Octavio Alberola

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El anarquismo en Cuba, de 1857 a 2016

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Octavio Alberola

Octavio Alberola es anarquista. Nació en España, en Alaior, Islas Baleares, en 1928. Hoy reside en Perpignan, Francia. En 1939 llega a México con sus padres. A partir de ese momento comienza su militancia anarquista. Actúa en las Juventudes Libertarias y en la CNT española en México. En 1962 forma parte de la organización clandestina “Defensa Interior” constituido por el Movimiento Libertario Español con posterioridad al congreso de la CNT de 1961.En la actualidad participa del “Grupo por la revisión del proceso Granado-Delgado” que, desde 1998, está exigiendo la anulación de las sentencias franquistas. También integra los “Grupos de Apoyo a los Libertarios y Sindicalistas Independientes en Cuba”, GALSIC. Incansable, también colabora con otras iniciativas libertarias en Europa. Es un hombre lleno de historias, escritas en una trayectoria de vida libertaria agitada e intensa.

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El anarquismo en Cuba, de 1857 a 2016 Los compañeros de la revista anarquista gallega ABORDAXE me contactaron para pedirme un texto sobre el anarquismo en Cuba, desde sus inicios hasta el día de hoy, con la intención de traducirlo al gallego y publicarlo en el próximo número de dicha revista. Su interés era recordar la importancia del anarquismo en las luchas sociales del pasado en esa isla y precisar la posición actual de los anarquistas cubanos frente a la deriva capitalista de la llamada “revolución cubana”...

Introducción Comienzo a escribir este texto -de memoria histórica, pero también de análisis político e ideológico- pocos días después del entierro de las cenizas del “Comandante en Jefe” y pocos días antes de que el Estado-Partido que él fundó celebre el 67 aniversario del triunfo de la lucha contra la dictadura del general Fulgencio Batista y del inicio de la llamada “Revolución cubana”. Y lo hago con el convencimiento de que la desaparición física de Fidel no cambiará el rumbo del proceso de transformación del capitalismo de Estado en capitalismo de mercado iniciado -de manera más abierta- desde que su hermano Raúl le sucediera en la jefatura del Estado-Partido surgido de esa “revolución”. Un proceso que, con ligeras variantes, se ha puesto en marcha en todas las revoluciones institucionalizadas tras la conquista del Poder y que, en el caso de la cubana, se puede seguir en directo a través de las medidas implementadas por la oligarquía castrista para adaptar la economía a las pautas capitalistas. Una involución revolucionaria denunciada por los anarquistas y los 4


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sectores anticapitalistas de la sociedad cubana. Dado el carácter histórico/analítico de este texto me ha parecido pertinente dividirlo en tres partes. La primera, dedicada al pasado, para rescatar la memoria del anarquismo cubano ocultada por la historiografía oficial. Y ello pese al importante papel desempeñado por el anarquismo en la emergencia y desarrollo del sindicalismo y en las luchas revolucionarias en Cuba desde las últimas décadas del siglo XIX hasta la huida de Batista y el triunfo definitivo de la guerrilla castrista en los primeros días de 1959. La segunda, dedicada a la exclusión del anarquismo en la sociedad cubana y a su difícil supervivencia en el exilio durante el permanente presente totalitario que la Revolución castrista ha sido desde sus inicios hasta la retirada de Fidel del Poder por razones de salud. Y la tercera, dedicada a la resurgencia del anarquismo en Cuba, poco antes del comienzo de las “reformas” implementadas por Raúl hasta la desaparición definitiva de Fidel, y a sus perspectivas para el futuro. El anarquismo en Cuba de 1857 a 1959 Como en muchos otros países de América, también en Cuba los anarquistas fueron precursores en la difusión de las ideas emancipadoras y en las iniciativas para organizar a las masas explotadas en pos de su emancipación. De esto hay constancia en todos los libros de historia social que no han sido escritos tendenciosamente para ocultarlo o escamotearlo. No obstante, para lo que me propongo exponer aquí, me apoyaré esencialmente en lo escrito por el compañero, amigo e historiador cubano Frank Fernández en su valioso libro El anarquismo en Cuba, editado por la Fundación Anselmo Lorenzo, de Madrid, en 2000, y en el excelente resumen hecho por Capi Vidal, El movimiento anarquista en Cuba, aparecido en la web Acracia que él anima. Como lo reconoce la mayoría de historiadores, en la década de los años 80 del siglo XIX existía ya en Cuba un movimiento obrero bien organizado de carácter anarquista y se editaban dos publicaciones de orientación ácrata: El Obrero, en el año 1883 y El Productor, en 1887. El anarquismo era en esos momentos la principal fuerza 5


