La funcion en el diseño moderno

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La funci贸n en el dise帽o moderno

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“No era la silla, no era el libro lo que funcionaba sino, otra vez, el hombre, que por medio de su diseño de la silla y el libro funcionaba mejor, es decir, vivía con más plenitud y libertad.”

la validez de una lógica del diseño, primer hace falta reconocer el propósito inicial. ¿Cuál es, entonces, el propósito del diseño hecho por el hombre?¿Basta con responder que el propósito de un edificio es dar refugio, que el propósito de una silla es sostener el cuerpo humano, que el de un libro es permitir que se lo lea?¿Pueden entenderse tales funciones sólo dentro del estrecho radio de lo que consideramos que es su función, o es necesario que indaguemos más aún hasta llegar a una raíz común y definitiva de todos esos propósitos? Las raíces de aquellos pensamientos que hoy parecen obvios —y que con frecuencia repetimos mecánicamente— pueden buscarse en las ideas y obras de los grandes pioneros que nos dieron esos pensamientos no hace mucho tiempo. Es evidente que ellos querían decir más de lo que en general implicamos actualmente. Louis Sullivan, cuya obra y textos se convirtieron en la fuerza inspiradora del pensamiento del diseño contemporáneo, era muy consciente de la profundidad y el alcance de los temas en cuestión. Acerca de su objetivo, escribió lo siguiente: “Hacer una arquitectura que se adecue a su función, una arquitectura realista basada en la necesidad utilitaria bien establecida: que todas las demandas prácticas de la utilidad tengan prioridad como base del planeamiento y el diseño; que no se interponga ningún dictado arquitectónico ni ninguna tradición ni superstición”.Y también escribió, ubicando su pensamiento en un contexto más amplio: “es posible y probable que el hombre hay asido el único fundamento verdadero que dio distinción a las obras que aparecían en primer plano como cosas separadas”¹. Para él, así como para todos los grandes que dieron los pwrimeros pasos para que pudiéramos pensar mejor, siempre fue obvio que el diseño no se hace por el diseño mismo, que el diseño es para el hombre. El hombre fue la raíz del pensamiento de esos grandes, y la función humana fue lo que dirigía y medía todo lo que hicieran. Se abocaron con admirable concentración a las nuevas posibilidades estructurales, pero ese dominio de la técnica era solo un medio para lograr un fin, nunca el fin en sí. No construían para la función de la casa sino para la función del hombre por medio de un edificio. No era la silla, no era el libro lo que funcionaba sino, otra vez, el hombre, que por medio de su diseño de la silla y el libro funcionaba mejor, es decir, vivía con más plenitud y libertad- Y además no era un solo aspecto del hombre, no se trataba meramente de los pies, las manos, los pulmones o los ojos, sino del hombre como un todo. Todo lo que concebían era considerado según sus implicaciones en todos los niveles de la existencia de un ser humano. Si bien reconocían que el pensamiento directo en términos físicos y utilitarios es un paso necesario para armar un diseño sólido, no olvidaban que las funciones utilitarias elementales y el uso honesto de los materiales son apenas condiciones, no objetivos finales. El hombre era el centro de atención; pero no el hombre únicamente tal como era entonces. Se proponían satisfacer las necesidades de comodidad que ¹. Louis H. Sullivan, The Autobiography of an Idea, Nueva York, 1929. Existe versión castellana: Autobiografía de una idea, Ediciones Infinito, Buenos Aires, 1961.

