sociedad. La cantidad de energía que ponemos todas y todos los que trabajamos en cultura, las ganas, el interés, el tiempo, las expectativas y los sacrificios que nos vemos obligadas a realizar en cada proyecto que introducimos en el mundo, parece desaparecer por un sumidero que se abre a las pocas horas de la inauguración o presentación pública de nuestro proyecto y que se hace más grande a medida que pasan los días. Este derroche energético sin parangón debería hacernos reflexionar y empujarnos a exigir algo más de la cultura que consumimos. Si bien es verdad que poca gente se ha


dedicado hasta el momento a estudiar el gasto energético (electricidad, agua, contaminación, etc.) imputable a la producción cultural, menos gente aun ha considerado cual es el precio del gasto energético personal de todas aquellas personas que trabajan en cultura. Con plena consciencia de que muchas y muchos venimos exigiendo desde hace tiempo que se destinen más fondos a la producción de proyectos artísticos y culturales, este es el momento de incorporar a nuestras exigencias estructuras que permitan recuperar los saberes y energías depositadas en la producción de las mismas. No se puede seguir produciendo sin pensar en mecanismos que permitan que los trabajos se puedan evaluar, distribuir, difundir y reutilizar. Cada vez se producen más obras que no se exhiben, investigaciones que no se publican, intervenciones que no se evalúan y eventos que al finalizar, desaparecen sin dejar un poso de conocimiento en la ciudad o territorio en el que se insertan. La proliferación de eventos, festivales, convocatorias, etc. ha forjado una noción de producción constante, se necesitan productos desechables, objetos culturales que brillen durante unos días, se requiere de una producción cultural abundante para cubrir los programas sobrecargados de todas estas citas que se repiten periódicamente. Pero esta noción de producción no es ni puede llegar a ser sostenible, por esta razón nos debemos sentir obligadas a construir de forma colectiva una idea de producción que integre la difusión y evaluación como elementos indispensables del proceso. Necesitamos pensar en formas de trabajo y consumo cultural que no desgasten la base de la pirámide productiva y que puedan maximizar los esfuerzos y energías invertidas en cada uno de los proyectos, obras, intervenciones o actuaciones culturales a los que nos dediquemos. Si hasta aquí alguien puede estar de acuerdo conmigo, lo primero que debería de objetar es ¿cómo se puede establecer un sistema de indicadores para medir el impacto de un proyecto cultural que pueda comprender la multiplicidad de formas e intenciones que subyacen a la producción cultural contemporánea? Una vez exigimos resultados a la cultura, ¿no estamos instrumentalizándola y transformándola en un recurso? ¿Es posible mesurar el gozo humano y estético que buscan producir ciertas manifestaciones artísticas? ¿No conducirá todo esto a una racionalización excesiva de una serie de prácticas cuyo mayor activo es la espontaneidad? Preguntas de difícil solución que merecen ser pensadas y que con ayuda de Sinapsis en parte voy a tratar a continuación.


