Iglesia Digital N° 1

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Noviembre 2017 N° 1

¿Jesús sí, Iglesia no? IglesiaDigital Revista Pastoral

Una reflexión de un católico sobre su fe en Cristo y la Iglesia

La señal de la cruz

Jóvenes valientes

Santiguarse, signarse y persignarse

Testimoniando a Cristo hoy


Tú aspiras a la devoción, porque

eres cristiano y sabes que es una virtud sumamente agradable.

— San Francisco de Sales —


Contenido 2

¿Jesús sí, Iglesia no?

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Vida cristiana

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Una reflexión de un católico sobre su fe en Cristo y la Iglesia

Voluntariado juvenil salesiano

Jóvenes valientes Testimoniando a Cristo hoy

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Actualidad

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La señal de la cruz

Por una Iglesia informada

¿Santiguarse, signarse o persignarse?

Estimado lector, con gusto te presentamos esta primer entrega de lo que esperamos sea el inicio de muchas más. Iglesia Digital está pensada para responder de forma práctica algunas de las necesidades formativas que día a día se te presentan en tu servicio pastoral. Por ello, el contenido desarrollado se dispone de manera que puedas hacer uso de él para preparar algún tema, incluirlo en alguno de tus contenidos formativos o proporcionarte herramientas para facilitarte la organización de tu grupo o proyecto pastoral. Son muchos los que están detrás de este proyecto, cada uno desde su área ofrece su aporte y espera que tú puedas aprovechar al máximo lo que de corazón te ofrecen. Es apenas el inicio y queremos seguir mejorando. Poco a poco iremos aumentado la calidad de nuestras publicaciones e iremos agragando otros servicio que te serán de utilidad. Por lo pronto deseamos nos des la oportunidad de ser una opción en tu mochila de recursos para tu ministerio, y de antemano te decimos ¡gracias!

Editorial


¿Jesús sí, Iglesia no?

Por Pedro Vergara SDB

Una reflexión de un católico sobre su fe en Cristo y la Iglesia

E

l asunto de la fe y de la religión es un aspecto que lleva a toda persona a confrontarse, con más fuerza a quienes experimentamos la etapa de la juventud. Nuestras creencias son acogidas en primer lugar de forma personal, pero esta decisión también da un carácter comunitario a nuestra forma de presentarnos ante la sociedad humana.

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El asunto de la fe y de la religión es un aspecto que lleva a toda persona a confrontarse, con más fuerza a quienes experimentamos la etapa de la juventud. Nuestras creencias son acogidas en primer lugar de forma personal, pero esta decisión también da un carácter comunitario a nuestra forma de presentarnos ante la sociedad humana.

implicaciones amplias en la vivencia de su fe como cristianos y la relación con la Iglesia. La finalidad, es brindar alguna luz ante muchos de nuestros destinatarios pastorales con quienes convivimos y que tienen este tipo de cuestionamientos. La afirmación que puede englobar esta inquietud es: “Jesús sí, Iglesia no”.

A través de estas líneas, doy mi punto de vista acerca de la afirmación que algunos de los jóvenes con los que he convivido en los últimos 5 años han hecho, y que tiene

Para llegar a ello, muchos de ellos han manifestado que mantienen una fe grande en Cristo como salvador, con la implicación de creer en un Dios Trino, en la Virgen


María y en los santos. Pero afirman que no aceptan su confianza en la Iglesia, y que eso no implica que no sean radicales en su decisión por seguir a Cristo. Las razones son diversas: el testimonio negativo que han visto en las personas que participan más en las actividades eclesiales, la incoherencia de algunos ministros de la Iglesia, o simplemente que no ven como necesario acercarse a manifestar su fe ante alguien más si pueden encontrarse con Dios de forma personal. Como respuesta, en un primer momento, es sabido que el hecho de que la respuesta a Cristo sea personal no implica que podamos relativizarla y decidir qué seguir y qué no seguir de lo que nos enseña. Ante esto, hemos de tener en cuenta que como cristianos hemos aceptado y asumido libremente nuestra manera de actuar y de pensar a la verdad suprema, a la persona de Cristo.

