CUANDO LA ARQUITECTURA ENCUENTRA LA CIUDAD
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UNA FOTOGRAFÍA DE UNA IDEA.
Jaime Sicilia Fernández-Shaw
(C) JAIME SICILIA FERNÁNDEZ-SHAW. Casa
A lo largo de mi vida académica y profesional he tenido la oportunidad de conocer a muchos arquitectos de una gran diversidad de nacionalidades y procedencias. Los entornos educativos, sociales y culturales no han sido capaces de mitigar la influencia de determinadas obras clave del movimiento moderno, en la formación de estos arquitectos. Este es por ejemplo el caso de la Casa Farnsworth de Mies Van der Rohe, construida en el año 1951 en Piano, Illinois, a una hora en coche de Chicago. La gran mayoría de los arquitectos consideran esta casa fundamental en su formación y desarrollo profesional. Se trata de una obra estudiada e interiorizada por todos ellos en algún momento de sus carreras . Sin embargo sólo unos cuantos, han tenido la oportunidad de visitarla y experimentarla. La arquitectura es una experiencia espacial y por ello, resulta cuando menos sorprendente el profundo conocimiento que se dice tener de una obra que no se ha visitado, que no se ha experimentado y por lo tanto, no se conoce. Son los diversos reportajes fotográficos a lo largo de la agitada vida de la casa, los que han transmitido, documentado, explicado, a fin de cuentas, “comunicado” la arquitectura de la misma. La cuestión es que cuando observamos esos diferentes reportajes, descubrimos que cada uno casi nos cuenta una obra diferente, a pesar de haberse realizado sobre los mismos puntos de vista y encuadres. Es entonces cuando podemos ver que la Casa Farnsworth del estudio Hedrich-Blessing de los años 50 es distinta que la de Yukio Futagawa de A+U de los años 70 o de las de cualquiera de los numerosos reportajes realizados durante las diferentes etapas en la biografía de la casa. Los fotógrafos de arquitectura participan de una forma determinante en la comunicación de la arquitectura, en la construcción de la obra comunicada. 2
Decía Borges que un escritor merece ser juzgado por su mejor página, y acaso un edificio merezca igualmente ser juzgado por su mejor foto. En nuestra era mediática, la saturación informativa narcotiza las retinas: conseguir atravesar la algarabía visual con una sola imagen memorable es ya una proeza de comunicación. Si un edificio consigue producir una imagen que se instale en el recuerdo, seguramente es mezquino negarle reconocimiento. Ser fotogénico, sin embargo, representa sólo la mitad del camino, porque la otra mitad debe recorrerla el fotógrafo.Y de ese retratista de la arquitectura depende que la ruta conduzca a una cima o a una sima: el fotógrafo puede embellecer al edificio o arruinarlo, mejorarlo interpretándolo o degradarlo hasta hacerlo irreconocible. Al hacerlo, el fotógrafo se convierte en coautor del edificio, que no existe sólo en la materialidad de sus fábricas. sino en la retina y en la conciencia de los hombres. Regatear al fotógrafo la autoría interpretativa supondría ignorar que el Ulysses castellano es tanto de Joyce como de Valverde, que Chopin pertenece también a Rubinstein, que Serrat es autor de Machado, que Canaletto fue tan arquitecto de Venecia como Antonio López lo está siendo de Madrid. Cuando Le Corbusier eligió a Lucien Hervé, era un intérprete y un socio lo que estaba eligiendo, y no otra cosa buscaban los grandes arquitectos norteamericanos que se hacían fotografiar por Ezra Stoller o Julius Schulman.
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A fin de cuentas, la fotografía sobrevive al edificio, lo representa y lo sustituye muchas veces con ventaja. Hay construcciones singulares que han alterado el rumbo de la arquitectura con un puñado de imágenes. El pabellón de Barcelona de Mies van der Rohe apenas tuvo otra vida que la de las emulsiones fotográficas: sin existir, existió más rigurosa, veraz y animosamente que la mayor parle de los edificios sólidos y cansados que nos rodean. Su reconstrucción fue una violación triste: una venganza del arquitecto contra el fotógrafo. Pero el arquitecto sabe que fue una victoria pírrica; porque el edificio nació muerto, mientras aquellas fotos siguen vivas. FERNÁNDEZ GALIANO, Antonio: “Construcciones e imágenes”, Arquitectura Viva, nº12, mayo-junio 1990, pg. 5.
