The gosth and the goth by Satacey Kade

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STAFF DEL LIBRO

Moderadora: *!!!BellJolie!!!*

Traductoras: Yosbe ヅ

Anelisse

Ivad12

cYeLy DiviNNa

Aneka

MariPooh

Sera

Eileithyia793

Gabrii

*!!!BellJolie!!!*

Belentxu

Pimienta

KaThErIn

Kanon ♪♫♪

Bautiston

Correctoras: Virtxu: responsable del tema Mona Sera Melo Selune

Diseño del Documento: Yosbeヅ

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INDICE

Sinopsis ……………………………………………………………………………………

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Prólogo ……………………………………………………………………………………

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Capítulo 1: Alona ……………………………………………………………….…….

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Capítulo 2: Will …………………………………………………………………………

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Capítulo 3: Alona ……………………………………………………………………..

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Capítulo 4: Will …………………………………………………………………………

36

Capítulo 5: Alona ……………………………………………………………………..

51

Capítulo 6: Will …………………………………………………………………………

61

Capítulo 7: Alona …………………………………………………………………….

71

Capítulo 8: Will ………………………………………………………………………..

91

Capítulo 9: Alona …………………………………………………………………….

103

Capítulo 10: Will ………………………………………………………………………

114

Capítulo 11: Alona ……………………………………………………………………

126

Capítulo 12: Will ………………………………………………………………………

138

Capítulo 13: Alona ……………………………………………………………………

156

Capítulo 14: Will ……………………………………………………………………….

138

Capítulo 15: Alona ……………………………………………………………………

175

Capítulo 16: Will ………………………………………………………………………..

179

Capítulo 17: Alona ……………………………………………………………………

188

Capítulo 18: Will ………………………………………………………………………..

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Epílogo …………………………………………………………………………………..

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Sobre la Autora ………………………………………………………………………..

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Próximo Libro: The Queen of the Death………………………………………….

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SINOPSIS Después de un encuentro cercano con la parte delantera de un autobús escolar, Alona Dare pasa de ser la Reina de la casa a la Reina de los Muertos. Ahora está atrapada aquí, en forma de espíritu y no hay signos de que la gran luz brillante venga a llevársela. Y para empeorar las cosas, la única persona que podría ayudarla es Will Killian, un perdedor total—del tipo marginado que odia la élite social. Sólo él puede verla y oírla, pero él no quiere tener nada que ver con la peor y antigua chica de Groundsboro High. ¿Podrán superar su desconfianza mutua y esa extraña atracción entre ellos para trabajar juntos antes de que Alona se desvanezca para siempre y de que a Will lo encierren por ver cosas que no existen?

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PRÓLOGO Traducido por *!!!BellJolie!!!* Corregido por Virtxu

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ue bastante fácil escaparse de la escuela. Sabía eso por la experiencia anterior. Esta vez, todo lo que tenía que hacer era esperar a que la Sra. Higgins llevara a todos a la pista, al aire libre y después deslizarme detrás de las gradas y caminar hasta la otra abertura en el alambrado. Escaparme de nuevo, aunque... sea una perra. Pero sólo tendría que lidiar con eso cuando vuelva. Al igual que siempre. Me estremecí con la brisa fresca de la mañana. Eran las 7:00 de la mañana, o un poco más, el primer día de Mayo, y no era lo suficientemente cálido como para estar fuera caminando con la estúpida camisa delgada y los cortos pantalones desgastados de gimnasia. Por lo menos en la pista, las gradas bloqueaban el viento y la negra grava mantenía parte del calor del día anterior. Aquí, no tenía nada de eso, pero la ira me mantenía cálida. ¿Cómo pudo hacerme esto de nuevo? ¿Acaso ella no lo consiguió? Nunca iba a suceder. No habría ningún final de cuento de hadas para ella, no esta vez. Y estaba enferma de todas esas estúpidas llamadas de teléfono de él preguntando por ella, y de las encubiertas preguntas sobre él de ella. Caminé, en dirección a las pistas de tenis. Después de una rápida mirada por encima de mi hombro para asegurarme de que estaba a suficiente distancia entre la pista y yo, abrí mi teléfono, el cual había mantenido oculto en mi mano cerrada para evitar la ira de la Sra. Higgins, y presioné el botón de marcación rápida. Número uno, por supuesto. El teléfono sonó al otro extremo, y me imaginé que con suerte destellaría en la oscura cocina, en el pegajoso mostrador de granito. Ella podría no responder. Eso acabaría con mi propósito, pero ella sabía que yo estaba llamando. Se había llevado el teléfono inalámbrico arriba, a su pecho, viendo el identificador de la llamada, con la esperanza de que fuera él y no yo. Tenía la esperanza de que alguien me matara antes de que yo estuviera desesperada por la atención de alguien. En serio, es patético. Y ella estaba arruinando vidas. Específicamente, MI vida. Ahora no sólo tendría que mentir de nuevo a la Sra. Higgins, acerca de por qué me había salido de clase—algo

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a lo que no me opondría en las circunstancias correctas por la razón correcta, pero esta no lo era—también perdería la reunión con Chris y Misty, mi novio y mi mejor amiga, antes de que las clases comenzaran oficialmente, lo que requería otra mentira. Ellos solo se toleran por mí y me odiarían si yo no estuviera allí para ser el árbitro. Peor aún, esta era la Celebración del Día Senior, y ahora el casillero de Chris, a diferencia de los del resto de los mejores atletas, tendría que permanecer sin ningún adorno, hasta el almuerzo, cuando yo tuviera tiempo otra vez para decorarlo. No es que ella se preocupara por nada de eso. Nunca se preocupaba por nadie más que por sí misma. En el momento en que saltó el contestador automático, estaba más que enojada. Caminé mas allá de las pistas de tenis hacia la Calle Henderson, esperando el penetrante pitido. Cuando sonó, grité al teléfono para que ella pudiera oírme arriba de las escaleras en su nido de sábanas enredadas y arrugadas. —Sé que puedes oírme, y no puedo creer que me estés haciendo hacer esto de nuevo. ¿No tienes orgullo? Él me llamó, a mí, no a tí. ¿Detectas algún patrón aquí todavía? Dios mío, supéralo ya y… Una ráfaga de aire caliente se presionó contra mi piel, asustándome por un milisegundo, me di cuenta de que había cruzado la acera a la calle sin incluso darme cuenta. En ese momento, oí el estruendo de la bocina, olí el tufo de gases del tubo de escape y de los neumáticos en llamas, y fui testigo de la parte delantera, de un brillante amarillo anaranjado de un autobús escolar que se acercaba a mi cara a una velocidad imparable. Dios, los autobuses son feos cuando los ves tan cerca.

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CAPITULO 1 Alona Traducido por Ivad12 y Yosbe ヅ Corregido por Virtxu

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orir debería de haber sido el peor momento de mi vida. Quiero decir ¿Hola? ¿Ser atropellada por un autobús escolar lleno de una banda de frikis vestidos con el uniforme de gimnasia color rojo de poliéster, pantalones cortos y camisetas blancas transparentes? Nada puede ser más trágico que eso. O por lo menos, eso fue lo que pensé. El jueves, tres días después del anuncio (de la muerte… eww) me desperté de la manera usual, de espaldas y a la izquierda de las líneas amarillas de la calle Henderson, con el calor de un motor del autobús que pasaba sobre mi cabeza. No era “ese” autobús, obviamente. El que me mató probablemente todavía estaba siendo reparado, o fuera de servicio, o cualquier cosa que hagan ahora con los vehículos que están mal. Tosí y me senté, agitando lejos el humo del tubo de escape. Lo sé, es raro ¿verdad? No pulmones, no respirar, no cuerpo; pero bueno, lo que sea. Yo no hice las reglas, yo solo estoy aquí… más o menos. Me puse de pie justo a tiempo para que el Land Rover de Ben Rogers (su padre es el dueño de la concesionaria, que suerte) pasara a través de mi. Me estremecí, pero no me hice daño. En estos días ya nada lo hacía, pero tomó un tiempo acostumbrarme a eso. Ben, obviamente, no se dio cuenta de nada y siguió charlando con el teléfono presionando en su oreja. El no podía verme, nadie podía. Si parezco bastante tranquila sobre todo esta cosa de estar muerta es solo porque he tenido unos días para acostumbrarme. ¿Las primeras veinticuatro horas? Definitivamente no fueron de lo mejor. Oye, si cualquiera alguna vez trata de tirarte ese cliché de que “no tenía idea que estaba muerto hasta que vi mi propia lápida”, te está mintiendo. En primer lugar, las lapidas toman meses. Especialmente esas italianas de mármol rosa con ángeles llorando en la

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parte superior. En segundo lugar, si despertar por tu cuenta con tu cuerpo blando y sin vida tirado en la calle no es suficiente, intenta llegar al hospital donde un doctor, de aspecto cansado y malhumorado, pronuncia la palabra “muerto” en la sala de emergencias, incluso si les estas gritando con todas tus fuerzas lo contrario. Si aun no estás seguro ¿Que tal cuando tu padre finalmente llega al frío y pequeño espacio en el sótano del hospital, donde la gente muestra una versión granosa y totalmente desfavorable de “ti” en televisión de circuito cerrado? Traté de hablar con él. Con mi padre, quiero decir. Él no podía oírme, cosa que no era totalmente nueva. Russ Dare solo oye lo que quiere oír, o al menos siempre dice que eso es lo que lo convierte en un buen negociador empresarial, o en un completo hijo de puta si escuchas a algunas personas. Sin embargo, esta vez no me estaba ignorando. Me di cuenta de que le molestaban las esquinas de los ojos, y entonces empezó a llorar. Mi padre, el que me había enseñado que “NO MOSTRAR EMOCIONES” era la primera regla para conseguir todo lo que quieres, estaba en ese pequeño cuarto con olor a antiséptico, con el rostro gris bajo su bronceado del campo de golf lleno de lagrimas brillantes, como vetas de plata bajo las luces fluorescentes. Fue entonces cuando lo supe. Incluso antes de que el dijera “Es ella” en un susurro ahogado que nada tenía que ver con su vozarrón normal. Yo estaba muerta. Tal vez no lo suficiente, después de todo, una parte de mi todavía estaba aquí y veía todo lo que pasaba. Sin embargo, era definitivamente mi cuerpo el de esa pantalla de televisión, cubierto por una fresca sábana blanca, viéndome más pequeña y frágil de lo que alguna vez me había visto a mí misma, y mi cabello todo enredado y pegado alrededor de mi cara. Ese había sido justamente el punto de quiebro de mi padre. A pesar de que la gente del hospital le había dado los formularios para firmar, el había preguntado una y otra vez “¿Alguien va a arreglar su cabello? Ella no… ella no parece… ella, ella lo odiaría.” Respiré profundamente (irónico, lo sé) y negué con la cabeza. Nada de eso importaba ahora de todos modos. En algún momento pronto, muy pronto, una gran y brillante luz va a brillar en la distancia y va a chuparme. Entonces viviría la vida, o alguna imitación de ella, en la playa de arena blanca, donde me podría broncear sin protector solar, tomar mojitos que sean no—virgen, y un sinfín de tiendas de zapatos de marcas en las que todo era gratis. Oye, ese es el cielo ¿verdad?, pero antes, sin embargo, yo quería ver todo lo que pudiera. Una niña solo muere una vez ¿sabes? Doblé la esquina del estacionamiento con mis pasos sin sonidos, y me di cuenta de que por primera vez, no podía esperar para llegar a la escuela. La gente siempre asume que el ser popular hace que la escuela parezca un gran

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patio de recreo. Esto muestra que tan estúpida puede ser la gente. Cuando eres la reina de la bienvenida tres años seguidos, co-capitana de las animadoras, y la primera asistente júnior del baile de promoción, hay ciertas responsabilidades y expectativas que deben cumplirse. La menor variante como, hablar con la persona equivocada, usar el mismo suéter que un friki en un extraño momento de conciencia de la moda, comprar una hamburguesa en lugar de una ensalada; puede hacer que vayas al olvido, o algo peor. Caso en cuestión: Kimberley Shae. Kim tenía todo a su favor, una familia adinerada, sin defectos en sus rasgos asiáticos, y un metabolismo que le permitía comer cualquier cosa y seguir siendo tan ligera como para mantenerse en la parte superior de la pirámide de las animadoras. Como la mayoría de nosotros en el circulo intimo, Kim se emborrachaba o lo pretendía, en todas las fiestas de Ben Rogers los fines de semana. Excepto, que por esta vez, Kim había bebido demasiado, o al menos lo suficiente para olvidar uno de los principios de ser una chica popular: beber lo suficiente para ser tonta y coqueta, pero no lo suficiente para ser estúpida y lujuriosa. Una persona captó con su teléfono con cámara lo que ella hacía, con su amor platónico de hace mucho tiempo, nuestro anfitrión Ben Rogers, detrás del árbol del espíritu de la escuela. Sí, todos los chicos hubieran matado por estar en el lugar de Ben, y ni una sola chica en la fiesta podría decir honestamente que no hubiera fantaseado haciendo lo mismo. (Ben ha sido considerado el chico más lindo de nuestra clase desde el tercer grado, y por consiguiente todas las chicas soñaban con conseguirlo). Pero ¿ser fotografiado? Eso es otra historia. Las fotos se distribuyeron en cuestión de horas y para el lunes a la mañana, Kim ya sabía que no debía sentarse con nosotros en la cafetería. Ella fue relegada a una de las mesas de segundo nivel. Nuestra cafetería sirve como un auditorio, con un gran escenario en la parte delantera de la habitación, por lo que hay niveles construidos. Cuanto más cerca estés del foso de la orquesta, el más pequeño y más exclusivo, estas en el nivel de los más populares. Había trabajado duro casi toda mi vida para mantener mi estatus en la mesa de boxes (un nombre horrible, pero no fue mi idea, así que no importa). Mi madre me enseñó, a su jodida manera lo que debía hacer. Mantener la ilusión de perfección, y ser la envidia de todas las chicas en la escuela tomó mucho tiempo y esfuerzo, pero valió la pena y me dio todo lo que quería. Quiero decir, durante mi velorio, por ejemplo. Yo nunca había visto a tanta gente de la escuela reunida en un solo lugar, que no fuera la escuela obviamente. Gracias a dios que mi madre había estado demasiado “angustiada” para asistir al servicio. Los arrebatos emocionales habrían estado bien, pero el vómito en los centros de flores… uhh no tan bien. De todos modos, alguien había conseguido brazaletes negros con mi nombre pintado en rosa, y los habían repartido. También trajeron muchas flores, y velas, y cajas de Kleenex. Gente que hago que no, pero realmente se quien es, como la

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chica gorda de pre-calculo que siempre lleva esos suéteres anchos feos que cree que la hacen parecer más delgada, se acercó y lloró por encima de mi ataúd. Bueno, como sea. Yo estaba ocupada oyendo sobre una foto permanente en mi memoria, en el salón principal, justo al lado de la vitrina de trofeos de béisbol y fútbol (Como una animadora, les puedo decir que en el fútbol americano apestamos, y si en la vitrina de trofeos hay algún trofeo de ese deporte, fue antes de 1933). Suena mal, pero para ser realmente honesta, me sentí aliviada de estar muerta. Al principio no, por supuesto. Después de superar el choque con la realidad, había estado bien enfadada por un tiempo. Por otra parte, el gasto del cuerpo durante la noche en la morgue tiende a producir un mal humor. Todo lo que podía pensar era en las cosas que me faltaban por vivir, ¿no mas helado con salsa caliente a escondidas? ¿No más besos o algo más que besos? Morí siendo una maldita virgen, y ese no era el plan. Pero entonces, a la mañana siguiente, cuando me había encontrado a mi misma yendo por la línea central de la calle Henderson, con el calor del sol en mi cara y el rugido del colectivo encima, me di cuenta de algo más. Todas las cosas que quería perder. Entre esas cosas había estado la universidad el próximo año, la construcción de nuevos seguidores, y la competencia con otras chicas en mi misma situación. Ugh, totalmente agotador. Ahora no tenía que preocuparme por eso. Mi popularidad se congeló para siempre en su punto máximo. Me sentía como si hubiese cruzado la línea de meta de una carrera que ni siquiera sabía que estaba corriendo. Me morí antes de poder arruinar mi vida, y de tener que ordenarla, lo que era algo genial. De todos modos, después del impresionante despliegue del luto de ayer, no podía esperar a ver lo que mis amigos harían hoy. Si mis compañeras animadoras, Ashleigh Hicks y Jennifer Meyer, tendrían tiempo para trabajar en la escultura de cera de mi cara que habían discutido ayer entre hipos y lágrimas. Empecé a andar más rápido, deseosa de llegar a la escuela y echar un vistazo a la sala principal antes de que sonara el timbre y todos empezaran a circular. Con todos los órganos que me atravesaron no podía evitar el sentir nauseas, y no podía esquivarlos a todos. La primera señal de que se venía algo malo, apareció antes de que yo llegara a la sala principal. A mitad de camino en el estacionamiento vi a Katee Goode, una estudiante de segundo año, aspirante a popular, (tercer nivel en términos de mesas en la cafetería) mirando a su alrededor antes de tirar la pulsera negra, y dejarla caer en la tierra. La pulsera se meció con el viento, antes de caer en la grava cerca de mis pies, para que yo pudiera leer: Alora Dare, descansa en paz.

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—¡Hey! —grité indignada hacia Katee, pero, por supuesto ella no podía oír el sonido de mi inexistente voz. Crucé los brazos sobre el pecho, ella iba a ser un bicho raro cuando se diera cuenta que era la única que no la usaba. Nunca conseguirá sentarse en la mesa de los populares. Hasta que vi a Katee unirse a su grupo de estúpidos amigos de segundo año, me di cuenta de que ninguno de ellos llevaba el brazalete también. Y el grupo de frikis de la banda (cuarto nivel, mejor que los frikis de matemáticas, pero no tan buenos como los frikis de ciencias, porque con estos se podía contar para hacer estallar algo) que venía justo detrás de los amigos de Katee, tampoco tenían el brazalete negro. Mi corazón comenzó a golpear un poco más lento, y una fría película de sudor cubrió la parte de atrás de mi cuello. Para estar muerta, sin duda, eso se sintió muy mal. Un sentimiento de horror total y absoluto. Me volví en círculos, solo para estar segura, y la grava estaba en un extraño silencio bajo mis talones. Pero no… no había una sola persona que llevara el símbolo de luto que ayer habían mostrado con tanto orgullo. ¿Cómo puede ser? Ignorando el instinto de mantener la calma y parecer aburrida, corrí hacia la entrada de la escuela, tratando de llegar al Círculo. Tres bancos de madera, donados por alumnos, habían formado una U alrededor del asta, y este era el dominio de mi gente. Primer nivel, todos los que se sientan ahí. El grupo popular había descansado ahí durante la mayor parte de la década, y esperaban la entrega de posesión al próximo grupo de jóvenes aspirantes. Los bancos fueron usados sin problemas por cientos de perfectos jóvenes, como Ben Rogers, y el asta de la bandera había sido testigo silencioso, de cientos de besuqueos antes de la primera hora. Todo esto se llevaba a cabo en frente de la oficina de los directivos, porque podíamos hacer eso. Nosotros éramos los “chicos buenos”. Deja que alguien que no sea nosotros intente cualquier cosa y él vería como la detención se deslizaba en vuelo hacia él. No estoy diciendo que sea justo, solo que es esa la forma en que funciona. Todo el mundo lo sabe. Llegué al Circulo casi sin aliento (si, lo sé, ¡muerta! Pero aun así…) y más cerca de la campana de lo que hubiese querido. Era más difícil de lo habitual darse paso través de la multitud de estudiantes deambulando hacia el edificio. Nunca me había dado cuenta de lo mucho que me importaba que la gente me reconociera y se apartara de mi camino. Lástima que se había acabado. Como los de último año, finalmente tuvimos cabida en los bancos, y mis amigos habían tomado su lugar usual. Ben Rogers estaba tendido de largo a largo en los bancos más cercanos al estacionamiento, su grupo de aspirantes

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a concubinas lo rodeaban. De verdad, todo lo que les faltaba era darle de comer uvas con las manos, y los grandes abanicos egipcios. No había brazalete en los brazos cubiertos con Abercrombie (marca de ropa) de Ben, pero por otra parte, no se había molestado en llevarlo ayer tampoco. Emprendí mi camino a través de las futuras conquistas de Ben para encontrar a Ashleigh y Jennifer, junto con Leanne Withaker, otra animadora estudiante de último año, acurrucadas cerca del asta de la bandera y enviándose una a la otra mensajes de textos con críticas de moda de los plebeyos en vaqueros de Target 1) y franelas sin nombre. Ellas tenían sus pulseras, por lo menos. Tragándome la urgencia de vomitar, me giré rápidamente, buscando el distintivo brillante cabello negro que pertenecía a mi mejor amiga y la cocapitana de las animadoras, Misty Evans. Después de un momento interminable, en el que mi corazón se hubiese parado si, ustedes saben, ya no lo estuviera, la encontré en el banco más lejano, mitad escondida por Leanne y los otros. Solo podía ver el hombro izquierdo de Misty y un lado de su cabeza, su cola de caballo se balanceaba mientras hablaba con quien sea que estuviese a su lado. Eso era suficiente, porque en el tope de su brazo izquierdo, pude darle un vistazo a una familiar tela negra y letras de color rosado. Con una sonrisa de alivio, me dirigí hacia ella, evadiendo con cuidado a Miles Stevens mientras caminaba de un lado a otro hablando con Ben y Leanne (quienes se reúsan a hablarse el uno al otro por razones desconocidas para el resto de nosotros), y luego eludí a Ashleigh y Jennifer, quienes decidieron deshacerse de Leanne y saltaron, riendo y chillando, en el regazo de Jeff Parker, casi aplastando su guitarra en su prisa por pretender ser sus fans. Ashleigh y Jennifer habían sido amigas desde el jardín de infancia, y ellas habían hecho todo juntas, incluyendo compras en juego, o al menos trajes de colores coordinados por un año completo. Dejó de ser tierno en séptimo grado, pero habían encontrado su propósito y se apegarían a él, no importaba que. Esa era solo una de las muchas razones por las que Leanne las llamaba las Gemelas Idiotas. En su cara. ¿Su respuesta? —Duh. No nos parecemos en nada. —Um sí. Leanne podía ser una perra, pero eso no la hacía estar equivocada. Como resultado, Leanne no estaba tan equivocada en muchas cosas. —Dios, Misty es una perra. Alona todavía no está fría—dijo Leanne a Miles, justo cuando pasé al lado. Me congelé ante el sonido de mi nombre. En ese 1 Target: Tienda por departamentos de USA.

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momento de distracción, Ashleigh con Jennifer a la derecha de ella, se lanzaron a través de mí; estaban tratando de que Jeff las persiguiera. La sensación de su muy sólido y cálido cuerpo pasando a través de mi robó mi aliento y golpeó mi estómago. Pero eso no fue suficiente para perderme la respuesta de Miles. El bufó. —Alona estaba fría antes de que estuviese muerta. —Es cierto. —Leanne le sonrió abiertamente, arrugando los ojos de su pecosa cara. Me los quedé viendo, atónita. Ninguno de ellos había hablado de mí así antes… al menos no en mi cara. No consideraría a Leanne incapaz de hablar basura cuando me diera la espalda, ¿pero Miles? Fui una de las que lo trajo al Círculo cuando era nuevo aquí el año pasado. Él era el único chico negro en nuestra escuela el cual no era un atleta. Él había sido miembro del club de ajedrez, por el amor de Dios, antes de salvarlo. No es que fuese del todo desinteresado o algo así. Él me ayudaba con trigonometría, y en el proceso, descubrí su capacidad de expresar malos comentarios acerca de toda la escuela. Incluyéndome a mí, por lo que se ve. Dios, ¿que más estaría diciendo acerca de mí? —Idiota ingrato —dije con incredulidad. Años de costumbre me tenían yendo directamente a Misty a decirle lo que había oído, antes de que dos cosas obvias me golpearan. Primero, Misty no me escucharía. Segundo, el chismorreo de Leanne y Miles acerca de mi había comenzado como un insulto hacia Misty. Leanne la había llamado zorra, algo que Misty negaría, a pesar de sus relaciones de una a dos semanas con los chicos de la fraternidad de Milliken, la universidad de la ciudad. Los chicos de la preparatoria no valían la pena ni el esfuerzo, de acuerdo con Misty. No podía imaginarme que haría que Leanne la insultara así a ella. No es que hubiera ningún chico universitario aquí o que estuviese interesada en uno de ellos, si estuvieran aquí. Pero entonces, cuando finalmente me dirigí hacia Misty, todo se aclaró. La pulsera de Misty con mi nombre en ella se destacó nítidamente en la camisa de manga larga blanca debajo del top del uniforme de animadora. Su brillante y negra cola de caballo (acondicionada con mayonesa y enjuagada con cerveza, ella solía recomendármelo) todavía se mecía con su movimiento. Pero ella no estaba hablando. Se estaba besando. Con mi novio. —¡Misty! —chillé. Por supuesto, ella no reaccionó. Simplemente se mantuvo besando a Chris en frente de toda la escuela. Un día después de mi funeral. No sabía si me hacía sentir mejor o peor, pero él, también, estaba usando la pulsera.