No podemos separar la fe en Cristo de la vivencia en la Iglesia. Y ha sido el mismo Cristo quien eligió a los apóstoles para que estuvieran con Él y para que, por mandato suyo, anunciaran el Reino por medio de palabras y obras específicas (Cfr. Mc 3, 13-16). Este grupo de seguidores ha transmitido las enseñanzas de Jesús y se ha organizado en la comunidad de creyentes, seguidores de Cristo, que conocemos como Iglesia, a la cual pertenecemos todos los que hemos sido bautizados, participamos en los sacramentos, celebraciones y vivimos según los valores del Evangelio. En un segundo puesto, en relación a lo anterior, no

podemos separar la fe en Cristo de la vivencia en la Iglesia porque la Iglesia forma parte del Cuerpo de Cristo, en el que Cristo preside y actúa como Cabeza. Esto puede confirmarse en las cartas de san Pablo (Cfr. Ef 5, 3; Col 1, 18), en los aportes teológicos de Padres y Doctores de la Iglesia católica (como San Agustín y Santo Tomás de Aquino). Si los separáramos, nos encontraríamos con que Jesús se desentendería de la obra creada por Él mismo, y se perdería la continuidad de su presencia que prometió; además, la Iglesia dejaría de tener sentido, porque no tiene otra luz y fuente que Cristo. Por otro lado, el negar nuestra pertenencia a la Iglesia, que el mismo Cristo fundó, nos haría concebir nuestra identidad como cristianos radicalmente, puesto que Dios en su naturaleza como Dios Comunidad ha querido que formemos comunidad al relacionarnos con nuestros semejantes. Es decir que la fe en Cristo implica necesariamente el encuentro con los demás, y que con quienes profesamos la misma fe construyamos una familia en común que sigue a Cristo Jesús como Señor. En línea con este argumento, podemos encontrar en la experiencia de san Pablo grandes aspectos que nos identifican con él: desde ser perseguidor de los primeros cristianos a ser parte de ellos, de intentar anunciar el Evangelio a los judíos sus paisanos a discernir el anuncio del Reino incluso a aquellos que denominaba gentiles y tenían otros dioses, en la experiencia de constituir comunidades de fe y formarlas por medio de sus viajes apostólicos y sus cartas, toda la acción del Apóstol de los gentiles, como se conoce a san Pablo, destaca la importancia de pertenecer a la Iglesia al ser cristiano. Es cierto que los testimonios negativos de quienes dirigen la Iglesia y brindan algún ministerio, así como las actitudes de muchos cristianos que nos decimos seguidores fieles de Cristo, causan tal desaliento sobre quienes

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no pertenecen a la Iglesia o quienes intentan acercarse más a la vivencia de la fe en la Iglesia, que perdemos credibilidad y confianza para pertenecer a ella. Como podemos reconocer, la Iglesia la conformamos personas humanas, con límites y errores, propensos a hacer el bien pero también al pecado, no libres de la incoherencia y la ambigüedad en nuestros actos y palabras.

las palabras de Jesús en la Biblia atestiguan su presencia continua en la Iglesia. De ahí que aunque la conformemos seres imperfectos, la Iglesia se considera como Santa, por la presencia de Cristo entre nosotros. En todo caso, es necesario renovarnos completamente, no negar la pertenencia a ella ni mucho menos alejarnos de estar dentro.

Ante ello reconocemos nuevamente el gran testimonio que nos da San Pablo, que en múltiples ocasiones admite sus faltas, sus carencias y sus pecados ante las comunidades, pero que señala la gracia recibida del mismo Cristo y vivida en la comunidad de la Iglesia. A pesar de que los cristianos nos encontramos en igual posibilidad de pecar, nuestro Señor sigue transmitiendo su gracia santificadora y nos sigue enseñando; por los sacramentos, nos perdona los pecados, se presenta en la Eucaristía, confirma nuestra fe y da gracias especiales, nos une en los compromisos de vida y nos prepara en los momentos de enfermedad y muerte.

