Violencias sobre las identidades trans

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II Encuentro Internacional de Estudios críticos de las Transiciones Políticas. La vida cotidiana como problema para la paz

Panel: Género, identidades y violencias en contextos transicionales

Tak Combative (Diana Catalina Hernández)

Violencias sobre las identidades trans

I. Diagnóstico

Una de las situaciones que nos ha traído vivir en un país en guerra es la masculinidad bélica. La virilidad de los hombres se mide no solo por el tamaño de su pene, sino por su capacidad de empuñar un fusil (entre más grande mejor). Entonces, uno de los retos para un contexto de posconflicto es cómo construir masculinidades no-hegemónicas que tengan otro tipo de expresiones afectivas, oficios, gustos, etc.

Y justamente por ahí, por el lado de la masculinidad, es que me gustaría comenzar a abordar esto de las violencias sobre las identidades trans.

Mi nombre identitario es Tak Combative. En este espacio (aunque no en todos) me identifico como un hombre trans. Esto quiere decir que, al nacer, gracias a una inspección médica de mi genitalidad externa, me asignaron el sexo femenino, pero me he construido durante mi experiencia de vida con una identidad de género y expresión de género masculina.


Soy activista por los derechos de las personas trans y trabajo en un Colectivo denominado Entre-tránsitos. Se trata de un grupo de hombres trans y personas con experiencias de vida trans1 cuya misión es: “(L)a transformación en los ámbitos políticos, culturales y sociales de los imaginarios convencionales de masculinidad, visibilizando en ellas las experiencias de vida trans en el contexto colombiano. Para tal fin, posicionamos identidades, corporalidades y sexualidades en tránsito que han sido silenciadas a través de la historia. (…) Buscamos mejorar la calidad de vida de las personas con experiencias de vida trans” (entretransitos.org).

El Colectivo se ha especializado, desde su fundación en el 2009, en el tema de transmasculinidades y masculinidades no hegemónicas en Colombia, siendo el primer grupo que congrega, visibiliza y trabaja estos temas en la ciudad de Bogotá.

Cuando llegué al Colectivo y comencé a construir mi tránsito de género, me topé con historias como la siguiente2:

Cuando empecé a asumir que era un hombre, me sentí aliviado, porque al menos sabía qué estaba pasando conmigo, pero me sentí también aterrado, porque sabía que iba a traerme problemas. En la iglesia a dónde íbamos mi mamá y yo, me dijeron que estaba enfermo. No volvimos. Luego fui al médico, que me envió al psiquiatra. El psiquiatra me preguntó si me gustaban las mujeres, si me gustaba el fútbol y el color azul. Yo mentí. Me dijo que era un transexual y que tenía disforia de género. Con ese certificado psiquiátrico pude ir al especialista para ponerme testosterona. En cuanto tuve la cita, el especialista me programó una cirugía para esterilizarme (histerectomía) y otra para quitarme los senos.

1

Con “experiencias de vida trans” me refiero a toda aquella experiencia en la que el sujeto siente que ha sobrepasado los límites de lo que se considera “apropiado” o típico del género que le fue asignado según su genitalidad. Esto va desde la decisión de una mujer de tener una elación amorosa con otra mujer o practicar actividades “propias” de los hombres, como ser obrera de construcción o boxeadora, hasta la decisión de un hombre transgénero de consumir hormonas para transformar su cuerpo hacia lo masculino. Decimos que toda persona que haya tenido una experiencia de vida trans ha “transitado” o ha tenido “tránsitos” en su vida. 2 Todas las historias que narro aquí son piezas de ficción autobiográfica que construyo a partir de todo lo que he vivido y lo que le ha pasado a mis amigos y compañeros. Desde luego, ese es un stament académico, una provocación y una crítica a las narrativas académicas que se suponen “válidas” y “serias”.


En una sociedad como la nuestra, la primera violencia a la que se enfrenta un hombre trans es a la violencia sobre su propia identidad. Si decides ser hombre, teniendo genitales femeninos, se te tilda de enfermo y también de inmoral. Y, si logras de alguna manera “encajar” en el sistema porque ya puede clasificarte y tildarte como una persona con disforia de género, entonces se te exige que seas un tipo de hombre muy específico. No un hombre homosexual o afeminado, te piden ser un hombre-hombre, bien macho, y te piden que por favor no te reproduzcas, que te quites tus senos, te pongas hormonas y, después de un largo proceso, normalices tu cuerpo según el estereotipo hegemónico y, con suerte, pases desapercibido.

