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R-101 Revista de valoración y significación del patrimonio cultural Estudiantes de la clase de Significación y valoración del patrimonio cultural Universidad Externado de Colombia Facultad de Estudios del Patrimonio Cultural Programa de Arqueología V semestre Docente: Catalina Batemán Vargas Edición de texto y corrección de estilo Valentina Rossi Sosa Liliana Patricia Rozo Pinzón Edición y diagramación Juliana María Velandia Guarín Portada Juliana María Velandia Guarín Foto: Andrés Jaramillo Juan David Sarmiento Mayo 2017
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Tabla de contenido Introducción Lo utópico y distópico del patrimonio cultural: En bicicleta al Tayrona Adélaïde Kéraldy Cristhian Alejandro Cotrino Matiz Liliana Patricia Rozo Pinzón El fantasma de los valores simbólicos tras los precios de un mercado cultural: el curioso caso de los valores monetarios Valentina Rossi Sosa El marketing del fetichismo Lina María Montenegro Camacho ¿De quién es la culpa? Gabriel Felipe Arias Prada Patrimonio al servicio de la ambigüedad Adriana Bernal Parra Si el patrimonio es de todos ¿Por qué no todos lo protegen? La falta de comunicación de los diferentes valores y significados del Parque Nacional Natural Tayrona Juliana María Velandia Guarín Reflexión
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INTRODUCCIÓN Lina María Montenegro Camacho
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La revista que están por leer es una iniciativa de la clase de Significación y Valoración del Patrimonio. Fue creada con la intención de divulgar los cuestionamientos e intereses que los estudiantes tienen acerca de los distintitos usos del patrimonio, y tiene como principal objetivo fomentar la diversidad de opinión de no sólo sus autores sino también el de sus lectores. De este modo, el contenido de esta edición debe considerarse el resultado de una serie de experiencias en el Parque Natural Tayrona, vivencias que de alguna manera transformaron una simple tarea de investigación en todo un debate para conocer la realidad, y sólo para responder una pregunta: ¿Cuál es el valor detrás del patrimonio? Muchos de ustedes, pensaran en viejos objetos expuestos en un museo, algunos en alegres fiestas o desfiles e incluso hay quien se imaginará un vasto e idílico territorio, sin embargo, la respuesta no va dirigida al contenedor sino a su contenido, desde nuestra perspectiva solo aspiramos a comprender que es lo que hace que un espacio o un objeto deje de ser más que una manifestación cualquiera. Por ello, antes de las lágrimas de tinta o el circo de edición, existió la tarea de investigación, pues hubo quien nos retó a trabajar en el Tayrona particularmente con Pueblito, un importante sitio arqueológico de allí, que conocido o no por sus tres horas de camino y sus ilusorios carteles de recorrido, nos sorprendió completamente. Debemos reconocer que cualquier metodología o expectativa inicial fue parcialmente errónea e insuficiente, pues el lugar se presentó a sí mismo como un galante espacio lleno de historias y dinámicas sociales, culturales y económicas, aspectos que dejaron de lado la superficial idea de un terreno estático y congelado en el tiempo. Aspectos como el turismo, el desarrollo local, el fetichismo, la comunicación entre individuos, el marketing o la administración, fueron las semillas de un nuevo trabajo, que deseaba ser más variado y más real, uno que como podrán comprobar contiene nuestras voces, y pensamientos. Las narrativas que encontraran aquí son las reflexiones que ofrece una poco ortodoxa ruta de trabajo que podrá darse a distintas críticas, pero es definitivamente una interrogante que suscitó no solo nuestra curiosidad sino esperamos también la suya, esperamos que está más que una oportunidad de conocer de acerca del Parque Tayrona sea una invitación a nuestros lectores de reflexionar sobre lo que nosotros o ustedes comprenden como patrimonio.
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Foto: Andres Jaramillo & Juan David Sarmiento
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Foto: Juliana Velandia
LO UTÓPICO Y DISTÓPICO DEL PATRIMONIO CULTURAL: EN BICICLETA AL TAYRONA Adélaïde Kéraldy Cristhian Alejandro Cotrino Matiz Liliana Patricia Rozo Pinzón
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o hay mejor forma de hablar sobre las riquezas de nuestro país, que Shakira y Carlos Vives andando en bicicleta por las calles de Santa Marta, mientras presumen que van a llegar a la arenosa cual Nairo en el giro de Italia. Tal vez los casi 90 km de distancia no sean recorridos por ellos a punta de pedal, pero igual suena lindo, tan lindo como pensar que Piqué va a dejar el Barcelona para entrar a jugar de defensa en el Junior de Barranquilla, tan solo conociendo el Tayrona; pero ¿será que aquel paraje es tan maravilloso como para traerlo a él y a los otros miembros del Barsa?, y si vienen, ¿jugarían en los equipos nacionales? Imaginen los titulares deportivos anunciando la victoria de Messi frente al América de Cali o la contienda épica entre el Atlético Tayrona y el Real Madrid. Sin embargo, ya pasó casi un año del son y no he visto a Piqué instalado en El Rodadero, ni a Suárez con la camisa del Atlético Tayrona, así que entre charla y tinto, nos surgieron ciertas dudas: ¿aquél espacio “simbólico” tiene la capacidad de otorgarle a todo externo, esa chispa
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de colombianidad? o acaso ¿es simplemente otra puesta en escena de los intereses comerciales que pretenden vender una imagen absoluta e idealizada de lo que es ser colombiano? Por lo tanto, ambicionando ser auténticos colombianos, como el poporo que posa cual Amparo Grisales frente a la cámara de un extranjero en el Museo del Oro de Bogotá (denotamos que no hacemos ninguna alusión a algún tipo de fetiche hacia lo antiguo, por respeto a Amparo) o como el Tunjo corriendo en Alemania, y aclaró que al hablar del Tunjo no nos referimos a alguna pieza arqueológica que fluye en el mercado negro o en los museos de Europa, sino al piloto caleño, Óscar Tunjo; aceptamos la invitación de aquella canción vallenato-reggaetonera y nos pusimos a pensar y a reflexionar sobre aquel paraje ubicado a 35 km de la ciudad de Santa Marta, conocido comúnmente como Tayrona, Parque Nacional Natural Tayrona desde el 69´ o más técnico PNNT, símbolo no declarado patrio (a diferencia del cóndor), pero
concebido como tal por artistas de talla mundial como Shakira, Carlos Vives, Liliana Saumet o Argenis Arruyo, quienes logran ayudar a convencer al turista del magnífico paisaje selvático y playero que nos ofrece el Tayrona, eso sí, con la ventaja (para los menos acaudalados) de no encontrarse a la seño de las trenzas ni de los masajes o al señor de las ostras, que hoy en día hacen parte de la típica playa criolla colombiana. A su vez, el Tayrona nos ofrece la experiencia de regresar a las “raíces indígenas” y hasta convertirse en uno (si hay suerte), adquiriendo toda la pinta, eso sí, a un menor precio en comparación con Artesanías de Colombia. Sin embargo, preguntando a algunos turistas extranjeros estos no encontraron la esencia prometida en el encuentro con los indígenas: “Vimos solamente indígenas vendiendo jugos naturales... no sabíamos realmente si fueron actores en trajes de Kogi o verdaderos indígenas!”. Estos turistas se dieron cuenta del valor añadido dentro del parque ya que, para ellos, en el área turística lo natural se pierde por completo y esto es culpa de lo que nombraron como “demasiadas basuras”. El cambio de escenario, ese paraíso natural, no está porque hombre!, tenemos wi-fi en el campo! El Tayrona se ubicaba en una posición muy coqueta para nosotros, por un lado, se presenta como símbolo del ser criollo (perdón, colombiano) y por otro, el hecho de que sea un paraje natural y cultural reconocido a nivel mundial (el sentirse reconocido fuera de los linderos de la patria es algo play), es nuestra entrada al mundo cosmopolita, es la imagen de nuestra patria en los diarios del planeta como destino paradisiaco, la obra de Dios representada en lo terrenal. Y es que ya son 15 años desde que el gobierno colombiano empezara a invertir en su carta de presentación frente al extranjero, mostrando un material sexy y coqueto para con el turista y el inversionista, por lo que no faltaron titulares como el de la revista Business Week del 27 de mayo del 2007, cuyo enunciado titulaba: “¿Cuál es el mercado emergente más extremo del planeta?” y para sorpresa de muchos, acá está la respuesta: Colombia. Claro, entre Egipto, Rumania y Vietnam (este último muy codiciado por los gringos).