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Misty lucía exhausta con ojeras en sus ojos, y su máscara de maquillaje se había secado en las mejillas en largos rastros de lágrimas. Pero ellos se estaban besando. —¿Crees que Alona sabía acerca de ellos? — le preguntó Leanne a Miles, sus palabras emanaban hacia mí—. Me refiero, he escuchado que por eso fue que ella se arrojó en frente del bus. Ella lo supo y no pudo afrontarlos a ellos y a todos los que lo sabían. —Yo no me arrojé en frente de nada —le grité a Leanne, aunque no podía apartar mi mirada de Misty y Chris—. Fue un accidente... —Me quedé esperando a que ella los viera, y viniera aquí a hacer un escándalo. —Leanne hizo una pausa. —Ahora, habría sido algo, ¿verdad? — Su voz tenía tanto una gran decepción como un placer maligno. —Por favor, Alona no veía nada excepto a Alona —dijo Miles. Llevada a mi límite, me alejé de Misty y Chris, sintiendo como si fuera a vomitar. No parecía probable considerando que realmente no había comido nada en tres días, pero no iba a apostar en contra de eso, dado cómo estaban yendo las cosas. Un sudor frío cubría mi piel, y mi estómago tambaleó alarmante. Tragué fuerte. —¿Por qué más estaría corriendo de la escuela en medio de la hora cero? — continuó Leanne. —¡Cállate! —Me incliné, con los brazos acunando mi estomago, y me di cuenta de podía ver a través de mis piernas. Así, completamente a través de ellas, como si no estuviesen allí. De las rodillas hacia abajo, comencé a desaparecer. —¡No! —aullé. Esto no era justo. ¿Ahora estaba siendo llevada? ¿Por qué no ayer cuando podía haber muerto, o cruzado, o lo que sea, en felicidad? Y aquí no había ninguna luz blanca… ¡en ningún lado! —Tal vez ella olvidó su rímel de repuesto y tuvo que correr por él —ofreció Miles, con una burla en su voz. Levanté mi cabeza para fulminarlo con la mirada. Le había dicho acerca de mi teoría del maquillaje de repuesto en confidencia. Leanne se río disimuladamente. Traté de correr, de irme de allí, pero mis piernas, mitad desaparecidas como estaban, no funcionaban. Colapsé en la grava, viendo la línea de invisibilidad que subía desde la parte inferior de mis pantalones cortos. A este ritmo iba a desaparecer en menos de un minuto.

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Incapaz de ayudarme a mí misma, volteé mi cabeza para ver a mi ex-mejor amiga enredando lenguas con mi ex-novio, algo que al parecer no era un nuevo acontecer, aparentemente. ¿Por cuánto tiempo ellos habían estado relacionándose? ¿Por cuánto tiempo se habían reído de mí? Misty sabía casi todo de mí, cosas que no quisiera que nadie JAMÁS supiera. Ella era la única persona que le había permitido ir a mi casa por años. ¿Ella le había dicho a Chris todo acerca de mi? ¿Se había burlado Leanne de mí a mi espalda todo este tiempo? Y lo peor, ¿y si la gente sentía pena por mí, Alona Dare? Lágrimas calientes rodaban en mis mejillas, pero cuando estiré las manos para quitarlas, no había mano. —No, no, no. Esto no es justo. Esto es pura mierda. No me lo merezco. ¡Hice todo bien! —Sollocé, perdiendo el control completamente. Llorar arruinaba mi maquillaje, sin hablar de las cascadas eventuales de mocos con las que tenías que lidiar, por lo que no me permitía derramar una sola lágrima en compañía de esa gente. Pero ninguno de ellos podía verme, y nunca los volvería a ver a ellos, así que qué importaba, ¿cierto? La campana sonó, y todo el mundo alrededor de mí se revolvió para agarrar sus mochilas, bolsos y guitarras. Luego caminaron directamente a través de mí en su camino hacia la puerta. Primero, Jeff, quien fue rápidamente seguido por Ashleigh y Jennifer (cuyos minúsculos bolsos no tenían ni un espacio para tener ninguna clase escultura de cera, no importa cuán pequeña). Luego Ben se paseó con un brazo alrededor de las dos estudiantes vírgenes de primer año elegidas para el sacrificio. Leanne en realidad se paro en frente de mí y chequeó su lápiz labial en el reflejo brillante de la superficie de su teléfono. —Perra —escupí. Chris y Misty, agarrándose de la mano, no caminaron a través de mí, pero solo porque ya estaban cerca de la puerta. Y además, ¿no habían caminado ya sobre mí lo suficiente? Con solo mi cabeza, observé como la escuela entera desfiló a través de mí, riendo, bromeando y preocupada por concursos pop como si nunca hubiera existido. Como si no hubiera muerto trágicamente TRES días atrás. —Este es el infierno. Este debe ser el infierno —dije, con voz nasal y trabada por las lágrimas. Como para confirmar ese hecho, Will Killian, el mayor perdedor bicho raro de todos los tiempos, me miró directamente y sonrió mientras deambulaba, justo por delante de sus amigos fumadores de hierba. —Hey —grité, furiosa. ¡Como si tuviera el derecho de reírse de mí! Incluso muerta era más popular que él. Él era material perdido, con la piel tan pálida que prácticamente brillaba, y pantalones y enmarañado cabello negro que caía en frente de sus pavorosos ojos azules. De verdad, ellos eran muy pálidos,

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eran casi blancos. Y, o sea, él actuaba como un loco, siempre usando audífonos y poniéndose la capucha de su sweater, incluso dentro del edificio. Los rumores decían que pasó un verano en un hospital mental en algún lado. No había un nivel de popularidad lo suficientemente bajo como para indicar a donde él pertenecía. ¿Y se estaba riendo de mi? Killian apartó la mirada rápidamente, encorvando los hombros en su camiseta y mirando al suelo, con su habitual comportamiento antisocial, psicópata en entrenamiento. Espera… espera. Hay algo acerca de eso… Fruncí el ceño, aunque estaba bastante segura de que mi boca se había ido, y mis pensamientos estaban difusos. Si él se reía de mí, eso sólo podría significa que él podía verme. Y eso significa...

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CAPÍTULO 2 Will Killian

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Traducido por Gabrii y KaThErIn Corregido por Sera

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eírse de los muertos nunca es una buena idea. Pero no podía evitarlo. ¿La gran Alona Dare, reducida a una sorbe-mocos llorona? ¿Con qué frecuencia llegas a ver cosas como esas?

No a menudo. A menos que, por supuesto, fueras yo. Afortunado, afortunado de mí. Pero también era yo quién, por encima de cualquier otra persona, debería haber comprendido que reírse de alguien siempre venía con un precio del karma. Sr. Killian. El Director Robert “Sonny” Brewster me saludó tan pronto como mis pies atravesaron el umbral de la escuela. Me alegro de que pueda unirse a nosotros hoy. A pesar de que parece que está llegando tarde… otra vez. No llego… protesté. Brewster señaló hacia el techo, y, como si él lo hubiera deseado, la campana tocó. Tarde mascullé. Detrás de mí, Erickson y Joonie se apresuraron para atravesar la puerta hacia la clase, dejándome para enfrentarme a Brewster otra vez. Joonie me dio una mirada de disculpa sobre su hombro, pero no la culpé a ella ni a Erickson. Estaban más que contentos con que él haya decidido enfocarse en mí y dejarlos solos.


Después de todo, ellos estaban igual de retrasados que yo, pero aparentemente, no hicieron estallar “el detector friki” de Brewster, como él solía llamarlo, como lo hice yo. Me di cuenta que eso era difícil de creer, considerando el número de piercing que Joonie llevaba en la cara y lo inyectados en sangre que tenía los ojos Erickson. Pero, por alguna razón yo era el favorito de Brewster. Brewster sonrió, una expresión que no hizo nada para suavizar la dureza de su cara y la línea brutal de su corte de cabello. Él era un total exmilitar, ése era Brewster. Oh, y no se olviden de su homofobia reprimida, su testosterona impulsando la violencia, y su siempre-duro reglamento de seguir las reglas porque son las REGLAS. Creo que es hora de tener de nuevo una conversación sobre su futuro, Sr. Killian. Él puso sus manos a su espalda y se meció en sus talones. ¿Otra vez? La gente está empezando a hablar. Una de sus manos se liberó, cogiendo el hombro de mi sudadera y presionando la tela en su puño. Tropecé cayendo sobre él debido a la fuerza de su agarre. Sus ojos oscuros brillaron con furia y avidez. Adelante le dije. Si me golpeaba, sería despedido. Él lo sabía. Todo el mundo lo sabía. Ya tenía un par de quejas en su contra debido a su temperamento. ¿Y qué si sólo estaba brindándole un poco de ayuda? Mi vida sería mucho más fácil si él se iba. Él me soltó y limpió su mano en su chaqueta, como si tocarme le hubiera cubierto de suciedad. A mi oficina, ahora. Él se dirigió a través del salón hacia las oficinas administrativas sin ni siquiera comprobar si le estaba siguiendo. Era tentador plantarle y dejarle sentado a solas, pero sólo me quedaban un par de semanas. Solo veintiocho días más, y tendría dieciocho años y sería un graduado de la escuela secundaria, ambas condiciones me servían para tener acceso al poco dinero que mi padre y la abuela dejaron para mí. Una vez que tuviera eso, me iría de aquí, con destino a algún lugar con pocas personas, y por consiguiente, menos fantasmas. Como alguna isla desierta… o a Idaho. Si el Sr. Brewster me suspendía, sería el fin de todo mi plan. Entonces, le seguí, como me lo había ordenado. Tan sólo me tomé mi tiempo en ello. Mira, aquí está la mierda sobre la escuela secundaria, y créeme, he tenido mucho tiempo para pensar en esto. Los maestros, los padres, los orientadores… todos ellos están siempre cantándote la misma mierda de que ser diferente está bien, tan sólo ser tú mismo. No cedas a la presión y bla, bla, bla. La

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verdad es que, sólo está bien ser uno mismo si estás dentro de un rango aceptable de ‘normalidad’. ¿Johnny a ti te gusta el futbol en lugar del baloncesto? Bien, de acuerdo, supongo, siempre y cuando aún te sigan gustando los deportes. ¿Qué es eso, Susie, quieres llevar puesto el suéter azul en lugar del rojo? Sabes que todos estamos expresando individualidad… siempre y cuando mientras sea un suéter. ¿Cómo pueden esperar que creamos que está bien ser diferente cuando incluso los adultos no lo creen? Solamente porque los chicos populares, llamados los chicos de primer lugar lucen "normales" y dicen las cosas "correctas", nadie debe mirarles dos veces ni cuestionarles. Ben Rogers es el que suministra hierba a la mayoría de la escuela, ¿pero alguna vez le han registrado? Sólo este año, he sido llamado a la oficina de Brewster doce veces y tengo que soportar que registren mi casillero una vez a la semana. Brewster estaba esperándome en la puerta de su oficina personal cuando finalmente logré llegar al escritorio de la secretaria. Podía ver el músculo de su mandíbula temblando desde donde estaba parado. Asentí hacia la Señora Piaget, la secretaria de la escuela, quien me sonrió pero rápidamente apartó la mirada. Siempre sentía pena por mí, probablemente debido a que había visto todas las notas en los últimos años de citas con el médico y mis diversas enfermedades, pero aún así, sabía que no podía desafiar al Sr. Brewster. Brewster cerró de golpe la puerta tan pronto como entré, casi cortando mi hombro durante el proceso. La mochila. Exigió con su mano hacia afuera. Oh, por favor. Resistí el impulso, apenas, de reírme de él. Hace mucho había aprendido que las mochilas eran, para todos los efectos, consideradas como propiedad de la escuela. Nunca encontrarías nada ilegal en la mía. Deslicé mi mochila de mis hombros y se la di, para luego sentarme en una de sus sillas azules de visitantes frente a su escritorio. ¿Quién dijo que podías sentarte? preguntó. Me encogí de hombros y no me moví. Él estaba mucho más interesado en pillarme con algo ilegal en la mochila que forzar el tema de mi inmediata acción de sentarme. Había pasado ya por esta rutina las suficientes veces como para saberlo. Brewster abrió la cremallera de la bolsa y echó su contenido en la inmaculada y pulida superficie de su escritorio de madera. Debido al brillo de aquella

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superficie, Brewster no había despejado las dudas sobre su grave frustración sexual. Me recliné en la silla, balanceándome en ella solo sobre dos patas. ¿La pule usted mismo? Eso debe tomarle un montón de acción para su muñeca. Su mirada fulminante cayó sobre el montón desarreglado de carpetas, papeles y los libros para después medir mi expresión. Abrí mis ojos, luciendo mi mejor cara de inocencia. ¿Qué? Hace mucho tiempo aprendí a dominar con maestría el arte de mantener en privado mis verdaderos sentimientos. Confía en mí, ves a los muertos caminar a tu alrededor, aprendes a no gritar, reírte, o joderla rápidamente. ¿Se cree inteligente, Sr. Killian? Me encogí de hombros. Particularmente, no. Sabía que eso le fastidiaba, sin embargo, porque había visto mis notas. Treinta y dos de treinta y seis en la prueba ACT del año pasado, y había sobrepasado la curva normal en todas las pruebas estandarizadas que podían ofrecerme. No podía evitarlo, era uno de los muy pocos beneficios de mi don. Después de todo, no era difícil recordar historia cuando estaba rodeado de personas que lo habían vivido, y los fantasmas que rondaban por la escuela a menudo estaban tan aburridos para leer por encima de tu hombro y hacer tu tarea en voz alta junto a ti, incluso aunque nadie les pudiera oír. Nadie, excepto yo, por supuesto. Sólo te queda un mes aquí y después irás al mundo, mucho más allá de mi alcance. Él comenzó a rebuscar en mis cosas, como si estuviera buscando algo. Tío, no hay nada que puedas encontrar, debí haberle dicho. Y aún así, Sr. Killian, me sentiré un fracaso como educador. Oiga, no sea tan duro con sí mismo, Sr. B., todo el mundo falla a veces. No podía creer que él estuviera dándome esto. Algunas personas más que otros, sin embargo, supongo. Él presionó sus dientes, y los nudillos de su mano agarrando fuertemente mi libro de física se volvieron blancos. Me sentiré como un fracasado si no sale de aquí sin al menos una lección aprendida. Dejó caer el libro en su escritorio y volvió a buscar en mi mochila, esta vez en el bolsillo pequeño del frente. Ah, aquí esta. Él dejó caer a mi iPod Nano en el escritorio con un estrépito sin cuidado, los diminutos audífonos cayendo detrás de él.

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¡Hey, cuidado! Puse la silla sobre sus cuatro patas otra vez con un golpe. El nano (la apodé Marcie tras ver a la chica lógica e inteligente de los dibujos animados de Peanuts) era mi vida en estos días. La lección es continuó como si yo no hubiera hablado, que no siempre puedes salirte con la tuya. Él cogió a Marcie, envolvió los auriculares a su alrededor, y lo deslizó en el primer cajón de su escritorio. No habrá música por una semana. No puede hacer eso dije inmediatamente. Las palmas de mis manos comenzaron a sudar, a arder debido a la falta de Marcie entre mis manos. Tengo una condición médica que… Oh, sí, Sr. Killian, lo sé todo acerca de su… “enfermedad“. Él sonrió contento por haber conseguido una reacción de mí parte. Visita dos veces a la semana a su psiquiatra, durante las horas de escuela, ni más ni menos. Tiene permiso de dejar las clases cuando lo necesite. La música le es permitida durante sus clases para que las “voces” él movió sus manos cerca de su cabeza, no le molesten. Pero ¿sabe lo qué pienso? Él cerró el cajón y con un chasquido sacó un llavero del interior del bolsillo de su chaqueta. Eres una mala semilla. En algún punto, descubriste qué era muy fácil engañar a todo el mundo a costa de la vida con tu “discapacidad“. Él separó una pequeña llave del resto en el llavero y cerró el cajón. Pero no me engañas. Sin Marcie, estaba frito. Los fantasmas hablaban todo el tiempo, aún cuando sabían que nadie escuchaba. El ruido que hacen es apabullante, sin mencionar el esfuerzo que me requiere no responderles. Repentinamente, no podía respirar. Ir a clases, caminar por los pasillos sin mi música… estaría hecho un ovillo en una esquina en algún lugar antes de que la primera hora terminara. La semana en que no tuve a Marcie, para que le reemplazaran la batería, mi madre casi había firmado los papeles de entrega en el acto. No podría dejar que eso ocurriera. Tenía que arriesgarme con Brewster. Brewster negó con la cabeza. Has sido muy mimado en casa y eso ha permitido que tu imaginación sea libre. Si tu madre te hubiera enviado a la academia militar como a mi… ¿Al igual que su abuelo envió a su padre a la academia militar, con la esperanza de sacar la fantasía de él? pregunté, sin poder creer que las palabras hubieran escapado a pesar de que lo había jurado. Realmente debería haber dejado a Marcie fuera de esto. La cara de Brewster se puso pálida y después roja.

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Me tensé en mi asiento pero mantuve mi voz firme. Surtió efecto por un tiempo continué. Hasta que su madre murió y él se retiró a Florida donde conoció a este agradable vecino, Charlie… Brewster ni siquiera se molestó en levantarse de su escritorio. Salió de su silla, y su mano se extendió hasta dar con mi garganta. Me aparté de un empujón de la silla en el mismo instante, y sus dedos solo atraparon aire, nada más. Puedes oírme. El fallecido abuelo Brewster, joven de nuevo y vestido con su uniforme de la Segunda Guerra Mundial me miró boquiabierto desde su asiento pulido junto al escritorio. Su cigarrillo sin filtro, aun encendido, cayó de su boca hacia el piso y rodó junto a mi pie. Ignoré al abuelo Brewster y a su cigarrillo, debido a mis constantes visitas hechas a esta oficina. El abuelo Brewster siempre rondaba esta oficina la mayoría de las veces, hablando con su nieto favorito, mientras deseaba—en voz alta—haber hecho las paces con su padre cuando aún había tenido tiempo, algo que nunca tuvo, mientras que estuvo vivo. Esa era la clave con los muertos. Ignorarles lo suficiente, para que se den por vencidos. Oh, ellos no dejaban de hablar nunca, pero siempre esperaban una respuesta tuya, esperando que les escuches por pura suerte. Tú pequeño retardado pervertido  escupió Brewster . Tú no sabes nada. Mi padre fue un buen hombre. Rodeó su escritorio dirigiéndose hacia mí. Me tensé, listo para moverme, mientras fingía un encogimiento de hombros. Estoy seguro de que lo es. Y probablemente se desilusionaría horrendamente de oír que su hijo fue despedido por haber intentado estrangular a un estudiante. Brewster se congeló. ¿Qué piensas que estás tramando, hijo? El abuelito Brewster me preguntó. Se había recuperado lo suficiente de su shock como para levantarse de su aparador y ponerse frente a mí. ¿Estás entrometiéndote con mi Sonny de esa manera? Miré hacia los ojos de Brewster sin sobresaltarme. Devuélvame mi música, y nada de esto ocurrió.  Fue mi mejor apuesta, pero él ya me había acorralado contra una esquina.

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Su mandíbula se presionaba con furia, y pude ver que él estaba analizando las alternativas. Nadie vio nada. No hay marcas en ti. Será mi palabra contra la tuya. —Es verdad —dije, fingiendo considerar la posibilidad—. Pero desde ese punto, me pregunto si tomaría mucho más que palabras para convencer a la junta escolar. He escuchado que fue una estrecha votación la última vez. Brewster me miró hacia abajo, pero me negué a mirar a otro lado. Entonces, el olor acre de algo quemado me llegó a la nariz. Automáticamente miré hacia el piso, buscando el cigarrillo del abuelo Brewster, y encontré el borde de goma de mis converse ardiendo, una delgada llama azul chapoteó a un lado. —Mierda. —Salté, girando mis pies contra la alfombra para apagar el fuego. —¿Mirarás eso? —dijo el abuelo Brewster con una nota de temor en su voz—. Estaré maldito. —No es broma —murmuré. Con el humo de mis zapatos disminuyendo, me detuve el tiempo suficiente en mis extinguidos esfuerzos para moler el cigarrillo bajo mi talón. Un cigarrillo que el director Brewster no podía ver. Me detuve y miré por encima para encontrarlo mirándome, con el disgusto propagándose a través de su cara. —Patético — se burló Brewster—. ¿En realidad piensas que voy a caer por tu acto “loco“? —Por supuesto. Desde su perspectiva, yo me había levantado de un salto desde mi silla para arrastrar mi zapato contra la alfombra sin razón aparente. La historia de mi vida. Brewster negó con la cabeza. —No le digas al consejo escolar nada que desees. Nadie va a creerte. Desafortunadamente, tenía razón sobre eso. Yo tenía un ligero problema de credibilidad estos días. —Podría llamar a mi mamá. —Hice una mueca de dolor interiormente. Dios, no había forma de pronunciar esa oración con cualquier tipo de dignidad. —Si lo haces, sabrás que ella te sacará de aquí en un instante y se deshará de ti en el manicomio. —Su mirada se agachó a mis pies y la alfombra. Sólo el abuelo Brewster y yo podíamos ver las marcas de las quemaduras. El daño de mi zapato era suficientemente real en este mundo, pero a menos que alguien tocara el caucho derretido sobre el lado de la planta del pie comprobaría que todavía estaba caliente y recientemente quemada, esto podría haber pasado en cualquier momento—. Estoy empezando a pensar que allí es donde perteneces.

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—Entonces déjame tener mi música de vuelta. Ella.... ayuda. —Eché un vistazo rápidamente al abuelo Brewster, quien todavía estaba parado junto a mí, en silencio por una vez, mientras miraba nuestro intercambio. Eso no podía ser bueno. Brewster sonrió, una expresión que yo había aprendido a temer. Se giró (¡Dio media vuelta!) y se dirigió a la puerta de la oficina, abriéndola. —¡Sra Piaget! —ladró. Algo se estrelló, y escuché el sonido de lápices y bolígrafos traqueteando mientras golpeaban el escritorio y rodaban encima del piso de linóleo. —¿Uh, si señor? —Escriba al Sr Killian un pase para su clase. Dígale a su profesor de la primera hora que él no debe tener ninguna clase de distracción durante clase, incluyendo música. Luego asegúrese de que el resto de sus profesores lo sepan también. —Pero, señor, él tiene… —Eso es todo. —Él cerró la puerta con un chasquido. —Podría faltar a clase —señalé mientras regresó detrás de su enorme escritorio. No era como si nunca lo hubiera hecho antes. Yo aún gestionaba un 3.4 GPA. —Podría recomendar la expulsión —dijo él. El Dr. Miller, mi psiquiatra, estaría emocionado. Eso le daría justo la excusa que necesita para hacer los arreglos más permanentes que él sentía que necesitaba “para estar seguro”. Traducción: un constante goteo de litio y un niño que come grava como mi compañero de cuarto. —¿Cuál es su problema? —exigí—. Yo nunca le he hecho nada. —Hasta ahora, obviamente. Pero él había mantenido su rencor desde el primer instante que lo conocí. —¿No es eso obvio, Sr Killian? —El empezó a empujar mis libros, cuadernos, y carpetas de vuelta a mi mochila de cualquier forma, arrugando páginas y rasgando el papel—. Usted es un insulto para cada estudiante aquí haciendo un verdadero esfuerzo. Eres una mala influencia de otra forma responsable y del buen comportamiento de los niños, como de la joven Señorita Tunner. Me sentí golpeado a la mención de Lily, pero me negué a mostrarlo. —Eso fue en una fiesta de primer nivel. —De ninguna maldita forma estaba allí. Ella tampoco debería haber estado allí. Brewster me ignoró —Por no mencionar, eres una interrupción y una distracción con todas tus “necesidades especiales”.