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Yo empecé a utilizar la fotografía como una herramienta de trabajo mas, en el desarrollo de los proyectos de arquitectura, siendo estudiante de la Escuela de Madrid a principios de los años noventa. Aprendí a manejar un pequeño laboratorio fotográfico de blanco y negro e incorporé la fotografía al proceso de exploración proyectual, y por supuesto a su documentación, junto a los dibujos, maquetas, etc. El advenimiento de lo digital no supuso una alteración de la función de la fotografía tal y como yo la utilizaba, todo lo contrario. La tecnología facilitó de una manera radical la captura y edición de las imágenes, reduciendo considerablemente la “barrera” técnica que suponía el manejo y manipulación de lo analógico. Muchos años después, me propuse realizar yo mismo las fotografías de una de mis obras, con el principal objetivo de controlar la secuencia narrativa completa capaz de contar las ideas del proyecto de la forma que a mi me interesaba. La fotografía se convirtió en una manera de hacer arquitectura. Y esta experiencia me confirmó la posibilidad de utilizar la fotografía, como una herramienta de pensamiento, una manera de trabajar y contar ideas.
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Me gustaría contar la historia de una foto, realizada en el mes de agosto de 2008. Se trata de la casa y estudio del arquitecto Marià Castelló, en la isla de Formentera, en el archipiélago de las Islas Baleares, en medio del Mediterráneo. Es difícil conocer personas de una valía personal y profesional tan alta como la de mi buen amigo Marià. Arquitecto comprometido, responsable, con extraordinaria sensibilidad y talento para la arquitectura. Hizo su casa, como es él, liviano, sin hacer ruido, sin tocar el suelo, sencilla y radical. Pensamos esta foto durante 4 meses. Un día le llamé por teléfono. Marià, tengo un tema que le vengo dando vueltas, la arquitectura bajo la luz de la luna... Su entusiasmo casi superaba al mío, planificamos el qué, el cómo, cuándo, la narrativa, un historia que contar. Elegimos la luna llena de agosto, "Luna de agosto, madre y señora del vino, hazme encontrar el camino..."... Después de un día intenso, de sol, salitre, el aroma de las sabinas, del romero y del orégano, salió la luna, como una bola roja en el horizonte. A las 2:30 de la mañana, estaba en la posición adecuada. Realizamos varias tomas, con exposiciones de casi 2 minutos cada una. El resultado nos dejó muy impresionados. De todas las fotografía tomadas, elegimos ésta porque tiene el pequeño trazo del faro de unas motos, que durante el disparo, pasaron por la carretera de San Francesc, al otro lado de la casa. Un detalle que conecta la casa con la realidad, que la rescata de esa composición casi onírica, irreal y en cierto modo, la humaniza. Encuentro poco sentido en explicar las fotografías o cualquier forma de expresión. Creo que es limitar su capacidad de comunicación, condicionar su lectura y finalmente simplificar el mensaje. Me parece mucho mas interesante la “aportación” del observador y dejar que cada cual se la apropie de acuerdo a su mundo, sus referencias y su sensibilidad. Es una fotografía a la que le tengo un gran cariño, espero que os guste.
Jaime Sicilia Fernández-Shaw Arquitecto Madrid, noviembre 2015 6
LA FOTOGRAFÍA HOY cristían pérez villarroel
(C) Cristián Pérez Villarroel. Matera, Italia.
