La memoria del catalejo (comprension lectora)

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COMPRENSIÓN LECTORA

Lengua Castellana y Literatura

6º PRIMARIA

NOMBRE

La memoria de un catalejo Mi abuelo fue marino. Hace muchos años, al irse para siempre, dejó en el mundo su baúl y yo lo heredé. Dentro del baúl encontré algunas cosas: una corbata de lazo, un sombrero de copa, un enorme y auténtico bigote antiguo, un sacacorchos especial para botellas de ron de Jamaica y un catalejo. Con ese catalejo mi abuelo lo vio casi todo: el primer barco de vapor y el último barco pirata. En las mañanas de sol, a mi abuelo le gustaba mucho contemplar, con su catalejo abierto del todo, el baile de los peces voladores. Con el paso de los años, tanto mi abuelo como su catalejo empezaron a ver borroso. Pero los dos se ponían muy contentos cuando después de muchos días de navegación, buscaban en el horizonte la casa de mi abuela. La casa de mi abuela era blanca y tenía una ventana hecha a propósito para ver llegar a los barcos. Cuando se acercaban, el catalejo, impaciente se estiraba más que nunca para descubrir la ventana y a mi abuela, tan guapa, tan sonriente, asomada para darle la bienvenida con una sonrisa y un delicado pañuelo de encaje. El catalejo se esforzaba tanto en acercar las cosas que mi abuelo sentía en su ojo derecho el roce de las pestañas largas y bonitas de mi abuela. Pero lo que más deseaba el pobre catalejo era descansar abierto sobre la repisa de la chimenea teniendo delante de sus cristales la sonrisa de mi abuela. Al fin pudo conseguirlo.

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Los años pasan y poco a poco se van gastando las fuerzas de las personas. Así, un día, mi abuelo atracó su barco, se sentó delante del fuego, encendió su pipa y le dijo a mi abuela: -Empiezo a estar cansado. Mi abuela le dio un beso. Y siguieron siendo felices. Una noche de primavera, mi abuelo y mi abuela hicieron las maletas mientras yo dormía y se fueron para siempre, cogidos de la mano, sin dejar de sonreír. Todo esto lo vio el catalejo. Ahora, lleno de años, el catalejo suspira. Ya no puede o no quiere esconder su secreto. Veréis, a fuerza de verla sonreír, acabó enamorándose de mi abuela. Yo heredé el catalejo hace muchos años cuando era pequeño. Lo cogí con las dos manos y salí al jardín a ser marino. Lo abrí del todo para buscar en el horizonte el barco fantasma. Sólo pude ver la sonrisa de mi abuela. Limpié la lente con la manga y con un trapo y seguí viendo la sonrisa de mi abuela. Mirase donde mirase, a la Luna, a los pájaros, a la mar o a la lechuga, sólo veía a mi abuela. Y es que el catalejo no quería ver otra cosa. Era viejo y tenía un único recuerdo maravilloso. Juan Farias Algunos niños, tres perros y más cosas (Adaptación)

Recurso elaborado por ÓSCAR ALONSO

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