TRÓPICOS ON LINE. Revista de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas/ Año XXV/ 2020/ Vol 1

Page 1

Revista de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas

1

Año XXV

2020

Psicoanálisis y la subjetividad en la postmodernidad



Revista de psicoanálisis Año XXV. Vol. 1. 2020

Publicada por el Fondo Editorial Sociedad Psicoanalítica de Caracas Sociedad Componente de la Asociación Psicoanalítica Internacional (International Psychoanalytical Association, I.P.A.) y de la Federación Psicoanalítica de América Latina


Revista de psicoanálisis Fundador Rómulo Lander Directora Claudia Álvarez de Lugo Comité Editorial Claudia Correia

© Fondo Editorial de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas Edificio Torre California. Piso 1. Of. 1-L y 1-K. Av. San Francisco con calle Santa Rosa. Colinas de La California. Caracas 1071, Venezuela Tel: (58)212-257 5713 e-mail: publicacionesSPC@gmail.com Fotos de portada: Michelle Carpio. Parroquia La Vega, Caracas Diseño de tapa y diagramación: Yuruani Güerere S. Corrección: Estela Aganchul Caracas, marzo 2020 Edición digital Derechos reservados. Prohibida la reproducción sin autorización Las ideas expresadas en los trabajos contenidos en esta revista no comprometen la opinión ni el criterio de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas ni del Fondo Editorial. Esta revista es una publicación sin fines de lucro de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas con el copatrocinio de personas naturales o jurídicas.


Revista de psicoanálisis Año XXV. Vol. 1. 2020

ÍNDICE

Presentación Claudia Álvarez de Lugo

5

¿Puede el psicoanálisis contribuir a la comprensión del fundamentalismo? Una introducción a una pregunta compleja Adela Abella

9

El entre/dos de la verdad en la clínica psicoanalítica Alicia Leisse de Lustgarten

24

El tenaz don del psicoanálisis Fernando Yurman

35

Los desafíos de la formación psicoanalítica Adrián Liberman

40

Sujeto, subjetividad y subjetivismo Rómulo Lander

44

Cuando las respuestas antecedan a las preguntas Adrián Liberman

50

La violencia: una lectura desde el psicoterapeuta, el psicoanalista y su método Serapio Marcano

57


6

El sujeto en la posmodernidad Un diĂĄlogo entre Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

Ă?ndice

71


Revista de psicoanálisis Año XXV. Vol. 1. 2020

Presentación

Incluimos la postmodernidad como término filosófico para que nos asistiera en el debate sobre la comprensión de la subjetividad del ser humano hoy en día: ¿quiénes vamos siendo? Sin embargo, si la subjetividad es siempre subjetiva, ¿dónde y cómo queda la realidad material? En particular, en estos momentos, pareciera complicado debatir en un sentido tan amplio. La idea de traer el “fin” de la modernidad, ha sido promover cuestionamientos existenciales, fundamentales. Ésta ha resultado ser una época confrontativa, que busca romper con los órdenes establecidos de supuesta objetividad y grandes teorías, verdades y relatos, se acerca a un pluralismo de ideas y concepciones de la vida a través de la globalización cultural y de la información. El hilo conductor de este número es la subjetividad y surgieron temas importantes que le acompañan como: los derechos humanos, Venezuela, caudillismo, realidad, fantasía, realidad virtual, cuerpo, tacto, experiencia, cultura, ideologías unívocas y circulares, relaciones de poder, incertidumbre, límite, muerte, movilidad ideológica y de pensamiento, la voz de la mujer, reflexión, sexualidad, espejo, tecnología, dataísmo, verdades, verdad inconsciente, identidad, psicoanálisis: su trabajo y su formación, bidireccionalidad, reciprocidad, cambios. Este espacio de reflexión y escritura puede colaborar a integrar y comprender los cambios, las nuevas subjetividades, formas de relacionarnos y entendernos en interacción con la realidad actual. En este número se publica el diálogo que sostuvieron Ana Teresa Torres y Manuel Llorens. Entre tanto, remarcamos lo que él refiere en cuanto a que “la noción de un sujeto con derechos es una concepción abstracta y probablemente uno de los logros centrales de la modernidad. El que el ser humano sea objeto de derechos informa gran parte de los procesos políticos y sociales de


8

Presentación

las sociedades más avanzadas”. ¿Cómo incidió en Venezuela, en América Latina esta noción y referencia de derechos, de libertad, emancipación? Luego de las independencias, ¿por qué se ha masificado la pobreza? y ¿qué ha sucedido con la distribución del poder?, ¿qué nos dice la zona gris, que se menciona en el diálogo? y ¿cómo se colabora socialmente también a la propia destrucción? En esa conversación surge un cuestionamiento interesante que plantea cómo hablar de la postmodernidad desde nuestro contexto venezolano, un país en el que no se respetan los derechos humanos, ni el más fundamental, como es el derecho a la vida. Ahora, ¿cómo hablar de posmodernidad desde un campo de muerte por negligencia de un Estado: indiferente a la muerte, a la salud, a la educación, a la protección de los ciudadanos, al respeto, a la dignidad, a las normas, a las leyes? ¿Qué es lo que da sentido a la vida de cada ser humano, a la vida comunitaria, a nuestra convivencia en Venezuela? La instalación de un autoritarismo nos ha llevado a una catástrofe humanitaria, hemos retrocedido hacia el primitivismo en un contexto de gran precariedad. Conversan acerca del deseo de un caudillo como líder y hasta llegar a “sentir placer por la burla y el atropello de la ciudadanía”, ¿cuál es el pacto inconsciente entre quienes se distribuyen el poder? Desde esta realidad ofrecemos este número. Algunos de los autores que participan aquí hacen visible la necesidad de preguntarnos sobre la práctica psicoanalítica con la idea de evitar lugares comunes y modelos que no se cuestionen. Esto aplica a todo paradigma y pensamiento. Con el trabajo de Adela Abella, quisimos ofrecer un espacio donde la autora muestra las diversas formas que toma el fundamentalismo cuando se reducen los referentes, se sostienen certezas unívocas y se promueve el poder de los mismos líderes. La autora profundiza, desde el psicoanálisis, la comprensión de este tema tan presente en el mundo contemporáneo. Explica con claridad, ofreciendo como ejemplo la propia institución psicoanalítica. Propone, la apertura del psicoanálisis hacia otros campos del conocimiento, a partir de una bidireccionalidad, es decir que ocurra en ambos sentidos. Adrián Liberman, en su artículo Los desafíos de la formación psicoanalítica cuestiona los modelos y las pautas que siguen las instituciones en la formación psicoanalítica, cada uno de los puntos contribuye a reflexionar sobre cómo nos formamos, qué hacemos, cómo lo hacemos, y pensar lo que continuamente demanda este trabajo y el propio vivir, ¿qué es lo que se quiere conservar, mejorar, cambiar?


Claudia Álvarez de Lugo

9

Rómulo Lander habla del sujeto, de la subjetividad y del subjetivismo, discute estos tres conceptos desde la teoría psicoanalítica, en la que se postulan las fuerzas inconscientes como impulsos de nuestros deseos y defensas. Por su parte, Alicia Leisse describe el trabajo analítico como un lugar íntimo, un entre/dos en el que se deconstruyen y construyen creencias e ideales, y se llega a sintonizar con “una verdad sobre un saber que no se sabe”, que se va tejiendo a lo largo de un proceso en el que se rastrean los deseos reprimidos o disociados. Cuando éstos se encuentran ya no son posibles de eludir, siguen pulsando y no paran. La autora relata tres viñetas clínicas a las que recurre como ejemplos. Fernando Yurman aborda la movilidad de las pulsiones y cómo éstas facilitan el reordenamiento del tiempo. Por ejemplo, se reordena el tiempo bidireccionalmente en transferencia pero se expanden las “sectas y corrientes fanáticas, las coloridas filosofías de ayuda” que traen sentidos para calmar una creciente incertidumbre. La incertidumbre de la vida, ¿cómo se enfrenta la realidad que se acompaña de perplejidad y en la que, como dicen los filósofos, se nos plantea el hecho de que nacemos para morir? Adrián Liberman en, Cuando las respuestas anteceden las preguntas, se pregunta en qué deparará el ser humano, su transformación psíquica y la del psicoanálisis en esta era digital y tecnológica. ¿Cuál será la incidencia que cada sujeto tiene sobre su vida y sus deseos, tomando en cuenta la influencia del dataísmo, el uso de algoritmos y operaciones en dispositivos que van ampliando y cambiando los alcances del sujeto y su mentalización?, ¿cómo se construye la subjetividad con estas “nuevas propuestas” que enlazan y fusionan lo humano y lo tecnológico? Frente a tantos cambios ¿cómo seguir mirando las implicaciones que éstos tienen en la subjetividad y en la realidad contemporánea? ¿Cómo se acepta o no el límite y se elaboran los cambios?, ¿cuál es la realidad que se va definiendo hoy y la que se desdibuja? Serapio Marcano describe y ejemplifica dos cosmovisiones o ideologías: la conservadora y la revolucionaria. Asimismo plantea que desde alguno de estos paradigmas, entre otros no incluidos, desarrollamos nuestras funciones terapéuticas, el trabajo clínico y posiciones en la vida. Sabemos, que la cultura tiene estructuras dominantes de poder que construyen unas normas que guían las relaciones individuales, sociales e institucionales y estas normas mantienen a los individuos sujetos a esa cultura. Así nos interrelacionamos como sujetos sociales. Quisiéramos remarcar una cita que hace el autor, en la que dice que “no hay neutralidad posible” en el trabajo


10

Presentación

analítico o psicoterapéutico debido justamente a este proceso de sujetación e ideologización. Aunque la neutralidad ha sido uno de los conceptos fundamentales en la técnica del psicoanálisis, este concepto se planteó en otra época y valdría la pena considerar los planteamientos del autor en estos momentos. Hoy día, ¿podría un analista mantenerse al margen de los acontecimientos socio-políticos o al momento de atender a una persona que ha sido maltratada, silenciar su posición frente a la víctima?, ¿se le señalaría la ilegalidad y lo abusivo del acto a una persona a quien le hayan violado sus derechos humanos? Agradecemos a los autores por sus valiosas contribuciones. Se han discutido temas que resaltan la importancia de mirar con cuidado nuestra práctica analítica y ciudadana. Estos cambios culturales y sociales, esta época posmoderna llama a la escucha de novedades, de un intercambio más activo, tanto con las personas con quienes trabajamos analítica y psicoterapéuticamente, como con la sociedad y así pensar sobre las nuevas realidades, subjetividades y el contexto social donde vivimos. Consideramos este número un preámbulo, por lo que los convocamos a profundizar estos contenidos con trabajos para las próximas publicaciones. Claudia Álvarez de Lugo


Revista de psicoanálisis Año XXV. Vol. 1. 2020

¿Puede el psicoanálisis contribuir a la comprensión del fundamentalismo? Una introducción a una pregunta compleja1 Adela Abella2 Resumen La autora discute las diferentes formas en que se presenta el fundamentalismo y propone una serie de hipótesis sobre sus orígenes y objetivos. ¿Debería el fundamentalismo ser entendido principalmente como un medio para fortalecer el sentido de identidad, o bien en términos de búsqueda de poder o como un refugio en la certidumbre? El principal aporte del psicoanálisis podría ser la comprensión de las formas particulares en las que un individuo se apropia de una determinada ideología y el peso de la dinámica del grupo. Sobre la base de material clínico, la autora ilustra el valor defensivo de una postura fundamentalista adoptada por un adolescente, así como la intervención cotidiana del fundamentalismo en las sociedades psicoanalíticas. Se sugiere que el narcisismo y el rol estructurante de las relaciones con los demás son particularmente pertinentes para la comprensión de este tema.

Este artículo tratará del fundamentalismo en sus diversas manifestaciones, entre las que se incluye lo que podríamos llamar la psicopatología

1

2

Este trabajo es una versión del artículo originalmente publicado por el IJP: Abella, A. (2018). Can psychoanalysis contribute to the understanding of fundamentalism? An introduction to a vast question. Int. Journal of Psychoanalysis, 99(3), 642-664. Es también una versión reducida del artículo traducido al español que será publicado en el Libro Anual de Psicoanálisis, XXXII, 2020, páginas aún en edición. Adela Abella es psiquiatra psicoanalista, trabaja con niños, adolescentes y adultos. Miembro titular en función didáctica de la Sociedad Psicoanalítica de Suiza. Miembro de la Sociedad Suiza para el psicoanálisis de niños y adolescentes y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA). Miembro del Comité Editorial de la Revista Internacional de Psicoanálisis (International Journal of Psychoanalysis, IJP).


12

¿Puede el psicoanálisis contribuir a la comprensión del fundamentalismo? Una introducción a una pregunta compleja

del fundamentalismo cotidiano. Diferenciaré tres vértices: el primero se refiere al modo en que el psicoanálisis puede contribuir a la comprensión del fundamentalismo en un sentido tradicional, es decir religioso y político. El segundo nivel es de naturaleza más clínica y sugiere el valor defensivo de una posición fundamentalista. El tercer nivel propone la idea de que una perspectiva fundamentalista podría permear algunas de nuestras interacciones institucionales, lo que nos lleva a cuestionar las manifestaciones de actitudes o creencias fundamentalistas dentro del propio psicoanálisis. Los diversos significados del término fundamentalismo El término fundamentalismo nació en los Estados Unidos a principios del siglo XX. Inicialmente, se aplicó a algunos grupos protestantes que abogaban por un retorno a las creencias cristianas originales a través de una lectura literal de la Biblia. Rápidamente el fenómeno se identificó en las tres religiones abrahámicas (judía, cristiana –tanto protestante como católica–, y musulmana). Más recientemente posiciones fundamentalistas han sido descritas igualmente en religiones tradicionalmente mas abiertas de espíritu como, el hinduismo y el budismo. De forma resumida, el término fundamentalismo religioso se aplica, convencionalmente, a cualquier movimiento que promueva la adhesión estricta a ciertos principios estimados fundamentales (es decir, no negociables o no abiertos a cuestionamientos). Algunas características son típicas, no siendo necesario que todas ellas estén siempre presentes: - una división estricta entre los miembros, supuestos poseedores de la única verdad, y los forasteros, a menudo demonizados; - una lectura literal de partes de un texto sagrado que se considera infalible (algunas partes pero no todas. Este no todo es importante porque abre la posibilidad de distorsión y manipulación); - convicción absoluta e intolerancia hacia puntos de vista alternativos acompañada de un grado variable de violencia (verbal o física); - el sentimiento de ser víctimas, incomprendidos y rechazados injustamente por los demás; - la nostalgia y el deseo de recrear un pasado mítico de pureza y bienestar (a menudo solo mítico sin ninguna existencia histórica real); - identificación con un líder idealizado y carismático en el cual se coloca el ideal del yo;


Adela Abella

-

13

un código particular de pensamiento y comportamiento encarnado por el líder que permite soslayar las leyes morales habituales.­

Existe un debate sobre la comprensión de estos fenómenos: se han propuesto tres hipótesis principales. La primera de estas hipótesis sugiere como núcleo central de una actitud fundamentalista una oposición militante a la modernidad. Esta oposición a la modernidad obedece al deseo de restaurar y recrear un sentido de identidad en la era postcolonial, en el vacío dejado por el fracaso de las ideologías modernistas posteriores a la Ilustración. Más concretamente, se trataría de la lucha por asegurar la supervivencia de comunidades tradicionales y de sus formas de vida ancestrales frente al riesgo de su destrucción por parte de un capitalismo agresivo con su cohorte de crueldades indescriptibles, escandalosa explotación del trabajo humano y los recursos naturales, flagrantes desigualdades y genocidios. En pocas palabras, desde este punto de vista, la pregunta que plantean los grupos fundamentalistas sería la siguiente: ¿en qué nos diferenciamos de los extranjeros explotadores que están destruyendo/han destruido el mundo tradicional que heredamos de nuestros antepasados? La violencia extrema de algunos de estos movimientos podría entenderse como la reacción de un grupo social ante el peligro de la aniquilación y reflejaría la brutalidad que sienten les ha sido infligida. En resumen, la idea de base sería: ya que hemos sido violentamente destruidos, destruiremos violentamente a nuestros agresores con objeto de reafirmar nuestra existencia. Una hipótesis alternativa sugiere que el fundamentalismo no es tanto una cuestión de religión sino una cuestión de hacer política a través de la religión. Lo que está en juego no es tanto la identidad, sino la búsqueda de poder en una lucha geopolítica mundial. El problema podría entonces plantearse en estos términos: ¿cómo puede una comunidad desfavorecida fortalecerse para competir con grupos mas poderosos? Las creencias religiosas serían así instrumentalizadas, para obtener el poder político. Lejos de ser la verdadera motivación central, la religión solo sería una coartada útil y exculpante. La violencia de estos grupos sería explicada aquí en términos de defensa frente a la aniquilación en un contexto de indefensión frente a una potencia destructora. Una tercera hipótesis sugiere como núcleo de una posición fundamentalista el apego inquebrantable a un conjunto de creencias irreductibles, apego basado en la convicción de que constituye la única fuente omnipotente de verdad objetiva. En este último sentido, la posición fundamentalista aparece como una defensa narcisista donde el individuo se


14

¿Puede el psicoanálisis contribuir a la comprensión del fundamentalismo? Una introducción a una pregunta compleja

aferra a la ilusión de pertenecer al grupo elegido de los poseedores de la única verdad. Aquí la pregunta sería más bien: ¿quién está en posesión de la única verdad? Desde este punto de vista, el fundamentalismo se parece más a una afirmación de certeza. En resumen, el fundamentalismo puede ser definido en términos de la conjunción de tres elementos: reducción selectiva de referentes, sentido de absoluta certeza y rechazo de posibilidades alternativas. Su origen se ha referido fundamentalmente a tres factores principales: la búsqueda de identidad, el poder político, la certeza. Estos tres factores no se excluyen mutuamente, sino que, por el contrario, a menudo están interrelacionados (la lucha por el poder puede combinarse con la afirmación de la identidad grupal/individual y/o implicar un sentido de absoluta certeza). También pueden estar en conflicto, dando lugar a innumerables manifestaciones idiosincrásicas (por ejemplo, la lucha por el poder puede exigir, en ciertas circunstancias, el abandono de algunos rasgos identitarios tradicionales. Y la insistencia en la certeza puede oponerse a una invitación a la tolerancia contenida inicialmente en una determinada doctrina tradicional). * * * Hemos dicho que el fundamentalismo puede ser definido en tanto haya una reducción selectiva de referentes, asociada a un sentido de absoluta certeza y un rechazo de posibilidades alternativas. Esta definición permite identificar posiciones fundamentalistas fuera de la esfera religiosa o política. Así, por ejemplo, se ha descrito un fundamentalismo genético en el que tanto los eventos fisiológicos como los comportamientos se refieren única o casi exclusivamente a una supuesta configuración genética, con la exclusión de la intervención significativa de cualquier otro factor (los otros factores pueden intervenir de forma únicamente secundaria). De manera similar, el fundamentalismo del mercado defiende una fe incuestionable en el laissez faire, con la idea de que el libre mercado es capaz de resolver espontáneamente las dificultades económicas y sociales. Otros ejemplos son el fundamentalismo marxista y científico al que podemos agregar un fundamentalismo psicoanalítico. Una pregunta importante se refiere a la legitimidad de emplear el mismo término para cubrir fenómenos en campos tan diferentes. Desde el punto de vista del psicoanálisis, esta extensión del término se justifica a partir del principio de continuidad genética, descrito ya por Freud. Según este principio, se puede identificar la presencia de los mismos mecanis-


Adela Abella

15

mos –fantasías, ansiedades, defensas– a todo lo largo de la amplia gama de fenómenos psíquicos que se extienden desde la psicopatología “normal” cotidiana a los graves trastornos mentales, tales como la histeria, la paranoia o la psicosis. Los mismos elementos se encontrarían en los diferentes niveles, variando la carga libidinal o agresiva, el contacto con la realidad y su predominancia relativa. Es la existencia de una matriz general la que autoriza la utilización de una denominación común si bien se acepta la existencia de particularidades importantes según el terreno específico en el que se da el fenómeno fundamentalista. * * * Contribuciones psicoanalíticas a la comprensión del fundamentalismo religioso y político A este nivel, el objetivo es comprender los movimientos inconscientes que subyacen a una posición fundamentalista. Implícito en este enfoque está la idea de que la identificación de las fantasías inconscientes y las emociones transmitidas (y desatadas) por un grupo fundamentalista determinado podría ayudar a aclarar las razones por las que atrae a poblaciones particulares. Por lo tanto, la esperanza es que este tipo de análisis pueda contribuir a la prevención a nivel social. Los temas que se estudian con más frecuencia incluyen: 1. El nivel de funcionamiento en grupos o individuos fundamentalistas, que a menudo se describe como narcisista y preedípico: pueden plantearse hipótesis sobre la intervención de tendencias perversas, psicopáticas y psicóticas. 2. La cuestión de la construcción de la identidad y su relación con la psicología de grupo (que puede entenderse básicamente, siguiendo a Freud, en términos de identificación a un líder carismático sobre el que se ha proyectado el ideal del yo y el superyó). 3. La naturaleza de las ansiedades y emociones involucradas: temor a la aniquilación, vergüenza, rivalidad y sus fantasías asociadas: ser destruido, humillado, castrado, manchado, violado, robado, así como los mecanismos de defensa implicados: disociación, forclusión, proyección, idealización, perspectiva invertida. Otros aspectos centrales abarcan la intervención de la envidia, la destructividad, los ataques al pensamiento, la omnipotencia, la excitación, el


16

¿Puede el psicoanálisis contribuir a la comprensión del fundamentalismo? Una introducción a una pregunta compleja

pensamiento mágico y la ilusión de inmortalidad, los problemas de deshumanización, la dependencia y la autonomía, la pérdida y el trauma. Este nivel de discusión da lugar a varias preguntas importantes y conlleva varios peligros. Un primer peligro se refiere al dilema característico de la aplicación del psicoanálisis a fenómenos extra-clínicos (Abella 2013a, 2016). Consiste en el riesgo de una aplicación temeraria y simplista de un modelo teórico dado a fenómenos culturales o sociales complejos, ignorando los límites del psicoanálisis como herramienta heurística para la captura de fenómenos de múltiples niveles. Freud había señalado estos límites del psicoanálisis ya desde 1908: “… es evidente que hay un terreno resbaladizo en muchas de nuestras aplicaciones del psicoanálisis a la biografía y la literatura,” (Freud 1908-39, p. 408). Durante los últimos cien años, varios autores han encontrado este mismo riesgo de resbalón no solo en la mayoría de las aplicaciones extraterritoriales (no clínicas) del psicoanálisis, si no en todas. El problema es, como lo expresó Freud, que “es tan fácil establecer analogías y leer significados en las cosas” (1907, p. 43) que conlleva riesgos. Algunos peligros típicos, ya señalados por Freud, son la interpretación salvaje y la tentación de inyectar nuestras construcciones teóricas en un discurso “indefenso”: indefenso en el sentido en que, a diferencia de un paciente, un discurso no puede reaccionar a nuestras interpretaciones de manera de invalidarlas, corregirlas o completarlas. Este problema se presenta tanto en el trabajo clínico como extra-clínico: Freud ya había advertido contra el riesgo, de que el analista, mientras escucha a su paciente, se concentre en un punto y tienda a seleccionar el material de forma que: “… siguiendo sus expectativas o inclinaciones… corre el peligro de no encontrar nada más que lo que ya sabe” (Freud 1912, p. 112). En el caso de aplicaciones extraterritoriales del psicoanálisis este riesgo aumenta de forma exponencial y, cosa aun mas importante, va contra una tendencia actual de la escucha analítica. Me refiero a la larga tradición que pone de relieve la centralidad de la respuesta del paciente, tradición que se extiende desde Freud en “Construcciones …” (1937)3 hasta Bion señalando al paciente como el mejor supervisor. La unidad analítica básica ya no es: material del paciente -> contratransferencia -> interpretación, sino: material del paciente -> contratransferencia ->

3

Freud se refiere a una farsa de Nestroy en la que “el criado tiene una sola respuesta en sus labios a cada pregunta u objeción: Todo se aclarará en el transcurso de los desarrollos futuros”. De igual manera, dice Freud, la validez de una interpretación se aclarará en el transcurso del análisis.


Adela Abella

17

interpretación, -> respuesta del paciente. La falta de este último paso en el caso del material extraclínico priva al analista de la posibilidad de evaluar la validez de nuestra hipótesis. Todo esto debería hacernos muy cautelosos en nuestras interpretaciones de cualquier tipo de asuntos extraterritoriales. * * * A los riesgos propios de toda aplicación extraterritorial del psicoanálisis se añaden otros específicos al tema del fundamentalismo. Uno de ellos tiene que ver con el objetivo a perseguir: ¿deberíamos intentar dibujar una especie de retrato robot del funcionamiento mental de un individuo fundamentalista típico, digamos un terrorista fundamentalista? Esto implica el supuesto discutible de que haya un patrón típico, en lugar de una variedad de formas personales de usar una ideología dada. Varios especialistas en este tema cuestionan la idea de que los terroristas sean individuos particularmente patológicos. Así, el antropólogo Scott Atran (director de Investigación en Antropología en el Centro Nacional de Investigación Científica en París), sobre la base del trabajo de campo con Mujahedin e ISIS en Europa, Oriente Medio, Sudoeste Asiático y África del Norte, llega a las siguientes conclusiones: Lejos de ser ignorantes, empobrecidos, nihilistas o enfermos mentales, los terroristas suicidas tienden a ser educados, de clase media, comprometidos moralmente y libres de psicopatología obvia. Probablemente, el llamado más eficaz al martirio es la oportunidad de unirse a una feliz banda de hermanos. El compromiso con el grupo se ve intensificado no solo por la promesa literal del paraíso, sino por el sentimiento de fascinación espiritual que proviene de participar en una cruzada, una llamada, una búsqueda de verdad o una jihad (Atran, 2010, 2015).

Para Atran, lo que atrae tan poderosamente hacia ISIS es una alternativa a una sociedad materialista, frustrante y aburrida, que no ofrece posibilidades de aventuras emocionantes y hechos sagrados idealizados, y no proporciona salidas para la destructividad y la venganza: Lo que inspira a los terroristas más letales en el mundo de hoy, no es tanto el Corán o las enseñanzas religiosas como la atracción de una causa emocionante y un llamado a la acción que promete gloria y estima de los ami-


18

¿Puede el psicoanálisis contribuir a la comprensión del fundamentalismo? Una introducción a una pregunta compleja gos y, a través de los amigos, el respeto eterno y el recuerdo en un mundo, que nunca vivirán para disfrutar … Jihad es un empleador igualitario que ofrece igualdad de oportunidades: … fraterno, rápido, emocionante, glorioso y genial.