En la medida en que nos unamos más a Cristo y que vivamos en continua conversión hacia los valores de su Evangelio, en esa medida la Iglesia será creíble como portadora de las enseñanzas de Cristo, y será auténticamente sacramento universal de salvación, signo de comunión de Dios con toda la humanidad.

Puede ser que los hombres no seamos siempre fieles a la Alianza alcanzada por Cristo, pero Él sí lo es. Y la experiencia de las primeras comunidades pero sobre todo

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Al acoger estos argumentos y aceptar la necesidad de vivir la fe en comunión con la Iglesia al unirse a Cristo, comprendiendo todas las implicaciones que tiene pertenecer a esta gran comunidad, podemos destacar algunos aspectos para nuestra pastoral para favorecer esta comunión eclesial: • El criterio de comunión con la Iglesia no es la jerarquía sino si como Iglesia estamos en comunión con Cristo y su evangelio. Si no perdemos de vista


ello, seguiremos verdaderamente a Aquél que nos ha llamado, sin dejar de conformar una familia con la Iglesia. • Es necesario considerar y hacer ver a los jóvenes que al unirnos con Cristo por la Iglesia también nos hermanamos con la humanidad entera y participamos en la encarnación de nuestro Señor. La caridad cristiano hacia los más necesitados se sostiene en nuestra adhesión a Cristo y a su Iglesia. • Ha de verse la relación dentro de la Iglesia no ya como la de laico-sacerdote, sino como la de comunidadministerios. Esto favorece el alejar de nosotros la concepción de la Iglesia sólo formada por quienes la dirigen, para verla como comunidad y familia en la que cada uno de sus miembros tiene su función tan importante y donde se requiere de la caridad entre todos para dar testimonio de caridad ente el mundo.

Para ayudar a los otros a crecer en la pertenencia a la Iglesia, primero hay que vivir y dar testimonio nosotros mismos de nuestra comunión eclesial, no sólo como obligación o una consecuencia inevitable, sino como una opción clara para seguir a Cristo, a sabiendas que a través de ella se nos transmite su gracia, su Palabra y su presencia. De esta manera, la mejor respuesta que daremos ante las interrogantes de los demás no será con nuestras palabras sino con nuestro testimonio de conversión profunda.

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Fuentes de referencia Floristan, C., (1998), Teología práctica. Teoría y praxis de la acción pastoral, Salamanca, España: Sígueme. Martinelli, R., (s. f.), ¿Jesús sí, Iglesia no?: Catholic.net. Recuperado de

http://es.catholic.net/op/articulos/57566/cat/1126/jess-s-iglesia-

no.html

Primero hay que vivir y dar testimonio nosotros mismos.

Rivero, J., (s. f.), ¿Jesús sí; Iglesia no? y otras…: Corazones.org. Recuperado

de

http://www.corazones.org/apologetica/iglesia_

no.htm

Como aporte para nuestra pastoral con los destinatarios, la oración comunitaria nos puede ayudar a crecer en esta conciencia de comunión con la iglesia: se trata de no sólo ofrecer fórmulas fijas a los jóvenes y a quien viva este proceso, sino que una catequesis debe preceder a estas prácticas y que al compartir la oración personal en comunidad se alcanza identidad con los demás, se externan las necesidades y gratitudes, y por supuesto la oración se vuelve verdaderamente una oración cristiana en la que Cristo preside y eleva al Padre nuestras súplicas.

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Vida cristiana

Por Margarita Aguilar

Voluntariado juvenil salesiano

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ace 4 años que regresé de la ciudad de Nogales, Son., lugar donde hice mi voluntariado, y todavía siento como si hubiera sido ayer.