Como se puede ver, aquí está presente la violencia psiquiátrica (las personas trans somos patologizadas), la violencia cultural (especialmente religiosa) y la violencia médica (que toma decisiones sobre nuestro cuerpo sin consultarnos). Muchas veces (la mayoría) estas situaciones lleven a que las personas trans se aíslen del sistema de salud y se automediquen, teniendo desbalances hormonales, quistes en los ovarios, cambios de peso abruptos, etc.

Si de alguna manera el hombre trans logra superar este impasse (y las redes de apoyo han resultado bastante efectivas para esto, conocernos y darnos la mano), nos enfrentamos a nuevos retos.

También durante mi tránsito he tenido la oportunidad de oír historias como la siguiente: Me reconocí como hombre a los 14 años. Estaba todavía en el colegio. Me cambié el nombre, bautizándome yo por segunda vez. Mis amigas me apoyaron. Mi mamá también. Pero cuando llegaba al colegio, los profesores me llamaban con mi nombre en femenino y me obligaban a ponerme la jardinera. No me dejaban estar en el salón de hombres. Denuncié al colegio y gané.

Así como nos enseñó Sergio Urrego, con lágrimas, la discriminación en la escuela lleva a los estudiantes a que una etapa muy bella de la vida sea traumática. Muchos deciden dejar la escuela o, en el peor de los casos, suicidarse. Si la situación es dura para las personas con


orientaciones sexuales diversas (gays, bisexuales, lesbianas, etc.), la vivencia de las personas trans es realmente violenta.

En la educación superior hay otros retos también a afrontar. Varios amigos cercanos me han relatado sus dificultades con sus documentos.

Para graduarme me pidieron la libreta militar. Porque supuestamente ahora tenía nombre de hombre. Logré hablar con el personal administrativo para explicarles que no tenía ese documento y que no podían pedírmelo. Cuando por fin reclamé mi diploma de grado, estaba con mi nuevo nombre (masculino) pero mi profesión estaba en femenino. En la universidad me dijeron que no podían cambiar esto hasta que no cambiara mi sexo en la cédula.

Entonces, las personas trans son forzadas a entrar en el sistema, les dicen que son transexuales y que por eso pueden llamarse a sí mismos "hombres", les piden documentos para hombres (como la libreta militar), pero, cuando se trata de ciertas formas de enunciación (como el género de la profesión) entonces ya no es suficiente sentirse como hombre. Lo siento, pero "sigues siendo una mujer".

Aquí podemos vislumbrar una violencia que el activista trans norteamericano Dean Spade llama "violencia administrativa" y tiene que ver con los impedimentos que las instituciones del estado con sus procesos (o ausencia de ellos) imponen a las personas trans, ocasionando para nosotros una cotidianidad atropellada.

Abordaré aquí principalmente el tema de la cédula de ciudadanía y la libreta militar.

En la mayoría de los casos, la apariencia de un hombre trans no concuerda con su documento. Por eso, muchos optan por cambiar su nombre para tener uno "masculino" no solo por gusto, sino también por necesidad. Si bien este proceso puede ser muy incómodo, porque algunas notarías se niegan o hacen preguntas intrusivas y agresivas hacia la persona, por lo general resulta exitoso. Sin embargo, la letra 'f' continúa siendo una causal de maltrato y discriminación. Aunque somos conscientes de que cambiar el sexo en la cédula


no va a erradicar la transfobia, en algunas ocasiones pueden ayudar en los procesos de contratación, ir a un banco, presentarse en el médico, en el aeropuerto, etc.

Lamentablemente, en la actualidad, no hay un proceso regulado para el cambio de sexo en la cédula en Colombia. En el Colectivo Entre-tránsitos en alianza con diferentes organizaciones que defienden los derechos de las personas trans denominado Aquelarre, que incluye el consultorio jurídico de los Andes PAIIS, estamos realizando un proyecto denominado "cambio de sexo en la cédula". Allí visitamos diferentes notarías de Bogotá y luego diferentes registradurías diciendo que yo quería cambiarme el nombre y sexo en la cédula. Grabamos todas las respuestas y así fue como corroboramos que, no solo existe una ausencia en la regulación del proceso del cambio de sexo, sino que las respuestas improvisadas son bastante violentas hacia nuestra identidad. Dentro de las respuestas favoritas se encuentran:

Aquí en esta notaría no se puede cambiar el sexo, pero sí el nombre. Claro, pero tiene que ser un nombre que vaya de acuerdo. Si es mujer a María o algo así, no Carlos ni Santiago, nada de eso.