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La masificación de los teléfonos móviles que incorporan una cámara de fotos con calidades de toma y exposición cada vez mejores y sorprendentes, sumado a la posibilidad de exhibirlas de modo instantáneo ante masivas audiencias en plataformas como Facebook, Twitter, o Instagram, nos plantea el desafío de preguntarnos por la fotografía hoy que es el año 2015. Reflexionar sobre las fotografía como oficio y como arte significa pensar sobre un hecho relevante, por cuanto es una actividad que ha dejado de ser privativa de unos pocos elegidos y ha llegado a ser una actividad casi cotidiana para el hombre contemporáneo. Esta verdadera revolución que equivaldría, llevando esto a nuestro oficio de arquitectos, a que cualquier persona pudiese proyectar, calcular, y construir su casa o su lugar de trabajo en cosa de instantes, despojando a nuestra actividad de toda condición de cofradía que aún conserva desde el Medievo. Sin duda que la masificación y democratización de estos quehaceres, se vincula al acceso al crédito, al retail, la irrupción de grandes almacenes de construcción y sus derivados que nos han privado, de encargos que habitualmente eran realizados por los arquitectos. En efecto, tal como una fotografía de buena calidad puede realizarse desde un teléfono móvil, las obras de mejora de una casa, o la remodelación de una cocina o baño puede efectuarse desde los corners y exhibiciones de estos almacenes de retail de construcción. Y esto es sólo el comienzo. De aquí a unos años probablemente, casas de diseño completas de arquitectos de renombre se comprarán en tiendas de retail como hoy vamos al supermercado por una botella de vino de guarda firmadas por el enólogo que hizo el mosto. Esto es el mundo de lo instantáneo y sin reflexión, de lo inmediato, del abrir y cerrar de ojos ¿Y acaso no es esto una característica de la fotografía? Durante mucho tiempo, el concepto instantánea y fotografía eran equivalentes. Captar el momento, la situación exacta, era un leiv motiv del oficio, incluso o como gran arte. Cartier Bresson, el más grande maestro de la fotografía francesa del s xx, decía "es un boceto hecho con intuición que no puedes corregir, para eso sacas otra foto, no puedes pedirle a alguien: sonríe otra vez". Hoy esto es una realidad cotidiana con las redes sociales como. Sacar una fotografía, una selfie, y luego publicarla en la web en forma inmediata y sin costo, informando a nuestros amigos o desconocidos del mundo entero de nuestros viajes, lo que comemos, o lo que vemos, nos vincula a la ilusión de estar siendo parte de algo de un todo.
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Como personajes de una noticia, como aventureros o protagonistas de una revista de papel cuché. Como si fuéramos parte de un reallity show global, permanente y perpetuo. La necesidad de informar a los demás de donde estamos que hacemos y quienes somos, como si de una urgencia se tratase, en una suerte de exhibicionismo impúdico, nos habla de la soledad del hombre contemporáneo y su profundo cansancio. Soledad y cansancio existencial que se mitiga y también se estimula con las imágenes como recurso y la fotografía como instrumento, y las redes sociales como medio de soporte. Es la vida llevada al tiempo de lo inmediato, de la satisfacción instantánea. Los diez mil años de civilización derribados de un shot fotográfico. Ya decía Marcuse, que la civilización es una postergación de la satisfacción inmediata del deseo a cambio de la seguridad (¿Acaso no es eso el matrimonio, la base de civilización?). La Fotografía como hecho, que un principio se trató de un asunto de alquimistas que trataban de fijar la luz y el tiempo, en una mezcla de papel con soluciones de plata, y que deriva prontamente a una imitación de la pintura, es hoy un mecanismo que subvierte la represión del deseo y el eros, y se transfigura en una satisfacción inmediata de un deseo y a la vez esto en un instrumento de evasión de la soledad. De afirmación del yo mediante una especie de grito que busca decir aquí estoy, buscando la aprobación mediante likes y una declaración de la importancia que nos auto suponemos frente al resto de la humanidad. La fotografía de los pioneros , y la fotografía de las selfies y Facebook son un mismo acto: una acrobacia para vencer el tiempo y la muerte.
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COMO TOMO LAS FOTOGRAFIAS
Antes la pregunta es porque tomo fotos. Y es porque me gusta dibujar y me gusta la pintura. Trato de dibujar y sobre todo pintar con la cámara. Muchas veces busco los colores, sin importarme demasiado lo que fotografío. El color es algo de suma importancia. Sólo se puede amar en colores. 1.Fotografiar es viajar y dibujar con la luz. Y viajar liviano. Antes de cruzar la puerta de salida, pienso que es en verdad un viaje. Dar una vuelta la manzana, coger la Vespa para ir al centro de Santiago, ir a lo profundo y alto de la Cordillera de los Andes , o coger un avión a Katmandú, es lo mismo. La misma actitud. Sólo se necesita una cámara y voluntad. El viaje de Baudelaire, como lo entendieron Rimbaud, Le Cobusier, Khan, Claude Levi Strauss:
“Pero los verdaderos viajeros solo parten por partir Corazones a globos semejantes Ante la duda solo piensan Adelante! , Adelante!”