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revolucionaria del proletariado cubano y por ello las obras de los principales pensadores anarquistas eran leídas a los trabajadores que laboraban en las tabaquerías. Era el resultado de una obstinada labor de propaganda entre los trabajadores de la industria tabacalera iniciada en 1857 con la fundación de una sociedad mutualista proudhoniana, por Jesús Márquez, y del periódico La Aurora, en 1865, por el asturiano Saturnino Martínez. Aunque no es hasta 1880 que la influencia explícitamente anarquista se manifiesta en Cuba al establecer José C. Campos contactos con anarquistas de Barcelona para hacer llegar panfletos y periódicos anarquistas a la isla. Una de las figuras libertarias más prestigiosas del movimiento anarquista cubano y uno de los principales actores del congreso de 1887 fue, sin duda alguna, Enrique Roig San Martín, nacido en 1843 y fallecido en 1889. Conocedor del francés y poseedor de una biblioteca bien nutrida de excelentes obras literarias y filosóficas, Roig fue el divulgador de las ideas fundamentales de Marx en Cuba y el primer cubano dedicado a orientar al proletariado cubano por el sendero de la lucha de clases. Se afilio a la corriente anarcosindicalista y se hizo propagandista de esas ideas a través de diversas publicaciones obreras hasta que fundó El Productor, cuyo primer número salió el 12 de julio de 1887. Desde El Productor, Roig orienta y alienta las huelgas obreras en las que los anarquistas tienen gran influencia. En 1888, en menos de un año, organizan dos huelgas importantes en un mismo sector y llevan a la práctica sus ideas, estableciendo un vínculo solidario con compañeros de fuera para iniciar la lucha de clases en Cuba. Notable escritor y pensador, Roig defendió las ideas anarquistas frente a las republicanas, que solo se oponían al colonialismo español. Con ello contribuyó a la consolidación de la influencia ácrata y a hacer de ella la verdadera protagonista de los inicios de la organización obrera en Cuba, por encima de las otras fuerzas políticas centradas en intereses electorales y pactos gubernamentales. La influencia ácrata en el movimiento obrero se hizo notar ya en el primer congreso obrero celebrado en 1887, en el que las ideas de igualdad entre blancos y negros fueron afirmadas a pesar del contexto profundamente racista que era el de Cuba en esos momentos. Lo que pudo comprobarse en 1988 al constituirse la combativa asociación 6


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obrera, la Alianza, que enarboló la bandera libertaria de la fraternidad universal por encima de razas y fronteras nacionales. En 1890, para mostrar su fuerza y desafiar a los patronos, se celebró el 1 de mayo por primera vez en Cuba. Fue un acto masivo con un largo desfile de obreros, blancos y negros, cubanos y españoles, hombres y mujeres, todos unidos tras el ideal libertario de justicia y fraternidad. En ese acto se lanzó una severa crítica al sistema colonial español, condenando sus abusos laborales y sus discriminaciones racistas. Tras diez años de guerra, la derrota del movimiento independentista cubano en 1878 no permitió conseguir la independencia ni puesto fin al régimen de esclavitud en Cuba. Las causas de ese primer alzamiento independentista -la presión fiscal impuesta por España y sus monopolios de venta de textiles, tabaco, etc.- seguían vigentes en los años noventa, ahogando la economía de la isla. Las más afectadas eran las clases medias y la clase de los propietarios rurales, lo que repercutía sobre el resto de la población de Cuba formada por campesinos pobres, descendientes de esclavos de origen africano liberados, que continuaba viviendo en la miseria como siempre. Es en esas condiciones, el 10 de abril de 1892 José Martí, que residía entonces en los Estados Unidos, fundó el Partido Revolucionario Cubano (PRC), y, poco después, el periódico Patria, órgano oficial del partido, con el objetivo de defender la causa independentista y tratar de unir a los principales jefes de la insurrección del 68 a sus planes insurreccionales. Durante los años 1893 y 1894, Martí visitó varios países de América y ciudades de Estados Unidos en búsqueda de apoyos personales y recursos materiales para iniciar la nueva lucha independentista en la isla, y el 29 de enero de 1895 firmó la orden de alzamiento. Poco después, tras reunirse con Máximo Gómez en República Dominicana, desembarcó en Cuba y murió el 19 de mayo de ese año en un enfrentamiento con una columna militar española. Dada su oposición a las guerras y a la constitución de gobiernos, para los anarquistas cubanos era más importante la lucha de clases que la guerra de independencia. No obstante, durante la contienda no 7


