Creatividad e innovación: delas industrias culturasles a la economia creativa.

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Creatividad e innovación: de las industrias culturales a la economía creativa Javier Echeverría1 Resumen: La creatividad y la innovación se relacionan estrechamente, pero no deberían confundirse. La primera es condición necesaria de la segunda, pero no suficiente. Esta propuesta se ilustra claramente si se analiza la distinción entre las industrias creativas y las industrias culturales, las cuales han sido clasificadas y medidas de manera diferente en los distintos países y organizaciones internacionales. Desde una perspectiva filosófica, la principal forma de creatividad es aquella que permite crear riqueza y, todavía más, crear valores. En este sentido, la metodología científica aporta una dimensión importante de la creatividad, relacionada con los valores epistémicos. Palabras clave: Industrias culturales y creativas, Medición de la innovación, Medición de la creatividad.

1. Algunos datos sobre las industrias culturales y creativas La denominación de economía creativa fue introducida por John Howkins en 2001. En Gran Bretaña y en Australia se había hablado previamente de industrias creativas para aludir a un sector industrial que genera riqueza económica a partir del arte, la cultura y otras formas de creatividad humana, en particular las que dependen de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Conforme las economías de la información y del conocimiento se han desarrollado, las industrias creativas han adquirido una pujanza creciente. En su informe de 2008 sobre la economía creativa, la ONU consideró que dichas industrias “se encuentran entre los sectores emergentes más dinámicos del comercio mundial” (ONU, UNCTAD, 2008, p. 57). En el período 2000-2005, la exportación de productos creativos creció un 8,7 % anual en el mundo y otro tanto sucedió con los servicios creativos, los cuales aumentaron anualmente un 8,8 % entre 1995 y 2005. Según dicho informe, las industrias creativas “pueden definirse como los ciclos de creación, producción y distribución de bienes y servicios que utilizan creatividad y capital intelectual como insumos primarios” (Ibid., p. 63). Por tanto, utilizan el 1

Javier Echeverría (javier_echeverria@ehu.es) es Profesor de Investigación Ikerbasque en el Departamento de Sociología 2, Universidad del País Vasco (48940 Leioa, España). Este artículo ha sido elaborado en el marco del proyecto de investigación FFI 2008- 03599/FISO sobre Filosofía de las Tecnociencias Sociales, financiado en España por el Ministerio de Ciencia e Innovación y desarrollado en el Instituto de Filosofía del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).

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conocimiento como “materia prima” y lo ponen en valor, generando bienes y servicios intelectuales y artísticos. En conjunto, “las industrias creativas abarcan un campo vasto y heterogéneo que comprende la interacción entre varias actividades creativas, desde las artes y artesanías tradicionales, la imprenta, la música y las artes visuales y dramáticas, hasta grupos de actividades tecnológicas y orientadas a servicios, tales como la industria cinematográfica, la televisión y la radio, los nuevos medios y el diseño” (Ibid.). En los países más avanzados –afirma la ONU– “las industrias creativas están emergiendo como una opción estratégica para vigorizar el crecimiento económico, el empleo y la cohesión social” (Ibid.). El crecimiento económico del sector cultural es particularmente intenso en Europa. El informe de KEA, Economy of Culture in Europe (2006), aportó datos significativos, que siguen siendo de referencia. En 2003, el sector cultural supuso un 2,6 % del Producto Industrial Bruto (PIB) de la Unión Europea (KEA, 2006, p.6), pero con la peculiaridad de que había crecido un 19,7 % entre 1999 y 2003, siendo ese crecimiento un 12,3 % por superior al del resto de la economía europea. En cuanto al empleo en el sector cultural, había crecido un 1,85 %, siendo así que en el conjunto de la economía había decrecido (Ibid.). En total, casi 6 millones de personas trabajaban en las industrias culturales, el 3,1 % de la población laboral de la Unión Europea de 25 países. Podemos concluir que el desarrollo de la economía de la información y el conocimiento trae consigo un auge del sector cultural. España es uno de los países europeos en donde el crecimiento del empleo cultural fue más acusado en el período 2001-2006. De las 25 regiones europeas que más empleo generaron en el sector, diez de ellas son españolas, con porcentajes que oscilan entre el 5 % y el 8,5 % de crecimiento anual del empleo (ECO, Creative and Cultural Industries, 2010, p. 11). Otro tanto cabe decir del crecimiento económico del sector, no sólo del empleo. En Asturias, por poner un ejemplo destacado, el sector ICC (Industrias Culturales y Creativas) creció un 8,42 %, mientras que la economía regional en su conjunto sólo creció un 3,05 %. En el País Vasco, por poner otro ejemplo, el crecimiento económico del sector ICC fue del 6,51 %, mientras que la economía en su conjunto creció un 2,52 % (Ibid.). Estos datos señalan una tendencia importante de las economías basadas en el conocimiento. En el conjunto de Europa, las industrias culturales y creativas tienen un