No se puede hacer el cambio de sexo en la cédula. Usted es mujer y nunca dejará de serlo.

Para hacerse el cambio de sexo en la cédula tiene que hacer un proceso de jurisdicción voluntaria y tener un perito de medicina legal y un concepto médico.

El cambio de sexo en la cédula se hace con un juez y como requisito la persona tiene que tener la cirugía de reasignación genital.

En la actualidad, seguimos luchando para ganar una tutela en la cual la registraduría civil cambie el sexo en la cédula de una persona por razones de identidad de género (no por error del notario o de la madre), sin costo y sin patologización. Esto podría dar pie a una ley de identidad de género (como la de argentina o Suecia) que regularice estos trámites.


En cuanto a la libreta militar, podemos decir que tampoco hay un proceso que tenga en cuenta el caso de las personas trans. En el mes de septiembre de 2014, se emitió el falló de la sentencia T476-14 con relación a la tutela interpelada por la mujer trans Grace Kelly. Allí se dictamina que a las mujeres trans no se les debe solicitar la libreta militar para trabajar con el Estado. Este es un triunfo memorable para Colombia y podemos decir con mucho orgullo que el Aquelarre trans intervino a través de un Amicus en el fallo.

Sin embargo, para el caso de los hombres trans, la situación es aún complicada. Otro de los relatos comunes es el siguiente:

Cuando me gradué no pude conseguir trabajo. Ya llevaba muchos meses con testosterona y mi apariencia había cambiado bastante. Ya me había cambiado el nombre pero no el sexo en la cédula. Cuando aplicaba me pedían de inmediato la libreta militar y entonces yo tenía que contar, con mucha incomodidad, que era un hombre trans y por eso no tenía el documento. Obviamente nunca me contrataron. Un amigo me contó que alguien en Planeación estaba sacando libretas para hombres trans. Cuando fui me preguntaron cosas sobre mi intimidad como si usaba condón y si me acostaba con mujeres o con hombres. Luego me hicieron una cuenta de cobro que tengo que pagar para tener la libreta y donde me imponen una multa por cada año de remiso que tuve.

Hasta ahora, esta es la mejor opción que tenemos como hombres trans para obtener la libreta. Sin. Embargo, muchos de nosotros somos objetores de conciencia y no estamos dispuestos a tener este documento por razones ideológicas. Otros simplemente no tienen cómo pagar la multa, y otros tantos ni siquiera soportan el proceso tan agresivo e irrespetuoso.

Para nosotros el, post-conflicto puede significar el fin del servicio militar obligatorio para los "varones" colombianos y estamos a la espera de que esto sea realidad, o que al menos la ley de objeción de conciencia (que nuestros compañeros objetores de la ACOOC) han estado trabajando sea aprobada.


Al final, si el hombre trans sobrevive a todos estas violencias y tal vez decide ser activista, unirse a un colectivo o formar uno, entonces tiene que enfrentarse a una nueva y sofisticada forma de violencia: la violencia epistémica, la violencia que la academia ejerce sobre nosotros.

Por lo menos una vez por semana, nos llegan correos al Colectivo de personas que estudian trabajo social, antropología, psicología, entre otras. Por supuesto, somos un jugoso trabajo de grado en potencia. Exóticos, con problemas en diferentes campos de los derechos humanos, poco estudiados, etc. Allí nos dicen que quieren trabajar de la mano con nosotros, de forma colectiva, para sacar adelante una investigación. Algunos menos respetuosos simplemente nos piden entrevistas y fotos (sin intención alguna de involucrarnos en el proceso de conocimiento). Tristemente, hemos tenido la experiencia del conocimiento arrebatado, robado. Han hecho tesis sobre nosotros que no conocemos y nos han descrito, nos han analizado, criticado, teorizado sin participación alguna de nuestra voz. Esta es la experiencia más común, aunque también hemos tenido un par de experiencias provechosas.