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pudieron evitar de ver con simpatía a las fuerzas separatistas, ya que el integrismo español pretendía usarlos para fragmentar la oposición al colonialismo. Pero esa simpatía no implicó de su parte la renuncia a ningún ideal ni a seguir luchando por la transformación revolucionaria de la sociedad. Esa simpatía se veía estimulada por el carisma de José Martí y por ello muchos anarquistas abrazaron la causa independentista, pese a permanecer fieles a sus ideas socialistas y libertarias. Además, el PRC no era solo una fuerza electoralista, al ser un movimiento revolucionario estaba compuesto de grupos autónomos heterogéneos y algunos propiciaban la descentralización y la democracia directa. De aquellos grupos, denominados clubes, dos eran anarquistas y actuaban bajo los nombres de Roig San Martín y Fermín Salvochea. En realidad, a pesar de tener ideas sociales avanzadas, Martí era más bien un liberal y demócrata que no creía en la lucha de clases por considerar que desembocaba en la violencia y el desorden. Es pues lógico que los propósitos de los anarquistas no coincidieran con los de Martí. Para ellos el objetivo final no era la república democrática independiente, aunque la valorasen como un marco de libertades mayor para continuar su labor revolucionaria. Es por ello que los anarquistas estuvieron divididos durante el proceso bélico de la lucha por la independencia; pero también porque, con la muerte prematura de Martí, desaparecieron las promesas de cambios sociales sostenidas por él. No es de extrañar pues que algunos se convirtieran en combatientes y otros fueran contrarios a la guerra civil, como tampoco que no hubiera división radical entre las dos posturas y que, en general, colaboraran con los separatistas de un modo u otro, aunque sin grandes ilusiones. En este sentido, el hecho a retener es que la mayoría de los anarquistas fue consciente de que lo que da valor y fuerza de los principios anarquistas no es solo el antiautoritarismo sino también la experiencia histórica. Pues ella prueba que las guerras civiles no conducen a la verdadera libertad social, aunque acaben en repúblicas independientes. Eran ya entonces numerosos los ejemplos de países que se habían independizado y en los cuales se seguía persiguiendo al movimiento anarquista. 8


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Otro hecho importante es que era la primera vez que se discutía en el seno del anarquismo -tanto a nivel nacional como internacionalsobre la conveniencia o no de participar en una guerra de independencia. Sin embargo, eso no fue obstáculo para que los anarquistas denunciaran en España la crueldad de la guerra y la política de Cánovas del Castillo hacia Cuba, como también contra el anarquismo en la península. Es sabido que lo que empujó al anarquista italiano Angiolillo, a asesinar a Cánovas en agosto de 1897, fue el deseo de vengar las víctimas ácratas en Montjuich y los horrores coloniales en Cuba y Filipinas. Y también es sabido que su sucesor, Mateo Sagasta, se vio obligado a negociar la paz en julio de 1898 con los Estados Unidos y acceder a la independencia de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, tras el incidente del hundimiento del acorazado estadounidense de segunda clase Maine en la entrada del puerto de La Habana y el desembarco de los marines en la isla, y que esas independencias quedaron tuteladas y los países ocupados por los norteamericanos hasta el 20 de mayo de 1902, cuando nació la República de Cuba al tomar posesión su primer presidente Tomas Estrada Palma. Y que no fue hasta 1909, con la presidencia de José Miguel Gómez, que terminó el “gobierno de intervención” norteamericano, tras haber obtenido en 1903 el arrendamiento de la base militar de Guantánamo, aún hoy poseída por los EE UU. Además, el fin de la tutela española y el comienzo de una “independencia” bajo tutela norteamericana no había mejorado la situación de los más desfavorecidos, por lo que los anarquistas se reorganizaron y continuaron estimulando las luchas obreras desde el comienzo de 1899, creando la Alianza de Trabajadores, que muy pronto fue objeto de la represión estatal. En septiembre de ese mismo año, nació una nueva organización obrera, la Liga General de Trabajadores, con un perfil moderado pese a una importante influencia libertaria. El ya entonces conocido organizador anarquista italiano Errico Malatesta fue por esos tiempos a Cuba para dar conferencias y entrevistas; pero su gira fue suspendida prontamente por las autoridades. De vuelta a Estados Unidos, Malatesta escribió un artículo dando su visión sobre la situación social en Cuba e instando a los anarquistas a tomar “su puesto entre los elementos más 9


