ÍNDICE EL HOMBRE QUE COMPRENDIÓ PARA QUE………PELAYO……………PÁG 1 ¿Y QUÉ HAGO YO CON ESTO?.................................ENZO………………..PÁG 2 EL COMERCIANTE………………………………………CLAUDIA……………PÁG 3 ANIBAL, EL VIGILANTE…………………….................DIANA……………… .PÁG 5 EL CUERNO MÁGICO………………………. …………SOFÍA…………………PÁG 6 EL ACEITE ESPECIAL…………………………………..BERTA………………..PÁG 7 EL SABIO AMÍLCAR…………………………………….JORGE………………..PÁG 8 EL SALVADOR……………………………………………PAULA………………..PÁG 9 “EL VÓMITO”, LOS REYES DEL MERCADO………..LAURA L. ……..........PÁG 11 ASDRÚBAL, EL GRANDE……………………………..BEATRIZ………..........PÁG 13 SIDÓN, EL GRAN COMERCIANTE………………….DANIEL…………….....PÁG 14 UN TORO DE ORO………………………………………LAURA N………………PÁG 15 GADIR: UNA NUEVA TIERRA…………………………..INÉS…………………...PÁG 17 GADIR EN KRAEHE……………………………………...LUCÍA………………….PÁG 19 LA MALDICIÓN DE LA PIEDRA………………………..ADRIÁN…………………PÁG 21 LAS DOCE CRIATURAS DE LA VIDA DEL……………PABLO…………………PÁG 22 ANIBAL, EL COMERCIANTE…………………………….IGNACIO……………….PÁG 25 UNA NUEVA TIERRA PARA UN FENICIO………………JUAN CARLOS……….PÁG 27 EL INTERCAMBIO………………………………………….ÁNGELA……………….PÁG 29
EL JOVEN QUE COMPRENDIÓ PARA QUE SIRVE EL TRABAJO Hace muchos años un joven fenicio, llamado Anibal vivía en Gadir hacia el sur de Europa, en Hispania. Los fenicios eran grandes comerciantes y fundaron colonias, Anibal trajo unos objetos metálicos a Gadir. Esos objetos metálicos eran un jarrón y una vasija, se dedicaba a coger agua del lago y luego la bebían y se duchaban con ella. Anibal todos los días iba a comprar cosas para su familia, sus tres hijas iban a la escuela, por las tardes Anibal estaba sentado en la silla, leyendo un libro, el libro contaba la historia de un joven que era huérfano y vivía en la calle,por las noches el joven se echaba en el suelo y se tapaba con una manta de terciopelo.
Por las mañanas se levantaba del suelo e iba a comer a las casas de sus vecinos, después se iba a aprender el oficio de un comerciante que vendía todo tipo de alimentos. De esta manera aprendió el oficio, con el tiempo creo su propio negocio de compraventa de tejidos. También pudo comprar su propia casa, después de muchas horas de trabajo.
Pelayo Moro Cueto. 1
¿Y qué hago yo con esto? En un pueblo en la costa de Cádiz vivía un herrero pobre con su esposa y sus dos hijos, el granjero era el más conocido de todo el pueblo, pero a pesar de ello no era muy rico, este tenía un carácter agradable y vestía ropas sucias porque no tenía dinero para lavarlas y el río estaba muy lejos de su casa. Un día un cliente se le presento diciendo que quería una espada a cambio de tres vacas, y viendo tal oferta aceptó, fabricó la espada y él cliente le dio las tres vacas, pero cuándo pensó un poco se dio cuenta de que no tenía ningún sitio donde meterlas y su mujer estuvo a punto de matarlo, así que decidieron venderlas en el mercadillo, pero le estaban ofreciendo precios muy bajos por esas tres vacas así que decidió examinarlas, pero no encontró nada extraño así que volvió a casa decepcionado. Al día siguiente un amigo le dijo: -¿Qué haces paseando estas vacas por aquí? -A, pues nada, no las conseguí vender al precio que quería porque verás un cli… -¿¡Pero no te has enterado!?-Le interrumpió su amigo. -¿De qué? -De que un gamberro está soltando las vacas de todos los granjeros por ahí. -¡Claro! ¿Entonces por eso están las vacas tan baratas. -Claro, jajajaja -Bueno amigo, ¿Quieres estas vacas? El amigo del herrero cierra los ojos. -No gracias, eee ¡¡oye!! Bueno, al final el herrero se enteró de porque estaban las vacas tan baratas y consiguió librarse de ellas, aunque… Ha perdido tiempo y esfuerzo en preparar esa espada.