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peso económico mayor que la agricultura, la ganadería y la pesca sumadas conjuntamente. También superan a la industria textil, y casi igualan a las industrias químicas. El sector ICC es un sector industrial emergente, al que conviene prestar atención, porque aporta crecimiento en la transición desde las sociedades industriales a las economías de la información y el conocimiento.

2. ¿Cómo definir el sector ICC (Industrias Culturales y Creativas)? Las relaciones entre la creatividad y la innovación plantean importantes cuestiones conceptuales y filosóficas, que abordaré brevemente en el último apartado de este artículo. Previamente voy a señalar algunos problemas técnicos y metodológicos que surgen al intentar cuantificar la economía de la cultura. Todos los estudios recién mencionados señalan que queda mucho por hacer a la hora de definir con precisión el sector ICC. A mi modo de ver, hay que distinguir cuatro tipos de cuestiones: a) ¿Qué actividades pueden ser incluidas bajo la rúbrica de creativas? b) ¿Hay datos homologables sobre el sector ICC en los diversos países y regiones? c) ¿Cómo se define y cómo se mide la creatividad? d) Si se alude a sociedades post-industriales, ¿por qué seguir hablando de industrias culturales y creativas? No hay contestación completa para ninguna de las cuatro, pero sí respuestas tentativas, así como diferentes metodologías para abordarlas. Voy a ocuparme únicamente de las dos primeras, aunque la tercera plantea problemas conceptuales muy interesantes, por lo que también haré alguna alusión breve a ella. En cuanto a la cuarta, diré brevemente que la expresión economía creativa me parece la más adecuada, puesto que muchas actividades vinculadas a la creación cultural y al arte no pueden ser consideradas como industriales: en el sector abundan los autónomos y las pequeñas empresas, lo que no impide que surja mucho empleo. Con respecto a la cuestión a), la UNESCO propuso una clasificación de las industrias culturales ya desde el año 1986. No aportó una definición unificadora del sector, sino que lo consideró como un agregado de diversas actividades que deberían ser consideradas como culturales en todos los países del mundo: 1) patrimonio; 2) libros, impresos y literatura; 3) música; 4) artes escénicas, 5) audio-media; 6) medios audiovisuales; 7) actividades socio-culturales; 8) deportes y juegos y 9) medio ambiente