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adelantados” y a “luchar por la emancipación integral de la humanidad”. Los anarquistas cubanos escucharon a Malatesta y en los primeros años del siglo XX continuaron denunciando las persistentes injusticias sociales y laborales, además de intentar, junto con otros organizadores sindicales, organizar a los trabajadores de la industria del azúcar, entonces la mayor industria de Cuba; pero sus tentativas se vieron frustradas por la violenta reacción de los propietarios que hicieron asesinar a dos trabajadores. Crímenes nunca resueltos. En aquellos años, el panorama social era, tanto en Cuba como en España, muy frustrante. Los políticos liberales y conservadores se alternaban en el poder; pero, al no tener ninguna sensibilidad social, solo se diferenciaban en la manera de actuar cara a los anarquistas. Los conservadores persiguiéndoles sin más y los liberales “progresistas” tratando de atraerlos con diferentes señuelos para manipularlos. Con el objetivo de preparar al pueblo para la futura revolución social, los activistas anarquistas lo intentaron hacerlo -también en Cuba- a través de la educación. Partiendo de que las escuelas católicas y las públicas eran utilizadas por la burguesía para inculcar la fe religiosa y el nacionalismo patriótico con el fin de impedir el acceso de los niños al pensamiento libre y crítico, los anarquistas comenzaron a fundar escuelas más libres desde el Círculo de Trabajadores. Aunque esas escuelas no comenzaron a tomar un rumbo menos tradicional hasta 1906, y solo en 1908 comenzaron a proponer, como modelo, la pedagogía de la Escuela Moderna de Francisco Ferrer y Guardia, como puede verse en manifiestos publicados ese año en las publicaciones ¡Tierra! y La Voz del Dependiente. En 1911, después de una huelga en diversos sectores de la economía cubana, comenzó una fuerte represión contra los anarquistas: los cubanos fueron encarcelados y los españoles fueron deportados. Los gobiernos de la joven república cubana comenzaron a ser cada vez más autoritarios y en 1915 se produjeron nuevas deportaciones debido a las leyes contra el anarquismo. El periódico ¡Tierra! fue suspendido y poco después apareció un documento, llamado Manifiesto de Cruces, muy bien escrito y con una fuerte 10


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combatividad anarquista. Redactado por un grupo de trabajadores, apelando a la resistencia frente al destino de hambre y represión que heredaban generación tras generación, el manifiesto tuvo una gran repercusión. En 1917, se inició un periodo dictatorial en la Isla y se produjeron grandes convulsiones sociales. En ese año y los que siguieron, los anarquista planificaron, desde el local el Centro Obrero de La Habana, numerosas huelgas, boicots y actividades diversas, hasta que en 1920, aprovechando el comienzo de un periodo de relativa calma social, celebraron un Congreso ácrata en la Habana, en el que se acordó la formación de la Confederación Nacional de Trabajo. En ese momento, los ácratas seguían estando a la cabeza del movimiento obrero en Cuba y es entonces que se inicia la etapa más constructiva del anarquismo cubano. El hecho de haber un gobierno moderado en el poder posibilita la proliferación de las publicaciones libertarías, la edición de libros y folletos, la creación de ateneos, de centros obreros y de clubes naturistas. En aquellos años, los anarquistas son los primeros que, sin muchos medios y con total autonomía, organizan, agrupan y orientan a la mayor parte de los trabajadores del campo y la ciudad en un esfuerzo sin parangón en la historia de Cuba. La figura más destacada de esa época, de filiación netamente anarquista, fue Alfredo López. Tipógrafo de formación, participó activamente en las luchas sindicales de los trabajadores para mejorar sus condiciones de trabajo. En 1918 organizó el Comité Pro Primero de Mayo y, bajo su dirección, se realizó un combativo Día de los Trabajadores. Participó en las huelgas que se realizaron ese año y el siguiente, a las que se unieron obreros de la construcción, ferroviarios, tranviarios, tabacaleros y azucareros de Las Villas y de Camagüey. Fue vicepresidente y luego presidente del sindicato de tipógrafos y en 1919 organizó una huelga exitosa de su sector. En 1920 participó en el Congreso que aprobó la creación de una Central Sindical y una iniciativa en solidaridad con la Rusia Soviética. En 1921, en un momento importante del proceso de unidad del movimiento sindical cubano, fue uno de los administradores de la Federación Obrera de La Habana (HOH) y después ocupó el cargo de secretario general, pese a 11