Enzo Escribano
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El comerciante
Hace mucho, muchísimo tiempo, la actual Cádiz era llamada Gadir. Ésta era una colonia fenicia. Esta colonia era realmente hermosa: muchos lo hubieran dado todo para vivir allí. Pero Aníbal Augusto no era uno de ellos.Aníbal había nacido y se había criado en Roma. Allí tenía todo lo que quería. Era un comerciante, que siempre se esmeraba mucho en su empleo. Su especialidad era desde siempre la metalurgia: hacía espadas, escudos.. . Pero la gente en Roma cada vez se interesaba menos por ella. Aníbal era consciente: por eso, por motivos de empleo, se mudó a Gadir. Esta es su historia. Aníbal habia llegado a Gadir. Lo primero que hizo fue recordar con desarraigo su querida Roma... Pero decidió que no había tiempo para lamentarse. Debía ponerse a trabajar para poder apropiarse de una casa. Mientras tanto, la compartiría con un amigo suyo, llamado Ciore, hasta que tuviera el suficiente dinero. Se puso a caminar con todo su equipaje, que consistía en una tela y palos para montar su tienda, además de todo el material que necesitaba para fabricar espadas o escudos. La gente le miraba un poco mal, y Aníbal se sentía muy extraño, pero siguió adelante. Tras un larguísimo camino, llegó a la zona donde se comerciaba. Vio un pequeño espacio libre, y corrió hacia él. Se apresuró a montar su puesto. Con lo mañoso que era, en quince minutos tenía todo montado, y listo para el próximo cliente. En un trozo de madera, escribió con una piedra ''Fora Gladiis'', que, en latín, significa: ''Forjo espadas’ No vio un cliente hasta media tarde. Éste era un anciano con una larguísima barba blanca. 3
-Quiero una espada-exclamó el anciano-Fórjala con plata. -¿Qué? ¿Que quiere una espada forjada con plata?-preguntó Aníbal-¡La única plata que tengo es de mi familia¡ -No dudes en utilizarla. Quien cree sin haber visto, es en realidad puro. -¿Cómo? -Utilízala. Muy pronto, nos veremos. Utiliza la plata...-De esta forma se despidió el anciano señor, tan misteriosamente como apareció. Aníbal, desconcertado, no supo qué hacer. ¿Y si utilizaba la plata pero no pasaba nada? Pero... ¿Y si pasaba algo, y al no utilizar la plata se lo perdía? De todas maneras, pensó que no tenía trabajo para hoy, y seguramente ni siquiera volvería a ver a su familia, así que decidió utilizarla. La fundió y creó una preciosa espada a los cuatro días. Cuando la tuvo acabada y pulida, volvió a su tienda. El anciano señor del otro día le estaba esperando. -Me has hecho caso-dijo-Has forjado mi espada. -Sí. Ahora... ¿qué me da a cambio? -No sé... ¿100.000 sestercios estaría bien? -Señor, ¿lo dice en serio. -Totalmente-respondió, sacando una bolsa de dinero discretamente. Aníbal se quedó con una cara de asombro increíble. ¡100.000 sestercios le daría para vivir toda una vida¡ El anciano le guiñó el ojo y se fue. Aníbal volvió a su pueblo, Roma, y vivió feliz el resto de su vida, teniendo siempre presente al anciano, y a la espada de plata. Claudia Delgado 4
ANIBAL, EL VIGILANTE Erase una vez un hombre fenicio, esclavo del rey llamado Aníbal, que era muy valiente y fuerte, un día le tocó a él de vigilante del castillo y los demás vigilantes habían fallecido, porque una pandilla de asesinos estaban matando a los vigilantes del rey. En la noche oscura y fría estaba Aníbal vigilando, cuando de repente se durmió en la entrada. Los asesinos vinieron corriendo a por él como si fueran leopardos hacia su presa, cuando ya le estaban poniendo en el barca para llevárselo, Aníbal se despertó y empezó a pelear con todas sus fuerzas contra los asesinos, pero eran demasiados y le inyectaron una especie de droga, cuando ya pasaron cinco días hasta que llegaron a un país raro, hasta que llegaron a Gadir (Cádiz), se despertó con amnesia y no sabía dónde estaba, no sabía quién era, que hacía allí y porque llevaba ropa ridícula… Hasta que una señora pobre vio que el vigilante era muy guapo y fuerte, Aníbal pensaba que ella era guapísima, la señora pensó que era un turista y le enseñó Gadir entero, esperando que esa tarde no terminase nunca. Aníbal pensaba que la señora era su mujer y a ella como le gustaba Aníbal le decía que si a todo, tuvieron hijos, fueron felices y murieron juntos.
Diana Caballero 5
EL CUERNO MÁGICO Hace mucho tiempo en Gadir una famosa ciudad de Hispania, vivía un chico fenicio venido de muy lejos, él se llamaba Claudio y era un famoso comerciante, bastante conocido entre la multitud vendía un poco de todo, comida, y algunas antigüedades; y aquí empezó la famosa aventura de Claudio y el precioso cuerno de mamut. Una mañana, Claudio encontró en un extraño lugar donde estaba colocado su mercadillo un maravilloso pulido y poderoso cuerno de mamut. Claudio pensó: Cambiaré este precioso espécimen por algo que vaga la pena. Pero… poco después pasó una cosa un tanto peculiar el cuerno de ese animal empezó a brillar, aunque Claudio no sabía por qué, entonces comenzó a buscar por todos los libros antiguos que tenia ya que le gustaba mucho leer e investigar sobre cosas que no sabía lo que significaba o que no entendía. Ese cuerno era una reliquia familiar de un emperador, Claudio lo descubrió por un viejo sucio y polvoriento libre sobre historia. Tristemente Claudio solo era un pequeño comerciante que no sabía la descendencia de aquel emperador así que se lo quedó y cuando pasó el suficiente tiempo, él se dio cuenta de que ese cuernito tenía un poder más grande que del que había descubierto, se podían ver acontecimientos que marcaron la historia en el pasado. Unos meses más tarde un ladrón quería robar, el mágico cuerno y lo intentó pero Claudio consiguió detenerlo antes de que lo cogiera y descubrió que era el nieto del nieto del nieto del nieto de aquel emperador ,y que lo único que quería era recuperar aquel tesoro tan grande que llevaba en su familia tanto tiempo, Claudio no tenía otra opción que darle el precioso trozo de cuerno, pero no sabía el gran secreto que desvelaba aquel cuernito, pensó que era mejor cubrirlo con un tupido velo y que ese secreto no saliera a la luz.
SOFÍA VITIENES
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El aceite especial Hace bastantes años, en Fenicia se hallaba un gran comerciante con el mejor aceite de toda su ciudad. Él se llamaba Aníbal, y ese secreto tan especial para conseguir ese aceite lo heredó de su abuelo, pero no se lo quería desvelar ni a su familia. Vivía en Tiro, en una casa grande con su familia. Un día, decidió viajar a otro lugar fuera de Fenicia para ver si su aceite tenía tanto éxito allí como en su ciudad. Consiguió ir en un barco de mercancía con destino a Gadir. Había conseguido una modesta casita allí, que se la dejaba un amigo por unos días. Cuando por fin llegó, después de un largo viaje, buscó la casa donde se iba a alojar. Deshizo el equipaje y guardó el aceite en un sitio seguro. Al día siguiente fue al mercado más cercano y empezó con su método… -¡Vendo aceite de alta calidad, seguro que nunca ha probado uno igual! ¿Quieren comprobarlo? ¡Pues compre este maravilloso aceite! -Disculpe, ¿me cambia un litro de ese aceite por este martillo de hierro?-interrumpió un campesino. -Lo siento, pero espero algo más.-respondió Aníbal Así pasaron las horas, los días, y nadie le ofrecía suficiente. No quería volver a Tiro con las manos vacías, así que pensó en cambiar el aceite por algo que había visto que brillaba mucho y parecía muy valioso. Allí lo llamaban “oro”. Al día siguiente volvió al mercado y buscó a alguien que le pudiera dar lo que él quería. Encontró un comerciante con ese oro y le ofreció dos litros de aceite por dos kg de oro. El comerciante estaba dispuesto a dar tres kg de oro por tres litros de aceite, ya que le parecía un buen producto. Los dos hombres cerraron el trato. La semana que le quedaba de poder seguir allí, cambió todo el aceite que pudiera por oro. Volvió a Tiro en el barco de mercancía, y cuando llegó, ya era rico por tener aquello tan desconocido y valioso. Así que fue un gran descubrimiento para la tierra Fenicia y vivió feliz con su familia y su aceite.