No obstante, esta ola de imágenes cargadas de sentimiento patrio y de una Colombia “disponible” y asequible tendría sus inicios con la ingeniosa, intrépida y domadora de víboras Lina Moreno de Uribe, esposa del reconocido hp (honorable parlamentario), el ex-presidente Álvaro Uribe Vélez, que junto con Proexport[1]; pasaron por un proceso astral y divino en donde el sagrado Corazón de Jesús inspiró a estos intrépidos a crear la marca Colombia es pasión, cuya finalidad era proyectar la nación al mercado internacional a partir del uso del acervo cultural colombiano, por medio de dos estrategias: una nacional y otra internacional. En síntesis, se les trató de meter la idea a los nuestros de que mostráramos “pasión” en los quehaceres diarios, con el fin de generar más productividad y por ende aumentar el consumo, y a los de afuera, se les mostró amabilidad, paisajes y actores varados aquí, en nuestra tierra, en el que advertían que el único riesgo era que se quisieran quedar, porque Colombia era pasión (ahora entendemos la invitación que le hizo Shakira a Piqué). Aquella campaña de marketing[2] y branding[3] no sólo respaldó importantes productos de nuestra tierrita, sino que también apoyó a las grandes empresas nacionales como la Federación nacional de cafeteros, el equipo nacional de ciclismo de Colombia es pasión, y Coldeportes. Todo esto con el fin de reajustar ese imaginario negativo que tenían los demás países sobre nosotros y así, fomentar el desarrollo turístico y la inversión, pues porque ¡ajá!, sí que hay potencial. Y parece que sí funcionó, porque hoy es común encontrarse a uno que otro extranjero en las calles de la ciudad vendiendo dientes de tiburón y alguna piedra de tierras lejanas. No demoran en aprender a trenzar e irse a la playa, claro está, su cara no expresa que el riesgo sea quererse quedar, sino que se terminen quedando. Sin embargo, aunque pareciera que todo el marketing y las estrategias de branding estuvieran enfocadas únicamente en atraer ha turistas e inversionistas del primer mundo, su trasfondo real parece diferir mucho de esto, pareciendo más una serie de procesos para la construcción de un orgullo nacional a través del glorioso branding. Colombia es pasión, no solo sería prestigio único de los
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colombianos sino también el valor agregado de los productos de toda nuestra región, en la que no se negó el pasado violento, puesto que la seguridad democrática del hp (honorable parlamentario) de Uribe, nos daba la “certeza” de que nuestra patria ahora estaba segura. Nos dijeron que el territorio era nuestro, que la geografía de nuestro país era un regalo divino, digno de ufanación y apropiación. Dios nos regalaba la utopía sobre la propiedad de nuestro territorio, mientras que el diablo nos recordaba constantemente por medio de la ocupación de las multinacionales y de la construcción de bases gringas, que nuestra tierrita no era tan nuestra. Como hemos visto la imagen profesada por las campañas de marketing de nuestra prestigiosa nación, concuerda con lo expresado por nuestro queridísimo Rojas (2015) estas campañas giran alrededor de dos procesos de producción, el de sociedades disciplinarias de acuerdo a Foucault (alma bendita que en paz descanse) y el del consumo. Después de la constitución del 91, los procesos de construcción de la identidad colombiana bailan al son de dos pistas, lo público y lo privado, donde el folklore popular es uno de los instrumentos principales ambos sones. Esta cultura y esta identidad nacional (popular) tiene como dice Sotelo y concordando con él, un acento caribe particular; no obstante, siguiendo el estilo de Canclini, donde la cultura sería el híbrido entre lo rural y lo urbano, lo popular y lo play, lo indígena, lo mestizo y lo afro. Y aclarando por qué afirmamos que la identidad nacional tiene un acento caribe particular, solo debemos remitirnos a la Ley general de cultura 397 de 1997, donde en el párrafo 6 del primer título, se manifiesta una prioridad especial para con las manifestaciones del caribe. Si lo aterrizamos, es tal la preponderancia de esta región para la cultura colombiana que el vallenato es la música con mayor producción y consumo en el país, el sombrero vueltiao es símbolo de la nación, reproducido y copiado por la industria china y, los parques nacionales naturales como el Tayrona, que además fue declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco en 1979, se convierten en escenarios
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idealizados y fetichizados para el consumo de lo natural, reflejado en la selva, la playa y el mar; y lo cultural, reflejado en lo indígena y en las ruinas milenarias. En ambas situaciones, la globalización actúa y da paso a ciertos fenómenos degenerativos como el dominio de lo internacional en lo local, la destrucción de los recursos naturales y la pérdida de los vínculos identitarios; el indígena y sus representaciones como objeto para el voyerista generan indignación y conflicto; la voz local que quiere sobreponerse a que el consumo de los objetos “suntuarios” pase por encima de ellos, por lo que es mejor que en vez de que Shakira traiga a Piqué a que continúe con ese círculo vicioso de consumo, más bien le cante a que se replantee ese proyecto maltrecho llamado nación. Notas: [1]“Organización cuya función se basa en la promoción comercial de exportaciones no tradicionales, la promoción del turismo internacional y la Inversión Extranjera en Colombia” (Salazar, Silva 2009, P 43) [2]En nuestro argot local: “todo lo que hay que hacer para que se compre algo” En palabras de Sotelo, 2017: “La producción de marca o branding se refiere a la aplicación de Marketing para un producto específico o el desarrollo de una línea del producto” (p109). [3]En nuestro argot local: “dícese branding a todo lo que hay detrás de una marca” Bibliografía Arévalo, M. J. (2004). La tradición, el patrimonio y la identidad. Revista de estudios extremeños, p925-956. Austin Millán, T. (s.f). Para comprender el concepto de cultura. Obtenido de Para comprender el concepto de cultura: http://www. estudiosindigenas.cl/educacion/compcult.pdf Aquileana, A. (2007) Michel Foucault: “Sociedad Disciplinaria / Sociedad de Control”:
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Foto: http://www.colombia.co/esta-es-colombia/cultura/ arte/en-colombia-se-lleva-cabo-la-feria-internacional-expoartesanias/
EL FANTASMA DE LOS VALORES SIMBÓLICOS TRAS LOS PRECIOS DE UN MERCADO CULTURAL: EL CURIOSO CASO DE LOS VALORES MONETARIOS Valentina Rossi Sosa
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arece ser que, para algunos colombianos el portar objetos que pertenecen a culturas indígenas se ha convertido en una moda muy común últimamente. Mochilas y manillas son algunas de las artesanías que a diario portamos, y en las cuales gastamos cantidades consideradas de dinero. Estas “artesanías” se han transformado en un objeto casi que deseado por todos, pero ¿Qué hace que lo necesitemos?, ¿Qué hace que lo compremos? Quiero empezar contando algo que me sucedió hace ya unos años cuando fui a Expoartesanías en Corferias, en la ciudad de Bogotá. Cuando me enteré de la existencia de esta feria iba con la idea de querer tener uno de estos artículos, alguna artesanía, no importaba la que fuera. Había ahorrado una cierta cantidad de dinero y esperaba que fuera suficiente. Cuando llegué con mi familia a Corferias, nos dirigimos directamente al lugar
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donde estaban ubicados varios locales de mochilas de diferentes grupos indígenas. Me acerqué a uno de ellos y mi sorpresa al enterarme de los precios, no se la llegan a imaginar. Las mochilas no bajaban de los $200.000 pesos colombianos y sus precios iban más allá de los $400.000 pesos colombianos y yo de verdad quería una. Para mí, el precio que pedían en un primer momento pareció escandaloso, pero luego pensé que valía la pena pagarlo por tener este tipo de artesanías, y aunque no lo crean, la compré. Mucho tiempo después, me enteré que, en ciertos lugares de la Sierra Nevada y sus alrededores, los indígenas venden estas mochilas a precios que distan de los que se venden en este tipo de ferias. Lo que me hizo preguntarme acerca de que es lo que hay detrás de estos precios ¿Qué hace que varíen tanto? ¿Qué hizo que estuviera dispuesta a pagar tanto por