Aquel 11 de agosto de 2012 en que llegué, caminaba sobre el suelo arenoso, veía las canchas de fútbol rápido y de básquet, seguía avanzando y me encontraba con un tejabán y un auditorio, más adelante había una casita donde viviría por un año, Mientras tanto yo me preguntaba, ¿qué es un oratorio? ¿qué se hace en él? Tener que acostumbrarme a un ritmo de vida diferente al que vivía me costó trabajo: levantarme a hacer oración y meditación para después ir a misa, por la tarde hacer

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oración después de la comida, y por la noche una pequeña reflexión antes de ir a dormir, más las actividades que se me habían sido asignadas. Y me volvía a preguntar, ¿así es la vida de un sacerdote, así es la vida de un voluntario? En varias ocasiones incluso pensé en regresar a casa, porque según yo no encontraba respuesta a mis preguntas o sentido a lo que hacía, a lo que vivía. Pero sin saber el porqué, me quedé allí.


Y entonces con el paso del tiempo, con las personas con las que me iba relacionando y con las actividades que iba realizando, fui entendiendo lo que es el voluntariado, lo que hace un voluntario y la riqueza que me deja vivir esta experiencia: El voluntariado es regalar un tiempo de tu vida a Dios por medio del servicio y la entrega a los demás. Lo que hace un voluntario durante la experiencia es dar testimonio de fe. Y la riqueza que deja el vivirlo es que uno se llega a conocer como persona, valorar a las demás también como personas y las cosas que tiene y que le rodean, además de ser consciente de la necesidad de tener una formación integral, especialmente en la dimensión espiritual.

Para saber más Comunícate al correo

pastoralmeg@gmail.com o visítanos en facebook

Voluntariado MEG

En este año, pude descubrir que el encuentro con los jóvenes es el medio para encontrarte con Dios y también la herramienta para responder a su llamado. Con esta experiencia, cambié y maduré mi manera de ser y de pensar. Y aprendí a tener una alegría plena y verdadera, sin importar lo que se esté presentando en mi vida, sea positivo o negativo, porque esa alegría viene de Dios y lo descubrí gracias al carisma salesiano de Don Bosco. Él mismo recomendaba: “Si quieres una vida alegre y tranquila, procura estar siempre en gracia con Dios”. Atrévete a ser valiente, sé VOLUNTARIO y cambia tu vida, deja a Dios actuar en ella, sé la tela para ese hermoso traje.

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Jóvenes valientes

Por Sergio Domínguez S:C.

Testimoniando a Cristo hoy

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ola! A ti lector, que libremente dedicas una parte de tu valioso tiempo a leer y meditar esta columna. Haremos juntos un buen trabajo de reflexión para que dichos pensamientos e ideas que surjan de los temas que trataremos en la presente tengan en nosotros una incidencia práctica, confiable y de crecimiento humano y cristiano. Estoy muy contento de poder servirte a través de este texto y compartir una parte de mí contigo. Te doy la más cordial de las bienvenidas, y sabes que en cualquier duda, comentario o alusión dejaré mi contacto para construir juntos espacios de diálogo y perspectivas compartidas. Tu opinión nos importa mucho en Iglesia Digital.

Con frecuencia, los jóvenes nos preguntamos cuáles son las mejores opciones para nuestra vida, por ejemplo, con quiénes hacer amistad y trazar el tipo de relaciones interpersonales deseadas, qué tipo de carrera es la que mejor va con mi forma de pensar o si es la que puedo financiar; si tomar tal o cual trabajo, cómo podría tener mayores conocimientos y experiencias, e incluso, que estilo de vida elegir. Ante estos cotidianos y complejos acertijos, parece

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imprescindible no dejar de pensar en el porvenir y en el tiempo que nos ha tocado vivir. Buscamos herramientas para trabajar frente a nuestra realidad y obtener seguridades. Son incontables las oportunidades que hoy en día tenemos los jóvenes para transformar las realidades, particularmente, aquellas, en donde podemos escuchar con atención la verdadera voluntad de Dios que nos llama a amar y servir a nuestro prójimo, justo como Jesús lo vivió, practicó y celebró en la Pascua de su vida terrena.


Te invito a reflexionar en las actitudes, formas y expectativas de un cristiano que vive en constante actualización; practicar la crítica y la iniciativa como actitudes permanentes de discernimiento, valorar su importancia y utilidad, en un mundo cambiante, que pide jóvenes valientes capaces de transformar realidades, en favor del Reino de Dios.