Berta Campos
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EL SABIO AMÍLCAR Esta historia ocurre en Gadir (Cádiz) y trata de Amílcar, uno de los súbditos del rey de los fenicios, que además, de joven había sido el comerciante del pueblo. Un día fue a visitar al rey de los fenicios, un habitante del reino Tartessos, llamado Mursh, que era experto en la elaboración de objetos de metal, para ofrecerle algunas de sus elaboraciones. El rey decidió verse con él al día siguiente a primera hora de la mañana. A Amílcar, no le gustó Mursh desde el momento en que le vio, le pareció poco de fiar. A la mañana siguiente el rey vio las obras de Mursh y decidió comprárselas, pero Amílcar le dijo al rey que le diera unos días porque no se fiaba mucho de Mursh y quería investigarle. El rey le dio 3 días. Amílcar fue a Tartessos en busca de pistas y nada, recorrió todos los pueblos de Cádiz y nadie sabía quien era Mursh, así que regresó a casa y cuando iba a contarle al rey que no había descubierto nada, se encontró con un hombre muy viejo de barba blanca que salía de Gadir y que Amílcar nunca había visto y se acercó a él y entonces el señor le contó que un hombre le había pedido ayuda porque estaba enfermo y le cuidó en su casa, pero un día cuando se levantó por la mañana encontró que le había robado todos sus objetos de metal y desde entonces le buscan de pueblo en pueblo. Amílcar le preguntó si ese hombre se llamaba Mursh, pero el señor le dijo que no, se llamaba Atilo y aunque el nombre no era el mismo, Amílcar sospechaba que eran la misma persona y le dijo al señor que no se fuera del pueblo que se quedara ese día y le ayudara porque creía haber encontrado al ladrón. Amílcar le contó todo al rey y mandaron al señor que se escondiera detrás de una cortina y mandaron pasar a Mursh, que venía muy contento con todos los objetos de metal pensando que el rey se los iba a comprar y cuando los colocó todos en el suelo salió de la cortina el señor y dijo que esos objetos eran suyos y que él era un ladrón. Mursh intentó escapar, pero la guardia del rey le detuvo y al final se descubrió que era un timador que engañaba a los ancianos y que siempre se salía con la suya, hasta que se encontró a Amílcar que sabía distinguir entre los buenos comerciantes ya que el había sido uno y los timadores. Gracias a Amílcar el rey no fue engañado y el anciano pudo recuperar todos sus objetos de metal, en cuanto a Mursh o Atilo o como se llamara eso es otra historia………………………..
Jorge Martín
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EL SALVADOR Cuenta la leyenda que hace miles de años cuando en Gadir reinaba Augusto III un joven comerciante Fenicio emigró de su ciudad en busca de maíz, verduras, patatas… ya que él solo podía vender aceite y especies. Tras un viaje muy largo y muy duro debido al oleaje , consiguió llegar y cuando atracó en el puerto y se dirigió a la ciudad .No era como le habían contado ya que todo el mundo estaba en sus casas o escondidos por las calles. Le pregunto a un pobre anciano al que le habían robado su mercancía y este le dijo que el rey andaba quitándole las mercancías a todo el pueblo ya que no estaba dispuesto a pagarle a esos zánganos por su comida .A si que le dijo que huyera rápidamente si no quería acabar como el . El joven llamado Román se dirigió en busca del castillo del rey porque aunque no fuera un Tartesio tenia derecho a quejarse. Cuando llegó a palacio el rey ordenó a los guardias que lo cogieran y lo llevaran al calabozo. El joven no podía salir de ninguna forma ya que estaba atado por las manos y por los pies. No tenia ninguna posibilidad de escapar pero se acordó de una historia que le contaba su abuelo sobre Tartessos , que sus calabozos estaban hechos para gente regordeta no delgada y como el joven era delgado consiguió escurrirse.Román se dirigió hacia el rey y le reto a un duelo si el ganaba seria el rey de Gadir y si perdía seria el mayordomo de Augusto . 9
Comenzaron el duelo y tras unas horas Román consiguió derrotarlo y Román se convirtió en el rey de Gadir Este salió corriendo a decírselo a la gente pero como el no quería ser el rey porque se tendría que quedar allí toda la vida y él solo había ido a hacer negocios nombro al anciano que le ayudo rey . Toda la gente le agradeció que les salvara de aquel malvado rey y sobre todo el anciano que por haberle nombrado rey le dio todo su mercancía ya que la iba a necesitar, le dio patatas , maíz , verduras…. Pero el a cambio le dio especies de su pueblo y aceite . El joven se dirigió al puerto para marcharse de nuevo con su familia ya que ya había conseguido lo que quería . El anciano le dijo que cuando alguno de su familia quisiera algo que fuera a Gadir que el les ayudaría porque lo que hizo Román por el señor no había forma de agradecerlo . E l joven se dirigió hacia su pueblo con su família y ellos le recibieron con mucha ilusion y con mucho aprecio por lo que habia hecho por los Tarrassos .
