Crítica feminista de El último tango en París

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Crítica feminista de El último tango en París

Tak Combative Filósofo de la Universidad Nacional, profesional en Estudios Literarios de la Javeriana y Máster en Escrituras creativas. No se de ne ni como hombre ni como mujer, profesor y practicante de yoga kundalini y performer.

  Jan 10, 2018

La crítica feminista podría hacer visible que en el rodaje de la película El último tango en París, de Bernardo Bertolucci, hubo una violación. También explicaría la misoginia de su narrativa y exploraría que eso de ser “una gran película” no signi ca mayor cosa.


El Último tango en París es una película franco-italiana (1972) dirigida por Bernardo Bertolucci y protagonizada por Marlon Brando, Maria Schneider y Jean-Pierre Léaud. Foto: Keystone Press

Esta columna nació de una pregunta que Lina Cuellar Wills, directora de Sentiido, propuso en Facebook: “Amigos: Hablando del arte y los artistas que hacen cosas monstruosas, me han surgido dudas que voy a

ejempli car con un caso: ¿qué hacemos con la película El Último tango en París cuando nos enteramos de que el director, Bernardo Bertolucci, y Marlon Brando, su protagonista, acordaron la violación real de la actriz Maria Schneider durante la grabación? ¿Qué queda de esta película como obra de arte? ¿Podemos separar ahí la obra del artista?”, escribió ella. En mi doctorado he estado estudiando la crítica feminista de Jill Dollan, cuyos avances me fueron útiles para mi pasada columna: Se necesitan más espectadores LGBT críticos. Ahora retomo algunas ideas para ampliar este debate. Hay una noción sobre la crítica del arte según la cual las obras deben considerarse de forma aislada, “estéticamente”, sin tener en cuenta su contexto de producción. Esta “crítica pura” presenta su otro extremo como no deseable. Es decir, la “crítica no-pura” sería aquella en la que la interpretación se estira de manera exagerada, tomando por ejemplo la vida del autor, para dar una visión de la obra que al nal sería poco “objetiva”.


De acuerdo con esta crítica, la película El último tango en París debe ser considerada una de las obras maestras del cine de todos los tiempos: su narrativa exquisita, las excelentes actuaciones, la música… ¡es una película maravillosa! Estos críticos puros aceptarían que no es correcto haber violado a una mujer en el rodaje, pero insistirían en que eso no signi ca que la película deje de ser una obra maestra: hablamos de dos cosas diferentes, el arte y la vida, dirían. (Ver: Machismo y feminismo no pueden coexisitir).

LA “CRÍTICA PURA” INSISTE EN QUE EL ARTE DEBE MIRARSE AISLADAMENTE, SOLAMENTE SEGÚN SU VIRTUOSISMO. Unos lentes feministas nos permiten entender, al menos para comenzar, dos cosas: primero, que la “crítica pura”, en su “esteticismo”, niega rutas que nos podrían dar otras nociones de la obra. Ese silenciamiento es político, un acto de dominación. Segundo, que una obra de arte puede ser problemática en su ética o en su representación del mundo sin que por esto dudemos de sus cualidades formales maravillosas.

Más allá de buena o mala película En realidad, la dicotomía de “buena” o “mala” película resulta insu ciente y super cial para la crítica feminista. ¿Buena en qué sentido?, ¿por qué buena en el sentido formal o técnico importa más que en otros? Algunas personas podrían decir que la crítica feminista rompe con la autonomía del arte, con la mera existencia del hecho estético que hace a la obra libre en sus múltiples sentidos. Nada de eso. La crítica feminista no es acerca de lo que la obra de arte “realmente” signi ca, no busca limitarla ni escudriñar hasta el último detalle del contexto para decir que la obra habla, por ejemplo, sobre la niñez del autor. La crítica feminista, como yo la sueño, aplica sus lentes para preguntarse acerca de algunos caminos de la obra: si las mujeres salen solo en escenas hablando de hombres, si los hombres se expresan de ciertas maneras sobre las mujeres, si solo hay hombres, si el éxito es privilegio masculino, etc. (Ver: Feminismo: de dónde viene y para dónde va). Sin embargo, respeta la magia del sentido, esa especie de opacidad que hace a la obra poseedora de miles de rumbos sin contar con el permiso de su creador ni de nadie. La pregunta de la crítica feminista es, más bien: ¿qué visión de mundo refuerza la obra de arte? y ¿qué dinámicas de poder re eja o subvierte?


Quienes dicen que la obra de arte es pura, libre, que no sirve para nada más que ser arte, pierden de vista que, sin decirnos, el arte nos educa, nos ilustra cómo debe lucir el amor, cómo deben comportarse las personas o cómo deben ser los cuerpos. Quienes dicen que la obra de arte solo sirve para entretenernos y hacernos olvidar de nuestras di cultades se olvidan de la historia, de los gobiernos que le han prohibido a la ciudadanía acercarse a este o que han usado el arte para promulgar una ideología. ¿Por qué? Porque el arte es poderoso, “peligroso”. ¿No es mejor saber cómo un poder se activa sobre nosotros (porque lo hace) que mantenernos en la ignorancia de ello? La crítica feminista observa la representación de los personajes, las dinámicas de género, clase, raza y, al hacer esto, nos enseña qué es lo que estamos aprendiendo al acercarnos a una obra. Pero no solo se trata de mirar a la obra misma, sino hacia afuera, a su alrededor: ¿cómo se nancia, cómo se produce, quién lo hace, en qué lugares, quién la recibe, quién la crítica, por qué? La crítica feminista nos ayuda a saber en dónde “poner el ojo”: qué ver, en qué gastar nuestro dinero e invertir nuestro tiempo. Y esta discusión va mucho más allá de una necesidad de consumir las “obras maestras”.