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—¿Usted les dice eso a todos los chicos enfermos? Se detuvo, sintiendo problemas desde una nueva dirección. En las escuelas públicas no era permitido discriminar… por ninguna razón. —Usted no está enfermo Killian. Está en problemas, quizás, y desesperado por la atención de cualquier forma que pueda obtenerla, incluyendo la manipulación hacia su madre y excavando a través de mi basura para averiguar sobre mi vida personal. Pero no está enfermo. Puse los ojos en blanco. ¿Por qué las personas siempre piensan que era basura? Cómo si ellos no se hubieran dado cuenta de la cabeza de alguien en uno de sus botes de basura en la acera. No podría recordar cuántas veces había tenido esta discusión. —¿Qué posiblemente podría haber dicho que su padre es gay y... —Cree que es muy inteligente. Es mi trabajo enseñarle que no lo es, prepararle para el mundo real. —Él arrojó mi mochila ahora llena hacia mí, pero la atrapé antes de que golpeara mi intestino. —¿Y si estoy diciendo la verdad? ¿Alguna vez consideró eso? —Es sólo un montón de disparates que te ha vendido ese curandero al que tu madre te lleva. En realidad, el Dr. Miller me había diagnosticado esquizofrenia una enfermedad real que estaba en el libro de medicina y todo, pero eso no era lo que estaba mal conmigo. Las voces que escuchaba y las cosas que veía… eran reales, a pesar de que nadie más podría verlos. Hasta donde yo sabía, la medicina no reconocía esa condición. La cultura popular lo hacía, gracias a los programas de TV como Medium y Ghost Whisperer (Jennifer Love Hewitt está buena, pero ese show apesta) y varias película. Pero trata de decir a uno de los tres siquiatras de adolescentes en la pequeña ciudad Decatur que ves gente muerta. Mira lo que pasa. Eso se llama un compromiso involuntario 24 horas al día. —Hemos terminado —Brewster salió desde atrás de su escritorio y abrió de golpe la puerta—. Ve a clase. Por mucho que odiara estar en su oficina, esto era más seguro que el vestíbulo o incluso el aula de clases. Cuantas menos personas vivas en el cuarto, menos muertos siguiendo. Aquí yo solo tenía al abuelo B. con quien tratar, pero fuera de aquí, yo estaría rodeado, envuelto, ahogándome en un mar de personas muriendo por ser escuchadas. Uno de ellos en particular, también parecía dispuesto a matarme para obtener su punto de vista, lo que fuera, al otro lado. La idea de enfrentarme a él sin Marcie o cualquier otra cosa que sirviera como una distracción hizo que mis manos se humedecieran de sudor. Si me

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encontraba aquí y ahora, expuesto así, yo sería afortunado si terminara en la sala de psiquiatría. —Mire, sólo me quedan unas pocas semanas aquí. —Enfocándome en una mancha blanca sobre el nubloso tejido de alfombra donde alguien había obviamente tratado de blanquear una mancha, forcé las palabras a salir, manteniendo mi mirada baja. No podría soportar verlo regodearse—. Yo quiero estar fuera de aquí tanto como usted quiere que me vaya. Solo déjeme tener mi música de vuelta. Por favor. —¿Significa mucho para ti, hmmm? —Sus zapatos de color negro reluciente, dentro de mi campo de visión, se balancearon sobre sus talones y luego otra vez hacia adelante. —Sí... —Hice una mueca y obligué a la palabra salir—. Señor. —Bien. Entonces las consecuencias de irte sin voluntad mantienen algún significado para ti. Miré hacia arriba del piso para mirarlo en shock. —Bastardo. —Ten cuidado, muchacho. —El abuelo Brewster murmuró junto a mi oído. Una sonrisa arrogante se extendió por el rostro de Brewster. Sin dejar de mirarme, él llamó a la oficina exterior de nuevo. —Señora Piaget, ponga al Sr. Killian un castigo después de la escuela también. —Oh... está bien. —Vino la distante y débil respuesta consternada. Hizo un gesto hacia la puerta abierta. —Es hora de recoger sus ganancias, sport. En el proceso de enganchar mi mochila sobre mis hombros de nuevo, me detuve en seco. De todos los estúpidos nombrecitos que podría haber elegido... —No me llame así. —¿Qué? —Brewster parecía confundido por un segundo antes de entender, junto con un brillo maligno en los ojos. Nunca le dé a un matón más municiones, lo sé, pero yo no podía permitir eso. Simplemente no podría. —¿Pasa algo con sport, sport? —El triunfo sonó en su voz. Él había encontrado un arma para llegar bajo mi piel, y lo ejerció con alegría. —No. —¿Por qué no... sport?

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Yo podría haberle dicho la verdad, que había sido el apodo de mi padre hacia a mí, y escuchándolo de él con tal desdén y condescendencia me hacía querer golpear su cara. Pero eso sólo le habría dado más que trabajar. También podría haber ido al los derechos humanos, (soy una persona con un nombre, utilícelo), pero él no se preocuparía por eso. Así que, en vez de eso me fui por la ruta más directa. —No me llames así, o diré cosas que le harán desear que Dios haya convertido esa arma para tu servicio esa noche en vez de abandonarla en el río Sangamon. Su boca se movió sin poder hacer nada, pero surgieron palabras. Brewster casi se había matado a sí mismo hace unos treinta años, unos pocos años después que él volviera desde Vietnam, un joven hombre que había visto y hecho demasiado en una selva a medio mundo de distancia. A tiempo él descartó su pistola sobre el río, avergonzado sobre el hecho de que él hubiera incluso pensado en suicidarse, un acto cobarde es una salida. Su abuelo, muerto sólo un par de años antes en ese momento, había estado justo al lado de él todo el tiempo. Los muertos ven todo, hombre, tanto si lo quieres como si no, y me dicen mucho de ello, incluso si no saben estoy escuchando. —Eso no es nada de lo que deberías estar hablando, muchacho. —El abuelo B. sonó alarmado. Lo ignoré y pasé junto a Brewster para recoger mi pase de castigo, y una simpática sonrisa de la señora Piaget en la oficina exterior. Estaba abriendo la puerta a la sala principal antes de que Brewster se recuperara lo suficiente para salir de su oficina, con los ojos desorbitados, las manos apretadas a los costados. —Vamos a ver como sobrevives al resto del año sin tus privilegios especiales, pequeño friki —escupió, pero no llegó más cerca. Lo suficientemente bueno para mí. —¡Bob!— La Señora Piaget se giró para mirarlo. Sería un milagro si pudiera hacerlo una hora. Pero por lo menos, cuando ellos me llevaran, él no estaría llamándome sport. Asentí con la cabeza. —Estás dentro.

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CAPÍTULO 3

Alona

Traducido por MariPooh y Eileithyia793 Corregido por Mona

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a superficie debajo de mí se sentía más dura que mi cama y ni de cerca lo suficientemente suave para ser una nube. Estiré una mano sin necesidad de abrir mis ojos y mis dedos rozaron algo... ¿era grava?

Abrí mis ojos. Estaba —¿Dónde más?—- Justo a la izquierda de la línea amarilla de Henderson. No es un sueño, no es el cielo, justo de regreso donde había empezado. Muerta en el medio del camino. Me senté, tragándome el impulso de empezar a llorar otra vez. Quiero decir, estaba atrapada en el infierno, ¿no? Condenada a vivir, sin ser vista ni oída, mientras que mi mejor amiga sale por ahí, va a la universidad y finalmente se casara con mi novio. Sólo la idea hizo que me dieran ganas de acurrucarme como pelota ahí en la mitad del camino. Así que lo hice, descansé mi mejilla contra el asfalto caliente. ¿Qué? ¿Cómo si tuviera algún otro lugar para ir? ¿Como si alguien pudiera verme? Entonces recordé cuántas veces había visto chicos tontos escupiendo tabaco, por la ventana del coche en su camino a la escuela —¡Asqueroso!— y me cambié de calle. Detrás de mí, las canchas de tenis llenas con los sonidos de la vida, gente riendo, pelotas de tenis rebotando, y haciendo sonar la alambrada. Me di la vuelta, sorprendida. Era la clase de la Señora Higgins. Primera hora, clase de gimnasia, solía verlos marchando a través del campo de softbol desde las tribunas y mirando por la ventana por el total aburrimiento, deseando estar en cualquier parte, menos ahí. ¿Ya era la mitad de la primera hora? Así no es como las cosas funcionan normalmente. Durante los últimos tres días, cada vez que me sentía cansada —sí, esto ya había pasado— había ido a mi casa, me había acurrucado en el sofá del estudio de mi padre, y había cerrado los ojos. Y listo. Cuando abría los ojos eran otra vez las 07 a.m. —Me daba cuenta por los buses que pasaban—

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y yo estaba en el camino. Literalmente. Era como un botón de reinicio gigante que se presionaba cada día. Pero esta vez... No sabía qué pensar. Yo nunca me había “reiniciado” a mitad de la mañana antes. Por supuesto, nunca había desaparecido, tampoco. Me estremecí. ¿A dónde exactamente me había ido? Yo no podía recordar. ¿Importaba? En realidad no. Me había quedado atrapada aquí, eso estaba claro. Atrapada aquí e indefensa. Miré más allá de la cancha de tenis a la ventana donde la clase que yo presidia estaba sin mí. Ahora yo mataría por la oportunidad de estar aburrida por culpa del Sr. Klopinski. Por estar viva. Por tener a Misty a mis pies en frente de toda la cafetería. Entonces veríamos quien se ríe de Alona Dare. Nadie, es quién. Excepto tal vez por Will Killian. Con el ceño fruncido, me puse de pie y empecé a pasearme, justo a tiempo para que el asqueroso y desagradable Jesse McGovern pasara a través de mí mientras corría desde el estacionamiento a sus clases de perdedor en la escuela oficial de la ciudad. Ignoré el escalofrío, tratando de concentrarme en un vago recuerdo que luchaba por salir a la superficie. Recordé haber oído a las perras de Leanne y Miles hablar acerca de ver a Misty besando a Chris lo suficientemente claro. Después de eso, sin embargo, todo empezó a ponerse un poco borroso. La campana había sonado, y la gente comenzó a caminar hacia el edificio y, después... la sonrisa burlona de Will Killian y sus pálidos ojos azules aparecieron en mi cabeza. Él se había reído de mí. Él me miro y sonrió, deleitándose en mi miseria. Cualquier otro día me habría preocupado de que alguien como él se burlara de mí, pero hoy, todo lo que podía pensar era que para ello, tuvo que haber sido capaz de verme. Escucharme, incluso. Si Killian podía verme u oírme, tal vez otras personas también podrían. Tal vez yo no estaba realmente muerta. Al menos, no del todo. A pesar de que lo que vi en mi funeral indicara lo contrario. Yo los había visto bajar el ataúd al suelo y… sacudí la cabeza, lo cual llevó mi cabello a mi cara. No. No voy a pensar en eso ahora. Estar muerto y atrapado aquí para siempre sin poder hacer nada, no es justo. Tenía que haber otra explicación, y Killian probablemente sabría todo acerca del, monstruo que era. Todo lo que tenía que hacer era conseguir que me lo dijera. Demasiado fácil. Después de todo, podía verme, ¿verdad? Raro o no, Killian era todavía un chico. Pasé mi cabello sobre mis hombros, halándolo hacia abajo. Después de un rápido segundo acomodé mis shorts de vuelta en su lugar, —evidentemente, ser golpeada por un autobús te deja con una sola

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muda casi permanente— estaba lista para ir. No podía hacer nada con las manchas que iban en diagonal a través de mi camisa blanca, aunque las odiaba, y mi lápiz labial M•A•C favorito probablemente todavía estaría en el casillero que compartía con Misty. Si ella no lo tomó para ella, también. Me veía bastante bien para ser una chica muerta, por lo que me lo dije a mi misma. No es que pudiera ver mi reflejo ni nada, pero cuando me desperté por primera vez aquí hace unos días, me revisé inmediatamente los brazos y las piernas por cortes o huesos salidos y cosas asquerosas por ese estilo. No encontré nada más que algunas contusiones y rasguños que desaparecieron, al día siguiente. Revise mi cara cuidadosamente con la yema de mis dedos, aparentemente estaba en perfecto estado también. Al parecer, según el forense, había muerto de lesiones internas masivas. Pero nada que se pudiera ver por fuera. Impresionante. Killian no tenía ninguna posibilidad. Por segunda vez hoy, me dirigí por el borde de las canchas de tenis hacia el edificio escolar. Por desgracia, esta vez no llegué más cerca que la primera vez. Las puertas dobles, con grandes vidrios y varillas metálicas enroscadas entre los paneles, bloqueaban la entrada principal. Normalmente estaba abierta cuando todos llegábamos aquí por la mañana, pero ahora que las clases del día empezaron, el director Brewster había bloqueado todo. Tanto como para mantener a un psicópata alejado, sin importar los que están entre los estudiantes que están encerrados. Tomé la perilla de la puerta, para ver si la puerta estaba abierta y mi mano pasó a través de esta. Tiré de mi mano y la acuné en mi pecho hasta que la sensación de hormigueo y frío se fue. Esto no tenía sentido. Los coches y la gente pasan a través de mí, sí, pero puedo caminar y pude sentarme en una silla en la funeraria, de pronto las puertas delante de mí parecían más y más grandes. ¿Qué…? Miré hacia abajo y vi que mis pies se hundían la acera, como en la playa cuando entierras los dedos de los pies y las olas dejan más arena sobre ti hasta que sus pies parecen haber desaparecido. Sólo que esto era algo real. ¡Oh, no, no, no! Cerré los ojos con fuerza. El suelo es sólido, el suelo es sólido. Seguí repitiéndome a mí misma hasta que sentí, de nuevo el hormigón debajo de mis pies. Abrí un ojo para comprobar y, efectivamente, estaba otra vez de pie en el suelo, en lugar de enterrada en él. Desgraciadamente, mis zapatos y

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calcetines no traspasaron el suelo. Mis uñas de los pies, pintadas de un morado intenso, brillaban hacia mí, bajo una ligera capa de polvo. Genial. Como sea. Por lo menos había aprendido algo. "El suelo es sólido, pero la puerta no lo es”. El suelo es sólido, pero la puerta no lo es. Di un paso hacia adelante, dispuesta a sentirme como una idiota cuando mi cabeza golpeara con el cristal. En cambio, la sensación de hormigueo frío que había sentido en mi mano cuando pasó a través de la perilla y recorrió todo mi cuerpo. De repente, estaba del otro lado de la puerta, en el pequeño vestíbulo recalentado que hay entre las puertas exteriores y las interiores, de pie sobre la alfombra de goma que habían dejado desde el último día de lluvias. ¡Sí! Finalmente algo sucede como quiero. Siguiendo la misma técnica, caminé hacia el segundo juego de puertas, y en cuestión de segundos, me encontré descalza sobre el linóleo frío de la sala principal. "¡Muy bien!" Tomé un segundo para bailar por ahí como una idiota, sacudiendo mi cabello de la misma forma que mi amiga traidora y yo hacíamos cuando éramos sólo nosotras, haciéndonos las estúpidas y viendo videos en MTV2. De algún modo, haciendo lo que queríamos hacer sin preocuparnos de que alguien viera lo que era una especie de descanso. —Me alegra ver que alguien está teniendo un buen día —dijo una voz taciturna desde algún sitio a mi izquierda. Di un salto y me volví para ver a un conserje, vestido con un mono azul oscuro, acercándose a mí despacio mientras empujaba uno de esos cubos con ruedas. El colegio estaba construido con forma de H. El hall principal, donde yo me encontraba, estaba en el segmento central de la H. El conserje venía del segmento de la izquierda, donde estaba la biblioteca y las aulas de inglés. —¿Puedes verme? —susurré, casi negándome a creerlo. —Claro que puedo verte —dejó de hablar para poner la fregona en el escurridor de la parte de arriba del cubo y apretarla. El agua salió sucia y asquerosa—. Estás dejando huellas en el suelo que acabo de limpiar. Me volví para mirar al suelo que estaba detrás de mí, pero lo único que vi fueron azulejos relucientes. —Eh, vale, lo que sea. —Sacudí la cabeza—. Si puedes verme, también, eso quiere decir que no debo estar muerta. Al menos, no del todo ¿no? —Me balanceé en las puntas de mis pies, expectante. Olvidando el hecho de que estaba hablando con el conserje –¿un treintañero con una piel horrible y que nunca había abandonado el colegio? Hola, su vida

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era la definición de perdedor– finalmente decidí que las cosas no estaban tan mal como pensaba. Pero él comenzó a carcajearse, revelando unos dientes horrorosos con la seria necesidad de un blanqueamiento dental. —Cielo, estás totalmente muerta. Lo que pasa es que no eres la única aquí. Sacó la fregona del escurridor y comenzó a arrastrarla por el suelo, el suelo enmoquetado. Sólo el hall principal tenía azulejos. El resto de la H, incluido el sitio donde yo estaba, tenía esa fea y gruesa moqueta de-todos-los-colores-yde-ninguno-al-mismo-tiempo. —No lo entiendo —dije. Él me ignoró, pasando la fregona de un lado a otro por el suelo. —Malditos críos, siempre dejando todo hecho un desastre. —Sin embargo la moqueta no se humedecía, al menos por lo que yo veía, y de repente pasó la fregona por encima de mis pies. —¡Ten cuidado! —Me aparté de un salto, esperando una cascada de agua fría por encima de mis dedos, pero el agua parecía desaparecer directamente debajo de la fregona. Raro. —Nunca piensan en lo que hacen, en el trabajo que nos dan a los demás — murmuró él, empujando el carrito mientras se alejaba de mí. —Espera. —Me giré pare seguirle—. ¿Qué quieres decir con eso de que no soy la única? Osea, vale, está claro que no soy la única que se ha muerto pero… Oh Dios mío. —Mientras yo lo miraba, el conserje caminó hacia la estantería de los trofeos y la atravesó, murmurando y hablando consigo mismo. ¿Por qué hacía eso? Ahí no había nada excepto el patio y… Cogí aire fuertemente. El viejo gimnasio. La entrada estuvo una vez ahí, antes de que construyeran la nueva incorporación… hacia el año 1992. Eso fue muuuucho antes de que yo llegara allí, pero Maura Sedwick—que se aguante por eso—tuvo que hacer una vez un gran proyecto de historia acerca del colegio. Era aburridísimo, pero las fotos antiguas eran bastante buenas. Deberías haber visto la clase de peinados que llevaba la gente de entonces. Totalmente horrorosos. Mi madre… Osea, alguien me contó una vez que en los sesenta las mujeres solían utilizar agua con azúcar para que su pelo se mantuviera tieso, y que se levantaban por la mañana para encontrar que las cucarachas habían anidado allí. Ewww.

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Trágicos incidentes y peinados aparte… ¿Quería decir eso que el conserje también estaba muerto? Podía atravesar las paredes y esas cosas, como yo. Pero él podía verme y oírme, como Killian. Killian no estaba muerto, sólo se vestía como uno. Fruncí el ceño. Algunas respuestas no me hubieran venido mal. Desafortunadamente, ninguna de las que recibía tenían sentido. Eso sólo me dejaba otra vez de vuelta al principio con mi plan original: encontrar a Killian y extorsionarle hasta que me contara qué estaba pasando. Antes de poder elegir siquiera una dirección por la que ir, el sistema de altavoces de las paredes emitió un zumbido en anticipación. La vieja señora Piaget—tenía unos cuarenta años y me odiaba simplemente por mi físico. Osea, hola, un poco de crema hidratante no la mataría—iba a hacer algún tipo de anuncio. Mierda, eso quería decir que sólo quedaban unos pocos minutos para que acabara la segunda hora y que todo el mundo saliera al hall. Teniendo en cuenta el frío y los escalofríos que me provocó que una o dos personas me atravesaran, no me interesaba averiguar que se sentía al ser arrastrada por cientos de miles de cuerpos. —Atención, atención. —La voz de la señora Piaget bombardeó el hall principal—. Mark Jacobsen y Tony Briggs, por favor, acudan a la oficina antes de que empiece la tercera hora. —Entrando en pánico, pasé de largo el gimnasio, dirigiéndome hacia el segundo segmento a la derecha de la H. El taller de coches, un pequeño edificio, estaba anexado al gimnasio por medio de una pasarela temporal que nunca se habían decidido a hacer permanente. Debía de inundarse cada vez que llovía, aunque nunca había tenido ocasión de verlo porque no tenía ninguna intención de pasarme por ahí, de todas formas. El taller de coches era el lugar en el que todos los raros, marginados y pirómanos vivían, dándole siempre un justificante al profesor del taller, el señor Buddy—no era su nombre de verdad—para abandonar las clases regulares para hacer algún “proyecto” allí. Al pasar la oficina, que también formaba parte del hall principal, oí ruidos de una pelea cerca. Gente llorando, gritando, incluso parecía que estaban rogando. Ooooh, ¿una pelea, quizá? Si me hubieras preguntado cuando estaba viva lo hubiera negado rotundamente, pero no había nada más divertido que una pelea de chicas. Intrigada, derrapé sobre los azulejos al frenar y miré hacia abajo, en la segunda parte del segmento izquierdo de la H, de donde parecía que venían los ruidos. Allí, pareciendo la última estrella de hip-hop que había sido condenada en un juzgado, tambaleándose por el pasillo, estaba Killian con la cabeza escondida bajo la capucha y los hombros encogidos. Joonie Travis, la chica psicótico–gótica con el pelo negro de mi clase de psicología, estaba sujetándolo del brazo ayudándole a caminar.

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Una multitud rodeaba a Killian, gente que no había visto en mi vida. Un hombre con un viejo uniforme militar, una chica con un (horrible) vestido de lunares, un chico joven con un smoking de color azul bebé con unos encajes en la parte de delante (¿La pareja de la del vestido de lunares, quizá?), un tipo vestido como un jugador de baloncesto, llevando la pantaloneta demasiado corta y unos calcetines por las rodillas, dos chicas con faldas de caniche (¡no miento!) y con esos zapatos blancos y negros… y eso era todo lo que pude ver. La masa estaba moviéndose alrededor de él, por lo que no podía verlos a todos, y el sonido era ensordecedor. —Dile a mi nieta que… —Mis padres tienen que saber que fue un accidente. —Lo siento, chico, no sabía que esto pasaría. Pero escucha, si pudieras decirle a mi hijo… —¿Lo hicimos? ¿Ganamos? No me acuerdo… —Gracias a Dios que tú puedes vernos. Llevo muchísimo tiempo esperando para decirle a alguien que… Metí los dedos en mis orejas para bloquear las voces. Infantil, lo sé, pero era eso o ponerme a gritar. Había muchísima gente, y las plegarias y los llantos me estaban poniendo de los nervios. ¿Por qué no hacía nada la señora Pederson, la brillante profesora de literatura, para hacerlos callar? Ella odiaba las “interrupciones en el pasillo” y ahora tenía una justo delante de la puerta de su clase. De todas formas, ¿quién era toda esta gente? Algunos de ellos parecían lo suficientemente jóvenes como para estudiar en este colegio, pero nunca los había visto. Entonces vi una cara familiar entre la multitud. Él había abandonado su carrito en algún lugar del camino pero podría reconocer ese horrible mono azul en cualquier parte. Mi amigo, el horripilante conserje, estaba hablando con Will. Saqué los dedos de mis orejas para poder escuchar qué decía. —Yo no quería hacer daño a nadie —se quejó, sacudiendo el hombro de Will—. Tienes que decirles que esos críos… se lo estaban buscando, tratándome de esa forma. El juez no tenía derecho a matarme.