Paula Alonso
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“El vómito”, los reyes del mercado
Esto es algo que ocurrió hace mucho tiempo: Érase una vez un fenicio llamado Roger cuya familia siempre le mandaba ir a él a comerciar porque era el único al que si le decían que no nunca le daba una rabieta y encima era muy educado y tenia mucha paciencia. Roger a pesar de su paciencia estaba desesperado porque a él no le gustaba navegar ya que siempre acababa vomitando varias veces en un mismo viaje y tenia que ir dos veces a la semana durante todo el año. Sus padres era grandes artesanos y le proporcionaban cerámica que al pintarla con una pintura que tenían parecía oro y hacia que consiguiese timar a todo el mundo. Esta vez Roger iba a Gádir, por el camino vomitó cinco veces y a la quinta, dos comerciantes que pasaban por ahí, preocupados le ofrecieron llevarle en su barco que se tambaleaba menos a cambio de que comerciase junto a ellos. Roger, como eran también fenicios, aceptó encantado. Se llamaban Dennis y Germo. Los tres se hicieron grandes amigos y Roger que confiaba plenamente en ellos les contó que lo que él vendía no era oro de verdad. Dennis y Germo se quedaron alucinados y les pareció mal. Roger les contó que lo había decidido su madre y que a él tampoco le pareció buena idea y que tuvo que aguantarse. Ellos le perdonaron y pensaron que por lo menos así conseguirían hacer cambios con facilidad. Formaron un grupo y lo llamaron “el vómito” en honor al suceso por el que se habían conocido.
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Al llegar a Gádir buscaron un sitio resguardado en el que poder dormir y descansaron hasta el amanecer. Al despertar se encaminaron hasta el sitio en el que realizaban los intercambios. Cambiaron una taza de falso oro por un anillo de diamante puro; un jarrón decorado, por cinco vasijas que pintaron de color oro y seguidamente cambiaron por unos circulitos brillantes a los que llamaban monedas. Al día siguiente siguieron cambiando y al final corrió la voz de sus maravillosos objetos y todo el mundo los llamaba “el vómito, los magníficos” o “el increíble vómito”pero sobre todo les llamaban “el vómito, los reyes del mercado”. Lo que les dio la fama debió de ser el bote de color oro que resultó que al tener ese color tan brillante y auténtico llamaba mucho la atención de las personas tanto hombres como mujeres. Tenían un grave problema, se les estaba acabando la pintura a si que decidieron regresar a sus respectivas casas y quedar al cabo de tres días para volver a timar. Por el camino Germo y Dennis estuvieron muy callados y Roger para romper el silencio preguntó qué si pasaba algo. Ambos se miraron y al final le explicaron que ellos no tenían familia y vivían en el barco. Roger les sugirió vivir en su familiay ellos nerviosos aceptaron alegremente. Al salir del barco Roger fu corriendo a contarle a su madre todo lo ocurrido y ella muy contenta declaró a Dennis y a Germo oficialmente miembros de la familia y como el padre también estaba de acuerdo pasaron a ser sus hermanos. Desde entonces “el vómito” siguió triunfando dos días a la semana durante todo el año gracias a la pintura de color oro.
Laura Larrinaga 12
ASDRÚBAL EL GRANDE Érase una vez un comerciante llamado Asdrúbal, comerciaba telas de la mejor calidad. Las telas las vendía en un mercado en la ciudad de Gadir. Asdrúbal era bueno y muy listo, tenía el pelo negro, era moreno y con los ojos negros como el azabache. Un día, unos soldados se llevaron a su familia, supuestamente por timar y por traicionar al emperador. Asdrúbal se había escondido detrás de las cortinas, y vio como se llevaban a su familia. Todo el pueblo conocía a la familia de Asdrúbal, como una familia buena, agradable y leal. Después de que se llevaran a su familia todo el pueblo pensaba que eran unos timadores. El chico no soportaba que dijeran cosas de su familia que no eran ciertas, por eso un día fue a una armería para comprar un arma por si le atacaban, cuando entró en la tienda pidió cualquier arma, pero el dependiente, viejo conocido de su familia le dijo: -¿Para qué quieres un arma? -Unos guardias se llevaron a mi familia y tengo miedo de que me ataquen.-contestó el joven. -Te voy a decir una cosa que no se la he dicho a nadie, yo conozco un grupo de gente que le ha sucedido algo parecido a tu problema, se vengan de quien les ha hecho eso, ¿te unes?- le propuso el dependiente. - Vale lo haré para vengar a mi familia. El dependiente le dio una lanza, un arco y la dirección de donde se encontraba este grupo. Allí le recibió un señor celta llamado Erin. Asdrúbal mató a muchas personas para vengarse un día entro en el castillo, y mató al emperador, después, fue al calabozo para buscar a su familia. Allí encontró a su padre y le dijo que se había vengado de quien le encerró, pero su padre le dijo que era culpable de timar a muchas personas, el joven pensó que había matado a todas aquellas personas sin ningún sentido, y cuando los guardias llegaron a buscarle salió corriendo...Se había convertido en un criminal, se hacía llamar Asdrúbal el grande, el chico se convirtió en una leyenda.
Beatriz Inclán Castaño
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SIDÓN, EL GRAN COMERCIANTE Hace mucho tiempo, en Gadir, vivía un comerciante llamado Sidón, en honor a la importante ciudad fenicia donde había nacido. Sidón era el responsable del comercio de metales entre Gadir y las principales ciudades fenicias. Estaba muy ilusionado con fletar un barco entero cargado de oro y otros metales, que tenía que cruzar todo el mar Mediterráneo. Pero esto también le preocupaba mucho porque tenía miedo de que el barco sufriera algún percance, bien por un ataque pirata o bien por una tormenta. El barco salía del puerto de Gadir el día 22 de Agosto del 732 a. C. Sidón se pasaba todas las noches pensando en el gran valor de la mercancía y si algo fallaba estaría arruinado, puesto que había trabajado muy duro durante todo el año para este proyecto. Sidón se pasaba los días enteros en el puerto intentando tener noticias sobre su navío. Los días pasaban y Sidón cada vez estaba más preocupado. No sabía si el barco había llegado a su destino o por el contrario había tenido problemas. Tres semanas más tarde Sidón, al fin, se enteró gracias a un barco que regresaba a Gadir, que su embarcación había tenido un problema con la vela y se había visto obligado a hacer escala en un puerto de Cerdeña para repararla. Ese era el motivo por el que no hubiese tenido noticias durante tan largo tiempo de su llegada sano y salvo a su destino en el puerto de Tiro. El éxito de su proyecto hizo que obtuviera mucho dinero y cuando regresó la tripulación celebraron un gran banquete.