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no estar formada la FOH exclusivamente por sindicatos anarquistas. No solo por ser los más numerosos y las ideas libertarias las de mayor influencia, sino también porque, a pesar de la oposición de algunos anarquistas, partidarios de una organización netamente anarcosindicalista, las posturas unitarias de Alfredo López eran compartidas por la inmensa mayoría de los sindicatos. En febrero de 1925 se celebró el Segundo Congreso Nacional Obrero y el tercero en agosto. En éste se decidió la creación de la Confederación Nacional Obrera Cubana (CNOC). Por su capacidad para unir a las masas, Alfredo López fue clave para la unificación de todos los sindicatos, hermandades, uniones, gremios y asociaciones proletarias de Cuba. La influencia del anarcosindicalismo en el Congreso fue innegable. En las Actas del Congreso de Fundación de la CNOC figuran los acuerdos sobre el rechazo de la acción electoral, la exigencia de las ocho horas de labor al día, el derecho a huelga y el rechazo a la burocratización de la organización. Además, por primera vez en la historia de Cuba es nombrada una mujer, Juana María Acosta, para presidir una organización obrera. Ese mismo año, el general Gerardo Machado asciende el 20 de mayo a la presidencia y desde la toma de posesión del cargo anunció que, mientras él gobernara, “ninguna huelga duraría más de 24 horas”. En los primeros años de su mandato, Machado realizó un ambicioso programa de obras públicas y al mismo tiempo maniobró para que la CNOC no fuese un obstáculo para sus objetivos políticos. Para conseguirlo estimuló a los elementos más reformistas de la organización obrera con prebendas para desplazar a los más progresistas a través de una violenta política de desprestigio y represión sobre los anarquistas y el movimiento popular. La reacción de estas fuerzas no se hizo esperar y desencadenaron una interminable sucesión de huelgas, de intentos insurreccionales, atentados y sabotajes Los anarquistas fundaron entonces la Federación de Grupos Anarquistas de Cuba (FGAC, denunciando la deriva colaboracionista de la CNOC, en la que los comunistas tuvieron un papel importante. Esta situación se agravó al conseguir Machado la modificación de la Constitución en 1929 para seguir en el poder seis años más. Machado instauró entonces una feroz dictadura que duró hasta 1933, cuando los Estados Unidos hicieron presión para que cediera el poder y, al 12


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negarse, alentaron motines y finalmente una parte del Ejército se sublevó, obligando a Machado a huir hacia Miami el 12 de agosto. Poco después fue encontrado en el Castillo de Atarés el cadáver de Alfredo López, que había sido secuestrado, torturado y asesinado el 20 de julio de 1926. Los nuevos gobiernos que se suceden desde la huida de Machado hasta 1936, entre los que hay algunos de perfil izquierdista, se mostraron muy ineptos en el ejercicio del poder. Una ineptitud que se traducía por una fragilidad política y una sucesión rápida de Presidentes más o menos autoritarios y más o menos sumisos al descarado intervencionismo norteamericano, a los intereses de la oligarquía y al protagonismo de los jefes militares –entre ellos el sargento Fulgencio Batista, que en pocos años ascendió a general. En ese periodo, los anarquistas se vieron obligados a emplear sus principales energías en actividades reorganizativas. No solo a causa de la represión sino también por haberse promulgado una ley, que obligaba a los patronos a no emplear a más de 50% de trabajadores extranjeros. Esta ley les afectó mucho por ser muchos militantes libertarios extranjero, que se vieron obligados a abandonar el país. Además, los comunistas, gracias a sus alianzas políticas, inclusive con Batista, comenzaban a ser hegemónicos entre las dirigencias sindicales y se aprovechaban de ello para lanzar todo tipo de infundios contra los anarquistas. Esa situación generó enfrentamientos y desencuentros -más o menos graves- entre la nueva generación y la de los veteranos. Éstos, los supervivientes de tiempos tan convulsos. se habían atrincherado en la Federación de Grupos Anarquistas de Cuba, mientras los jóvenes, por su parte, fundaban en La Habana la Juventud Libertaria de Cuba. Al comenzar en 1936 la Guerra Civil Española, los anarquistas cubanos crearon la Solidaridad Internacional Antifascista para ayudar a la CNT y la FAI, y muchos de ellos acudieron a luchar en el conflicto español. Con la derrota del bando republicano, en febrero de 1939, muchos de los supervivientes fueron repatriados a Cuba. A finales de la década de los 30, como resultado del apoyo del Partido Comunista Cubano a diferentes candidaturas electorales, el movimiento obrero cubano quedó controlado por los comunistas y bajo la tutela del Estado. En 1940, los anarquistas pudieron 13


