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I. 20 aniversario de la caída del Muro de Berlín

Derribar muros: la metamorfosis del mundo después de la caída del Muro de Berlín MANUEL MONTOBBIO Doctor en Ciencias Políticas y Diplomático

Quienes hemos sentido acelerarse el palpitar de nuestro corazón con la velocidad del metro de Berlín cuando cada mañana atravesaba sin parar las metralletas y los perros de !os soldados que custodiaban las estaciones vacías de! Este en nuestro trayecto del sector francés al americano, quienes hemos visto y vivido otro tiempo y otro mundo al bajarnos en la estación de Friedrichstrasse,., tendremos tal vez un día que sacar nuestros recuerdos del o!vido para expücar a nuestros nietos que hubo un día en que no hubo un Berlín, sino dos; en que no hubo un mundo, sino dos. Dos mundos separados o cosidos por un telón de acero; al atravesarlo se entraba en un mundo distinto, un mundo con otra lógica y otros valores universales, un mundo atravesado por trenes con otra luz, otro co!or u otro ritmo, cuyas

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vías conducían a otra estación final de la Historia, aquella en que la hegeliana o marxista tesis del feudalismo confrontada con la antítesis de! capitalismo alcanzaba !a síntesis final de la Historia con la construcción del comunismo o socialismo realmente existente, bajo la dictadura del proletariado, vanguardia revolucionaria con vocación de extender al universo su universalidad a golpe de bayoneta o panfleto. Un telón de acero, un muro construido no sólo con adoquines y alambradas, sino también fruto, y ai tiempo expresión, de la tensión EsteOeste eje estructurador del sistema internacional de la Guerra Fría, expresión y evolución extrema de la lógica del equilibrio de poderes como articu!adora del mismo. Tensión presente en todo el mundo, clave explicativa de todas las guerras, desde El Salvador a Vietnam, y del

pensamiento y acción internacional, paz entendida como ausencia de confrontación global, garantizada por la destrucción mutua asegurada. Telón y tensión divisora y articuladora de! mundo de fuera y del de dentro de cada uno, simbolizados como ningún otro por el Muro de Berlín: por eüo a! ser éste derribado por los ciudadanos de Berlín Este el 9 de noviembre de 1.989, se nos creó a todos la ilusión de que no sólo Berlín volviera a ser uno, sino también ei mundo. Caían o podían caer con el Muro muchas cosas. Ciertamente los llamados regímenes del socialismo realmente existente, fracaso de una utopía o pesadilla, realización en !a Historia de ideas nacidas para moverla, fyiás no menos, e igualmente, !a concepción de la sociedad internacional como estado de naturaleza en

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© Comisión Europea- Entrada al Museo del Muro. Berlín

que se basaba la estructuración del sistema internacional bipolar de ta Guerra Fría, y ta capacidad det hombre de ser ese nobbesiano tobo para et hombre que subyace tras elta. O el supuesto implícito del destino de ta universatidad occidentat, esa contradicción in términis, de convertirse en universatidad universal; perspectiva a la luz de ta cuat la confrontación Este-Oeste puede ser contemplada en definitiva como una lucha entre cuát entre dos visiones de la universalidad occidentat

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- e n buena medida nacidas det pensamiento engendrado en esa Atemania dividida por et Muro, hijas de Kant o de Marx- iba a ser ta universalidad universal, de alguna manera por elto última confrontación de modetos occidentates que contemptaba et universo o el mundo como escenario, basada en el supuesto tácito de su universalidad de destino. Podían caer, pero en buena medida no cayeron, los muros intelectuales que nos dividían, los paradigmas que

sustentaban - e n las ideas, en los imaginarios colectivos, en los espíritus- el mundo cuya existencia física fue derribada con el Muro, el mundo dividido en dos, o tos dos mundos en que nos habíamos acostumbrado a vivir, et nuestro y et de los otros. Y si tos otros eran ya o volvían a ser nosotros, tal vez fueran otros los otros. Tal vez no fuera por ello casualidad que ta interpretación det fracaso de ta universalidad det socialismo realmente existente se hiciera en un primer