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Mierda. Estaba muerto… al menos tan muerto como yo. Eso significaba que probablemente todos lo estaban: la chica del vestido de lunares, el del smoking, el jugador de baloncesto, todos. Y cada uno de ellos estaba intentando acaparar a Will Killian antes que yo. Arg, odio tener que hacer cola.

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CAPÍTULO 4 Will Traducido por Aneka, Anelisse, Belljolle Corregido por Selune

T

odo lo que tenía que hacer era dejar pasar el día. No era fácil, pero sí posible. Había sobrevivido durante años antes que el Dr. Miller me hubiera enseñado el truco de la música, algo que él había encontrado para ayudar a sus pacientes realmente esquizofrénicos. En cuanto llegué a casa esa tarde, casualmente mencioné que Brewster me quitó mis privilegios médicos autorizados por haber llegado un minuto tarde. Lo más tarde sería la única excusa que Brewster podría ofrecer sin necesidad de añadir credibilidad a mis "historias salvajes." Por eso, mi madre estaría al teléfono de la escuela en un instante. Estaba todo en su mirada como si yo no lo necesitara. Ridículo, pero sabía que iba a funcionar. El problema era que eso significaba que cerca de seis horas de tortura se interponían entre mi meta y yo, y el abuelo Brewster no ayudaba. —Siempre supe que había algo diferente en ti. —Él me siguió fuera de la oficina, sonando muy contento. Todos lo hacen, al principio—. Necesito que hagas algo por mí. Bajé mi cabeza y empecé a caminar hacia mi clase de literatura Británica, haciendo caso omiso de él. —Ahora, yo no haría eso, muchacho —Me persiguió—. Los dos sabemos que puedes oírme. Sólo necesito que entregues un par de mensajes. Así es como empieza. Sólo los mensajes. Suena bastante simple, pero espera. —En primer lugar, mi hijo, que vive en Florida. Necesito que vayas allí y hables con él por mí. Quiero que sepa que lo siento por todas las cosas que hice y le dile que.... Yo no lo sabía. Que no lo entendía. Uh-huh. ¿Ves? Ahora no sólo volaré fuera del estado, también se supone que debo hablar con un hombre al que nunca he conocido, sino también explicarle que su difunto padre quiere su perdón. Cuando era más joven, solía tratar de ayudarlos, a todos los que me hablaban.

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Obviamente, volar fuera del estado para entregar un mensaje no era posible, bien, pero hice lo que pude. Sólo empeoró las cosas, sin embargo. La gente que no me creía, inevitablemente, terminaba gritándome o llamando a mi madre, o peor aún, a la policía. La gente que me creía me mantenía allí durante días, llorando y suplicando que me quedara como un sustituto de su ser querido. Cuando era niño, me asustaba más que las personas me gritaran. No, gracias. —Entonces, necesito que le digas que no renuncie a Sonny. Sé que tú y Sonny no os lleváis muy bien, pero hay que hablar con él, también. Dile que no es demasiado tarde. No tiene que meter la pata como lo hice yo. ¿Yo hablar con Sonny, con el director Brewster, de forma voluntaria? No lo creo. Me enganché la mochila más alta en mis hombros y me volví por el pasillo hacia la clase de la Sra. Pederson. Tal vez tenga una película, algo en lo que no tendría que concentrarme al intentar desconectar del viejo abuelo susurrando en mi oído. —Es importante —Insistió el abuelo Brewster—. Por favor. Eres el único que he encontrado que puede hacer esto. Mi resolución vaciló un poco. Los agradables siempre fueron más difíciles de ignorar. Me sentía mal por ellos, atrapados en este lugar intermedio, viendo el mundo y las consecuencias de sus errores, pero no pudiendo hacer nada para solucionarlos. Yo no podía participar, sin embargo. Ellos me llevarían a una sala mental, si lo permito. Sacando la nota de la Señora Piaget de mi bolsillo, abrí la puerta de la clase de la Señora Pederson, interrumpiendo media conferencia. Grandioso. No podía tomarse un descanso hoy. Le entregué mi nota y caminé hacia la parte posterior del salón de clases a mi asiento. Joonie, en el asiento frente a mí, volteó la cabeza ligeramente hacia mí, fingiendo examinar el esmalte negro en sus uñas. —¿Todo bien? —Murmuró. De cerca, pude ver la composición borrosa de manchas oscuras bajo los ojos, y que los piercing en el labio inferior brillaban mientras hablaba. Hoy estaba vestida con su uniforme estándar de una chaqueta descendente militar, camiseta negra, una falda a cuadros hecha jirones, medias rotas y rasgadas negras. Además de los piercings, también llevaba una gran variedad de pendientes en el exterior de la oreja, por todo el camino desde la parte inferior del lóbulo hasta donde su oreja tocaba el cuero cabelludo. Uno de los piercings era un aro de plata que coincidía con los tres en mi oreja izquierda prácticamente en la misma posición, los obtuvimos al

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mismo tiempo. Habíamos sido amigos desde el primer año, cuando su nombre era Abril, su cabello era rubio, y era la mejor estudiante, por lo que ella sabía sus resultado coincidían con los de Brewster, aunque no sabía por qué. Mantuve la mirada hacia abajo en mi mochila, mientras sacaba el libro de texto de literatura británica y mi carpeta. Habíamos aprendido, de la peor manera, que no era bueno que la Señora Pedersen nos viera hablando en clase ni mirándonos el uno al otro. —El mismo viejo —le dije. Eso no era del todo cierto. El abuelo Brewster estaba sobre un pie y medio fuera de mi codo derecho, frunciéndome el ceño, y los muertos en el salón estaban tomando nota. En cada habitación llena de seres humanos, había la mitad de muertos. Algunos se asociaban con determinadas personas, algunos se asociaban a un determinado lugar, y algunos son sólo vagabundos. En Británica, sólo había alrededor de siete u ocho en una base regular. La mayoría de ellos se quedaban escondidos atrás en el camino, odiaban la sensación de estar caminando a través, y no solían causar un alboroto. Lo que iba a cambiar, bastante rápido, sin embargo, si se enteraran de que alguien podía escucharlos y verlos. En la clase de hoy, teníamos abuelos y abuelas, a algunos sólo pude distinguirlos por los estilos de ropa: uniformes fuera de moda, faldas largas y anchas, tacones de aguja, y los lazos muy cortos y anchos en los hombres vestidos con trajes. Cuando las personas mueren naturalmente, de vejez o lo que sea, su energía se queda aquí, por lo que la energía por lo general aparece en la forma de cómo la gente pensaba de sí mismos. Nadie piensa en ellos mismos como viejos, por lo que suelen volver a sus veinte años, y cambian de ropa, también. En la parte delantera de la sala, tienes a Liesel Marks, la mejor amiga de la Señora Pedersen de la escuela secundaria, y el novio de Liesel, Eric. Yo no había logrado aún aprender el apellido de Eric. Liesel hacia la mayor parte de la conversación. Ni siquiera estaba seguro de por qué Eric seguía dando vueltas. Parecía aburrido la mayor parte del tiempo. Liesel y Eric habían muerto en un accidente de coche en algún momento de finales de los setenta de camino a su casa desde la fiesta de graduación, por lo tanto, ella tenía su polka-dot vestido largo y él su smoking azul. Los fantasmas de las personas que habían muerto de forma violenta y / o inesperadamente estaban atrapados esencialmente en el momento de su muerte. Por lo que había reunido durante los incesantes discursos de Liesel, había abandonado los planes con Claire, la Señora Pedersen, por ir al baile con Eric, un chico que a Claire le había gustado. Ahora, ella está convencida de que

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esas dos cosas, junto con el sexo que había tenido con él en el asiento trasero, la habían condenado a este lugar hasta que Claire la perdonará. Jackson Montgomery, sin embargo, estaba atado a la escuela como cualquier persona en particular. Él había muerto inesperadamente en la cancha de baloncesto aquí en la escuela en los años ochenta gracias a uno de los defectos cardíacos de los que tu oyes hablar en las noticias. Había sido un delantero estrella, llevando al equipo a las finales estatales cuando se cayó al suelo en medio del juego decisivo. No había llevado un tratamiento para las arritmias cardiacas. Él había muerto y perdido su equipo, pero Jackson, o Jay, no parecía ser conscientes de cualquiera de esas cosas. Hoy, como cualquier otro día, ocupaba un escritorio vacío, con los pies golpeando contra el piso en su afán de ser llamado al gimnasio para el pep rally 2 antes del último partido. Y, por supuesto, tenemos aquí al abuelo Brewster. —No me puedes ignorar para siempre. Vi lo que puedes hacer con mis propios ojos —dijo demasiado alto. Hice lo que pude para no estremecerme. Maldito Brewster por quitarme a Marcie. Uno de los abuelos de aspecto joven disparó una mirada al abuelo. —¿Oye, amigo, te importaría mantenerte en silencio allí? Mi nieta está tratando de aprender aquí. —Ella no me puede oír. ¿Holaaaaa? —El abuelo B. ahuecó sus manos y le gritó a la chica, Jennifer Meyer, una de las porristas amiga de Alona Dare. Por supuesto, ella ni siquiera parpadeó. En todo caso, parecía que estaba a punto de dormirse. —Deja de hacer eso —ordenó el abuelo de Jennifer. Llevaba un traje y uno de esos de aspecto ridículo, parecía un mafioso de una vieja película. El abuelo B. le ignoró y se volvió hacia mí. —¿Ves lo que tengo que aguantar, chico? Sólo hazme este favor, y podré salir de esta estación de camino al infierno. —Él miró sobre su hombro al abuelo de Jennifer, quien, sorprendentemente, le respondió volteando como un pájaro. Sonaba bien, incluso fácil, pero la experiencia me había enseñado lo contrario. La mitad del tiempo, los muertos ni siquiera saben por qué siguen dando vueltas. El hecho de que él estuviera ansioso por entregar los mensajes a su hijo y su nieto no era ninguna garantía de que fuera libre después. En 2 Una pep rally son eventos que ocurren principalmente en los Estados Unidos, un encuentro de personas, por lo general los estudiantes de escuela intermedia, escuela secundaria, antes de un evento deportivo.

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realidad, podría ser lo contrario. Las pocas veces que había presenciado a las personas seguir adelante, sólo habían sido después de hacer o admitir algo que habían pospuesto el mayor tiempo posible. Incluso en la muerte, las personas estaban en negación. Me quedé mirando resueltamente hacia la parte delantera de la sala, tratando de concentrarme en la señora Pedersen. —Algunos dicen que Shakespeare no escribió todas estas obras de teatro — ronroneó ella. —¿Quieres ir a visitar a Lil esta tarde? — susurró Joonie desde la esquina de su boca. —Solo es jueves —dije sin pensar. Durante los últimos ocho meses, habíamos ido al hospital los viernes, el único día que mi madre trabajaba en el turno de la tarde en el comedor y por lo tanto no sería anormal que no regresase a casa de inmediato. Joonie se volvió de su asiento, con los ojos de color azul brillante intermitente con ira. —¿Tienes algún problema con ir más de una vez a la semana? —No tomes ninguna actitud de ella —me aconsejó el abuelo encima de mi hombro. Me sorprendí a mí mismo moviendo la cabeza y le obligué a parar. —Por supuesto que no —le dije a Joonie, sorprendido un poco por su repentina furia. —Es justo —... No es cierto, ¿Srita. Travis? —Llegó la señora Pedersen, hasta situarse a la cabeza de nuestro pasillo, mirándonos. —Sí —Respondió Joonie malhumorada. —Sí, ¿qué? —Se burló la señora Pedersen. —Romeo y Julieta fue escrito como una tragedia, no como una novela romántica como la mayoría de las personas piensa. —Joonie tenía una capacidad asombrosa de escuchar, aunque su atención estuviera ocupada en otra parte. Mi vida habría sido mucho más fácil si yo tuviera ese don. Algunas personas se rieron.

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La boca de la señora Pedersen se frunció, y ella giró su dedo en el aire, señal de que nosotros asociáramos decir grandioso de una manera sarcástica. Sólo que ella dio una vuelta alrededor. Entonces, Joonie habría puesto los ojos en mí y nos habríamos reído de esto, pero ahora sólo se alejó de mí con repugnancia y se dejó caer de nuevo en su asiento. Esperé hasta que la señora Pedersen centrara sus ojos en alguna otra parte de la habitación. —Joon —Susurré. Ella me ignoró, buscando sacar su bolsa de libros maltratados a su regazo. —Vamos... —Declaré. Ella agachó la cabeza y cavó alrededor en su bolso, resueltamente fingiendo que no existía. —Ella no quiere hablar contigo, pero lo haré yo. —Ofreció el abuelo B. Grandioso. Este tipo de cosas pasaban con los pocos amigos que tenía, básicamente Joonie, tendría que llevarla a eso. Antes de que Joonie se hubiera transformado en la masa de ropa negra y la mala actitud de la actualidad, había sido la chica rara que se negaba a ducharse después de la clase de gimnasia, cuya ropa no combinaba, y cuyo pelo se pegaba en lugares extraños, nunca se había tomado la molestia de cepillarse antes de abandonar su casa por las mañanas. Tenía dos hermanas mayores—una médico y la otra con una beca completa en la universidad a la que algunas mujeres iban sobre la costa este—ella no podía equivocarse. Joonie nunca estuvo a su altura, y su padre, un ministro ultraconservador Bautista de la ciudad, siempre hacia que lo tuviera muy claro. En aquel entonces, había estado más con el tipo de bichos raros que a menudo habían sido encontrados murmurando para sí mismos o se tiraban en el suelo en una especie de extraña convulsión. Entonces, al final de mi primer año, cuando mi padre... hizo lo que hizo, sólo empeoró las cosas, en todos los sentidos imaginables. Al principio, Joonie y yo comíamos juntos, de camino a clase, y nos asociábamos en proyectos juntos, porque eso significaba que no estaríamos solos. Ahora que éramos amigos. Todavía no teníamos mucho en común. Por lo menos, antes de nuestra amistad.

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Eso cambió cuando Lily se trasladó aquí. Lily Turner había vivido en un pueblo pequeño en el sur de Texas hasta la mitad de su segundo año cuando su madre recibió una transferencia de trabajo aquí. Ella es una gerente de línea de una de las instalaciones de fabricación de Caterpillar. Joonie encontró a Lily con la mirada perdida y al borde de las lágrimas en la cafetería en su primer día y se acercó cautelosamente. —Hola. Lily nos dijo más tarde que su escuela había consistido en cientos de chicos. Su acento era pesado, y su ropa era fea. Llevaba ropa de la iglesia todos los días, una falda larga estampada y una camisa de cuello alto o un suéter. Los chicos del Club de Jesús no querían estar con ella porque Joonie, claramente una adoradora del diablo por la forma en que se vestía, había hablado con ella. Los cerebritos estaban enojados con ella porque era lo suficientemente inteligente que su llegada podría arruinar la clasificación en su clase. Ella no tocaba ningún instrumento, ni tenía un amor natural por las matemáticas o la ciencia. La élite de primer nivel ni siquiera sabía que existía. En pocas palabras, ella no pertenecía a ninguna parte. Así que Joonie la había tomado. Algo sobre Lily hizo que todos, especialmente a Joonie, le encantara. Ella era tan... incalculable, tan refrescante en su honestidad. Ella estaba fascinada por nuestra decisión de rebelarnos contra la corriente, lo cual no entendía, creo, que fue tanto una elección como un proceso de eliminación. Nunca había visto a nadie con perforaciones en el labio a excepción de en la televisión. Ella se había reído, y sonrojado, fácilmente. En cuestión de semanas, había revelado su propio sucio secreto. Ella era adicta a las telenovelas y dramas de la celebridad. La gente era su libro preferido... siempre y cuando nadie la viera leyendo. Con el tamaño de su antigua escuela y de haber conocido casi a todos los chicos desde su nacimiento, nunca había experimentado algo tan complicado y complejo como nuestra estructura social. Para ella, los chicos de primer nivel mantenían un encanto equivalente a las estrellas de cine con los que podía codearse. Ella seguía sus idas y venidas, cuando terminaban y cuando se arreglaba, con un fervor que era desconcertante. Eso probablemente debería haber sido una pista para nosotros. Independientemente de lo que los signos pudieran o no haber estado allí, el resultado final fue el mismo. Lily... había desaparecido, y en estos días, Joonie podría también hacerlo. Lo que me dejaría por mi cuenta, exceptuando, por supuesto, mis amigos sobrenaturales.

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—¿Por qué sigues hablando con él? —Preguntó Liesel al abuelo Brewster desde su posición en el escritorio de la señora de Pederson. —Es el único que me puede escuchar. —Proclamó con orgullo el abuelo Brewster. Maldita sea. Era exactamente por esto que debería haber mantenido la boca cerrada en la oficina de Brewster. Miré de mala gana a Joonie. Su teléfono móvil era una imitación del iPhone. Si lo tuviera con ella—siempre se lo olvidaba en casa en el cargador—y no enloqueciera por prestárselo, probablemente podría ocultarlo en mi bolsillo y enrollar los auriculares por debajo de mi sudadera. La Sra. Pederson aún podría notarlo, pero valía la pena intentarlo. —¿Joon? —Susurré—. ¿Tienes tú teléfono? —Esquivamente miré a Liesel para encontrar su ceño fruncido hacia mí. Eso no podía ser bueno. Joonie levantó la cabeza un poco, pero no me miró—. ¿Qué tiene de malo? —Parecía prudente, como si no estuviera segura de si todavía debía estar enojada o no. —Nadie puede escucharnos, excepto nosotros mismos—dijo Liesel al abuelo B., pero no sonaba completamente convencida. Las cosas iban a ir de mal en peor. —Necesito la música. —De forma inmediata. —¿Dónde está Marcie? —Joonie no conocía la naturaleza exacta de mi estado de salud… ya que no era algo de lo que hablar en la mesa del almuerzo, pero ella sabía que yo tenía permiso para llevar mi iPod conmigo y encenderlo en todo momento. —Brewster. —Él no puede hacer eso, ¿verdad? Tenías una nota —dijo Joonie. Liesel saltó del escritorio de la señora Pederson en su vestido de nube rosa y se dirigió directamente hacia mí. —No te creo —le dijo ella al abuelo B. que todavía estaba a mi lado—. Demuéstralo. —Él no se supone que... ¿tienes el teléfono o no?

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Joonie negó con la cabeza. —Está en casa. —Se volvió hacia mí, con su anterior ira olvidada. Parecía preocupada, e hizo clic con su lengua en los piercings contra los dientes, un hábito nervioso. —¿Vas a estar bien? El abuelo B. se inclinó al lado de mi oreja. —Oye, chico, vamos. Sólo tienes que decirnos si nos puedes oír. Hacer a esta muda —Señaló con el pulgar hacia Liesel—, callarse. Nada bueno. Yo levanté la mano. —¿Sí, señor Killian? —La señora Pederson sonó molesta. —¿Puedo ir al cuarto de baño? —Fastidió a Brewster. Si yo pudiera ir a mi coche y estar en casa enseguida, estaría libre. Los muertos no eran omniscientes más de lo que era yo. A menos que tuvieran mi dirección, no me podían encontrar. El truco consistía en salir de aquí en una sola pieza. —Oh, genial, ahora te he asustado —dijo el abuelo B. —Will, llegaste veinte minutos tarde a mi clase. Faltan sólo veinte minutos para el final. —Lo sé, pero… —Pero nada. No voy a tolerar este tipo de interrupción en mi salón de clases. El pase que me diste —Dio un paso atrás y tiró de él desde el podio de metal que contenía sus notas—, señala que los privilegios que normalmente se te asignan te han sido revocados. —Sólo estoy pidiendo ir al baño. —Traté de mantener mi voz tranquila, pero aún así, incluso, una ola de risas y murmullos se extendió por la clase. Dios, yo odiaba eso. —Date prisa —instó Liesel al abuelo B—. Ella va a dejarlo ir. —No, no lo está —Ofreció Jay Montgomery desde el otro lado de la habitación—. Ella es el mal. —Hey, cuidado —Le espetó Liesel—. Es mi mejor amiga de quien estás hablando. Confía en mí, ella va a ceder. Claire lo odia esto cuando considera que los niños están locos con ella. Ella también está insegura. —Ella giró los ojos dramáticamente.

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Negué con la cabeza, tratando de ignorar todas las voces de la competencia. Cada vez era más difícil no gritarles que se callaran. —Por favor, señora Pederson. Realmente no me siento bien. —Me limpié las palmas húmedas por las piernas de mis pantalones vaqueros para secarlas. Ella me frunció el ceño, y por supuesto, bajó su mirada con desaprobación, vi su expresión ablandarse un poco. —Si estás enfermo, ve directamente a la oficina, Sr. Killian. No te molestes en ir al baño a echar un cigarrillo. Voy a comprobarlo, créame. No intenté tratar de explicarle que yo no fumaba. Que los cigarrillos eran lo menos importante, y definitivamente no en la escuela con Brewster comprobándome cada cinco segundos. —Gracias. —Recogí mi libro y el cuaderno y los metí de nuevo en mi bolsa. —¿Ves? Te lo dije —Liesel cruzó los brazos sobre su pecho—. Él no es diferente que cualquier otra persona y… Cuándo me puse de pie y eché la mochila al hombro, el abuelo Brewster me dio un pequeño empujón. Me lo había estado esperando, teniendo en cuenta lo que había visto con el cigarrillo en la oficina de Brewster. Pero eran normalmente tan reacios a tocarnos... Me tambaleé hacia los lados, como un borracho instantáneo, y tropecé con mis propios pies, bajando una rodilla. Tanto vivos como muertos se quedaron sin aliento. —Oh, Dios mío —susurró Liesel. —Sr. Killian, ¿está bien? —La señora Pederson vino hacia mí. —¿Will? —Joonie estaba en medio de su asiento, aferrando su bolso a su estómago. —¿Él nos puede ver? ¿Saber el resultado final de mi juego? —Preguntó Jay. —¿Niño estás bien? Yo no tenía la intención de empujar tan duro. —¿Puede él sacarnos de aquí? —Preguntó Eric. —Sólo necesito hablar con mi esposa —saltó el abuelo de Jennifer—. Ella está pensando en casarse con ese vejete que posee el modelo de parque junto al nuestra en Arizona.