Daniel Alcalde
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Un toro de oro Corrían tiempos difíciles, desde que Adonis se había instalado en esta tierra de barbarie e inmundicia. Su abuelo le contó muchas historias acerca de este lugar y el ardía en deseos de visitarlo. Soñaba con las riquezas que esta tierra le proporcionaría, pero a la vez su inmensa crueldad. Vino aquí pensando en ese nuevo mundo del que ni rozar con los dedos podía, y de unos menesteres que nada tenían que envidiar a los hombres más ricos. Pero ahora se ha dado cuenta de qué no es lo que pensaba. Desembarcó hace algo más de tres lunas y contempló la tierra yerma e inhóspita, ¿Dónde estaban los tesoros? ¿Y las riquezas? No había nada. Sus compañeros y él se habían instalado cercanos a una pequeña ciudad que por aquel entonces se conocía como Gadir y desde allí se pensaban pasarse eternidades haciendo lo que mejor sabía hacer un fenicio: navegar. Ir y venir con barcos repletos de víveres para hacerse con las anheladas riquezas que habían ido a buscar a esos parajes. Todos ellos deseaban irse de aquel sitio, menos Adonis, que toda su vida había soñado con comerciar con algo a lo que llamaban “oro”, del que tanto le habló su abuelo hace ya muchos años. A la mañana siguiente Adonis abandonaría el provisional campamento instalado por los suyos e iría a buscar a los tartessos, que ocupaban esa zona de la península. Después de más de cuatro días caminando se encontró en medio de una extensa llanura donde a lo lejos vio una especie de... ¿vacas? Las reconocía porque ya las había visto en otro de sus viajes en la península de Anatolia. Pero no eran iguales; distinto color, mas robustos y con los cuernos ligeramente diferentes... eran machos mucho más fuertes. Mientras Adonis intentaba verlos con más claridad, distinguió a lo lejos un inmenso cercado pero no le dio más vueltas ya que en ese momento se percató de un aliento caliente en su nuca y,
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antes de poder darse la vuelta, el animal que tenía detrás soltó una especie de bufido y aporreó el suelo con su imponente pezuña. Adonis hecho a correr fuera del cercado, nunca había visto a un animal comportarse así. Antes de que pudiera darse cuenta la bestia le pegó en un lateral del costillar con sus fuertes cuernos y lo lanzó fuera de su alcance. Adonis se desmayó sobre la hierba pero pudo vislumbrar una figura que lo miraba fijamente con extrañeza y pena. Cuándo abrió los ojos se encontraba en el interior de una cabaña. En su interior había bastantes objetos metálicos pero no eran corrientes, tenían mucho tipo de detalles y... ¿Sería posible? ¿Aquellas serian las riquezas de las que tanto le hablaron? De ser así aun estaba muy débil para averiguarlo. De pronto llegaron dos sombras, una alta y robusta que infundía respeto y la otra figura era una mujer, llevaba tanto tiempo sin ver a una...Adonis se incorporó aturdido y al mismo tiempo se estremeció al notar ese punzante dolor en el costillar. La mujer se acerco a él pera ayudarlo a tumbarse y el hombre seguía frío e impasible hasta que “como si estuviera dando un veredicto” dijo algo en una lengua desconocida para el fenicio. Adonis entendió y le señalo unas prendas que llevaba en la bandolera, el otro hombre asintió y le llevó hasta una cabaña llena de preciosos objetos de metal. Días más tarde Adonis apareció por Gadir cargado de preciosos objetos de metal, y ya no sentía dolor por las magulladuras. Había logrado su sueño. Ahora comerciaba con oro, plata y bronce a cambio de sus prendas sedosas que encantaban a los naturales de esa tierra. En su mente le dio las gracias a aquel animal que le había ayudado, “toro” podría llamarle. Años más tarde, Adonis tendría la primera ganadería de toro de lidia y cumpliría el llamado “sueño ibérico”.
Laura Mª Núñez Díaz 16
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Gadir: Una Nueva Tierra Había un gran bullicio en las calles de Gadir esa mañana, aunque no era de extrañar. Hacía dos días habían llegado unos extraños extranjeros que no hablaban el idioma de los iberos y que por lo visto venían en son de paz. Además, parecían ser muy agradables, ya que sus barcos venían cargados de extraños objetos que los iberos no habían visto nunca y parecían querer ofrecérselos. Uno de esos extranjeros era Amílcar, un joven fenicio que había decidido viajar a una nueva tierra en busca de algo de fortuna. Estaba decidido a comerciar con los habitantes de la tierra a la que se habían dirigido él y su pueblo hacía dos días, y hoy quería demostrar que podía vender sus productos a cambio de cosas valiosas y realmente importantes. Pronto, mucha gente se reunió ante su puesto, quedándose asombrados por lo que Amílcar vendía: telas de diversos colores, aceites y demás objetos extraños para esas personas, aunque lo que más les sorprendía eran las joyas que fabricaba de oro, bronce y cobre. A cambio de todas esas cosas, Amílcar recibió recipientes de cerámica, animales y cereales que nunca había visto. Tenía razón, había conseguido vender muchos objetos, y por eso se fue a la cama tranquilo. Por la mañana lo despertó un fuerte ruido. Rápidamente se fue a su taller y descubrió algo que le heló la sangre: le habían robado todas las joyas de su taller. -Y ahora… ¡no podré vender casi nada! ¡las joyas son lo que atrae más a la gente!- Se dijo Amílcar.
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Desolado, fue a hablar con los fenicios que lo habían acompañado para preguntarles. Pronto, se llevó una gran sorpresa: ¡les habían robado a todos! Y lo más extraño era que solo se habían llevado las joyas. Como no iba a vender nada, Amílcar no se puso en su puesto a comerciar, sino que se reunió con su mejor amigo, Aníbal, a intentar reunir pistas para encontrar al culpable del robo. -Lo más extraño, -dijo Aníbal- es que no ha dejado huellas en el suelo. ¡Es cómo si pudiera volar! -¡Aníbal, eso es! ¡Ya lo tengo!- exclamó Amílcar -¡ya sé quien nos ha robado! O mejor dicho, quiénes… Amílcar comenzó a correr y Aníbal lo siguió. Pronto llegaron a las afueras de Gadir, hasta un pequeño bosque. -Aquí están nuestros pequeños ladrones. Bueno, más bien ladronas ¡jajaja!- Dijo Amílcar señalando a unos pequeños nidos en los árboles. Eran nidos de urracas, y como todo el mundo sabe, a las urracas les encantan los objetos brillantes como las joyas. No fue de extrañar que en cada uno de esos nidos estuvieran guardadas todas las joyas que les habían robado a los fenicios. -Había visto a muchos de estos pájaros rondar por nuestros puestos- explicó Amílcar – así que cuando me hablaste de que el ladrón parecía volar, se encendió una antorcha dentro de mi cabeza. Así, Amílcar volvió a su casa con nuevos objetos nunca vistos en su tierra y pudo demostrar todo lo que valía como comerciante.