Escribo todo esto al calor de Audioguía Ressonància Manresa un proyecto realizado por el colectivo Sinapsis, cuyos integrantes Lidia y Cristian me han pedido que dedique algo de tiempo a pensar y a escribir sobre él, cosa que a continuación voy a hacer. Esta iniciativa consiste en la producción de una audio-guía que se reparte de forma gratuita por toda el núcleo urbano en la que se proponen diferentes recorridos que discurren a través de la ciudad de Manresa. Con el objetivo de abrir una interrogación colectiva en torno a la salud y a los sistemas sanitarios, con la intención de visibilizar toda una serie de lugares, procesos o el trabajo que realizan numerosas personas a las que sólo vemos cuando nuestras defensas nos fallan, Sinapsis ha conseguido involucrar a representantes de toda la cadena de valor de la salud de la ciudad y les ha dado un espacio para que puedan explicar al mundo su cometido y función. Hemos aprovechado este momento para conversar con Sinapsis pero también con muchas de las personas implicadas en el desarrollo del proyecto para intentar entender cómo se percibe el mismo y que objetivos ha logrado cumplir. Como bien nos indica Sinapsis uno de sus objetivos consistía en generar una representación de un sistema complejo en el que conviven instituciones, trabajadores, beneficiarios y ciudadanos de a pie. Esta intervención podría llegar a crear un nuevo imaginario en torno a lo que consiste en sistema sanitario de Manresa, tiene el potencial de generar nuevas formas de conocer la ciudad. Pero ¿cómo podemos medir el impacto de una intervención tan abierta como esta? ¿Cuándo podemos determinar que la intervención ha concluido? ¿Los recorridos han de ser realizados por los ciudadanos de Manresa para poder decir que la pieza ha funcionado? Con una cantidad tan alta de agentes involucrados en la realización de esta propuesta, es difícil determinar cuales son los objetivos que una debería medir y que magnitudes se deberían aplicar para calibrar el grado de aplicación de esta intervención. Los intereses de numerosos agentes se cruzan sobre un dispositivo aparentemente simple: un CD. Desgranando vemos que podríamos interrogarnos en torno a las intenciones de Sinapsis cuando diseñaron esta propuesta, éstos se sumarán al de los organizadores de la edición de Idensitat en la que la propuesta se ha efectuado. El Ayuntamiento de Manresa ha colaborado en la edición de estas guías, numerosos representantes de espacios vinculados a la salud han prestado su tiempo, ideas y voces al proyecto, algunas empresas privadas han colaborado económicamente con el mismo y por último, muchos ciudadanos y ciudadanas anónimas han participado de la obra siguiendo alguna de las rutas sugeridas, o no.


La propia gente de Sinapsis son conscientes de la complejidad que entraña evaluar un proyecto así, nos dicen que “tal vegada s’hagi d’assumir la dificultat de calibrar l’impacte d’aquest projecte, el seu valor com imatge complexa i la seva capacitat de filtrar-se en el context Manresà. Hauríem de pensar en una segona fase del projecte que impliqués retornar a la ciutat per detectar possibles usos i apropiacions de l’audioguia per part d’agents, entitats, ciutadans, escoles… També esbrinar si aquesta experiència ha servit de model per a altres accions portades a terme per agents al marge d’Idensitat que ho han incorporat com una opció eficient en el marc dels seus propis objectius”. Es decir, hace falta poder comprender la capacidad de penetración de un proyecto así en las tramas sociales e institucionales de la ciudad. Además de trabajar una imagen de la ciudad, la Audioguía puede llegar a producir o poner en común toda una serie de conocimientos sobre la ciudad que hasta el momento existen de forma atomizada, como indica Elisenda Solsona, que es Cap de la Unitat de Salut “el projecte en primer lloc ha aportat una visió més global del que és la salut i en concret a la ciutat de Manresa. Així mateix crec que ha aportat nous coneixements inclús als mateixos professionals que treballen en aquest camp i que moltes vegades tan sols tenen una visió des de la seva prespectiva de treball. Ha servit per donar a conèixer a la ciutat que la salut implica molts camps a més del que és l'assistència”. De una forma similar piensan Marta Chandre, Ceci Vila y Dolors Ramos del Cap Bagés cuando afirman que “pensem que és una manera de fer educació sobre un servei que massa sovint percebem només com un dret i no valorem el seu abast i complexitat”. De esta forma vemos como el proyecto tiene una vertiente pedagógica que se podría evaluar. Otro aspecto sobre el que hay que incidir tiene que ver con la construcción de la imagen de Manresa, Marta Reyes, técnica de la Unitat de Salut de l’Ajuntament de Manresa confiesa que “Manresa com a ciutat sanitària és un cas força especial i és un valor important de la ciutat. És una mica reflexe de la voluntat de servei, diàleg i la capacitat d'iniciaciva de la ciutat i per tant és un aspecte a promocionar i dóna "valor" afegit a Manresa”. Si otras ciudades han decidido promocionar su vida cultural, su idoneidad como destino turístico o sus ventajas para aquellas personas que ubiquen allí sus negocios, el Ayuntamiento de Manresa es consciente de que quiere construir una imagen de capital de salud. Cristina Liró, también técnica de salud del ayuntamiento nos confiesa que “de totes maneres la imatge de ciutat no depèn tant sols de la sanitat. En fi, segurament és poca ajuda, però més val poc que gens”. Rosa