él? Todas estas dudas se las expongo a ustedes hoy, no para que pasen un mal rato matándose la cabeza o analizándose a sí mismos, o puede que sí. En este artículo pretendo abordar el tema de los valores simbólicos tras los valores económicos de lo cultural, empezando por analizar el caso de las mochilas arhuacas, viendo qué es lo que influye a la hora de establecer un precio, ¿Son solo los materiales que se utilizan? ¿La mano de obra?, ¿Cuáles son estos valores simbólicos que aumentan en unas oportunidades el valor económico y en otras pareciera que no?, ¿Esto tiene que ver con lo indígena? ¿Con lo mítico y mágico que alude esta palabra? Ahora bien, todo esto dio como resultado muchas más preguntas, pero en la que deseo ahondar en esta oportunidad es sobre si esta situación también ocurre con los parques arqueológicos en nuestro país. ¿Qué sucede en Pueblito y con el Parque Nacional Natural Tayrona en Santa Marta? ¿Ocurre lo mismo o no? ¿Quiénes están haciendo que esto suceda o lo están impidiéndo? Espero responder a la mayoría de ellas durante el texto, si no, espero que ustedes logren hacerlo. Entonces, hablemos de las mochilas arhuacas; estas mochilas son hechas principalmente en algodón y fique (que según publicaciones y estudios son los materiales originales con los que se han elaborado por mucho tiempo). Las mochilas son hechas por las mujeres y están cargadas de significados y de la cosmogonía de la misma comunidad indígena. Algo interesante que logré encontrar es que las combinaciones de colores y de figuras también están relacionadas con las creencias de esta comunidad y son de vital importancia para la misma. Esto es debido a que el arte de hacer mochilas está fuertemente ligado a la creación del universo y a la vida misma. Como hemos visto, estas mochilas no son simples adornos para la comunidad arhuaca (y me atrevería a decir que en otras comunidades indígenas y afrodescendientes pasa lo mismo con otros objetos). Pero entonces ¿Por qué se venden? Para responder a esta pregunta tenemos que viajar en el tiempo, a inicios de 1990, cuando el presidente Gaviria inició la llamado apertura económica, la
cual permitió, según Mauricio Montenegro, algo increíble: que los mercados de artesanías, que eran mercados populares, itinerantes y descentralizados, pasaran a ser la estrategia de mercado del gobierno, todo esto bajo el discurso de la legitimidad cultural y el multiculturalismo, en otras palabras, una manera de vender la identidad de los colombianos. Entonces la cultura, y sus expresiones materiales e inmateriales, se vieron como una oportunidad de negocios, que, por poseer este valor cultural, podían ser capitalizables y convertirse en lo llamado recursos culturales. Increíble ¿no? Gracias Ministerio de Cultura y Artesanías de Colombia, gracias por transformar algo de todos en algo de unos pocos, por hacer posible lo imposible, por hacer la cultura algo privado. Partiendo de esto, empecé a preguntarme sobre qué características de un objeto se tienen en cuenta a la hora de establecer su precio en estos mercados. Casi que lo primero en lo que pensé fue en los materiales, las técnicas y la mano de obra. ¿Cuánto me cuesta conseguir los materiales? ¿Cuánto me cobraría una persona por hacer este objeto? Y es en esta última pregunta en la que está la cuestión de este artículo. Por lo cual, es necesario aclarar que los valores, ya sean económicos o simbólicos, son dados por las personas y los objetos en sí mismos no los traen ya consigo. ¿Le damos precio a algo, en este caso a una mochila arhuaca, solo por los materiales con los que esta se hace? Seguro todos pensaron que no es así, pero ¿Por qué no? La respuesta no es tan fácil. Existen otros valores, valores agregados, que hacen una diferencia en el precio de un producto. Uno de estos valores es la autenticidad. Algo auténtico es algo que es genuino, pero no necesariamente original, algo que no ha sido alterado y, sobre todo, cuando algo es auténtico es confiable. Quizás es confusa la diferencia entre que es auténtico y que es original. Aquello que es original hace referencia a algo que fue primero, lo primero en su tipo, que no existen réplicas. Por lo que una réplica puede ser auténtica, es decir, es genuina o auténtica porque cumple con ciertas características que la hacen serlo, pero no sería original, ya que no es la primera creada. Para esta oportunidad nos vamos a enfocar en una de las definiciones dadas por la Carta de Nara sobre la
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autenticidad la cual la define como una manera de otorgarle respeto a los valores sociales y culturales de las sociedades. Entonces, la autenticidad ayuda a aumentar el valor económico de estos objetos, ya que, si algo es genuino, es auténtico, es algo de lo que estoy segura, de que es algo verdaderamente indígena y aparte lleva el valor agregado de estar representando mi identidad como colombiana (¿O la identidad de otros?), pues comprémoslo de una. En todo este problema hay un factor que debe ser tomado en cuenta: el fetichismo. Este ha llevado a que las mochilas, que tienen unos valores y significados intrínsecos y otorgados por una comunidad, se conviertan en artículos de lujo que responden a la necesidad de unas personas de demostrar que se tiene una capacidad de adquisición de este tipo de bienes, los cuales son una representación de la identidad de un grupo cultural específico y el cual ahora pareciera que “nos identifica como colombianos”. ¿Lo anterior hace posible que estos precios sean elevados? ¿Son todos estos valores simbólicos dados por unas comunidades lo que está haciendo que los precios sean tan altos? Pero, si existe esta gran diferencia de precios ¿Son conscientes los indígenas de estos valores simbólicos? La respuesta de esta última pregunta es sin duda un sí. Pero este valor parece entonces no significar lo mismo en la Sierra Nevada de Santa Marta que en Expoartesanías. Para el caso de los artículos vendidos en Expoartesanías (lugar en el que se da este mercado cultural en honor a nuestra queridísima apertura económica), parece que estos valores agregados se tienen en cuenta a la hora de establecer un precio. Entonces a la mochila, a lo largo de su travesía desde algún lugar de la Sierra Nevada, hasta Bogotá, se le van multiplicando uno tras otro estos valores simbólicos que la hacen un producto exótico y de gran demanda. ¿Por qué sucede esto? Es difícil saber a quién echarle la culpa, ¿A los indígenas? ¿Al Estado colombiano? ¿A la academia? Parece, en mi opinión, que una mezcla de los intereses que estos grupos ha creado una ventana al comercio, no sólo en cuanto a estos
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objetos, que son representativos de una comunidad pero que ahora los usamos como objetos exóticos, sino una imagen errónea de “lo indígena” como aquello que es exótico, ajeno, extraño y mágico, una romantización de lo indígena, de lo genuino, de lo original y de lo nuestro. Todo esto produce una necesidad increíble de tener estos objetos o visitar estos lugares, y de estas dinámicas se han beneficiado todos, absolutamente todos, menos los pueblos indígenas… ¿o sí? Acaso nos hemos preguntado, ¿Quién recibe todos esos $200.000 pesos que estamos pagando? ¿Si irá para los indígenas? ¿O este es otro cuento que nos están echando para vender un producto? Lo cual nos lleva de nuevo a la pregunta sobre si esto es meramente una estrategia de marketing o va más allá. Lo dejo a criterio de ustedes. Por el otro lado de la moneda, están las mochilas que se venden en la Sierra Nevada. Por experiencia de otros compañeros con los que tuve el placer de hablar de este complicado tema, sé que en ciertos lugares se pueden conseguir hasta 2 mochilas por $15.000 pesos colombianos. Si, señoras y señores, yo también hice la cara que quizás algunos de ustedes hicieron al momento de leer esto y sí, me sentí totalmente estafada. Luego de esto comencé a preguntarme sobre que estaba sucediendo con estas personas que no vendían sus mochilas a los precios que las vendían en Bogotá, ya que, como muchos otros, pensaba que este era el precio regular de artículos como este. Sobre todo, me surgió la pregunta de si estos grupos, aquellos que venden sus mochilas a $15.000 o $30.000 pesos colombianos estaban al tanto de que en otros lugares los precios a los que se venden estos artículos son mucho más altos. A primera vista pareciera que estas comunidades no tienen en cuenta los valores agregados que se lograron identificar en el caso anterior, lo cual es erróneo. A mi modo de ver las cosas, lo que sucede es que, a la hora de vender estas mochilas en la Sierra, los valores agregados que entran en juego no actúan tan fuerte como actúan cuando se venden en una ciudad capital como lo es Bogotá y en una feria artesanal de tan alta magnitud como lo es Expoartesanías. Este valor económico que se le está dando correspondería entonces a una demanda distinta de estas mochilas, a unas necesidades diferentes.