Un artículo de 2010 escrito por la psicoanalista italiana C. B. Tarantelli está de acuerdo con algunas de las opiniones de Atran: a saber, la ausencia de una psicopatología obvia y la relevancia de pertenecer a un grupo. Sobre la base de las autobiografías de varios miembros de las Brigadas Rojas y de una serie de entrevistas realizadas por la autora, ella sostiene que “la patología relevante en la empresa terrorista no es la del individuo sino la del grupo.” De esta manera, llega a la conclusión de que ‘los terroristas no son individuos particularmente patológicos e intrínsecamente violentos’, sino que son capturados por un grupo particularmente patológico. Por lo tanto, sugiere Tarantelli, debemos centrarnos en el estudio de las dinámicas inconscientes que subyacen y explican el poder magnético, seductor y regresivo del grupo terrorista. En resumen: si hay un terreno común dentro del funcionamiento mental de un grupo terrorista fundamentalista, es probable que no se encuentre en las características individuales de sus miembros, sino en la dinámica específica del grupo. En conclusión, el intento de describir un esquema típico del funcionamiento mental de los seguidores de un grupo fundamentalista dado, es probablemente vano y engañoso. En mi opinión, la gran fuerza del psicoanálisis es su capacidad para desvelar las motivaciones inconscientes personales que llevan a un individuo a apropiarse de una ideología dada. Finalmente, señalaré un último riesgo, presente incluso cuando se ejerce conscientemente la prudencia interpretativa y se dispone de datos apropiados. Es el riesgo de los sesgos introducidos por la pertenencia sociocultural y el inevitable etnocentrismo del analista. Este peligro es particularmente grave cuando se considera un grupo que pertenece a una tradición distinta de la propia, al psicoanálisis, es decir, la tradición judeocristiana. Este sesgo etnocéntrico puede reforzarse y volverse profundamente nocivo si el psicoanalista no se protege contra la información deliberadamente engañosa que los políticos pueden proporcionar para manipular la opinión pública en una dirección determinada (un ejemplo podría ser la información errónea dada sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak con el fin de justificar la intervención armada de Estados Unidos). En el caso de ataques terroristas sangrientos cometidos por grupos fundamentalistas, el impacto emocional en el psicoanalista puede ser tal


Adela Abella

19

que su pensamiento se bloquee: la identificación con las víctimas puede conducirle a una aplicación ad hoc superficial y superyoica de sus teorías. En los casos extremos, un punto de vista sesgado basado en prejuicios y temores personales inconscientes puede, paradójicamente, conducir a la adopción de una perspectiva fundamentalista: el observador psicoanalítico puede dar por sentado que él/ella está en posesión del conocimiento verdadero y absoluto mientras proyecta el error y la malevolencia sobre el grupo fundamentalista observado. El riesgo opuesto también se ha descrito: impulsado por la culpa de pertenecer a un país colonialista y adoptando una perspectiva relativista posmoderna, el psicoanalista puede “entender” y exonerar, e incluso idealizar, posiciones fundamentalistas a través de una posición de auto-responsabilidad omnipotente y masoquista. Esta posición podría resumirse en los siguientes términos: Nosotros destruimos su mundo, ellos se defienden desesperadamente como pueden y tienen el derecho de hacerlo. En mi opinión, una de las contribuciones fructíferas del psicoanálisis a la comprensión del fundamentalismo podría ser precisamente el hecho de enfatizar los prejuicios emocionales e inconscientes que subyacen a toda percepción de la realidad y a todo intento de comprensión. Esto nos permitiría contribuir a construir un espacio fructífero de pensamiento no solo dentro de nuestro campo, sino también en el ámbito social. El fundamentalismo a nivel clínico Con respecto a nuestra comprensión de las razones por las que las ideologías fundamentalistas pueden atraer a ciertos individuos, nuestro trabajo clínico ofrece un terreno menos resbaladizo. Un breve ejemplo clínico podría ser el de Juan, un joven de 18 años que consultó tras haber abandonado los estudios y llevaba una vida caótica. Juan contaba una historia de mala relación con los padres, de los que se había sentido abandonado. Relataba una buena experiencia en su vida: la amistad con un joven mayor que él con el que había compartido la afición al boxeo, largas discusiones sobre el sentido de la vida y la militancia en una organización neo-nazi. La ideología fundamentalista compartida le había proporcionado el sentimiento de pertenecer a una comunidad, le había abierto la perspectiva de cambiar una sociedad que le parecía decepcionante al tiempo que daba salida a su frustración y su agresividad. Juan invistió fuertemente el tratamiento desde el primer encuentro,


20

¿Puede el psicoanálisis contribuir a la comprensión del fundamentalismo? Una introducción a una pregunta compleja

con una clara idealización del terapeuta. Con el tiempo desarrollo también una especie de “fundamentalismo terapéutico”: a través de sus lecturas de Freud y del trabajo hecho conmigo, Juan llegó a pensar que la solución para los problemas del mundo no podría venir mas que del psicoanálisis. En consecuencia lo aconsejaba a sus amigos, su familia, etc., con una convicción impregnada de fanatismo. La tonalidad defensiva de la ideología fundamentalista me pareció determinante: Juan las utilizaba con el fin de reforzar su identidad y su autoestima. Una parte importante de la terapia fue el trabajo de desidealización del psicoanálisis y del terapeuta: lo más difícil para Juan era pensar que no existían verdades absolutas y salvadoras que él tuviera el derecho –y el deber– de imponer a los otros. Durante su tratamiento discutimos muchos temas, pero quizás el más importante y difícil de hacer evolucionar fue la comprensión de las formas en que su posición fundamentalista lo protegía de las ansiedades de apropiación de su propia subjetividad, de renunciar a la omnipotencia, atreviéndose a ser él mismo, diferente de los demás. Por lo tanto, a nivel clínico, podemos trabajar para descubrir las razones personales que llevan a una persona determinada a adoptar una posición fundamentalista. Podemos entender su valor defensivo, sus fantasías particulares y las formas en que un individuo puede usarlas para construir su identidad, ya sea de manera provisional, inocua e incluso fructífera, o bien contribuyendo a una psicopatología fija. En una situación clínica es posible investigar las hipótesis clásicas sobre el origen del fundamentalismo, es decir, su arraigo en la búsqueda de identidad, poder o certeza, así como las hipótesis más recientes: el peso de la dinámica de grupo o la necesidad del joven de aventura, de compañerismo o de gloria. Algunas de nuestras teorías podrían ser útiles, principalmente aquellas relacionadas con el narcisismo, la construcción del yo a través de la interacción con los demás, las dinámicas de grupo y las complejas interacciones entre el individuo y la sociedad. El fundamentalismo dentro de las instituciones psicoanalíticas Si aceptamos como definición de una actitud fundamentalista la tríada: reducción selectiva de referentes, sentido de absoluta certeza y rechazo de posibilidades alternativas, es posible considerar que estos elementos se presentan en nuestra vida institucional. Y que algunas de sus características detalladas al principio de este artículo, pueden ser identificadas fácilmente.


Adela Abella

21

Así, se ha señalado que existe la tentación de leer a Freud y a los otros pioneros (más exactamente, a partes seleccionadas de Freud y de los otros pioneros), de la misma manera que un fundamentalista lee su libro sagrado, es decir, como si contuviera una verdad revelada, estática e incuestionable. Una expresión particularmente frecuente de esta tendencia en nuestro campo podría ser el uso de una cita particular de Freud u otro psicoanalista reputado, como prueba de la rectitud de una determinada posición. En estas ocasiones, la cita generalmente se elimina de su contexto original, tanto del contexto del texto donde estaba incluida como del contexto cultural, científico, social e histórico que le da su significado completo. En consecuencia, el significado inicial se ve a menudo empobrecido o distorsionado, y la cita se transforma en una herramienta de manipulación (Abella 2010, 2013a, 2016). Otro “resbalón” fundamentalista puede derivar de la convicción incontestable de ser el único poseedor de la verdad absoluta. Esta certeza puede llevar a participar en un debate con el objetivo de convencer a nuestros oponentes de la rectitud de nuestra posición, sin tratar de entender sus argumentos. En estas ocasiones, el debate puede degenerar en afirmaciones narcisistas, rivalidad agresiva e inútil, frustración y sentimientos dolorosos de depreciación y enojo en lugar de generar nuevos pensamientos y enriquecimientos mutuos. Estas posiciones intolerantes pueden corresponder a las ansiedades y necesidades descritas como las fuerzas motrices del fundamentalismo, que también afectan nuestro propio campo: la defensa de la identidad propia o grupal, la lucha por el poder o la búsqueda de la certeza. Una viñeta clínica podría ilustrar algunos aspectos de esta situación. En un seminario clínico, la Dra. B presenta una sesión que la ha impactado fuertemente: Al llegar a la sala de espera, la Dra. B encuentra a su paciente, Teresa, de pie en medio de la habitación, con los brazos colgando y la cara, inundada de lágrimas, distendida en una mueca de dolor insoportable. Cada pocos segundos Teresa cae en apnea, con la boca abierta, lo que evoca en la analista la imagen de un pez ahogándose fuera del agua. La Dra. B le pregunta a la paciente si puede entrar al consultorio. Una vez dentro, Teresa se sienta en el diván y continúa con el llanto desesperado y el ahogo. Después de unos minutos la Dra. B propone a su paciente un vaso de agua. La paciente acepta y se calma lo suficiente como para recostarse en el diván. Luego Teresa explica con gran detalle algunos problemas que ha tenido con el auto que acaba de comprar, desgraciadamente el auto antiguo que ella conocía muy bien se ha estropeado sin posibilidad de ser reparado. El


22

¿Puede el psicoanálisis contribuir a la comprensión del fundamentalismo? Una introducción a una pregunta compleja

vendedor se ha comportado de manera despreciativa haciéndole sentirse humillada. Al salir del taller estaba tan molesta que hizo un gran rasguño en el auto. No podía soportar la sensación de haber estropeado su nuevo auto. Además, se preguntaba si el vendedor lo había visto. Si fuese así, pensó que él seguramente se había reído vengativamente de ella. Mientras escucha a su paciente, la Dra. B recuerda sus desagradables experiencias personales con los aparatos hiper-tecnológicas que a veces tiene la desgracia de comprar. En esas ocasiones ella también se siente, como Teresa, enojada y estúpida. Un recuerdo cruza rápidamente su mente: una vez se sintió perdida en una gran ciudad desconocida. Aunque ya era adulta y su padre había muerto hacía años, se sorprendió al escucharse a sí misma decir en su mente, de una manera cuasi alucinatoria: “¿cuándo va a venir mi padre?”, buscándolo ansiosamente a su alrededor, en espera que él pudiera venir a ayudarla. Al mismo tiempo, piensa en algunos elementos de la historia de la paciente, entre ellos una madre descrita como abrumada por la ansiedad, egocéntrica e incapaz de estar disponible para su hija. Luego comienza una discusión en el seminario. Un colega, obviamente impresionado por la imagen del pez ahogado, postula un antiguo trauma no mentalizado que encuentra una expresión no verbal, lo que sería una prueba de su naturaleza traumática arcaica. En lugar de expresar verbalmente una fantasía de asfixia (cuya naturaleza debería investigarse más a fondo), Teresa necesita vivirla. La experiencia alucinatoria de la analista demuestra un funcionamiento regresivo (en el sentido de Botella4) y es el equivalente a un acto de figuración de aquello que no ha sido representado. Gracias a una profunda escucha de las experiencias no verbales de Teresa, la analista ha alucinado, en lugar de su paciente, al padre cariñoso que Teresa estaba buscando con urgencia. A través de una regresión formal, la analista

4

Freud había distinguido tres tipos de regresión: una regresión topográfica (entre diferentes sistemas del aparato mental, por ejemplo, entre consciente e inconsciente); una regresión temporal (entre diferentes períodos cronológicos, por ejemplo, entre la fase fálica y la oral); y una regresión formal (entre diferentes modalidades de funcionamiento mental, por ejemplo, entre el proceso secundario y el primario). C. y S. Botella desarrollan la noción de regresión formal y proponen el término “regredience” para una escucha particular del analista en la sesión que funciona no a un nivel racional y verbal, sino más bien a nivel intuitivo y sensorial (más frecuentemente, visual). Así, describen el tratamiento de un niño autista, incapaz de expresarse a través del lenguaje o el juego, y sugieren la hipótesis de que el niño no puede expresarse porque no puede representar. Al final de una sesión, la imagen visual de un lobo viene a la mente del analista: esta ‘figuración’ está destinada a representar, por delegación, lo que el niño no podía representar por sí mismo (Botella y Botella, 2005).


Adela Abella

23

le ha proporcionado a Teresa la escucha contenedora que necesitaba, tanto por sus palabras como por su ofrecimiento de un vaso de agua. Un segundo colega destaca la identificación de la analista con su paciente: ambas se sintieron no solo enojadas, sino también estúpidas. Para él, esto sugiere un ataque envidioso de la paciente a las capacidades de comprensión de la analista (un ataque representado por la figura del viejo automóvil, muy bien entendido pero irremediablemente roto, y la imagen de una analista perdida que espera en vano a su padre muerto). A través de la identificación proyectiva, la paciente ha depositado partes destruidas de sí misma en la analista, más precisamente su aparato de pensamiento atacado y dañado, con las que la Dra. B se ha identificado. Un tercer colega sugiere una hipótesis alternativa. A través de su ofrecimiento de un vaso de agua y su intervención empática, la analista ha actuado como una buena madre contenedora. La reacción calmada de la paciente, tanto frente al vaso de agua como a las intervenciones de la analista, sostiene esta hipótesis. Lo que ayudó a Teresa no fue tanto las palabras de la analista sino la capacidad de soportar y aceptar a su paciente. La oferta de un vaso de agua fue una acción interpretativa, que transmitió comprensión y contención. Para un último colega, el vaso de agua tiene un valor radicalmente opuesto: la analista no pudo contener mentalmente la ansiedad de la paciente. El vaso de agua equivale a una actuación. La Dra. B, tal vez a través de la identificación con una madre demasiado ansiosa, le ha impedido a Teresa la posibilidad de vivir plenamente la experiencia de ser mal entendida en la transferencia. En lugar de analizar esta fantasía, la analista la ha expulsado a través de lo que parece ser una actuación defensiva. La paciente sintió el fracaso en la capacidad de contención de la analista y lo expresó a través de algunas imágenes descalificantes: la sensación de ser estúpida, el coche roto. La fantasía de la analista (ella también abrumada por la tecnología, sintiéndose perdida y necesitada de ayuda) transmite la percepción de su propio fracaso como analista contenedora. Lo que llamó poderosamente la atención de la Dra. B fue la pobreza de la discusión. Sintió que sus colegas habían aportado, cada uno de ellos, comprensiones diferentes y bien elaboradas a partir de modelos teóricos particulares, respectivamente: Botella de la escuela francesa, Klein, Winnicott, Klein-Joseph. Sin embargo no hubo un verdadero intercambio, cada uno de ellos parecía convencido de su comprensión y totalmente desinteresado en el punto de vista de los otros. Basándonos en el informe de la Dra. B. podríamos identificar, en esta particular sesión del seminario,


24

¿Puede el psicoanálisis contribuir a la comprensión del fundamentalismo? Una introducción a una pregunta compleja

las características descritas como típicas del funcionamiento de los grupos fundamentalistas, es decir, una reducción selectiva de referentes, un sentido de certeza absoluta y el rechazo de posibilidades alternativas. Conclusiones Desde mi punto de vista el psicoanálisis puede contribuir de manera significativa a la comprensión de las diferentes presentaciones de una posición fundamentalista. En el terreno sociopolítico, su contribución será tanto mas valiosa cuanto mas prudente sea el analista a la hora de aplicar sus teorías evitando el reduccionismo, la interpretación salvaje y la inyección de conceptos sin tener en cuenta la complejidad del sujeto de discusión. En el terreno clínico y preventivo, podemos aportar la comprensión de las diversas maneras en que un individuo puede servirse de una ideología dada al servicio de sus fantasmas y ansiedades personales. Finalmente, en el terreno institucional, considerar la posible intervención de actitudes totalitarias puede mejorar las condiciones del intercambio entre analistas y estimular así el desarrollo de nuestra disciplina. ¿Entonces qué se debería hacer? En mi opinión, necesitamos más trabajo de campo de la mano con otros académicos de las humanidades/ profesionales de la salud. Sobre esta base, nuestras construcciones teóricas podrían fundamentarse firmemente en lo que es el reino específico de la observación psicoanalítica: la que considera la intervención de pensamientos y sentimientos inconscientes así como la centralidad de las relaciones interpersonales. Referencias bibliográficas Abella, A. (2010). A propos des sorcières métapsychologiques et du débat entre psychanalystes. Revue française de psychanalyse LXXIV, 5, 1665-1672. _______. (2013a). Psychoanalysis and Art: From Applied Analysis to Interdisciplinary Dialogue. In G. Goldstein (Ed.), Art in Psychoanalysis (pp. 57-78). London: International Psychoanalytical Association. _______. (2016). Psychoanalysis and the Arts: The Slippery Ground of Applied Analysis. The Psychoanalytic Quarterly, 85(1), 89-120. Atran, S. (2010). Talking to the Enemy: Faith, Brotherhood, and the (Un)Making of Terrorists. New York: Harper Collins.


Adela Abella

25

_______. (2015). ISIS is a revolution. https://aeon.co/essays/why-isis-has-the-potential-to-be-a-world-altering-revolution. Botella, C., and S. Botella. (2005). The Work of Psychic Figurability: Mental States without Representation. London: The new library of psychoanalysis. Freud, S. (1907). Delusions and Dreams in Jensen’s Gradiva. Standard Edition. Vol. IX, 3-93. _______. (1908-39). Sigmund Freud-Ernest Jones: Complete Correspondence, edited by R. A. Paskauskas. London: The Belknap Press of Harvard University Press. _______. (1912). Papers on Technique: Recommendations to Physicians Practising Psychoanalysis. Standard Edition. Vol. XII, 111-120. _______. (1937). Constructions in Analysis. Standard Edition. Vol. XXIII, 255-269. Tarantelli, C. B. (2010). The Italian Red Brigades and the Structure and Dynamics of Terrorist Groups. The International Journal of Psychoanalysis, 91(3), 541-560. Traducción: Kamran Alipanahi, corregida y resumida por Adela Abella


Revista de psicoanálisis Año XXV. Vol. 1. 2020

El entre/dos de la verdad en la clínica psicoanalítica Alicia Leisse de Lustgarten1

Resumen Partiendo de lo que hace a nuestro oficio analítico, la autora discurre en lo que entiende como la verdad del paciente, la novedad del discurso y de la escucha en la relación analítica. La verdad como un objeto de un cierto saber y la noción de narrativa son los referentes que desarrolla a partir de algunos autores que representan nuevas aperturas. Algunas viñetas de ilustración intentan dar cuenta de cómo piensa estas ideas.

¿Por qué la verdad? Unos años atrás, en el contexto de nuestra Jornada Anual, (Caracas, 2012), atendimos una mesa redonda para tratar sobre la verdad circunscrita a lo que desde el psicoanálisis nos ocupa. Hoy me corresponde articular algunas ideas en la dirección a lo que hace a nuestra práctica clínica. La indagación psicoanalítica de los inicios llevó a Freud (1896) desde el mundo de la conciencia a la revolucionaria metapsicología; escenario del inconsciente, telón de fondo a la vez que figura de la organización psíquica. Ello tuvo efectos determinantes en el replanteamiento de lo que hace al sujeto: ser de identidad y de deseo; portador de identificaciones que lo articulan, de las que se rescatará en la dirección de sus escogencias. Pulsador de lo que hace a cada quien, desde lo no sabido o lo no dicho;

1

Miembro Titular con función didáctica de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas, IPA y FEPAL. Miembro invitado de la Asociación Psicoanalítica de Madrid y del Centro Psicoanalítico Valenciano.


Alicia Leisse de Lustgarten

27

lo entiendo como la verdad del paciente, la novedad de su discurso y de la escucha en la relación analítica. Dicho de manera un tanto apretada, en esto pretendo discurrir. La primera ocurrencia que tengo al pensar el tema, es su ubicación en la filosofía. Algunas conceptualizaciones apuntarán al estudio de la verdad y cómo llegar a ella. Los filósofos griegos comenzaron por buscar la verdad o lo verdadero frente a la falsedad, la ilusión, la apariencia. La verdad en este caso era idéntica a la realidad, y, esta última era considerada como idéntica a la permanencia, a lo que es, en el sentido de ser siempre (Ferrarter Mora, 1994, p. 3660).

Freud tomó el camino de la investigación fuera del espectro de la filosofía desde el mismo momento del descubrimiento del inconsciente. La filosofía atendía más lo relativo a la conciencia, mientras que la apuesta freudiana procuraba ese otro escenario metapsicológico elaborado con un cierto número de hipótesis que conciernen a la existencia del inconsciente: “a sistemas psíquicos tópicamente2 determinados, que poseen una organización y un funcionamiento específicos” (Ferenzci, cp. por Esquivel, 2018 pp. 2-3). La perspectiva psicoanalítica Desde muy temprano en la investigación clínica con sus pacientes histéricas, Freud (1893/1895) busca la verdad del trauma, el acontecimiento verdadero que origina el síntoma y la neurosis. Muy pronto se ve llevado a dudar de la veracidad de las escenas de seducción, pero en lugar de desestimarlas del todo, se pregunta por qué “mienten” sus pacientes, descubriendo por esta vía el lugar que ocupan las fantasías en el mundo psíquico (Gitaroff, 2012). Años después, Lacan (1970) relacionará la búsqueda de la verdad reprimida del sujeto con el reconocimiento de su deseo; al que

2

Tópico, para Freud, es equivalente a una teoría o un punto de vista que supone una diferenciación del aparato psíquico, en cierto número de sistemas dotados de características o funciones diferentes, y dispuestas en un determinado orden entre sí, lo que permite considerarlos metafóricamente como lugares psíquicos de los que es posible dar una representación espacial figurada (López Piña, 2018).


28

El entre/dos de la verdad en la clínica psicoanalítica

afirma, es imposible encontrarle un sentido en tanto portador de contradicciones o sin sentidos. No vale pensar si sucedió o no sucedió algo, sino aquello que da cuenta de la verdad subjetiva del paciente; lo que para él es, esa verdad con la que sostiene su fantasmática individual. Para este autor, la verdad tiene estructura de ficción al recoger la versión particular que cada quien hace de la realidad. Litvinoff (2009) en sus aproximaciones a las nociones de realidad, verdad, inconsciente y encuadre virtual levanta cuestiones que vienen a consideración. Señala que la lógica clásica racional se basa en la oposición entre verdad y falsedad mientras que en la lógica del inconsciente, psicoanálisis, verdad y falsedad coexisten: no hay verdad sin mentiras, no hay una manera de decir la verdad sino de forma indirecta retórica o ficcional. Las representaciones no se contrastan con la realidad. Todos los pensamientos son verdad sin un sujeto que los piense y, aún allí, sale al paso el interrogante. Es así que la verdad que mira el analista es inédita. Se separa de la moral, el juicio o las deliberaciones; de la lógica racional de la conciencia, lo que llamamos el proceso secundario. Nos dirá Litvinoff (2009): La clínica psicoanalítica de la verdad surge de la equivocación, el lapsus, el acto fallido; la voz del sujeto del inconsciente emergiendo entre los sueños. El paciente en análisis despliega su transferencia ante la escucha del analista, que intenta descifrar esa realidad que se escenifica para él, tratando de ir más allá de las palabras hasta la concepción misma de la idea que dio lugar al argumento que se le presenta. (p. 57)

Mientras que el paciente sostiene que se trata de algo real, el analista busca las ficciones que intervienen en el devenir de la trama. Estas nociones no son conocidas, al menos de entrada, cuando el paciente habla. No es infrecuente que el paciente diga, que nos ha tenido en engaño al omitir o falsear sus comunicaciones; o que los padres de un adolescente nos adviertan tenga cuidado, con otros terapeutas él ha dicho lo que le ha dado la gana; se los mete en un bolsillo. Y como estas, tantas otras evidencias que advierten que desde la consideración de la narrativa consciente sucede una alteración de lo que habíamos concebido como verdad. La escucha del analista no comporta una posición de adivino, de verificador del relato o de calificación del discurso por la cualidad que exhibe. Su registro dará cuenta de una narrativa revestida por la defensa y por la resistencia, hay otro decir que queda velado. Refiere al enfrentamiento, en grado diverso, entre lo que pulsa y lo que opone: el conflicto, lo no dicho;


Alicia Leisse de Lustgarten

29

desconocido para el paciente. Es la puesta en escena de un discurso donde la verdad se irá desmontando; está ahí para ser develada o para ser reeditada. Se trata de la verdad del deseo inconsciente que no aguarda en algún estado de plenitud preformado que el analista le revela al analizante; por el contrario, se construye gradualmente en el movimiento dialéctico de la cura en sí. Refiere a una verdad particular de cada sujeto. Lo sostiene Freud (1937) en Análisis terminable e interminable… “No hay que olvidar que el vínculo analítico se funda en el amor por la verdad, es decir, en el reconocimiento de la verdad objetiva, y excluye toda ilusión y todo engaño” (p. 249). No quiere decir que la realidad psíquica es la única que existe, sino la única con la que el analista puede trabajar. La escucha analítica advierte un sujeto histórico y social portador de una fantasmática inconsciente que da cuenta de la pulsión sexual y el deseo humano. Es el sujeto del inconsciente. La cura psicoanalítica se basa en la premisa fundamental donde la palabra es el único medio para revelar la verdad sobre el deseo. No hay nada cierto o falso antes de la palabra. Está íntimamente ligada al engaño porque las mentiras a menudo pueden revelar la verdad sobre el deseo con más elocuencia que los enunciados sinceros. El papel del analista es revelar la verdad inscrita en el engaño de la palabra del analizante. Schroeder (2006) afirma que: “…el método psicoanalítico habría permitido acceder a la subjetividad de un modo inédito, a través del análisis de la transferencia, habilitando así la producción singular, única, del sujeto psíquico en la sesión”(p. 41). Desde esta perspectiva, la verdad emerge con la aparición del lenguaje y es allí que se hace significativa. Pensando la teoría Me detengo ahora en aportes teóricos que representan nuevas aperturas en lo que refiere a la escucha del analista como a lo que comporta el discurso del paciente. En estos autores la noción de narrativa tiene un lugar significativo. Vasse (1985) da cuenta de la dinámica que se juega en el saber y no saber del sujeto, en el nudo de su conflictiva tanto como en la articulación sintomática que exhibe. Nos dice el autor: “Al hablar al ritmo de la asociación libre sin consideración alguna por la coherencia de una imagen o por el orden lógico de las ideas, el analizante habla, sin saberlo, de eso que no quiere saber”. Ello dará paso a una verdad que hace presencia. “La interpretación del discurso del analizante, que nace de lo que él no sabe que dice, del lazo inconsciente de las palabras y las imágenes, promueve


