El Fanzine no. 53

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Por: \rturo Tranquilino / @Arturotranquili












"The Piano Player" (#94), 2010 / oil on canvas / 20 x 30 inches Image courtesy of the artist and Paul Kasmin Gallery

Detalle. The Grinder, 2010 / oil on canvas / 37.5 x 25.5 inches Image courtesy of the artist and Paul Kasmin Gallery.

Sophia's Bubbles, 2008 / oil on canvas / 30 x 90 inches Image courtesy of the artist and Paul Kasmin Gallery.


EDITORIAL RM






¿Cuántos lectores van a la presentación de un libro para gritarle al autor su ineficacia literaria, su inconformismo por su obra? Los infrarrealistas era un grupo de jóvenes que así lo hacía en 1975, y que algunos han considerado que más que un movimiento, el llamado también realismo visceral o el dAdÁ a la mexicana, fue una práctica revulsiva contra la cultura oficial. Firman en 1976 su primer manifiesto infrarrealista titulado “Déjenlo todo, nuevamente” en donde plasman su actitud revolucionaria, su afición por los escritores malditos y su desborde juvenil. Luis Bagué destaca que “la llamada a la movilización del proletariado que abre el manifiesto se diluye poco a poco en un pesimismo histórico que presagia la actitud nihilista y las consignas No Future del movimiento punk”. En 1977, en el #2, la revista Versus publica “Suma de nueva poesía mexicana” en donde desfilan los miembros de este grupo, de los cuales destacan Mario Santiago, Kyra Galván, Cuauhtémoc Méndez y Roberto Bolaño. En la novela Los detectives salvajes se cuenta minuciosamente la historia de cada uno de ellos y su participación en la historia de la literatura mexicana. José Miguel Oviedo, crítico peruano, afirma que Los detectives… tiene “un mundo personal complejo y seductor; un tono entre lo cínico y conmovido para contar historias que reflejan un sector oscuro del mundo”.

En la narrativa tenemos a Guillermo Fadanelli que, apegado a las formulas bukoskianas, ingresa, junto con Naief Yehya, a la literatura de manera escandalosa en 1989 a partir de su artículo “La literatura a la que estamos condenados”, publicado en el suplemento Sábado, editado, en ese momento, por Huberto Batis, en donde deja en claro el aborrecimiento a 40 escritores mexicanos. A partir de ese texto, Fadenelli sigue un lema atípico en México: “mi literatura es para leerse y después tirarse”. Noción en donde se pone en alto el desaliento y el cinismo de las leyes de publicidad y mercadotecnia. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, Fadanelli ingresa a ese mundo que rechazaba. Lo que conserva de aquellos años es el sarcasmo, el gusto por las formas paródicas y una indudable tendencia al caos cotidiano.

En 2004, la cantina El Bombay sirvió como escenario para la presentación del libro Memorias del primer congreso de contracultura editado por Carlos Martínez Rentería. Dentro de este libro hubo una gran participación de autores que expusieron los efectos y permanecías de la contracultura. Entre ellos, el tijuanense Heriberto Yépez, pieza clave para el nuevo estilo literario que se comenzaba a perfilar o que de alguna manera sólo le faltaba publicitar contundentemente. ¿Qué es la contracultura y cómo funcionó este concepto como una línea trasgresora en literatura mexicana? Yépez responde: “la contracultura fue una fase más del capitalismo salvaje, fue su hipocresía, su religión alternativa, que inventó un mercado trasnacional para intercambiar estéticas,

actitudes, autorías, bienes simbólicos, estrategias, ismos y legados”. Al pie de la letra utiliza su concepto para instaurarse dentro de la corriente literaria actual. El detonante, en el caso de Yépez, es su crítica voraz, que desarticula todo el aparato de la literatura contemporánea, evidenciando su falta de grandeza. A este respecto, Yépez dice en su libro A.B.U.R.T.O: “La crítica inventa mil discursos para perpetrar una labor que reconoce como vil. No es gratuito que el título de crítico sea usado como una adjudicación peyorativa. La crítica, por esencia, se desprecia. […] El crítico es considerado un ladrón o un oportunista. En todo caso, la crítica es juzgada como una impostura”.

En la poesía, José Eugenio Sánchez en 1997 recibe, de manos de Octavio Paz, el décimo premio de la Fundación Loewe por su poemario Physical graffiti. Un poeta del que nadie había escuchado hablar hasta entonces y del que después nadie volvió a hablar. Pero en 2009 se publica su libro Escenas sagradas del oriente con el que logra captar la mirada de muchos lectores y críticos. Con una poética “entre el realismo urbano y las ensoñaciones de la cultura del rock”, dice el poeta español Luis Antonio de Villena, Sánchez también es un provocador. Para él, la ironía es un zapato puesto al revés y no todas la teorías concentradas alrededor de esa figura retórica. ¿Y la poesía? “Puede ser un objeto comercial, pero el hecho que no lo sea lo convierte en un objeto peligroso y eso me emociona: el que sea una apuesta rebelde y orgánica y material hace que la poesía se escabulla de algunas personas”, dice Sánchez a Augusto Rodríguez.

A pesar de la diversidad y proliferación de escritores y obras literarias, aún hay mucho que esperar por parte de las presentes y nuevas generaciones. Aun así, es rescatable mencionar a los llamados Salud Venérea, conformados por Roldán Molinsky, Cornelio Orozco Rubio y Mr. Chagoya Chagoyan, de los que demandaremos una disidencia mucho mayor de la descrita arriba.