Si nos vamos al caso de los del Parque Nacional Natural Tayrona, la misma dinámica está sucediendo. A partir de tener la dicha de visitar este lugar y aprender muchas cosas, tuve la oportunidad de ver en vivo y en directo (de nuevo) como la diferencia de precios varía de maneras exorbitantes. Una botella de agua o un gatorade podría estar czostando entre $4.000 a $5.000 pesos colombianos, pero de nuevo pensé “estamos en el Tayrona por eso es costoso”. Hablando con algunos compañeros y preguntándoles cuánto en total habían gastado en el viaje a la Sierra Nevada me pude dar cuenta que hablaban de estos valores (solo $250.000 pesos colombianos en estadía antes de subir y después de bajar de la Sierra, los gastos de los hostales que estaban entre los $40.000 pesos colombianos por noche, el transporte, la comida, por mencionar algunos precios y no dejar mal a algunos a los que les pregunte) como algo normal ¿No les genera “un algo” el que ya estemos casi que programados a hacer la relación de lo indígena con lo costoso? ¿Será por este gusto por lo indígena? ¿Será por esta necesidad de comprar experiencias, de acercarnos a nuestros orígenes? Estos parques están respondiendo a la misma política de mercados culturales a la que nos ha sometido el Estado desde 1990: un país que compra lo que es a partir de lo que son los otros, un país que crece y que “ayuda” económicamente a aquellos que lo necesitan a partir de la venta de lo que son, un país que genera la necesidad de vender lo que somos y a su vez comprar lo que somos y lo que son los otros. Pareciera que estos parques se han convertido en el mismo mercado cultural, en el cual no solo se vende lo material sino también las experiencias ¿Consumimos lo indígena para sentirnos más colombianos? ¿Somos más colombianos por tener algo indígena? Estamos dándonos cuenta entonces que una sobre posición de valores culturales y económicos, y unos intereses y necesidades particulares están dando como producto final el valor económico. El fetichismo y el gusto por lo exclusivo nos hacen querer comprar estos artículos lo cual hace que veamos lo indígena de la forma equivocada.
sino también con los sitios arqueológicos o con los lugares en los cuales el PATRIMONIO CULTURAL entra a ser una excusa para que se den las relaciones económicas que hemos visto. Y esto no está mal, que las comunidades se beneficien de alguna manera de lo que es suyo no debería ser mal visto, siempre y cuando sean ellos quienes de verdad se vean reflejados en ese objeto y no terceros que van tras otros intereses. Esto ha creado una idea errónea de lo indígena, de lo diferente, haciéndolo ver como un bien que no está reflejando una cultura indígena ni unas ideologías particulares, sino el poder de adquisición de unos pocos frente a otros, que solo sube nuestro ego y no pensamos más allá de cómo este objeto me permite entrar al selecto grupo de personas que pueden vestir o portar este tipo de artesanías. Entonces, cuando estos objetos entran a ser parte de la economía cultural el precio se eleva, y esto es gracias a ese fetichismo por lo indígena que hemos desarrollado los colombianos, a esa necesidad de portar manillas o bolsos indígenas, a esa necesidad de visitar la Sierra Nevada de Santa Marta, a pesar de sus precios excesivos. Vivimos para comprar experiencias que creemos nos hacen “más colombianos” o que nos permiten estar “más cerca de nuestros orígenes. Y entonces, regresando a ese fatídico día en el que gaste todos mis ahorros en una mochila… ¿Qué me motivó a desear comprar este objeto? Puede que haya sido comprada por este discurso de “somos nuestro pasado”, puede que me dejara influenciar por ese fetichismo, esa llamada del pasado, esa necesidad de poseer y mostrar que podía tener uno de estos artículos. Puede que simplemente sea verdaderamente mala para decidir qué comprar y que no. Quizás jamás sepa verdaderamente cuál, de todos estos factores, o todos estos en conjunto, detonaron mi gusto por esta mochila, pero lo que sí se, es que ese “motivo desconocido” responde a los intereses de quienes quieren (necesitan) que consumamos esta cultura.
Todo lo anterior no solo pasa con los objetos,
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Foto: Aviatur
EL MARKETING DEL FETICHISMO. Lina María Montenegro Camacho.
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arajes recónditos, naturaleza salvaje, y playas paradisíacas, estos son algunos de los estereotipos que posee el Parque Nacional Natural Tayrona (PNNT). Pero ¿es esta la realidad o sólo una forma de referirse a ella?. Pensé en muchas maneras para resolver esta interrogante, desde la lingüística hasta la complejidad, y descubrí que ninguna realmente atañía a mis intereses. Por eso empecé a cuestionarme: ¿de donde provenían esos estereotipos? de la imagen que vende el turismo, pero ¿dónde surge esta imagen?, y ¿qué es lo que genera? Para responder a las incógnitas, decidí que primero debería definir la principal actividad difusora del parque: el turismo, para así valerme de una descripción que sustentara el porqué de solo una impresión del parque. No obstante, lo que encontré fueron variantes de una misma exposición, la de la Organización Mundial de Turismo quien
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enunciaba: “un fenómeno social, cultural y económico relacionado con el movimiento de las personas a lugares que se encuentran fuera de su lugar de residencia habitual, … , estas personas se denominan visitantes y el turismo tiene que ver con sus actividades” (OMT, 2008) Esta declaración solo expresa que el turismo es una actividad que produce un servicio, y trabaja en torno a la oferta de una experiencia que el visitante elegirá según la empatía o atracción que obtenga de la imagen que posee de un entorno. De este modo, se justificará un gasto económico. Lastimosamente la imagen que se da del parque es solo una manifestación trillada de este espacio, lo que se vende es simplemente una expresión vacía de las cualidades del parque, un enfoque superfluo de los valores y atractivos que representan al PNNT.