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La obsesión actual por la velocidad y la cantidad ha influido profundamente en nuestra manera de pensar y de sentir. La producción y la comunicación masivas, con su característica visión y pensamiento estandarizados, han elaborado las ideas hasta la exageración y las han convertido en estereotipos gastados. Por lo común, confundimos el eslogan con la verdad, la fórmula con la forma viviente, la repetición de la costumbre con la continuidad cultural. La inercia nos hace cargar con este cadáver de pensamientos sin vida a todos lados. Para detener el agotamiento de la vida de las palabras que usamos, de las ideas y propósitos que nos guían, debemos reacondicionar nuestro equipamiento mental en todo momento. Es necesario estar atentos no solo en las esferas en las que tenemos una vaga conciencia del mal uso y la manipulación intencional de las palabras e ideas, como en la propaganda política o los aspectos más burdos de la publicidad. Pero también hace falta prestar atención en las áreas en las que damos por sentado que sabemos de qué hablamos, en nuestra propia profesión. Allí debemos estar doblemente alertas pues carecemos de la perspectiva que brinda la distancia. Me han pedido que escribiera sobre la función en el diseño. Los términos “diseño” y “función” son preponderantes en nuestro vocabulario cotidiano. La frase “diseño funcional” se acepta hoy en día como núcleo de las actividades profesionales que se proponen dar forma al entorno físico del hombre. ¿Acaso el término “diseño funcional” ha eludido el destino de otras frases repetidas? Siguen librándose batallas, y las últimas escaramuzas en torno al banderín que reza “La forma sigue a la función” siguen vigentes, pero hay motivos para suponer que el pensamiento intrínseco ha perdido su vigor vital. Por ende, cabe comenzar haciendo preguntas, examinando los términos fundamentales cuyo significado suponemos claro. No demos nada por seguro y sometamos nuestras frases hechas a un escrutinio minucioso. ¿Qué es la función en el diseño? Responder a esta pregunta de modo lógico es contestarla según sea relevante al propósito que la originó, Para reconocer

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La función en el diseño moderno esos logros; el hombre productivo, el hombre activo, la felicidad del hombre, su desarrollo y su promesa. Porque ¿cómo esperamos que todos estos diseños maravilloso, prolijos, frescos, funcionales que están creando los mejores diseñadores en sus mejores momentos puedan cumplir verdaderamente su función si al hombre se lo agota cuando se fabrican los productos que deberían beneficiarlos? El placer de hacer, que William morris denominaba “el único derecho de nacimiento que tiene el trabajo”, no es para la mayoría de nosotros más que un recuerdo lejano de otro tiempo. Este énfasis en el objeto acabado crea una actitud “prefabricada” que se conforma con las apariencias y con una utilidad limitada. por consiguiente, el objeto nunca ocupa el lugar que le corresponde en el área más amplia de las necesidades humanas totales. Es hora de modificar el rumbo. Disciplinemos nuestra forma de pensar remontando todo lo que hacemos o pretendemos hacer a su propósito original, el propósito humano. o que hemos aprendido en los últimos tiempos debemos aplicarlo a un contexto más vasto. Para dar un nuevo sentido vivo al diseño funcional debemos concentrarnos en establecer una escala de valores. Y en la jerarquía de los valores, es necesario que recuperen su prioridad los valores humanos. Debemos reconocer niveles de funciones en los que uno contenga a otro y tener presente que el contenedor de todos los valores es el hombre. Tenemos que desarrollar una forma funcional de pensar cuyo apunte a un diseño donde todos los niveles de las intenciones humanas y los objetos para usar estén interconectados de modo orgánico, dado que sólo tal cohesión permitirá que existan. ¿Cuáles son las posibles implicaciones conecta que pueden tener esos pensamientos y esperanzas en el diseño de formas de comunicación visual, particularmente en el caso de los libros? ¿Cuál es el estado del diseño de libros contemporáneo en relación con otros diseños actuales y con estas reorientaciones por las que abogamos? Mientas que otros objetos hechos por el hombre, sin el impedimento de la tradición, sufrieron metamorfosis saludables; mientras que casi todos los productos fueron revaluados en términos de funciones utilitarias, nuevos materiales y técnicas, la forma del libro se ve apenas afectada por el reciente progreso tecnológico y científico. Es obvio que, si esperamos que e libro funcione según esos términos más amplios, primero es necesario que se ponga al día con el temperamento de la época, con las condiciones industriales, y que alcance un nuevo nivel funcional sobre una base realista. La producción del libro debe pasar a ser eficaz en todos esos medios que ahora afectan el diseño de casi todos los objetos elaborados. Por ende, la primera tarea es repensar los medios de comunicación en términos de sus inventos mecánicos y readaptar el trabajo a las técnicas de impresión y a los métodos de reproducción avanzados. Si el diseño de libros se emprende con espíritu inventivo, a partir del conocimiento cabal de los métodos de producción