2.Cojo la cámara. Tengo tres digitales que utilizo, dos Nikon D-70 y d 3000, con lente 17-200, y una Leica pequeña. Me he hecho adicto a la Leica. El peso, los colores, la versatilidad y un lente fijo de 2,4 mm, que me fuerza necesariamente a aplicarme en el encuadre, hace que la prefiera para ir a la cordillera o viajes cortos. Para experiencias más largas y con más gente , Las Nikon . 3.Dejo que las cosas me traspasen, me pierdo en ellas . Las personas, la música, los colores, los paisajes, trato de perderme absolutamente. Si voy por una calle de Old Delhi, dejo que un encantador de serpientes me detenga , o si voy por Valparaíso , me dejo embrujar por el vendedor de motemey. Que la relación sujeto-objeto se disuelva. Si se trata de fotografiar personas, hablo con ellas, me hago amigo, las invito a alguna cosa converso. Las conozco. Las seduzco. Luego, capturadas, disparo a mansalva y con crueldad. Quiero apoderarme de ellas para siempre como un cazador. Esto es válido para los paisajes, y para las ciudades. Disparar siempre con instinto frio y con frenesí. Un buen disparo es orgásmico. Es total. Es vida en estado puro. Por eso nunca dejaré de tomar fotos
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4.Para los encuadres, es necesario la práctica, y estudiar, ver el trabajo de otros, como los maestros han hecho sus tomas. Yo miro habitualmente a Ansel Adams, Edward Weston, a Cartier Bresson, a Sebastiao Salgado, Sergio Larraín y mi maestra, Paz Errázuriz. De la observación de los maestros propios y el ensayo y error, se deviene el buen trabajo. Esto es lo más parecido a diseñar, dibujar y componer una planta. De hecho y de algún modo son cosas muy parecidas. 5.Luego regreso a casa. Entonces tengo la memory card. Antes, los negativos. Luego voy al computador que es un Mac porque me gusta la resolución del color y la escala de grises de estas máquinas. Y entonces hay que usar la cabeza y las emociones. En el cuarto oscuro dibujaba literalmente con la luz. Era lento, maravilloso. Uno pasaba horas y horas, entrabas de día y salías de noche. Es necesario esto pasar por esta disciplina. Saber que la fotografía es grabar, con la luz . Pero ahora utilizo mi Mac. Y programas como Picassa, o Lightroom. Y decido en la lucidez y calma de mi oficina. Hay tomas que son en blanco y negro, y otras en color. Las blanco y negro tiene que ver con lo fotografiado son mentales. Las de color, el tema es el color. Y me gustan los colores rabiosos. Con las fotos en blanco y negro, se trata de calmar la cabeza y hacer vibrar el espíritu. Las de color se trata de estimular los sentidos. El gusto el olfato, las emociones. Algunos fotógrafos desprecian el color y la fotografía digital y eso es puro talibansimo, es ridículo. Las imágenes son de quienes las vean. Cartier Bresson decía que las únicas fotos que valen la pena son las que uno pueda mirar más de dos minutos y tenía razón. Estas dejan de pertenecer a uno apenas se exhiben. Lo que provoque en cada uno es lo que importa. El viaje interior que cada uno realice al verlas.
6.- Eso es todo. Lo demás en ver las fotos. Cada cierto tiempo y corregirlas si es necesario.
Pero para mí, todas las fotografías son ventanas hacia afuera y hacia adentro. Hacia afuera ,porque detienen la vida en un lugar del espacio, en un instante preciso. Podemos contemplarlas y recorrerlas en sus formas. Tal vez experimentemos placer si como sujetos consideramos bello el objeto que vemos. O nos evoca momentos que fueron, que no serán, llenándonos de nostalgia, por ejemplo inoculando esa cuestión subjetiva y humana que es la emoción. Pero estas son cosas que no me preocupan. Lo verdaderamente inquietante es la mirada interior. Cuando posicionamos el rectángulo de la cámara y escogemos el encuadre -uno sólo entre las infinitas posibilidades del espacio plano- buscamos retratar no lo que está frente a nosotros, sino dibujar con la luz, la proyección de uno mismo en ese paisaje, en ese rostro, o en esa mujer; en la elocuencia del mínimo objeto. Por esta razón pienso que cada fotografía es necesariamente un autorretrato. Mirar una fotografía requiere imaginarse el ojo que vio y a través de él, el universo entero del quien hizo el disparo.
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LA FOTOGRAFÍA HOY cristían pérez villarroel
Editado por: Ma. Pilar Pinchart Saavedra / Planta Libre Diseño Gráfico: Isaac Gimeno Pujabet Proyecto Financiado por Fondart Convocatoria 2015
Auspicia