Sin embargo, esta cuestión es más complicada que eso y pienso que puede sustentarse en lo que anteriormente llamábamos el movimiento de los visitantes, particularmente a lo que es lo que les impulsa a elegir un destino. Un turista busca una experiencia fuera de lo normal, busca una experiencia nueva de la que pueda alardear más adelante o de la que pueda crear una memoria. Sin embargo, el criterio de elección se basa en las preferencias de cada persona, así que la deliberación se da según la satisfacción que una imagen provoca en cada uno, por ello parece adecuado dar un carácter trillado y naturalmente cómodo al Parque Tayrona, con el que se resalta un valor artificial de este espacio. (Lipovetsky, 2005; del Cairo, 2017)
Foto: Aviatur
Paralelamente, dicha elección puede ser considerada un tipo de fetichismo orientado al consumo de imágenes comerciales de un entorno natural, que invisibiliza distintos contornos culturales con el objetivo de obtener un ingreso comercial del turismo de playas y ecohabs, esto a través de la promoción de una imagen que funcione dentro de un mercado estético. Según autores como Marx (1867) o Lipovetsky (2005) existen marcas que se crean en función de valores hedonistas y emocionales y a su vez transforman un entorno cultural y natural, como lo es el Parque Tayrona, a otro espacio de ocio y consumo. Ahora solo cabe responder: ¿de dónde surge esta marca?. En mi opinión deberíamos fijarnos en el discurso del principal representante del Parque Tayrona, la entidad de Parques Naturales Nacionales (PNN) quien atiende a la protección y promoción de todo resguardo natural de Colombia, y define las cualidades del Parque Tayrona, de la
siguiente manera: “Las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, la montaña costera más alta del mundo, se hunden en el mar como los dedos de una mano gigantesca entre los que se forman bahías y ensenadas de belleza singular: Chengue, Gayraca, Cinto, Neguanje, Concha, Guachaquita, con sus playas de arenas blancas delimitadas por, manglares, matorrales o bosques, y bañadas todas por las aguas cristalinas del mar Caribe, hacen parte de los muchos atractivos que ofrece el Parque Nacional Natural Tayrona. Para quienes buscan la contemplación y el descanso, el Parque ofrece magníficas playas y el relajante panorama de un mar intensamente azul. Quienes se sienten atraídos por actividades más emocionantes podrán disfrutar de caminatas, careteo y buceo autónomo. El parque Tayrona tiene también vestigios arqueológicos de una antigua ciudad del pueblo Tayrona” (PNN, 2009) Un solo párrafo con el que describir este parque, solo un párrafo para sugerir y limitar en solo tres ideas a todo aquel que esté interesado en informarse o conocer acerca de este lugar, ¿cuáles ideas?. El carácter singular de la geografía del lugar, la determinación de solo dos tipos de visitantes y la existencia de cierta “riqueza” arqueológica. En solo algunas líneas se ha construido una imagen basada en la belleza de diversas costas y bahías que solo pueden disfrutarse por quienes o van a relajarse en la comodidad de las playas o deciden hacer algo más excitante en los caminos más cercanos a la playa, y no olvidemos la excelente mención de un ambiguo y mítico yacimiento arqueológico. Ahora preguntémonos ¿de qué manera el turismo aprovecha dicha marca?, ¿cómo surge la oferta de una imagen para el visitante?, tomemos un ejemplo y hablemos de AVIATUR –una empresa actualmente empoderada en el PNNT– esta entidad desea un lucro o un ingreso si lo prefieren, pero para ello deben informarse del producto, es decir, el PNNT, ¿cuál es una de las primeras fuentes? PNN.
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Foto: Aviatur
Ahora AVIATUR debe hacer uso de su información y crear un guión, o mejor una experiencia. Ésta debe ser lo suficientemente atractiva, así que disponen de una breve introducción que va de la siguiente manera: “Ubicado en la costa Atlántica de Colombia a 34 kilómetros de Santa Marta, este Parque se caracteriza por su paisaje tropical, formaciones coralinas, blancas playas, litoral rocoso, manglares y lagunas... SECTOR CAÑAVERAL: dispone de una zona de 14 ecohab, 3 para acomodación doble y 11 para acomodación doble con opción de camas adicionales para máximo 4 personas en acomodación familiar, […] SECTOR ARRECIFES: Las personas alojadas en el sector de arrecifes, [...], deben caminar 40 minutos por senderos o alquilar un caballo. cuenta con […]” (AVIATOUR, 2011) La compañía ha creado un servicio, nos ha ofrecido dos zonas encantadoras en las cuales se encuentran distintas opciones de relajación, de comodidad, de “aventura”. Ahora solo falta divulgar la imagen, un poco de publicidad y para que algún visitante la elija. No pensamos en el Tayrona como un territorio naturalmente vasto donde conviven distintas comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas, que desde hace siglos crean y seguirán creando historia, o en otros casos, no pensamos en el Parque en absoluto, solo se quiere el panfleto, solo se compra aquello a lo que se le rinde culto, esa imagen a la que profesamos deseo, porque hacer esa elección aparentemente nos brindara satisfacción. Pero esto correcto, ¿es esta la experiencia superficial lo que desean?
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Bibliografía. OMT. (2008). Entender el turismo: Glosario Básico. Recuperado de: http://media.unwto.org/es/ content/entender-el-turismo-glosario-basico Lipovetsky, (2005). Tiempos hipermodernos. España: Anagrama. del Cairo, C. (Abril, 2017). ESCENARIOS Y ACCIONES PARA LA INVESTIGACIÓN DEL PATRIMONIO. Trabajo presentado en Seminario de Patrimonio II de la UEC, Bogotá, Colombia. Marx, K. (1867). El capital. Recuperado de: http:// aristobulo.psuv.org.ve/wp-content/uploads/2008/10/ marx-karl-el-capital-tomo-i1.pdf PNN. (2009). Parque Nacional Natural Tayrona. Recuperado de: http://www.parquesnacionales. gov.co/portal/es/ecoturismo/region-caribe/parquenacional-natural-tayrona/ AVIATUR. (2011). Parque Nacional Natural Tayrona. Recuperado de: http://www. aviaturecoturismo.com/es/colombia/parquenacional-natural-tayrona
Foto: Rafael Ríos Logo: ICAHN (Página oficial) Edición Gabriel Arias
¿DE QUIÉN ES LA CULPA? Gabriel Felipe Arias Prada
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ace algunos días tuve la oportunidad de conversar con un amigo que conozco desde hace varios años. Estudiante de arqueología y un gran tipo, un crítico de la decadente sociedad colombiana y el mundo caótico en el que vivimos. En esta pequeña charla me conto que conoció a una linda chica de una comunidad indígena, estudiante de antropología y con la que era muy compatible, siendo culturalmente tan diferentes. Escucharlo hablar de ella fue muy interesante, ya que sus sentimientos pasaban más allá de una simple amistad. Hubo algo que me pareció fundamental entre todo lo que me conto: dijo que tuvo un problema con sus compañeros al intentar hacer una buena acción con ella, una acción que desembocaría en una fuerte controversia entre varios “científicos sociales” o, mejor dicho, muchos “hippies” con tiempo libre. Él me comentó que en un momento dado ella se vio muy corta de dinero y comenzó a pedirle prestado a sus compañeros; claramente las finanzas de los estudiantes de ciencias sociales no son las mejores y por lo tanto nadie le pudo prestar, incluyéndose. Ella muy angustiada por la falta de dinero recurrió a sus conocimientos ancestrales