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tenían los hombres para ayudarlos a desarrollarse. Y podemos volver a citar a Sullivan :”La edificación de una civilización viril, orgullosa, que esté colmada de fe en el hombre, constituirá con seguridad el interés cautivante de la próxima generación. Comenzará a adoptar una forma funcional a partir de la resolución de la elección y la liberación de aquellos instintos que llevamos dentro, semejantes a los sueños de la infancia y que, transmitidos a los hijos y a los hijos de los hijos, harán de guía por siempre”. La obra de esos hombres tenía un alma viva porque estaba íntimamente conectada con un núcleo humano vivo. El diseño que integra la vida, que funciona para el hombre, funciona en términos de los materiales que usa, las estructuras que aplica y la forma en que lo construye. Los diseños que tienen su raíz en el corazón del hombre, y no en su bolsillo, están vivos. Los diseños que crecen orgánicamente con la tranquila dignidad de la honestidad, no con la prisa de la culpa, brindan exclusivamente los valores necesarios para el desarrollo humano. Son funcionales en el sentido más verdadero de la palabra. Entonces, entendamos que el tema no es el diseño funcional como tal, que no se trata solamente de saber cómo hacer algo sino también qué y por qué. El que de la cuestión no es el mero principio físico, que es tan antiguo como la naturaleza y la historia, sino la fuerza y el margen de aplicación en el contexto concreto de las necesidades humanas genuinas. Eso significa que, antes de proceder a diseñar cualquier objeto con un propósito dado, debemos cuestionar el propósito mismo. No se puede dar por sentada la meta del objeto; hay que evaluarla en su espectro más amplio. Entonces, ¿el supuesto “diseño funcional” del que tan orgullosos estamos, muchas veces con razón, funciona en ese sentido más amplio? Hemos aprendido a pensar con honestidad en términos de los materiales y herramientas empleados, y a respetarlos. Somos sensibles a nuevas potencialidades y seguimos con afán los nuevos materiales y técnicas. Diseñamos con a simplicidad de quien tiene una meta fija, con una economía que es la lógica del diseño, evitando con precaución todo desperdicio. Los objetos que hacemos tienen coherencia visual entre el interior y el exterior y son transparentes en lo que hace al significado. ¿Pero hemos aplicado esta honestidad de pensamiento, la economía de la confección, la alerta a los medios y herramientas cambiantes, al material humano que es la raíz y el propósito, la herramienta y el usuario de nuestros diseños? ¿Estamos dedicando tanta atención a las necesidades del hombre, a su naturaleza intrínseca, como la que dedicamos a construir con hormigón armado o a fabricar muebles plegando madera terciada? ¿Será que nuestra preocupación por la eficacia del detalle nos llevó a descuidar la eficacia del diseño más importante, el diseño del hombre como individuo y como miembro de la sociedad? Es una paradoja brutal de nuestra era que, al centrar todos los esfuerzos en los productos materiales, se deje de lado el alma misma de