Vicens de la Unitat de Salut de l’Ajuntament, algo más esceptica nos comenta que “suposo que hi pot aportar el seu gra de sorra en millora l'imatge de la ciutat”. Otro objetivo que podría alcanzar este proyecto es ayudar a que los habitantes de Manresa conocieran mejor su propia ciudad, realizando los recorridos, descubriendo las tramas de relaciones sobre los que estos arrojan luz y entendiendo la complejidad del sistema sanitario de la ciudad. Sobre este punto Manel Valls, director general de FUSSAM una de las entidades que ha financiado el proyecto, nos comenta que “aquest no és un projecte que s'adreçi de manera majoritària a tota la població de la ciutat. Crec, més aviat, que les persones que s'interessaran pel mateix és gent, ja de per si, interessada en la seva ciutat. Per tant, crec que una bona part d'aquest gent ja coneixia la ciutat en profunditat. Segur, però, que hi ha parts que els eren desconegudes i n'han millorat el coneixement”. Pero para ver si las Audioguías han contribuido en mejorar el conocimiento sobre la propia ciudad habría que ver si realmente la gente ha utilizado y seguido los recorridos marcados por las mismas. Este sin duda es uno de los puntos más espinosos de todo el proyecto, puesto que si bien es verdad que un total de 6.000 guías se han distribuido de forma generosa por toda la ciudad a través de diarios locales, expositores distribuidos por todo el núcleo urbano y en las diferentes instituciones colaboradoras, es muy complejo estimar el número real de personas que han hecho uso de las mismas. Esto nos conduce a preguntarnos sobre cuál debería ser el rol y qué importancia deberían de tener todas aquellas personas que no son consumidores habituales de cultura ni pertenecen a las instituciones involucradas en producirla, pero a quien el proyecto interpela directamente. A todas luces, resulta claro, que si el proyecto quiere funcionar más allá de las necesidades identitarias o de representación simbólica que de él esperan las instituciones que lo financian, éste debería calar hondo en la ciudadanía. El consumo y uso de las Audioguías por parte de personas que no han estado implicadas en su desarrollo ha de entenderse como un indicador crucial a la hora de evaluar una actividad de estas características. Esto podría ayudar a generar una evaluación del impacto que ha tenido. Otro indicador a tener en consideración consistiría en ver hasta qué punto esta herramienta puede servir a largo plazo para ayudar a visualizar las tramas complejas sobre las que se articula el sistema sanitario de la ciudad, en este sentido Sinapsis ya nos avanza que ven de forma muy positiva que “la Regidoria de Salut incorporés el projecte de l’audioguia en el PAM (Pla d’Acció Municipal) del 2007-


2011 com una acció encaminada a la difusió ciutadana de les polítiques de salut de la ciutat de Manresa”. En definitiva, vemos que el proyecto se podría evaluar de muchas maneras sin que esto lo altere parcial o significativamente. Si tenemos en cuenta el tiempo que Sinapsis ha invertido en desarrollar esta propuesta (un año de trabajo), el tiempo y voluntad que han aportado todas y todos los colaboradores que han ido definiendo los contenidos de las Audioguías, este ejercicio de evaluación parece un gesto mínimo que poco puede aportar. Muy al contrario, este es el momento que puede hacer que una iniciativa termine funcionado o perezca en el olvido de las buenas intenciones y la buena voluntad. Es el momento de rentabilizar las energías invertidas y de poner el proyecto a trabajar. Sobre cualquier intervención artística o cultural se cruzan una multitud de intereses públicos y privados que se sumarán a las intenciones de la artista o productora cultural que lo vaya a realizar. Los intereses económicos se mezclan con los artísticos, los personales con los institucionales y los públicos con los privados. Un ejercicio de evaluación razonable consiste en identificar y entender estos diferentes intereses, viendo cuales se realizan y cuáles no. Si la instrumentalización de un proyecto cultural consiste en la preponderancia de fines e intereses ajenos al mismo sobre los intereses propios, esto solo será posible calibrarlo estudiando bien las consecuencias de cualquier iniciativa una vez ésta se haya insertado en el espacio público. Rentabilizar un proyecto es hacer todo lo posible para que éste perviva en el tiempo, se inserte y tenga un impacto en el tejido social en el que se desarrolla. En un momento en el que las prácticas artísticas se mercantilizan a una velocidad pasmosa debemos exigir prácticas que no desaparezcan, disipen y puedan terminar siendo un activo cultural para toda la sociedad.



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