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La actitud del cristiano actualizado y sus tabúes La actitud del cristiano actualizado y sus tabúes. Por muchos años, quizá ya lo habrás escuchado antes, en la Edad Media se pensó que quienes tenían el derecho a tener un mayor grado de conocimientos intelectuales y espirituales era exclusivamente el sector eclesial, dada su sacralidad y su estatus quo dentro de una sociedad occidental que primaba los misterios de Dios y la hegemonía que - con supuestos bien fundamentados- Él concedía a sus representantes más cercanos. Sin duda, era un condicionamiento ambiguo y poco amable, que producía dos grandes inconvenientes, desde una perspectiva crítica-objetiva: un sutil alejamiento y segregación de los creyentes. El joven cristiano de hoy, se encuentra necesitado de saber y participar en los acontecimientos de la

Iglesia Católica en pleno siglo XXI, pues, quien decide tomar la actitud de los hombres de aquel tiempo pierde la oportunidad de ser miembro activo del cuerpo de Cristo y de su Iglesia, que sirve al mismo Jesucristo en la figura de sus hermanos; de otra manera, se verá obligado a distanciarse o a sentirse menor frente a los representantes de la Iglesia Católica, lo cual contradice aversivamente la enseñanza de Jesucristo y su Iglesia de ser todos hijos de un solo Padre. Otro tabú que ha cobrado fuerza en nuestra Iglesia, con la entrada del pensamiento posmoderno y antirreligioso (secularismo), y, que desde mi opinión, suele cerrar –provisional o absolutamentees la actitud de actualización permanente entre los creyentes, así como diálogo con las diferentes formas de apreciar y vivir en la vida. Es la constante a pensar desde lo racional los elementos tradicionales de nuestra fe como algo erróneo y enemigo de la misión fundamental de la Iglesia fundada por Jesucristo. Se piensa luego, que una persona bien preparada intelectualmente y con buenas bases culturales, tiende a alejarse de las cosas que competen al conocimiento y acción de Dios, por diversas causas, una de ellas el contacto inmediato con lo real. Es cierto que ante todo, los seres humanos nos movemos en el plano de la realidad (Zubiri, 1980) en constante dinamismo, compleja por su propia naturaleza y que intelegimos con nuestros sentidos. Al analizar con reflexión y objetividad los datos que ella misma nos da, podríamos reconocer como lo hacía San Juan Pablo II: “Razón y fe son las dos alas que nos llevan al conocimiento de Dios” (FR, 1998) , y seguramente, esta actitud de querer cambiar la realidad, nos movería por consecuencia a actuar como tantos buenos cristianos a lo largo de la historia, que buscaron ser

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Ese es un buen parámetro para iniciar la reflexión.

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¿Problematizar y actuar?

santos desde su actividad cotidiana, siempre buscando hacer el bien y amar al prójimo, tanto en sus palabras como en el esfuerzo transparente de sus acciones religiosas y sociales. Dicho en pocas palabras, un cristiano del siglo XXI que se actualiza y se cultiva intelectual y humanamente, tendrá la oportunidad de servir, transformando su entorno con objetividad y plasmando el amor de Dios a los hombres de una manera realizable, creíble, cotidianamente extraordinaria.

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El pensamiento crítico nos lleva a realizar iniciativas en favor de nuestra Iglesia Con frecuencia, los jóvenes somos testigos de los cambios que se dan en el mundo, en nuestra vida y en la de los demás. Lo mismo en los acontecimientos que marcan nuestra vida de Iglesia. Pero ¿En verdad soy protagonista de ellos? Antes de actuar, lo primero que tendremos que profundizar si queremos ser verdaderos cristianos con visión actualizante y operante, es analizar si poseemos un pensamiento crítico –distinto del peyorativo “criticón”- capaz de evaluar la mayor cantidad de datos que la realidad nos ofrece. ¿Cómo saberlo? Pensemos un momento si ante una dificultad o problemática, reacciono con presteza o simplemente me quedo en modo pasivo, pensando que todo se resolverá de la nada. O si veo algo realmente injusto, decido actuar o me quedo en silencio.

