Más dinero no siempre

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Más dinero no siempre es igual a más felicidad Nicole C. Fuentes En la teoría económica tradicionalmente se ha asegurado que los cambios en la felicidad de una nación están directamente relacionados con los cambios en el poder adquisitivo de sus ciudadanos. Con más dinero podemos consumir más, satisfacer más necesidades y ser más felices. De aquí las recomendaciones dirigidas a incrementar el ingreso nacional. Sin embargo, hallazgos de estudios científicos que han explorado la relación entre ingreso y felicidad ponen en tela de juicio la receta de los economistas para generar felicidad exclusivamente a través del ingreso.

Investigaciones a nivel global muestran una franca relación positiva entre el ingreso nacional y la felicidad de los habitantes; no obstante, existen casos de países donde cambios en el ingreso nacional no han estado acompañados de incrementos significativos en la felicidad promedio de su gente. Tomemos el caso de Estados Unidos; en los últimos cuarenta años el ingreso real per-cápita se ha duplicado y sin embargo, el porcentaje de personas que se considera muy feliz ha permanecido estable. Este fenómeno también es cierto para Japón y otras sociedades occidentales y sugiere que otros factores, además del ingreso nacional, tienen ingerencia en la felicidad de la gente. ¿Qué pasa con la relación entre ingreso y felicidad a nivel personal? Los estudios indican que a nivel individual esta relación es frágil. En otras palabras, más dinero no siempre genera más felicidad. ¿Cómo explicar la incapacidad del ingreso adicional para aumentar la felicidad de las personas? Las comparaciones sociales, la trampa del estatus y el proceso de habituación contienen parte de la respuesta. Las comparaciones sociales tienen un efecto tóxico en la felicidad. Cuando la mayoría de nuestros conocidos maneja un auto pequeño, podemos sentirnos satisfechos con el nuestro. Pero cuando algunos cambian su auto pequeño por una camioneta de lujo nos preguntamos si debemos seguir su ejemplo. Nuestros deseos y necesidades están altamente influenciados por los integrantes de nuestro círculo social o grupo de referencia (familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos). Vivimos en contextos sociales determinados y constantemente nos comparamos. En el caso del ingreso, por ejemplo, comparamos el nuestro con el de aquellos en nuestro grupo de referencia y no con el de una estrella de cine. Y en esta comparación no es importante la cantidad absoluta de dinero, sino la cantidad relativa. Realizaron un experimento en la Universidad de Harvard y preguntaron a los participantes en donde preferirían vivir, un mundo donde ganaran $50,000 dólares al año y todos los demás habitantes $25,000 dólares, o un mundo donde ganaran $100,000 dólares al año y el resto $200,000 dólares. La mayoría eligió el primer mundo, donde ganarían menos en términos absolutos pero más que los demás. Evidencia científica muestra que las personas que consideran tener más dinero o más bienes materiales en comparación con los demás son, en promedio, más felices que los que consideran tener menos.

Con frecuencia gastamos dinero en bienes de posicionamiento; es decir, bienes que indican a los demás nuestra posición en la sociedad (ropa de marca, automóviles de lujo, etc.). Una bolsa de lujo cumple la función de guardar artículos personales tan bien como una bolsa económica, pero la de lujo además confiere estatus a quien la usa. Cuando muchas personas empiezan a tener la misma bolsa, ésta pierde su función como bien de posicionamiento y ahora es simplemente una bolsa que sirve para guardar cosas, pero que costó una fortuna. Cuando gastamos más en estos bienes y nuestro estatus mejora, nuestra felicidad aumenta. Sin embargo, cuando el resto de las personas también gasta más en bienes de posicionamiento, el resultado inevitable es que nuestra posición social relativa permanece, pero en el camino gastamos el dinero adicional. Caemos en esta trampa de buscar nuestra felicidad a través de mejorar nuestro estatus social y posición relativa adquiriendo más bienes materiales. Y es que efectivamente, estas acciones producen felicidad en el corto plazo. El problema es que el efecto de los bienes materiales en la felicidad es de corta duración y se evapora rápidamente; sin embargo, el esfuerzo requerido para obtener estos bienes es muy alto (más horas en la oficina, menos tiempo con la familia, más deudas y más estrés) ¿Qué lección aprendemos? La realidad es que no importa que tan exitosos o ricos seamos invariablemente nos toparemos con alguien que lo sea aún más. Si queremos que nuestro ingreso extra tenga un impacto mayor y más permanente en nuestra felicidad debemos evitar las comparaciones sociales y evitar caer en la trampa del estatus. El fenómeno de habituación también explica por qué más dinero no siempre se traduce en más felicidad. Gastamos dinero en artículos a los que nos acostumbramos rápidamente (autos, ropa de marca, joyas, casas, etc.). Estos artículos nos brindan satisfacción cuando recién los adquirimos, pero a medida que los usamos su efecto en la felicidad se diluye. El auto nuevo huele a nuevo solamente los primeros meses. La felicidad que nos otorgan estos bienes es pasajera pues nos habituamos. El dinero adicional tiene un efecto más grande y permanente en la felicidad cuando lo gastamos en experiencias, por ejemplo, unas vacaciones con la familia, hacer ejercicio o desarrollar un pasatiempo. Existe una manera para comprar más felicidad y es gastando el dinero adicional en los demás.

De acuerdo con los investigadores Elizabeth Dunn y Michael Norton, una de las maneras más gratificantes de usar el dinero es invirtiéndolo en los demás y puede hacerse de muchas maneras diferentes: donando dinero a fundaciones que apoyan a personas en lugares lejanos o invitando la cena a un buen amigo. Dunn y Norton además demuestran que este principio no es sólo aplicable a individuos, sino que puede ser utilizado por empresas que tienen como objetivo aumentar la felicidad de sus colaboradores o crear productos que brinden más satisfacción. Algunas empresas como PepsiCo y Google están aprovechando estos beneficios motivando a sus benefactores, clientes y empleados a invertir en los demás. La generosidad es una vía por medio de la cual el dinero puede generar felicidad. ¿Cómo hacer entonces para que más dinero se traduzca en más felicidad? La ciencia de la felicidad nos sugiere evitar las comparaciones sociales y la trampa del estatus, dejar de gastar dinero en cosas materiales a las que nos acostumbramos rápidamente y más bien gastarlo en experiencias o invirtiéndolo en los demás.

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