y comenzó a realizar tejidos y artesanías bastante elaboradas y muy bien aceptadas en el mercado nacional. Ella le comentó a mi amigo toda la situación y le pidió ayuda a nivel de publicidad, y él, de manera muy amable decidió promocionar el producto. Hasta ese momento no veía nada malo en lo que parecía una buena acción por parte de mi amigo, a diferencia de sus compañeros que pegaron un grito en el cielo diciendo: —¡¡La cultura no se vende, eres una desgracia como científico social, no sabes nada?! Estos objetos son referentes nacionales e invaluables ¿¡Comprendes la gravedad de lo que haces!? ¡¡El patrimonio no se vende!! —. Claramente quedé estupefacto por la reacción que tuvieron estas personas que son fieles amantes a lo que llamamos “patrimonio”. Le pregunté ¿Qué fue lo que hizo o que dijo para que pasara eso? y simplemente me explicó que lo único que hizo él fue brindarle ayuda y de esa forma entendí su figura la cual solo era de intermediario haciendo una buena causa. Reflexionando con él llegamos a una interesante
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discusión que se resume en los siguientes párrafos. Este tema me lleva a reflexionar si los culpables de que el patrimonio se venda, se pierdan, se corrompa y se transgreda son los mismos antropólogos y arqueólogos, que en su afán de preservar todo, adaptarlo a sus pensamientos y muy detallados estudios, transforman a su antojo el pasado, generando otro tipo de intereses; claro que no hablo de que esto sea voluntario, es más, creería que en la mayor parte de los casos es todo lo contrario. Y hasta este punto termina la historia y el ejemplo de la reflexión y crítica de este pequeño artículo, que para algunos podrá ser una revelación o simplemente algo más que se quedará en un papel luchando por una buena nota. Si bien pensamos en que los objetos están cargados de significados e historias, simplemente nos place explicar cosas a nivel de fondo de estos, pero a fin de cuentas son cosas ínfimas que no arrojan datos relevantes o por lo menos significativos que ayuden a la sociedad. Sólo que el catalogar algo como patrimonio ya lo transforma y lo deja en otro plano más visible, más vulnerable y más fácil de adaptar al mundo moderno. Pensemos solo un momento en estos objetos y lugares que hace un siglo poseía una comunidad indígena, que eran tomados por los mismos pobladores como objetos cotidianos, simples y vulgares, que si se dañaban fácilmente se harían otros, como los pocillos que tenemos en casa, si se rompe uno se bota y se compra otro sin tanto problema. Pero qué pasa cuando una persona de un mundo diferente llega y cataloga esos objetos como el referente clave de lo que soy como persona adaptada a una cultura y a una forma de pensar, que es invaluable siendo que para esa persona y su comunidad no es ni fue de tanta relevancia, simplemente son objetos de uso cotidiano. Y eso es por una parte con relación a los objetos y las personas propietarias de ellos. Ahora bien, es conocido que el investigador llega, toma los datos y los objetos que necesita para exponer su próximo artículo y deja a las comunidades como ese grupo secundario que
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aparece en los agradecimientos al final del documento. Al salir este detallado informe de campo, lo que nos muestra el investigador es que ciertos objetos, lugares o tradiciones tienen un interés cultural invaluable. Los grupos de catedráticos, académicos y eruditos pasan la voz de ello, llegando a todas partes, incluso a los medios de comunicación que se vuelcan al lugar y buscan la manera de generar un “fetichismo” entorno a lo que el científico dijo. Claramente no hay mucha diferencia en la forma en la que ambas partes toman la noticia, los dos buscan intereses particulares, pero ninguno un beneficio claro para los pobladores. Entonces ¿Quién hace más daño con lo que publica? No busco decir con esto que todo es malo, simplemente quiero decir que el catalogar algo como patrimonio puede ser un arma de doble filo y que se ha de tomar con mucho cuidado. Un ejemplo de ello es el caso de la mochila de la comunidad arahuaca que curiosamente es la más vendida, la más utilizada por los estudiantes y los extranjeros siendo la más icónica de nuestro país, y de la misma forma, la más costosa. Pasando por encima de las mochilas de otras comunidades. Pareciera que solo existe ese estilo de mochila en todo el país. Si bien las comunidades que fabrican estas mochilas las toman hoy en día como referente de su cultura y como un objeto invaluable de su comunidad, algo así como lo que dice el científico; cobran un valor muy alto más allá del tiempo de fabricación, la técnica y los materiales. Las comunidades indígenas no son grupos de personas ignorantes e incultas, al contrario, son personas muy inteligentes que entendieron como son las movidas del mercado actual y que estos artículos, si están con el discurso correcto pueden llegar a valer mucho. Lamentablemente con este interés, que podríamos llamar capitalista, las comunidades poco a poco parecieran estar transformando esa función original de los objetos. De la misma forma podríamos pensar en lugares turísticos como Pueblito, que se encuentra en la Sierra Nevada de Santa Marta, siendo éste un lugar de un interés turístico muy alto y al cual las comunidades indígenas no pueden habitar dado
que es patrimonio de la nación, siendo que ellos son herederos de estos sitios. Entonces bien ¿Qué estamos haciendo? ¿Nuestros trabajos, proyectos e investigaciones tienen un fin? ¿un fin social? algo que verdaderamente impacte en las personas, algo que desde los más pequeños hasta los más grandes disfruten y entiendan y aún más importante algo que los ayude o por lo menos les deje una enseñanza. A fin de cuentas, entendí que esas personas que criticaron y juzgaron a mi compañero no son más que individuos dominados por su ilógico e irrisorio pensamiento de superioridad intelectual que no hace más que daño a la sociedad y a ellos mismos. Así que me gustaría terminar diciendo que como científicos sociales tenemos que estudiar el pasado para construir un mejor futuro dejando de lado la “fetichización” de los objetos y pensando en pro de la comunidad.
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Foto: http://chipviajero.com/como-llegar-al-pueblito-chairama-tayrona/
PATRIMONIO AL SERVICIO DE LA AMBIGÜEDAD Adriana Bernal Parra
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l Parque Nacional Natural Tairona (PNNT) resulta ser uno de los mayores atractivos en Colombia por su biodiversidad, por el potencial arqueológico y por las diferentes actividades o formas de turismo que se ofrecen al rededor del parque. Por estas características propias de PNNT han surgido una serie de instituciones y entidades que regulan los aspectos políticos, económicos y culturales que se articulan dentro del lugar, con el objetivo de garantizar la protección y salvaguarda del patrimonio presente en el parque; en este caso son, el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) Parques Naciones Naturales de Colombia (PNNC) y la Organización Gonawindúa Tayrona Pueblo Kággaba (OGTPK), las cuales han desarrollado normativas para regular las actividades del Tayrona. Sin embargo, como se expone en este artículo, su función dentro del parque no corresponde a lo que sus discursos normativos y políticas muestran. Para sustentarlo, se analizarán tres normativas que evidencian esa inconsistencia a la hora de abordar una decisión en cuanto a la regulación del patrimonio dentro Tairona. Las diferentes instituciones que actúan en la regulación del PNNT están bajo las leyes que protegen al patrimonio cultural, relacionadas con el patrimonio arqueológico, natural e inmaterial. Por un lado, el Decreto 763 de 2009 se interesa por el