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Me tiré la capucha sobre la cabeza y me tapé los oídos con las manos en la parte superior de la misma. —Tengo que irme —grité por encima del estruendo. Demasiado alto, Will, demasiado alto. La mirada con los ojos abiertos de miedo en el rostro de la señora Pederson lo confirmó. Para ella, por supuesto, yo estaba gritando por ninguna razón. —Joonie... quiero decir, Abril, ten la voluntad de ir a la oficina ahora —Fue su orden sorda. Para su crédito, Joonie saltó de su asiento, casi volcando su escritorio. Ella tiró de la correa de su mochila sobre la cabeza para descansarla sobre el hombro opuesto, y me tomó de la muñeca en su mano fría. —Vamos. Vámonos. —Me ayudó a ponerme de pie, sus palabras un murmullo lejano en el zumbido de mis oídos. Nos dirigimos por el pasillo y cruzando toda la habitación. La Sra. Pederson dio un paso atrás detrás de la seguridad de su podio, y cuándo nos dirigimos hacia la puerta y fuera de la sala, cada par de ojos nos siguió. Por desgracia, también lo hizo mi fantasmal club de fans. —Dibs —Anunció Liesel. —No seas ridícula. No se puede llamar 'DIB' a algo como esto —dijo el abuelo de Jennifer. —Hemos estado esperando por más tiempo. Eric y yo deberíamos ir primero. Tú, como, que acabas de morir hace un par de años. —Yo soy el que lo encontró —señaló el abuelo B. Apuntando—. El resto poneros en fila detrás de mí, sobre todo tú, carbonero. —Todo lo que quiero saber es la puntuación. ¿Qué tan difícil puede ser? ¿Ganamos? Tienes que saberlo, hombre. —Los dedos de Jay apretaron mi otro brazo. —Perdisteis por dos —les dije, aunque sabía que, en algún lugar dentro, él ya lo sabía. Joonie volvió la cabeza para mirarme, su cara, enmarcada por el pelo negro azabache, aún más pálida de lo normal. —¿Will? ¿Sigues aún conmigo? —A

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pesar de haber visto este tipo de cosas de mí antes, tenía miedo. Yo no podía culparla. Yo me asustaba cada vez, también. Él presionó con más fuerza en mi brazo. —No te creo. Traté de apartarle la mano, causando que Joonie tropezara pesadamente hacia la izquierda. Su hombro chocó con el borde de los armarios en la pared, e hizo una mueca. —Joon, ¿estás bien? Ella asintió con la cabeza, aunque las lágrimas le hicieron parecer sus ojos azules más brillantes y enrojecidos. —Tienes que mantenerte aquí, Will. Después de lo que le sucedió a Lily... no puedo tratar. No puedo. —Estás mintiendo, hombre. Estás mintiendo. Ganamos. Lo sé —Insistió Jay. —Comprueba la vitrina de trofeos, y déjame malditamente solo —le dije antes de volver mi atención a la suplicante mirada de Joonie—. Estoy tratando. Brewster no me creería y… —No me culpes —dijo el abuelo B. a mi lado, luchando por una posición con los otros. Cogí un destello de un movimiento desde la esquina de mi ojo, y de repente, Evan, el portero fantasmal que secaba los pisos durante el día, todos los días, apareció a mi lado. Empujó al abuelo B. fuera de su camino. —No fue mi intención lastimar a nadie —declaró Evan, agarrando mi hombro— . Tienes que decirles eso. Los chicos... ellos se lo buscaron, las bromas me gustan. Pero no era para juzgar que tuvieran derecho a matarme. —Deja que me vaya, por favor —dije. Pero fue Joonie quien me escuchó, y la que soltó mi muñeca con una mirada de dolor en su rostro. Sin su apoyo a mi otro lado, Evan logró tirarme hacia abajo con su rodilla. Otras manos empezaron agarrarme. Me resistí al impulso de caer al suelo y encresparme en una bola para protegerme. —Joon —Comencé. —¡Hey! —Gritó una voz femenina desconocida—. Escuchen, ustedes los muertos.

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Eso consiguió llamar su atención. Los fantasmas se detuvieron, clamando, tirando y argumentando a su alrededor. Yo hice lo mismo y me encontré mirando a un par de piernas femeninas brillando suavemente. Los músculos lisos se curvaban debajo de su piel ligeramente bronceada, especialmente en la pantorrilla, donde mi imaginación fácilmente suministraba la sensación de mi mano descansando allí. A pesar de todo, mi corazón latía con un poco más de dificultad. Entonces levanté la mirada un poco más, pantalones cortos de color rojo... y me encontré, con una camiseta blanca con una marca de rueda grande de una banda a través de ella, el pelo rubio brillante cayendo sobre un hombro. Gemí. Alona Dare. Frunciendo el ceño, Joonie se arrodilló a mi lado. —¿Estás bien? —Sí, yo sólo... —Sacudí la cabeza y miré a Alona, de pie frente a mí, con las manos en sus caderas, como si estuviera preparándose para llevar algún tipo de alegría—. Estaba seguro de que irías directa al infierno. Alona me miró. —¡Hey! Joonie se veía afectada. —¿Yo? —¿Qué? No, no importa. ¿Puedes ayudarme a levantarme? —El aspecto de Alona había conseguido distraer a las decenas de fantasmas bueno, a la media docena, y quería aprovecharme de ello tanto como pudiera. Joonie se arrodilló a mi lado y levantó mi brazo a su hombro de nuevo, pero parecía aún asustada. —¿Eres nueva? —Preguntó Liesel a Alona. Luego, volviéndose a Eric, susurró—, Debe ser nueva. —Todos ustedes, un paso atrás y vayan a perseguir a alguien más —demandó Alona—. Yo lo encontré primero. Su pronunciamiento produjo una explosión caótica de sonido de los demás, pero al menos, esta vez se dirigía a ella en lugar de a mí. —No podrás. —Oye, chica nueva, algunos de nosotros hemos estado esperando. —Sólo quiero saber el resultado.

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—Salgamos de aquí —le susurré a Joon. Todavía pálida, asintió con la cabeza. Nos levantamos juntos y comenzamos a caminar a través del grupo de fantasmas. Si Joonie pensaba que era extraña la forma en que me trasladaba para evitar obstáculos invisibles, ella no dijo nada. Estaba acostumbrada a mi comportamiento extraño de vez en cuando, y no era algo a discusión. Había muchas cosas de las que no hablábamos. A veces era más fácil de esa forma. —Mira, aquí está el acuerdo —declaró Alona—. No estoy teniendo un día muy bueno, así que sólo voy a decirlo una vez. Lo encontré esta mañana. Si él no está ayudando a nadie, él estará ayudándome a mi primero. Él es mío. Fin de la historia. En el momento en que ella terminó de hablar, la explosión de una extraño viento vino por el pasillo, cayendo en el pelo perfecto de Alona y enviando un escalofrío a mi piel. Una extraña sensación de tener algo chasqueó y cayó sobre mí. Me detuve. —¿Has sentido eso? —Le pregunté a Joonie. —¿Sentir qué? — repitió Joonie. —El viento. Es… —Joonie dio una mirada cautelosa detrás de mí, con los ojos muy abiertos. Puso ambas manos en su bolsa, al igual como si la temperatura hubiera bajado sólo por debajo de cero y fuera su única oportunidad de salvar sus dedos a la congelación. —¿Escuchas algo? —Preguntó ella, con su voz temblando ligeramente. Negué con la cabeza, odiando la confusión y el miedo desnudo que vi en su rostro. —No importa. Olvídalo. Vamos. Pero ella no se movió. Su mirada estaba fija en mí, y deslizó sus manos dentro de su bolsa por algo, ¿tal vez el teléfono que había olvidado, que había dejado en casa? Ella se sentía como si tuviera que llamar a alguien porque tenía miedo de mí... eso dolía. —¿Joonie? Yo no… Un movimiento centelleó cerca de la esquina de mi ojo, y automáticamente me volví hacia él, esperando otro asalto de Evan, el portero. En su lugar, una vertiginosa nube negra de energía se cernía a tres pies de distancia. Los bordes se esparcían en el aire, como la sombra de calor que se escapa de un vehículo cerrado en marcha en un día de agosto. Se hizo más grande, más alto, más ancho y más oscuro, hasta que borró las luces del techo.

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Mi corazón se levantó a mi garganta y no pude respirar. Había pasado unas semanas desde que había visto pasar algo parecido, esperaba que fuera la última vez. Es decir la última vez que esto me rodeaba, no la última vez que sobrevivía. —¿Will? —Oí la distante voz de Joonie—. ¿Estás bien? ¿Sigues escuchando... el viento? Los fantasmas se dispersaron y Liesel corrió gritando con Eric sobre sus talones, el abuelo B. se alejó de mí, probablemente a la oficina de nuevo. Jay y la mayoría de los otros sólo dieron media vuelta y caminaron en silencio a través de la pared de los armarios. Pero Alona no. Se quedó sujetada al suelo, mirando hacia arriba a la horrible nube. —¿Qué... Qué es esa cosa, Killian? —Su voz todavía sonaba muy normal, a pesar del temblor. Esta cosa, era la razón por la que sabía que Alona Dare no se había suicidado, sin importar los rumores. Cuando te matan, toda la energía negativa, la tristeza, la auto-repugnancia, el miedo y la desesperación permanecen. La mayor parte de los fantasmas, son tristes y silenciosos vagabundos, los vagos contornos de sombras que habían sido una vez. En este caso, la energía negativa era tan fuerte, que había consumido algún rastro de lo que la persona había sido, dejando poco más que una manifestación física de pura ira. Yo nunca había visto nada como esto antes, pero estaba bien. No necesitaba ninguna pista para imaginármelo. —Hey, papá —dije, tratando de parecer tranquilo—. ¿Qué estás haciendo aquí?

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CAPÍTULO 5 Alona

¿

Traducido por Bautiston Corregido por Virtxu

Papá? ¿Esta desagradable nube negra era el padre de Killian? Por un lado, tenía sentido. Yo tal vez podía ver ahora por qué Killian estaba loco. Por otro lado... maldita sea, pensé que tenía problemas en casa.

Al sonido de la voz de Killian, la masa de humo negro se levantó y se lanzó hacia él. Por desgracia, tuvo que pasar a través de mí para llegar a él. El aire frío se precipitó sobre mí, como pequeñas astillas de metal cortando mi piel. Grité y traté de abrazarme, sólo para descubrir que había desaparecido, de nuevo, desde la cintura para abajo. Girando mi cabeza, me las arreglé para obtener una última mirada de Killian. Empujó a Joonie del camino y se quedó allí, pálido y decidido, simplemente observando esta…. cosa corriendo hacia él. Eso lo envolvió y lo arrojó con fuerza hacia la izquierda en las taquillas. La cabeza de Killian rebotó en el metal con un ruido asquerosamente fuerte. Se deslizó hasta el suelo, con los ojos cerrados, y su cuerpo inmóvil. Demasiado para el Plan A. Me pregunté si Killian seguiría siendo capaz de ayudarme si estuviera muerto. Seguramente, ya que incluso muerto, tenía más conocimiento que el promedio... La sensación familiar hormigueó a través de mi cuello y en mi cara. Suspiré. Aquí vamos... ... Una vez más. Me desperté bruscamente, esperando sentir la arena mordiendo mis omóplatos, una vez más. En cambio, me encontré sentada en el asiento trasero de un coche desconocido que parecía estar viajando a una velocidad excesiva y tomando las curvas demasiado rápido, incluso para mi consuelo. ¿Qué estaba pasando? ¿En primer lugar, todo desaparece, y ahora un lugar diferente? No me gusta esto. ¿Los primeros cuatro días de mi experiencia en el más allá no significaban nada?

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No es que me estuviera quejando demasiado. Despertar en un coche era más cómodo, al menos, que despertar en el camino. Eso dependía de si iba a morir—¿de nuevo, o más?—si nos estrellábamos. Veníamos alrededor del frente de la escuela en Elm Street (lo sé, ¿no?), acababa de pasar el giro de Henderson, en el que yo había muerto. La calle Elm vira bruscamente a la derecha, para evitar cortar el cementerio de St. Paul's, y la gente siempre olvida la curva y se estrella en el poste de luz. —Oye, ¿quieres reducir la velocidad? —Le grité al conductor de pelo negro, cuyo rostro no podía ver. Para mi sorpresa, el conductor se volvió un poco ante el sonido de mi voz, revelando su identidad. La amiga de Killian, Joonie. O, la Suma Sacerdotisa del Dolor, como me gustaba llamarla. Llevaba alfileres en la cara por todos los cielos. —¿Will, estás bien ahí atrás? —Preguntó con tono nervioso. ¿Killian? Consciente de pronto de un peso caliente presionado contra mi regazo, miré hacia abajo. Hola, mis zapatos y calcetines estaban de vuelta... ¡y la cabeza de Killian estaba descansando en mis piernas! Tenía el pelo más suave de lo que había pensado... y lo podía sentir. Eso era raro. —EW. —Empujé sus hombros y, de hecho hice contacto. Mi mano tocó la sudadera, y pude sentir el calor y la solidez de su cuerpo debajo de él. Bueno, eso explicaba cómo otros fantasmas podían agarrarlo. Algo era definitivamente extraño en Killian, y no era sólo su obsesión con las ofertas de Walmart (o cualquier otro lugar donde comprara la ropa). Empujarlo no hizo mucho bien, sin embargo. Sólo hice caer su cabeza lejos de mí. Él estaba completamente desmayado, su cuerpo inerte. Una gran protuberancia roja se había levantado en el lado de la cabeza, uno podía verla incluso a través de su cabello oscuro. Eso no podía ser bueno. —¿Will? —le llamó Joonie de nuevo. Una bocina sonó, y con una maldición ahogada, ella se dio vuelta de nuevo hacia delante. Oh, Dios Mío, sabía exactamente dónde estaba ahora. Yo iba en el Escarabajo Muerto. Joonie Travis había cogido un pequeño y lindo VW Beetle, uno de los antiguos, y lo había pintado de negro a excepción de la calavera blanca y las tibias cruzadas que había pintadas en los paneles de puerta. Repite conmigo: FREAK. ¿No? Quiero decir, ¿cómo hacen para tomar algo tan feliz y convertirlo en algo tan serio y gótico? Pensé con nostalgia en mi regalo

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de graduación, un plateado VW Eos convertible, estacionado en el camino de mi padre, esperando a que yo volviera para dar una vuelta. Fruncí el ceño. A menos que mi papá lo hubiera vendido ya... —¿Quieres despertar de nuevo y decirme exactamente por qué no voy a llevarte al hospital? —Llamó Joonie por encima del hombro, sin volverse de nuevo, gracias a Dios. Si hubiera prestado suficiente atención, habría visto que la cabeza de Killian parecía estar flotando a unos cuantos centímetros por encima del asiento en lugar de permanecer en él, al menos desde su perspectiva. Will no respondió. Su cabeza quedó en mi muslo, su hombro izquierdo acariciaba el lado derecho de mi cadera. Me pregunté, por un breve segundo, si yo había estado aquí, sin darme cuenta, sin embargo, cuando él se había puesto en esta postura, o si había caído simplemente en esta posición y yo me había re-materializado debajo de él, sólo por casualidad. Huh. Parecía mucho para que fuera solo el azar. —Killian, levántate. —Me apoyé sobre su pecho y le sacudí el hombro—. A pesar de todas las células del cerebro que debes tener quemadas, tu cabeza es muy pesada y se me está durmiendo la pierna. Además, se me hacia un poco incómodo. Su cabeza en mi regazo sugería una intimidad que no había compartido ni siquiera con Chris. La idea de Chris y su repentina traición, hizo que me costara respirar por un segundo. No, yo no había estado planeando casarme con él ni nada. Como de hecho, no había planeado casarme alguna vez. Yo había presenciado las consecuencias del divorcio de mis padres a corta distancia, y antes tendría que... bueno, morir, antes que pasar por eso. Pero aún así, Chris había sido mío, ¿sabes? Sí, hablaba demasiado de la lucha libre y parecía más feliz cuando yo no estaba hablando en absoluto, pero aún así. Echaría de menos algunas cosas sobre él. La suavidad de la parte posterior de su cuello en mis manos, como siempre mascaba chicle antes de besarme, por lo que había probado todos los chicles de menta fresca... Las lágrimas brotaron de mis ojos. Nada de eso me pertenecía. El estaba con Misty ahora, esa malvada puta. Me senté con la espalda recta, empujando la cabeza de Killian en mi regazo. ¿Le prometió sexo? ¿Es eso de lo que se trataba todo esto? Killian gimió, girándose en el asiento hasta quedar de costado... ¡con la mano metida debajo de mi rodilla! —En tus sueños. —Lo golpeé en el hombro. —Si no me hablas, te voy a llevar al hospital y llamaré a tu mamá —amenazó Joonie.

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Si fue el efecto de mis acciones o las palabras de Joonie, no lo sé, pero él pareció despertar un poco después. Dejó su mano detrás de mi rodilla, pero volvió la cabeza hacia atrás para mirarme con una sonrisa tonta, sus ojos vidriosos. —Ningún hospital. Casa, por favor. —Se arrastró peor que un novato zurdo en la tienda de cuidados de Ben Rogers. Precioso. Me daría todo tipo de ayuda en esta condición. Sus ojos se cerraron casi inmediatamente, y su cuerpo quedó inmóvil... otra vez. Y su cabeza estaba todavía en mi regazo. En el asiento delantero, Joonie relajada, dejó escapar el aliento agitada. —Estabas empezando a asustarme. Um, ¿partiendo de? —Estuviste hablando con personas que no estaban allí... otra vez —dijo con una risa temblorosa—. ¿Alguien que conozcamos? —Su mirada se desvió al espejo retrovisor, como si estuviera esperando que se sentara y charlara; la desesperación pasó por sus ojos—. ¿Will? ¿Estás despierto? —Sí, él sólo está mirando intensamente la parte posterior de los párpados — murmuré. —Maldita sea —dijo ella. Suspiré. —Relájate, psico. Si no vas a llevarlo al hospital, que no es probablemente la más brillante elección que hayas hecho, pero por otra parte estás usando deliberadamente medias rayadas, así que como sea, ¿puedes llevarlo a su casa donde podría tener la oportunidad de que despierte y me ayude? En serio, estoy teniendo, como, el peor día. Como si me hubiera escuchado, Joonie giró al Escarabajo Muerto en Groundsboro llamada —lo creas o no, la calle principal—y de nuevo en el vecindario detrás de la oficina de correos. Pequeñas casitas con un cuadrado de césped aún más diminuto se alineaban a ambos lados de la calle. Yo había estado en este barrio antes. Ilsa, nuestra señora de la limpieza, vivió por aquí, y por mucho tiempo, antes del divorcio, mi madre me dejaba jugar con la hija de Ilsa, cuando mi papá estaba en un "viaje de negocios" y ella necesitaba "una tarde”. "Un viaje de negocios " significaba un fin de semana con Gigi, su asistente y ahora su esposa. "Una tarde" significaba un poco de tiempo de calidad con Jim, Jack, y Smirnoff. A veces sentía que viví toda mi vida entre comillas invisibles.

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Ilsa siempre tenia snickerdoodles (galletas) frescas, y su casa perpetuamente olía a canela. Mi boca se hizo agua ante el recuerdo, pero mi estómago no hizo ni un pío. La buena noticia acerca de estar muerta era que probablemente podía comer lo que quisiera y no engordaría. Encontrar comida que pudiera tocar, y por lo tanto comer, podía ser difícil, sin embargo. Algo más que pedir a Killian cuando decidiera volver a la tierra de los vivos... o donde sea que estuviéramos. Murmurando en voz baja como un verdadero psicópata en formación, Joonie frenó a mitad de la cuadra, sobre el camino de grava de una linda pero desgastada casa antigua marrón, con persianas blancas y puerta roja. El garaje, casi tan grande como la casa, estaba a la derecha. Un aro de baloncesto oxidado y doblado colgaba sobre la puerta abollada y maltratada. Me apoyé contra la ventanilla del lado del auto, que se sentía sorprendentemente sólida dado mi experiencia previa de pasar a través del metal y el vidrio, y salí de abajo de Killian. Su cabeza golpeó el asiento con un ruido sordo. —Gracias a Dios —murmuré, aunque, sinceramente, permanecer medio doblada en el asiento trasero de un Volkswagen Escarabajo no era nada fácil, tampoco. Joonie frenó el coche a paso de tortuga, dejándolo detrás de la casa. Incómoda e impaciente, me moví de un lado para otro, dando golpecitos en el suelo, hasta que me enfrenté a la puerta del lado del pasajero. Di un paso hacia adelante, totalmente preparada para hacer frente al frío que sentía cada vez que pasaba a través de objetos sólidos... y mi codo quedó atrapado en el apoya cabezas del asiento del pasajero. ¿Qué demonios? —El coche no es sólido, el coche no es sólido —repetí una y otra vez. Sin embargo, el plástico, metal, y seamos realistas, probablemente amianto, me retuvo de la misma manera que habría sucedido si hubiera intentado esto en mi día pre-bus. Joonie movió la palanca a punto muerto, abrió la puerta y saltó de su asiento, inclinándose para poder llegar a Killian. —Will. —Ella se inclinó en el coche, apoyando su mano en el borde del asiento, y lo sacudió suavemente—. Venga. Vamos.

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Esto es ridículo. Lo hice una vez. Puedo hacerlo otra. Me concentré, imaginando la sensación de la arena bajo mis zapatos, el olor del aire fresco en lugar de aceite quemado. Sólo un paso seguro y estaría... Mi rodilla golpeó firmemente el lado del coche, sacudiendo toda la cosa. Me encontré de nuevo, apretando mi rodilla. Sólo mi balance y coordinación superior no me dejaron caer sobre Killian. —Maldita sea —grité—. ¿Qué está pasando? Puse mi pie en el suelo, haciendo una mueca de dolor—sí aún muerta mi rodilla todavía dolía, ¿dónde estaba la justicia en eso?—Y me volví a encontrar a Joonie mirando con los ojos abiertos el coche, ya que se había balanceado al golpearlo con mi trasero. —¿Hola? —Dijo en voz débil. El poco color que tenía había desaparecido de su rostro. Genial. Si pensaba que su coche estaba embrujado o poseído o algo así, ella probablemente nunca se subiría de nuevo para irse de la casa de Killian. —Boo —le dije con amargura. Ella no se movió, sólo siguió mirando a su alrededor, su maquillaje de ojos oscuros y el rostro pálido la hacían parecer un mapache albino asustado. Suspiré. —No tan alto —se quejó Killian sin abrir los ojos. Frunciendo el ceño, Joonie volvió su atención hacia él. —Vamos, entremos. —Casa —murmuró él. —Sí, estás en casa. —Ella se agachó y le agarró los brazos. Entonces, apoyando sus pies contra el suelo, lo movió a una posición sentado y luego con otro fuerte tirón, lo hizo levantarse. Estaba segura de que se caería y se la llevaría con él—ya que era, como, un pie más alto que ella—pero parecía tener esta rutina bajo control. Se tambaleó hacia delante, pero logró ponerse de pie mientras se desplazaba hacia un lado, tirando de su brazo sobre los hombros. Oh, ella era como un pequeño perno de seguridad-muleta incrustada. Después Joonie dio un rápido vistazo a los alrededores de las casas—sí, comprueba ahora que ya estás fuera del coche y obvio, que eso es una buena idea—los dos se tambalearon hacia la casa.