30

El entre/dos de la verdad en la clínica psicoanalítica

una palabra que al simbolizar lo que no se dice, impone al discurso algo del orden de lo nuevo. Este hacerse presente a alguien por medio de la palabra llega a ofrecerse para ser descifrado a través de las fallas y las deformaciones del discurso en eso que no podemos y/o no queremos saber de nuestra propia división. La verdad desde esta perspectiva, refiere a su condición inconsciente enajenada de su yo consciente, diversa de la lógica de su razón, de eso que es su no saber”. Aventuro aquí el entre/dos que refiere al sujeto escindido. Agrega el autor: “Decimos que no podemos ocultar a nuestros propios ojos lo que no queremos descubrir”, señalando acá el camino transferencial en el que transcurre el análisis. “Solo en la apertura al Otro es que puede surgir la cuestión de hablar la verdad” (pp. 62-63). El psicoanálisis ha borrado la barrera entre el saber y la verdad atendiendo a lo particular de cada sujeto. Saber y verdad no van necesariamente juntos: hay una verdad sobre un saber no sabido. Es una verdad inconsciente que repetimos, no responde a lo que entendemos como tal en nuestro vivir consciente, separada de lo que el sujeto afirma conscientemente como verdad, ajena al sujeto por efecto de la represión o de la disociación. Las conceptualizaciones de Spence que refieren a la verdad narrativa y verdad histórica, son centrales en tanto ejes sobre los que cabalga el discurso del paciente y el diálogo analítico que se gesta (Muñoz-Grandes, 2009). De la mano de la lingüística, la verdad narrativa refiere a relatar una historia real o imaginaria que recoge vivencias, pensamientos, sentires, fantasías y todo aquello que apunte a lo que un sujeto dice desde sí o desde lo que ve en otros. En nuestra aproximación, la fantasía es fundamental, porque es desde donde el sujeto que habla, se muestra. El lenguaje recoge el decir inconsciente, al tiempo que da cuenta de su subjetividad. Intervienen también las otras formaciones: los lapsus y los olvidos, los sueños y los síntomas. En los niños: el juego o las dramatizaciones. Todo ello despliega una narrativa inédita que se dirige a un otro, al analista en su escucha. Un tercer actor de este escenario es el entre dos, ahora desde la perspectiva intersubjetiva, que se arma en el diálogo analítico. No refiere única, ni preponderantemente al interrogante de los porqués; accedemos a una tarea de hilvanar, construyendo una neo narrativa, una suerte de nueva historia que apuesta por una reedición con otras aperturas. La narración en la clínica psicoanalítica es de ficción y de no ficción. Es de ficción porque el texto da cuenta de eventos en los que interviene la fantasía: como cada quien sitúa, vive, piensa los hechos fácticos o propios de su mundo interno. Allí abundan las omisiones, los añadidos, los en-


Alicia Leisse de Lustgarten

31

cubrimientos o las deformaciones propias de la versión que se arma cada quien, cambiantes por demás. El discurso de un paciente en análisis da cuenta también de una narración no ficticia al reseñar eventos que sucedieron realmente; se trata de un ensamblaje único en cómo son situados. Al intervenir la represión o el recurso disociativo, la mentira consciente o la articulación del sujeto en una organización como si; la vestidura del falso self o los atascamientos imaginarios donde lo simbólico se desdibuja; o la muy amplia gama defensiva con la que cada sujeto se reviste, caemos en cuenta que la verdad desde este enfoque debe ser entendida de otra manera. Viderman en la reseña que hace Muñoz-Grandes (2009), piensa que el analista funciona mucho más como poeta que como historiador. Defiende que una interpretación no tiene que tener necesariamente un vínculo con el pasado del paciente para ser curativa o terapéutica. Más que representar una verdad histórica recién descubierta, adquiere verdad narrativa en su proceso de creación. Cuando el analista selecciona una palabra, una metáfora o una cita para ilustrar su opinión, puede poner en marcha un tren de asociaciones que conduzca a nuevos descubrimientos. Loch expone una posición similar al hacer una distinción entre la verdad como descubrimiento de un hecho histórico y la verdad “como emergente, como la construcción de algo que tiene sentido” (p. 221, cp. Muñoz-Grandes, 2009). Y en el propio escenario de la técnica, Spence resalta el peligro de las interpretaciones en las que, con frecuencia, puede caer el analista que cree que confiar en su escucha con atención flotante le va a conducir al descubrimiento de la verdad implícita en el discurso del paciente, y que no es consciente de que cualquier elaboración que haga del material es una construcción determinada por sus preconcepciones teóricas y sus circunstancias personales (Muñoz-Grandes, 2009). La conceptualización de la verdad narrativa abre una aproximación al sujeto en la medida en que éste formula su existencia bajo la forma de un relato. Rovaletti (2013) señala que la verdad narrativa difiere de la verdad que se adecúa a los hechos y a lo que atiende la indagación científica. “La nueva narrativa a través de apropiaciones de nuevas versiones de sí mismo, más creíbles y aceptables, más continuas y sin lagunas, más intersubjetivas y socializadas constituyen versiones más liberadas y benéficas, aunque hayan tenido que transitar por los caminos ineludibles del sufrimiento…”; en tanto se piensan y se encaran, agrego yo. Las ideas que desarrolla la autora son centrales también en las nuevas concepciones que ya hace un tiempo, emprende el trabajo analítico:


32

El entre/dos de la verdad en la clínica psicoanalítica

No se trata de una arqueología regresiva que meramente redescubra el pasado y lo reconstruya, sino que lo constituya a partir de un presente viviente, esa presencia del pasado que me otorga posibilidades, y esa presencia del advenir que orienta mi existencia.

No dejamos de subrayarlo, el trabajo analítico no es solo develación, refiere a nuevos ensamblajes y reordenamientos que apuestan por beneficios también curativos, esencia de la razón de ser del método psicoanalítico. Para Spence, la verdad narrativa, en tanto envuelve los sentimientos más profundos de dolor y la experiencia íntima vivida, lleva a una reevaluación del pasado con más coherencia y a una nueva interpretación y significado de los hechos, permitiendo trazar nuevas trayectorias para el futuro, al tiempo que evita que los hechos traumáticos se vuelvan a repetir (Muñoz-Grandes, 2009). Wetzler (1985), en Reconstrucciones históricas, remarca junto a otros autores estas ideas acotando que una ficción adecuada implica un cambio mayor que una reconstrucción detallada, y agregan que en vista de la inaccesibilidad y de la irrelevancia analítica de la verdad histórica, será suficiente reconstruir la verdad narrativa de un acontecimiento. Yo sumaría, el valor de una verdad inédita, en tanto el trabajo analítico no refiere solo a desentrañar las vivencias históricas que acompasan el presente del sujeto, también la historia nueva que puede reescribirse a partir de lo que el sujeto en análisis se apropia. Es una verdad armada en ese entre dos de la transferencia, que el sujeto bordará con sus apuestas libidinales y la reedición de sus proyectos identificatorios. Desde la perspectiva de Ogden (2003), la experiencia emocional tiene una verdad en sí misma independiente de las formulaciones o interpretaciones que el paciente o el analista puedan imponer. No se pretende la verdad absoluta, sí encontrar una verdad fuera de la mente del analista, al menos dos personas para pensar, porque el de una sola puede ser solipsista o alucinatoria. Más aún, la intersubjetividad inconsciente dará lugar al tercero analítico, un tercer sujeto de análisis que es conjuntamente pero asimétricamente creado por el analista y el paciente. Todo análisis terapéutico implica la organización de eventos vividos en la sincronía de un relato que no es la simple repetición de un pasado, sino una narración de a dos que se dirige a ampliar los “esquemas narrativos” utilizados por el analizado a fin de considerar de otro modo su propia historia. Rovaletti (2013), señala que el tiempo del análisis no es lineal; no


Alicia Leisse de Lustgarten

33

sigue una vía genética. Comienza en el medio de la historia, en un momento y en una situación donde el pasado es lo que está por ser dicho. A partir de ese contexto es que la reconstrucción de un evento vuelve a dar un nuevo sentido a la historia subsecuente. La cura deviene una sucesión de nuevos relatos que reinventa ese pasado y, en un proceso infinito, entrelaza la emergencia de lo nuevo y el establecimiento de nuevas perspectivas. “Se trata de apropiarse de estos restos de mi vida que estaban en mí y sin mí. Por eso, la situación analítica nunca es una reproducción un dejá vu sin una situación nueva, un jamais vu”. En esas tramas se revelan no solo las estrategias con las que los pacientes afrontan sus relatos, sino también la receptividad que de éstos tiene su analista. Escuchando la clínica, unas líneas finales Algunas pinceladas desde las viñetas, para mirar más de cerca como se muestran en la clínica las reflexiones que hemos suscrito y otras que hemos destacado desde nuestro pensar. 1. En el escenario de la psicosis, nos correspondió tratar en equipo a una mujer en sus treinta avanzados, referida por un colega que se iba del país. Sus trabajos analíticos anteriores procuraban sostener su frágil estructura que se organizaba, o se desorganizaba, en una modalidad esquizofrénica. Artista inteligente, tenía el don de la escritura. Pero el sufrimiento indetenible marcado por alucinaciones que la amenazaban y la impelían al suicidio, poblaban su vida de manera creciente, comprometiendo seriamente sus producciones. Era un escenario pavoroso el de la muerte; pero también lo era el de la vida. Su única opción era ser apuntalada por un otro como condición de existencia; fuera de ello, asomaba el abismo. Así lo fue armando, el cerco vital cada vez más cerrado se cernía sobre ella. Diseñamos una forma de trabajo para intentar contenerla a la vez que cada especialista, desde su lugar, hacía lo suyo. Estábamos claros que era lo que correspondía. La veía a diario, su psiquiatra semanalmente. Pasaba tiempo en casa de su hermana, de día estaba con una acompañante terapéutica. A todos nos llamaba sin parar, no importaba la hora ni el día. El reconocimiento de las pérdidas irreversibles de afectos pasados, y también presentes, la sumían aún más en un escenario de existencia inviable. No alcanzaba.


34

El entre/dos de la verdad en la clínica psicoanalítica

No había camino, ni hacerse de amigos, mucho menos de una pareja, retomar su actividad de escritora o alguna otra. Los intereses caían y el hecho de una revaluación para emprender otras rutas de ayuda la aterró aún más. Fue definiendo que no era posible continuar su vida, tampoco quería. “Su determinación o la elección de K”; así fue reseñada su pérdida, dolorosa para los que quedamos allí, atados de manos frente a su imposibilidad, reveló que no podía vivir más en ese laberinto sin salida: “Hoy se me ha perdido el mundo, es a mi propio extravío lo que busco”. 2. Desde hace ya muchos años, cuando aún prevalecía la elección sexual desde la definición heterosexual, “fui interlocutora de hombres y mujeres sorprendidos por hallazgos homosexuales en el curso de sus tratamientos que desviaron en forma definitiva sus vidas, no sé si para ser más o menos felices, pero sin duda para ser más libres” (Leisse, 2002, p. 77). Catalina, divorciada con un hijo, tenía parejas diversas con las que no armaba un vínculo sostenido. Al parecer era lo que pretendía. Su divorcio había sido contrario a su decisión, le había sido impuesto porque Luis, su marido, tenía otra mujer. Se procuraba una vida sexual satisfactoria y gozaba de su relación con los hombres. Pero allí quedaba todo; quería algo más. Abriendo nuevos rumbos, conoció a Rita, colega en sus treinta también, con la que se tropezó sorprendida durante un viaje, en un encuentro erótico que estimaba sería algo pasajero. Ello ocupó nuestro trabajo. Una suerte de tormenta emocional, en la que el horror frente a su deseo la impelía en direcciones contrapuestas: volver a lo que denominaba “lo normal” o ceder a ese nuevo escenario que la abría a un mundo de placer nunca antes vivido. Permanecía casi que escondida, sin poder responder al inquerimiento de los suyos; no lograba validarlo. Fueron tiempos de luchas tormentosas en las que muy de a poco pudimos enhebrar el tejido de sus nuevas escogencias. El analista no es ajeno al efecto de la verdad que reedita con su paciente. Impactan en sus propias creencias, vertiente de su subjetividad, pero también en esas otras verdades que emergen desde la novedad que trae el diálogo analítico. 3. Pensando en el vasto territorio que hace a la neurosis, el conflicto es portador de verdades que se juegan en escenarios diversos. Carlos, acomodado en un matrimonio aburrido, se ve envuelto en un enamoramiento pasional por el que decide arriesgar lo


Alicia Leisse de Lustgarten

35

que hasta ahora tiene. En su trabajo analítico se topa con la angustiosa verdad de lo que describirá como su verdadero deseo, pero ello trae el riesgo de llevarse por el medio lo que habita su vida. Interrumpe su análisis, preferirá cerrar su mirada y preservarse en un anclaje más seguro. Una verdad sucede a esa otra hallada: no puede, no quiere desacomodar el escenario en el que se sostiene suficientemente. Opta por la renuncia al deseo apremiante para resguardarse de devenires angustiosos, reajustando el cerco defensivo con el que se protege. Lo vi años después en otro contexto. Profesional destacado, sigue su vida con gusto, armando su familia y su recorrido; eso sí, deslastrándose de cualquier pregunta que pudiera perturbar lo que, por qué no decirlo, ha conseguido con suficiente éxito. De qué más trata la verdad del sujeto, ¿de un ideal inalcanzable? ¿Reviste la pulsión que insiste más allá de un bastión defensivo que lo mantiene a raya?, ¿a dónde conduce el develamiento de un deseo reprimido que una vez rastreado no es posible eludir? El escenario analítico deja ver que no hay verdades únicas a ser descubiertas en tanto se siguen armando. Son provisionales, en procura de lo que sigue el sujeto en su interrogante atravesado por el inconsciente. Referencias bibliográficas Esquivel, D. (2018). Sigmund Freud y su metapsicología. Recuperado en enero, 2020 de https://medium.com/psicopatolog%C3%ADa-y-personalidad-2018-1/sigmund -freud-y-su-metapsicolog%C3%ADa-f2dec152d83. Ferrater Mora, J. (1994). Diccionario de Filosofía. Barcelona: Ariel. Freud, S. (1937). Análisis terminable e interminable. Obras Completas, Vol. XXIII. Buenos Aires: Amorrortu, 1976. Gitaroff, G. (2012). Claves para escribir sobre psicoanálisis. Buenos Aires: Letra Viva. Lacan, J. (1970). Verdad, hermana del goce. En Seminario 17, El Reverso del Psicoanálisis. Barcelona: Paidós, 1992. Leisse de Lustgarten, A. (2002). La homosexualidad hoy: Vaivenes del tránsito sexual. Trópicos Revista de Psicoanálisis, Sociedad Psicoanalítica de Caracas, 10(2), 69-78. Litvinoff, D. (2009). Realidad virtual e inconsciente. En El sujeto escondido en la realidad virtual. Buenos Aires: Letra Viva.


36

El entre/dos de la verdad en la clínica psicoanalítica

López Piña, S. (2018). Evaluación psicopatología y personalidad. Recuperado en diciembre, 7/2019 de https://medium.com Muñoz-Grandes, M. (2009). Verdad narrativa, verdad histórica [Spence, D., 1982]. Aperturas psicoanalíticas, 33. http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=000 0618 Ogden, T. (2003). ¿Qué es verdadero y de quién era la idea?. En Libro Anual de Psicoanálisis XIX. Sao Paulo, Brasil: Editora Escusa Ltda, 2008. Rovaletti, M. (2013). Describir, comprender, narrar. Recorridos y senderos de una psico(pato)logía fenomenológica [Versión electrónica]. Revista chilena de neuro-psiquiatría, 51(4), 279-286. Schroeder, D. (2006). Subjetividad y psicoanálisis. La implicación del psicoanalista. Revista Uruguaya de Psicoanálisis,103, 40-58. Vasse, D. (1985). El espejo y la palabra. En El peso de lo real: el sufrimiento. Barcelona: Gedisa. Wetzler, S. (1985). La verdad histórica de las reconstrucciones psicoanalíticas. Lima: Libro Anual de Psicoanálisis.


Revista de psicoanálisis Año XXV. Vol. 1. 2020

El tenaz don del psicoanálisis Fernando Yurman1

Resumen En este trabajo se indaga la tenaz permanencia psicoanalítica durante más de un siglo, desde sus primeros descubrimientos. Contrasta ese tesón con la vertiginosa y fragmentada actualidad que no logra alcanzar la palabra y el discurso. En esa velocidad, el mítico inconsciente de Freud quedó aislado en “una reserva antediluviana, con hierbas gigantes donde moran mamuts y dinosaurios”. El psicoanálisis es uno de los últimos pasajes de este presente perpetuo hasta aquella remota condición que respiraba historia. Pulsiones desconocidas, ecos y resonancias lingüísticas, recibían al viajero de una de las mayores aventuras de la humanidad. Una nueva cultura del tiempo estaba naciendo de ese “tercer oído”. También una ética para sopesar las palabras y el silencio, trocarlos con lenta artesanía hacia nuevos horizontes.

Quizás la pregunta correcta no sea sobre el apocamiento del psicoanálisis en nuestra vertiginosa actualidad, sino por la férrea permanencia. Pese a los notables progresos de la neurología, la genética, la antropología, la neurociencia o la psicología cognitiva, su convocatoria clínica no cesa. Las argumentaciones sofisticadas, igual que las tontas, rebotan en la mala salud de hierro de esta disciplina que había despuntado con el siglo XX. La actualidad flota en imágenes, sonidos, acciones, frases que contornean de fragmentos el insomne collage del nuevo siglo. Pese a los gestos

1

Fernando Yurman ejerce como psicoanalista independiente en Israel. Trabaja como asesor y docente. Formó parte de asociaciones diversas, del grupo Documento, escindido en Argentina; en la Asociación Lacaniana primera, invitado por Judith Miller.


38

El tenaz don del psicoanálisis

enfáticos, el estupor no alcanza al discurso. Los primeros planos agotan la realidad, láminas virtuales han usurpado la antigua memoria y con su alta velocidad surcan un universo subjetivo desconocido. En ese vértigo, el tiempo del inconsciente, que había fascinado tanto a los contemporáneos de Freud, ha quedado aislado. Subsiste en aquella reserva antediluviana de “hierbas gigantes como árboles donde moran mamuts y dinosaurios” (Yurman, 2003). A veces lo frecuenta la vaga lente poética, pero no tiene una relación fluida con el presente perpetuo que nos ha invadido. El don psicoanalítico es uno de los últimos pasajes desde esta actualidad bloqueada de presente hacia una remota condición humana que respiraba historia. La marcha inexorable del progreso no tiene autor, sucede por su cuenta, y atropella ese misterioso rango existencial del pasado. El pensamiento perdió prestigio y la especulación mental cedió su clásica relevancia al chispazo momentáneo. No tiene la perspectiva, la distancia meditada y el aura luminoso que solía tener la experiencia en otros tiempos. No se mantiene el anhelo de separar el sortilegio de la realidad, la verdad de la impostura. El mismo concepto de experiencia, que suscitaba contemplaciones y debates en épocas de crisis y posguerras, aparece distinto, sin corolario reflexivo, sin ejercicio de memoria larga, como un hueco sin narración. No es difícil hoy advertir la gran afinidad que tenían las elucubraciones de Walter Benjamin (1991) sobre la experiencia y las especulaciones de Freud sobre el trauma. Los fascinaba ese témpano de ignorancia que flotaba en la historia contemporánea, el olvido fallado, incrustado sin dueño, congelado sin historia y sin significado. En las impredecibles sesiones, un estudiado dispositivo psicoanalítico imantaba la enmudecida presencia y luego la acompañaba hasta la viva narración. El relato casi mutuo, el largo tejido de palabras intercambiadas socráticamente, tonificaba el viejo don perdido por la civilización, y reponía la experiencia como historia y narración. Ausencia palpitante que adolecía el trauma, vacío narrativo que Benjamin también había notado en su generación. El ancestral origen volvía por sus fueros en aquellas sesiones de una Viena extraviada en la fastuosa decadencia. Ese descolocamiento de sentidos, que describe el estudio de Allan Janik (2017) sobre La Viena de Wittgenstein, suscitaba un fermento poderoso de vanguardia modernizante. Había en ese contraste fervor y horizonte narrativo. En el moderno impase que trajo aquel siglo, interpretaciones, construcciones hipotéticas, señalamientos, relampagueaban trazando una revelación. El hallazgo de significados sorprendentes es hoy más penoso, y tiene mucha menos suerte. La incesante ebullición del tiempo, la apresurada cocción de sentidos prác-


Fernando Yurman

39

ticos, hace más difícil aquel rescate. Las palabras, como la música, nadan en el silencio y la oscuridad, y afuera de las metáforas que les dan empleo, ambas entidades están casi desaparecidas. Basta observar el actual uso compulsivo de teléfonos y tabletas digitales en cualquier turno o sala de espera, para advertir que, con la oscuridad y el silencio ambiental, también el generoso reloj interior ha desaparecido; casi no existe la capacidad de demora, ya no se sabe dejar fluir el tiempo y el mismo ocio se torna un ejercicio vertiginoso. Hace mucho un pintor observó que estar sentado en un carro con el caballo al paso era el mejor ritmo para mirar un paisaje; lo contrastaba sin duda con la creciente velocidad de los motores o la detención artificiosa de la fotografía; también se refería a una condición interna ya establecida, una modalidad estética invisible que demanda genuina lentitud. La acatan los astronautas que disfrutan del gigantesco paisaje cósmico a una velocidad de miles de kilómetros, pero guardan su tiempo íntimo de recepción, el mismo del carro con caballo, o de las lentas inflexiones de una tertulia. Envuelta en palabras y silencios, la vocación psicoanalítica por la ciencia perduró como un horizonte idealizado. No podía probar su cientificidad en la severa epistemología experimental, pero mantuvo la licencia para un paréntesis pausado y riguroso que permitía descender a regiones abismales del psiquismo. El trato con pulsiones desconocidas, los ecos y resonancias lingüísticas de esos paisajes, incluso con bambalinas imaginarias, configuraban una de las mayores aventuras de la humanidad. Lo acompañaba la ambición emprendedora de su época, que encontraba en la arqueología los restos reales de lo que perduraba en el mito o solo se había atrevido a imaginar la novela histórica. Excavar en el tiempo de las sociedades no era menos ambicioso que hacerlo con memorias individuales. Estas dimensiones no son complementarias, como a veces muchos filósofos o incluso psicoanalistas creyeron. Como no lo es tampoco la física general con la física cuántica, espacios de lo “grande” y lo “pequeño” que suceden con igual autonomía. También para el inconsciente el tiempo es distinto al devenir histórico, se encadena de otro modo, circula por otra carretera. El psicoanálisis configuró una escucha capaz de recibirlo. No era una pretensión solitaria. A fines del siglo XIX, la exhumación paulatina de las Troyas, los descubrimientos de la Egiptología, el desciframiento de lenguajes perdidos en las tablillas, reflotaban la realidad de las centurias perdidas. No solo ellos, un remoto cartaginés podía recibir la minuciosa textura psicológica de Flaubert; los Césares de Gibbon ya se portaban como ingleses; con nuevos historiadores Roma y Grecia se perfeccionaron como pasado


40

El tenaz don del psicoanálisis

y adquirieron un largo esplendor ideológico; la fotografía indicaba la fugacidad del instante, igual que el impresionismo o Verlaine, pero además certificaba en el papel que lo mirado había sido. Una nueva cultura del tiempo estaba naciendo, una oferta de sentidos que quizás no fue ajena a la intuición física de Einstein de pensar muchos distintos “ahora”. También Freud descubrió para el psiquismo esa multiplicidad trastornante. El “ahora” estable y universal era una ficción de Isaac Newton que suponía un fondo cósmico quieto. A diferencia de Bergson o Heidegger, para Freud el tiempo variaba narrativamente en la movilidad de las pulsiones. La transferencia de afectos gravitaba y reordenaba el tiempo (Massey, 2015). La disposición apasionada a otra escucha, aquel afinamiento que Theodor Reik (1948), un psicoanalista clásico de la vieja guardia, llamaba la “tercera oreja”, no siempre evitaba las mitologías místicas que la azotaban. La caja que abrió el psicoanálisis desató muchísimos caminos, algunos contrarios al rigor psicoanalítico. Padeció el natural influjo de creencias epocales, se empapó de oleadas filosóficas o literarias, pero la buena clínica mantuvo su cuidadosa proa. A la inversa del positivismo de un siglo atrás, las visiones racionales no aspiran hoy a sustituir a las míticas o místicas, sino al revés. Estas últimas parecen proteger las ilusiones de la interioridad más que las primeras. La expansión de sectas y corrientes fanáticas, las coloridas filosofías de ayuda, entregan frenéticamente sentidos para menguar la creciente incertidumbre. No obstante, con horizonte científico y lenta artesanía, el psicoanálisis todavía aspira a una racionalidad terapéutica. Un empeño particular acompaña su pertinaz empresa de sopesar las palabras y el silencio. Una ética para renovarlos, redistribuirlos, otorgarles significación inédita o sancionarlos aliviadoramente y transportarlos de un territorio de silencio a otro aceptablemente mudo o quizás de este a uno de lo callado. Ese don mortecino todavía ilumina el duro deseo de durar de la condición humana. Referencias bibliográficas Benjamin, W. (1991). Para una crítica de la violencia y otros ensayos: Iluminaciones IV. Madrid: Taurus. Bergson, H. (1929). Tiempo y libre albedrío. New York: Macmillan, 1922. Heidegger, M. (1927). El ser y el tiempo [traductor Jose Gaos]. México: Fondo de Cultura Económica, 1986. Janik, A. y Toulmin, S. (2017). La Viena de Wittgenstein. Sevilla: Athenaica.