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momento, de la mano de Fukuyama, en clave de final del la Historia, que habría alcanzado su síntesis final, no en el comunismo que propugnara Marx encarnado en el socialismo realmente existente, sino en la democracia liberal y la economía de mercado que se extendían imparables más allá del telón de acero como único modelo encarnador del progreso hacia el que todas las sociedades debían conducir su Historia. Ni tampoco que, cuando la emergencia del factor cultural e identitario se configura como clave explicativa de que no todas puedan querer en la misma manera o con la misma interpretación ese único y deseado fin de la Historia, Huntington intentara transponer, en su teoría sobre el choque de civilizaciones como clave explicativa de la configuración del nuevo orden mundial, las diferencias entre éstas como nueva tensión o eje estructurados en sustitución de la Este-Oeste, del sistema internacional de la posguerra fría; lo que, a sensu contrario, implicaba la aceptación de los demás supuestos y paradigmas en que el sistema internacional se sustentaba, la tesis de que la caída del Muro había supuesto el cambio de eje estructurador del sistema internacional, y no el cambio del sistema mismo. Bien es cierto, que junto a la inercia apuntada de los viejos paradigmas, emergen en el deshielo de la Guerra Fría

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nuevas realidades que no hubieran sido posibles en ella, como la resolución de los conflictos periféricos en que se reflejaba, de Angola a Centroamérica, y el desarrollo de nuevas generaciones de procesos y operaciones de paz por las Naciones Unidas, al tiempo que la emergencia de nuevos conflictos de raíz identitaria que ésta había mantenido hivernados. O como y, sobre todo, la emergencia a partir de la Conferencia de Río de Janeiro en 1992, de la serie de conferencias mundiales de carácter temático que culminaran, al filo del nuevo milenio, con la proclamación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio como objetivos globales compartidos y hoja de ruta común de la humanidad, sustancia del compromiso del contrato social de la humanidad consigo misma. Pero no lo es menos que la caída del Muro ha sido en buena medida seguida por ía construcción de otros, por su sustitución por otras ideas o ejes para seguir trasponiendo gattopardianamente los mismos esquemas divisorios; que cuando la verdadera transformación radica en pasar de universales cerrados a universales abiertos, de la construcción del nosotros frente a los otros a la del nosotros que somos todos, un muro invisible nos ha mantenido sustituyendo unos universales cerrados por otros, unos otros por otros.

Si al volver la vista atrás, al contemplar los veinte años transcurridos desde la caída del Muro me preguntaran qué es lo esencial que ha ocurrido en el mundo desde entonces, lo que lo ha cambiado y lo que puede cambiar, diría que en el entresiglos transcurrido entre el 9-11 de la caída de éste y el 11-9 de la de las Torres Gemelas, no sólo hemos vivido una época de profundos cambios y transformaciones, sino también y sobre todo un cambio de época. Un cambio de época caracterizado por tres transformaciones con repercusiones globales, tras las que el mundo no puede ser ya el que era: la de la giobalización de la sociedad de la información; la de la emergencia y desarrollo de China e India, y en general de Asia Pacífico, fenómeno sin precedentes que no sólo altera el equilibrio y los centros de gravedad global, sino que muestra que el desarrollo es posible, de tal modo que la mitad de la humanidad avance simultáneamente hacia él, cuestionando a su vez el mal desarrollo global y todos los equilibrios previos, planteando la necesidad de su sostenibiliiidad global; y la construcción europea como nueva manera de construcción del sistema internacional a través del Derecho, basada en la concepción de la sociedad internacional como contrato social y no como estado de naturaleza. Giobalización de la sociedad de la información que im-