El sentimiento que tenemos es que la academia nos ha objetualizado, y no tenemos lugar para hablar de nosotros mismos. Y es que ni siquiera tenemos acceso a la educación, y si lo tenemos, nos cuesta mucho entrar al círculo de estudios de género y producción de textos en Bogotá que manejan unas pocas feministas y un par de hombres gays. Entonces, la academia viene a decirnos quienes somos, de dónde venimos y cuáles son nuestros problemas. Aquí pondría mi último relato:

Hace unos años una persona entró al Colectivo. Allí comenzó a mencionarse como persona trans y nos aportó mucho en las discusiones que teníamos sobre género e identidad. Luego, quiso hacer su tesis de Maestría en Estudios de género con nosotros, una tesis sobre el Colectivo. Durante este proceso, esta persona se peleó con nosotros y se retiró. Meses después de haberse retirado, buscó a unos cuantos para unas entrevistas, hablándonos amablemente, como si nada. A mediados del 2014, presentó su tesis. Obviamente, no fuimos invitados. En el título del documento estaba el nombre de Colectivo. Fuimos a presentar un manifiesto de queja. No quería dejarnos entrar, pero luego de que repartimos las copias del manifiesto nos pidieron quedarnos. La directora de tesis dijo


que ese nombre no era, que había quedado sin cambiar de la tesis inicial. Sin embargo, su documento hablaba todo el tiempo de nosotros, que nunca construimos nada con ella, ni supimos del proceso o de sus conclusiones. Al final, le dieron tesis meritoria y todos aplaudieron encima de nosotros. Esa es la academia de la universidad pública.

II. Acciones de resistencia

Para terminar, quisiera contar brevemente algunas de las estrategias y acciones de resistencia que hemos llevado a cabo como Colectivo para combatir estas violencias cotidianas a las que nos enfrentamos los hombres trans.

Desde luego, hemos hecho resistencia frente a la violencia contra nuestra identidad, especialmente frente a la institución médico-psiquiátrica. Hemos escogido incidir en el campo de la producción de saber, realizando un Foro de perspectivas para el cuidado y salud de personas transexuales en noviembre del 2012, donde congregamos a varios especialistas del área de salud. De allí salió una “Guía de buenas prácticas en salud para personas trans” que en la actualidad seguimos circulando en diferentes instituciones médicas privadas y del Estado.

Por otra parte, también escogimos incidir en los imaginarios sociales a través del performance itinerante: “La chiva patologizadora”, donde, a través de la ironía y la burla, repartimos a las personas en diferentes partes de la ciudad un certificado de disforia de género, luego de indagar sobre su color favorito, sus juegos infantiles, etc. Esto en el marco de la campaña internacional Stop Transpathologization 2011.

Frente al asunto de la educación, el Colectivo adelanta un proyecto de educación popular denominado Universo pedagógico, que ya tuvo su primera fase de implementación en diferentes grupos focales en Bogotá durante el 2012-2013. El objetivo de este proyecto, que sirve para jóvenes y adultos de cualquier índole, es: “lograr que las personas reconozcan en otrxs y/o en ellas mismas múltiples experiencias de vida trans desde un escenario de Derechos Humanos”. Más específicamente, lo que este proyecto busca es hacer visibles los


estereotipos de género, las violencias que estos implican y su origen (de dónde los aprendemos), así como mostrar que ninguno de nosotros cumple con dichos estereotipos y, por ende, ha pasado por una “experiencia de vida trans”.

Consideramos que la educación popular es una herramienta para el cambio social, y reconocemos que, en cuestiones de género, los colombianos carecemos de la información necesaria para tener una concepción de la realidad más amorosa e incluyente.

En cuanto al asunto de los documentos, en enero del 2013 realizamos el evento Tacones legales y barbas jurídicas en donde reflexionamos, desde un punto de vista jurídico, las problemáticas y alternativas frente a la violencia administrativa. Adicionalmente, realizamos con el Aquelarre trans el proceso de litigio estratégico para el cambio de sexo en la cédula que tuvo como evento importante un plantón frente a la Registraduría Nacional de Bogotá, en abril de 2014, donde exigimos un proceso claro y reglamentado para cambiar el sexo en el documento de forma gratuita y sin patologización.

Finalmente, optamos por incidir en los medios de comunicación bajo una perspectiva informativa y de educación, de manera que tenemos un programa radial en la radio comunitaria Radio Diversia (www.radiodiversia.com), realizamos un cortometraje abordando

de

forma

ficcional

el

problema

de

las

libretas

militares

https://www.youtube.com/watch?v=5kZOSFwoZh4 y realizamos un video musical mostrando algunas de las vivencias de un hombre trans cuando comienza su tránsito https://www.youtube.com/watch?v=r5dzaXB7wTM

Esperamos que, a través de la visibilización, movilización y producción de saberes logremos una Colombia más justa para las personas trans.


Bibliografía

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