LA CRÍTICA FEMINISTA SE ACERCA A EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS CON LA CERTEZA DE QUE LA OBRA NO PUEDE TOMARSE AISLADA DE SU CONTEXTO. La crítica feminista haría visible el hecho de que en El último tango en París se llevó a cabo una violación, nos explicaría la misoginia bajo su narrativa y exploraría esos sentidos donde el hecho de ser una “gran película” no necesariamente signi ca mayor cosa. Comprendería que al espectador le guste porque es conmovedora o bella, pero al aplicar los lentes feministas podría aceptar que, luego de pensarlo mejor, la experiencia de verla genere enfado, desilusión o indignación. ¿Por qué? Porque la película promueve el machismo, la misoginia y la violencia de género. La crítica feminista probablemente no estaría de acuerdo en incentivar que la película se vea, se premie o se proclame a Bertolucci, su director, como un gran genio sin reparos. Tendría reservas en la admiración que le damos a él y a Brando, el protagonista, y tal vez nos sugeriría otras películas que disfrutar, otras producciones que nos “vuelen la mente” al expandir nuestra idea del ser


humano, de las posibilidades que tenemos en el género y de cómo nos podemos relacionar. (Ver: Amores monstruosos) Con esta crítica podríamos atestiguar que cuando nos gusta mucho una película no es porque sea universalmente bella, porque el gusto sea “natural” o porque el placer estético nos “acontece” (no hay nada que hacer, es inevitable). Unos lentes feministas también permiten entender que el gusto cambie, que lo que antes nos hacía sentir un gran placer ya no lo haga y viceversa, y no hay nada de malo en ello. Leyendo a Jill Dolan, he ido aprendido ciertos principios de una crítica feminista. Ofrezco estos seis para que sigamos contribuyendo a un mundo más equitativo: 1. Interpretación feminista: como he ido adelantando, se trata de comprender la obra de arte desde el punto de vista del género y de cómo el género encuentra intersecciones con la clase, la raza o la etnia. En palabras de Dolan:

En obras de teatro, performances, películas o series de televisión la crítica feminista tiene en cuenta cómo una historia forma su elenco y su estructura en lugar de solo narrar la trama y el tema. (…) ¿La narrativa impone una ideología particular en sus elecciones estructurales o proporciona una visión que resiste? (The Feminist Spectator) 2. Toma lista: la crítica feminista se da cuenta de las presencias y las ausencias no solo en la obra sino en todo el equipo de producción: cuántos hombres, cuántas mujeres, cuántas personas que no son ni lo uno ni lo otro en la historia y afuera de ella, quién escribe, quién dirige, etc. (Ver: Feminismos innovadores). 3. Acción curatorial: la crítica feminista nos ayuda a saber dónde poner nuestra energía a la hora de experimentar el arte. Dentro de toda la increíble masa de producción de obras que suceden hoy, esto nos sirve de guía. 4. Generosidad: este es un principio inesperado para algunos lectores. Se trata de no hacer ataques personales o maliciosos a la hora de hablar de una obra de arte. Dice Dolan: Incluso cuando escribo negativamente sobre la cultura popular, por ejemplo, evito los ataques

ad hominem. Los críticos poderosos con demasiada frecuencia olvidan que están escribiendo sobre personas reales, artistas que tienen vidas, sentimientos, carreras y futuros. Interesante. ¿Cómo hablar de la película de Bertolucci, por ejemplo, con generosidad hacia él o hacia Brando? A veces siento que las heridas que el machismo me ha dejado son tan hondas, que mi generosidad no es merecida. Dolan me hace pensar en un mundo en donde esta generosidad es posible y deseable.


5. Pedagogía: enseñarle a las audiencias las herramientas conceptuales y de vocabulario para aplicar la crítica feminista. 6. Política cultural y defensa: se trata de ver cómo la obra de arte (película, obra, etc.) se ha nanciado, dónde circula, quién la reseña, dónde se presenta, etc. Este principio también hace alusión a la necesidad de que la crítica feminista promueva, de enda y apoye trabajos feministas que a lo mejor no cumplen con ciertos estándares de calidad. Por ejemplo, películas de bajo presupuesto, libros sin corrección de estilo o música grabada en un estudio casero, que son valiosos por su resistencia a la dominación y a la normalización de los cuerpos, de las identidades y de las relaciones, entre muchas otras. Es triste ver que Dolan planteó estas ideas a nales de los noventa y muy poco ha cambiado. La crítica sigue siendo poco feminista, pero hay vientos de esperanza.

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