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plica profundas transformaciones de la sociedad internacional y de las sociedades nacionales en el qué, en el quiénes y en el cómo. De la sociedad y de la economía, de la política y del derecho. Globalización que plantea oportunidades, pero también problemas globales, cuya solución no resulta posible desde el Estado y en el Estado, y plantea la política más allá del mismo, a través de la participación en organizaciones internacionales, bloques de integración regional, asociaciones y redes, que, por un lado, configura una gobernanza global multicéntrica no necesariamente coordinada y coherente en su actual arquitectura; y por otro, da lugar a una redefinición y profunda transformación del poder político, de la soberanía y del derecho, que, junto a su tradicional base territorial y estructura estatal, pasa en buena medida por la participación y capacidad de incidencia en el funcionamiento y resultados, decisiones, políticas y normas definidas por dichas organizaciones y redes. Lo que, junto a los desfases señalados, plantea la necesidad y reto de construcción de mecanismos y reglas para la gobernanza global. Sostenía Kenneth Boulding que nos encontramos ante el cambio de paradigma de! cowboy en el Far West al del astronauta en la nave espacial. En la era de la globalización de la sociedad de la información nos encontramos

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todos ya en la nave espacial Tierra, destino futuro: nosotros somos, querámoslo o no, todos. Y sin embargo nuestras culturas y civilizaciones nos preparan para ser un nosotros frente a los otros. Tal vez porque, al contrario que Valle-lnclán en su esperpento, que sometía la realidad a la deformación de su imagen en los espejos cóncavos y convexos del Callejón del Gato, la técnica utilizada por las civilizaciones para aproximarse a ésta parece ser justamente ia contraria: la de utilizar espejos cóncavos o convexos para contemplarnos a nosotros, a los otros y al mundo, como si fueran espejos planos, en la creencia de que son espejos planos. Superar esa tensión entre el nosotros que somos realmente todos y la inercia de pensar y actuar como nosotros frente a los otros, salir del Callejón del Gato, se configura así como el mayor reto para la asunción de cambio de época contemporáneo y la conducción de la nave espacial Tierra, destino futuro. Salir del Callejón del Gato y construir la gobernanza global requiere así, en primer lugar, la deconstrucción de los espejos cóncavos y convexos que nos retienen en él. Como el de Occidente y su universalidad; el del y los orientalismos, a través de los que desde Occidente contemplamos Oriente, afirma-

mos y definimos al otro; el del y los occidentalismos, a través de los que los otros contemplan y definen a Occidente; o el de los "valores asiáticos", cuya proclamación desde Asia pretende sustentar y afirmar una universalidad o valores colectivos alternativos a los proclamados como universales desde y por Occidente. Y de las ideas que subyacen tras ellos, desde ciertas concepciones de la identidad o las cosmologías a las visiones clásicas sobre la democracia, el desarrollo, la cultura y la paz o ei sistema internacional y la política exterior. Un sistema internacional basado en el si volens paoem para bellum y el pacta sunt sen/anda, construido tradicionalmente en torno al imperio o el equilibrio de poder, para el que la sociedad internacional se identifica con el estado de naturaleza en que los Estados y los actores internacionales se relacionan con otros para satisfacer su interés nacional. Requiere también, a partir de dicha deconstrucción, de ia construcción de un sistema global sobre ideas-cimiento que lo sostengan e ideas-cemento que lo aglutinen. Ideas cemento sobre la democracia, ampliando su contenido de la democracia electoral a la social y ciudadana, y su ámbito más allá del Estado a los ámbitos de gobernanza regional y global; sobre el desarrollo, pasando a concebirlo como


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verbo transitivo -unos desarrollan a otros- a hacerto como verbo intransitivo -todos estamos en desarrotto y nos desarrollamos a nosotros mismos-, como libertad y aumento progresivo de capacidades, en la senda que nos indica Amartya Sen; sobre la cultura, pasando de su ignorancia a la asunción de ésta y su diversidad como componente esencia! de nuestras necesidades identitarias y motor de desarrotlo; sobre la paz, identificada no sólo como ausencia de violencia directa, sino también estructural y cultural, no como enfermedad a curar cuando estalla una guerra, sino como salud a cuidar en todo momento. Ideas-cemento, perspectivas o valores como la tolerancia y el espíritu crítico; ia vida, la libertad, ta identidad, la iguatdad y la solidaridad, el valor, en definitiva, del ser humano que somos todos y cada uno; de ia sociedad abierta y los universales abiertos, de las ciudadanías e identidades múltiples y multinivel, entre eltas nuestra común ciudadanía cosmopolita, de los diferentes caminos, desde Oriente u Occidente, para llegar hacia ellas. Requiere sobre todo, como nos señala Amin Maalouf en

