“EL COMPAÑERO” UN CUENTO DE NAVIDAD
El compañero, entro de noche a la plaza, recorrió a sus anchas los diez metros cuadrado donde sembró su carpa hace unos meses. Miro al cielo nocturno y creyó ver que era de día, en las alturas de su imaginación encontró al sol y sin prisa, camino a buscar la sombra del asta bandera. Se formó atrás de un alguien ausente, abotonó al cuello el último botón de su chamarra, bajó de sus hombros una pequeña silla plegable y se sentó solitario a esperar la Nochebuena. La plaza esta prácticamente vacía y sin embargo en ella entran y salen sus recuerdos, agitados por el viento frio de la noche y la emoción de sentirse de regreso en casa. A lo lejos se escuchan villancicos navideños que vienen sonoros desde la pista de hielo, mientras las luminarias decorativas de los edificios público del gobierno del D.F. acomodan sus destellos por encimas de los autos que alcanzaban a cruzar por estas calles citadinas reservadas para los festejos de esta noche. De su mochila, sacó un montón de papeles, uno a uno los fue desdoblando, con mucha paciencia. Uso su pequeño celular como lámpara y buscó entre los recortes del periódico esa foto que publicó la Jornada donde pudo mirarse con orgullo al lado de los demás compañeros gritando con el puño en alto. Por un momento, se sintió en el vértice de la historia miro hacia Palacio Nacional y no pudo evitar mirarse dentro de la foto color sepia donde al frente marchan sonrientes Adolfo López Mateos y Luis Aguilar Palomino, un 27 de septiembre de 1960. Sonrió a esa revelación y pensó en la actual lucha de resistencia del SME reconfortado por el papel periódico que estiraba entre sus manos. En medio de la noche leyó otra vez la historia que ya conocía. Policía Federal asaltando el edificio de Verónica, la imagen del “Presidente del Empleo” destrozando la vida de miles de familias electricistas, la traición del marrano Muñoz y las intensas jornadas de resistencia que a lo largo de dos años nos han mantenido de pie, hasta llegar a marzo pasado y los meses de ocupación del Zócalo de la ciudad de México. Recordó el arrebato del viento empujando las carpas del campamento al cielo, se miró abrazado al mástil de un barco en un océano de cemento, volteó con el alma en vilo hacia la carpa donde ya no estaba la huelga de hambre y respiró hondo cuando solo vio, como en una isla desierta, a un par de chamacos intentando volar un papalote. Volvió a la multitud reunida en asamblea, estaba de pie bajo el calor intenso del sol, cuando Martín nos dijo que nadie tenía que rendirse y que la lucha sería de una resistencia prolongada. Podía escuchar el eco de las voces que se entrecortaban cuando el 5 de Julio del 2010 la Suprema Corte de Justicia votó a favor de la constitucionalidad del ilegal Decreto de Extinción de Luz y Fuerza.
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