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aprovechar la nueva Constitución cubana para organizarse en función de tales circunstancias: disolvieron la SIA y la Federación de Grupos Anarquistas de Cuba y nació la Asociación Libertaria de Cuba, que tuvo su primer congreso en 1944 y el segundo en 1948. A partir de entonces, el órgano oficial de la Asociación se denominó Sociedad Gastronómica y su publicación no se interrumpió hasta ser clausurado en 1960 por el régimen castrista. En esa década de los años 40, los anarquistas cubanos, reforzados por los que habían sido repatriados de España tras la victoria de Franco, habían fundado grupos de acción entre estudiantes y obreros deseosos de paliar la influencia comunista, y a partir de 1947 se produjo un nuevo renacer libertario. En La Habana, la Federación de Juventudes Libertarias de Cuba editó boletines de propaganda y de información, y la subdelegación de la CNT de España, exilada en Cuba, editó un Boletín para los militantes anarcosindicalistas. Con estas armas de propaganda lograron influir sobre el sindicalismo oficial, orientando hacia posiciones más combativas a numerosos sectores, como los de transportes, gastronomía, construcción y plantas eléctricas. Los anarquistas del interior de la isla crearon las Asociaciones Campesinas para organizar a los lugareños más humildes, sin tierra ni recursos. En 1950 se realizó el tercer Congreso de la Asociación Libertaria de Cuba para influir en el movimiento obrero y despojarle de sus derivas burocrática y sectaria, a las que el sindicalismo oficial, representado por Confederación de Trabajadores de Cuba, le había llevado. En abril de 1950, los anarquistas publicaron Estudios. Mensuario de Cultura, que fue una revista moderna con excelente contenido, y continuaron editando El Libertario, en formato periodístico, hasta abril de 1952, cuando Batista dio el golpe de Estado con la excusa de luchar contra la corrupción reinante en el Gobierno. Entonces, los comunistas, a pesar de no recobrar su primacía en la CTC, pactaron con Batista. En marzo de 1955, los anarquistas convocaron una Conferencia Nacional Libertaria en la que se confirmaron los principios de lucha por la libertad frente al régimen dictatorial, y en 1956 editaron un folleto, llamado Proyecciones libertarias, en el que se denunciaban los desmanes de la dictadura y se prevenía ante el militarismo imperante en el movimiento de Fidel 14


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Castro. A pesar de las dificultades, Solidaridad Gastronómica continuó publicándose y defendiendo los principios anarquistas. En abril de 1957, con Fidel Castro y demás guerrilleros ya en la Sierra Maestra, se celebró la Conferencia Anarquista Americana en Montevideo, a la que la ALC envió dos delegados. En ella se decidió combatir todas las dictaduras en Latinoamérica, incluida la cubana. El régimen de Batista comenzó a perseguir entonces a los anarquistas y muchos de ellos se unieron a la lucha armada contra la dictadura. El Partido Comunista, que hasta entonces acusaba a Castro de servir conscientemente de pretexto a Batista para no celebrar elecciones, empezó, a principios de 1858, a negociar con elementos afines entre los guerrilleros, para hacerlo posteriormente con el propio Castro tras la huida de Batista el 1 de enero de 1959. Fue entonces cuando Castro, cuyo programa político era la restauración de la Constitución reformista de 1940, se apoyó en los comunistas para apoderarse del poder y comenzar otra etapa más de gobiernos autoritarios en la historia política y social de Cuba. Una “etapa” a la que, para justificar el guardar el poder entre sus manos y perennizarse en el hasta su muerte, se le puso el nombre de “Revolución cubana”. El anarquismo en la Cuba de Fidel Castro Castro y los comunistas consiguieron crear muy pronto un gobierno que sentó las bases para la posterior represión con los Tribunales Revolucionarios, los juicios sumarísimos y el restablecimiento de la pena de muerte, incluso por motivos políticos. Los anarcosindicalistas fueron pronto apartados de las organizaciones sindicales y solo las publicaciones libertarias como Solidaridad Gastronómica y El Libertario pudieron continuar mientras se mostraron cautas o favorables hacia el gobierno revolucionario. La Asociación Libertaria de Cuba dejó claras sus reticencias hacia el nuevo panorama político y denunció la pérdida de autonomía del movimiento obrero y la progresiva influencia del Partido Comunista, que paradójicamente había gozado de privilegios en la dictadura de Batista. Conscientes del desastre de la deriva autoritaria del régimen castrista, los anarquistas hicieron pública en 1960 una Declaración de 15