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y naturaleza. Esta clasificación ha sido aceptada por casi 150 países, siendo la que goza de mayor difusión y consenso. En cuanto a los procesos de producción cultural, la UNESCO distinguió cinco fases: creación, producción, distribución, consumo y preservación. Ese marco conceptual ha permitido comparar entre sí los sectores culturales de distintos países y obtener datos como los anteriormente mencionados. A finales del siglo pasado, el Reino Unido introdujo el concepto de industrias creativas, que había sido usado desde 1990 en Australia. La Creative Industries Task Force que se creó en Gran Bretaña para impulsarlas las definió como “those industries which have their origin in individual creativity, skill and talent and which have a potential for wealth and job creation through the generation and exploitation of intellectual property” (Report KEA 2006, p.47). Desde entonces, las estadísticas británicas distinguen el sector industrial creativo e incluyen en él la publicidad, la arquitectura, las antigüedades, las artesanías, el diseño, la moda, el cine y el video, el entretenimiento, la música, las artes escénicas, las publicaciones, el software y los servicios informáticos, la radio y la televisión. En cuanto a las fases de un proceso creativo, en el Reino Unido se distinguen siete: creación, producción, distribución, diseminación, promoción, educación relacionada con las actividades creativas y prensa relacionada con dichas actividades. Por tanto, si comparamos las industrias creativas británicas con las culturales de la UNESCO, hay diferencias significativas en las respectivas clasificaciones, de modo que los datos respectivos son difícilmente comparables. En cualquier caso, la propuesta británica amplió considerablemente el ámbito de las ICC, y eso que no incluyó el turismo, el deporte y algunas otras actividades que en algunos países son consideradas como propias de la economía creativa. Por su parte, Francia prefirió seguir hablando de industrias culturales, aunque usando su propia clasificación, mientras que algunos países nórdicos, como Finlandia, introdujeron el concepto de economía de la experiencia, según el cual no sólo hay productos y servicios, sino también experiencias culturales y creativas, que aportan una nueva dimensión al sector ICC. Ello permitió añadir los juguetes y las industrias del entretenimiento al sector. En base a ese criterio se ha llegado a decir que el turismo y los deportes también son posibles subsectores de las industrias creativas, aunque la cuestión sigue siendo debatida en Europa.

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Entre tanto, en otras latitudes se propusieron marcos conceptuales distintos a los de la UNESCO y a los de los países europeos recién mencionados. La World Intellectual Property Organization (WIPO) elaboró en 2003 una Guide on Surveying Copyright Industries en la que las industrias culturales y creativas eran consideradas como tales en la medida en la que generaran propiedad intelectual, comparándolas así con las patentes tecnológicas. Se disponía así de un criterio unificador claro, que ya había sido anticipado por los británicos, pero que ahora se afirmaba como especificación conceptual: las industrias creativas son aquellas que generan propiedad intelectual. Ello permitió añadir las industrias del software y las bases de datos al sector ICC, cosa que no se hacía hasta entonces, o muy tímidamente. Sin embargo, otras actividades culturales tradicionales desaparecieron del sector, con los consiguientes problemas conceptuales y metodológicos. El modelo de la WIPO ha sido usado en EEUU, Canadá, Finlandia, Dinamarca, Australia y Nueva Zelanda. Por su parte, la OCDE introdujo la noción de industrias de contenidos, que son aquellas que crean la información, por oposición a las TIC, que la procesan, transmiten y difunden. Esta propuesta sólo se hizo como un apéndice a la Guide to measuring the information society de la OCDE (2005), por lo que no ha sido aplicada de manera sistemática en el conjunto de los países. Hay otras propuestas de clasificación del sector ICC, unas de índole académica, otras más operativas. Los procedimientos del Eurostat me parecen particularmente significativos, por razones metodológicas. Puesto que tiene a su cargo las estadísticas europeas ha de hacer converger los sistemas estadísticos de los distintos países. Al afrontar ese problema en el sector cultural el Eurostat se encontró con un problema metodológico de envergadura: las grandes dificultades existentes para comparar, agregar y, en su caso, integrar los datos estadísticos de los diversos países (y regiones) de la UE. Este problema general resulta particularmente agudo en el caso del sector ICC, debido a la gran diversidad de tradiciones culturales que hay en Europa. Entramos así en el problema (b), que plantea la búsqueda de definiciones operacionales de los diversos subsectores que, estadísticamente hablando, se integran en el sector de las industrias culturales y creativas. Además, los datos aportados por cada país o región han de ser comparables y agregables, lo que implica establecer unos protocolos comunes para su recogida. En suma, se trata de un problema metodológico típico de la medición