Fernando Yurman

41

Massey, H. (2015). The origin of time: Heidegger and Bergson. New York: State University of New York Press. Reik, T. (1948). Listening with the third ear: The inner experience of a psychoanalyst [Escuchando con el tercer oĂ­do: La experiencia interna de un psicoanalista]. New York: Arena Books, 1972. Yurman, F. (2003). La temporalidad y el duelo. Caracas: Ediplus.


Revista de psicoanálisis Año XXV. Vol. 1. 2020

Los desafíos de la formación psicoanalítica1 Adrián Liberman2

Resumen Como consecuencia de preguntas derivadas del propio ejercicio de la función didáctica, el autor pasa revista a algunos aspectos críticos que entrañan el formar psicoanalistas siguiendo los modelos establecidos hasta ahora. ¿Es la formación un discipulado?, ¿es una habilitación profesional?, ¿es la enseñanza de una teoría (doxa) y una praxis? ¿Qué es un aspirante a ser analista y qué transformaciones propone hacerse analista? ¿Cuáles pueden ser los márgenes que los modelos formativos trazan en los aspirantes? ¿Que modificaciones habrá que implementar de cara a los cambios sociales y a los signos de crisis del psicoanálisis? Estos aspectos se abordan para estimular la reflexión futura al respecto.

Lo que sigue es una nueva oportunidad de profundizar en el rastrillado de problemas que me han inquietado desde mi etapa como analista en formación. Cuestiones que han permanecido en el foco de mi atención, en la medida que mi deriva personal me ha llevado a haber aspirado y ejercido la función didáctica, así como la docencia y supervisión de otros analistas. Ser analista didacta es manifestación de un deseo deliberado de incidir en las maneras en que otros se autorizan para el ejercicio analítico. En términos personales, esto comprende necesariamente la inclusión de

1

2

Trabajo presentado en la Jornada interna del Instituto de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas en 2019. Miembro Titular con función didáctica de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas, de la Federación Psicoanalítica de América Latina (FEPAL) y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA).


Adrián Liberman

43

cuestionamientos acerca de los modelos, los patrones de formación. En ellos, tanto de manera individual como institucional facilitamos o no, a que quienes son su objeto, se autoricen suficientemente para ocupar el lugar de analistas. De esta manera, me propongo pasar una revista incompleta de algunas de las cuestiones que se abren como encrucijadas, como enigmas en el proceso de transmitir el gesto subversivo iniciado por Freud en aquellos que desean colocarse en su estela. 1. Tal como lo he asomado en otros momentos, sigue pendiente entender qué es la formación analítica específicamente. ¿Es un discipulado? (Tamayo, 2014, López Garza, 2011), ¿es una habilitación profesional?, ¿es un proceso de reconocimiento gremial?, ¿es el proceso que da marco al deseo de analizarse para devenir analista? Cualquiera que sea la respuesta, o la combinación de ellas, continúa pendiente la pregunta acerca de si los modos son consistentes con los fines. Cada opción tienen sus luces y oscuridades. El desafío pendiente entonces es definir lo que un analista es (o no es) y diseñar una formación en consecuencia. Uno de los objetivos “macro” del proceso formativo es admitir a alguien que intuye la existencia del inconsciente en una persona convencida de su presencia, como hipótesis de causación, así como de motor de la psique. La formación analítica es una labor de mostración, así como una de identificación. Busca transformar, pero también soldar al cursante a las señas imaginarias de reconocimiento con otros practicantes del inconsciente. ¿No es esto una contradicción a ser resuelta? ¿Cuál es el producto final de la formación?: ¿la de honrados técnicos de la cura?, ¿la de un emblema de pertenencia profesional obtenido ante demostraciones de suficiencia entre la doxa y la praxis? ¿La formación alude a un proceso de metamorfosis, de cambio gatillado por experiencias de diverso orden, no asimilables entre sí (análisis, seminarios, controles) y por ende de importancias disímiles? 2. Si la emergencia de un analista consiste en darle paso al deseo de saber de sí mismo a través de la experiencia analítica. ¿Puede este deseo “normarse”, hacerlo obligatorio, constreñirlo a un subgrupo de miembros “habilitados” para ello? (Liberman, 2017). Cuando el deseo se hace obligación, se garantiza su desaparición. Si el análisis del analista está normado desde el arranque en frecuencia y número de horas, ¿no establece esto una distorsión en la transferencia y en lo particular de cada experiencia analítica?


44

3.

4.

5.

6.

7.

Los desafíos de la formación psicoanalítica

La experiencia analítica tiene una lógica de apuesta, de incertidumbre en la manifestación de sus efectos para la cual el tiempo o la frecuencia como convención no funciona. La modificación de las posiciones subjetivas sigue el tiempo del Inconsciente, el cual, paradójicamente es atemporal, pulsátil y evanescente. Si el arco recorrido de candidato a analista tiene que ver con la convicción de la existencia del inconsciente, como lugar, como hipótesis, ¿puede ello lograrse normando la transferencia a unos pocos (o muchos) analistas, previamente reconocidos (didactas)? ¿No es el estamento de la función didáctica un arnés no asumido como tal? Parte del recorrido anterior tiene que ver con poder reconocer que la doxa y la praxis analítica son objetos sujetos a la castración (incompletos, parciales). Que existe lo no pensado y lo no entendido por el saber actual. ¿Cómo promover esto, cuando enfatizamos tanto en la lógica de la duplicación (repetir lo pensado, reiterar las “maneras de interpretar”)? Si hacerse analista es hacer como lo hacen los “maestros”, se trata entonces de una emulación tal como la practican los técnicos de otras áreas del saber, y en nuestro caso es la “ecolalia” travestida de destreza. ¿Cómo adviene un analista, a través de una destitución subjetiva de sí, junto a un programa de seminarios tan lleno de saberes que instituir? ¿Tenemos las formas en que asimilar no sea predigerir y sí espacio para la crítica, puesta en tensión de lo pensado antes y por otros? Cuanto más seriados, esquematizados, se ofrecen los temas, más universitaria es la formación, más propensa a producir discípulos. Cuanto más llena está de grados y ritos de paso, más se impregna de habilitaciones y reconocimientos gremiales. ¿No va esto en sentido contrario a la producción del pensamiento crítico e independiente? Una buena parte de la formación clínica pivota alrededor de la conducción de curas de alta frecuencia. Éstas tienden a ser rarezas, encuadres en retirada. ¿No será más útil implementar formas de darle entrada a la diversidad clínica y de encuadres en los que la práctica analítica discurre diariamente?, ¿no será más realista ayudar al analista en formación a hacerse ducho en la conducción de curas donde la alta frecuencia puede ser consecuencia y no condición para que el dispositivo analítico se instale? El trabajo analítico consiste en la escucha en transferencia del inconsciente dentro de un encuadre metodológicamente razonado. Ello


Adrián Liberman

45

puede ser tan variado como la clínica y las formaciones del inconsciente. ¿Nos animamos a ello? 8. La supervivencia del psicoanálisis depende, entre otras cosas, de saberse colocar en la intersección fecunda con otros saberes. Este es todo un filón que no puedo exponer en detalle. Pero preguntas que pasan sobre la arqueología como “modelo” de la cura, y del practicante como “explorador” del inconsciente reclaman un debate futuro. También el de la formación como herramienta para ayudar a mantener, sino incrementar el lugar y valor del psicoanálisis en la cultura, quedan para otro momento. Revalidarse como ciencia implica la disposición a permitirnos ser hablados por otros discursos. Aquí cabe también preguntarnos por el lugar que damos o no a psicoanalistas de otros institutos y otras maneras de practicar la cura que se reclama a sí misma como psicoanalítica. ¿Nos atrevemos a estimular a nuestros jóvenes colegas a ello? 9. La acción analítica desborda hoy el marco del consultorio. Las comunidades, la atención de refugiados, la presencia de patologías de borde obligan a trascender las paredes. ¿Proveemos de lugar y herramientas para ello? 10. Por último, la institución psicoanalítica, en su necesidad de mantener señas de reconocimiento, muchas veces deviene en escolásticas que generan sus propios síntomas de violencia en función de decir qué es psicoanálisis y qué no es. ¿Podremos desprendernos de las jerarquías y emblemas del poder para estimular a cada quién a imprecar lo que se cree saber sin excomuniones de ningún tipo? Referencias bibliográficas Liberman, A. (2017). Deconstruir el análisis didáctico. Revista de la Asociación Colombiana de Psicoanálisis, 30(1), 131-140. López Garza, L. (2011). La crisis actual del Psicoanálisis. México: Fondo de Cultura económica (FCE). Tamayo, L. (2014). El discipulado en la formación del analista. Un aporte del Psicoanálisis a la pedagogía. www.academia.edu


Revista de psicoanálisis Año XXV. Vol. 1. 2020

Sujeto, subjetividad y subjetivismo Rómulo Lander1

Resumen El autor plantea en primer lugar, que el concepto de sujeto en psicoanálisis refiere específicamente al sujeto del inconsciente. El hombre por un lado es un ser de consciencia que se reconoce a sí mismo en el lugar del Yo. Por otro lado es un ser que habita el sujeto del inconsciente. En segundo término, el concepto de subjetividad refiere a una función particular del Yo, en el cual la subjetividad aparece como una capacidad del Yo, que se hace presente en la percepción del mundo exterior. Y en tercer lugar, el subjetivismo afirma que el origen de todo conocimiento se encuentra en los efectos de las experiencias individuales de cada quien, resultando que la validez de las ideas es relativa ya que pueden variar según sea el concepto de verdad que habita en cada individuo.

Sobre el concepto de sujeto en Psicoanálisis El concepto de sujeto es complejo y es múltiple. Así pues existe el sujeto de la conciencia, el sujeto del inconsciente, el sujeto de las ciencias, el sujeto de la poesía, el sujeto de la geometría, de la música, de la política y así muchos otros. El concepto de sujeto en psicoanálisis refiere específicamente al sujeto del inconsciente. Sigmund Freud propone en 1895 las tres instancias psíquicas en su

1

Miembro Titular con función didáctica de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas, de la Federación Psicoanalítica de América Latina (FEPAL) y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA).


Rómulo Lander

47

llamada primera tópica en donde la dimensión del inconsciente es tan grande que es considerada de magnitud oceánica. Freud propone y establece que lo más importante del ser está en el inconsciente. Por eso dice: existo, donde no pienso. Así sabemos que allí, en el inconsciente, es donde está el asiento del Ser (Self ) y es donde habita el deseo y la pulsión. El término pulsión refiere a la energía que nos impulsa a vivir. El término deseo refiere a la búsqueda automática e inconsciente de objeto para satisfacer la pulsión. En su segunda tópica de 1923, Freud actualiza el concepto de aparato mental y propone que este está constituido por el Ello, Yo y Superyó, en donde el Yo es el asiento del sujeto de la consciencia y donde se establece la relación con la realidad externa. El Ello se ubica en el inconsciente y es el asiento del sujeto del inconsciente. La propuesta inédita de la existencia del inconsciente va a ser el fundamento sobre el cual Sigmund Freud funda el Psicoanálisis y construye la teoría Psicoanalítica (Freud, 1923). La presencia del inconsciente se hace reconocible al observar sus efectos en la vida psíquica. Esos efectos son llamados las construcciones del inconsciente. Estas construcciones son los sueños, la vida onírica, los síntomas psíquicos y algunos síntomas somáticos, las alucinaciones, los delirios, la creación de chistes, lo errores de la vida cotidiana, el tipo de postura corporal construido a lo largo de la vida, las diversas enfermedades psicosomáticas, los lapsus, la creación de obras de arte incluyendo sus diversas formas de expresión, los olvidos y así otras manifestaciones que son producto de la actividad del inconsciente (Lacan, 1959). Al estudiar en nosotros mismos estas construcciones del inconsciente descubrimos algo que habita en nuestra mente más allá del Yo. Descubrimos ese algo que está más allá de la consciencia. Se trata de un algo que está en el sujeto del inconsciente. Poseer ese descubrimiento, me refiero al hacer consciente esos aspectos del inconsciente, amplía las capacidades y las fortalezas de la mente. Es decir, se amplía y se fortalece el sujeto de la conciencia (Lacan, 1964). Algo más sobre el sujeto del inconsciente Según el Psicoanálisis el hombre es un ser dividido estructuralmente en tres instancias psíquicas que lo alienan de sí mismo, para siempre. Por un lado es un ser de consciencia que se reconoce a sí mismo en el lugar del Yo. Por el otro lado, es un ser que habita en el sujeto del inconsciente.


48

Sujeto, subjetividad y subjetivismo

Este sujeto del inconsciente no es sustancia encarnada, no es el individuo. El sujeto del inconsciente es efecto de palabra. Sabemos que la mente (la psique) se forma por el efecto de las introyecciones y proyecciones tempranas, que pasan a formar el objeto interno. Recordemos que las proyecciones ocurren en los propios objetos internos. Primero aparecen las identificaciones de imágenes, sensaciones y afectos. Luego, aparecen las identificaciones que se originan en la palabra. Así el concepto de sujeto del inconsciente remite a los efectos de la palabra. Podemos decir a los efectos del lenguaje. Pero, al mismo tiempo el sujeto es la causa de la palabra. Este concepto parece paradójico, pero no lo es, ya que es topológico por la siguiente razón: la palabra construye por identificaciones al sujeto del inconsciente y esa misma palabra es la que hace desaparecer al sujeto, a medida que habla. El sujeto de la consciencia aparece en el enunciado en lo que el Yo dice. El sujeto del inconsciente aparece en la enunciación. Es decir, en lo que se evoca dicho por el Yo. Esa enunciación no está en ningún lado, es un concepto abstracto, es inasible, es de viento (Lander, 2006). El Yo sostiene al sujeto de la conciencia, el cual participa de una sensación de cuerpo unificado, consecuencia de la relación especular con el otro materno. Esta relación especular, sostiene la ilusión de completud. El creerse completo, el sujeto va a encontrar obstáculo al reconocimiento de su deseo. Porque el deseo surge precisamente de la incompletud, es decir de la falta en ser. El sujeto de la consciencia no puede evitar separarse (perder) el objeto original pecho. Esa pérdida del objeto va a producir el deseo. Porque el deseo surge como efecto de la pérdida de objeto. El pecho perdido se convierte en el objeto causa del deseo. Así el sujeto para siempre va a padecer del deseo. El sujeto del inconsciente es un sujeto de viento (efímero). Se sostiene momentáneamente en la ausencia de ese objeto perdido y cuando ese objeto perdido hace irrupción sorpresiva desde lo Real produce un efecto siniestro de [unheimlich] y aparece la angustia. Así el sujeto del inconsciente no puede evitar padecer de la angustia. El sujeto del inconsciente no cesa de hacerse presente en la vida psíquica a través de sus múltiples construcciones.­­­ Sobre la subjetividad El concepto de subjetividad en Psicoanálisis refiere a una característica particular del aparato mental en la cual la subjetividad aparece


Rómulo Lander

49

como una función del Yo en su relación con la percepción de la realidad. Aquí aparecen dos problemas, el primer problema está en la definición para el Psicoanálisis de lo que es la realidad. El segundo es el concepto de percepción que usamos en Psicoanálisis. Paso a responder, primero: La realidad refiere a todo aquello que es percibido por el Yo, proveniente del mundo externo o del mundo interno. Segundo: La percepción tiene dos pasos, el primer paso refiere a la percepción de los objetos que ocurre utilizando cualquier órgano de los sentidos. Este es un fenómeno neural. El impulso nervioso va a los diversos centros cerebrales para su integración con la memoria de otras experiencias anteriores. El segundo paso ocurre al ser integrado con las experiencias anteriores, se van a producir nuevas ideas y emociones. Todo esto va a ocurrir en el aparato mental produciendo al final lo que en Psicoanálisis llamamos la construcción del objeto psíquico. Antes de ser percibido, este objeto externo no existe para el sujeto, porque no ha sido percibido. En ese momento, previo a la percepción, esos objetos constituyen el mundo de <Lo Real>. Por lo tanto lo Real es todo aquello que existe, pero que no ha sido percibido por el Yo. Lacan decía: “…Lo Real es lo que no ha sido atravesado por el significante”. Cuando lo Real es percibido deja de llamarse así y pasa a llamarse la realidad. Así, la única realidad que existe es: la realidad subjetiva. Como consecuencia de este proceso perceptivo los objetos percibidos pasan a constituir la realidad de cada quien. El proceso de percibir lo Real y construir la realidad de cada quién, es un asunto individual, exclusivo, sobretodo subjetivo de cada quien. A este proceso se le llama subjetividad del Yo y tiene una consecuencia muy importante. Me refiero a lo siguiente: Los acontecimientos y las experiencias son registrados por cada sujeto en forma individual y subjetiva. Nadie se puede escapar de esto. Por eso un psicoanalista piensa, al oír que se espera de alguien, por ejemplo de un periodista, que narre lo acontecido en forma objetiva que es esperar un imposible. Allí hay una confusión. Se confunde subjetividad con honestidad. Se puede pedir a ese periodista que sea honesto, que no mienta adrede y con propósitos oscuros. Su narrativa, sea esta una narrativa sincera o falsa, será siempre subjetiva. Porque nadie puede escapar a la subjetividad que nos impone nuestro aparato mental. Pero usando su voluntad, puede o no, ser honesto con lo que vio a través de su inescapable subjetividad.


50

Sujeto, subjetividad y subjetivismo

Sobre el subjetivismo El subjetivismo es una proposición filosófica que surge con los sofistas griegos, quinientos años antes de Cristo. El subjetivismo afirma que el origen de todo conocimiento se encuentra en las experiencias individuales de cada quien. Esto implica que la verdad o la falsedad, van a depender de cada individuo. Así la verdad universal no existe. Resultando que la validez de las ideas (la verdad) es relativa, ya que puede variar, según sea la verdad que surge de otros individuos. La consecuencia es que no existe una verdad absoluta. La verdad será entonces relativa e individual, tal como decía Federico Nietzsche en 1880. Su opuesto la mentira es un hecho de voluntad, algo hecho adrede. En el camino existe la posibilidad del error, que no es hecho intencionalmente. El subjetivismo incluye los diversos sistemas de valores. Los valores morales, sociales que reposan en los manuales de buena conducta son aquellos valores aplicables a ciertos grupos sociales que existen en las diversas culturas. Recibe el nombre de valores morales. Estos valores morales son colectivos, transmitidos por la familia y sostenidos por la sociedad. Los valores éticos refieren a los valores individuales que cada quien construye en su infancia. La ética es algo del orden individual producto del sujeto del inconsciente en su aspecto de Superyó y capaz de producir sentimientos inconscientes de culpabilidad. La ética también se puede compartir en grupos especializados que practican el mismo oficio. Así aparecen la ética médica, la ética del comercio, la ética delincuente (mafiosa) de respetar la Omerta (juramento de silencio), la ética bancaria, la ética psicoanalítica, etc. Esta ética refiere a los valores particulares de cada grupo social organizado, sostenidos por el sujeto de la consciencia en la parte consciente del Superyó, capaz de producir sentimientos de vergüenza. Referencias bibliográficas Freud, S. (1923). El Yo y el Ello. Obras Completas, Vol. XXII. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1967. Lacan, J. (1964). Los cuatro conceptos fundamentales. Seminario 11. Buenos Aires: Editorial Paidós,1989. _______. (1959). Subversión del sujeto y lógica del deseo. En Escritos 2. México: Siglo XXI Editores, 1974.


Rómulo Lander

51

Lander, R. (2006). Lógica del sujeto. En Experiencia subjetiva y lógica del otro. Caracas: Editorial Psicoanalítica. www.romulolander.org/. _______. (2017). Filosofía y física teórica para psicoanalistas. Cap. 18 [Nietzsche]. Recuperado en agosto, 2017 de www.romulolander.org/


Revista de psicoanálisis Año XXV. Vol. 1. 2020

Cuando las respuestas antecedan a las preguntas Adrián Liberman1

Resumen A partir de un inventario de fenómenos sociales como la digitalización, el manejo de datos, la virtualidad y la Inteligencia Artificial, el autor se plantea algunas de las consecuencias que éstos tendrán para el Psicoanálisis. Dentro de un escenario donde el hombre cuenta con co-procesadores para su actividad psíquica, redes sociales donde pregna lo Imaginario sobre lo Simbólico, o algoritmos que prometen responder toda cuestión en tiempo real, ¿qué modificaciones supondrán para el encuadre, el concepto de Deseo y la Esperanza que el análisis ofrece?

¿Qué práctica analítica tendrá lugar cuando las respuestas vengan antes que las preguntas? It´s the end of the world as we know it and I feel fine (Es el fin del mundo como lo conocemos y me encanta, REM, 1987). Over the counter, with a shotgun, pretty soon everybody is gonna got one (Sobre el mostrador, con una ametralladora, pronto todos tendrán una, U2, 1988).

La humanidad se encuentra en el período del dataísmo (Brooks, 2013; Harari, 2014), es decir, de la revolución que se deriva del poder computacional de la digitalización. Como toda situación en pleno desarrollo, similar a la industrialización del siglo XX, es temprano e imposible avizorar

1

Miembro Titular con función didáctica de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas, IPA y FEPAL.


Adrián Liberman

53

las múltiples consecuencias que el dataísmo tendrá sobre las personas. Es plausible pensar que la economía, los trabajos, la forma de vincularse y de convertirse o no en sujeto tal como los conocemos, se encuentran en ebullición en este momento. Al igual que luego de la irrupción del heliocentrismo o en la Revolución Francesa, existen personas que saludan este momento como un surgimiento de posibilidades insospechadas de bienestar, prosperidad y aumento de derechos para cada vez mayores cantidades de personas, así como otras que no cesan en señalar que estamos abriendo las puertas del infierno a velocidad exponencial. En este contexto, intentaré aproximarme a algunas aristas de este proceso desde el ángulo de conveniencia de un psicoanalista, en el entendido que esto apenas constituye un ensayo parcial, que seguramente sugerirá más cosas por pensar y entender, que las que establezca. Haré un esfuerzo por compartir con ustedes algunas de las cuestiones que me desvelan en cuanto a los efectos que tiene la digitalización en la constitución del sujeto del inconsciente y en la praxis del psicoanálisis. Prometo e intentaré cumplir, no pensar los asuntos que abordo hoy desde la ortodoxia, es decir, dentro de un esquema que supone una lealtad a la identidad gremial o lo que debe ser. Como tampoco desde un conjunto de artículos de fe que presuponen una dirección a los puntos que trato. Y uno de ellos es considerar que ni el oficio de analista tal como lo conocemos está exento de peligro, ni que la práctica del psicoanálisis no requiera de profundas modificaciones para persistir. Tomadas las precauciones pertinentes intento, acto seguido, otra definición del dataísmo: este nombre alude a una situación en la que con suficiente poder computacional y datos biométricos sobre mí, un algoritmo externo puede entenderme mejor de lo que yo mismo me entiendo. En una situación así, el poder sobre mi destino pasa de mí mismo al algoritmo, que tiene más posibilidades de saber lo que me conviene que ningún otro, incluyéndome. Este escenario de búsqueda fáustica haciéndose realidad cotidiana, es lo que se encuentra en sus inicios pero que amenaza o promete hacerse sustantivo en nuestras vidas. La revolución de los datos va emparejada con la digitalización (López, 2013). Con este término quiero aludir simultáneamente a una manera de almacenar información, pero también de vincularse, así como un tipo determinado de recursos que se usa para ello. Además me refiero a una velocidad que suponen para todo esto, y a un cierto tipo de “plataformas” y grado de accesibilidad que tienen hoy en día para todo lo anterior. Y no es


54

Cuando las respuestas antecedan a las preguntas

posible entender las consecuencias de una acepción del término sin incluir todas las otras. Un aspecto que solo señalaré marginalmente, pues excede los propósitos de esta intervención, es el debate acerca de si la tecnología es neutra pero su uso no. ¿Puede aislarse la aplicación de la ciencia de ser portadora de una axiología, un esquema de valores y, por ende, de una ética y de una configuración deseante? De allí que una posibilidad tecnológica deviene en hecho cultural, y éste en social, pudiendo ser lícito interrogarnos por su vertiente clínica, pues entre psicoanalistas cabalgamos, diría Don Quijote… Este aspecto forma parte de las preguntas que comparto aquí: ¿cuándo un fenómeno cultural puede ser leído con ojo clínico, es decir como vía válida para la intelección de lo psíquico, en su dimensión de valor estructurante, de expresión del deseo y goce?, ¿tenemos los psicoanalistas, tal como lo sostengo desde hace tiempo, volver nuestro ojo y oído de lo sexual a lo social? En otros momentos de revolución hubo psicoanalistas que se dirigieron a la filosofía, la topología o la lingüística para intentar encontrar hipótesis plausibles acerca de la subjetivación, y reclamaron siempre que ello no constituía una ruptura ni un abandono de su identidad analítica. Yo reitero la cultura subjetiva tanto como la psicosexualidad. Uno de los principales argumentos a favor de esta mirada, es que por primera vez en la historia de la humanidad, la mente cuenta con importantes co-procesadores para su funcionamiento. La existencia de aparatos que amplían o modifican los efectos y alcances de la mentalización, constituyen una importante diferencia con otros momentos del desarrollo humano. Tanto es así, que no solo es el uso de estos aparatos lo que va perfilándose como consecuencia inevitable, sino que la modificación del mismo asiento somático del funcionamiento mental, mediante la implantación de chips y prótesis, ya no son titular de primera plana. Por primera vez es posible llevar toda la información y el saber sobre uno y los demás en la palma de la mano. Entonces corresponde pensar, así sea como forma de listado de inquietudes, algunas de las posibles consecuencias que se derivan de esta cualidad protésica de la mente. Cualidad protésica que apunta a volverse rutina y no excepción. Estamos asistiendo a los inicios de la existencia de un hombre post orgánico, con aparatos que cada vez más lo relevan de ciertas funciones o amplifican otras. La noción de soma va camino de estar mezclada con la de circuito integrado en términos crecientes. La primera de estas consecuencias es que, con el aumento en la capacidad de almacenamiento de la información, será posible el registro y recuperación de toda la historia de