Le dérèglement du monde (2009), tras constatar las falsas victorias, las legitimidades erosionadas y las certezas imaginarias en que hemos vivido desde la caída del fvluro, adquirir la conciencia de la

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necesidad de desarrollar "una concepción del mundo que no sea sólo la traducción moderna de nuestros prejuicios ancestrales" (2009: 314), de construir la civilización frente a tas civilizaciones, de tas civilizaciones sobre la base de nuestra común condición humana y ciudadanía cosmopolita, de los principios universales compartidos por el nosotros que somos todos. Civilización y principios sobre los que se asiente un sistema de gobernanza global capaz de hacer el viaje del nosotros que somos todos en la nave espacial Tierra del hoy al mañana, en que entregaremos el puente de mando a nuestras hijas e hijos. Un sistema, en definitiva, para la conformación y realización de las preferencias colectivas globales. Para la preservación, creación, uso y disfrute de los bienes públicos globales. Para la elaboración y cumplimiento de normas mínimas globales. Para la paz, la democracia, et idesarrotto, la diversidad cuttural y ta articulación de una cultura y mirada cosmopolita compatible con la propia cultura y mirada. Para el buen funcionamiento y desarrollo del mercado global, al tiempo que para la introducción de las correcciones y complementos sustantivos necesarios para la satisfacción de las necesidades globales y el desarrollo humano. Para ta conformación det nosotros que somos todos. Para que seamos todos.

Disponemos para afrontar ese reto sin precedentes de algunos etementos esperanzadores que nos indican el camino a seguir, como tos ya apuntados de ta emergencia y desarrollo de China e India o la experiencia europea de construcción internacionat a través de la integración en ei Derecho, frente a tas det tmperio y el equitibrio de poderes que, como nos señala Robert Cooper, le habían precedido. Sabemos que se trata tan sólo de una de las posibles historias de la Historia; que, como nos señataba María Zambrano, tas creencias y tas ideas mueven la Historia, y que, mientras las creencias nos vinculan necesariamente hacia et pasado, tas ideas anuncian et futuro y lo adelantan. Y tenemos ideas para construirlo. Sabemos, como nos dijera Foucault, que la cárcel está en uno mismo; y el muro que debemos derribar para construir el futuro también está ahí en el espejo, los espejos que nos retienen en el Callejón del Gato y nos impiden salir de él, en el miedo a que nuestro yo no sea et de nuestra imagen en ei espejo, o sea más alta o más acá de etla. Sabemos también, como nos dijera Kant, que el hombre es et único ser que se trasciende a sí mismo. Y ese trascenderse a sí mismo, esa t<antiana realización de nuestra esencia requiere.

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Derribar muros: la metamorfosis del inundo después de la caída de! Muro de Berlín

en este cambio de época, la metamorfosis de la crisálida en mariposa, acabar de derribar los muros que le impiden y nos impiden transformar una en otra, no sólo fuera, sino también dentro de cada uno. Derribarlo y derribarlos es el mejor homenaje que podemos hacer a la memoria del derrumbamiento, veinte años atrás, del Muro de Berlín.

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Con el convencimiento de que lo que hemos vivido desde entonces, lo que podemos y queremos vivir a partir de ahora, no es ei fin de la Historia, sino el principio. De que lo que estamos viviendo y queremos vivir en este cambio de época es el fin de la larga Historia de la humanidad que no alcanza a serlo del todo, o, en expresión de Amin Maalouf, el

fin de una demasiado larga Prehistoria. Derribemos el muro, los muros, y caminemos por ella.

Autor de Salir del Caílejór^ del Gato. La deconstrucción de Oriente y Occidente y la gobemanza global. Icaria, 2008. Reseña en Tiempo de Paz n.= 93, Verano 2009, pp. 109-111.

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