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Principios de la Agrupación Sindicalista Libertaria (siglas que escondían, por miedo a la represión, a la Asociación Libertaria de Cuba) en la que se atacaba al Estado, al centralismo agrario propuesto por la Reforma Agraria Gubernamental, así como al nacionalismo, al militarismo y al imperialismo, haciendo énfasis en la libertad individual, como base de la libertad colectiva, en el federalismo y en el derecho a una educación libre. La Declaración era una crítica ideológica –pero argumentada- de la llamada Revolución Cubana. No obstante, los defensores de esa Revolución no reaccionaron con argumentos sino con las acusaciones clásicas en ellos, calificando a los autores de estar a sueldo de los Estados Unidos. Poco después, al suspenderse la libertad de prensa, los anarquistas y los anarcosindicalistas no pudieron continuar públicamente la propaganda de sus ideas, comenzando, a mediados de 1960 su éxodo hacia Estados Unidos para proseguir la lucha por el ideal. Así fue como, en el verano de 1961, se constituyó en Nueva York el Movimiento Libertario Cubano en el exilio (MLC) y otro grupo similar en Miami. En 1963, el anarquista cubano Abelardo Iglesias publicó, en Buenos Aires, el folleto Revolución y dictadura en Cuba, en el que denunciaba la sumisión de la ”revolución cubana” a la política exterior soviética y la táctica militar de la “Guerra revolucionaria”. No obstante, pese a esta sólida argumentación, la propaganda castrista había logrado -a finales de esa década- ganar simpatías en los medios libertarios de Europa y América Latina. No fue hasta 1976, cuando fue publicado en Cadana el libro The Cuban Revolution: A Critical Perspective (La Revolución cubana: un enfoque crítico), de Sam Dolgoff, que comenzó a prevalecer una visión más crítica del castrismo entre las izquierdas en general y los anarquistas en particular, lo que propició el reconocimiento internacional del MLC. En 1979 los libertarios cubanos en el exilio sacaron una nueva publicación, Guángara Libertaria, que se convirtió rápidamente en una referencia del ideal anarquista en Estados Unidos y en el resto del continente. En los comienzos del siglo XXI, los anarquistas, que abandonaron Cuba en los años 70, situaron al MLC en una posición de oposición y alternativa al castrismo a las antípodas de la reaccionaria oposición cubana de Miami. Para apoyar a los compañeros del MLC 16


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se constituyó en 2004 el Grupo de Apoyo a los Libertarios y Sindicalistas Independientes en Cuba (GALSIC)1 y se comenzó a editar ese mismo año el Boletín Cuba Libertaria, que tanto en su versión impresa que a través de Internet, se difundió también en Cuba. El GALSIC fue constituido en respuesta a una demanda de los compañeros del MLC y de varios “sindicalistas independientes” que habían logrado salir de Cuba tras la razzia represiva emprendida contra ellos por el gobierno castrista en 2004. Se constituyó como grupo informal, sin estructura organizativa permanente, con la intención de coordinar y difundir iniciativas e información en apoyo de los libertarios y de los sindicalistas cubanos en su lucha contra el régimen castrista. En 2006, cuando Fidel se vio obligado -por una dolencia intestinal- a dejar “temporalmente” la presidencia del Consejo de Estado, la secretaría general del PCC y la comandancia en jefe de las Fuerzas Armadas a su hermano Raúl, comenzó una nueva etapa de la “Revolución cubana” y también del GALSIC y el boletín CUBA libertaria, del cual se habían editado y difundido seis boletines hasta entonces. El hecho es que, coincidiendo con ese recambio dinástico en la jerarquía de la “Revolución cubana”, comenzaron a manifestarse en el propio seno de la filas “revolucionarias” voces más abiertamente críticas al totalitarismo imperante en Cuba, y que esas voces comenzaron a rescatar, en los debates que se suscitaron, ideas y experiencias del anarquismo histórico, y que esas circunstancias permitieron al MLC y al GALSIC tener más protagonismo a través del CUBA libertaria. El anarquismo en la Cuba de Raúl Castro Luego, cuando Raúl comenzó a anunciar su propósito de “convocar a la nación” a participar en un debate de “planteamientos públicos” para “solucionar los problemas que entorpecen el desarrollo de la sociedad cubana” y eliminó algunas de las trabas legales que El autor de este resumen histórico fue uno de los fundadores del GALSIC y, desde entonces ha asumido, con Daniel Pinos, la redacción , edición y difusión del Boletín CUBA libertaria.