Adrián Liberman

55

alguien, haciendo innecesario o imposible el olvido. Ahora bien, dado que el psicoanálisis plantea la constitución psíquica a partir de un olvido necesario y estructurante: la represión, ¿podrá sostenerse esta idea? La memoria y sus falencias, la manera en que cada quien recorta su historia para resaltar aspectos u omitir otros, son aspectos valiosos que permiten comprender la particular constitución subjetiva de cada quien. Es la diferencia entre verdad histórica y verdad objetiva. ¿Y si estas se superponen constantemente?, ¿cuáles son las consecuencias del registro de las experiencias sin que éste se deteriore o modifique como los jeroglíficos? Estamos hablando de reconsiderar la función editorial de la memoria, del valor de la palabra para iluminar o soslayar ciertos acontecimientos y de la manera de decir de uno mismo que tiene esta función. ¿Tendrán recuerdo y olvido el mismo valor para entender el hacernos sujetos como lo tienen aún hoy? La digitalización supone también una manera de vinculación en la que el orden de lo imaginario gana pregnancia en detrimento del simbólico. Uno puede construirse un enjambre de “amigos” o seguidores y aún así estar sumido en el más profundo de los aislamientos. La pregunta acerca del deseo puede ser derivada en un algoritmo, una fórmula que te “conecte” con páginas que te ayuden a congeniar con el otro que se busca, con un máximo de posibilidades de satisfacer ese deseo. Así la dimensión enigmática del otro, la cualidad incierta del deseo tiende a desaparecer. La experiencia de incertidumbre se minimiza, aplanando al Yo y no requiriendo de más habilidad social que un like o dislike para ello. En esta perspectiva, también la angustia en su sentido de impedimento, de obstáculo en la develación del deseo, de lo que me quiere el otro, pierde matices, hasta poder derivar en el mayor de los solipsismos narcisistas. Es cada vez más posible construirse mundos de relación en la que el otro es réplica especular de la autorepresentación, una sensación creciente de “solo se está bien entre nosotros mismos”. Y esto último puede ser la posibilidad cada vez más fácil de asumir un rol imaginario, solo en contacto con otros similares. El otro no nos devuelve una imagen discordante, sino que relacionarse puede tomar la forma de una sucesión infinita de espejos. Y estos espejos pueden desapegarse de toda sanción objetiva. Por ejemplo, un hombre de 50 años puede asumir la identidad de una niña preadolescente, construir un perfil y vincularse con otras como ella, en el marco de una red social. Vincularse va perdiendo cada vez más su función y acepción de terceridad, para ser sustituida por la de una creación dual, con grandes posibilidades de sustraerse a toda referencia de ley o de inscripción dentro de un sistema de relaciones regladas por pactos. Cabe preguntarse también,


56

Cuando las respuestas antecedan a las preguntas

en un escenario donde los vínculos se reduzcan a likes o dislikes, las consecuencias para el Superyo. ¿Se vuelve éste más ralo, poroso?, ¿los límites de la ley y la vivencia de castración pierden matices cuando uno puede “borrar” a otro de su lista de contactos?, ¿a qué llevan las consecuencias de su falta o de su déficit? Podemos postular que durante la vida del ser humano no se llega a conocer a más de quinientas personas y a amar a unas cien, ¿la promesa de amistades o seguidores infinitas permite la ilusión de trascender todo límite? La insoportable levedad con la que se nomina amistad, amor, odio o desagrado en las redes sociales banaliza los vínculos, pero les resta la cualidad angustiante de los mismos. La ilusión de ser infinitos, intercambiables, quita a las relaciones tener que ser abordadas como tareas de resultados inciertos. En este escenario en acelerada mutación, ¿será la conectividad la que proveerá el valor estructurante al sujeto en eclosión? Uno de los argumentos para comprender el fenómeno de las redes sociales es que éstas se basan en el temor a la soledad, en las ansiedades aniquilatorias de la exclusión y el desconocimiento por parte de los otros. El esfuerzo de decir de uno mismo, de dar cuenta del mundo interno, ¿queda limitado al espacio que dan 140 caracteres? ¿La expresión depende en su riqueza del catálogo de “emoticones” posible? Así nos reencontramos con el término digitalización como una palabra que habla de nuevos vehículos de inscripción del deseo, así como de formas novedosas de intentar realizarlo. Ejemplo de lo anterior es el gadget de Google Home y su contraparte de Amazon, aparato que permite recordar las facturas impagas, hacer transferencias bancarias, regular el aire acondicionado y la intensidad de la luz, traducir términos a cualquier idioma, consultar enciclopedias y diccionarios, sugerir recetas de comida, entre otras cosas, divorciando el deseo de toda noción de esfuerzo, trabajo, incertidumbre. Todo es provisto solo con enunciarlo. Aún hay camino por recorrer y es necesario refinar los motores de búsqueda para contextualizar la información y soportar la ambigüedad del lenguaje. Aún los algoritmos no logran diferenciar que la Maja Desnuda corresponde al arte y no a la pornografía. Resta entonces, intentar una mirada sobre alguna de las consecuencias que tiene lo anterior sobre el trabajo y la economía, como acerca del psicoanálisis y su imposible oficio. La ebullición del dataísmo está haciendo que trabajos completos, en términos de ocupaciones, desaparezcan. Hoy en día, los cajeros de banco o de tiendas van camino de convertirse en los copistas de libros en los tiempos de Gutenberg. Existen categorías laborales completas que se acercan rápidamente a la extinción, cosa que


Adrián Liberman

57

aún no sabemos si constituye una catástrofe o un acontecimiento. Pronto los traductores, entre otros, serán completamente innecesarios. El futuro para muchos es el que las habilidades laborales sean irrelevantes, al decir de Bauman (2008). O absolutamente sustituibles por máquinas que hacen lo mismo más rápido y barato. Irrelevancia extensible, tal como he redundado, a las habilidades sociales y de vinculación. Y este efecto del dataísmo también tiene consecuencias sobre la praxis analítica. A largo plazo, uno de los escenarios es la desaparición de las demandas de análisis. Hoy, gracias al GPS, por ejemplo, la experiencia de perderse y recuperar la orientación son cosa pasada. Gracias al desarrollo vertiginoso de aplicaciones y algoritmos, pronto será posible que una interfase me provea de una interpretación plausible para cada dilema vital, lo que irá en detrimento de la sensación de angustia e infelicidad. Y en esta posibilidad, la necesidad de un interlocutor, con la noción de equívoco implícita, pueda ser un absurdo. Otro aspecto a incluir en esta apretada revisión es el del valor que la “realidad virtual” tendrá. Apartando el hecho que realidad y virtual son palabras que constituyen un oxímoron, ya está aquí la posibilidad de no tener que desplazarse para trabajar, estudiar, discutir con otros sin que medie un intervalo de tiempo significativo. Esto facilita las posibilidades de formación de candidatos que vivan en lugares lejanos al instituto, como también facilita el acceso a textos necesarios para ello. Y así, la cualidad de arcano del texto se esfuma, no devela enigmas ni debe ser encontrado trabajo elaborativo mediante, sino que se encuentra a un par de clicks de quien lo demanda, dependerá de lo refinado del motor de búsqueda que se utilice. Esta conectividad impone la desaparición del cuerpo a cuerpo, cada vez más modalidades sensoriales podrán recibir los estímulos del interlocutor aunque medie distancia geográfica entre ellos. Cámaras, micrófonos, sensores permiten saber del otro y sus vicisitudes, así no esté en la misma habitación. El dataísmo permite que tener que “ir” al trabajo sea cada vez menos necesario, ¿por qué no otro tanto para acudir a sesión? Los que se alarmaban porque el cuerpo a cuerpo en el encuentro analítico se perdía con la digitalización, son desmentidos por tecnologías en las cuales se va haciendo imposible distinguir la presencia física de la virtual. Las sutilezas del lenguaje y su emisión van transmitiéndose en “tiempo real”, haciéndose cada vez más fiables los vehículos que conectan a los interlocutores. La cura analítica, esa que requiere de sus protagonistas intentar la más intensa de las intimidades, se ve amenazada por una cultura donde lo privado y lo público están al borde de ver diluida su diferencia. Las redes


58

Cuando las respuestas antecedan a las preguntas

sociales prometen al usuario la posibilidad de hacer de todas sus vivencias, sin importar su dramatismo, un hecho para el consumo de los otros con quienes se esté “conectado”. La realidad virtual ya traspasa el dominio del voyeurismo para prometer escenarios donde tiempo y espacio se difuminan, por lo que es posible saber en carne propia lo que acontece en cuerpo ajeno. Así, prometer o requerir de un vínculo impenetrable, en momentos en los cuales países completos se administran al ritmo de 140 caracteres, es trabajo que luce con nubes en el horizonte. Mientras Skype permite instaurar o continuar una cura analítica imposible de llevar a cabo presencialmente, por emigración, enfermedades, desastres naturales, entre otras circunstancias, también abre la puerta de borrar la necesidad del relato en su vertiente de elaboración, para hacerlo en tiempo real y desde el lugar de los acontecimientos. ¿Para qué narrar si se puede hacer al otro testigo directo de las experiencias? La cura analítica no promete nada, ofrece un espacio y unas circunstancias para oírse y tantear los alcances y límites de las palabras con las que se cuenta para decir de uno mismo. Como de los efectos acicate antes de las preguntas y del sentimiento de ser algo extranjero en la propia vida. ¿Cuánto de esto se podrá sostener en el futuro que se aproxima, ese que promete que las respuestas precederán a las preguntas? Referencias bibliográficas Bauman, Z. (2008). Modernidad Líquida. México: Fondo de Cultura Económica. Brooks, D. (2013). The Philosophy of Data. Recuperado en octubre, 01/2017 de http://www.nytimes.com/ 2013/02/05/ opinion/brooks-the-philosophy-of-data. html. Harari, Y. (2014). Homo Deus. Barcelona: Debate. López, A. (2013). ¿Qué es la digitalización? Recuperado en noviembre, 01/2017 de http:// www.blogs.in-formacion.com/lopez/ digitalizacion.html. R.E.M. (1987). It’s the end of the world as we know it (And I feel fine). En Document [CD]. Nashville: I.R.S Records. U2. (1988). Desire. En The best [CD]. Londres: Island Records.


Revista de psicoanálisis Año XXV. Vol. 1. 2020

La violencia: una lectura desde el psicoterapeuta, el psicoanalista y su método1 Serapio Marcano2

Resumen Asumiendo que el ser humano es un ser bio-psico-social, existe en todos nosotros una ideología que puede tener aspectos conscientes y/o inconscientes, lo que hace que nuestra práctica profesional, psicoterapéutica y psicoanalítica, comprenda un determinado activismo político, el cual conlleva una cosmovisión. La cosmovisión psicoanalítica, al decir de Freud, es que la misma siempre será incompleta. Las Posiciones Políticas Ideológicas, circulan no solo entre los individuos y sus instituciones, sino también dentro de los mismos, dando lugar a la producción de estructuras mentales que se constituyen en Posiciones Mentales y Políticas Revolucionarias, Conservadoras y de Rebeldía. A través de viñetas clínicas se ejemplifican reflexiones teóricas propias y de otros autores.

Introducción Al hablar de un enfoque psicoterapéutico y psicoanalítico de la violencia se hace necesario tener presente que cualquier conducta humana depende de múltiples factores intervinientes y de la interrelación entre mente, cuerpo y realidad social, en diversas correlaciones de predominancia, alternancia y simultaneidad, y que por lo mismo hay que darle la atención

1

2

Trabajo presentado en el 1er. Congreso Venezolano sobre la Violencia de la Liga Anti Violencia. Caracas, julio 2009. Médico, psiquiatra, psicoanalista, miembro didacta de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas, FEPAL e IPA.


60

La violencia: una lectura desde el psicoterapeuta, el psicoanalista y su método

que corresponda dependiendo del área donde se despliegue dicha conducta del ser humano como un sujeto histórico. Ideología, posiciones políticas, posiciones mentales y práctica psicoterapéutica Para exponer el enfoque desde el cual ejerzo mi práctica psicoterapéutica y psicoanalítica, comenzaré diciendo que toda práctica se realiza siempre, reconozcámoslo o no, como dicen Gergen y Warhus (2003), desde una forma de activismo político y social. Dichos activismos, agregaría yo, se realizan desde una determinada cosmovisión o ideología, la cual va a determinar el enfoque para comprender y buscar soluciones a las conductas perturbadas y perturbadoras, como es el caso de la violencia. Como dice también Marcelo Viñar (2006), el ser humano “no es un objeto objetivable como los objetos de la naturaleza, es una construcción histórico-social en las que somos tanto observadores como participantes. No hay neutralidad posible…”. Ideologías y prácticas psicoterapéuticas Pienso que toda cosmovisión contiene una ideología, entendiendo como tal un conjunto de ideas acerca del mundo y la sociedad, que responde a intereses, aspiraciones e ideales de una clase social dada y que guía y justifica el comportamiento de los hombres acorde a esos intereses, aspiraciones e ideales (Sánchez, 1976). Veamos ahora cuáles son las cosmovisiones, o ideologías, desde las cuales desarrollamos nuestras prácticas. Ciertas ideologías o cosmovisiones, pueden considerar al sujeto humano como una unidad indivisa y son planteadas como una construcción intelectual que soluciona de manera unitaria todos los problemas de nuestra existencia a partir de una hipótesis suprema; dentro de ella, ninguna cuestión permanece abierta y todo halla un lugar preciso (Sánchez, 1976). Es una posición que naturaliza lo social y animaliza lo humano. Este era el concepto de cosmovisión rechazado por Freud. Opino que lo rechazaba porque son ideologías generadoras de falsas conciencias, es decir, son inconscientizadoras. Forman parte de los deseos ideales de los hombres. Esos lugares precisos que explican todo, conllevan el riesgo de


Serapio Marcano

61

tornarse al servicio de actitudes totalitarias y tiránicas en cualquier ámbito donde se despliegue la conducta humana. Este es el riesgo que se corre cuando realizamos nuestra práctica no reconociendo que la misma se realiza desde una forma de activismo político o social, la cual forma parte de una posición ideológica. Los seres humanos estructuran la sociedad dentro de determinadas condiciones económicas y políticas. La estructura social adquiere cierta autonomía con leyes propias y regula y estructura las relaciones entre y dentro de los seres humanos mismos. Creemos, como dice Hanna Arendt en Human Superfluity (cp. Viñar, 2006), que “el verdadero problema es desentrañar la génesis de los procesos sociales de alienación que expulsan sectores de producción y convivencia, y llevan a la producción del ser humano superfluo”. El psicoanálisis, en tanto práctica, al insertarse en la cultura, conlleva implícitamente una cosmovisión, pero la cosmovisión a la que se adhiere el psicoanálisis, desde Freud (1932), no es una particular sino la cosmovisión científica. Ésta, decía Freud, “no lo contempla todo, es demasiado incompleta, no pretende absolutismo ninguno ni formar un sistema... Una cosmovisión edificada sobre la ciencia tiene, esencialmente rasgos negativos, como los de atenerse a la verdad, desautorizar las ilusiones”. La verdad, decía también Freud (1932), “no puede ser tolerante, no admite compromisos ni restricciones; la investigación considera como propios todos los campos de la actividad humana...”. La verdad, en tanto “noúmeno” o “cosa en sí” o “verdad última”, es incognoscible. Las ideológicas son también posiciones políticas si consideramos que los paradigmas que circulan entre las diferentes manifestaciones de las ciencias del hombre pasan de una frontera a otra, es decir se interpenetran. La ciencia de la Psicología, con la Sociología, se interpenetran por tanto con las posiciones filosóficas. La cultura, con sus estructuras dominantes de poder, se constituye en un establishment que norma las relaciones entre los individuos y las relaciones de los mismos con dicha cultura y con sus instituciones. Es decir, nos hacen, nos mantienen y nos mantenemos como sujetos de esa cultura. A la vez hacemos y mantenemos a otros sujetos. A esto es lo que llamo el Proceso de Sujetación e Ideologización. Este Proceso, en tanto Posiciones Políticas Ideológicas, circula no solo entre los individuos y sus instituciones, sino también dentro de los mismos, dando lugar a la producción de estructuras mentales, o instituciones mentales, que regulan tanto el acceso al placer como la prohibición del mismo; o señalan los


62

La violencia: una lectura desde el psicoterapeuta, el psicoanalista y su método

valores que califican, lo que es pertinente o lo que no lo es, sea en la interioridad de la mente de los individuos particulares, como en sus relaciones vinculares con los otros individuos; se constituyen en Posiciones Mentales que son expresiones de la ley de la cultura, administrada por los que ejercen el poder desde la misma y a través de sus instituciones. En la sociedad existen diversos modelos para agrupar las modalidades de sujetación, es decir, creación de sujetos, y sus posibilidades de desujetación. Agruparlas como Posiciones Políticas Revolucionarias y Conservadoras, y la Rebeldía como una posición que puede estar al servicio de la una o de la otra, es uno de los modelos posibles (Marcano, 1980, 1987, 1994, 1997, 2000, 2002). Las Posiciones Ideológicas Políticas y Mentales son conservadoras cuando tienden a mantener invariante lo establecido. “Son la expresión material del inconsciente y de lo ideológico, como falsa conciencia, en ciertas formas de conocimiento, particularmente cuando ella es denegada e ignorada.” (Abouhamad, 1978, p.116). Estas posiciones conservadoras que vienen desde lo social, a su vez constituyen a los sujetos individuales como tales, y en su constitución les imponen sus leyes que se instauran dentro del superyó, y se les ofrece como modelos narcisísticos del ideal del yo. La compulsión a la repetición de lo establecido, la invariancia, lo ahistórico, la normalización a través del sometimiento acrítico y la identificación con los objetos de sus deseos, los cuales, a la vez, le imponen no saber de dichos deseos, son algunas de las características que encontramos en los individuos con posiciones mentales conservadoras. En lo manifiesto buscan la estabilidad a cualquier precio, sus capacidades de simbolización están disminuidas lo que los lleva a ser materialistas, consumistas y confunden roles sociales con personas. Niegan la realidad psíquica apoyándose en lo tradicional para evitar la confusión de valores. Les interesa el poder en tanto representa el reencuentro con el ideal del yo narcisista. Las Posiciones Ideológicas Políticas y Mentales son Revolucionarias cuando lo que predomina es el método dialéctico. Estas posiciones son subversivas y se apoyan en lo que Gramsci (1970) denomina una ideología históricamente orgánica, es decir, aquella que lo es en la medida en que uno se descubre en las contradicciones o disociaciones. Hay un develamiento permanente de la falsa conciencia o, por lo menos, si no lo hay, se procura que tal develamiento ocurra. El método psicoanalítico y las psicoterapias orientadas psicoanalíticamente buscan sistemáticamente poner al descubierto tales disociaciones y que los sujetos se apropien de su subjetividad.


Serapio Marcano

63

Siguiendo el concepto de Revolución que desde el punto de vista psicológico nos describe Emilio Mira y López (1951), su aplicabilidad es posible “cuando en el espíritu humano se produce una crisis existencial del alma universal, que sintiéndose angustiada por la discordancia, cada vez mayor, entre sus anhelos y sus logros decide, en primer término, desprenderse de sus ya achacosas y caducas vestiduras, es decir, desnudarse y liberarse de cuantas estructuras y organizaciones le oprimen y molestan, para ver si así, sola y libre, es capaz de rehacer su auténtica personalidad y aceptar el camino que la conduzca a obtener su paz interior”. Del lado dialéctico del conservadurismo aparece la consideración a los objetos externos, a los mayores por su experiencia, a los iguales por sus opiniones y a la generación más joven por sus potencialidades. Es lo que hay que conservar o preservar dentro de la revolución. Es lo que debe permanecer, pero problematizándolo, en busca de nuevas estructuras de organización tanto individuales como socioculturales. En los niveles y posiciones políticas revolucionarias, las leyes o prohibiciones que regulan las relaciones humanas, que en el fondo remiten a la prohibición del incesto originaria, están bastante distanciadas de aquellas leyes que inicialmente lo prohibían. Todas las problematizaciones y regulaciones que buscan nuevas estructuras siempre serán sentidas como violentas, pero se trata de lo que llamo la violencia útil. El mayor o menor grado de gratificación pulsional que se logre va a permitir determinar el mayor o menor grado de sujetación al cual ha sido sometido el individuo, y también el nivel de armonía y tolerancia a las transformaciones de los modos y procesos de sujetación que tiene la cultura hacia sus individuos, desde afuera y dentro de los mismos, o, por el contrario, determinarán los modos conflictivos de dominación social. Estos modos de dominación siempre son ejercidos a través de diversas técnicas de violencia, las cuales van a ser reproducidas dentro de los individuos. La mayor o menor violencia también tendrá su expresión en las diversas estructuras sintomáticas o caracterológicas resultantes de las rebeldías contra la violencia ejercida desde el superyo. Pero no solo se ejerce la violencia de la represión, sino que también se reprimen los modos violentos a través de los cuales se ha practicado y continúa ejerciéndose la sujetación y con los cuales se busca ocultar la verdad y negar el acceso al placer. Solo en la medida en que como profesionales de la mente tengamos el mayor conocimiento posible de las subjetividades que nos habitan, lo que implica saber acerca de nuestros valores e ideales y de nuestra concepción de la constitución del sujeto humano, podremos ser objetivos en la com-


64

La violencia: una lectura desde el psicoterapeuta, el psicoanalista y su método

prensión y en el abordaje de la conducta humana. De hacerlo, podremos mantener una posición ética ante el sujeto que busca nuestra ayuda profesional para acompañarlo en la indagación de la verdad que surgirá en la medida que se develen las contradicciones. Trataré de ilustrar la presencia de estos modelos socioculturales durante una psicoterapia, a través de unas viñetas clínicas. a) Primera viñeta -A mi consulta llegó un sujeto, al que llamaré Alirio, con la demanda de que le ayudara a eliminar un complejo de síntomas que consistían en un rechazo al contacto sexual con su esposa y actuaciones impulsivas de prácticas homosexuales de tipo masturbatorio seguidas de gran culpa. Además se quejaba de rigidez corporal y ansiedad intensa. Otro rasgo que describió era su obediencia a las figuras de autoridad. En una de las sesiones se quejaba porque su esposa llegó a la casa cuando él estaba acostado en la cama viendo televisión con su hijo mientras comentaban acerca del programa que estaban viendo. De inmediato ella, en forma autoritaria, le dice al niño que ya había pasado su hora de ir a la cama y lo envía a su cuarto. El, que no estaba de acuerdo con esa actitud de su esposa, se molesta, pero no le dice lo que siente y piensa; ¿por qué?, porque siempre que se lo dice es lo mismo: ella responde que esas son las normas y que todos los psicólogos dicen que hay que sostener las normas para evitar problemas más adelante. Que además ella no va a cambiar aunque él discuta con ella y que por eso se queda callado. Que está cansado de pelear. Cuando salíamos del consultorio le comento que a lo mejor no pasaría nada terrible, ni se acabaría la relación familiar, si él se opone a la forma autoritaria de su esposa y si hubiese mantenido al niño un poco más con él. A la sesión siguiente relató que le estuvo enseñando a sus alumnos a detectar, por intuición y por observación, la mayor o menor gravedad de las quejas sintomáticas de los pacientes que estaban consultando. Estaba muy sobrecargado de pacientes porque el otro médico que le tocaba pasar consulta el mismo día que él, tenía varias semanas que no asistía a pasar consulta y esto le sobrecarga el trabajo. Dicho médico alegaba que tenía permiso porque estaba haciendo un curso. También le molestaba que ni siquiera se hubiese acercado a conversarle al respecto. En un momento que fue al baño, lo vio, se acercó a él, e impulsivamente le dijo, señalándole con la mano: ¡tienes trabajo que sacar!, a lo que el otro replicó: ¿Qué, me estás mandando a trabajar? Alirio no replicó, se encogió de hombros y se fue de nuevo a la consulta. Más tarde


Serapio Marcano

65

el otro lo abordó para reclamarle que le hubiese llamado la atención delante de otras personas y fue entonces cuando le pudo expresar todo el malestar que había estado acumulando, se despidieron y no pasó más nada. Alirio es un sujeto que presenta un conflicto cuando su estructura caracterológica, de tipo obsesivo, deja de serle útil y comienza a presentar síntomas de tipo impulsivo que son egodistónicos, lo que se expresa como el sentimiento de culpa. Se define como un sujeto obediente (a una autoridad), pero el síntoma impulsivo y la angustia aparecen al salir la desobediencia en forma de neo-conductas. Tanto la falta de deseos sexuales heterosexuales como los deseos homosexuales y las conductas asociadas a éstos, podemos considerarlas como expresión de rebeldías ante las instituciones internas (superyoicas) que le pautan una norma rígida a cumplir, pues, de no hacerlo, podría ocurrir una catástrofe, y además siente que no tiene fuerza en su institución yoica que le permita modificar al superyó, identificado proyectivamente en su esposa. Su ideal (del Yo) lo explicita como la desaparición del conflicto creado por la lucha de tendencias y lograr la realización de la ilusión de conservar una unión familiar permanentemente armónica, con relaciones sexuales heterosexuales y sin la presencia molesta de los deseos homosexuales. Es decir, sometiéndose. Intenta retomar las defensas caracterológicas al guardar silencio. Sus asociaciones a la siguiente sesión me permitieron formularme la hipótesis de que mi comentario al salir de la sesión anterior tuvo el efecto de bajar la angustia ante el peligro, desmitificándolo, realizar una identificación introyectiva con un objeto nuevo y así poder reclamarle al compañero de trabajo. La violencia ya no tiene en ese momento las mismas características de destructividad omnipotente ni en él, como sujeto, ni en el otro como objeto. Aquí la rebeldía está al servicio de los cambios y transformaciones revolucionarios mediante la promoción de modificaciones aloplásticas, en lugar de ser como la anterior rebeldía al servicio de un conservadurismo, que no tolera los cambios pues, si los hiciera, el precio podría ser la castración. b) Segunda viñeta Un sujeto, al que llamaré Pedro, llega a la consulta y manifiesta que viene con dolor de cabeza y ahora tiene que ir a la casa a acompañar a su hija de 7 años a estudiar inglés, pues tiene examen final mañana dentro del curriculum americano. Sabe que lo del examen final es algo que no es legal y sin embargo en el colegio, que también lo saben, les dicen a los padres que lo hacen para pre-


