Contexto socio

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Contexto socio-histórico de la Reforma Universitaria

Los radicales al poder En 1916 se eligió por primera vez al presidente de la Nación mediante el voto universal, secreto y obligatorio, aunque las mujeres todavía no gozaban del derecho al sufragio. En esa ocasión la Unión Cívica Radical (UCR) no se abstuvo de las elecciones, como en ocasiones pasadas, y su candidato, Hipólito Yrigoyen, triunfó en forma clara, pero reñida. Su victoria marcó la llegada al poder de la clase media y evidenció la movilidad social que se había producido en las familias de inmigrantes cuyos hijos ya desempeñaban profesiones liberales o eran propietarios de pequeños comercios e industrias. Durante su gobierno, Yrigoyen trató de consolidar el dominio de la UCR y de organizar la su estructura interna. Once provincias estaban regidas por miembros de otros partidos, el radicalismo tampoco tenía la mayoría en el Congreso, y la totalidad del Poder Judicial se hallaba en manos conservadoras. Para combatir a las viejas oligarquías provinciales – que continuaron practicando elecciones fraudulentas-, en veinte oportunidades se valió de las intervenciones federales, con el fin de instaurar auténticos mecanismos democráticos. Yrigoyen trató de disminuir el poder de los monopolios extranjeros con distintas medidas y mantener el control del Estado sobre las “fuentes naturales de riqueza” del país. En concordancia con esa política, en 1919 elevó al Congreso su defensa del petróleo y en 1922 creó Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). Ferrocarriles del Estado se originó en el mismo principio de soberanía. Ante la presencia norteamericana en América Latina, defendió el principio de no intervención en casos como la ocupación de la República Dominicana por parte de los Estados Unidos. A pesar del impulso colonizador, la población rural siguió decreciendo porque la vida en el campo era muy dura, tanto para los chacareros que cultivaban cereales en tierras arrendadas como para los peones de las grandes estancias o quienes trabajaban en los cañaverales, los yerbatales, las plantaciones de vid, o en la explotación forestal. La producción de vacas y cereales siguió creciendo, a diferencia de la cría de ovejas, que se trasladó cada vez más al oeste de la provincia de Buenos Aires, La Pampa, Río Negro y la Patagonia. La industria permaneció estacionaria, el fisco dependió en demasía de los derechos aduaneros y la economía se caracterizó por un déficit presupuestario. La UCR- desmintiendo sus antecedentes revolucionarios- no introdujo modificaciones sustanciales en la estructura económica de la Argentina. La mayoría de sus dirigentes pareció contentarse con haber conquistado el poder y se preocupó por preservarlo a través de una burocracia administrativa. No aportó ninguna iniciativa para mejorar la situación de la clase obrera ni propuso cambios en la relación de fuerzas entre empresarios y trabajadores. Los conflictos gremiales de los años precedentes se intensificaron. En 1917 los obreros de los frigoríficos –que demandaban jornadas de ocho horas y el pago de las horas extra, entre otras cosas- fueron a la huelga y los portuarios se unieron a ellos. Los dueños de los frigoríficos y los estancieros exigieron a Yrigoyen que interviniera y el presidente envió a la Marina para romper la huelga. Sin duda la Revolución Rusa galvanizó las aspiraciones marxistas de muchos trabajadores: en 1918 se fundó el Partido Socialista Internacional, futuro Partido Comunista, y


al año siguiente la tensión social culminó en la “Semana Trágica” del 6 al 13 de enero. El paro en una empresa metalúrgica de la Capital Federal derivó en choques violentos entre los huelguistas y la policía, que dejaron como saldo la muerte de varios obreros y un suboficial. El 9, día del entierro de las víctimas, Buenos Aires se paralizó mientras el cortejo fúnebre avanzaba de Nueva Pompeya a la Chacarita. Estallaron nuevos disturbios repelidos por la policía y hubo unos cuarenta muertos. Yrigoyen transfirió al general Luis J. Dellepiane el control de la ciudad y el 10 se proclamó una huelga general. A lo largo de tres días el Ejército, la policía y grupos nacionalistas antisemitas realizaron un gigantesco operativo de represión. La brutalidad de la reacción gubernamental, en vez de intimidar a los sectores proletarios, fortaleció el descontento popular. Éste se manifestó en más de trescientas cincuenta huelgas en todo ese año, que involucraron a más de trescientos mil trabajadores. Dos años después, a la raíz de la crisis que afectaba a la industria lanera, se generalizó una huelga de peones rurales en Santa Cruz, con ocupaciones de estancias y tomas de rehenes. Ante la protesta de la Sociedad Rural local, Yrigoyen envió al coronel Héctor B. Varela a poner orden en la región; estancieros y peones no llegaron a un acuerdo, creció la violencia y Varela resolvió la cuestión fusilando a decenas de huelguistas. Algunos historiadores aseguran que se ejecutaron a más de un millar de personas. El Congreso trató la matanza, pero no la investigó a fondo y en 1923 Varela fue asesinado por un anarquista. A pesar de los sangrientos capítulos de la Semana Trágica y de la Patagonia, durante el gobierno de Yrigoyen reinó una absoluta libertad de expresión que toleró los insultantes ataques de la prensa opositora. Su estilo personalista produjo rechazo afuera y adentro del radicalismo. Contagió ciertas actitudes demagógicas y paternalistas a dirigentes propios y ajenos, que las imitaron como quisieran interpretar una versión actualizada del viejo caudillismo criollo. Loa adversarios de su propio partido lo calificaron de autócrata. Indiferente a las críticas en 1922, Yrigoyen impuso a su candidato, Marcelo Torcuato de Alvear, que en las elecciones presidenciales de abril obtuvo 460.000 votos contra 370.000 de todos los otros partidos.


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