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Ahora bien, el término crítico proviene del griego kritikos, latinizado como criticus y que en español se intercambia con la palabra crítica, por lo que puede definirse como toda acción o arte de juzgar o problematizar, cuyo horizonte lo constituye el proceso de transición. Desde la perspectiva cristiana, el cristiano, por vocación como hijo adoptivo del Padre, está llamado desde la imagen de Jesucristo, a responder ante aquello que detenga todos los procesos de crecimiento, y detenga los cambios que son necesarios para construir una realidad más similar, en la que se realizan los anhelos de bondad, integridad y trascendencia. El pensamiento crítico, cuando asume la acción, conlleva sus propios riesgos, pues, como seres humanos podemos enfrentarnos con opiniones tan diversas, como estados y formas de vivir existen; sin embargo, el pensamiento crítico nos asegura ser protagonistas de los cambios, y más aún, testigos de la acción salvífica de Dios y su amor eterno por la humanidad. A nosotros nos corresponde comunicar el sentido de la actualización en nuestra fe cristiana. Encomienda que demanda enormes esfuerzos cotidianos; es posible ser crítico y a la vez propositivo. Las


actitudes deben partir desde una óptica del servicio al prójimo, no desde hegemonías o títulos sociales, y poseer un pensamiento crítico nos pone en posición para actualizar de mejor manera nuestros ambientes, aunque ser crítico y propositivo también tiene sus adversidades; sin embargo siempre nos quedará la satisfacción de saber que hemos obrado con inteligencia para acariciar los fines de la voluntad de Dios, nuestro Padre.

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Fuentes de referencia Carta Encíclica Fides et Ratio (14-IX-1998) GS Concilio Vaticano II. ZUBIRI, Xavier, Inteligencia sentiente, Alianza Editorial, Madrid, 1980.

Un ejemplo del pensamiento crítico contemporáneo y dentro de nuestra fe lo encontramos en Leonardo Boff (1938- ), teólogo y profesor ampliamente reconocido en nuestra Iglesia, quien vivió en carne propia estos riesgos, al realizar una crítica a los religiosos que se valen del Evangelio para justificar ideas reaccionarias o hurtar el dinero de los fieles; además de opinar tajantemente con comentarios directos sobre la situación en el Oriente Medio, el aborto, la violencia y la crisis ecológica y económica mundial.

ZUBIRI, Xavier; el hombre y la verdad, Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1999, 2001, 2006. MORA, FERRATER, José, Diccionario de Filosófico, Montecasino, Ed. Sudamérica, Tomo I A-K, Buenos Aires, 1964.

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Actualidad

Por Hugo Medrano SDB

Por una Iglesia informada

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adas las circunstancias de los ambientes en que se desarrollan los jóvenes y los diversos escenarios donde se mueven, resulta cada vez más importante estar al tanto de lo que sucede a cada momento y tener la información de última hora. Existen infinidad de fuentes donde se puede obtener información, mas no todas resultan confiables o son útiles para nuestros propósitos. La Iglesia no es la excepción, día a día se genera un sin número de información en torno a ella y se distribuye por todos los medios disponibles actualmente, al grado que se vuelve de suma importancia conocer la veracidad o fiabilidad de lo que se dice.

La Santa Sede ha puesto a disposición su app oficial: Vatican.va. En ella se puede encontrar la información que gira alrededor de las actividades de la Santa Sede, incluidos los mensajes pronunciados por el Santo Padre Francisco, horarios y teléfonos de las basílicas papales, requisitos para participar en las audiencias generales o ceremonias pontificias, el boletín oficial de prensa, y muchos otros recursos informativos con los que podrás estar actualizado.

El app Vatican.va es en verdad una oportunidad para ponerte en sintonía con la Iglesia, con ella puesdes estar seguro que tendrás la información oficial y de primera mano. No puedes dejar pasar la oportunidad de probarla y seguir el ritmo de nuestra Iglesia en salida. Está disponible desde Google Play para dispositivos Android y Apps Store para dispositivos iOS.