Inés Marín Gómez 6º B
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Gadir en Kraehe Hacía ya algunos días que había llegado a Gadir. Por aquellas calles había bastante ajetreo, en su pueblo cercano a la ciudad de Sidón la gente era más tranquila. Kraehe era un buen comerciante pero nunca había ofrecido ninguna de sus telas en esa localidad. Ya había contactado con un hombre que tenía bastantes riquezas, según lo que le había dicho la gente de por allí y, como no, esperaba hacer un buen trato con él. Se habían citado en un lugar poco concurrido pero que estaba cerca del centro de la ciudad. El individuo en cuestión le prometió que le entregaría una buena cantidad de oro, oro del bueno. Había llegado algo más tarde que él. Deseó que no se enfadase y decidiese no hacer ningún trueque. El hombre era barbudo, con bastantes capas de ropa que parecían ser caras. Entonces si que era verdad que tenía dinero, pensó Kraehe. Ahí estaba Kraehe con su saco de algodón desgastado empezando a sacar algunas de las mejores telas para mostrárselas. El hombre asentía y sonreía para si mismo de forma siniestra, a Kraehe no le agradaba demasiado pero debía de seguir mostrándole su mercancía y el oro sería para él. El hombre barbudo le tendió una bolsa que pesaba bastante. Estaba cerrada con un pequeño lazo sencillo de color rojo. Terminaron el intercambio. Se la llevó y cuando la abrió no se encontró lo que pensaba: ese oro brillaba, pero no irradiaba la luz ni parecía tan majestuoso como él esperaba. Se decepcionó. Esa no era la imagen que tenía del preciado material. Pero a fin de cuentas él nunca había visto una pieza de oro ya que no pertenecía a una familia especialmente rica. Decide ir al mercado para comprar algo de utilidad. Allí mucha gente grita sus ofertas, esperando que alguien se decida a comprar, pero a veces da la sensación de que llevan siglos esperando a que eso suceda…
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Él se pasó por un puesto de una vieja mujer que vendía vasijas. Cogió una grande y bonita para llevar a su familia, el resto del dinero no lo gastaría. Cuando le dio el trozo de mineral a la anciana esta respondió: -Puede que los años hayan pasado ya por mí jovencito… ¡pero eso no significa que me puedas a engañar con este trozo de estaño! Esto no tiene valor alguno, ¡vuelve a tu casa y busca algo interesante o sino no te daré ni el asa de una de mis vasijas! Parecía muy enfadada… pero no más de lo aturdido que podía estar Kraehe. Había dicho que se trataba de estaño, no de oro. ¿Acaso le habían estafado? Parecía ser que si. Pero el barco de vuelta a su pueblo estaba a punto de partir y no podía esperar mucho más. Cuando ya estaba en el barco se puso a pensar: puede que no hubiese obtenido dinero o beneficios materiales pero había conseguido una importante lección: ¡Está claro que no es oro todo lo que reluce!
Lucía Batalla Tuero
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LA MALDICIÓN DE LA PIEDRA Un día el comerciante fenicio Teleno, al ver que las cosas no le iban bien y que necesitaba alimentar a su mujer y sus dos hijas, decidió embarcarse hacia una colonia recién fundada en Gadiz, con la idea de vender allí todolo que pudiera y, cuando consiguiera el dinero que obtendría de sus ventas, traer a su familia y quedarse a vivir allí. El viaje no se le hizo muy largo, pero ya en tierra y antes de llegar a la colonia,en el camino decidió recoger una rarísima piedra para enviársela a sus hijas. Desde ese mismo instante no le sucedieron mas que desgracias, una detrás de otraAl llegar allí unos bandidos le robaron un cuarto de sus mercancías, al lado de su puesto en el mercado se apostó otro comerciante que vendía los mismos productos que él a menor precio, y la peor fue que su esposa contrajo una extraña enfermedad que al final terminaría con su vida. Él tomó la decisión de volver para ayudarla en sus últimos días pero cuando llegó de nuevo a su pueblo, por desgracia su esposa ya había expirado. Su desolación era tan grande que ya nada le importaba, pero después sus hijas le apoyaron y consiguieron que por lo menos saliera de casa y le fuera a rezar a los dioses por el alma de su amada esposa y por la salud y bienestar de sus hijas. Al no encontrar nada importante que ofrecer a los dioses, cogió una de las últimas pertenencias que poseía, la extraña piedra recogida en el camino hacia Gadir. Desde entonces las cosas cambiaron y todo comenzó a irle extraordinariamente bien, por ejemplo consiguió que sus hijas asistieran al mejor colegio fenicio y que se convirtieran en grandes damas, triunfó con su negocio donde otros fracasaron y a la llegada de los romanos consiguió situarse en una de las clases sociales mas altas, los patricios.
