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Nace Voluntariado Comunidades Amigas

El testimonio de los logros del voluntariado, según sus fundadoras, queda en cada uno, tanto en los hombres y mujeres que pusieron su empeño por ayudar al prójimo, como en quienes aprovecharon al máximo el programa.

Contribuir al desarrollo de las comunidades, particularmente las rurales, es una labor altruista que algunas organizaciones sociales tienen como objetivo. En el caso de la Unión Ganadera, siendo la organización más grande y sólida de Sonora, estructurada desde el seno familiar hasta la institución gremial a nivel estatal, tiene ante sí, además de sus objetivos de Unión, la oportunidad de hacer labor social comunitaria en todo el estado de Sonora, a través de las mismas asociaciones ganaderas locales y sus dependencias.

Así, nace en el año de 1997, el Voluntariado Comunidades Amigas, programa de labor social promovido por la Unión Ganadera Regional de Sonora (UGRS) que ha impactado en diversos grupos de la población del estado, apoyándose de la estructura organizada de la Unión y sus Asociaciones establecidas en todos los rincones de la entidad.

Por iniciativa de doña Eva Amelia Escalante Salazar, esposa del entonces presidente de la Unión, don Agustín Hurtado Aguayo (1995-2001) y las damas esposas de los demás consejeros, que sumaron sus experiencias en el servicio social, y su disposición y el compromiso de ayudar al prójimo.

Cuando el proyecto no pasaba de una idea bien intencionada, el entonces tesorero del Consejo y actual presidente de la Unión Ganadera, Luis Sierra Maldonado, recibió con agrado la iniciativa de la Sra. Eva Amelia Escalante, sugiriéndole exponenciar el alcance del voluntariado a través de las Asociaciones Locales Ganaderas (AGL), aprovechando la misma estructura de organización de la UGRS para acceder a todos los municipios del estado de manera simultánea y constante.

El voluntariado Comunidades amigas tuvo como objetivo elevar el nivel de vida de las familias sonorenses necesitadas por medio del establecimiento de centros de comunidad,

en los que se ofrecía un programa doble enfocado en el desarrollo integral de los beneficiarios, con miras no sólo a remediar sus carencias materiales, sino también enfocado en satisfacer las necesidades espirituales y anímicas de las personas, ya que la razón de ser del voluntariado perseguía crear un impacto trascendental por medio de una ayuda permanente, más allá de sólo cubrir una urgencia inmediata. Pues en palabras de la Sr. Eva Amelia: “…la ayuda al prójimo no se trata de sólo dar, sino de educar, de dejar algo en las personas. […] La cultura de dar es muy diferente a la de construir. Uno puede llegar, dar apoyos económicos o montar un centro, un salón; pero construir personas, influir directamente en ellas, es mucho más difícil, aunque sí más enriquecedor”.

Comunidades Amigas se convirtió en una red de apoyo social que abarcó el estado entero, con ayuda de la Unión y de las AGL, extendiéndose su convocatoria a modo de caravana por todas las regiones de la entidad. La dinámica consistió en replicar el proyecto de forma local en cada punto que se visitaba, constituyendo nuevos voluntariados con las esposas de los dirigentes de las asociaciones y reuniendo a las poblaciones aledañas para la formación centros de comunidad, que bien podían ser en una casa, un patio o cualquier espacio que las personas involucradas pusieran a disposición del programa, con el único fin de que las beneficiarios, en su mayoría mujeres amas de casa, pudieran realizar actividades y talleres para aprender oficios como costura, carpintería, manualidades, repostería o a cortar el pelo, y con ello generar un beneficio económico propio, en donde la UGRS contribuía con los materiales y/o equipos necesarios para cada actividad; no con apoyos económicos ni gastos superfluos, sino con herramientas útiles para los proyectos a realizarse. Como parte complementaria y de igual valor que los talleres se ofrecían pláticas de valores: charlas semanales de formación humana que abordaban temas de la familia, prevención de adicciones, así como de desarrollo personal y espiritual, los cuales obedecían a un cuaderno temático enriquecido de las experiencias de doña Eva Amelia Escalante.

La directiva del voluntariado se tomó muy enserio el compromiso, y en tan sólo en tres años de su formación se tenían establecidos diecisiete centros de comunidad a cargo de catorce AGL. Durante los seis años que duró la gestión de dona Eva Amelia, hubo un apoyo constante, pues cada cierto tiempo se visitaban los centros para reforzar el programa e imprimir una nueva dosis de ánimos a los participantes.

La primera impresión de las comunidades fue de sorpresa y extrañamiento, ya que nunca antes se les había proporcionado este tipo de atención; era un programa inédito, más aún para la Unión Ganadera que, si bien promovía labores sociales como las becas para estudiantes, por vez primera les prestó atención a las mujeres, quienes se mostraron sumamente agradecidas.

Las acciones de Comunidades Amigas han repercutido por igual en la mejoría de relaciones entre la Unión y las AGL, revitalizando los canales de participación gremial a través de la comunicación continua que mantienen los miembros del voluntariado.

El testimonio de los logros del voluntariado, según sus fundadoras, queda en cada uno, tanto en los hombres y mujeres que pusieron su empeño por ayudar al prójimo, como en quienes aprovecharon al máximo el programa: “Algo les queda a esas personas, las modifica también, les enseñas a apreciar lo que tienen, a valorar sus vidas, a comprometerse consigo mismas”.

“Construir personas, influir directamente en ellas, es mucho más difícil, aunque sí más enriquecedor”: Eva Amelia Escalante Salazar. El tesorero de la UGRS en 1997, Luis Sierra y el presidente Agustín Hurtado en la asignación de fondos para el voluntariado Comunidades Amigas.

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