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en ciencias sociales. Sin embargo, el problema a) es previo y, como vamos a ver a continuación, hay diferentes modos de abordarlo. En 1995 el Consejo de Europa propugnó que se crearan unas estadísticas culturales comunes a toda la Unión Europea. El Leadership Group on Cultural Statistics (LEGCulture) del Eurostat se encargó de la tarea, que se prolongó desde 1997 a 2000. Partió de la clasificación de la UNESCO, pero introdujo en ella modificaciones significativas, puesto que excluyó los deportes, la naturaleza y los juegos; en cambio, introdujo el nuevo campo de la arquitectura y unificó todas las artes visuales en una sola categoría. Como resultado, el Eurostat identificó ocho dominios de industrias culturales y creativas (patrimonio artístico y monumental, archivos, bibliotecas, libros y prensa, artes visuales, arquitectura, artes escénicas, música y audiovisuales multimedia), así como seis funciones económicamente relevantes en el sector: preservación, creación, producción, diseminación, compraventa y educación. Esta clasificación se ha aplicado en la Unión Europea durante todo una década, aunque el Eurostat ha creado recientemente la red ESS-net Culture (2009), cuyo cometido consiste en elaborar para finales de 2011 un nuevo marco conceptual para las estadísticas culturales en Europa, adecuándolo en la medida de lo posible a los cambios que la UNESCO ha introducido en sus propias clasificaciones del sector ICC. Esta pluralidad de propuestas y marcos conceptuales nos proporciona una primera idea de la dificultad que tiene definir el sector de las industrias culturales, y mucho más la economía creativa. También muestra la existencia de problemas metodológicos importantes a la hora de elaborar los datos económicos sobre el sector ICC. Para abordarlos se requiere un análisis conceptual previo, sin perjuicio de que las instituciones que se encargan de medir la creatividad, la cultura y la innovación vayan a seguir adoptando definiciones y clasificaciones por razones pragmáticas

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operacionales, derivadas de la necesidad de medir y de comparar los datos entre países y regiones. En cualquier caso, el crecimiento del sector y la utilización sistemática de indicadores para medir el peso relativo de cada país y de cada región exige una reflexión a fondo. Tanto la UNESCO como la Unión Europea están modificando sus marcos conceptuales y metodológicos, intentando hacerlos compatibles entre sí. Previsiblemente, los datos cambiarán bastante en función de los sectores que se

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incluyan en las industrias culturales y creativas. En suma: el problema c) no puede ser afrontado mientras los dos problemas previos, a) y b), no hayan sido debatidos a fondo.

3. Creatividad, innovación y creación de riqueza Entendida en su acepción más genérica, como capacidad de crear, la creatividad es común a todos los seres humanos, aunque algunos la ejerciten más que otros, sobre todo si utilizan métodos para fomentarla. Esa capacidad de imaginar, inventar y crear se puede ejercer en los ámbitos más diversos (arte, ciencia, tecnología, moda, diseño, deportes, vida cotidiana...) y a mayor o menor escala (macrocosmos, mesocosmos, microcosmos). La creatividad, por tanto, puede ser vislumbrada en cualquier acción humana, por eso el concepto de economía creativa siempre estará sujeto a posibles ampliaciones conceptuales. Innovar, en cambio, es un proceso más complejo, con diversas fases. La creatividad es una condición necesaria de la innovación, pero no suficiente. El creador individual sólo es uno de los eslabones de la cadena de valor en el campo cultural, como subrayó Pierre Bourdieu en su libro Les Règles de l’Art (1998). Por esta razón, el concepto de innovación introduce un nuevo criterio para acotar la economía creativa, enmarcándola en los estudios de innovación. Para que surja alguna innovación en el ámbito cultural se requiere inversión, implementación, organización, difusión, publicidad etc. La economía de la innovación tiene una estructura compleja y el gabinete o el taller del creativo no es más que uno de sus eslabones. En la medida en que la creatividad adquiera valor económico o social, otros agentes intervendrán en los procesos de innovación. El acto creativo puede ser puntual e individual. Las innovaciones, en cambio, son el resultado de procesos complejos en los que intervienen varios agentes, sin perjuicio de que la acción creadora o inventiva sea el motor de dichos procesos. El primer gran teórico de la innovación en economía, Joseph A. Schumpeter, distinguió netamente entre invención e innovación. El inventor tiene las nuevas ideas, pero el innovador es quien las lleva a cabo y las hace triunfar en el mercado. Algo similar ocurre con la creatividad y la innovación. Por lo general, el creativo y el innovador son dos personajes diferentes. Es preciso distinguir la innovación de la creatividad, aunque estén interrelacionadas. En su reunión del 22 de mayo de 2008, el Consejo de Europa acordó un documento