Adrián Vilasboas 21
LAS 12 CRIATURAS DE LA VIDA DEL FENICIO Yo soy un comerciante fenicio humilde y honrado, pero no era así hace dos años. Fui por primera vez a GADIR, es un viaje que no olvidé y algo me dice que no lo voy a olvidar. Inocentemente fui allí tras un viaje a Egipto, de la que me lleve un fabuloso papiro. Yo era un engreído con los demás por mis dotes para el trueque, tenía pensado cambiar algún papiro por algo de cobre o estaño. Tenía las ideas claras, y mientras tanto, el barco en el que viajaba estaba atracando. Cuando llegué hablé con un par de nativos para ver donde me podría hospedar. Me hospedé en “ la posada de las 12 criaturas”. La noche la pase un poco mal, sentía que me miraban… Por la mañana me sentía igual que por la noche, así que me fui a dar un paseo. El posadero me dijo que se si seguía siendo como era, me tendría que dar una lección. Yo risueño le dije que se tomara un té y que se fuera a la cama. Tras un largo paseo, me encontré al posadero con un extraño bastón, en la parte de arriba tenía una extraña gema. Me dijo que ya me lo advirtió, yo me reí, me lanzo el bastón, perdí el equilibrio y me caí a un precipicio. Me desperté confuso, pero enseguida me di cuenta de algo, el sol reflejaba en la pared del precipicio, y leí “EL MUNDO EN ODIO SE CONSUME, HUMILDE Y HONRADAMENTE AMANSA A LAS 12 CRIATURAS Y EL MUNDO DE CONSUMIRSE CESARÁ” No lo entendí, así que le fui a exigir una respuesta sobre que ocurría. No tenía sentido, pero al ir a la posada me encontré un cerdo negro y con espinas, me miro y se acercó. Me olio yo cogí unas cerezas y se las di para que me dejara, él, agradecido me empezó a seguir observarme de una forma amigable. Empecé a entenderlo todo, la gente discutía y para colmo me seguía un bicho que no sabía ni lo que era. Al rato de media hora, no sé cómo me encontré en el sótano de “la posada de las 12 criaturas” encerrado con gente insultándome y golpeando la puerta del sótano sin sentido, además tenía al posadero diciendo ¡¡¡te lo dije!!!”. 22
Por suerte me dio sus PAN-TA-LO-NES en los que tenía bordados las doce criaturas, como me daba asco arranque los dibujos y le devolví el pantalón. Cogí una escalera y salí por una abertura hacia el bosque. Me dispuse a buscar una criatura fácil como una ardilla, pero era verde. No sabía por qué pero fui a la playa, me senté en una roca, de repente algo me cayó en la cabeza, ¡¡¡era una viruta de plata!!!! ( era una cagada). Excitado miré el cielo, había una gaviota de plata peleando con un águila de bronce, se peleaban por un pez, los dos agarraban el pez así que cogí una piedra y se la lance al pez, el pez se partió en dos, cada uno se quedó con su parte. ¡¡¡YA TENGO 3 CRIATURAS!!! Me dispuse a buscar la ardilla, pero sin éxito. Me senté en el suelo pero algo me picó, me levanté y vi un escarabajo de piedra. No sé lo que hice pero creo que fue el levantarme un buen acto para él. Ya tenía la cuarta criatura, Iluso, dije esto en un par de horas hecho. Luego no encontré ni una criatura en tres días, hasta que por fin encontré la ardilla que era de musgo, no sé porque se tiró desde un pino, la rescaté de la caída. Esa era la quinta. Ya casi tenía la mitad dije, cuando oí una fabulosa voz femenina que cantaba triste, entre los matorrales vi a una sirena y a un fauno. La sirena quería volar y el fauno nadar.
Se me ocurrió una idea, la sirena se montó en el águila y le dije que diera una vuelta, mientras yo le enseñe a nadar al fauno en el lago de la sirena. Solo me quedaban cinco, estaba estresado, ya era de noche, entre los setos vi algo brillante. 23
Cuando salió a la luz de la hoguera vi un lobo de 12 colas, cuatro orejas y además era de diamante. Me gruño y yo reaccioné dándole mi manzana y mis uvas, el sorprendido se dibujo una especie de sonrisa en la cara, con el hocico me las devolvió y se sentó al lado mío. Por la mañana me despertó la sirena (sobre las siete de la mañana) me dijo: toma, te lo mereces, es la séptima criatura. Es la ostra de la vida y ya averiguarás por qué. La metí en un recipiente de cerámica lleno de agua y me eché a dormir. A las nueve de la mañana explotó el cazo y apareció un hada, un duende y la ostra. Buffff- resoplé, la gente cada vez estaba más y más amargada, y yo más y más estresado. Fui a la playa al anochecer, y una foca de treinta metros de altura y veinte de ancho, me di cuenta de que tenía una astilla clavada en la cola, así que me lance al agua me agarré de la cola y la sirena me ayudó a subir y pude retirar la gran astilla con facilidad. Era de noche y ya había heridos en la ciudad, mire al cielo subí a la colina más alta y grite ¡¡ TE ENCONTRÉ !!l la luna dijo me da igual, estoy triste, le dije que algo tan bonito no debería estar triste, ella se sonrojó….. Me desperté en la posada a media noche, la luna mi guiño el ojo y yo a ella, ¡¡lo había logrado !! Pablo Alonso
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ANÍBAL EL COMERCIANTE Anibal vivía en un pueblo muy pobre del Oriente Próximo, junto con sus padres y cinco hermanos. Vivían en una casa muy humilde con una sola habitación que servía de salón, cocina y lugar para dormir. Eran pobres pero tenían muchos conocimientos para trabajar la cerámica y los metales. Ellos vendían las piezas que fabricaban en los pueblos más cercanos pero nos les daban mucho dinero por ellas. Sin embargo, eran muy ahorradores porque pensaban que algún día podrían utilizarlo para marcharse del pueblo. Un día les llegó la noticia de que había una ciudad llamada Gadir en la que apreciaban mucho la cerámica y los metales. Lo utilizaban para guardar el aceite, el vino..... Los metales los utilizaban para fabricar espadas, platos y otro tipo de herramientas. Un día la familia se reunió en su casa para decidir si se marchaban o se quedaban. Todos decidieron marcharse porque creían que podrían vivir mejor que ahora. Con todo el dinero que habían ahorrado lo utilizaron para comprar un pequeño barco que les serviría para ir a Gadir. Además, el padre tenía conocimientos de navegación y sabía utilizar los mapas que habían comprado. Tardaron tres meses en llegar. El viaje fue muy largo pero tranquilo. Además, con el viaje pudieron conocer otras colonias. Tuvieron oportunidades para quedarse en otros pueblos pero sólo pensaban en llegar a Gadir y poder vivir bien de sus trabajos. Cuando llegaron se encontraron con una ciudad muy grande donde habían muchos sitios donde poder vender sus productos. Decidieron con sus ahorros alquilar una humilde casa con una habitación que iban a destinar al taller de cerámica y de metal. Cuando se pusieron a vender sus productos no tenían muchos compradores. Como no ganaban el dinero suficiente, hicieron multitud de carteles anunciando su tienda. Toda la familia los repartía por la gran ciudad. ¡Se nota que eran buenos vendedores!. Poco a poco consiguieron que la gente fuese a su tienda y apreciara el valor de sus trabajos. Estaban contentos porque las cosas les iban bien. Pero tenían que seguir trabajando mucho para poder seguir ahorrando más. 25
Al cabo de un año, la familia había hecho una pequeña fortuna y decidieron trasladarse al centro de Gadir porque pensaban que así podrían ganar más dinero. Se compraron una casa más grande, donde cupiesen todos sin tener que estar en una misma habitación. ¡Estaban muy contentos!. Las cosas les empezaban a salir bien. La decisión de haberse trasladado al centro fue genial. Cada vez tenían mas clientes y su tienda fue conocida en todo Gadir como un sitio para comprar buenos productos a un buen precio. Pero como la familia no era egoista, decidieron contar esta aventura a la gente de su pueblo de origen para que vinieran a Hispania y pudieran hacer negocio. Gracias a sus conocimientos de los oficios, a no rendirse nunca y a sus habilidades para el comercio consiguieron un vida mejor no sólo para ellos sino también para todo el pueblo.