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patrimonio arqueológico y declara que “ Las Áreas Arqueológicas Protegidas declaradas o que declare el ICANH serán áreas precisamente determinadas del territorio nacional, incluidos terrenos de propiedad pública o particular, en las cuales existan bienes muebles o inmuebles integrantes del patrimonio arqueológico, a efectos de establecer en ellas un Plan de Manejo Arqueológico que garantice la integridad del contexto arqueológico” (Decreto 763, 2009, las negrillas son mías). Por otro lado, la ley 2811/74 del Patrimonio Natural defiende que las “áreas con valores excepcionales para el patrimonio nacional, a las cuales se les ha asignado funciones de conservación de fauna, flora, paisajes o reliquias históricas, culturales o arqueológicas y un régimen especial de manejo fundado en la planeación integral con principios ecológicos” (Decreto 2811, 1974, las negrillas son mías). La Resolución 0109 de 1980 define la extensión actual del Resguardo Kogui-Malayo-Arhuaco, donde está la Ley de Origen funciona como mediador entre la gestión interna, es decir las autoridades tradicionales indígenas y la gestión externa con las instituciones ya mencionadas. Con la descripción de estos regímenes, se evidencia cómo las normativas de las diferentes instituciones mencionadas juegan un papel importante para la regulación del patrimonio dentro
de PNNT. No obstante, queda la duda si dentro de estos escenarios legales en el parque ¿alguien tiene mayor autoridad? O si realmente ¿existe más autoridad?, pues las leyes deben actuar de manera imparcial ante la inquietud de qué debe primar, si lo arqueológico o lo natural, por ello, las instituciones deben actuar de manera uniforme abarcando un gran interés en escenarios que reúnan lo arqueológico y paisajístico dentro del territorio, sin embargo ¿qué ocurre cuando estas no actúan de esa forma, crenado así una ambigüedad entre las acciones y la normatividad? Como bien dice la ley de patrimonio natural, esta incluye escenarios donde convive lo ecológico, lo cultural y lo arqueológico, por ello PNNC tiene una gran presencia dentro del territorio en PNNT en lo que incluye el interés por la protección de biodiversidad y de los restos arqueológicos como es el caso de pueblito, sin embargo el ICANH quien tiene la autoridad en este último aspecto dentro de sus políticas no incluye estos otros escenarios naturales y sociales, enfocando su interés únicamente en lo arqueológico, lo que genera que entre estas instituciones exista una desarticulación. Ahora bien, otra cuestión a observar es la presencia de estas instituciones dentro del Tairona, si se analiza lo anterior dicho respecto a los escenarios de interés , el ICANH , quien es el ente regulador del patrimonio arqueológico y quien desarrolla determinadas estrategias de intervención arqueológica, por lo tanto, debería tener una fuerte presencia en el parque, sin embargo esta no se visualiza, dando una imagen así de PNNC es la institución de mayor autoridad en el lugar, teniendo en cuenta que dentro de sus políticas y herramientas existe también un interés por lo arqueológico. Este supuesto genera una ambigüedad en lo que plantea tanto el ICANH como las políticas mismas del PNNT, pues en ello debe haber una presencia en conjunto de estas instituciones y una verdaderas intenciones, pues lo arqueológico tiene más potencial, sin embargo esta autoridad del ICANH se pierde por su falta de visualización en el lugar. Entonces queda la pregunta ¿Qué herramientas están utilizando estas instituciones para llevar un
buen funcionamiento dentro del parque?, pues es claro que el patrimonio natural y arqueológico necesitan una atención desde un mismo nivel de interés y regulación pero que se ve desarticulado desde las ambigüedades que surgen cuando no se sigue al pie de la letra unas normatividades, generando así que intereses propios primen dentro del parque y que se refleje a la hora de priorizar o actuar bajo una autoridad. Dicho todo esto es fundamental abarcar otro aspecto no mencionado y son las voces de esos otros, quienes en este caso son las comunidades indígenas que también tienen una autoría en el territorio bajo sus propias leyes, pues las instituciones deberían funcionar en función a las comunidades que allí viven y que también son parte de esa parte del patrimonio inmaterial que PNNT también protege y regula, sin embargo las instituciones en ocasiones pueden actuar sin un consentimiento de esas voces, generando un mayor sesgo en cómo se debe regular el patrimonio. Con todo ello se evidencia la existencia de una deficiencia desde la normatividad hasta en la articulación de estas instituciones y organizaciones para el buen funcionamiento, en este caso, la reunión de diversas normativas e instituciones el parque actúa de forma correcta sin embargo, a veces se invisibilidad la falta de contacto entre estas mismas para un buen funcionamiento, en el caso de Pueblito es quizás lo que permite reflexionar sobre qué políticas se deben priorizar cuando un sitio es la muestra de varias manifestaciones patrimoniales, con ello es importante mirar como cada institución debe mantenerse al margen y cierta autoridad, ya que son ellas las que permiten que se le otorgue una valoración y significación. Bibliografía: Congreso de Colombia. (10 de marzo de 2009) Ley General de Cultura. (Decreto 763 de 2009.DO: 47287 Congreso de Colombia. (26 de julio de 1996) Ley General de Cultura. (Ley 300 de 1996). Do: 42845 Congreso de Colombia. (18 de diciembre de 1974) Ley General de Cultura. (Decreto 2811 de 1974. DO: 34243.
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Foto: Jefferson Chirimuscay
SI EL PATRIMONIO ES DE TODOS ¿POR QUÉ NO TODOS LO PROTEGEN?
La falta de comunicación de los diferentes valores y significados del Parque Nacional Natural Tayrona Juliana María Velandia Guarín
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uando los humanos tratamos de entablar relaciones con otros humanos, necesitamos mantener, al menos, una mínima interacción e intercambio de información, con esto me refiero a que al conocer a otra persona, por lo menos debemos comprender y respetar su perspectiva de la idea en común que le dio inicio a la interacción. Algo que ha venido atormentando a los académicos, que dicen querer investigar para favorecer a la sociedad, es la relación entre los mismos con la comunidad. No es un secreto que se han presentado casos donde existe una problemática relación entre la academia y las comunidades locales, hasta el punto en que tales agentes han salido perjudicados. En este caso en particular, quiero explicar el caso de estudio a través de una discusión que se tuvo después de la salida de campo al Parque Nacional Natural Tayrona: no conocía el parque, siempre que pasába por ahí con mi familia nunca entrábamos por la larga fila de ingreso que nacía en la puerta principal, no comprendía que era lo que tenía este famoso parque. Cuando empecé a estudiar en la
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universidad, poco a poco fui conociendo más acerca de las maravillas naturales que podemos encontrar en este país, la belleza de sus paisajes, el aire puro que se respira y el inmenso color verde que tiene. Todos estos elementos me hicieron pensar: -Vaya, ¡Colombia es muy hermosa!-. Ya que se presentó la oportunidad de ir al parque, hubo una gran preparación por parte de los organizadores, se programaron conferencias de investigadores que han trabajado en la Sierra Nevada de Santa Marta y con elementos de la cultura arqueológica Tayrona; también, hubo una conferencia de los estudiantes Arhuacos de la facultad. Y gracias a lo que ellos nos comentaron, pude percibir que, mientras a algunos de mis compañeros les emocionaba la idea de ir por “viajar” y “conocer”, para otros era algo diferente, algo que iba más allá de “viajar”, como ese (re)encuentro con la naturaleza y con sigo mismo. Durante la salida, hubo experiencias inolvidables, inconvenientes que al final de la historia generaron conocimientos que nos perseguirán por el resto de nuestras vidas, y sí, conocimos esos hermosos paisajes verdes y azules de los cuales “como colombianos”, nos sentimos orgullosos de tenerlos en nuestro país.