66

La violencia: una lectura desde el psicoterapeuta, el psicoanalista y su método

pararlas para el próximo año escolar donde entra al 2º grado de primaria venezolano. Pasa a hacer comentarios sobre la mamá, que no puede cumplir esa función con la hija porque piensa que la hija no va a aprender y la van a aplazar. Buena parte de la sesión la dedica a describir las angustias de su esposa con respecto al examen de la hija y los intentos que él hace para tratar de calmarla y de disminuirle las ansiedades por el examen de la niña. También agregó que a esta situaciones se sumaron en coro otras madres, entre ellas su hermana, que pensaban buscar una psicopedagoga en inglés para las niñas pues la angustia alrededor de los resultados era la misma, a lo que se añadía la competencia entre las madres por cuál de las niñas tenía mejores notas, lo que llevaba a su esposa a decirle bruta a su hija y hacer estos comentarios en voz alta frente a su hija, incluyendo la posibilidad el cambiarla de colegio ya que en éste no podría dar la talla. El, entre tanto, ante la niña asumía la actitud de tranquilizarla y recomendarle paciencia y no precipitarse, que no importaba si no sacaba notas excelentes y que el aprendizaje era un proceso. Le comento que él trae un relato de una situación donde aparecen dos actitudes contrapuestas: una, la de unas madres que parecen sentirse como unas niñas sometidas y amenazadas por un examen que no es legal y, en la otra, él como el que sabe de lo irregular de esa situación, tratando de calmar a las madres-niñas asustadas y perseguidas y a la vez tratando de que la angustia de las madres-niñas no penetre perturbadoramente en las niñas, pero también reconociendo la situación irregular impuesta por una autoridad arbitraria. (Se queda mirándome y no hace ninguna alusión a mi comentario. Siento que se repite una situación frecuente en la cual Pedro está muy atento a lo que yo pudiese decir en respuesta a sus intervenciones, como si se sintiese permanente evaluado o examinado. Observamos que con su actitud le transmite el mensaje a la niña que no importa si pasa o no el examen). A continuación refiere que su esposa no habla bien inglés pues siempre tuvo resistencias a aprender ese idioma y ahora está preocupada por eso, ya que ha estado insistiendo en que tienen que buscar la manera de emigrar del país lo más pronto posible debido a la incertidumbre de lo que pueda ocurrir y a la inseguridad por la violencia social existente, de la cual ella fue objeto, hace no mucho tiempo, cuando unos delincuentes hicieron un asalto a una oficina donde ella trabaja. Un tiempo atrás era él quien le insistía en buscar la manera de emigrar, aduciendo las mismas razones que ella hace actualmente, aunque en ese entonces no habían sido objeto de ninguna agresión directa, mientras ella se oponía firmemente a hacerlo. Ahora es al contrario. Reconoce las situaciones de incertidumbre y de violencia social pero no ve la urgencia y si bien antes lo pensaba también debido a las dificultades


Serapio Marcano

67

por los bajos ingresos económicos, ahora siente que la situación económica está más estable. En caso de irse, él hasta estaría dispuesto de trabajar de maestro y con esta experiencia que está teniendo con la hija piensa que sí podría hacerlo. No tiene problemas con el inglés ya que vivió un año en USA con una familia mientras aprendía el idioma. Agrega que al comienzo no entendía ni papa, era como un ruido, hasta que fue pudiendo entender y comunicarse. Piensa que toda esta violencia es parte de un plan del gobierno para que la gente se asuste y se vaya del país. ¿Qué le hace pensar que eso es tal cual así? –le pregunto–. Bueno eso es lo que uno escucha en la calle y dos personas que alguna vez trabajaron en la PTJ (Cuerpo Técnico de Policía Judicial) también me dijeron que ellos estaban seguros de que algo de eso era cierto. ¿Cómo saber si es realmente un plan del gobierno o de dónde surge la seguridad de esas personas que te dicen cosas? (Aquí lo estoy confrontando con lo que transmite como convicciones impensables y nuevamente surge una tensión dentro del clima de la sesión). Bueno –me dice– la verdad es que no se puede estar seguro porque no he escuchado a nadie del gobierno que me lo diga ni tampoco esas personas que me lo dijeron mencionaron a alguien del gobierno a quien se los hayan escuchado. Ante las cosas que uno no entiende, o no sabe, ante las incertidumbres, sentidas como un ruido que asusta, uno tiende a no preguntar y tomar por ciertas las cosas que le dicen sin atreverse a cuestionarlas o ponerlas en duda, no sea que el otro se enoje y lo rechacen a uno. Puede ser. Aquí está terminando la sesión y lo siento incómodo, pero no me lo expresa, lo que me lleva a preguntarle: ¿Cómo te sientes ante lo que te acabo de decir? En un principio me sentí muy molesto con Ud., pero después me calmé y fui pensando que tiene razón, que es algo que uno supone o lo repite como se lo dicen. En una sesión de trabajo psicoanalítico o psicoterapéutico de orientación psicoanalítica confluyen, a través del diálogo entre el consultante y el profesional, una serie de vivencias que dramatizan relaciones vinculares tanto con las personas del presente como del pasado, que, en un principio, no están discriminadas debido a que lo que se vivió en el pasado no está historizado, es decir, no puede ser ubicado como un recuerdo, por lo tanto, no hay conciencia de la repetición de dichas vivencias. Para el profesional esta repetición puede ser aprehendida a través de lo que denominamos las Transferencias y Contratransferencias, que, para decirlo de un modo general, son procesos en virtud de los cuales los sujetos actualizan y repiten los prototipos infantiles, con sus deseos inconscientes, sobre ciertos objetos, con un marcado sentimiento de actualidad y a los cuales reacciona el inconsciente del analista. El analista, por tanto, también puede estar ubicado


68

La violencia: una lectura desde el psicoterapeuta, el psicoanalista y su método

en la posición de sujeto y realizar transferencias hacia el analizante en tanto que objeto. La diferencia estaría dada en la asimetría presente en el vínculo, debido a que el analista, o el psicoterapeuta de orientación psicoanalítica, ha pasado por un proceso de análisis personal que se espera le haya permitido encontrar el mayor conocimiento posible de sus prototipos infantiles inconscientes y así apropiarse de ellos a fin de administrarlos de mejor manera dentro de la realidad. En tanto dicho saber siempre será incompleto, el analista o terapeuta siempre tendrá aspectos de sí que permanecerán bajo el dominio de lo inconsciente y actuarán como puntos ciegos en su tarea. Son los aspectos ideológicos pertenecientes al conservadurismo como falsa conciencia. Pero el trabajo que ha desarrollado sobre sus propios modos vinculares, le permitirá que las respuestas emocionales que tenga hacia el consultante sea fundamentalmente una respuesta desde su preconsciente a las transferencias del mismo, y no un producto de sus propios complejos infantiles. La capacidad de atención flotante a los fenómenos mentales desarrollada durante su formación y especialmente durante el análisis personal es el recurso que eventualmente le permitirá al analista la posibilidad de dejarse sorprender y así examinar las manifestaciones de su propio inconsciente, en una suerte de autoanálisis. Veamos entonces cómo están presentes estas Transferencias y Contratransferencias en esta viñeta para luego pasar a enlazarlas con una reflexión teórica y metodológica, en particular en relación a la violencia, que es el tema que nos convoca ahora. El relato acerca de las angustias de las, por mi llamadas, madres-niñas, ante una situación de examen de sus niñas, y la actitud de Pedro ante esta situación, nos lleva a observar la presencia de elementos disociados de los inconscientes de los participantes que se hacen presentes en esta narrativa asociada libremente. Voy a tomar solamente algunos de ellos. La angustia persecutoria es asumida por las madres, mientras que Pedro está libre de angustias. El funciona como el adulto padre racional, en tanto que las madres aparecen como desbordadas por la angustia. Las madres no tienen conciencia de que lo que está en juego, no es solamente el aprendizaje de un idioma extranjero, sino que copa la escena la necesidad de demostrar que las niñas han logrado la incorporación de dicho aprendizaje, pues de no hacerlo se sienten amenazadas de no tener un lugar destacado, e inclusive ser rechazadas o descalificadas ante las demás, lo que lleva a la esposa de Pedro a pensar autodescalificatoriamente, llamando bruta a la hija y considerar enviarla a otro colegio. Es del conocimiento de todos que la institución escolar está transgrediendo la ley al aplicar un examen y asume


Serapio Marcano

69

su propia ley, la cual se transforma en una ley particular más amenazante que la institución del Estado cuyas leyes no incluyen ese tipo de exámenes finales. Los adultos, por tanto, se comportan frente a la institución particular como niños asustados frente a un poder amenazador ante el cual se sienten inermes sin más alternativa que someterse. ¿Qué representa esta institución para estos sujetos? Una figura severa, potencialmente tiránica, aterrorizadora, un superyó cruel ante el cual los adultos se infantilizan y transfieren a ella, reeditándolos, los prototipos vinculares infantiles, no teniendo conciencia de ello y por lo tanto no pudiendo asumir una actitud transformadora, aloplástica, sino quedarse en una posición de sometimiento autoplástico. El sentimiento de dolor y odio que esto genera es reprimido y dramatizado disociadamente en el cuerpo, a través del dolor de cabeza que manifiesta Pedro. El acceso al saber acerca del proceso de sometimiento y violencia al que son sometidos todos los sujetos participantes de esta dramática, está vedado y remitido a lo inconsciente de este colectivo institucional y familiar. Ante la situación de conflicto, transitan entre la producción de síntomas o la producción de angustia, la cual eventualmente también puede ocupar el lugar de síntoma persecutorio. Ambas producciones expresarían la rebeldía del lado del conservadurismo. Todos estos procesos corresponderían a lo que habíamos señalado como característicos de las posiciones políticas y mentales conservadoras. En mi contratransferencia sentía el malestar que los diferentes sujetos no asumían por el maltrato del que eran objeto, que también era el maltrato al que Pedro-niño siempre había sido y sigue siendo expuesto por diferentes figuras de autoridad y ante los cuales ha asumido una formación de compromiso al igual que la que le propone a su hija: hazlo, pero no importa, es decir sométete a la autoridad y no importa. Sentí que Pedro me transfería los sentimientos, por una parte, como representante de un objeto de sus vivencias infantiles, ante el cual se siente evaluado en sus conductas, pero también buscaba encontrar en mí, en tanto objeto real del presente, como analista, un objeto novedoso que le permitiera transformar esas repeticiones y asumir sus aspectos disociados en una mejor integración yoica. Es decir, resolver sus contradicciones y salir de las defensas caracterológicas y sintomáticas para poder asumir la conciencia de sus emociones y sentimientos de violencia hacia otros y de aquella violencia de la cual estaba siendo objeto por parte de los que desde lo social le imponían su verdad como la única verdad. Lo que sucede a continuación muestra un cierto giro en donde el objeto violento, que antes era ubicado en la institución examinadora de inglés, ahora es desplazado hacia los delincuentes que, en


70

La violencia: una lectura desde el psicoterapeuta, el psicoanalista y su método

la realidad objetiva, ejercen la violencia social, siendo expresión de una conducta rebelde anómica que termina estando al servicio del conservadurismo, y que, por lo mismo, pasan a ser considerados delegaciones de otro objeto signado como persecutorio que es el gobierno. El país es disociado, o fragmentado, en un país bueno y otro malo. El de habla inglesa que antes era el malo, pero, que a la vez se desconocía como tal, ahora pasa a ser el idealizado bueno. Cuando esto se vivencia con convicción toma un matiz similar a la convicción delirante y en la contratransferencia se siente uno identificado como el niño perseguido ante la autoridad perseguidora que si hace una propuesta para pensar, que lleve a cuestionar tales convicciones, teme ser rechazado violentamente y ubicado, sin discriminación, en el lugar del malo enemigo de quien huir. Esto produce un estado de tensión dentro del campo Transferencial-Contratransferencial de la pareja que vive la experiencia psicoterapéutica y/o analítica, que de ser comprendido, autoanalizado y resuelto dentro de la sesión, permite su búsqueda de resolución a través de una intervención que contiene lo que denomino la violencia útil que puede incluir una pregunta, una aclaratoria, una interpretación cuyo objetivo sería el pensar los pensamientos para que dejen de ser evacuaciones de palabras llenas de emociones, y que al ser contenidas puedan ser transformadas, producir un aprendizaje y conducir a un crecimiento de la mente. Esto nunca sucede sin dolor y odio ante esta experiencia novedosa, sentimientos que deben ser tolerados para poder encontrar el camino de salida de la repetición. Algo de esto es lo que pensamos cuando Pedro, al final de la sesión, dice: “En un principio me sentí muy molesto con Ud., pero después me calmé y fui pensando que tiene razón, que es algo que uno supone o lo repite como se lo dicen.” Hay que estar alerta de que esto sea también una repetición pero ahora conmigo. Pensamiento, aprendizaje, integración y cambio Acceder a ese aprendizaje es lograr una nueva síntesis en su funcionamiento mental, lo que puede ser traducido como un pasaje de unas posiciones políticas y mentales conservadoras y rebeldes, a una posición mental revolucionaria. Los niveles mentales y sociales precedentes van a ser transformados dentro de las nuevas estructuras, pero quedan sus memorias, a las cuales se puede regresar bajo diferentes circunstancias externas o internas de frustración que generan crisis.


Serapio Marcano

71

A este grado de integración del sujeto corresponde un proceso de sujetación con características diferentes a las que se establecen en los grados precedentes. El individuo es capaz de tomar mayor conciencia de su ser sujetado y de los procesos que desde la Sociedad Civil y la Sociedad Política le han sido impuestos y a la vez puede denunciarlos sin que ello conduzca a acciones violentas, crueles e indiscriminadas desde él hacia la sociedad, y desde ésta hacia él. Es cierto que sigue siendo un sujeto dominado por la clase dominante, que es aquel sector de la sociedad que posee la riqueza social y que lo inserta dentro del “orden social”, adaptándolo a los intereses del conjunto de personas que constituyen dicha sociedad. Pero también es cierto que en este nivel el individuo se da cuenta de que su poder individual no posee, como ente aislado, la fuerza y el poder necesarios como para que él solo pueda transformar las estructuras sociales que lo sujetan, por lo cual se potencia en sus posibilidades transformadoras, des-sujetadoras, o si se quiere re-sujetadoras a un nivel diferente, al buscar un camino mejor. Cuando el sujeto está subsumido en la masa a costa de la pérdida de su individualidad, como nos decía Freud (1921) en Psicología de las Masas y Análisis del Yo, está al servicio del conservadurismo. Cuando reasume su capacidad de protesta y de violencia útil, que busca transformaciones tanto en sí mismo como en el mundo exterior, le permiten una mayor y mejor gratificación de sus pulsiones, rescata y/o crea su individualidad y una identidad propia, y puede permitirse un mayor intercambio placentero con los otros individuos particulares, éste es un cambio revolucionario. Referencias bibliográficas Abouhamad, J. (1978). El psicoanálisis: Discurso fundamental en la Teoría Social y Epistemología del siglo. Caracas: UCV. Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del Yo. Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu. _______. (1932). Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu. Gergen, K. y Warhus, L. (2003). La terapia como una construcción social: dimensiones, deliberaciones y divergencias. Revista Venezolana de Psicología Clínica Comunitaria, 3, 3-44. Gramsci, A. (1970). Antología. México: Siglo XXI Editores. Marcano, S. (1980). Los objetivos del psicoanálisis. Consideraciones epistemológicas. Trabajo presentado en las Jornadas de la Asociación Psicoanalítica Venezolana, Caracas, Venezuela.


72

La violencia: una lectura desde el psicoterapeuta, el psicoanalista y su método

_______. (1987). Autocracia y violencia política en la institución psiquiátrica. En Calello, Da Ruos, Kohn, Marcano y Neuhaus (Eds.), Terrorismo de Estado y violencia psíquica (pp.143-170). Caracas: TrópyKos. _______. (1994). ¿Instinto de muerte? o ¿muerte de la pulsión? Revista Trópicos, IV, 173-180. _______. (1997). Violencia, individuo y cultura. Sus modos, sus relaciones con las transgresiones y las crisis. Trabajo presentado en el Encuentro Anual de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas. Caracas, Venezuela. _______. (2000, septiembre). Descifrando los modelos socioculturales en el diván. Trabajo presentado en el XXIII Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis, Gramado, Brasil. _______. (2002). Posiciones políticas y posiciones mentales. Trabajo presentado en la Jornada Anual del Instituto de Psicoanálisis de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas, Caracas, Venezuela. Mira, E. (1951). Problemas psicológicos actuales. Buenos Aires: Ateneo. Sánchez, A. (1976). La Ideología de la Neutralidad Ideológica. En J. Barcarcel, M. Bunge, D. Cueva y otros (Eds.). La Filosofía y Las Ciencias Sociales (p. 145). México: Ediciones Grijalbo. Viñar, M. (2006, octubre). Psicoanálisis y exclusión social. Trabajo presentado en el XXVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis, Lima, Perú.


Revista de psicoanálisis Año XXV. Vol. 1. 2020

El sujeto en la posmodernidad Un diálogo entre Manuel Llorens1 y Ana Teresa Torres2

Ana Teresa Torres: Intentemos en primer lugar aproximarnos a un tema de difícil definición para quienes no somos filósofos ni especialistas en estudios culturales. Diría, para abrir el diálogo con un planteamiento muy general, que la posmodernidad es un tiempo, un concepto, un estado de cosas en la cultura que surge a finales del siglo XX en occidente, en los países política y socioeconómicamente avanzados, y que en cierto modo está llegando a su fin, o generando nuevas situaciones. Pero antes de continuar, me gustaría mencionar los antecedentes posmodernos en el psicoanálisis. No sé si estarás de acuerdo, pero considero que Freud, siendo sin duda un pensador moderno, un creyente de la Ilustración, como lo fueron otros pensadores de su tiempo, fue también un introductor de la posmodernidad. El psicoanálisis desestabiliza el pensamiento humanista ilustrado en tanto devela la precariedad del individuo como ser en sí mismo. El sujeto freudiano no se posee enteramente, porque no puede conocerse enteramente ya que un campo de su propia subjetividad le es ajeno. Freud introduce lo otro, lo ajeno, precisamente porque su gran contribución a la cultura es el concepto de inconsciente, la extranjeridad dentro de nosotros y que a todos nos constituye. En ese sentido el psicoanálisis representa la ruptura con un mundo de convicciones eurocéntricas asentadas, en el cual todo estaba asegurado por el discurso

1

2

Manuel Llorens es psicólogo clínico, con maestría en psicología comunitaria (Manchester Metropolitan University). Diploma en Trauma en la Clínica Tavistock de Londres. Profesor del programa de Especialización en Psicología Clínica Comunitaria de la UCAB. Ana Teresa Torres es psicóloga clínica, miembro titular de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas desde su fundación. Ha sido profesora de la Escuela de Psicología de la UCV. En el área psicoanalítica ha publicado varios libros. Es también autora de novelas, ensayos y otros estudios.


74

El sujeto en la posmodernidad. Un diálogo entre Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

de la razón. A partir de Freud, lo otro, lo extranjero, exige un lugar en el mundo y comienza a hablar. Y, desde luego, introduce también la desterritorialización de la sexualidad. La vida erótica no se circunscribe ya a la intimidad y comienza a ocupar importantes esferas del discurso social, así como también revoluciona la teoría de la comunicación que hasta entonces se sostenía en la credibilidad y autoridad de la palabra. La palabra con Freud entra en sospecha. Manuel Llorens: Absolutamente de acuerdo. Una de las cosas fascinantes de Freud es que es un autor moderno, como mencionas, pero que deja sembrada las semillas que luego sirven para cuestionar o ir más allá de las nociones modernas iniciales. Quizás mencionaría que el proyecto freudiano de escuchar a las mujeres también es el comienzo de una ruptura, en el sentido de que abre la puerta para que las vidas privadas entren al escenario público y podamos comenzar a escuchar a la mujer como protagonista y no como sombra escondida en el hogar. El psicoanálisis, como tú misma mostraste muy bien en Historias del continente oscuro, a pesar de sufrir de un legado patriarcal típico de su época, también abre espacios para el desarrollo del feminismo, que es una corriente que va a influir mucho en el cuestionamiento de la ciencia moderna. ATT: Ciertamente. La mujer a partir de Freud habla, se convierte en un sujeto con discurso. Por supuesto que no quiero decir que sea solamente el pensamiento freudiano el que ha permitido escuchar a la mujer, los movimientos sufragistas que incluso eran anteriores a Freud, fueron tomando acción en el siglo XX y el activismo feminista continúa haciéndolo hoy, pero es interesante subrayar que en el área de la subjetividad fue él quien le dio existencia a la palabra de la mujer, y especialmente, de la mujer considerada enferma. No me quiero extender demasiado en esto porque nos conduciría a otro tema, pero es un cambio fundamental en la noción de sujeto. El sujeto fue (y para muchos sigue siendo) un sujeto masculino. La misma palabra, en las lenguas latinas al menos, es de género gramatical masculino, y el tema del lenguaje inclusivo, es decir, que las palabras evidencien que el sujeto tiene género, es un asunto en discusión. Además, y dentro de la asignación de género, se suma la cada vez más frecuente identidad de transgénero, palabra que, por cierto, no aparece en el diccionario de la lengua española, aunque sí aparece transexual. MLL: Para mí el feminismo es de las corrientes que ha introducido una serie de herramientas conceptuales más claras para poder repensar la teoría de las ciencias sociales. El feminismo tiene la bondad de ser controversial, de obligarnos a pensar desde un lugar distinto. Ese lugar distinto


Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

75

además ofrece aplicaciones prácticas de transformación y es evidente que ha tenido impactos muy notorios en las maneras en que vivimos actualmente. La manera en que imaginamos las identidades sexuales, como mencionas, es un ejemplo vivo. Pero si te parece, volvamos al intento de definición de la posmodernidad. El término posmodernidad estuvo muy presente en la década de los años noventa que acompañaron mi formación como psicólogo. Ciertamente su presencia en el discurso de las ciencias sociales ha sido criticada y su uso se ha diluido. Rescataría, sin embargo, dos elementos que siguen resultándome útiles de las formulaciones sobre la posmodernidad. El primero es el significado de la caída de los grandes relatos de la modernidad. Cuando veíamos clase con Massimo Dessiato3 en pregrado, él ilustraba la posmodernidad con la frase “los dioses han muerto y han muerto de risa al escuchar que uno se paró y dijo: yo soy el único”. A finales del siglo XX, ya se hizo difícil pensar que la psicología progresa hacia un único paradigma capaz de abarcar todo el campo de estudio, y apunta a que más bien van a seguir coexistiendo formulaciones rivales que construyen al fenómeno humano de manera radicalmente distinta, pero con aplicaciones en muchos casos que no solo compiten entre sí, sino que se complementan. La segunda discusión que creo resulta interesante, y surge en este ‘espíritu posmoderno’ con mucha relevancia para el pensamiento psicológico, es la revisión de la noción de identidad. El humano que ha avanzado en la senda de la modernidad tampoco ha encontrado un discurso unitario final con el cual interpretar su experiencia. La ciencia, por ejemplo, no desplazó definitivamente a la religión, y la globalización y la tecnología multiplicaron los referentes desde los cuales pensarnos. De manera que las personas pueden ser profundamente religiosas y científicas al mismo tiempo, además de incluir todas las múltiples variaciones identitarias (profesionales, de género, étnicas, históricas, políticas, etc.) a las que se puede adscribir al mismo tiempo. Aquí creo que cobra un peso especial la tecnología y las preguntas acerca de cómo ésta influye en las maneras en que nos comunicamos, representamos y concebimos a nosotros mismos. Estas dos problemáticas señaladas por la discusión de lo posmoderno siguen siendo vigentes. ATT: Subrayo dos temas claves en lo que señalas: los grandes relatos de la modernidad, uno de los cuales podría decirse que es el psicoanalítico,

3

Massimo Dessiato (1961-2013) fue un filósofo nacido y formado en Italia que ejerció la docencia en Venezuela como profesor titular de la UCAB y otras universidades.


76

El sujeto en la posmodernidad. Un diálogo entre Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

en tanto narra la emancipación del sujeto a través del conocimiento de su inconsciente, y la noción de identidad, ambos intrínsecamente relacionados porque la función de esos metarrelatos era explicar tanto a la sociedad como al individuo. Me parece que con su caída hemos quedado sin explicación, a fuerza de tantas explicaciones que a veces son paralelas y otras contradictorias. Por ejemplo, el tema que mencionas acerca de la contradicción entre ciencia y religión, que ha dejado de serlo, como bien dices, aunque ha tomado su tiempo. En los años de mi formación psicoanalítica, durante el último tercio del siglo XX, no todos los analistas veían con buenos ojos las prácticas religiosas, se consideraban un sometimiento a los padres, al pasado. En contraste siempre recuerdo a la antropóloga y escritora Michaelle Ascencio4, cuando insistía en la presencia de las creencias mágicas en la cultura contemporánea: “la religión no es la antesala de la ciencia”, decía. El relato según el cual el ser humano va pasando de la infancia cultural envuelta en lo irracional a la madurez racional e ilustrada ha perdido vigencia; así como la noción de progreso constante de la humanidad gracias al saber racional y científico. No solo porque toda la humanidad no avanza en el mismo sentido ni al mismo tiempo, sino porque dentro de las sociedades ilustradas vemos retrocesos o estancamientos en ese supuesto constante ascenso. Incluso en cada sujeto en particular ocurren movimientos que llamaríamos regresivos o en todo caso no progresivos. Por otra parte, como también señalas, la identidad es múltiple porque pertenecemos simultáneamente a distintos contextos que nos exigen ser distintos y no pocas veces contradictorios. En cierta forma nos disolvemos y reasumimos constantemente. Puede que esa tarea sea una de las características de la posmodernidad, o simplemente de la contemporaneidad. Pensemos entonces en el sujeto que vive en ella. MLL: Me resulta muy difícil pensar en describir el sujeto actual, una generalización tan amplia que exige demasiada abstracción. Además, creo que las personas con las que he trabajado en psicoterapia están muy marcadas por la experiencia venezolana, tan particular en cierto sentido. ATT: En mi caso hace muchos años que dejé la práctica clínica, por lo que no puedo describir clínicamente cómo veo al sujeto de hoy, pero la simple relación social y lo que escucho de mis colegas, me llevan a pensar que ese sujeto moderno, escindido entre las pulsiones y las normas, la

4

Michaelle Ascencio (1943-2014), profesora titular de la UCV, y autora de varios libros sobre la religiosidad en el Caribe y en Venezuela.


Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

77

libertad y la autoridad, ese sujeto neurótico definido por el psicoanálisis, tiende a desaparecer de los consultorios. La teoría y la técnica también han sufrido importantes modificaciones. Por dar un solo ejemplo: el uso extendido de la comunicación electrónica en los tratamientos psicoterapéuticos. La IPA discute si es válido este medio para la formación de los estudiantes de psicoanálisis, en el análisis y en las supervisiones. Sigue reivindicando el encuentro presencial. MLL: Me parecen muy interesante tus impresiones de que el sujeto neurótico ha ido desapareciendo, que la tensión entre las pulsiones y las normas no está tan presente. Me gustaría escuchar más sobre eso. Sí creo, como mencioné, que la tecnología influye mucho en las nuevas maneras de concebirnos y relacionarnos. El sujeto moderno está definido a partir del Renacimiento por la entrada de un artefacto tecnológico que modificó la relación del humano consigo mismo, que es el espejo plano. El internet y las redes sociales creo que ocupan un lugar análogo en la posmodernidad. La posibilidad de que las personas se representen cada vez más deliberadamente de la manera en que fantasean cómo el otro los va a ver, inclusive inventándose completamente, me parece que es algo fascinante y que transforma la manera de construirnos. Hay mucha más posibilidad de artificio, de elaboración, de ficcionarnos una realidad, si se quiere. Me parece que la fantasía puede ocupar un lugar aún más amplio en la construcción de la identidad. A la vez, en los países más desarrollados, se reporta más soledad. Me surgen muchas preguntas abiertas que quizás puedas considerar: ¿esta conectividad implica mayor o menor conexión íntima?, ¿lo visual tiene cada vez más peso en la manera en que nos pensamos y construimos?, ¿qué efectos puede tener eso en caso de que sea así?, ¿dónde queda el cuerpo y el tacto en esta manera de relacionarnos a distancia a través de la tecnología? ATT: Para alguien formado en el pensamiento psicoanalítico es muy difícil abandonar la premisa de que el sujeto es sujeto sexual, y sin embargo hoy me parece difícil sostenerla. Me parece que el sujeto se constituye en múltiples determinaciones, una de las cuales es sexual, pero no la única y ni siquiera estoy segura de que sea la más importante. Cuando digo que el sujeto neurótico, ese ser atormentado entre el ser y el deber ser, entre sus deseos y las normas que lo prohíben, está en extinción me refiero a que la clínica muestra otro tipo de conflictos. Pienso, por ejemplo, en lo que dicen mis colegas, que asisten a la escucha de personas que plantean sobre todo problemas prácticos, desde la dificultad para trabajar porque se


78

El sujeto en la posmodernidad. Un diálogo entre Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

quedaron sin conexión eléctrica, hasta las cavilaciones interminables acerca de si deben o no marcharse del país. Podría decirse que es la culpa por abandonar a la madre, pero ¿es eso todo? La asociación libre queda muy comprometida, y la atención flotante también, por supuesto. Pero también, yendo más allá, el sujeto en busca de ayuda se encuentra ahora en un mundo en que la sexualidad ha cambiado profundamente, no solo en cuanto a lo que está prohibido o no, sino en cuanto a que lo que era imposible ya no lo es; por ejemplo, que una pareja del mismo sexo tenga hijos, o que una persona cambie su identidad de género. Incluso la maternidad. Durante siglos ser madre era el destino de cualquier mujer, ahora es voluntaria, pero en cierta forma se ha vuelto obligatoria y cuando hay dificultades de fertilidad (muchas más que antes, me parece) pueden ser subsanadas. Lo que se llamaba “reloj biológico” tiende también a desa­ parecer. Hay casos de mujeres cercanas a los sesenta años que deciden fecundarse y dar a luz. Luego está también la posibilidad de la construcción de una identidad para uso de la comunicación electrónica, en la que el otro no sabe con quién se comunica, ni a quién está viendo y escuchando, porque puede estar frente a un doble fabricado con ese fin, y con quien puede experimentarse placer sexual. Sin duda la relación de contacto e intimidad se ha ido suprimiendo progresivamente, o en todo caso, es opcional. Si ello genera soledad, no lo sé. Quizá sea otra manera de ser sujeto sexual, gracias a la tecnología. Volviendo al sujeto neurótico. No voy tan lejos como suponer que las neurosis han desaparecido, aunque evidentemente se han manifestado nuevas formas de patología o de estructuras de personalidad; lo que intuyo es que ese sujeto bien portado, civilizado, ahogado por las contradicciones, en lucha contra sus deseos y sus prohibiciones, no es el personaje más común de hoy. La percepción de un mundo en el que todo es posible, en el que no hay códigos definitivos, en el que la tecnología suprime barreras y limitaciones, apunta a la construcción de nuevas subjetividades. Es una intuición, por supuesto, nada que pueda demostrar clínicamente. MLL: Se van ramificando temas y se presentan muchas ideas. En aras de no perdernos demasiado, recojo algunas que surgen de lo que venimos hablando. ¿Dónde queda la sexualidad en la configuración del sujeto en una época donde las prohibiciones sexuales se han flexibilizado, cuando no volteado, hacia la búsqueda de placer como ideal? ¿Deja de ocupar un lugar central la sexualidad como fuente principal de los deseos y los conflictos? ATT: La sexualidad sigue siendo fuente principal de los deseos, pero quizás éstos se hayan modificado en sus objetos y modalidades. Los conflic-


Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

79

tos sin duda se han transformado. La sexualidad no carga con las mismas prohibiciones o mandatos que tenía hasta digamos la mitad del siglo XX, por dar un marco temporal a los cambios. MLl: Para mí esa pregunta se enlaza con mi curiosidad por el lugar del cuerpo en la evolución del vínculo humano mediado por la tecnología. Yo entiendo la premisa psicoanalítica de que el sujeto se construye en torno a lo sexual, como la propuesta de que el sujeto se construye a través del vínculo con el otro y ese vínculo es en principio sensual, sensorial, a través de nuestro cuerpo. Mi noción de mí mismo está mediada por la vinculación con el otro, y eso se da a través del afecto y ese afecto es sensorial, está anclado en el cuerpo. Creo que el cuerpo táctil sigue siendo uno de los lugares originarios con que procesamos la realidad, con que nos vinculamos con nuestros cuidadores, con que exploramos el mundo afectivo y con el que aprendemos, o no, a regular nuestras emociones. Creo que eso sigue siendo fundamental a pesar de los cambios. ATT: Lo que dices, y no puedo estar más de acuerdo, se sustenta en ese capítulo de Lacan acerca de la teoría del espejo, es decir, la constitución del sujeto en la mirada del Otro, que finalmente es la madre como objeto de deseo y de identificación. No creo que eso haya cambiado, o por lo menos no todavía. No se me ocurre otra manera de humanizar al sujeto, es decir, convertirlo en persona, que no sea a través de otra persona, la madre biológica o no. MLL: Sin embargo, la tecnología nos ha permitido trascender el cuerpo físico y conectarnos con el otro a distancia. En ese sentido lo visual ha cobrado cada vez más importancia en nuestra manera de conocer y explorar el mundo. La imagen desprovista de cuerpo táctil cobra gran relevancia y abre posibilidades no imaginadas hasta ahora. Lo visual ha desplazado inclusive, en cierto sentido, a la palabra como herramienta fundamental de procesamiento del mundo. Obtenemos información a través de imágenes fotográficas o videos breves, pocas veces nos detenemos a leer algo más que un tuit sobre los acontecimientos del mundo. Sabemos de nuestros allegados a través de sus fotos en Instagram y unas frases breves. La música la consumimos a través de videos que entretienen los espacios vacíos del sonido. El empaque visualmente atractivo es cada vez más importante para que dirijamos nuestra atención hacia algún lugar en específico en un panorama inundado de imágenes. El psicoanálisis tiene algunas herramientas conceptuales interesantes para pensar en esta dimensión de la experiencia. Las propuestas lacanianas sobre la dimensión especular de la construcción de la identidad; así


80

El sujeto en la posmodernidad. Un diálogo entre Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

como la división del campo experiencial o registro de lo psíquico en real, simbólico e imaginario –sin que yo sea demasiado avezado en la teoría lacaniana– son herramientas interesantes. No creo que tengamos las mismas herramientas conceptuales en la psicología en general, ni en el psicoanálisis en específico, para pensar en lo cinestésico y lo táctil, aunque, por supuesto, los registros de lo real, simbólico e imaginario no se limitan a lo visual, pero tiendo a pensar que se han desarrollado más en ese sentido, como por ejemplo en los múltiples análisis lacanianos del cine. El segundo tema que recojo de tus comentarios es la pregunta acerca del lugar que ocupa la realidad. Ese es el lugar en que quizás me alejo más del psicoanálisis, aclarando que no soy psicoanalista, sino que me formé muy cerca del psicoanálisis y creo que sus formulaciones teóricas influyeron mucho en mi manera de concebir la psicología. Pero al mismo tiempo, tengo una pata puesta en la psicología social y pienso que la psicología en general, y el psicoanálisis en particular, concibe –y esto es típico de la modernidad– al sujeto como autónomo, autocontenido, que puede funcionar como individuo abstraído de su contexto y de sus relaciones. De manera que uno puede “intervenir” o “curar” a un sujeto sacándolo de su contexto y pensando en su individualidad, su interioridad, su intimidad: sus creencias, cogniciones –si soy cognitivista–, o su cerebro y sus neurotransmisores –si soy neuropsicólogo–, o sus fantasías y angustias –si soy psicoanalista. Veo esa abstracción como un artificio teórico, con utilidad, pero también con limitaciones. El sujeto –inclusive la intimidad de ese sujeto y hasta su cerebro– está inevitablemente anclado en su contexto. Creo que intervenir las creencias de un sujeto –si se es cognitivista– es trabajar con él y sus circunstancias, igual que trabajar con sus angustias e ideales –si se es psicoanalista–. De manera que la realidad, las circunstancias materiales, y cómo las procesa el sujeto siempre están ahí. No hay cómo evitar la realidad a pesar de que la teoría intente muchas veces desmentirla. El sujeto tiene o no dinero para pagar la consulta y ese hecho tiene que ver por supuesto con las vicisitudes del vínculo entre el paciente y el analista, pero al mismo tiempo, inevitablemente, y en cualquier época, también tiene que ver con el contexto socioeconómico en que se encuentra. Y ese contexto socioeconómico también contribuye a construirlo. Pensar en el sujeto, su largueza o su pichirrez, conlleva también pensar en las circunstancias económicas de la realidad en que ha crecido. Así como en la misma línea, ayudar al sujeto a pensar en las maneras que se vincula, ama, o sufre, es también una manera de pensar en los guiones culturales de género en que se desarrolló.


Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

81

No veo que se puedan desligar las dos cosas, sino artificialmente. Aunque ésta sea la manera en que fuimos formados como psicólogos, al punto que nos resulte tan natural pensar al sujeto desligado de sus circunstancias. ATT: Personalmente nunca he creído que el sujeto exista fuera de sus circunstancias. Coincido absolutamente contigo. Somos producto del lenguaje, es decir de la nominación que otro hace de nosotros, y en ese sentido la nominación recoge unas cuantas determinaciones. Por nombrar las más sencillas, la determinación histórica y cultural. Vuelvo al sujeto neurótico freudiano. No me imagino muchas Elisabeth R., o muchos “hombres de las ratas” dando vueltas por Caracas. Las categorías lacanianas de lo real, lo imaginario y lo simbólico pueden sustentarse como instancias estructurales del psiquismo, siempre y cuando admitamos que ninguna de las tres es eterna e inmanente. El imaginario, que sin duda es predominante hoy, no es igual siempre a sí mismo, se modifica con el tiempo, y produce nuevas formas de imaginarización. Otro tanto podríamos decir de lo simbólico, lo que transmitimos como leyes simbólicas, como estructuras de sentido, es probablemente la dimensión más susceptible de cambio en la medida en que la cultura las transforma. Y hasta lo real ha cambiado. Creo recordar que un símil lacaniano decía que era “la roca delante de nosotros”. Ahora, esa roca, ese mundo físico amenaza con desaparecer. MLL: Dicho esto, creo que la realidad venezolana lo ha hecho mucho más visible. La realidad y sus dificultades interrumpen con más frecuencia en un encuadre que imaginamos dentro de unas condiciones materiales y económicas muy particulares. El encuadre implica un manejo particular del tiempo, la posibilidad de coincidir cara a cara, una base económica, cierto anonimato, circunstancias que por estables no nos obligaban a pensarlas demasiado. Al perturbarse las condiciones sociales y económicas de esa estabilidad, esas variables se vuelven mucho más notorias. No por ello estaban menos presentes en el pasado, sino que podíamos desatenderlas con más facilidad. Igual sucede con la similitud cultural entre paciente y analista que permite un terreno de interpretación de los hechos lo suficientemente compartido para que las diferencias sean fácilmente comprensibles. La distancia cultural hace mucho más evidente que, para pensar al sujeto y sus angustias, hace falta invariablemente entender algo del contexto cultural en que está interpretando su vida. Cuando no tenemos esa brecha, no tenemos que pensar en cómo la cultura construye al sujeto. La cultura se vuelve invisible. Eso solo sucede cuando estamos ambos, paciente y analista, ubicados en el mismo marco interpretativo cultural. La emigración


82

El sujeto en la posmodernidad. Un diálogo entre Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

de pacientes y analistas hace visible cómo la cultura influye en la manera de estar en el mundo y de vincularnos para pedir ayuda. De alguna manera la brecha permite que entre la dimensión contextual en nuestras consideraciones. Considero que esta es una dificultad buena, que evidencia una dimensión en la que vale la pena pensar como psicólogos y como terapeutas, y que vale la pena incluirla en la conversación analítica. Regreso al tema de la tecnología. Con “espejo plano” me refiero al registro que se ha hecho de la invención del espejo (Melchior-Bonnet, 2001). Su invención es quizás uno de los desencadenantes más importantes del Renacimiento. El espejo pasó a ser un objeto preciado, como en la corte de Versalles. Frente a él, por ejemplo, los cortesanos practicaban los gestos de la cortesía y los modales públicos. Es decir, el espejo influyó directamente en la manera de presentarnos frente a los demás. En el arte permitió la aparición del autorretrato. El artista como objeto a retratar era impensable antes de la entrada del espejo. Con el espejo nos vimos a nosotros mismos con un detalle antes desconocido. El hombre se convirtió en el centro. Modificó la concepción del hombre de sí mismo y su lugar en el universo. Me pregunto cuánto de nuestras nociones de nosotros mismos cambiarán a través del internet. Doy un ejemplo para el que no tengo respuestas sino curiosidad. En febrero de este año salió la noticia de la muerte de un joven noruego de veinticinco años llamado Mats Steen (Schaubert, 2019). El joven sufría de una enfermedad degenerativa que lo confinó a una silla de ruedas durante casi toda su vida y que, finalmente, lo condujo a su muerte. Pasó la gran parte de sus días en un sótano frente a una computadora. Sus padres sufrían por lo limitado de su vida. Cada vez se recluyó más y más. El día de su funeral, los padres se sorprendieron al ver un grupo grande de jóvenes que parecían estar también en la misa despidiéndolo. Al principio no entendieron, tomados por su dolor. Pero al terminar el ritual se acercaron a preguntarles quiénes eran y comprendieron que era un grupo enorme de amigos que jugaban los mismos juegos de roles por computadora. Habían venido de otros países a despedirse. Una joven de veintiocho años llamada Lissette les contó a los padres que tenía quince años de relación con su hijo. Se habían conocido en Goldshire, un país imaginario de un territorio virtual, y Mats había dedicado varias entradas de su blog a describir su amor. Al saber de su muerte decidió viajar desde Holanda para decirle adiós. Nunca se “desvirtualizaron”, es decir, no se conocieron en persona. Ella no sabía de su enfermedad, ni de su apariencia física “real”.


Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

83

Mats dejó escrito en su blog: “En Azeroth (refiriéndose a un país virtual) mi discapacidad no importa. Mis cadenas se rompen.” Esta historia me parece fascinante de muchas maneras, y una de ellas es la construcción de un territorio imaginario pero compartido. Es como la escenificación en grande del espacio transicional que describe Winnicott, que es y no es real a la vez. Pensar que alguien se puede desarrollar “plenamente” en ese espacio me resulta fascinante. Hay una suerte de disociación, de desconexión de la realidad, para volverse a conectar con uno mismo. Me parece que esta dimensión del desarrollo del sujeto está aún por teorizarse. ATT: Muy interesante el caso que comentas. Desde un punto de vista psicoanalítico clásico podría interpretarse como alguien que, sometido a un real que lo condena a no poder llevar una vida “normal”, utiliza mecanismos de negación y evitación para protegerse del dolor. Pero hoy podemos darle la vuelta y pensar que Mats empleó creativamente los recursos de su tiempo para generar una vida de relación afectiva e intelectual y de ese modo se comunicó con muchas otras personas que le dieron intensidad a su vida, y la recibieron de él también. Experiencias como estas dejan atrás los prejuicios de que las nuevas tecnologías llevan a la soledad y a la falta de contacto, cuando por el contrario promueven otras formas de relación. Muchas parejas se hacen hoy vía internet, y algunas salen bien y otras mal, como ocurre también en los encuentros tradicionales. Venimos hablando de modernidad y posmodernidad, y creo que llega el momento de hacernos algunas preguntas sobre Venezuela. ¿Somos una sociedad moderna?, ¿lo hemos sido alguna vez?, ¿hemos transitado a la posmodernidad? Si la discusión acerca de la modernidad siempre es compleja lo es más aún para nosotros. La noción más extendida dice que la modernidad en Venezuela comienza hacia los años cuarenta con los procesos de urbanización del país, y los intentos, nunca del todo acabados, de constituir una república democrática. Supongamos que no todo el mundo estaría de acuerdo con ello, pero es un punto a partir del cual podemos comenzar a hablar de un país moderno. La primera pregunta que me hago es si el país es uno solo. Me inclino por pensar que no, que algunos sectores de la población adquirieron una identidad moderna, pero no todos, y todos conviven, de modo que quizás hemos tenido una modernidad “sectorial”, si es que cabe el término, que ha dejado muchos huecos. La segunda pregunta es acerca de la naturaleza de esa modernidad, si estamos todos de acuerdo en qué es ser modernos. MLL: Algo de esto lo mencioné anteriormente, me parece, pero en lo que sí vale la pena insistir es que toda la discusión sobre modernidad y pos-


84

El sujeto en la posmodernidad. Un diálogo entre Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

modernidad está hecha desde los países más desarrollados, que por ende siguen la lógica de sus procesos históricos. No cabe duda de que Venezuela participa en ellos. Somos, sin duda, un país occidental. Basta solamente ir a los países orientales para entender lo parecido que somos a los europeos y a todos los demás países americanos, y a la vez distintos de los asiáticos o musulmanes. En una oportunidad pude ir a Japón y me llamó mucho la atención la obsesión de los japoneses con los pies de las mujeres. La manera en que los adoran y muchas veces maltratan con fines estéticos. Eso me impresionó porque me di cuenta de que deseaban y admiraban estéticamente algo que yo no entiendo, para lo que no tengo registro. Algo que parece estar tan anclado en nuestra naturaleza, como lo es el deseo, también está inscrito culturalmente. En ese sentido es que digo que los venezolanos somos profundamente occidentales, entre otras cosas deseamos en un código compartido con Occidente. Pero al mismo tiempo, mucho de nuestro esfuerzo para alcanzar a otros países occidentales no ha incorporado del todo algunos avances centrales de la modernidad. Un ejemplo: la noción de ser un sujeto con derechos es una concepción abstracta y probablemente uno de los logros centrales de la modernidad. El que el ser humano sea objeto de derechos informa gran parte de los procesos políticos y sociales de las sociedades más avanzadas. En Venezuela sabemos que esa concepción es endeble. Concebimos mucho más factible que los derechos dejen de operar en personas que no están situadas en el centro de la mirada de la sociedad. Así, por ejemplo, las cárceles y en alguna medida los manicomios han sido depósitos humanos donde nuestra concepción de que ese sujeto tiene derechos deja de operar. Consideramos factible y aceptable la degradación de la dignidad de ese sujeto. El poema de Armando Rojas Guardia (2008), “La desnudez del loco”, es un testimonio de ese hecho. Estoy de acuerdo en que la modernidad venezolana ocupó algunos espacios y vistió de derechos solo algunos sectores de la sociedad. En ese sentido hemos dejado siempre abierta la puerta para la entrada de las lógicas autoritarias y represivas de sistemas políticos premodernos, como lo es el caudillismo. Podemos decir quizás, en esta conversación que busca enlazar con el psicoanálisis, que deseamos demasiado un caudillo, que no nos angustia a menudo, sino que inclusive podemos sentir placer con el atropello, con la burla de la ciudadanía, con la ruptura del estado de derecho con tal de que se acomode a nuestros intereses. Hemos vivido, y ahora con el chavismo más, en esa duplicidad, esa “zona gris” que describe Primo Levi (1988), en que por un lado reconoce-


Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

85

mos la autoridad formal, y hasta la reclamamos –la democracia, el Estado– y por el otro seguimos operando desde la lógica individualista que busca romper las reglas en provecho propio, que voltea la cara si otro ciudadano anónimo está siendo atropellado. En ese sentido, el estado moderno y la democracia, nunca se internalizaron del todo. Pero para más complejidad, los países más avanzados nos generan fascinación. Queremos parecernos, deseamos ser reconocidos por ellos. Lo que la psicóloga Maritza Montero5 (1984) describió como el altercentrismo en la formación de la identidad venezolana. Esa identificación ha sido sobre todo con los elementos externos. Modernidad nos suena a ciudades de grandes construcciones, a autopistas, autos nuevos y ropa de moda. No nos suena a derechos humanos, avance científico y tecnológico, gobiernos laicos y democracia. De allí que asociemos modernidad a esperpentos como la dictadura de Pérez Jiménez. ATT: En estos días ocurrió un caso que ilustra muy bien lo que dices. Ana Karina, una joven de veintiún años, habitante de un barrio de Caracas, en cuyas imágenes se veía mucha pobreza, malnutrición, y un ojo ensangrentado, se dirigió al Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses (Senamecf ), más conocido como la morgue de Bello Monte, para presentar la denuncia de que el hombre con el que convivía –bastante mayor que ella, por cierto– la golpeaba con mucha frecuencia. No le había sido fácil trasladarse para poner la denuncia porque el transporte público no llega hasta la sede del Senamecf. Pues bien, no fue recibida su denuncia porque usaba una falda demasiado corta para ingresar a la institución. Irónicamente, la directora general de ese organismo es una mujer, licenciada en ciencias políticas, médica internista y abogada. La imagen que se me presentaba al leer la noticia en las redes, era la de unos militares que entre sonrisitas y miradas se dieron el gusto de humillarla y dejarla en manos de su agresor, que probablemente en algún momento logrará su cometido. Pero yo no estaba allí así que no puedo aseverarlo. Lo que me parece innegable es que este episodio habla de una Venezuela absolutamente fuera del contexto de la modernidad, y no por la presencia del agresor, ya que hasta en los países más avanzados la violencia de género sigue siendo un problema difícil de erradicar, sino por la respuesta de las autoridades completamente ajenas a la defensa del derecho más elemental, como es el de la vida. MLL: Y con la crisis actual Ana Teresa, creo que esto se ha hecho aún más agudo. Por algunos instantes, en algunos sectores se tiene acceso

5

Maritza Montero, psicóloga social, profesora de la UCV, especialista en la investigación de la psicología comunitaria.


86

El sujeto en la posmodernidad. Un diálogo entre Manuel Llorens y Ana Teresa Torres

a internet y al siglo XXI, pero en otras zonas no hay ni luz ni agua, así que ni el siglo XX. De la misma manera una gran parte de la población vive sin documentación, sin acceso a la justicia, en zonas gobernadas por bandas criminales locales que imponen reglas basadas en la arbitrariedad del pran local. Esto no sucede en lugares remotos nada más, sino en Maracaibo, en zonas de Caracas, y de manera notoria en gran parte de los valles del Tuy, al lado de la capital. La modernidad está ausente de la vida de muchas maneras. Me parece que el término de “modernidad medieval” que propusieron unos urbanistas para describir lo que ocurre en muchos lugares de Latinoamérica, calza con lo que venimos describiendo (Alsayyad y Roy, 2006). Hablan de ciudadanías fragmentadas, que responden a regulaciones de convivencia solapadas o contradictorias, en territorios divididos, con distintos accesos a los privilegios que dependen de un poder de facto, como en la ciudad medieval. Quiero decir con esto que si nuestra modernidad está atravesada por los huecos que mencionabas, y que son bastante visibles para quien quiera verlos, me resulta más difícil aún pensar en la posmodernidad venezolana. Cómo es el sujeto hoy y aquí, creo que con esta pregunta podemos terminar nuestra conversación. ATT: Supongo, Manuel, que dejamos más preguntas que respuestas, pero estoy segura de que para nosotros ha sido un diálogo fructífero, y esperemos que lo sea también para los lectores. Gracias a la revista Trópicos por esta oportunidad, y a la tecnología que nos ha permitido conversar a distancia. Referencias bibliográficas Alsayyad, N. y Roy, A. (2006). Medieval modernity: On citizenship and urbanism in a global era. Space and Polity, 10(1), 1-20. Levi, P. (1988). The Drowned and the Saved. New York: Simon & Schuster. Melchior-Bonnet, S. (2001). The Mirror: a history. Londres: Routledge. Montero, M. (1984). Ideología, Nación e Identidad Nacional. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Rojas, A. (2008). Patria y otros poemas. Caracas: Equinoccio. Schaubert, V. (2019). La impresionante vida secreta en internet de mi hijo con discapacidad. Recuperado en noviembre, 15/2019, de https://www.bbc.com/mundo/ noticias-47172202. Torres, A. (2007). Historias del continente oscuro. Ensayos sobre la condición femenina. Caracas: Alfa.