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Gracias a Dios que había dejado la puerta del coche abierta. De lo contrario, podría haber quedado atrapada allí para siempre. Increíble como seguía encontrando nuevos círculos del infierno. Salí al camino de entrada, aliviada de estar libre y respirar (o lo que sea) aire fresco, y los seguí a un ritmo pausado. En la puerta, parecía haber cierta confusión acerca de la llave, qué llave, quién tiene la llave, algo que Joonie buscó primero en sus bolsillos y, luego en los de—ew—Killian. Así que... más espera. En serio, ¿hay algo en la otra vida, o lo que esto sea que es, además de la espera? Con un suspiro, me apoyé sobre un lado de la casa... y caí directamente. El cobertor de madera, paneles de yeso y —¿fue eso un piano?—pasaron fríos rápidamente. Aterricé en el piso, en una horrible alfombra de color marrón y crema con un golpe que sentí, pero no pude oír. Aturdida, me quedé allí por un segundo, mirando el piano negro y mis piernas atrapadas en medio de él. Evidentemente, este tema de caminar a través de paredes tal vez era mucho más complicado de lo que yo pensaba. ¿Cómo es que podía entrar en la maldita casa por accidente, pero no podía salir del coche, no importa cuánto me concentrara? No tenía sentido. A menos que no siempre tuviera que ver conmigo. Tal vez era algo completamente distinto. Al igual que, tal vez era porque la casa era de madera, no metálica como el coche, las moléculas estaban más apartadas y podía deslizarme a través de ellas más fácil o algo así ... No tenía ni idea. Sólo era una cosa más que tenía que averiguar. Con una mueca, acurruqué mis piernas hacia el pecho, casi esperando a sentir la pared y el piano lastimar mi piel. Pero no me dolió. Una vez que todo de mi se encontraba en la casa, me puse de lado y me levanté. Me sacudí nuevamente—no era estrictamente necesario, pero de alguna manera era reconfortante—y eche un vistazo alrededor. Definitivamente, la sala de estar. No había televisión, las cortinas pesadas cubrían la enorme ventana del otro lado de la habitación, y una sensación de vacío y falta de uso llenaba la habitación. Baratos marcos de fotos de color de plata cubrían la parte superior del piano. Un hombre, que se parecía a Killian pero de mayor, dominada la escena. Su padre, probablemente. Se veía mucho menos oscuro, retorcido y nebuloso en estas imágenes. A mi izquierda, dos estanterías de madera oscura exhibían una variedad de tazas de té de aspecto delicado y figurillas de cerámica con un par de libros de tapa dura para la decoración. A mi derecha, un horrible, pero perfectamente conservado sofá de color melocotón y verde azulado a

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cuadros como de 1993 ocupaba la pared. Junto a él había dos puertas batientes a juego con esa horrible persiana de madera barata. Ellas estaban cerradas, pero que parecía ser la única manera de salir de la habitación. Como para confirmar ese hecho, escuché un alboroto a través de los listones de madera, un tropiezo y un golpe repentino y el tintineo de las llaves, y pensé que Killian y Joonie finalmente habían entrado por la puerta de atrás, y estaban en cualquier habitación detrás de las puertas correderas. Caminé hacia la puerta, pero me detuvo justo antes de tratar de caminar a través de ella. Si resultaba ser sólida y trataba de atravesarla la movería y Joonie definitivamente lo vería. No a mí, pero si a la apertura de las puertas. Si bien podía asustarla, ella me parecía más del tipo que era de quedarse y exigirle una explicación a Killian, cosa que yo no quería. Así que esperé a que se movieran más lejos. Luego extendí la mano hacia las puertas y mi mano se deslizó a través de ellas. Perfecto. El resto de mi mano me siguió sin problema, y entré en lo que resulté ser una cocina pintada de color naranja brillante y ENORMES flores de color naranja en el empapelado, ¿Alguien era daltónico? Quiero decir, en serio, justo a tiempo para ver a Killian y a Joonie tropezando con otra puerta en el otro lado de la habitación. Los seguí a cierta distancia, giraron a la derecha de la cocina en una sala pequeña. Tres puertas desde de la sala, sin incluir la cocina. Eso era todo. Esta NO era una de esas casas que se veían más grande por dentro de lo que se ven desde el exterior. Delante mío, Joonie y Killian eligieron la puerta número dos, que resultó ser, no era de extrañar, la habitación de Killian. No era tan repugnante como esperaba. Ningún alimento mohoso por ahí o pintura gótica negra o posters de Marilyn Manson. Sólo un cuarto de chico de aspecto normal: paredes blancas, moqueta beige, cortinas azul y verde a cuadros para que coincidiera con el edredón de franela azul y verde a cuadros y sábanas en la cama doble. Una de esas estantería baratas de encastre, repleta de libros y cómics, estaba de pie justo a la izquierda de la cama. Una mesita de noche a juego a la derecha. Frente a los pies de la cama, un escritorio de aspecto maltratado tenía más libros, y la silla del escritorio, girada para mirar fuera del escritorio, estaba cubierta con varias capas de camisetas y harapientos pantalones vaqueros negros. Olfateé tentativamente el aire. Olía a ropa recién lavada y a chico aquí. No olía a muchacho sudoroso, a medias usadas de gimnasia, pero si a buen aroma a limpio que a veces podía oler cuando besaba el cuello de Chris y se había olvidado de poner su colonia.

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No es que Will Killian oliera bien. No, no, no. Yo no estaba diciendo eso. Sólo que su cuarto lo hacía. —Aquí. —Joonie ayudó a Killian a llegar a la cama, y casi cayó de bruces sobre ella. —Gracias, J —dijo en tono amortiguado por la almohada. Oh, Dios, yo esperaba que no se asfixiara. Por otra parte, eso podría hacer que esta conversación ocurra más rápidamente. Golpeteé el pie, esperando que Joonie se fuera, pero ella se quedó allí, todavía jadeando por el esfuerzo, y lo miró. Sí, porque eso no es espeluznante ni nada. El sonido de la respiración de Killian era profundo no del todo un ronquido, pero ciertamente no era silenciosa, difícilmente esas respiraciones llenaban la habitación. Sin embargo, ella no se fue. Ella tiró de uno de sus piercings en el labio, como un tic nervioso o algo así, y le hizo una mueca. —Me tengo que ir —dijo por fin, hablando con Killian que estaba durmiendo boca abajo—. Si me olvido de PE de nuevo, Higgins me reprobará y no me graduaré. Y tú sabes —le dio una extraña risita—, tengo que salir de esa casa. Bueno, descendiendo a nuevos niveles de frikismo aquí. —Necesito que seas honesto conmigo, Will. Creo que estás mintiendo, tratando de protegerme. Un pequeño ping sonó, y miré a tiempo de ver a una de las trabas de seguridad de sus piercings en el suelo de madera. Asqueroso. —Tienes que decirme la verdad —dijo, sonando a punto de llorar. La sangre ahora brotaba de su labio donde había estado jugando con el piercing que se le había caído—. De lo contrario, esto nunca va a funcionar, y necesito que esto funcione. ¿De acuerdo? Gemí. —Tienes algo de orgullo, ¿verdad? Mendigando que le gustes a alguien es tan patético. Rogando porque a Killian le gustes... ni siquiera hay una palabra para lo triste que es. —Te amo, lo sabes. —Ella se limpió la nariz y se secó bajo los ojos, su dedo manchado con delineador negro—. Lamento que estés herido. —Alégrate de estar dormido —le dije a Killian—. Yo deseo estarlo.

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Afortunadamente, esa última declaración pareció terminar con la necesidad Joonie de implorar y dar discursos dramáticos. Ella respiró hondo, asintió con la cabeza, y con una última mirada a Killian, finalmente se fue. Unos segundos después, oí cerrarse la puerta trasera. Caí en la silla del escritorio, agotada. Todo esto para tener una conversación a solas con alguien que ni siquiera me gustaba. Estar muerto apesta.

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CAPÍTULO 6 WILL Traducido por Belentxu y Sera Corregido por Melo

E

l familiar diseño del techo del dormitorio, con goteras amarillentas, me saludó cuando abrí los ojos.

En casa. A salvo y en la cama, si interpretaba bien la plácida sensación de comodidad bajo el cuerpo. Conservaba un ligero recuerdo de haber llegado en el auto de Joonie, quien me había ayudado a llegar hasta mi casa; pero no mucho más. Los encuentros con la retorcida huella fantasmal de mi padre siempre me dejaban débil, agotado; como si hubiera absorbido mi energía. Sumado al daño que me habían infligido primero el abuelo Brewster y los otros y… El abuelo Brewster. El director Brewster. Expulsado. Cada palabra desencadenaba la siguiente, como una serie de luces encendiéndose según una secuencia que, al haberse iluminado todas, dejan ver la imagen en conjunto. Una sensación de horror me invadió. Menos de una hora después de que Brewster me hubiera amenazado con la expulsión, había dejado el colegio (aunque fuera por una buena razón, claro que tampoco es que tenga importancia). La expulsión significaba una llamada a mi madre, que llamaría por su parte al doctor Miller, lo que equivalía a un “Bienvenido al Hospital Psiquiátrico Ivythorne, señor Killian” esa misma tarde. —Mierda —me incorporé y ni cinco segundos después, me caí al sentir un dolor agudo en la cabeza, mientras la oscuridad obstruía mi ángulo de visión. Demasiado rápido, demasiado rápido. —¡Por fin! ¿Hace falta que te pregunte en qué año estamos o quién es el presidente, ese tipo de cosas?— inquirió una voz extrañamente familiar. Su tono era algo más que en deje imperioso, así que definitivamente, no se trataba de Joonie—. Porque has estado haciendo todo tipo de cosas raras. Claro que, tratándose de ti — desdeñó ella—, no es nada nuevo. —No. No, no, no, no. —No estaba sucediendo. Me negaba a creerlo, pero mis ojos se abrieron de mutuo acuerdo. Veía lo suficiente como para captar la presencia de Alona Dare, la Alona Dare, como probablemente se referiría ella a sí misma, sentada en la silla de mi escritorio, en lo alto de un montón de ropa

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limpia, con las elegantes piernas de animadora levantadas contra el pecho. Parecía más pálida de lo normal. Lo que tampoco era de extrañar al tratarse de una persona que, de hecho, estaba muerta. —Estás aquí. Ella frunció el ceño. —No tienes por qué enfadarte. Yo no me alegro de estar aquí más que tú. —Genial. Pues vete. El reloj de mi escritorio marcaba las 11:30. Había perdido más de tres horas. Tiempo más que de sobra para que Pederson hubiera informado a Brewster y para que Brewster llamara a mi madre. La única razón por la que seguía allí era porque el jefe de mi madre en el restaurante, Sam, no le dejaba llevar el móvil al trabajo. Mayoritariamente, porque él sabía que me llamaría cada cinco minutos para vigilarme. Yo tenía el número del restaurante por si hubiera una auténtica emergencia y la regla de Sam me había concedido algo de libertad y aparente normalidad. Por eso me caía bien. —¿Qué manera es esa de tratar a alguien que acaba de salvarte la vida?— exigió saber Alona. —Él no iba a matarme. Aún no —me forcé a decir—. Él solo… intentaba llamar la atención. —Me levanté despacio, esperando que pasaran pronto los mareos consecutivos y me llegaran el resto de palabras—. ¿Qué me has salvado la vida? ¿En qué mundo vives? —Exacto. He ahí el dilema —asintió ella con satisfacción. La miré fijamente. —Perdona, quizás la herida de mi cabeza hable por mí, pero… ¿Qué? —Ella abrió la boca para replicar y yo sacudí la cabeza—. Da igual. Olvídalo. No puedo hacer esto ahora mismo. El turno de mi madre termina a medio día. Ella revisará los mensajes del contestador a las doce y un minuto. Calcula unos diez minutos para hablar con el doctor Miller y explicarle la situación, veinte minutos más o menos para que vinieran a casa juntos en coche desde la ciudad… Seh, probablemente disponía de unos cuarenta y cinco minutos de libertad. De sobra.

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Sí, claro. Me arrodillé junto a la cama, con cuidado de mantener el nivel de mi cabeza y tanteé mi mochila detrás de la polvareda de la que mi madre hablaba cuando insistía en que yo escondía mi versión de almacén (conocido también como meter todo bajo la cama y esperar no volver a necesitarlo en un futuro próximo). Tenía que irme unos días. Dejar que las cosas se enfriaran. Esperar hasta que pudiera hablar con mi madre a solas… e intentar dar con un modo de explicar, otra vez, lo que me había pasado sin contar la verdad. Los padres de Erickson, ambos abogados, siempre estaban de viaje. Podría pasarme por su casa unos días y probablemente, ni se darían cuenta. Qué demonios, incluso Erickson podría no darse cuenta. —Lo digo en serio, Killian. —Alona sacudió sus piernas y se levantó. La silla, que tenía ruedas y era poco firme, ni se inmutó. Alona debía de estar fuera de órbita. A pesar de que yo debería estar concentrado en encontrar mi estúpida mochila y salir de aquí, la observé acercarse como hipnotizado por el movimiento de sus largas piernas torneadas. —¿Dónde estoy exactamente? ¿Cómo es que puedes verme y oírme? ¿Estoy muerta, viva o en algún punto intermedio? ¿Estoy atrapada por algo? ¿Cómo me las arreglo para que la luz blanca venga por mí? ¿Dónde está la comida? Enumeraba las preguntas con los dedos según se iba acercando. Yo sacudí la cabeza para aclararme las ideas. —Es difícil de creer, pero me parece que eras menos molesta cuando estabas viva. ¿No me escuchaste cuando te dije que no puedo hablar contigo en este momento? Vete a perseguir a otro. Mis dedos se cerraron alrededor de una correa y saqué la mochila lo que trajo consigo una nube de polvo. —Créeme. Me buscaría a otro si pudiera. Tú solo estás enfadado porque nunca te dirigí la palabra cuando estaba viva. —Seh, me inunda una oleada de remordimientos —comencé a afirmar, pero tuve que detenerme sobre una rodilla, apoyar mi mano contra el colchón y cerrar mis ojos otra vez. El cambio repentino de posición había conseguido que mi cabeza se tambaleara. Otras veinticuatro horas de sueño (tiempo que no tenía) y estaría como nuevo, si podía basarme en otras experiencias. Había visto a mi padre, o lo que quedaba de él, diez o doce veces en los últimos ocho meses desde aquella noche en hospital St. Catherine después del

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accidente de Lily, cuando le conté a mi madre y a Jonnie que iba a marcharme después de la graduación. A él lo habían declarado muerto en ese hospital e imagino que una parte de él seguía allí. Aparentemente, no le hizo muy feliz mi decisión de irme. No es de extrañar, dado que la última vez que habló conmigo, me hizo prometer que cuidaría de mi madre. Por supuesto, entonces, no me di cuenta de que quería que lo hiciera en su lugar, para siempre. Había sido sencillamente la mañana de un lunes normal. Él le dio a mi madre un beso de despedida y me pidió que cuidara de ella, del mismo modo en que él había hecho siempre. Entonces, cogió el coche para irse a tres millas de distancia a una vía de ferrocarril que todavía no habían mejorado con luces y barreras, aparcó en el camino y esperó. Había trabajado para la línea septentrional de trenes de Southfolk durante todo aquel año y medio, haciendo reparaciones, así que conocía el horario del tren y que el ingeniero no sería capaz de detenerlo a tiempo. A veces, justo después de que sucedió, intentaba imaginarme lo que estaba pensando mientras esperaba allí. Entonces, me daba cuenta de que no quería saberlo. —¿Hola? ¿Tierra llamando a Killiam? —Escuché a Alona moviéndose a mí alrededor, y entonces, de pronto, el pie de mi cama se hundió por su peso—. ¡Guau! —susurró ella—, eso ha sido raro. Se quedó callada durante un dichoso segundo. Después, volvió al ataque: —¿Sabías que a veces…? —Cuando estás cerca de mí, a poca distancia, tienes peso y sustancia otra vez. —Abrí mis ojos de nuevo y me obligué a incorporarme el resto del camino—. Todo te responde como si estuvieras viva y tuvieras de vuelta tu cuerpo físico. Sí, lo sé. Dejé la bolsa en la cama junto a ella y abrí la cremallera. Ella se me quedó mirando de hito en hito. —¿Eres tú el que hace eso? ¿Cómo…? Y no peso tanto —añadió algo irritada. Sacudí mi cabeza. —Dios, eres tan superficial como siempre. No cambias ni aún muerta. —¿Suele cambiar en la mayoría de la gente? —Ella curvó sus esbeltas piernas bajo sí; con sus perfectas uñas de los pies pintadas con esmalte de algún color brillante y femenino entre el rojo y el rosa—. Por lo que he visto hoy, parece

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más bien que se quedan congelados y secos en el sitio y se comportan justo del modo en que lo hacían antes de morir. Fruncí el ceño. Aquella era una observación relativamente decente. Quizás no fuera tan estúpida como pensaba. Me desplacé con cuidado, debido a mi cabeza, alrededor de la cama hacia la silla del escritorio, para elegir un par de prendas de ropa. Ella echó una mirada de la mochila a mí y de mí a la mochila con cierto interés. —¿Adónde vamos? —Nosotros no vamos a ninguna parte —regresé a la cama y metí la ropa en la mochila. —¿De verdad? —extendió las piernas sobre mi cama (¡Mi cama!) y le dio de lado a mi mochila con el muslo firme y torneado. Yo tragué saliva—. Eso es tan guay —dijo ella con asombro, más para ella que para mí. —Alona… —comencé a decir. Ella se apoyó sobre los codos. —Mira, así es como yo lo veo, Killian. O bien me ayudas y me cuentas lo que quiero saber, o bien me limitaré a seguirte a todas partes. —Me dedicó esa dulce sonrisa falsa que le había visto usar tan a menudo en el colegio. Su mirada permanecía tan afilada e inmisericorde como siempre—. Estará tan bien tener a alguien con quien hablar veinticuatro horas al día. Ya sabes, ya no duermo. Al menos, creo que no lo hago. En realidad nunca… Gruñí. —Está bien, está bien —se la debía. Ella se había deshecho del abuelo B., de Liesel y de Eric, así como del resto de ellos con sorprendente eficiencia. Por supuesto, nada se interponía en el camino de Alona cuando ella quería algo. Una de las ventajas de ser un paria social: disponía de muchísimo tiempo para la observación ininterrumpida. Yo había sido testigo de cómo Alona Dare era resuelta, decidida y despiadada. Si el instituto fuera un zoo, ella sería la leona que corre a cazar a los desventurados turistas que deambulaban por el cerco equivocado. Estudiaba a la gente, se aprendía sus puntos débiles. Y luego atacaba, ofreciendo sonrisas dulces y pestañeos aleteantes, o comentarios mordaces y una elevación de la ceja de disgusto, lo que sea que fuese más efectivo. Funcionaba, también. La gente se agachaba y se acobardaba. Algunos

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fingían no preocuparse, pero estaban detrás de su mesa, suplicando sobras en cuestión de semanas. El hecho era, que a menos que fueras Misty Evans, su mejor amiga y la única excepción al reino todo poderoso de Alona, le hacías una reverencia y te apartabas de su camino. Era asqueroso. Y aun, alguna parte de mí la admiraba por eso. Sabía lo que quería y lo conseguía insistiendo lo suficientemente fuerte… incluso el dinero no podía comprar ese tipo de confianza. Por supuesto, también he oído incontables cuentos de inocentes espectadores desentrañados por la particular marca de “encanto” de Alona. Una buena cosa para tener en cuenta. Comprobé el reloj de nuevo. —Tienes diez minutos —le dije. —Trato. —Se sentó de nuevo rápidamente, doblando sus piernas por debajo de ella otra vez. Me pregunté si las estiraba deliberadamente para atraer mi atención. Yo podría no hacerlo 3. —De acuerdo, primera pregunta. —Juntó los dedos—. ¿Por qué eres de la forma que eres? ¿Por qué puedes verme y oírme y nadie más puede? Esa era fácil. —No lo sé. Me dio una mirada marchita. —Debes tener alguna idea. Es decir, en serio, tienes todos esos libros sobre morir y cosas raras. —Pasó su mano por mi estantería. ¿Había estado dándose una vuelta por mi habitación? Genial—. Deben decir algo, y sé que al menos tienes una teoría. —¿Qué te hace pensar eso? —Me sentí ligeramente halagado de que pensara eso. Se encogió de hombros y echó su brillante pelo detrás de los hombros. —¿Qué más tienes que hacer con tu tiempo además de pensar en cosas como estas? No es como si tuvieses bastantes actividades extracurriculares. Además, eres todo, eh, gótico y de los muertos, ¿verdad?

3

Se refiere a no prestarle atención.

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Alona Dare, reina de los insultos y cumplidos. —Wow. Gracias. ¿Alguien te dijo alguna vez que eres buena con la gente? Frunció el ceño. —No. —Bien. No soy gótico. —Tu pelo es negro, tienes piercing, llevas ropa negra todo el tiempo y actúas bastante raro… —Mi pelo es naturalmente de este color. Tengo 3 pendientes en una oreja, eso es todo. Esta camiseta… —le di un estirón a la tela en mi pecho—, es azul marino, y si actúo raro todo el tiempo, es por fantasmas como tú. Puso los ojos en blanco. —De acuerdo Killian, lo que sea. Así que, no eres gótico. No seas niño… y no me llames fantasma —añadió frunciendo el ceño. —¿Por qué no? —¿Hola? ¿Ves una sabana y cadenas sobre mí? —Gesticuló dramáticamente hacia ella. Eso me trajo a la cabeza todo tipo de otras imágenes no fantasmales… Negué con la cabeza para alejar esos pensamientos. —¿Qué preferirías entonces? ¿Discapacitada? Ella suspiró. —Sólo cállate y explica ya tu teoría, ¿de acuerdo? —Bien. —Me senté en el lado opuesto de la cama. Si ella iba a hacerme pasar por todo esto, quería guardar fuerzas para salir de aquí cuando nuestra “charla” hubiera acabado—. La mejor forma en la que puedo imaginarla es esta: los vivos ocupan una dimensión, un lugar particular en el tiempo y el espacio, ¿no? Cuando mueres, tu energía se va de esta dimensión a otra, — hice una pausa—. Te suena la idea de dimensiones diferentes, ¿no? —Oh, sí, claro— mintió, moviéndose un poco incómoda. La cama se movió en respuesta a su movimiento, recordándome una vez más que la chica más guapa que he visto en la vida real estaba en mi habitación, en mi cama, a sólo unos pies de distancia de mí. Pelo reluciente, una boca

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llena, cuello elegantemente largo y estaba ese encaje por debajo de la marca de la huella y su casi transparente camiseta blanca de gimnasia. Por supuesto, a diferencia de la fantasía ocasional que había disfrutado, ella estaba muerta y estábamos hablando de la vida después de la muerte y de diferentes dimensiones en lugar de su batir de pestañas y pucheros mientras se ofrecía a hacer “cualquier cosa” si la ayudaba a aprobar el examen final de inglés. Aun así, la similitud era un poco alucinante. —¿Killian? —Ella agitó su mano para atraer mi atención—. ¿Estás drogado o qué? De vuelta a la realidad. Mis posibilidades con Alona Dare, viva o muerta, eran las mismas, de cualquier forma negativas. Me aclaré la garganta. —Las dimensiones se solapan un poco, creo, y cuando la gente muere, a veces se quedan pillados en el medio. Como esto. Me di la vuelta y hurgué en el cajón de la mesita en busca de un trozo de papel y algo con lo que escribir. Encontré un recibo del último Manhunter y un trozo roto de un lápiz de hace diez años. Lo bastante bueno. Dibujé dos círculos entrelazados y rotulé todas las partes apropiadamente.

Le pasé el recibo. —¿Ayuda esto? Lo estudió atentamente un momento antes de levantar la vista para reunirse con la mía frunciendo el ceño.

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—Así que, estás diciendo que estoy atascada aquí. —Levantó el recibo y lo golpeó ligeramente—. En medio. Como el purgatorio. Levanté las manos. —No tengo religión. —He visto la suficiente gente de todas las religiones y ninguna religión sabe explicarlo mejor que en esos términos. —Dijiste que pensabas que iría directamente al infierno— señaló. Maldición, era definitivamente más perspicaz de lo que pensaba. —Me refería a ido para bien. Bajó las manos con el recibo, mirándolo. —Cuando desaparecí, las dos veces, no sé a donde fui. No recuerdo nada. El tiempo pasa, supongo, basándome en que cuando me desperté, regresé aquí. Pero yo simplemente… me fui. —Sus ojos verdes se reunieron con los míos desafiantemente, pero brillaban un poco más de lo normal, como si estuviera cercana a las lágrimas—. ¿Estás diciendo que estoy en el infierno cuando no estoy aquí? —No lo sé. —Me crucé de brazos delante del pecho—. ¿Huele tu pelo a azufre cuando vuelves? Su frente se frunció. —¿Cómo sé a qué… — Sus ojos se abrieron cuando se dio cuenta—. ¡Oh, eres un idiota! —Me tiró el recibo de vuelta—. Estoy hablando en serio. —No lo sé, ¿de acuerdo? La gente desaparece en la zona media todo el tiempo. A veces vuelven, pero la mayoría de las veces no lo hacen. —Fruncí el ceño—. Normalmente, sin embargo, los que se quedan por ahí tienen asuntos no resueltos, cosas que tienen que tratar. —Sí, ¿y…? —Sus ojos brillaron peligrosamente, como si estuviera a punto de decir algo realmente malo. Me moví incomodo. —¿Qué tipo de asuntos podrías tener, de todos modos? —Otro que no fuera ser una perra. Mantuve esa pequeña joya para mí, pero eso no parecía ayudar.