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La señal de la cruz

Por Hugo Medrano SDB

¿Santiguarse, signarse o persignarse?

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uántas veces nos hemos visto en problemas al tratar de distinguir alguno de estos términos: signar, santiguar o persignar. Para algunos parecerá cosa obvia, algo básico que se aprende desde el catecismo o desde la misma formación cristiana que ofrece la familia, pero resulta asombroso descubrir que muchos cristianos no reconocen estos términos y mejor ni hablar de su sentido. Dediquemos unas breves líneas a algo que es esencial para nuestra vida cristiana.

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Cuando hablamos de vida cristiana es imposible desligarla de una experiencia profundamente humana. Por tanto, la fe cristiana busca caminos de expresión propios de nuestra condición. Así, pues, valiéndose de elementos comunes a la vida ordinaria, Cristo, a través de su Iglesia nos comunica su gracia de manera sensible.

El hombre, siendo un ser a la vez corporal y espiritual, expresa y percibe las realidades espirituales a través de signos y de símbolos materiales. Como ser social, el hombre necesita signos y símbolos para comunicarse con los demás, mediante el lenguaje, gestos y acciones. Lo mismo sucede en su relación con Dios.”

El Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1146 nos explica perfectamente esta realidad: “En la vida humana, signos y símbolos ocupan un lugar importante.

Cuando hablamos de signar, santiguar o persignar estamos hablando, pues, de realidades que nos conducen a algo más grande e importante que un simple momento


o ademán, trascienden y nos disponen a una vínculación con lo sagrado..

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Señal de la cruz La señal de la cruz es la señal del cristiano, pues en la cruz Cristo murió para redimir a toda la humanidad. Hacemos la señal del cruz para manifestar que somos cristianos y pedir fortaleza en las tentaciones y dificultades. Tenemos que evitar desfigurar la señal de cruz haciendo gestos, muecas o balbuceos que no son dignos de aquel cristiano que reconoce en ella el signo sagrado de nuestra salvación, de la entrega de Cristo en la cruz. De la manera como hagamos nuestra señal de la cruz decimos qué tan grande es nuestra fe y qué tanto hemos entendido del misterio de la cruz. Podemos hacer la señal de la cruz de dos maneras: santiguándonos y signándonos.

“en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Es costumbre que inmediatamente después de santiguarse el creyente forme una cruz con el dedo pulgar y el dedo índice, diga la palabra “amén” y la bese, esto en señal de reverencia y devoción.

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Signar Es el gesto de figurar sobre uno mismo tres cruces con el dedo pulgar de la mano derecha, la primera en la frente diciendo: “por la señal de la santa cruz”, la segunda en la boca diciendo: “de nuestros enemigos” y la tercera en el pecho diciendo “líbranos Señor, Dios nuestro”. Cuando nos signamos e inmediatamente nos santiguamos entonces nos estamos persignando.

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Cuando hacer la señal dela cruz En el número 2157 del Catecismo de la Iglesia Católica encontramos: “El cristiano comienza su jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. El bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios e invoca la gracia del Señor que le permite actuar en el Espíritu como hijo del Padre.”

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Santiguar Es el gesto que el cristiano práctica sobre sí mismo, sobre otro o sobre una cosa para bendecirla. Consiste en tocarse en secuencia y con los dedos de la mano derecha, la frente, el pecho, el hombro izquierdo y el hombro derecho, representando una cruz al tiempo que se dice

Hay otros momentos donde hacemos la señal de la cruz, por ejemplo: nos santiguamos al iniciar la misa o es costumbre hacerlo al pasar frete a una iglesia o al iniciar nuestro día o una actividad importante; nos signamos antes de proclamar el evangelio; nos persignamos cuando iniciamos el santo rosario o el viacrucis nos. Solo por mencionar algunos momentos. Ahora ya lo sabes, es momento de ponerlo en práctica.

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Nuestros amigos de CatholicLink nos comparten unas frases espirituales de Santa Teresa de Ă vila

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Pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán. Proverbios 16, 3

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