Algunas hipótesis sobre la enseñanza de la historia en los Altos de Chiapas Uno de los objetivos de este artículo es demostrar, a través de la formulación de hipótesis fundadas científicamente, que si la realidad social es compleja, no está fuera del entendimiento. En el caso de la enseñanza de la historia en los Altos de Chiapas, se puede prescindir de todos los análisis que reducen a fenómenos políticos o que particularizan, como en las piezas de algún museo, lo que son cosas históricas; es decir, hechos históricos representados y que se pueden analizar críticamente. El trabajo de los historiadores consiste en la acumulación de un capital histórico que hace lo que son esas cosas históricas. A pesar de que los retomen y los deformen la historia oficial, los justifiquen o los nieguen la memoria familiar o el ethos de clase, estos conocimientos son el producto de un trabajo de construcción social y científica de la realidad y por ende de un capital susceptible de ser puesto en juego, perdido o ganado, creado por las luchas específicas del campo científico y del subcampo de la historia según la terminología de Pierre Bourdieu. Si la historia es cambio, es porque nace del cerebro del historiador como relato o explicación de los hechos sociales. De esta manera, no se puede abordar la problemática de la enseñanza de la historia, que es una especie de capital informacional (uno puede ser el propietario de una información y le pueden faltar tanto informaciones como dinero), esto sin considerar el extremo de la cadena y la transformación de un capital histórico original, producto de los historiadores de Chiapas, en capital informacional del cual la escuela es un canal de transmisión dominante, a través de la historia oficial, a pesar de que este canal sea en competencia con la prensa, la televisión, las memorias comunitarias y el capital informacional familiar o memorias de las familias. ¿Cómo se produce este capital informacional? ¿Cómo circula? ¿Cómo se invierte? Éstas son las preguntas que se deben hacer si se quiere estudiar realmente la enseñanza de la historia y no criticar o alabar los contenidos de los libros de texto1, los relatos de vida, las entrevistas y las transcripciones de observaciones de campo sin establecer científicamente el contexto social de su producción. En este artículo se proponen hipótesis que podrían desembocar en un trabajo de campo más fino. No salen de la nada, sino de un análisis estadístico de los datos del INEGI, por lo cual se hablará mucho menos de contenidos históricos, de fechas y de héroes que de las condiciones sociales de posibilidad de escribir y apropiarse el discurso histórico.
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La interpretación de los manuales escolares de historia, cuyo principio es casi siempre la idea de nación como comunidad imaginada-algo obvio- nunca contempla las condiciones sociales de producción de estos libros.