György Kepes diseño de libros a un nivel realmente contemporáneo. No alcanza con tener una estructura visual clara de cada página para que un libro esté integrado. Un libro exige que los ojos se muevan. Tal como una composición musical tiene una línea melódica que hila las cadencias de modo que formen una continuidad viva, el libro también debería tener continuidad de movimiento. La sobrecubierta, la encuadernación, las guardas, la portada, la portadora, los títulos de los capítulos y todas las páginas debe estar integradas por una orquestación de las secuencias visuales. Y este movimiento dirigido no puede someter al lector a la esclavitud. Un libro no es música, que tiene una sola dirección. Uno necesita tiempo para releer un fragmento o para demorarse en alguna parte. La organización del flujo visual ha de ser lo suficientemente flexible para escapar a los esquemas rígidos. No obstante, la continuidad lineal, por bien organizada que esté, no es suficiente para que el diseño esté unificado. La vista tiene que adaptarse a un período de atención que cambia permanentemente al pasar de la palabra a la frase, proposición, oración, párrafo, capítulo y volumen. Se enfrenta a diversas tareas cuando lee y mira las ilustraciones. La lectura tiene un tempo cambiante, condicionado por el sentido y por las claves visuales para leer los sentidos. La secuencia de símbolos, palabras e imágenes tienen una métrica y un ritmo inherentes. Es muy raro que los libros actuales encuentren una forma que corresponda a la pulsación viva del ojo lector. Cercenados del ritmo de la oralidad, alejados doblemente del ritmo orgánico de una línea trazada por la fluidez de la mano, nuestros libros son en su mayoría monótonos habitáculos que necesitan con urgencia acentos rítmicos: acentos que existen en la lengua oral. Para dar unidad a un libro, es preciso que el carácter de la forma gráfica de la comunicación concuerde con las ideas que transmite. La personalidad de un libro puede estar integrada: la faz externa puede concordar con el contenido interno. Hoy en día, la individualidad del libro no es más que la firma gráfica del diseñador. Solo es posible lograr una faz genuina, es decir, una verdadera unidad de espíritu, si se traduce el contenido verbal a sus términos visuales correspondientes. Las leyes de la percepción visual están condicionadas por las costumbres visuales de la época. La única manera de que la comunicación visual sea eficaz es mediante su adaptación al nuevo paisaje y a la nueva psicología del hombre contemporáneo. Las máquinas, los automóviles, los aeroplanos, los trenes de gran velocidad, los letreros luminosos titilase, las vidrieras, las escenas callejeras, las películas, la televisión ya son rasgos comunes del escenario contemporáneo. Junto con la nueva riqueza de los efectos luminosos producidos por las nuevas fuentes de luz

Nuestra visión, para ser eficaz, aprendió a ver las relaciones fundamentales.

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avanzados, tendrá inevitablemente el sello de la honestidad y la claridad, el primer requisito del diseño funcional. Si los diseñadores conciben sus objetos con actitud reflexiva y visión de futuro respecto de sus herramientas, el trabajo que hagan no quedará amontonado junto con accesorios falsos y costosos de los estilos tradicionales, y tampoco hará falta usar la pátina del pasado ni el brillante baño cromado del presente. Los diseños de libros hechos a partir de una comprensión genuina de la producción masiva ofrecen la promesa de que ese tipo de producción sirva de base material para una sociedad democrática, que preste servicio honestamente a la mayor cantidad de personas. Pero, para ponerse al día con el resto de los diseños, el diseño de libros debe ser eficaz no solo en cuanto a su hechura sino también en su desempeño. El diseñador tiene que repensar las funciones del libro en sus aspectos físicos, ópticos y psicológico. Un libro tiene peso, tamaño, grosor y cualidades táctiles, percibidas por medio de las manos, tal como la forma óptica se percibe mediante la vista. La forma física del libro será en su funcionamiento si se adecua a las necesidades de la mano que lo usa. El libro puede concebirse en el mismo sentido que el mango de una herramienta o utensilio, y debe moldearse de modo que la mano lo “maneje” con dominio absoluto. En lo que respecta a la forma, es menester que el libro satisfaga las necesidades de la vista. Los factores que influyen en la visibilidad y la legibilidad dan lugar a la unidad visual si el tamaño de la caja y de los tipos, la distribución del tipo, su peso y proporción, el contraste de brillo entre el color del papel y la tinta son relaciones controladas. De todas maneras, puesto que no leen los ojos por su cuenta sino los ojos conectados con la mente, la organización de la página impresa debe estar guiada por una comprensión íntegra de los conocimientos más avanzados del área de la psicología. Se ha demostrado que uno no percibe los patrones y el significado ensamblando las partes poco a poco sino entendiendo relaciones generales. No leemos combinando letra por letra sino que vemos tonalidades unificadas, configuraciones de palabras o unidades léxicas. La impresión limitada por los procesos técnicos de fabricar las letra o de fundir los tipos e imprimirlos en la lógica mecánica de la imprenta no puede cumplir el requisito del proceso de organización visual. La reglamentación de la lectura condicionada por la mecánica de la impresión, que fuerza a la vista a seguir la compulsión rígida de las líneas, no es la condición visual óptima para leer con comodidad. La vista cansada se debe a la monotonía de la tarea visual. Se pueden sincronizar las nuevas posibilidades de inventos técnicos con los hallazgos acerca de las leyes de la percepción visual. Está el desafío para los impresores de los libros que vendrán, y está la esperanza de que la impresión suegra una reformulación que eleve el