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impedían al pueblo disfrutar de derechos que solo estaban autorizados para los extranjeros (acceso a hoteles, rentar automóviles, venta libre de teléfonos celulares y accesos a Internet), la difusión del boletín CUBA libertaria en Cuba permitió establecer relaciones directas con libertarios que participaban en las actividades de una institución cultural semioficial, la Cátedra Haydée Santamaría, que organizaba encuentros anuales de activistas sociales en varios lugares del país. Y que esas relaciones permitieron en 2009 establecer relaciones con los fundadores de la red social Observatorio Crítico. Una red que agrupa colectivos, grupos de afinidad e individualidades para difundir información, generar debates y ayuda mutua entre sus miembros. En 2010, la mayor parte de los compañeros libertarios participantes en la red Observatorio Crítico decidieron unirse y crear un grupo específicamente libertario, con el objetivo de recuperar la memoria del anarquismo y del anarcosindicalismo cubano, ocultada en Cuba por el régimen castrista. A ese grupo le dieron el nombre de Taller libertario Alfredo López, en memoria del anarcosindicalista asesinado durante la dictadura de Machado. De entonces hasta hoy, los compañeros del Taller libertario Alfredo López han aprovechando la pausa represiva iniciada en 2011 por Raúl para organizar encuentros anuales en la isla. A estos encuentros, a los que han dado el nombre de “Jornada Primavera Libertaria de La Habana”, ha asistido el compañero Daniel Pinos en representación del GALSIC. Y en 2015, como fruto de este resurgir libertario en Cuba desde 2010, los compañeros del Taller libertario Alfredo López participaron, los días 21 y 22 de marzo de 2015, en el primer congreso libertario realizado en República Dominicana para crear la Federación Anarquista Centroamericana y del Caribe. A este Congreso, organizado conjuntamente por el Taller libertario Alfredo López y los libertarios dominicanos del grupo Kisbeya libertaria, asistieron también compañeros libertarios y miembros de organizaciones libertarias de Puerto Rico, El Salvador, Bonaire y de Norteamérica, además de individualidades representando a la Federación Internacional de Federaciones Anarquistas (FIFA), de la Federación Anarquista Ibérica (FAI), del grupo El Libertario de Venezuela, etc. 18


El anarquismo en Cuba, de 1857 a 2016

En diciembre de 2016, en reacción a la desaparición definitiva de Fidel Castro y los tres días de duelo oficial en Cuba decretados por el gobierno de su hermano Raúl, los libertarios cubanos pidieron al GALSIC la edición de un número especial del boletín CUBA libertaria, que ha salido con varios artículos de libertarios y socialistas cubanos anticapitalistas en los que dan su opinión sobre tal evento y las perspectivas de un futuro emancipador para el pueblo cubano. Termino pues este resumen histórico reiterando lo que ya he dicho al comienzo; pues todo parece indicar que “la desaparición física de Fidel no cambiará el rumbo del proceso de transformación del capitalismo de Estado en capitalismo de mercado”. Un proceso que su hermano Raúl dejará bien avanzado cuando, como ha prometido, abandone la jefatura del Estado-Partido surgido de una “revolución” que, como todas “las revoluciones institucionalizadas tras la conquista del Poder”, ha conducido de nuevo a los pueblos a estar sometidos a la explotación capitalista y, por consiguiente, a volver a empezar la lucha por su emancipación. Es de esperar pues que esta vez sean conscientes, como lo son los anarquistas del Taller libertario Alfredo López, de que la emancipación debe ser la obra de ellos mismos y no de su delegación en otros Octavio Alberola

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