CUANDO LA ARQUITECTURA / 14/ ENCUENTRA LA CIUDAD
CONTRAESPIONAJE (2012) MICHAL LIBERA
Russolo, Piatti y los intonarumori. Luigi Russolo - first published in The Art of Noise by Luigi Russolo, 1913
La habitación no era especialmente grande, un cuadrado regular de 12m2, con la cama justo en medio, desplegada cada noche. Mientras estaba acostado boca arriba, tenía la pared del baño a la izquierda y la pared de la cocina a unos centímetros de mis pies. El living -en el verdadero sentido de la palabra “living” - estaba más allá de la cocina. Distancia: 5 metros del lugar dónde me acostaba cada noche, separados por un par de paredes de 20 centímetros de espesor, una mesa, dos sillas y un lavabo. O bien, se podía tomar un desvío a la izquierda, a través de la puerta de mi habitación por un amplio vestíbulo, conectado con la sala de estar. Pasé muchas noches sin dormir allí, sobre todo entre los 6 y los 8 años, no teniendo nada mejor que hacer que simplemente escuchar. No -No estaba realmente interesado en los sonidos, o al menos, estaba menos interesado en escuchar que en tratar de dormir. Las discusiones de mis padres eran irregulares pero frecuentes. Quizás vez debería ser más cauteloso. Después de todo, no estaba allí. ¿Qué sabía yo? ¿Qué sentido podría encontrar en ello? Nunca los vi, eso es seguro, ni tampoco supe lo que realmente hacían. ¿Estarían de pie? ¿Se sentarían en sus sillones rojos? ¿Uno frente al otro? ¿mirarían la misma pared?¿O dirigirían su vista hacia dónde estaba yo? Yo percibía el movimiento pero no su trayectoria. Finalmente, en realidad no escuchaba lo que pasaba, aunque el oído era el único sentido en el que podía confiar; o más bien, era el sentido que albergaba fantasías irresistibles con finales deseados. Entonces ¿Qué era exactamente lo que había oído? Me gusta pensar en Luigi Russolo. Quien identificando sólo un puñado de ruidos intentó diferenciarlos tanto como pudo y reunirlos en su Intonarumori, una familia de máquinas generadoras de ruido acústico inventadas 1913. También traté de distinguir sonidos individuales -algo que podría describirse como solfeo casero. La crepitadora de Russolo (garcidatore) y la bocina (ululatore) habrían sido las voces distorsionadas que escuchaba. Ataques agudos, desarrollados en picos de consonantes sólo para sostener algo que caería de golpe y sería acallado por ruidos vocales bajos -mi padre. Mientras altos aullidos agudos; individuales, dispersos y corto, vendrían acompañados de sollozos rítmicos-- mi madre. Todo mezclado con la poesía sonora de la televisión o de “hard days night” de los Beatles sonando en una grabadora. Y momentos de silencio, por supuesto, siempre imperfectos y llenos de anticipaciones. Los cuales siempre llevaban a algunos sonidos inarticulados, y la pregunta: ¿cuánto durará la pausa? Pero lo más cautivador y el sonido más atractivo estaba ausente del Intonorumori de Russolo. Volvería frecuentemente, muy a menudo, de forma aleatoria, sin eco, ni resonancia --permaneciendo como un golpe, sin un golpe de réplica. Un sonido que no reverberaría en la sala de estar, sino que debió haberse dispersado directamente en la superficie de la pared, y ahí fue exactamente donde permaneció. Contundente. Ahí fue probablemente cuando me di cuenta de que los sonidos en realidad no necesitan aire. Todo lo que fue distorsionado y se filtró por las paredes y otros obstáculos que no pudo traspasar. Ahora veo esta escucha a través de la arquitectura, como mi intuición temprana de un híbrido entre lo social y lo arquitectónico. Un plano sónico donde ambos se funden en un solo espacio. ¿Cuál es este espacio? En primer lugar, es íntimo: es el espacio de mi propia habitación, el espacio de mi propio sueño (con los ojos cerrados, pero sin oídos cerrados), y el espacio muy privado de la noche, sin interrupción, sin movimiento, estar solo en la cama. Al mismo tiempo, este espacio se concreta -definido por las paredes de mi habitación, así como por el consenso social según el cual todos los sonidos se apagan entre las 10:00 pm y las 6 a.m.. A excepción de aquel sonido que acompaña el cierre de una puerta. Ese gesto concreto corona aquellos arquitectónicos y sociales que aislaban mi intimidad y que sólo se revelaban a mí como SONIDOS. La separación del mundo exterior abre una nueva presencia sonora de ese mismo mundo, un modelo acústico, en tres dimensiones, de intimidad, donde la escucha a través de la arquitectura esencialmente implica