La función en el diseño moderno

El hombre mismo, rodeado de una infinidad abrumadora de productos, quedó desgastado, incapaz de obtener beneficios de su trabajo.

nuevos vehículos para las comunicaciones, vale la pena reconsiderar el significado de la distribución del trabajo. Parece esencial comprender qué forma de comunicación responde mejor a ciertos aspectos de los mensajes. La fotografía animada y la televisión adquieren sea importancia para nuestra vida. Por el momento, podría decirse que carecen de áreas propias de funcionamiento efectivo. Hasta hace muy poco tiempo, no habían surgido inquietudes serias por parte de los directivos de la industria del libro a causa del peligroso impacto de la televisión en la industria del libro. Se necesitan pensadores creativos que lleven los problemas indicados a los agentes indicados y desarrollen la distribución adecuada de funciones entre las formas de comunicación visual nuevas y las viejas También existe la oportunidad de entrecruzar ideas, técnicas, lenguajes. Es muy posible que el diseño de libros saque gran ventaja de la técnica del montaje usada en las películas así como de los lenguajes televisivos. Suponiendo que el diseño de libros satisfaga todas estas y otras demandas del desempeño funcional y así cumpla mejor su función, en términos realmente contemporáneos, siguen existiendo vagas esperanzas de cumplir también aquellas funciones más profundas que están afianzadas en las necesidades humanas más intensas. ¿Cuáles son entonces, los aspectos del diseño de libros que van más allá de la mera economía de producción y la eficacia en cuanto al desempeño utilitario?. El hombre mismo, rodeado de una infinidad abrumadora de productos, quedó desgastado, incapaz de obtener beneficios de su trabajo. Limitado a una correa transportadora, muy pocas veces siente la algarabía de la creación. Imposibilitado de absorber la metamorfosis de las cosas que toman forma bajo el trabajo de sus manos, se ve desprovisto del sentido de logro, de la unidad y, por ende, de la armonía del hacer, que podrían proporcionarle verdadera satisfacción. Restringido a los detalles mecánicos de tal o cual movimiento específico, dentro de los engranajes de la maquinaria de la producción, pierde gradualmente aquellas sensibilidades que garantizan que perciba la riqueza de la vida. Despojado del alimento que le es fundamental para desarrollarse plenamente como ser humano, pierde la medida y el sentido de sus aspiraciones más íntimas. Mediante la producción masiva, que solo podía implementarse por medio de la mecanización, se mató la sensibilidad, la unidad emocional del hombre, o al menos se la entumeció y se la deformó. No es accidental que no participemos en casi ninguna de nuestras actividades libres con la potencia plena de nuestro ser total. Resulta significativo que en nuestras artes, o mejor dicho en la apreciación del arte —películas, radio, televisión y, sí, libros —, seamos pasivos, vagos, observadores desde el sillón. No percibimos sino una pequeña fracción de los aspectos fundamentales de la vida. No vivimos ninguna forma de experiencia creadora con respuesta total; casi nunca participamos con todos nuestros sentidos por medio de: la vista, el oído y el placer de nuestro propio movimiento. En la era de la especialización, también nos