Pautas para publicación Los artículos para publicar en la revista deberán cumplir con los siguientes requisitos: 1. El contenido del artículo debe versar sobre temas psicoanalíticos, relacionados con el psicoanálisis desde distintos ángulos y disciplinas o relativos a campos del pensamiento que pueden intersectarse con el psicoanálisis; o versados en temas clínicos, investigaciones, ensayos breves en el campo psicológico, así como reseñas de libros, películas o acontecimientos psicoanalíticos. 2. Los artículos deben estar escritos en lenguaje claro y comprensible, ser inéditos y tratar temas o aspectos que supongan un aporte o desarrollo original. 3. La extensión de los artículos puede medirse entre 3.000 y 5.000 palabras, o 15.000 y 30.000 caracteres con espacio, o entre 10 y 15 cuartillas a doble espacio. La extensión de las reseñas no debe exceder las dos cuartillas a doble espacio, las 1.500 palabras o los 8.000 caracteres con espacio. 4. Deben estar compuestos en el programa Word, y ser enviados por correo electrónico a publicacionesSPC@gmail.com. No se aceptan copias transcritas. Cuando contengan imágenes, éstas pueden ser enviadas electrónicamente señalando las que se desean incluir con una referencia igual a la que aparezca en comentario respectivo del texto. 5. Los artículos deben ser acompañados de un resumen que no exceda las 120 palabras o 700 caracteres con espacio. El resumen debe dar cuenta de los aspectos principales del artículo, sin incluir consideraciones o proposiciones no explícitas en el texto. El lenguaje debe ser descriptivo y claro. 6. Deben estar acompañados de las referencias bibliográficas, las cuales siguen las pautas de la American Psychological Association (APA). 7. Debe indicarse si se trata de un trabajo presentado en algún evento, con fecha y especificación del mismo. Asimismo, la profesión o especialidad, y libros escritos si es el caso. 8. No recibimos artículos que estén en consideración para publicación por otra editor. Si el artículo ha sido publicado en algún otro medio, deben transcurrir al menos 12 meses de la circulación para que sea publicado.


88

Pautas para publicación

9. Los artículos publicados en no pueden ser republicados en otro medio sin solicitar autorización escrita al Consejo Editorial. 10. La decisión final para la publicación es considerada por el Comité de Arbitraje designado por el Consejo Editorial, el cual la comunicará a la brevedad posible, así como la fecha aproximada de publicación en el caso de que el artículo haya sido recomendado. Los autores/as se comprometen a esperar dicha decisión hasta por 12 meses, así como la fecha aproximada de publicación.


89

Revista de Psicoanálisis VOLÚMENES DISPONIBLES 1998. Vol. 2. Afectos radicales Ayala Lafeé, Bernardina. A propósito del amor. Fernández, Indalecio. Amar, celar y envidiar. Himiob de Marcano, Maran. Miedo en el amor. El papel de los medios virtuales. Lagos, Rosa. Los afectos del analista. Notas acerca de la evolución del concepto. Lander, Rómulo. Clínica del odio y origen de la violencia. Leisse de Lustgarten, Alicia. El sujeto y su violencia. Marcano, Serapio. Violencia, individuo y cultura. Sus modos y relaciones con las transgresiones y las crisis. Sandoval de Sonntag, Marysol. Aproximaciones psicoanalíticas al tema de la violencia: planteamientos freudianos en “El malestar de la cultura”. Otros temas Arostegui, María Teresa. Un caso clínico. Calvo, Aurelio. Reflexiones psicoanalíticas acerca de la creación poética. Lester, Eva. Las fronteras en el proceso analítico. El marco analítico y el objeto analítico. Meliá, José. Aportes a la metodología de la docencia psicoanalítica: una investigación. Valedón,Carlos. Transferencia, contratransferencia y contaminación en los análisis didácticos. 1999. Vol. 1. Relatos clínicos Berlin, Doris. Padeceres del sujeto contemporáneo. Transitando entre opciones múltiples. Díaz, Alicia Elena. La incógnita sin respuesta. Elaboraciones del trauma temprano. Díaz de Márquez, Adriana. El impacto de la muerte en la transferencia. García de Rada, Stella. Varias etapas en el análisis de un caso de impotencia. Himiob de Marcano, Maran. El ataque de pánico. Una visión psicoanalítica. Lander, Rómulo. Ética del suicidio. Leisse de Lustgarten, Alicia. Acerca del ser y el tener del obsesivo.

Machado, Teresa. Una muerte no anunciada. Rosenthal, Ziva. Bulimia: una boca que se abre. Un caso clínico. Otros temas Alexandre de Edelman, Márgara. Presencia de la violencia en la familia. Malavé, David. La posmodernidad: itinerario de una ambivalencia. Marcano, Serapio. El campo de la transferencia y de la contratransferencia en la formación psicoanalítica. Instrumentos y obstáculos. Melho Franco Fillo, Odilon. Usted no se baña dos veces en el mismo río. Torres, Ana Teresa. La adopción, el secreto y otras situaciones especiales. 1999. Vol. 2. Síntomas y sueños Fernández, Indalecio. El texto de un delirio. Lander, Rómulo. Sufrimiento y goce: ¿síntoma o estructura? Leisse de Lustgarten, Alicia. En los senderos de la pasión. Liberman, Adrián. Ante la peste. Machado,Teresa. Anorexia y bulimia: entre la histeria y la dismorfofobia. Marcano, Serapio. Acto perverso y vampirismo. Meliá, José. Sueños y proceso analítico. Prengler, Adriana. El síntoma, la otra vía regia. Otros temas Goldstein, Rosa M. Los goces fuera-palabra y las suplencias orgánicas y adictas. Puerta, Gustavo. El niño, el árbol y la libertad. Rasquin, Carlos. Al borde de la iluminación. Una aproximación a la locura de Armando Reverón. Torres, Ana Teresa. Niños en duelo. 2000. Vol 1. Joyce McDougall en Caracas Torres, Ana Teresa. Entrevista imaginaria con Joyce McDougall. McDougall, Joyce. Sexualidades y neosexualidades.­­­


90

Leisse de Lustgarten, Alicia/ Polito, Paolo. Comentarios a la conferencia. McDougall, Joyce/ Identidad sexual y creatividad. Blanck de Cereijido, Fanny/ Rasquin, Carlos. Comentarios a la conferencia. McDougall, Joyce/ Violencia somática. El viaje psicoanalítico de una paciente con cáncer de seno. López, Rafael Ernesto/ Ureta de Caplansky, Matilde. Comentarios a la conferencia. Otros temas Benveniste, Daniel. Intervención en crisis después de grandes desastres. Himiob de Marcano, Marán. Cuando el pánico es de todos. Lander, Rómulo. Enseñanza de Lacan. Marcano, Serapio. Psicopatología de la adolescencia.­­ Prengler, Adriana. El niño del carretel. Una visita a Ernest W.Freud. 2000. Vol. 2. Diálogos Calvo, Aurelio. El lugar del humor en la técnica psicoanalítica. Díaz de Márquez, Adriana. Confidencias e infidencias en las relaciones entre analistas. Lagos, Rosa. Notas sobre el proceso de duelo. Leisse de Lustgarten, Alicia. En la intimidad del diván. Machado, Teresa. La verdad y el rumor en la institución psicoanalítica. Salas de Torres, Dolores. El diálogo de los géneros en la contratransferencia. Otros temas Attías de Cavallín, Addys. El fenómeno contratransferencial como elemento esencial en el tratamiento con adolescentes. Pedrique de Maldonado, Evelyn. Intervención analítica en un caso de duelo por suicidio. Herrera, Ana / Leisse de Lustgarten, A. Conclusiones del IV Encuentro Latinoamericano de Institutos de Psicoanálisis. Yurman, Fernando. Lo privado y lo público en la misma cara del espejo.

Volúmenes disponibles

Palabras del Dr. Marcano, Serapio. Designación del Dr. Otto F. Kernberg como Miembro Honorario de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas. Kernberg, Otto F. / Prengler, Adriana. Entrevista pública al Dr. Otto Kernberg. Su obra desde el contexto de su vida. Kernberg, Otto F. Manejo de crisis afectivas. El odio primitivo en la transferencia. Kernberg, Otto F. Psicoterapia focalizada en la transferencia. Psicodinámica de pacientes con organización de personalidad borderline. Una visión general. Traducción de Dolores Salas de Torres. Kernberg, Otto F. Aspectos controversiales de la teoría psicoanalítica de la homosexualidad y bisexualidad. Kernberg, Otto F. Las relaciones de amor en la pareja. 2002. Vol. 1. Transferencias Díaz de Márquez, Adriana. Transferencia e interpretación. Díaz, Alicia Elena. Reflexiones sobre la interpretación y la transferencia. Lander, Rómulo. El analista incontinente. Larrovere de Campobello, Elvira. Narcisismo y pareja. Leisse de Lustgarten, Alicia. La relación médico paciente desde la mirada psicoanalítica. Liberman, Adrián. El desempleo como nueva categoría clínica. Marcano, Serapio. Amor, transferencia y locura. Ruiz Manresa, Francisco. Transferencias. Dimensiones teóricas y clínicas. Shrem de Chaim, Margot. Observaciones sobre la contratransferencia en un caso de transferencia erotizada. Colaboraciones internacionales Alizade, Alcira Mariam. El universo fluidifical femenino. Consecuencias psíquicas. Romero-Muci, Luis Felipe. Sexualidad y esquizofrenia. Temas de infancia y adolescencia Hurtado, Ana María. Reflexiones sobre el simbolismo de la cruz: a propósito de un caso clínico.

2001. Vol. 1. Otto Kernberg en Caracas Prengler, Adriana / Torres, Ana Teresa. Presentación.

Docencia y formación psicoanalítica Himiob de Marcano, Marán. Algunos problemas de la reglamentación de los análisis didácticos. Meliá Alamar, José. Cultura institucional. Su incidencia en la praxis de los didactas.


Volúmenes disponibles

Desde otros campos Klein, Eva. Modalidades de representación del cuerpo en el arte y la literatura. Yurman, Fernando. Una revisión del tiempo en psicoanálisis. Psicoanálisis y creación literaria. Lugar de encuentros Sociedad Piscoanalítica de Caracas y Universidad Católica Andrés Bello Diálogo con los escritores: Alfredo Herrera, Rodríguez, Jorge y Llorens, Manuel Valedón, Carlos. El jardín de Homero: una aproximación psicoanalítica a la creación poética. Llorens, Manuel. La búsqueda del perseguidor: trauma y creación literaria. Rodríguez, Jorge. La palabra, el recuerdo, los sueños y la creación. Romero, Juan Carlos. El Rorschach y el laberinto del No: La imposibilidad de la escritura. Calvo, Aurelio. La metáfora, parcela poética del diálogo psicoanalítico. Ruiz Manresa, Francisco. Transferencias. Dimensiones teóricas y clínicas. Yurman, Fernando. Historia y narración en psicoanálisis. 2003. Vols. 1 y 2. Psicoanálisis en tiempos de crisis Sociedad Psicoanalítica de Caracas. Mensaje de ayuda psicoanalítica para los momentos actuales Leisse de Lustgarten, Alicia y Valedón, Carlos. Mensaje de ayuda psicoanalítica: experiencias y comentarios. Arias, Claudia. Golpes y contragolpes en la mente del analista. Benveniste, Daniel. Traducción de Adriana Prengler. ¿Qué diría Freud de la Venezuela de hoy? Fernández Torres, Indalecio. Revisitando El malestar en la cultura. Inhibición, síntoma y angustia. Malestares ante la catástrofe y sus efectos en la práctica analítica actual. Koval de Eliaschev, Silvia. Crisis social, desvalimiento y práctica profesional. Acerca de las intervenciones en crisis. El caso venezolano. Lander, Rómulo. Los efectos de la incertidumbre política y la violencia social en el proceso analítico. Lander, Rómulo. Lógica de la violencia. Leisse de Lustgarten, Alicia. Los analistas en marcha.

91

Liberman, Adrián. Conmoción en el país, ¿sin novedad en el consultorio? Liberman, Adrián. Psicoanálisis en el hospital. La acción analítica en el contexto institucional. Marcano, Serapio. Posiciones políticas y posiciones mentales. Meliá Alamar, José. El psicoanalista en tiempos de crisis. Alamar, José Meliá. Formas de procesar la crisis. Rasquin, Carlos. Manejo paranoico de una crisis. Villalobos, Magaly. Sin fronteras. 2005. Vol. 1. Psicoanálisis y cine Herrera, Ana. El programa CinePsicoAnálisis. Hoogesteijn, Solveig. Películas y psicoanálisis. Yurman, Fernando. Cine y psicoanálisis: La doble entrada del ojo. Brainsky, Simón. Algunas consideraciones sobre psicoanálisis y cine. Comentarios de filmes Rasquin, Carlos. Muerte en Venecia / Torres, Ana Teresa. Fuimos guerreros / Torres, Indalecio Fernández y Uribe, Atzeguiñe. Carácter / Rasquin, Carlos. Una relación particular / Leisse, Alicia. Belleza americana / Arias, Claudia. Réquiem para un sueño / Ashworth, María Cristina. La Virgen de los sicarios / Prengler de Benveniste, Adriana. El hijo de la novia / Valedón, Carlos. La habitación del hijo / Calvo, Aurelio. El pasado nos condena / Lander, Rómulo. El experimento / Marcano, Serapio. Hable con ella / Herrera, Ana. Lejos del cielo / Ayala, Bernardina. Tierra de sueños / Liberman, Adrián. Las horas / Marcano, Serapio. La secretaria / Berlin, Doris. Perdidos en Tokio / Míguez, María del Carmen. Las invasiones bárbaras / Calvo, Aurelio. Río Místico / Torres, Ana Teresa. 21 gramos / Sherm, Margot. Monster, asesina en serie / Álvarez, Carolina. Mararía y Mambí. 2006. Vol. 2. Trauma Psíquico Míguez, María del Carmen. Presentación. Fernández, Indalecio. Incidencia del factor traumático en el proceso analítico. Valedón, Carlos. El trauma en la vida cotidiana. Himiob de Marcano, Marán. Pánico. Abordaje psicoanalítico. Lutenberg, Jaime M. El trauma sin registro y la edición en el análisis.


92

Da Ruos, Héctor. Incidencia de la crisis social en los vínculos de pareja y familia. Rasquin, Carlos. Intervenciones en psicoanálisis. Páez, Sodelys. A un siglo de Juanito: el caso Alejandro. Lander, Rómulo. Lógica de la terapia psicoanalítica en el adolescente. Míguez, María del Carmen. Entrevista a Carlos Valedón. 2006. Vol. 2. Psicoanálisis y psicoterapia Narcisismo Míguez, María del Carmen. Presentación. Marcano, Serapio. Del psicoanálisis y la psicoterapia psicoanalítica. Attías de Cavallin, Addys. Experiencia en psicoterapia psicoanalítica. Liberman, Adrián. Psicoterapia y psicoanálisis: ¿Cuántos son los grados de separación? Calvo, Aurelio. El psicoanálisis abierto al cambio. Rasquin, Carlos. El psicoanálisis como soporte de la psicoterapia. Utrilla Robles, Manuela. El respeto y la dignidad en la ética psicoanalítica. Utrilla Robles, Manuela. La ilusión contenida de la identidad psicoanalítica. Liberman, Adrián. El placer del analista. Valedón, Carlos. La madre atrapadora. Berlin, Doris. Clínica del narcisismo. ¿Madre atrapadora… o padre lejano? Yurman, Fernando. Perspectivas y aporías del narcisismo. Páez Delgado, Sodely. Entrevista a Serapio Marcano. 2007. Vol. 1. Clínica psicoanalítica en niños y adolescentes. Revisión y actualizaciones Míguez, María del Carmen. Presentación. Leisse de Lustgarten, Alicia. El discurso analítico en el tratamiento de niños. Benveniste Almeleh, Daniel. Reconociendo las defensas en la psicoterapia de niños. Lander, Rómulo. Anorexia y bulimia: enfoque psicoanalítico. Utrilla Robles, Manuela. El mundo fantasmático de la adopción. Tyson, Phyllis. Afectos, autonomía y autorregulación: Teoría de la complejidad en el tratamiento de niños con ansiedad y trastornos de conducta disruptiva. Aznar T., Esther. Andrea, un viaje en el tiempo. Un pasaje iniciático.

Volúmenes disponibles

Uribe de Zuloaga, Atzeguiñe. Psicoanálisis de un niño: “Marcos: Ni Fu Ni Fa”. Marcano, Serapio. Discusión y comentarios al caso clínico “Marcos: Ni Fu Ni Fa”, presentado por Atzeguiñe Uribe de Zuloaga. Prengler de Benveniste, Adriana. Tratamiento de un niño sobreviviente de las inundaciones en Venezuela. Una aplicación del psicoanálisis frente a la catástrofe. Henríquez de Travaglio, Beatriz. Cien horas con una tiranosaurio. Míguez, María del Carmen. La pérdida de la inocencia. Tres relatos clínicos vistos en la perspectiva de la crisis político-social venezolana. Míguez, María del Carmen. Entrevista a Addys Attías de Cavallín. 2008. Vol. 1. Psicoanálisis y política Míguez, María del Carmen. Presentación. Rangell, Leo. Teoría psicoanalítica y la vida política. Mentzos, Stavros. Las “cuasi” funciones psicosociales de la guerra. Sonntag, Heinz R. Psicoanálisis y política: una mirada desde y hacia los actores. Liberman, Adrian. El psicoanálisis frente al totalitarismo. Brandi, Margot. El tatuaje de la violencia: la (im) posibilidad de un acto analítico. Ayala Lafée, Bernardina. Clínica del poder y la autoridad. Una visión psicoanalítica. Leisse de Lustgarten, Alicia. La ética en el oficio del psicoanalista. Batoni, Fernando. Ética de la infidelidad conyugal. Sodely Páez Delgado. Aproximación a la ética psicoanalítica. Jean Marc, Tauszik. Lo que incita a comprender debe manifestarse antes en su alteridad. Algunas consideraciones sobre ética interpretativa y clínica de la ética. Fernández Torres, Indalecio. Ética y tratamiento psicoanalítico. Shrem de Chaim, Margot. La magia del sufrimiento. La resiliencia en Frida Kahlo. Malavé Bongiorni, David. Proust en busca de la felicidad posible. Liberman, Adrián. Entrevista a Rómulo Lander. 2009. Vol. 1. La persona del analista Míguez, María del Carmen. Presentación. Winnicott, D.W. El odio en la contratransferencia. Prengler, Adriana. El analista y el tiempo: cues


Volúmenes disponibles

tiones intergeneracionales. “Tiempo y eternidad desde la generación intermedia”. Batoni, Fernando. El analista como persona y como profesional. Leisse de Lustgarten, Alicia y Valedón, Carlos. La boya de socorro. La contratransferencia frente a un análisis en transferencia negativa. Lander, Rómulo. La persona del analista. Díaz, Alicia Elena. ¿Qué hace el analista en su consultorio? Liberman, Adrián. El analista como persona pública . Berlin, Doris. Lo positivo, silenciado. de la práctica del analista. Uribe de Zuloaga, Atzeguiñe. Psicoanálisis de un niño. Filmando con los ojos. Marcano, Serapio. Posiciones políticas y posiciones mentales. Malavé Bongiorni, David Alejandro. Borges conocedor del misterio del Otro. Berlin, Doris. Entrevista a Manuel Kizer. 2010. Vol. 1. Masculinidad / Feminidad Pasado, presente y futuro Míguez, María del Carmen y Berlin, Doris. Presentación. Bernstein, Doris. Ansiedades de la mujer en relación con sus genitales: conflictos y modos de dominio (1990) Berlin, Doris. El padre como figura real. Una mirada teórica y clínica en la actualidad. Lander, Rómulo. La masculinidad cuestionada. Leite Haudenschild, Teresa Rocha. El Continente Verde. La constitución de la feminidad en un caso clínico. Leisse de Lustgarten, Alicia. Pensando la masculinidad desde la vertiente homosexual. Páez Delgado, Sodely. Apuntes psicoanalíticos sobre el amor. Quallenberg, Joséphine-Astrid. Ana Freud, lazos inconscientes para la construcción de una psicoanalista. Liberman L., Adrián. Frecuencia modulada. Díaz, Alicia Elena. Entrevista a Ana Teresa Torres: “Ser psicoanalista es una manera de pensar, de recordar…” Comentarios por Abreu, María Daniela. La teta asustada de Claudia Llosa. Tauszik, Jean Marc. Pasión, posesión, pulsión. 2012. Vol. 1. Reflexiones Díaz de Márquez, Adriana. Presentación.

93

Sahovaler de Litvinoff, Diana / Leisse de Lustgarten, Alicia / Ashworth, María Cristina / Ramonet, Socorro. La transferencia psicoanalítica en la formación concentrada y a distancia. Díaz de Márquez, Adriana. La esencia del psicoanálisis. Fernández Torres, Indalecio. La maternidad en las mujeres homosexuales. Lander, Rómulo. La cuestión del padre. Tauszik, Jean Marc. ¿Qué nombre para qué padre? Del sentido al sin sentido, ida y vuelta. Aznar T., Esther. El ánfora vacía. Weiser Blanch, Alicia. Las poesías de la infancia no se olvidan. Ostfeld de Bendayán, Trudy. La Luna. Uribe de Zuloaga, Atzeguiñe. Niña ante la muerte: caso Érica. Attías de Cavallin, Addys. Discusión del trabajo de la doctora Atzeguiñe Uribe de Zuloaga “Niña ante la muerte: caso Erika” (madre sola) Colmenares, Gioconda. Un caso de complejo materno en niños desde la psicología analítica. Dos Reis, Carmen Elena. La madre suficientemente buena de Winnicott: La pulsera de Luz. Sandoval, Carolina. Castigo físico y humillante. Aspecto legal y psicológico, visto a través de un caso clínico. Liberman L., Adrián. ¿Existe el amor maternal? Fagúndez D., Milagros. Hijos escogidos-madres asignadas: La función materna en la estructura de adopción. Sylvester Viereck, George. Entrevista a Sigmund Freud. El valor de la vida. 2013. Año XXI. Vol. 1. Contribuciones Psicoanalíticas Díaz de Márquez, Adriana. Presentación. Míguez, María del Carmen. Entrevista a José Meliá. ¡Cómo ha cambiado la Praxis actual! Torres, Ana Teresa. Verdad y mentira en psicoanálisis. Díaz de Márquez, Adriana. Verdad y consecuencia.­­­ Lutenberg, Jaime M. El psicoanalista y la verdad (un caso clínico del concepto de Verdad en Psicoanálisis) Lutenberg, Jaime M. Verdad, transferencia y memoria (A propósito de la conferencia: “El psicoanalista y la verdad” de Jaime Lutenberg). Villarba, Carlos. De la verdad a la memoria y de esta a aquella (Si la verdad fuese, en todo caso,


94

más clara que la mentira, resultaría innecesario un coloquio como este). Lander, Rómulo. Algunas observaciones sobre el vacío mental. Marcano, Serapio. Identidad, adolescencia y grupos. Liberman, Adrián. Los efectos en la crisis en la subjetividad. Liberman, Adrián. Una libra de carne y sangre, ¿cómo se tasa el deseo? Páez, Sodely. El cuerpo y sus usos en el arte contemporáneo. Cruz, Fausta. La mujer escuchada. Leisse de Lustgarten, Alicia. Freud: el psicoanalista (Cineforo). Leisse de Lustgarten, Alicia. Hermano. “Violentados y Violentos” (Cineforo). Molina, Anita. Por un mundo mejor (Cineforo). Fernando Batoni. La escafandra y la mariposa. 2015. Año XXII. Vol 1. Vigésimo aniversario de nuestra revista Trópicos (Online) Leisse de Lustgarten, Alicia. La histeria desde el narcisismo. Leisse de Lustgarten, Alicia. Entrevista con el Dr. Norberto Carlos Marucco. Calvo, Aurelio. Encuadre a prueba de barricadas. Leisse de Lustgarten, Alicia. El setting expropiado. La tecnología invade el espacio analítico. Leisse de Lustgarten, Alicia. Lo particular de la transmisión en psicoanálisis: La institución psicoanalítica y la práctica contemporánea. Lander, Rómulo. Psicoanálisis: Teoría de la técnica. Lander, Rómulo. ¿Is the Rock of Castration the Limit to Analysis? Lander, Rómulo. ¿Es la roca de la castración el límite del analisis? Leisse de Lustgarten, Alicia. Marcas psíquicas. 2018. Año XXIII. Vol 1. Psicoanálisis y Totalitarismo. Corrupción y Migraciones (Online) Márquez, Gerardo. Presentación. Torres, Ana Teresa. La neolengua en la Venezuela del siglo XXI. Consecuencias en el imaginario social. Fernández, Indalecio. Totalitarismo del siglo XXI. Lander, Rómulo. ¿Qué es la maldad y cuál es el origen? Álvarez, Luisa Elena. Efectos del Trauma social excesivo en la constitución psíquica. Márquez, Gerardo. Mecanismos mentales del pensamiento totalitario.

Volúmenes disponibles

Liberman, Adrián. ¿De qué psicoanálisis puede hablarse allí donde el totalitarismo insiste? Yurman, Fernando. Psicoanálisis y totalitarismo. Dos Reis, Carmen Elena. Violencia política e impacto en la escucha del analista. Leisse de Lustgarten, Alicia. Clínica del Diagnóstico en Psicoterapia Psicoanalítica. Shrem, Margot. Totalitarismo: implicaciones en la práctica analítica. Leisse de Lustgarten, Alicia. El encuadre con niños y el trabajo con su familia. Castillo, Daniel. Barricadas sobre el diván. Trebbau, Katharina. Sobre la corrupción del poder en tiempos de un país fragmentado. Marión, Minerbo. Corrupción en América Latina. Una prespectiva psicoanalítica. Reyes, Gabriela y Trebbau, Katharina. Comentarios. Trabajo: Corrupción en América Latina (Marion Minerbo) (Brasil, 2017). Dos Reis, Carmen Elena. Saudade. Márquez, Gerardo. El país emigra. Clínica de la migración. Ascencio, Michaelle. La sociedad que no encuentra sosiego: Análisis sobre la novela de Pobre Negro de Rómulo Gallegos. Álvarez, Claudia. Encuentro con Janine Puget. 2019. Año XXIV. Vol. 1. Cine Psicoanálisis en los años recientes (Online) Álvarez de Lugo, Clauda. Presentación. Rasquin, Carlos. Evolución de CinePsicoanálisis. Fernández, Indalecio. El espectador. Cine y psicoanálisis. Marcano, Serapio. Crimen inconfesable. Prengler, Adriana. Elsa y Fred. Marcano, Serapio. El lector. De la adolescencia a la adultez. Un proceso de aprendizaje sobre el amor, la vergüenza, la culpa, el castigo y el perdón. Torres, Ana Teresa. El imaginario petrolero venezolano. Cineforo sobre Reventón II. Llorens, Manuel. A propósito de Pelo malo. Márquez, Gerardo. Setecientas millas a Lincoln, Nebraska: En busca de los anhelos perdidos. Leisse de Lustgarten, Alicia. A propósito de Brooklyn: Una mirada a la emigración. Aznar, Esther. Desde allá. Torres, Ana Teresa. Macbeth. Márquez, Gerardo. El translúcido Zelig.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.