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oficial que empieza así: “Creativity is the prime source of innovation, which in turn is acknowledged as the main driver of growth and wealth creation, as key to improvements in the social field and as an essential tool in adressing global challenges such as climate change, health care and sustainable development” (Council Conclusions on promoting creativity and innovation through education and training, art. 1). Dos años después, la Comisión Europea (CE) aprobó su nueva estrategia 2020 basada en políticas de la innovación, remodelando la Agenda de Lisboa de 2000. La nueva estrategia se denomina Innovation Union y la propia CE traduce esa expresión como Unión para la Innovación. La innovación ya había sido destacada en documentos estratégicos previos de la Comisión Europea, por ejemplo en COM (2003) 115. La novedad en 2010 consiste en que la UE no sólo prioriza la innovación que procede de la I+D, como había hecho tradicionalmente, sino también otras formas de innovación, incluidas las que surgen de las industrias culturales y creativas: “Policies must therefore be designed to support all forms of innovation, not only technological innovation. Specific approaches may also be needed for innovative services with high growth potential, particularly in the cultural and creative industries” (COM (2010), 546 final, p. 18).

De hecho, la Comisión Europea también hizo público en 2010 otro documento en donde se especifica esta estrategia para el sector ICC (COM (2010) 183 final). En él se definen las industrias culturales y creativas en los términos ya comentados del Eurostat y se reconoce explícitamente que hay que mejorar las estadísticas del sector, con el fin de desarrollar políticas de innovación basadas en datos y en evaluaciones comparativas (Ibid., p. 5). En suma, la creatividad y la innovación están en el núcleo principal de las agendas europeas, pero hay problemas conceptuales y metodológicos a la hora de elaborar los datos estadísticos relativos a las industrias culturales y a la economía creativa. Siendo ésta muy importante en la UE, los datos exactos están por establecer en el conjunto de los países integrados en la Unión. Con el fin de profundizar en los problemas conceptuales previos, voy a fijarme especialmente en el texto aprobado por el Consejo de Europa en 2008, porque en él aparece una expresión que, a mi juicio, aporta una de las claves del debate. Tras afirmar que la creatividad es la fuente primera de la innovación y estipular que, a su vez, la innovación genera crecimiento económico y mejoras sociales, el Consejo de Europa utilizó la expresión crear riqueza (wealth creation). Se refería a la incidencia