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artificial, as complejas dimensiones del paisaje con los rascacielos y el intrincado patrón espacial que generan éstos hacia arriba, más los trenes subterráneos abajo, dotan a la experiencia visual de una velocidad y densidad incomparablemente mayores que la que pueda haber presentado cualquier entorno anterior. Ahora hay muy poco tiempo para captar los detalles insustanciales. La duración de las impresiones visuales es demasiado breve. La costumbre visual del hombre contemporáneo sufrió una nueva transformación y desarrolló lenguajes de simplicidad, vigor y lucidez estructural. Nuestra visión, para ser eficaz, aprendió a ver las relaciones fundamentales. Esta tendencia a la simplicidad y a la precisión se ve reforzada por ciertas necesidades psicológicas del hombre de hoy. No vemos en forma pasiva; las imágenes que formamos en la mente no son meros reflejos de lo exterior. Más bien, vemos lo que buscamos. Nuestros impulsos y propósitos guían nuestros modos de percibir. La producción industrial incorporó objetos, máquinas y objetos hechos por máquinas. Estaban fabricados con precisión y control supremos, impulsos por necesidades funcionales claramente reconocidas y respetadas, la utilidad y la economía. En un mundo que resultaba confuso en todas los aspectos, la sensación era que esas cosas eran el único objeto perfecto y lógico hecho por el hombre. La claridad funcional mecánica de la máquina, al armonía perfecta de las piezas y las relaciones inconfundiblemente palmarias eran como un oasis para los hombres que buscaban lógica y orden en la vida. Claridad, precisión, economía son valores apremiantes en un mundo que se asfixia, atrapado en la lucha de la incomprensión mutua. No es casualidad que los valores estéticos que más personas aprecian estén en los diseños de un automóvil, un aeroplano o una plumafuente. Las formas de la comunicación visual, para ser atractivas, tienen que utilizar patrones visuales directos. La adecuación a la función implica algo más. La lógica del diseño es inseparable de la economía del diseño, Con la evolución de la producción, en especial desde la edad industrial, la división del trabajo y la coordinación funcional del desempeño de unidades adquirieron cada vez más importancia. Si bien en la actualidad este principio daña peligrosamente la integridad del individuo, su sentido esencial está fuera de duda. Hoy en día, cuando surge una diversa variedad de


György Kepes edificios indican un lenguaje visual de simultaneidad aun más dinámico. La comunicación impresa tiene su propio aporte para hacer a este nuevo lenguaje, su nuevo lugar a ocupar en el nuevo mundo de la visión. Que haya cooperación entre aquellos cuyo trabajo da al libro su forma final: el escritor, el diseñador de libros, el tipógrafo, el fotograbador. ¿Cómo es posible que un diseñador proyecte el ritmo y la personalidad de un libro si casi no tiene oportunidad de conocer el contenido? ¿Cómo ha de sincronizar las ideas que tiene respecto de la forma si no sabe qué problemas aquejan a los demás colaboradores? Si existiese una relación libre y solidaria, un equipo de trabajo podría desarrollar un espíritu integrado, una verdadera labor artesanal en el contexto del sigo XX. Solo semejante cooperación puede estimular al escritor a considerar el libro en sus verdaderos términos. Puede servirle para pensar, para escribir teniendo en cuenta los ritmos visuales de modo de generar un arte literario nuevo, más rico y multidimensional que afecte la sensibilidad humana en todos los niveles de la experiencia sensorial. Los diseños para la impresión, solo por su cantidad, son un factor importante de nuestro entorno visual. Los diseños impresos condicionan inevitablemente las sensibilidades del hombre, para bien o para mal. Una de nuestras tareas es estar alertas a lo que eso implica y hacer que nuestros diseños se adecuen a sus propósitos totales. Si se consigue que las formas gráficas funcionen en pro del bienestar del hombre con todo su alcance, cabe la esperanzado que algún día cumplamos con nuestra obligación y podamos hacer que la verdad vuelva a ser verdad y no un eslogan. Podemos crear formas genuinas en lugar de aplicar fórmulas. Así es posible recuperar el significado más puro de la tradición, que es plasmas en términos actuales una continuidad vida con los valores genuinos del pasado.