Cuando hablo de inconvenientes, quiero enfocarme en una reunión en específico que ocurrió la última noche que pasamos en el parque, allí un profesor, junto con nuestros compañeros Arhuacos nos hablaron de la experiencia que tuvieron ese mismo día con los mamos Kogui que viven en Pueblito. Fue curioso porque se tocó un tema que hemos discutido, de manera formal e informal, entre nosotros: la función del arqueólogo en la sociedad actual. Después de varias discusiones, por ahora, he podido pensar en nosotros siendo arqueólogos, guardianes del patrimonio e investigadores, como una especie de mediadores entre las políticas gubernamentales y las comunidades, como divulgadores de conocimientos pasados para las generaciones futuras, como aquellos que velan por la seguridad de los componentes que conforman un sitio arqueológico y cultural. Cuando volvimos de la salida, me di cuenta que, así como todos los lugares “icónicos” que hay en el mundo, en el fantástico Parque Nacional Natural Tayrona existen varios problemas que involucran a las personas y a las organizaciones, las cuales se mueven gracias al parque. Es cierto que una zona tan grande, que alberga tanta diversidad ecológica, tantos paisajes verdes y hermosos, tantos destinos
paradisíacos como las playas de blanca arena, debe contar con una mínima intervención de empresas y trabajadores, en especial si tal sitio está dentro de la categoría de Reserva de la Biosfera y es uno de los sitios más importantes de la lista de Parques Naturales Nacionales. En el Parque Nacional Natural Tayrona se pueden identificar fácilmente cuatro grandes agentes que de alguna u otra manera, obtienen un beneficio, sea social, político o económico: la comunidad local, la comunidad indígena, el estado y la academia. Cada uno de ellos actúa de cierta forma frente al parque: hay quienes lo protegen, ya que el parque representa su identidad, su hogar, su infancia; hay quienes lo protegen, exclusivamente por fines políticos y legislativos, y hay quienes lo protegen, por fines meramente territoriales. A fin de cuentas, estos agentes buscan proteger el parque bajo el significado que cada uno le asigna al sitio. Y aunque no es difícil saber esto, muchas veces las personas hacemos la vista gorda hacia la forma en la que otros ven el mundo. Esto se ha podido ver en varias situaciones que se han presentado en el territorio del Parque y los agentes que influyen en él: principalmente se observa una fuerte tensión entre las entidades gubernamentales y privadas que manejan, gestionan y administran el Parque (como en
Foto: Andrés Jaramillo & Juan David Sarmiento
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Instituto Colombiano de Antropología e Historia, la Concesión Tayrona y La Unidad de Parques Naturales) y la comunidad indígena que vive en zonas aledañas o que hacen parte del límite del parques, ya que desde hace varios años, se han podido ver noticias acerca del cierre del Parque, de las acciones legales que se han tomado con respecto a esta situación y del proceso de dichas acciones. El caso más evidente es el cierre del parque Tayrona durante un mes para que se realice una “limpieza espiritual” que busca generar un equilibrio entre la naturaleza, el agua y la fauna, equilibrio que se ha ido perdiendo por el ecoturismo masivo del parque. Al sentir esto, los indígenas de las cuatro etnias que habitan en la región (Arhuaco, Kogy, Wiwa y Cancuamo), han solicitado cerrar el parque para siempre (El Heraldo, 2015a). Sin embargo, la Unidad de Parques Naturales ha indicado que el Parque Tayrona es un importante centro de ecoturismo nacional, que beneficia a varios agentes y que, por lo tanto, no es posible cerrarlo definitivamente, sino seguir “concientizando a los turistas” acerca de su buen uso (El Heraldo, 2015b). Sin embargo, no es la única situación de esa índole que se haya presentado: después de la salida de campo, durante una clase, hablamos del rol que el valor de cada agente juega dentro del Parque y de las implicaciones que esto han tenido para los demás agentes. Cada uno posee un interés y valora el parque de una manera diferente, por lo tanto, “protegen” el parque de una manera diferente que se acomode a sus intereses y valoración. Por este mismo motivo, se generan tensiones entre las diferentes comunidades y gestores del parque a la hora de intervenir para su protección. Lo voy a contar de la siguiente manera: Pueblito es uno de los sitios más representativos del Parque Tayrona, las ruinas arqueológicas excavadas por Alicia Dussan y Gerardo Reichel-Dolmatoff nos narran la existencia de una sociedad prehispánica que poseyó avanzadas técnicas de construcción de asentamientos y distribución de espacios a través de anillos, escaleras y terrazas; este yacimiento arqueológico es considerado como patrimonio arqueológico de la nación, por lo tanto, es protegido no solo por las normativas y políticas ambientales del Parque sino también, por las leyes que velan
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por la conservación y divulgación del patrimonio arqueológico. Con esta primera explicación, podemos ver que Pueblito ya ha adquirido dos tipos de valoración diferentes: por un lado, el potencial de investigación que existe; y por el otro, el valor que le da el estatuto de “patrimonio arqueológico” para el estado. En cuestiones de uso, he escuchado, que el cabildo indígena que habita Pueblito, no lleva viviendo en allí una cantidad considerable de tiempo, también, que las condiciones por las cuales llegaron a vivir a este sitio no fueron las más honorables. Sin embargo, aparte de lo anterior, el hecho de que ahora estén utilizando estas estructuras hechas por quienes consideran sus ancestros genera una valoración diferente del sitio, un valor funcional ligado con un componente de apropiación, casi con la intención de hacer un palimpsesto con el territorio. Y aunque hay leyes que protegen y gestionan las intervenciones hacia el patrimonio cultural y arqueológico, también hay leyes que protegen a las comunidades indígenas y sus vínculos con el territorio. En consecuencia, de lo anterior se puede identificar fácilmente que hay un choque de intereses y de valores que resultan contradictorios. En este caso, la cuestión de realizar una intervención de conservación y restauración en Pueblito generaría inconvenientes entre los actores, ya que, por el lado de la comunidad indígena, ellos no permiten la intervención de la academia y del estado en su territorio, pero por el lado del estado, este proceso es necesario para la conservación del patrimonio. Entonces ¿Qué pasa con este choque de intereses? Con esto no quiero decir que la comunidad indígena influya de manera negativa en general, sino que desde nuestra perspectiva como académicos, le damos a Pueblito un valor completamente diferente al valor funcional que le otorga el cabildo. Sin embargo, considero que las situaciones que han ocurrido como: el cierre del parque, las tutelas que se han llevado a cabo, el impedimento de la conservación que pretende realizar el estado y la academia en el sitio y el incumplimiento de las normas del parque por parte del cabildo, se han generado por la poca o nula comunicación que hay
entre todos los agentes acerca de lo que Pueblito significa para cada uno. Las evidencias de esta falta de comunicación están expresadas en la poca información de prensa que hay sobre la comunidad Kogui que vive en Pueblito, sobre la posición de los agentes, en especial de la comunidad local no indígena cuya forma de vida depende de su trabajo en el parque, sobre las tutelas puestas por la comunidad indígena, que argumentan que las entidades gestoras del parque no hacen consultas completas antes de la intervención o las tensiones que hay entre los académicos con la comunidad indígena. En conclusión, en este tipo de escenarios, donde el sitio es tan importante para tanta gente, es fundamental entender cuál es el valor que cada agente le otorga, pero más que entenderlo, se trata poder crear estrategias de comunicación entre dichos agentes para que, las decisiones sobre parque, puedan beneficiar a todos. Aunque una perfecta comunicación y tolerancia de ideas es
un objetivo utópico, nosotros como estudiantes y académicos debemos seguir actuando como mediadores entre los sitios del pasado y las comunidades del presente. Así, podemos seguir pensando como estudiantes soñadores que desean aportar un granito de arena a la sociedad desde nuestra disciplina. Bibliografía A El Heraldo, (2015) Indígenas piden que el Tayrona sea cerrado para siempre Recuperado el día 7 de Mayo de 2017 de: https://www.elheraldo.co/magdalena/indigenaspiden-que-parque-tayrona-sea-cerrado-porsiempre-229033 B El Heraldo, (2015) Cerrar el Tayrona para siempre es imposible: Parques Nacionales Recuperado el día 7 de Mayo de 2017 de: https:// www.elheraldo.co/resultados-copa-en-vivo/elparque-tayrona-no-sera-cerrado-para-siempredirectora-territorial-caribe
Ilustración: David Navia
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Reflexión Adriana Bernal Parra
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lo largo de estos artículos se trataron diversos temas que discutieron elementos como los valores simbólicos, valores económicos y los significados e intereses que giran en torno al patrimonio y a la cultura. Desde las experiencias personales hasta las opiniones de cada uno de los autores, se logra comprender cómo existen diversas formas en las que se percibe el patrimonio, dichas percepciones se originan a partir de unos intereses que van de la mano de los diferentes actores que están articulados, ya sean las instituciones, las entidades, la academia o el público general, quienes forman un sin número de significados, otorgándole así una serie de valores a objetos particulares, prácticas culturales o lugares. Dicho esto, reflexionamos sobre cuál es la postura que se toma frente al Parque Nacional Natural Tayrona, pues como se ha visto existen una serie de valores y significados que se sobreponen y se transforman a partir de interés particulares que rondan los aspectos políticos, económicos, sociales y culturales. Así que resulta complejo establecer una sola vía en la que se aborde la forma en la que se estudia, se interviene o se regula este parque, pues para ello se debe tener en consideración la diversidad de puntos de vista, los cuales le otorgan ese sentido patrimonial, que a la final terminan siendo bajo intereses. Tambien, resulta importante considerar que no se trata solamente de tomar la percepción de la academia, de las instituciones culturales, de las comunidades o del mismo parque, sino que se trata de poder articular esta serie de significados, para poder comprender que son diversos valores los que ayudan a construir el PNNT como patrimonio.
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Foto: Juliana Velandia
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