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Su cabeza se sacudió hacia atrás como si la hubiera abofeteado, con su boca abriéndose ligeramente. Luego sus ojos verdes se estrecharon, y se levantó de la cama, sus pies aterrizaron con un golpe en la madera. —¿No tengo asuntos? ¿No tengo asuntos? —Agarró la cosa más cercana a la mano, lo que era, desafortunadamente, mi mochila… y me arrojó una camiseta a la cabeza—. Ni siquiera me conoces, tú… friki. —¡Oye! —Levanté las manos en una posición defensiva. —Estoy muerta, y atrapada aquí. Obviamente tengo asuntos. —Un par de pantalones vaqueros volaron hacia mi cara—. Sólo porque todo parece bien por fuera… —hizo una pausa para rearmarse, dando un paso hacia delante para coger algo de la estantería esta vez—, no quiere decir… —varios libros volaron hacia mi cabeza, y me agaché—, …que así lo sea. “La guía espiritual de Tobin” aporreó mi cabecera y cayó, aterrizando en el suelo con un golpe firme. —Cuidado —dije—. Podrías haberme arrancado la cabeza con esa cosa. —¿Alguien te hubiera echado de menos? —se mofó, cogiendo otra brazada de libros. —¡Para! —Me deslicé de la cama, bajo su línea de fuego, haciendo una mueca por la palpitación en mi cabeza—. Lo siento, ¿de acuerdo? —Aún no es lo suficientemente bueno —dijo entre dientes, cada palabra recalcada por un libro. Al menos se había cambiado a los libros de bolsillo. Calculando lo que quedaba de mi fuerza, la agarré por la cintura y la alejé de la estantería, intentando ignorar el olor a flores frescas de su pelo y la forma en que se revolvió contra mí. Entonces, me atacó con una de esas largas piernas que había estado admirando antes y atrapó mi tobillo. Nos caímos a la cama, que dio un siniestro crujido y vibró cuando nos golpeamos. De nuevo, no era exactamente parte de la fantasía.

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CAPÍTULO 7 Alona Traducido por: cYeLy DiviNNa, Yosbe ヅ y Gabrii Corregido por Sera

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M

e senté, sacudiendo mi cabello de la cara en un sólo movimiento, y encontrando a Killian debajo de mí. En el enredo, todo fue su

estúpida culpa, por cierto, terminé tirada al otro lado de su pecho,

que era en realidad más amplio de lo que parecía. El azul marino es un color que adelgaza, supongo. Sus manos, que también eran más grandes de lo que yo había pensado, se apoyaban ligeramente en mis piernas, y sentí el calor de su piel y el suave roce del tejido de su camiseta contra el interior de mis rodillas cuando respiraba. Tres días sin contacto humano no es mucho, a menos que todos a los que tocas conviertan tu interior en un lio tembloroso y frío. Entonces se siente como por siempre... y tocar a Will Killian en realidad se sentía bastante bien. Él miró hacia mí, y me di cuenta de que en sus espeluznantes ojos color azul claro había un anillo azul oscuro alrededor de ellos, como el borde de un lago en la montaña que no está del todo congelado todavía. Se lamió los labios nerviosamente, mostrando los dientes blancos y parejos que nunca había visto antes, porque en realidad… ¿hola? No sonríe mucho. Sí, tengo una cosa con los dientes buenos, ¿y qué? No es como un fetiche de los pies o algo desagradable por el estilo. El hecho de que te guste el trabajo de un ortodontista bueno no quiere decir que te tenga que gustar la persona que tiene los dientes o cualquier cosa… —¿Uhm, Alona? —preguntó tentativamente. Me eché para atrás sobre mí misma al momento. ¿Qué estaba haciendo? Éste era Will Killian, por el amor de Dios. Di una palmada en sus hombros.


—Suéltame. Él gritó. —¡Estás sobre mí! —Tú planeaste esto. —Traté de empujarme fuera de él, pero su cuerpo sujetaba mi pie izquierdo en la cama debajo de nosotros. —Oh, sí, lo hice todo, comenzando por los libros que tiraste sobre mí… Dejé de luchar por un segundo para mirarlo. —No te hubiera arrojado los libros si tú no… Todo su cuerpo se tensó de repente en el mío. —¿Oyes eso? —Sus ojos se ampliaron, se sentó. Su movimiento liberó el pie, pero envió el resto de mí resbalando hacia el suelo. Cogió mis brazos justo debajo de los hombros y tiró de mí en posición vertical, por lo que ahora realmente estaba sentada en su regazo. —Killian —le advertí. —Cállate. Estoy tratando de escuchar. La urgencia en su voz parecía genuina, por lo que mantuve mi boca cerrada. Si esa cosa oscura estaba de vuelta... Pero todo lo que escuché fue un coche afuera. Parecía que podría estar conduciéndose por un camino cercano. Nada sobrenatural en eso, pero seguro Killian parecía asustado por ella. Él me levantó de su regazo y me puso a un lado, con suavidad, así que era más fuerte de lo que parecía, antes de ponerse a sí mismo en el resto del camino a la cama y de pie para mirar por la ventana, arriba en la pared detrás de su cabecera. Estiró la cabeza con fuerza a la izquierda, mirando hacia el camino de entrada. —Mierda —se sentó con cuidado, primero en la cama y luego en el suelo. —¿Qué está pasando? —exigí—. Mis diez minutos no pasan todavía. —Él no iba en serio con lo de caminar lejos de mí, ¿verdad?—. Yo sólo hice una pregunta, que ni siquiera respondiste realmente. Sólo estás suponiendo.

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Me ignoró, se agachó para recoger la ropa que había lanzado contra él y la puso de nuevo en su bolsa. Me puse de pie en su cama, tambaleándose un poco, y me dirigí a la ventana para ver por mí misma. Un automóvil, un sedán marrón de algún tipo, se paró en el camino de entrada de Killian. Mientras observaba, las dos puertas delanteras se abrieron. Una mujer pequeña con el mismo pelo oscuro de Killan salió del lado del pasajero. Sus ojos eran de un color rojo visible, incluso desde esta distancia, y ella retorcía algo blanco, un pañuelo o un fajo de Kleenex, tal vez, en sus pequeñas manos. Un hombre de baja estatura, grueso, con una barba llena y una de esas chaquetas de cuero con parches en los brazos dio la vuelta desde el lado del conductor para poner el brazo alrededor de ella. —Tu mamá y tu padrastro —supuse—. ¿Cuál es el problema? —aparte de su padrastro y sus terriblemente malas elecciones de moda. Iba vestido con unos viejos zapatos con gruesa suela. Yo no conocía a nadie en realidad que los llevara. Pensé que no eran más que el equivalente del zapato del hombre del saco. Feo, horrible, informaba la leyenda pero nunca claramente visto en la vida real. —Mi mamá nunca se volvió a casar. —Cerró la cremallera de su bolsa y la tiró por encima del hombro. —Muy bien, así que… —Salté de la cama y lo seguí al salir de la habitación. —Tienes que irte. Ahora. —Killian me ignoró. Él se movió por el pasillo, más allá de la cocina con una puerta que me había perdido de ver la primera vez. Probablemente, la puerta de entrada a la casa. —¡Teníamos un trato! Se detuvo tan bruscamente que casi choqué con su espalda. Él se volvió hacia mí, con puntos brillantes de color en su rostro pálido. Él estaba seguro que había trabajado sobre algo. —¿Ese tipo de ahí? —Señaló con un dedo hacia el camino de entrada—. Ese es el Dr. Miller, mi psiquiatra. Quiere encerrarme por ver cosas que no están allí. ¿Lo entiendes? No exactamente. —Pero yo estoy aquí.

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—No para él, y no tendrías un infierno de tiempo demostrándoselo a nadie más que yo. Por lo tanto, si deseas el resto de tus diez minutos, tienes que callarte y mantenerte al margen del camino hasta que pueda salir de aquí. Killian se alineó junto a la puerta. Con mucho cuidado, sacó el cerrojo hacia atrás, haciendo una mueca cuando hizo un fuerte chirrido en contra de la vivienda. Evidentemente, no hacían mucho uso de esta puerta. El pánico puro en su voz se llevó algunos de los insultos en sus palabras, pero también me dio una idea. Me acerque más. —Prométeme que me ayudarás. —¿Qué? —Miró hacia mí, con la mano congelada en una garra en el pomo de la puerta. Detrás de nosotros, a través de la cocina, podía escuchar el sonido de las voces. Ellos estaban hablando afuera en el camino de entrada. Claramente, Killian se dio cuenta que ellos venían por la puerta trasera mientras él iba por la parte frontal. Podría funcionar, pero el momento adecuado sería crucial. —Si no puedo volver a lo que era —y confía en mí, después de lo que había visto en la oficina del forense, nadie volvía de nuevo al cuerpo—, entonces quiero seguir adelante. Los ángeles, arpas, las nubes, tirando rayos hacía abajo en la cabeza de Misty, Krispy Kremes tres veces al día sin engordar, lo quiero todo. Alojarse aquí es... deprimente. —Incliné la cabeza hacia un lado y bajé las pestañas para darle el aspecto que una vez hizo que Chris manejara todo el camino a Peoria para comprarme un café moca con menta cuando el ÚNICO Starbucks en la ciudad se quedó sin el jarabe de menta—. Yo me quedo tranquila y fuera de tu camino. Simplemente haz que la luz blanca venga a por mí. Sacudió la cabeza con una sonrisa forzada. —No puedo hacer eso. —¿Por qué no? —exigí. —No depende de mí. Apoyé las manos en las caderas. —Bueno, ¿de quién entonces? Él no respondió, sólo inclinó la cabeza hacia un lado con el ceño fruncido, escuchando algo, y levantó la mano para tranquilizarme.

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Oh, sí, claro. —Lo digo en serio, Killian —continué—. No puedo quedarme aquí, no me gusta esto. Necesito ayuda. No eres mi primera opción, por supuesto, pero necesito… Él dejó escapar el aliento en un silbido frustrado. —Está bien, está bien. Yo te ayudaré —dijo en un duro susurro—. ¡Cállate ya! Por favor. Fue el "por favor" lo que me detuvo. Parecía enfadado, pero con miedo también. No era nada divertido meterse con él cuando estaba así, no importaba lo que puedas haber oído, no me va la tortura de personas. Además, yo había conseguido lo que quería. Así que me callé... por ahora. A través de la cocina, oí el rápido tap-tap de los pasos y el tintineo de las llaves. Alguien se acercaba por la acera hasta la puerta de atrás. Killian esperó un segundo más de lo que hubiera esperado yo, pero bueno, era su gran escape y luego giró el picaporte y abrió la puerta justo cuando su madre metió la llave en la cerradura de la puerta de atrás. Hubiera sido perfecto. Ellos no habrían tenido la menor idea de hace cuánto tiempo se había ido, probablemente ni siquiera se habían molestado en buscar fuera de la casa. Excepto que... cuando Killian abrió la puerta delantera, el Dr. Miller se puso detrás de ella, con la mano lista para golpear. Yo no podría haber dicho cuál de ellos estaba más sorprendido. Boogeyman con sus zapatos de goma, en un silencio sobrenatural, atacando de nuevo. Volvió a su habitación y a la cama, rápido como un relámpago. Sólo me tomó un par de segundos en su compañía para ver que, si bien Killian podría haber sido el único con el poder de echarlo, fue su madre quien dirigía el espectáculo. No por escrito o quejándose, no como mi madre. Ella estaba quebrada, por la pérdida de su marido y la pendiente pérdida de su hijo, y claramente luchaba para no perder la cabeza. A petición suya dejaba a

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Killian luchando por obedecer, con la cara llena con la culpa desnuda. Había dejado caer la bolsa en la puerta y la siguió, sin duda. Si ella le daba una camisa de fuerza, se ataría él mismo el cinturón con una sonrisa. Fabuloso. Esto iba a ir bien. Sé que todos los talk-show acogían una y otra vez el cuidado de los padres y los participantes, pero sigo pensando que hay algo que decir para que los padres no estén involucrados y apáticos. Es mucho más fácil. Me acomodé en la silla de Killian de nuevo para ver el espectáculo. Tenía un gran interés aquí. —¿A dónde te dirigías, Will? —El Dr. Miller marcaba el ritmo a los pies de la cama mientras la madre de Killian flotaba cerca de la puerta, probablemente no queriendo ser público del gran doctor. Lo que sea. Odiaba a los terapeutas. Muchos eran inútiles, todos ellos. Siempre te pedían hablar sobre tus sentimientos. ¿De qué sirve hacer eso? Sólo te hace pensar y sentir más sobre las cosas que no puedes cambiar. —Sólo iba a un lugar para pensar. —¿Quieres hablar de lo sucedido hoy en la escuela? —Miller sacó las manos de sus bolsillos para cruzar un brazo sobre su cintura y el resto del codo de su otro brazo sobre el mismo. Segundos después, la barbilla se instaló en la copa de su mano. El hombre se apartaba de su escritorio durante unas horas y no podía mantener su propia cabeza. Una barbilla de caucho. Genial. Puse los ojos en blanco. Killian se encogió de hombros, un poco demasiado a la defensiva. —Nada de qué hablar. Miller frunció el ceño. —El director Brewster te quería expulsar. Yo diría que eso es algo. —¿Habló con él? —preguntó. El médico se detuvo por primera vez, la vacilación cruzó su rostro. —Yo estaba con tu madre en el comedor cuando ella recibió la llamada —dijo finalmente.

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Killian lanzó una mirada a su madre. Ah... ¿algo entre su mamá y él salía a relucir? Qué asco. —William, estoy preocupada por ti —su madre tomó un paso dentro de la habitación, retorciéndose las delgadas, y pálidas manos una con otra—. Las cosas han ido empeorando y… —Mamá, estoy bien —Killian pasó sus manos por el pelo. Vi la mueca de dolor cuando tocó el nudo en el lado de su cabeza, pero él lo escondió muy bien—. Brewster estaba siendo un burro de nuevo. Tomó a Marcie y… —Esa es la única razón por la que no fuiste expulsado. Eso, y los esfuerzos de tu madre con el director Brewster en tu nombre. —Miller no sonaba tan feliz por eso. Killian se puso rígido, sin duda imaginándose la suplicante conversación que se había llevado a cabo. Brewster era un imbécil, eso era seguro, pero disfrutaba tener poder sobre los que no lo tenían. Lo más inteligente por hacer era sólo respetarlo en su cara y seguir su lado bueno desde el principio. Claramente, Killian había estropeado eso. —Está bien —dijo su madre gentilmente—. No fue tan malo después de todo. —Ella le dio una sonrisa amilanada. Podía ver, sin embargo, que no estaba bien, al menos no con Killian. —Hemos hablado acerca de esto, Will —dijo Miller de manera torpe en su mejor calmada voz de “yo soy el terapista así que sé”. Cada palabra que salía de su boca hacia que lo odiara más. Él y el Dr. Andrews debieron haber ido a la misma escuela de psiquiatras—. Tu música tiene la intención de ayudarte, pero si dependes de ella demasiado… —No lo hago —protestó Killian. Podía haberle dicho que no importaba. Miller ya había tomado una decisión. El buen doctor se paseó más cerca. Bajó una mano para engancharse los pantalones, obviamente con la intención de sentarse a los pies de la cama. Luego el notó la inclinación de la cama, el lado izquierdo más bajo que el lado

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derecho, por tres o cuatro pulgadas. Ups. La cama había parado nuestra caída y nosotros lo habíamos roto. Miller se incorporó con el ceño fruncido. —¿Qué pasó aquí? —Nada —dijo Killian. —No se lo está creyendo —dije—. Inventa algo. El meneó la cabeza muy sutilmente. —Julia, la cama del chico está rota —pronunció Miller. —¿Qué? —su madre se acercó apresuradamente, sus pequeños pies se movían sin ruido en la alfombra. Claramente, Killian había sacado la talla y altura de su padre—. ¿Qué pasó aquí, William? —Ella sonaba horrorizada, mirando hacia abajo en la cama. Si el horrible sofá en la sala fuese una indicación, él probablemente iba a terminar durmiendo en su “cama inclinada” por todos los años por venir. —¿Fueron los espíritus otra vez? —Preguntó Miller—. ¿Te atacaron? Él era bueno. Casi podías no notar la ansiedad detrás de su gruesa máscara de falsa preocupación. —No, no. Nada que ver. —El meneó la cabeza vigorosamente en respuesta a la pregunta de Miller. —¿Entonces qué? —incitó Miller. Killian se removió incómodo en su cama—. Fue una chica, ¿de acuerdo? —El miró a su madre con ojos suplicantes. —¿Ella te atacó? —Miller sonó asombrado, y demasiado emocionado. Killian sólo vaciló una fracción de segundo. Luego extendió sus brazos de nuevo, metiendo las manos detrás de la cabeza con una sonrisa arrogante y perezosa y luciendo para todo el mundo como el tipo el cual ha obtenido algo. —Sí, se podría decir eso. —En tus sueños —protesté.

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La cara de Miller se derrumbó—. Te refieres a una chica real. —¿Cuántas otras clases de chicas hay Doc? —preguntó Killian, todavía sonriendo. Oh, claro, iba a golpearlo cuando el estúpido doctor saliera de aquí. Su madre frunció el ceño, confusa. Ella vio la cama, probablemente tratando de recordar si estaba rota la última vez que ella entro allí. —¿Cuándo pasó esto? No me gusta la idea de chicas visitando tu cuarto. —Ahora, Julia, la interacción con los compañeros es buena. Sólo vamos a intentar mantenerla en la clase, ¿bien Will? —Miller se agachó y palmeó la pierna de Killian en lo que él pensó, qué chiste, que era un gesto fraternal. Luego hizo una pausa, dramáticamente, y me estremecí de antemano. Cuatro años de terapias con el Dr. Andrews, el rey de los frotabarbillas 4, me había enseñado lo que debe hacerse a continuación. Mostrar alguna diminuta chispa de la felicidad, algo que podría llevarte lejos de sus regulares citas semanales y cuidados. —¿Qué piensas que Lily hubiese hecho ante esto? —preguntó Miller casualmente. La sonrisa de Killian desapareció como si el doctor la hubiera alcanzado y se la hubiera arrancado. —¿Quién es Lily? —pregunté. —Ella hubiese querido que fuese feliz. Fuimos amigos una vez —dijo Killian defensivamente. —No. —Me puse en pie, alarmada—. Cálmate. Le estas dando una entrada. —¿Acaso Killian no había prestado nada de atención en terapia? Los tipos como Miller vivían para estas cosas. —Es verdad. Eso es bueno. Ella no querría que te sintieras culpable. Ella hubiese querido que vivieras tu vida felizmente. No fue tu culpa que no contestaras el teléfono. —Las palabras y el tono que Miller estaba utilizando era para

4 Se utiliza como para describir el gesto que se hace cuando se está pensando y se frota la barbilla, típico de los psicólogos y semejantes.

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transmitir cosas opuestas. Era una cosa de psiquiatras. No tenía idea de cómo lo hacían, pero era su arma secreta. —Ella sabía que yo nunca respondía mi teléfono. No puedo oírlo si tengo mis audífonos puestos. Ella podía haber llamado a Joonie, a sus padres, a cualquiera en busca de ayuda. —La frase no mencionada que flotaba en el aire era “Pero ella me llamó a mí”. Miré a Killian retrayéndose, metiendo los brazos por debajo de las cubiertas. Genial. A este ritmo, él iba a estar muy deprimido para levantarse de la cama, y mucho menos iba a ayudarme. No sabía quién era esta chica Lily, pero ella estaba estropeando todo. —Vamos. —Me moví para pararme del otro lado de la cama de Killian con una exasperada mirada. Su madre frunció el ceño. —¿Escuchaste eso? —Le preguntó al Doctor—. Suena como a pisadas. Killian me lanzó una mirada de advertencia. Ups. El Dr. Miller le dio una mirada excesivamente paciente. —No Julia. Me aproveché de su distracción. —Miller está jugando con tu cabeza —le susurré a Killian, sólo por si acaso, aunque no parecía que ninguna otra persona pudiera oír mi voz, o ellos hubiesen enloquecido hace tiempo—. EL quiere que te sientas mal porque cuando tú te sientes mal, a él le pagan… — Pensé en ello por un segundo, y luego añadí—, indirectamente. Pero coges la idea. Anímate. —No, él tiene razón. Lily se merecía algo mejor de lo que obtuvo. Ella merecía mejores amigos. Tomé aliento, viendo la cara del Dr. Miller cambiar mientras que él se daba cuenta de que Killian no estaba hablando con él. ¿Fue codicia lo que destelló tan rápido como un rayo? —Suave movimiento, Killian —dije bruscamente—. Él está observándote. Killian se estiró, y sin ver a mi dirección, él se enderezó otra vez en la cama.

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—Lo siento. Me refiero, tiene razón, Dr. Miller. —William, lo que le pasó a esa chica… eso no fue tu culpa. —La voz de su madre poseía el más leve temblor. Oh. Ahora, a pesar de todo, estaba intrigada—. ¿Por qué? ¿Qué fue lo que le pasó a ella? ¿La embarazaste? ¿La empujaste y rodó por las escaleras? ¿Ayudaste a su malvada gemela a secuestrarla y llevarla a México para alguna clase de cirugía plástica de cara? —Mmmm… Mi adicción a la televisión durante el día… gracias, TiVo, un regalo para las personas con vida en todas partes… podría haber salido a flote por allí. Todo el mundo, incluyendo Killian, me ignoró. Sorpresa, sorpresa. —Lo sé —dijo Killian, pero las palabras sonaron huecas. Él no se lo creía, y tampoco esperaba que ellos se lo creyeran. —Deberías descansar un poco —dijo el Dr. Miller en la misma voz gentil condescendiente—. Una noche en Ivythorne… —No —dijeron Killian y su madre simultáneamente. Miller frunció el ceño. —Julia, te lo recomiendo muchísimo también. La madre de Killian dudó por un largo momento. —Mamá —susurró Killian, y pude ver el miedo en su cara. Ella era lo único que se interponía entre él y una vida de encierro. Luego ella enderezó sus hombros y se encontró con la mirada del Dr. Miller, y vi la mujer que ella debió ser antes de toda esta tragedia que llovió en su vida. En ese segundo, envidié un poco a Killian. Mi madre hubiese estado peleando conmigo por la oportunidad de ir a Ivythorne, probablemente esperando que eso finalmente le ganara atención de mi papá. —Estoy segura de que estarás de acuerdo en que esto es un incidente aislado provocado por el Director Brewster acosando a mi hijo —dijo la mamá de Killian. —Él es un hombre adulto que debería hacer algo mejor que torturar a un muchacho con problemas. Miller negó con la cabeza. —Sé que te gustaría creer…

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—Max, dije que no. —Bien por ti. Finalmente, alguien de esta familia con un poco de decisión — dije. —Muy bien. —Levantó las manos rindiéndose con poca gracia—. Es tu decisión, por supuesto. Traje algo más para ayudar, sólo por si acaso. —Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta para mostrar una jeringa con tapa—. Es un sedante suave —dijo Miller—. Sólo para que puedas tener una buena noche de sueño. —Y mitad de camino del próximo siglo —protesté—. Dile que no. Prometiste ayudarme. Killian me ignoró y miró a su madre. —No lo necesito. Su boca se curvó en símbolo de aversión cuando miró la jeringa, pero ella asintió hacia él. —Necesitas descanso. —¿Un sedante para alguien que se ha lesionado la cabeza? —dije. Cualquier televidente novato de House podría decirte que eso era un error—. Ustedes están locos. —Por supuesto, su madre no sabía nada de la protuberancia en la cabeza, pero aun así... Killian ofreció su brazo a regañadientes. Me lancé a tirar el brazo hacia abajo, pero la cama estaba en el camino, y Miller, después de años dopando a pacientes, se movió más rápido de lo que yo lo hice. La aguja estaba en el brazo de Killian antes de que pudiera alcanzarlo. Me enderecé. —Eres un cobarde. Retiro todas las cosas agradables que pensé acerca de ti. —Tienes razón —dijo Killian. Luego alzó la mirada hacia mí con el ceño fruncido—. ¿Qué? —Dije que quiero que descanses un poco —repitió Miller un poco más alto. El apartó la jeringa del brazo de Killian, la recubrió y la arrojó en su bolsillo.