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escuchar en y la arquitectura. A través, significa también la reverberación en la sala, así como el tono de la habitación, el flujo de agua de las tuberías, la presión de aire del sistema de calefacción. Así, un modelo acústico-tridimensional de mi soledad tenía su propio tono de la habitación, sus propias frecuencias de resonancia, sus propios nichos acústicos y sus propias trayectorias. A pesar de que el modelo es de la intimidad, está lejos de ser una epojé arquitectónica o social. De hecho, todo lo contrario. La privacidad, estoy pensando con los ojos cerrados, se llena con otros individuos transformados por la arquitectura. No es ninguna metáfora, y en gran parte a través de un discurso hauntologico. No estamos tratando con sonidos fantasma de una voz, es una vibración, y como una vibración que viaja con el aire, teniendo sus pequeños desvíos en el hueco de la puerta --entre la puerta y el marco-- siendo más específicos. Pero también viaja a través de la pared, y a través de la puerta, formando una realidad de vibración más allá de la visión. Las paredes significan nada para un sonido excepto un filtro, un bloqueo de las frecuencias más altas y que permiten que las inferiores nos lleguen físicamente. Éstos son recibidos no tanto por los oídos como por el cuerpo --como temblores. Ahora sé que por esta razón no podía entender lo que mis padres estaban diciendo. La voz de mi padre se disolvía en las frecuencias más bajas, no comunicaba nada por su discurso, a medida que las medias y las altas frecuencias fueron absorbidas por las paredes. Pero las frecuencias bajas, llegaron a mi cuerpo, literalmente, con su micro-temblor. Esta ansiedad de haber sido afectado por el discurso sin entender su contenido estaba en el corazón de mi intimidad-- formó la esencia sonora de mi privacidad con raíces socioarquitectónicas. La presencia sonora de los demás no fue intencional sino involuntaria, ansiosa, fascinante, secreta, perversa, y al final deseada: Deseada como escuchar, aun sin desear ser escuchado. No deseado por mí, y no deseado por mis padres. Yo no quería escuchar y ellos no querían ser escuchados. Y así las cascadas de sonidos de la noche pronto se cubrían con este silencio especial mañana. ¿No sabían que yo sabía? ¿No se enteraban de que podía oírles? Compartimos en silencio esos momentos ‘no deseados’. Una relación social por excelencia está basada en el conocimiento tácito y compromisos recíprocos; llena de conjeturas, especulaciones y fantasías, que sólo fortalecían un lugar común. Una realidad social construida por ellos “como si yo no estuviera” --callando y fingiendo no escuchar. Este híbrido sonoro entre lo arquitectónico y lo social define un área extraña entre lo público y lo privado-- un lugar común con nada público sobre él, sin embargo, un terreno que ya no es privado. Un área de participación involuntaria en la vida privada de otras personas a través de la arquitectura. ¿Estaba yo espiando? Esta es la palabra que en verdad viene a mi mente, pero el problema con el espionaje es que presupone el secreto; Es escuchar a la gente a pesar de o en contra de su voluntad. ¿Y esto? ¿Iba contra la voluntad de alguien? Y de nuevo: ¿acaso no notaban que yo estaba escuchando? espionaje tiene sus raíces en un reino donde la gente realmente cree en la intimidad, donde la privacidad otorga intenciones: la gente no quiere ser escuchado, y lo que sucede. En la arquitectura, con lo que estoy quizás más familiarizado, se necesitaría una nueva palabra, una palabra que nos alejase de la noción de una escucha secreta y sin invitación. ¿Debería ser algo en la línea de la lucha contra el espionaje? Si pudiera proponer una definición sería algo así como: “verse obligado a escuchar.” La única pregunta que queda es: ¿Por quién? ¿Por la arquitectura? o ¿Por los demás?”
Libera, Michal, “Counter-eavesdropping”, en “Making the walls quake as if they were dilating with the secret kwnoledge of great powers” Libro del Pabellón Nacional de Polonia, Biennale di Architettura di Venezia 2012. VV.AA. Editado por Michal Libera y Lydia Klein.
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CUANDO LA ARQUITECTURA ENCUENTRA LA CIUDAD
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ARQUITECTURA Y MÚSICA CONTRAESPIONAJE (2012)
Editado por: Ma. Pilar Pinchart Saavedra / Skfandra Diseño Gráfico: Isaac Gimeno Pujabet Proyecto Financiado por Fondart Convocatoria 2015
Auspicia