El consumismo es una de las bases del capitalismo y, hasta el día de hoy, es lo que mantiene el sistema económico. Antes de que surgiera este modelo en el siglo XX, lo que existía era un consumo de subsistencia, consumir para sobrevivir. Nadie compraba algo que no fuera necesario para vivir, solamente las clases altas lograban comprar objetos que no eran considerados necesarios, como joyas o muchos tipos de ropa, lo cual marcaba la diferencia de estatus en la sociedad. En 1950, cuando surgió el concepto de sociedad de masas, la humanidad se encontraba en un momento en el que la mayoría de los países ya podían cubrir las necesidades básicas de la población, con lo cual empezaron a centrar su negocio en los bienes de consumo duradero. Es cuando comenzaron a existir los refrigeradores, las lavadoras, los teléfonos, los automóviles, etcétera, haciéndolos accesibles a todas las clases sociales. Todo este nuevo movimiento dio pie a la existencia de la publicidad, a tratar de convencer al ciudadano de comprar productos que realmente no necesitaba, pero que determinarían el estatus económico y social de cada uno. La promesa era que, diferenciándose de los demás, mejoraría su calidad de vida. Ahora: Sabemos que el precio de un artículo es determinado por el deseo del comprador, independientemente del servicio que aporte o del valor intrínseco que tenga. Cuando un objeto es muy deseado, su precio se eleva, y cuando se populariza, el precio desciende, a la par del interés del comprador por él. Un ejemplo actual muy notorio se puede observar en la venta de celulares y computadoras. Obsolescencia planificada En la época de la gran depresión de Estados Unidos, Bernard London tuvo la idea de activar la economía lucrando a costa de la sociedad a través de lo que hoy conocemos como obsolescencia planificada. El término fue utilizado formalmente en 1954 por Brooks Stevens, un diseñador industrial estadounidense. Básicamente se inventó para favorecer a los fabricantes, que desarrollan productos que con el tiempo fallarán y obligarán al consumidor a adquirir otro, ya sea mediante la obtención de partes reemplazables o la compra de un modelo más nuevo. Esta actitud estimula positivamente la demanda al alentar a los consumidores a comprar de modo artificialmente acelerado nuevos productos si es que desean seguir utilizándolos. Por lo tanto, el objetivo de la obsolescencia programada es lucro económico. Otros objetivos como la conservación del medio ambiente pasan a segundo plano. Se ha pensado en el consumo, pero no se ha pensado en una correcta gestión de los productos, convirtiéndolos en un gran foco de contaminación. Con la obsolescencia programada, cuando un producto se descompone, generalmente el precio de la mano de obra y el montaje de las piezas descompuestas suelen costar más que adquirir un

producto nuevo. Esto provoca que el usuario prefiera desechar el producto y comprar uno nuevo. La gran cantidad de residuos que se originan es enorme. Somos más de 7 000 000 000 de habitantes con un aumento poblacional de 210 000 personas por día. La generación diaria promedio de basura per cápita es de 1 kg, entonces en todo el mundo se genera alrededor de 7 000 000 000 kg de desechos ¡por día! La mayoría de estos desechos no son biodegradables, y el tiempo de descomposición es demasiado prolongado. Muchos de los residuos son altamente contaminantes. Esto incide negativamente tanto en la integridad del entorno como en la salud de sus habitantes. Materiales contaminantes como el polipropileno (pp), tereftalato de polietileno (PET), poliestireno (PS), etcétera, pueden tardar más de 1000 años en descomponerse y aun así no desaparecen del todo. Las baterías de plomo (o acumuladores) tienen un elevado nivel de este elemento, lo cual es un grave peligro para el ser humano. Respirar polvo o emanaciones de este metal, provoca grandes daños a la salud, incluida la muerte. (Fuente: PNUMA, Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente). Hoy en día los objetos se infrautilizan, es decir, se desechan antes de llegar al final de su vida útil, cuando aún son funcionales. Los dispositivos electrónicos y la ropa “pasada de moda” son de los ejemplos más notorios. Cada objeto fabricado tiene una fecha de caducidad que no coincide con el momento en que deja de ser funcional, sino con aquel en el que el mercado necesita vender uno nuevo para mantener su crecimiento económico. La elaboración de nuevos productos dispara el gasto de materias primas. Esto hace que el consumo de electricidad, agua y combustibles también aumente y, por consecuencia, el aumento de la contaminación. La deforestación, la sobreexplotación de los recursos y el incremento de emisiones de CO2 son algunos de los problemas que enfrenta hoy en día el planeta Tierra a consecuencia de este consumismo. ¿Qué es lo que podemos hacer al respecto? •Es imperativo que reconsideres la manera en la que consumes. Seguro hay muchos artículos que no necesitas. •Antes de comprar, asegúrate de que no tienes ya ese producto. Revisa si realmente necesitas tenerlo o si algún amigo o familiar puede prestártelo. •Revisa lo que tienes en tu casa. Seguramente hay muchas cosas que puedes reciclar, donar o volver a usar. •Piensa cuáles son los artículos que realmente te aportan funciones que son vitales en tu vida. Si puedes vivir sin ellas, no las necesitas. •Sé honesto al realizar tus compras. ¿Cuál es el sentido de comprar algo que nunca vas a utilizar? •Cuando algo ya no te sirva, asegúrate de que sus partes reciclables sean canalizadas. No tires a la basura general desechos que pueden ser reciclados en partes.








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