CÓMO LEER UN LIBRO
Mi propósito en este artículo se concreta en comunicar y compartir, aunque sea someramente, mis experiencias de enseñanza de la lectura dentro del ámbito de la literatura, entendida de la manera menos restrictiva posible, campo del saber en el que me vengo moviendo como profesor desde hace casi veinte años. Supongo que para buena parte de los lectores de estas páginas la cuestión básica de un tema tan complejo como éste será también, como para mí, la del placer de la lectura: cómo hallarlo, cómo comunicárselo a nuestros alumnos, cómo conseguir que disfruten leyendo igual que nosotros.
Motivación de la lectura El primer problema que nos encontramos es éste: muy pocos sienten hoy la curiosidad de abrir las páginas de un libro, quizá por culpa nuestra, en buena medida; porque no hemos sabido compartir con los demás nuestra sensibilidad lectora, aunque sea muy difícil luchar con el atractivo, cómodo y todopoderoso mundo de la imagen (cine, televisión, vídeo...), competencia desleal y desigual donde las haya. Aprovechemos, en cualquier caso, estos medios técnicos, para lograr que el enemigo se torne amigo, y que el mismo vídeo televisivo que puede haber ayudado a la marginación de la lectura nos sirva de acicate para recuperarla. Porque es probable que, después de ver películas como La colmena, Los santos inocentes o El nombre de la rosa, por ejemplo, sea más fácil conseguir que los espectadores se conviertan en lectores de las citadas novelas de Cela, Delibes y Eco. Y una
ANTONIO REY HAZAS
vez logrado esto, es factible hacer que comparen los textos escritos con los cinematográficos y que observen diferencias entre ellos y se pregunten por las causas de las mismas. A partir de ese momento, todo será más fácil. Todavía más coherente será usar, para tal fin motivador, el trampolín del teatro, por más que tampoco se encuentre en un momento de esplendor, dado que la relación entre escenificación y texto representado es directa, y, por esta vía, los resultados que nos interesan son más inmediatos y efectivos. Es verdad que las investigaciones sobre el teatro, e incluso sobre nuestro teatro clásico, llevan una decena de años fundamentalmente ocupadas y preocupadas por cuestiones externas (lugar teatral, compañías, actores, soporte económico, escenificación, tramoyas, organización de las funciones, etc.), lo que ha originado un cierto arrinconamiento de los textos dramáticos incluso entre los estudiosos de la escena. Pero no es 1