Ignacio Diéguez Fernández
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Una Nueva Tierra Para un Fenicio Era un día soleado, Adad estaba nervioso, ese mismo día él y su padre iban al norte del mar Mediterráneo para comercializar y tener una mejor vida. Adad solo tenía 9 años, vivía en un pequeño pueblo llamado Mejido, en la costa del mar en el que iban a viajar, era moreno y tenía el pelo negro como el carbón. -Papá- Preguntó Adad- ¿Cuándo partiremos? -Ya queda poco – respondió este- Dentro de una hora estaremos por el duro Estrecho de Gibraltar. Pasó el tiempo y partieron, no tardaron mucho en llegar al estrecho pero cuando llegaron, un fuerte oleaje casi les hace caer del bote. -Uf… ha estado cerca – dijo su padre- este mar es muy traicionero, aunque haga el mayor sol del mundo, este sigue con su gran oleaje. Al poco, llegaron a Gadir (Cádiz) ¡Guau!- dijo Adad sorprendido; allí todo estaba cubierto de árboles, había gente por todas partes y gente de su país comerciando con otra gente, distinta, ¡tenían la piel más blanca!- Papa, la gente aquí es diferente- dijo un poco asustado. -Hijo, la gente que ves aquí son Tartessos, gente de otras costumbres y de otras religiones. Tardaron poco en instalarse ya que por allí habías muchas casas. Paso el tiempo y al cabo de 10 minutos. Ya tenían su tienda montada y lista para ser utilizada. -Papa, ¿que se supone que vamos a vender? -Tela y vidrio, por estas tierras has de saber, no hay tantos materiales como los que teníamos allíDijo su padre en tono alegre ya que a lo lejos veía gente acercarse-Esta es la nuestra. -Y Adad se quedó pensando en la gente, su padre, y sus amigos que seguramente se estarían muriendo de envidia si pudieran verle. Pasaron los años y Adad ya se había hecho un hombre, sabía llevar un negocio e incluso, hasta 27 tenía amigos.
Un buen día, mientras estaba llevando la tienda, unos guardias vinieron a hablarle: •Buenos días ciudadano extranjero. Venimos a informarle de que su padre ha fallecido • hoy por la tarde en el río, al parecer le dio un ataque al corazón y se cayó, se ahogó y perdió la vida, lo siento. Adad no tenía palabras para expresar sus sentimientos asi que lo único que hizo fue darle las gracias. A la mañana siguiente, Adad decidió seguir su negocio y vender lo necesario para poder hacer una tienda más grande, aquella noche había pensado en que lo mejor sería continuar el negocio de su padre hasta conseguir el dinero necesario para volver a su pueblo y vivir con su madre y sus hermanos, la verdad es que los echaba de menos. Pasó el tiempo y Adad s enamoró de una chica alta, rubia y de ojos castaños que había conocido en el mercadillo. Un día, Adad, decidió hablar con ella y para su sorpresa no era ni más ni menos que su hermana pequeña Meli que, al enterarse de la muerte de su padre, había partido en busca de su hermano, que antaño había decidido irse con el para emprender una nueva vida. •¡Meli! Que haces tú por aquí, pensaba que te habías quedado con madre. •Y así fue, pero al enterarme de esto, pensé en ti, y, bueno, la verdad, te echaba de menos hermano. •No pasa nada, ¿madre lo sabe? •Si, además me gustaría estar aquí contigo y ayudarte en el negocio que nos dejó papa. Pronto, Adad observó que su hermana tenía un dote especial para el comercio, y así pasaron el resto de su vida, vendiendo telas y vidrio lo que les hizo una gran empresa. Al cabo de los años, los dos hermanos decidieron que allí ya habían hecho todo lo que tenían que hacer y volvieron a su tierra de origen, felices y contentos de poder volver a ver a sus amigos y familiares.
Juan Carlos
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EL INTERCAMBIO Hace muchos años, hacia el siglo VII a.C. un comerciante fenicio iba por las calles de Cádiz en busca de quien quisiera el vidrio que vendía. Él y mucha gente fenicia comerciaba con vidrio y más objetos hechos por ellos mismos. Después de muchas horas andando se sentó para descansar. Más tarde, se le acercó un señor que le dijo: -Buenas tardes, vengo de Hispania y soy coleccionista. Me preguntaba si usted conoce a alguien que comercie con objetos nuevos. Así que, después de pensárselo, el fenicio decidió hacerle un cambio: - Yo comercio con vidrio. ¿Y tú qué tienes para cambiarme? - Pues hacemos varios metales pero ahora no tengo ninguno para darte. - Si no tienes objetos todavía puedes darme sabiduría. ¿Me podrías enseñar a hacerlo? - Pues claro. Mañana ven y te enseñaré. Y así lo hizo. Al día siguiente volvió y le enseñó como fabricar el metal y, a cambio, el fenicio le dio el vidrio. Los dos se despidieron y el hispano volvió a su tierra. Allí les mostró a su familia su nuevo objeto de colección. Entonces, al manazas de su hermano se le cayó el agua que estaba bebiendo en el vidrio con tanta fuerza que todos pensaron que se iba a romper. La familia miró el vidrio y se dio cuenta de que era muy resistente, así que decidieron convertirlo en botella para guardar las bebidas. Así apareció la botella de vidrio que ahora usamos para la sidra, que a los adultos les encanta, pero que para algunos niños…. ¡ES REPUGNANTE!
Ángela M.L.
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