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económica de los procesos de innovación que surgen en base a la creatividad humana. La creatividad resulta económicamente importante por ser fuente de innovaciones y porque éstas, cuando tienen éxito, generan riqueza económica. Dicho de otra manera: la creatividad puede contribuir a crear riqueza (económica). Si la Unión Europea basa su estrategia hasta 2020 en una “Unión para la innovación”, es porque sus responsables políticos y económicos están convencidos de que la innovación genera crecimiento y riqueza económica. Las sociedades desarrolladas son capaces de crear riqueza, y gracias a ello surgen puestos de trabajo y bienestar social, en su caso. Por tanto, la creatividad interesa en la medida en que acabe contribuyendo a crear riqueza, vía innovaciones de todo tipo. Resumiré mi propuesta diciendo que hay una forma primordial de creatividad humana, que consiste precisamente en la capacidad de crear riqueza (en principio, económica). Para ello, la innovación es un medio eficaz, pero no un fin en sí misma. Siendo la creatividad la fuente de la innovación, y generando ésta riqueza, el silogismo final es cuasi-tautológico: los seres humanos tienen la capacidad de crear muchas cosas, pero en particular poseen la capacidad de crear riqueza. Aquí radica, a mi entender, una de las principales razones por las que hoy en día se habla continuamente de creatividad e innovación, al menos en Europa. Al sector ICC se le había prestado muy poca atención en la Agenda de Lisboa y ahora tiene su propia y flamante Agenda Cultural Europea, aprobada en 2007. Impulsar la creatividad es prioritario porque, al hacerlo, se espera potenciar la creación de riqueza, entendida ésta como crecimiento económico, generación de puestos de trabajo y resolución de los principales problemas globales (calentamiento global, crecimiento sostenible).

4. Crear valores Tomemos lo anterior como una hipótesis y demos un paso filosófico más. Estamos hablando de bienes y de riqueza, sin duda, pero también de capacidades, en concreto de las capacidades de crear y de innovar. Ambas son anteriores a la generación de productos y bienes económicos, como Amartya Sen ha afirmado, al proponer su enfoque de capacidades como clave explicativa de la pobreza y la riqueza, contrariamente a las teorías de Rawls, quien las definió como posesión o privación de determinados bienes básicos. Aunque tarde o temprano se acaben generando bienes

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económicos, las políticas de innovación fomentan ante todo la capacidad e innovadora de las personas, así como la de las comunidades y organizaciones. Por mi parte, reinterpretaré ese debate en los siguientes términos: la creatividad es una de las capacidades básicas del ser humano, porque dicha capacidad permite crear nuevos bienes (y males), es decir innovar. Cuando esas innovaciones logran aceptación social y éxito en los mercados, lo cual sólo puede saberse empíricamente, entonces se crea valor. La médula conceptual de la creatividad humana consiste por tanto en una capacidad específica, la capacidad de crear valor. Esta última propuesta implica un salto conceptual importante, porque ya no se trata únicamente de generar riqueza (económica), sino de crear valor. Cuando el Consejo de Europa promueve la creatividad y la innovación porque generan riqueza económica está razonando en términos economicistas, por mucho que afirme a continuación que ambas sirven también para incrementar el bienestar social o para afrontar algunos de los grandes desafíos planetarios, como el cambio climático o el desarrollo sostenible (ecoinnovación). En la literatura sobre innovación, por otra parte, es muy frecuente leer que los procesos de innovación crean o generan valor. Cuando se dice esto, se suele pensar exclusivamente en valor económico. Por mi parte, mantengo que la creatividad y la innovación no sólo generan valor económico, sino también otras formas de valor, como los valores sociales, culturales, ecológicos, artísticos, científicos, tecnológicos, jurídicos, políticos y estéticos. Dicho de otra manera: el ser humano es creativo porque es capaz de crear diferentes esferas y tipos de valor, una de las cuales es la esfera de los valores económicos. Si aceptamos esta concepción de la creatividad, algunos procesos de innovación pueden ser creadores de valores, sean éstos del tipo que sean. A mi modo de ver, la generación de nuevos valores es una de las principales formas de innovación, si no la principal. También pienso que hay que hablar de valores, en plural. Por tanto, concluiré este apartado modificando en un pequeño detalle mi propuesta anterior: el ser humano es creativo porque es capaz de crear valores. Hay otras modalidades de creatividad, por ejemplo las que se refieren a productos y procesos, que son las que suelen interesarle al Eurostat y la OCDE. Sin embargo, la modalidad más radical de creatividad consiste en la generación de nuevos valores, e incluso de nuevas tablas de valores, por decirlo en términos de Nietzsche.