Publicado originalmente en Graphic Forms: The Arts as Related to the Book (Formas gráficas: las artes en relación con el libro, Cambridge, Massachusetts: Hardvard University Press, 1949).

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especializamos en lo referente a nuestras experiencias y hemos perdido el vigor que proviene de la coordinación de diversos campos de actividad y sus niveles. Para contrarrestar esa superficialidad, para llegar a un hombre más pleno, debemos hacer todo lo que contribuya a rescatar y pueda volver a desarrollar las sensibilidades entumecidas del hombre. La función primordial de todo diseño hecho por el hombre es servir al verdadero propósito del hombre y ayudarlo a percibir la vida como un flujo integrado y equilibrado de actividad en el cual coexistan en armonía los niveles de sus sentidos, sus emociones y sus ideas. Es necesario contraponer las vivencias humanas orgánicas a la mecanización del hombre, que lo presiona y lo apremia de modo que se adapte al ritmo de la máquina. Debemos buscar aquellos sentimientos en los cuales y por medio de los cuales puedan volver a experimentarse los lazos del hombre con la naturaleza y con el hombre. La experiencia creadora, la facultad que tiene el hombre de captar la coherencia orgánica vital, es el germen del hombre potencialmente más pleno. Sólo el arte, la alegría del hacer y percibir creadores, ayudará a recuperar las necesarias sensibilidades que pueden salvaguardar al hombre de que se lo siga arrancando de su mejor naturaleza. Todos los objetos hechos por el hombre, todos los elementos del entorno creado por el hombre, se adaptarán hasta la función más intrínseca si son formas de arte, si tienen unidad, proporción, ritmo y simetría viva. El diseño de libros debería dedicarse a buscar una cualidad rítmica condicionada por limitaciones técnicas y utilitarias apropiadas. El acto de producir nuestro medio de vida, la búsqueda de la economía de esfuerzos, llevó al hombre al ritmo y. por consiguiente, al arte. Los movimientos ocupacionales articulados hasta la perfección dieron lugar a otra cosa, más vasta y más rica que su origen. El golpe de la hoz, el choque del martillo con el yunque, el juego de los dedos sobre la arcilla al hacer una vasija se convirtieron en baile, canción y ornamento. El ritmo, la coordinación de movimientos separados de manera que formasen una economía de acción, se transformó en algo más que su origen; se transformó en un símbolo de unidad entre cuerpo y mente, material y herramientas. Se transformó en una expresión de interdependencia dentro del individuo o dentro de un grupo de trabajadores. Y puede ayudar al diseño de libros a obtener su forma funcional final. Hay un nuevo desafío en el pensamiento y la visión modernos, un desafío que broma de la necesidad de reorientar por completo el lenguaje. Está en marcha una transformación de la visión y el pensamiento. Nos desplazamos hacia lenguajes más extensos de simultaneidad, de transparencia, de interpenetración. Estos desplazan la perspectiva lineal con la que vemos y pensamos. La pintura, la arquitectura, el diseño, la escritura y la ciencia física del presente están desarrollando poderosos métodos nuevos para llegar a esta nueva área operacional. La transparencia en la pintura, la interpenetración del espacio interno y externo en los



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