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5. Metodología y valores epistémicos Terminaré este artículo extrayendo una consecuencia de la tesis anterior, que acaso pueda parecer menor, pero que tiene gran interés para la metodología científica. Cuando la UNESCO, la ONU, la OCDE, el Eurostat o cualquier otra organización internacional llevan a cabo estudios empíricos en diferentes países, regiones o ciudades, sean éstos de índole económica, sociológica o cultural, hay una serie de valores epistémicos que han de ser satisfechos por los datos que se obtengan, por ejemplo su comparabilidad, agregabilidad, sistematicidad, precisión, rigor, consistencia etc. La metodología científica está basada en dichos valores epistémicos, que han de ser satisfechos en los diversos campos de las ciencias sociales. Los estudios de innovación (Manual de Oslo, por ejemplo) y las tentativas de medir y comparar la creatividad de diversos países y regiones están sujetas a unos imperativos metodológicos que, a su vez, están fundados en valores epistémicos. Hacer ciencia implica respetar esos valores e intentar satisfacerlos, en mayor o en menor grado. En suma, el método científico también puede ser creativo porque genera valor, pero ante todo valor epistémico. En la medida en que las organizaciones internacionales y las administraciones dispongan de datos fiables, precisos, comparables y agregables, las políticas para impulsar la creatividad y la innovación tendrán una mejor base empírica y, por tanto, se adecuarán mejor a la realidad. El método científico aporta una nueva modalidad de creatividad, a la que, a falta de mejor denominación, llamaré creatividad epistémica. También las ciencias son creativas, no sólo las artes ni las técnicas. Al aplicar el método científico se crea una nueva modalidad de valor, a la que hay que prestar gran atención. La cultura científica tiene su propio sistema de valores. La creatividad es uno de ellos, pero siempre en el registro epistémico, que es el propio de la ciencia. Los datos sobre industrias culturales y creativas que hemos aportado al principio de este artículo irán siendo mejorados en los próximos años. Al hacerlo, se creará valor, pero valor epistémico.

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6. Referencias bibliográfícas Bourdieu, P. (1998), Les Règles de l’Art, Paris, Seuil. Cunningham, J. (2007), “The Creative Economy, Pattering the Future”, Dialogue: Academy of Social Sciences in Australia 26:1, pp. 15-23. ECO (2010), Creative and Cultural Industries, Estocolmo, European Cluster Observatory. European Commission (2003), Política de la innovación: actualizar el enfoque de la Unión en el contexto de la estrategia de Lisboa, COM (2003) 112 final. European Commission (2010), Green Paper on “Unlocking the potential of cultural and creative industries”, COM (2010) 183 final. European Commission (2010), Europe 2020 Flagship Initiative, Innovation Union, Brussels, EC, COM (2010) 546 final. Howkins, J. (2001), The Creative Economy, Harmondsworth, Penguin. KEA (2006), Economy of Culture in Europe, Bruselas, KEA European Affairs. OECD (2003), Guide to Measuring the Information Society, Paris, Organization of Economic Cooperation and Development. ONU (2008), Informe sobre la economía creativa, Resumen, Ginebra, UNCTAD. UNESCO (2005), International Flows of Selected Cultural Goods and Services, 1994-2003, Paris, Institute for Statistics, Paris, December 2005, disponible en http://www.uis.unesco.org/template/pdf/cscl/IntlFlows_EN.pdf. WIPO (2003), Guide on Surveying the Economic Contribution of the Copyright-Based Industries, Ginebra, World Intellectual Property Organization.

Abstract: Creativity and innovation are closely related, but they should not be confused. The first is a necessary condition of the second, but not a sufficient one. This proposal is clearly illustrated if we analyze the distinction between the creative industries and cultural industries, which have been differently classified and measured in different countries and international organizations. From a philosophical perspective, the main form of creativity is one that can create wealth and, even more, create values. In this sense, scientific methodology provides an important dimension of creativity, related to the epistemic values. Key Words: Cultural and Creative Industries, Innovation Measurement, Measurement of Creativity.

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