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Los ojos vidriosos de Killian se encontraron con los míos. —¿Qué cosas agradables pensaste? —preguntó, sonando ya atontado. —Oh, olvídalo —solté. Miller se alejó, chasqueando la lengua. Él le hizo una seña a la mamá de Killian, y los dos se fueron al pasillo. Los seguí, escapando por poco antes de que la Sra. Killian cerrara la puerta. —Ahora, Julia, no quiero alarmarte, pero con la historia de tu familia… Ella se estremeció. Él la tomó por los hombros, envolviéndola en un abrazo mucho más íntimo que profesional. —Un repugnante frotabarbillas. Mejor todavía. —Arrugué la nariz, imaginando el olor a polvo de su chaqueta de lana y el olor persistente de fumar la pipa. —Puede que no sea nada, pero cualquier cambio repentino en su comportamiento es algo que debemos supervisar. —Vaciló dramáticamente, apartándola pero manteniendo sus sorprendentemente grasosos y rechonchos dedos sobre sus hombros—. Con este último incidente, debemos considerar la hospitalización otra vez… —Le está yendo mejor —dijo firmemente, como si pudiera hacerlo realidad con la fuerza de sus palabras. Oh, Dios, no podía ni mantenerme viendo esto. El frotabarbillas tendría a Killian en control por una semana, y no había nada que yo pudiera hacer para detenerlo. —Lo sé, lo sé, y tal vez tengas la razón, esto podría ser un evento aislado, pero los últimos ocho o nueve meses… Me preocupa, Julia. Así que estoy preocupado. —Él la abrazó de nuevo, con su voluminoso cuerpo casi tragándose el diminuto de ella. —Repugnantes bastardos, eso es lo que son todos. Despierta Julia —le grité directamente a ella.

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Disgustada, me presioné contra la pared para escabullirme lejos de ellos. Seriamente, ¿qué se supone que debo de hacer ahora? Mi única idea brillante era actualmente sobrevolar sobre su cerebro y probablemente babear sobre su almohada. ¿Y la información que me había dado? No me era de ayuda. Comencé a caminar por el pasillo de la cocina hacia la sala para arrojarme sobre el sofá de tela escocesa. Aunque este lucía de una manera horrible, se sintió bastante cómodo. Tal vez por eso le habían ignorado y le mantenían

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guardado. Necesitaba

un

plan.

Killian

estaba

fuera

del

juego,

probablemente

indefinidamente. Negociando o no negociando, no iba a arriesgarse para ayudarme, no con su libertad en la línea. Casi no podía culparle. Lamentablemente, la otra gente muerta que había conocido no parecía tener idea alguna de cómo salir de aquí o de si ya lo habían intentado, por lo que sólo quedaba yo. No era un gran problema… había sido independiente desde que tenía trece años. Aunque, pagar las cuentas y hacer que mi madre se mantenga lo bastante sobria como para asistir a las conferencias de padres y maestros una vez al semestre, no tenía la misma magnitud que la determinación del destino de mi alma o lo que sea. Yo podía hacerlo. Siempre había conseguido lo qué quería, de una u otra forma, ¿verdad? Sólo tenía que estar presionando hasta que alguien o algo se presenten. Quien persevera, gana. Solía tener una camiseta de animadoras que decía eso. Primero lo más importante. Necesitaba un lápiz y un papel. Las cosas siempre parecen más manejables cuando están escritas. No gané el título de reina del baile tres veces sin un poco de esfuerzo y planificación, ya sabes. Estirando mis piernas, me alejé del sofá canapé y me puse de pie. En el proceso, uno de mis tobillos atravesó un maletín de cuero marrón que estaba inclinado parcialmente contra el lado del sofá. El de Miller. Tenía que serlo. No había estado aquí cuando yo había llegado a… bueno, caído. El bolsillo del cierre principal estaba abierto dejando a la vista un número masivo de carpetas manila y cuadernos de composición en blanco y negro, todos atestados desigualmente y en ángulos raros. La correa de nylon se había desprendido a ambos lados, y en los trozos restantes de la


correa se habían formado mechones marrones. El maletín parecía una especie de criatura extraña congelada de Midchew 5. Sonreí. Perfecto. Ningún frotabarbillas me sería útil si no tuviera un cuaderno y muchos lapiceros dentro. Con sólo un poco de concentración… Inclinándome, me concentré en el maletín, imaginando poder presionar el caucho y el metal del cierre bajo las yemas de mis dedos. El maletín-criatura cayó a un lado y vació su contenido. Lapiceros, del tipo gruesos y caros, rodaron libremente, junto con muchos archivos múltiples. Agarré el cuaderno de apuntes que lucía menos maltratado… y mi mano le atravesó. —Mierda. Lo intenté de nuevo, pero obtuve el mismo resultado. Esta vez, me concentré plenamente en el cuaderno de apuntes, traté de alcanzarle y mi mano pudo sostener una de sus esquinas, pero sólo por una fracción de segundo. —Ah, olvídalo. — Si fuera así de duro recoger un cuaderno sin Killian a mi lado, con su vudú personal o lo que sea, ¿cómo iba lograr sostener un bolígrafo, sin mencionar escribir?—. Esto es una mierda —dije en voz alta a nadie en particular. Bien, así que nada de bolígrafos ni papel. Pero, aún podía trabajar en la estrategia en mi cabeza. Me senté en el suelo, cruzando mis piernas. Killian dijo que esto sólo se trataba sobre asuntos pendientes, cuestiones que yo tenía que resolver. En realidad, él me había dicho que yo no tenía ningún problema por resolver. Demostrando lo que sabía. Pero ¿cómo se supone que alguien en mi condición pueda resolver algo? Nadie podía verme u oírme, además de Killian, y parecía que yo no había ganado nada de súper poderes del más allá, como frecuentar los sueños de la gente o tal. Apenas podía atravesar cosas sólidas y hacer que estas trabajen para mí, pero esto no era muy útil en este momento.

5

Midchew: Tienda de Animales

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Levanté las rodillas hasta mi pecho y las abracé, parpadeando debido al repentino e inoportuno picor de las lágrimas. Esto parecía algún tipo de prueba injusta. Tenía que hacer lo imposible para poder pasar al cielo. De lo contrario, iba a quedarme atrapada aquí… para siempre. Sola. No. Negué con mi cabeza y me enderecé. No iba a dejar que esto me venciera. Tenía que haber un modo de ganar. Yo siempre ganaba. Pensando, mordí un lado de mi uña de mi dedo pulgar durante un segundo antes de detenerme. Muerta o no, las uñas desiguales y cubiertas de saliva eran inaceptables. Si Killian no estuviera inconsciente, podría haberle dado mensajes que él entregaría por mí. Lo imaginé acercándose a Chris y haciendo pasar el hecho de que su novia muerta no estaba tan contenta con él en estos días. Sí, Killian realmente iba a necesitar una permanencia en el hospital después de eso. Apartando mi mirada, y enfocándola sobre el maletín de Miller, el lío de archivos, carpetas y papeles en el suelo frente a mí, tuve una idea. Tal vez yo estaba pensando demasiado literalmente. La comunicación desde el más allá, aun si en realidad estaba en el “no tan genial y no tan allá”, debía de ser sutil. Concentrándome en el primer archivo, le di un empujón, y este se deslizó bajo la montaña de papeles antes de caer en la alfombra. Desde allí, moverle por sobre la alfombra ya era mucho más fácil, con pequeños empujones. Calculé que iba a necesitar aproximadamente cinco o seis archivos para lograr mi objetivo. Por suerte, Miller era un tipo prolijo, nada sorprendente. Se habían dirigido por el pasillo hacia la cocina hace un momento, pero ahora mismo estaba entretenido en una charla, yo podría oír trozos de su conversación mientras trabajaba. — …anímate a reconsiderarlo, Julia. —Soy consciente de eso, Max, lo hago. Pero él es mi hijo y…

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—¿Y si él hubiera estado conduciendo durante este último ataque? ¿Has considerado eso? La respuesta de Julia fue un murmullo muy bajo y aparentemente molesto, que no pude oír. Bien por ella. Los terapeutas no son todo el ser y el fin del conocimiento. A veces son sólo otro modo de perder dinero. Sin aliento por el esfuerzo requerido, empujé el último libro en su lugar, había entreverado los cuadernos y carpetas para dar el efecto deseado, y retrocediendo para admirar mi trabajo. Muy bonito, ¿pero parecía hacer falta algo más? ¿Un poco de arte, tal vez? Arrodillándome de nuevo, empujé en otra carpeta. Sólo que ésta, era mucho más pesada y más gruesa con más papel que los demás, y derramó sus contenido en vez de deslizarse a través del suelo. Un enorme documento que parecía una carta y el resto eran cartas… ¿y capítulos? Páginas escritas con esmero con diálogo y títulos… Me incliné más cerca para verlo mejor. La carta encima era de la Página Siete del Libro y estaba dirigido al doctor Miller.

Querido doctor Miller, Estamos muy intrigados por el parcial de su libro, “Los Muertos no Hablan”. Nos gusta el romance ilícito entre el psiquiatra y la madre del chico afectado así como el misterio de si el chico, el joven Billy, está realmente encantado o sólo es un enfermo mental. ¿Su padre se suicidó o fue asesinado por los mismos espíritus que ahora frecuentan a su hijo? También pensamos que tiene una excelente plataforma, como un psiquiatra que ha tratado a muchas de estos tipos de cosas. Por favor envíenos un manuscrito completo tan pronto como le sea posible. Nuestro cordial saludo, Roger Fillmore Editor de Adquisiciones Mayor

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¡Oh, Dios mío! Increíble. Miller estaba convirtiendo su vida en un libro. No era de extrañar que estuviera presionando a Killian para que fuera recluido. Tenía que escribir el final. Sin mencionar que también quería acortar la libertad de la madre de Killian. ¡Ew! Me acerqué apartando la carta y así poder leer los capítulos que estaban debajo, pero entonces oí la voz de Miller cada vez más cerca. —Recogeré mi maletín, y me iré. Tengo otros pacientes esperándome —dijo Miller rígidamente. Claramente, la mamá de Killian lo había puesto en su lugar, al menos por el momento. Con un poco de esfuerzo, logré empujar la carta del editor y el primer capítulo más o menos debajo del sofá. Pero ya no tenía tiempo. Miller caminó rápidamente desde la cocina hasta la sala, deteniéndose repentinamente cuando vio su maletín derramado. —¿Qué…? Entonces se giró para ver mi presentación. Dos carpetas de Manila representaban los ojos, y una tercera estaba colocada en el lugar de una nariz. Luego, cinco cuadernos de composición, con sus tapas en blanco y negro, formaron un amenazante, tan amenazante como puedas formar con papeles, ceño fruncido. En conjunto, se trataba de una cara gigantesca que fruncía el ceño, hecha con sus cosas en medio del alfombrado. La cara de Miller se tornó blanca, y me reí. —J-J-Julia —farfulló. —¿Qué sucede? —Ella apareció en la puerta de la sala con un ceño fruncido. Entonces vislumbró mi trabajo. Su boca se abrió, y sus rodillas se hundieron, obligándola a agarrarse a la pared. Me estremecí. Se suponía que esto no era un ataque contra ella. —¿Tu hiciste esto? — exigió Miller. —Idiota —le dije—. ¿Con qué tiempo? Ella se fue contigo, ¿recuerdas?

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Pero la Señora Killian no pensaba con claridad. —Es Danny —dijo, luciendo débil—. Danny siempre hacia bromas como ésta, cambiar cosas de sitio. Una vez encontré mi temporizador de cocina en el congelador. Él juró que no lo había hecho, pero… —Ella cayó de rodillas y comenzó a llorar. —No seas tonta —espetó él—. Tu marido está muerto. Se ha ido a un lugar mejor. No está jugando con los cuadernos ni enviándote mensajes. Si tú no lo hiciste, entonces fue el chico. —Él dirigió una mirada fulminante en dirección a la habitación de Killian como si pudiera ver a través de las paredes. —Oh, sí, después de lo dopado que le has dejado, salió hasta el pasillo, e hizo esto, y luego se movió sigilosamente sin que te dieras cuenta. —Puse los ojos en blanco. Julia levantó su barbilla y limpió sus mejillas con el dorso de su mano. —Lo sedaste, Max. —Esto es ridículo. —Él agarró rápidamente su bolso y comenzó a meter el contenido en su interior—. Los fantasmas son la parte de la imaginación de la gente, diseñada para consolarlos en tiempos de pérdida. Sólo un período. Fin de historia. —Pero sus manos temblaban mientras recogía las carpetas y los cuadernos desordenando mi rostro con cejas fruncidas. —¡Oh, Max!, no estropees tu final por nosotros —me burlé—. Tienes que escribirlo. Él corrió hacia la cocina, casi atropellando a la mamá de Killian en el proceso. —¿Qué sucede con nuestra siguiente cita? —ella preguntó entre sollozos. —Te llamaré —dijo bruscamente. Luego la puerta trasera se cerró de golpe, y los hombros de la señora Killian se hundieron mucho más, temblando debido a su llanto. —Deberías escuchar a tu hijo —le dije—. Él dice la verdad. —Y allí estaba, mi primer intento de comunicación, opacado debido a su llanto. En realidad, me sentía un poco mareada y aturdida, de la misma manera que sucedió en la mañana cuando…

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Miré hacia abajo y encontré que podía ver a través de mis brazos doblados sobre mi pecho. De hecho, yo podía ver toda la estantería detrás de mí. ¡Ay! Mierda.

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CAPÍTULO 8 Will Traducido por ivad12 y aneka Corregido por Mona

¿

Sabías acerca de esto? —La voz de mi mamá invadía un sueño en el que una gran berenjena animada llamada Bob estaba al borde de un acantilado con pensamientos suicidas y de quesos parmesanos. Me desperté lentamente, sin abrir los ojos. Mis párpados se sentían pegajosos y pegados a mis ojos, me palpitaba la cabeza peor que ayer y me dolía la espalda de dormir durante horas sin moverme. Podía sentir la luz del sol radiante a través de las persianas abiertas, más caliente y más brillante que ayer. Tenía que ser por la mañana, otra vez. —William, te estoy hablando. ¡Despierta! —Su voz tenía un tono inusual. Abrí mis párpados y la miré. Se paró a los pies de mi cama, ahora torcida, con un puñado de papeles en la mano—. ¿De qué estás hablando? —murmuré. —Esto. —Ella se adelantó y mostró los papeles, que se desplegaron en sus manos, delante de mi cara. El papel de arriba parecía ser una carta al Dr. Miller acerca de un libro… Me senté recto, ignorando los dolores. —¿Él está escribiendo un libro sobre nosotros? ¿Dónde encontraste esto? Le diste… —No, no. —Ella sacudió la cabeza—. Lo encontré ayer en el sofá, cuando estaba limpiando después de ese truco que hiciste. La parte de la limpieza tenía sentido. Mi mamá siempre limpiaba cuando estaba molesta. El año que mi padre murió, ella dejó fuera tres aspiradoras. Y por el resto… —¿De qué estás hablando? Ella barajó los documentos en sus manos y soltó una risa nerviosa. —Oh, no trates eso conmigo. He estado demasiado tiempo siendo tu madre, y además, tu padre usaba los mismos trucos antes. Movía estas cosas cuando yo no estaba mirando, y alegaba no saber nada al respecto. Alona. Dejé caer la cabeza sobre la almohada. Tenía que ser ella. Ella era la única que había estado aquí ayer, al menos hasta donde yo sabía. —¿Qué truco encontraste ayer? —le pregunté con cautela.

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Ella rodó los ojos. —¿Puede haber alguno más obvio? Los papeles del Dr. Miller estaban extendidos por toda la sala formando una carita triste con las carpetas y cuadernos. Él se asustó bastante. —Ella se quedo mirando los papeles en sus manos, con la boca apretada desagradablemente—. Un susto que se merecía en mi opinión. —Oh —dije—, ese truco. —Wow. Se debe de haber tomado una gran cantidad de energía para que ella pueda mover todo eso a mí alrededor. Los muertos pueden tocar brevemente las cosas en nuestro reino, por lo tanto, todas las historias de fantasma acerca de dibujos en las paredes, golpes en las puertas, apagar y prender las luces, podían ser verdad, pero solo con una intensa concentración, y realmente les drena la energía. Mi mamá se sentó al lado de mi cama, poniendo sus pies contra el suelo para evitar resbalarse y caer. —Fuiste tú, ¿no? —preguntó ella vacilando—. Tú te enteraste sobre el libro de alguna manera y quisiste castigarlo ¿no? Tú llamaste a un amigo cuando estábamos arriba. Joonie, tal vez. La puerta trasera estuvo abierta todo el tiempo, lo he comprobado. Ella sonaba tan esperanzadora, la forma que había pensado todo sin ningún tipo de fantasma o elementos sobrenaturales que intervengan. Las palabras de mi padre cuando yo tenía seis años hicieron eco en mi cabeza, “Ella no entiende, ella no quiere entender Will. Le da miedo”. Él había tamborileado los dedos sobre el volante, mientras esperábamos que mi madre se nos uniera en el coche. Ella estaba llorando en el baño. Yo acababa de arruinar una rara noche para nosotros en el restaurante, anunciando que la abuela Reilly dijo que no ordenáramos pescado, ya que este parecía pasado. La abuela Reilly, la madre de mi madre, había muerto seis meses antes de un ataque al corazón. “Es una maldición, esta actividad, y lamento tener que transmitírtelo. Haz lo mejor que puedas para vivir una vida normal, y trata de no hacerle daño a tus seres queridos. Es todo lo que puedo decirte.” Salvo que mi padre había jodido todo eso primero. Yo no sabía como mi madre había reaccionado a que su marido hablara con los muertos, pero estaba dispuesto a apostar que ella hubiera preferido que él estuviera muerto. Sin embargo, él era mi papá, y se había ido, así que hice mi mejor esfuerzo para cumplir con lo que quería. —Sí —le dije a mi madre—. Fui yo. Ella exhaló con fuerza. —Ya me lo imaginaba. ¿Por qué no me dijiste lo que estaba pasando? ¿Por qué todo este teatro y puesta en escena? Buena pregunta. Alona podría haberme dicho lo que había descubierto. Cuando me desperté de los medicamentos que Miller me había permitido y administrado incluso en contra de sus protestas. Bien eso es justo. Tal vez ella tenía motivos para dudar de mi potencial para llevar a cabo algo como esto.

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Aún no podía explicar su repentina compasión por los problemas de otros, eso era un verdadero misterio. —Yo no creo que me hubieses creído sin ninguna prueba —le dije a mi mamá. Una explicación bastante razonable, sino la verdad. Ella suspiró. —Casi me causas una muerte temprana, sin embargo. La próxima vez, me cuentas. —Está bien, está bien. Se puso de pie y se dirigió a mi puerta. —¿Qué vas a hacer al respecto del Dr. Miller? Se veía cansada de repente. —No lo sé. No voy a volver ahí. Supongo que tengo que informarle de él a alguien, y obtener una recomendación de otro médico. —Excepto que Miller había sido la opción más económica y por ahí el único que inmediatamente aceptaba un nuevo cliente como regular. Ahora, tal vez, sabía por qué. Que idiota. Me hubiera gustado haberle visto el rostro cuando recibió la carga del trabajo de Alona. Que en realidad era un movimiento muy inteligente para ser una nueva muerta. Yo estaba empezando a considerar que ella escondía una inteligencia bastante considerable por debajo de su bonita cara y su actitud maliciosa. Por supuesto, una inteligencia dirigida sobre todo hacia los concursos de popularidad, puñaladas por la espalda y la autopromoción, pero inteligencia al fin. Su movimiento en contra de Miller, ya sea para mi beneficio o su diversión, me dio el respiro que necesitaba. Necesitaría unas pocas semanas, tal vez incluso un mes, hasta conseguir otro psiquiatra, si no había algún incidente más importante, como el de ayer, y yo tenía un plan, tal vez podría manejarlo si Alona estaba de acuerdo. Me sentía bastante seguro de que podría encontrar un incentivo para hacer que eso suceda. Empujé de nuevo las mantas y me bajé de la cama. Era la mejor sensación que tenía desde antes que mi padre muriera. La boca de mi madre se abrió. —¿A dónde crees que vas? —A la escuela. ¿Has hablado con Brewter para poder ir de nuevo? ¿Verdad? —Crucé la sala como un fusil y junté la ropa que Alona había extendido por el suelo, en busca de una camiseta limpia y bóxers. —William, no tienes que demostrar nada —Comenzó suavemente. —Mamá, estoy bien. Yo puedo hacer esto. —Hice una rápida prueba de olfatear mi camiseta negra favorita, que decía en simples letras mayúsculas en

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el frente: "NO HAY NINGUNA CUCHARA" 6. Nadie más lo entendía, pero funcionaba para mí, recordándome que la realidad siempre estaba abierta a interrogantes. —¿Qué pasa con Marcie? ¿Tu música? —Ella frunció el ceño—. Brewster te la suspendió por el resto de la semana. —No te preocupes. Voy a estar bien. Tengo un plan. Técnicamente, había corrupción, y una reina de la bienvenida muerta que quería mi ayuda. Suficientemente cerca. Volví a besar a mi madre asustada en su mejilla y luego me dirigí a la ducha. Alona Dare, murió durante la hora cero en la línea central amarilla de la calle Henderson, a solo veinte metros más o menos del borde de la propiedad escolar. La hora cero era notablemente fácil de saltar, sobre todo si se ponía el esfuerzo de mostrarte en primer lugar, como Alona hizo ese día. Los rumores continuaron volando porque ella había venido a la escuela sólo para salir de ella de nuevo, con tanta prisa que ni se molesto en mirar hacia ambos lados en la calle. Algunas de las personas dijeron que ella nunca miraba hacia donde ella iba, esperando que todo y todos salieran de su camino. Por lo tanto, no era un accidente, sino que su arrogancia la que la había hecho morir. Yo sospechaba que esas personas estaban tratando de darle una moraleja, una lección al mundo: mira a ambos lados y no seas tan perra. Otras personas susurraban sobre un suicidio, señalando a su novio Chris Zebrowski, quien enredaba su lengua con la mejor amiga de Alona, Misty Evans. Un subconjunto del mismo grupo, afirmaron haber sido testigos de un enfrentamiento privado entre Misty y Alona que hizo que Alona corriese del edificio. De cualquier manera, el resultado era el mismo. Alona estaba muerta, Chris y Misty, enganchados en público, incluso en una cantidad de tiempo indecentemente corto tras el funeral de Alona, y la población de Groundsboro High tenía algo para susurrar y chismear por lo menos por algunas semanas. "No hay ninguna cuchara": es una expresión que viene de una línea de la película Matrix, donde el personaje de Keanu Reeves ve cómo un niño, otro de los posibles "elegidos", dobla una cuchara de metal con su mente. Cuando le pregunta cómo lo hace, el niño le dice que en la Matrix nada es real, que no es la cuchara la que se dobla, sino él mismo, una extensión de su propia mente. Si la Matrix no es real, tampoco lo es la cuchara, por lo tanto no hay ninguna cuchara... 6

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Puse el Dodge al lado de la calle Henderson, al lado de las pistas de tenis, y accioné las luces de peligro y esperé. Alona no se había suicidado, yo lo sabía. La muchacha tenía tal arrogancia y autoestima suficiente para ahogar a un caballo. Sin embargo, tuvo una muerte violenta y no natural, lo que probablemente quería decir que seguía plantada en el lugar exacto de su muerte. En este caso, la mitad de la calle Henderson. Incluso aunque las manchas de sangre se hubieran borrado hace mucho tiempo, algo de Alona probablemente se mantenía aquí, trayéndola de vuelta aquí una y otra vez, al momento de su muerte. Como beneficio adicional, solo tendría que esperar unos minutos para ver si yo tenía razón. Los coches que iban camino a la escuela secundaria pasaron, y la gente me miraba por las ventanas, por lo que me había pasado. Lo que sea. Probablemente, ya se había difundido sobre lo que había pasado ayer y seguramente miraban que es lo que hacía sentado acá. Sin embargo, yo miraba por la ventana, y tenía el teléfono, que había sacado de mi bolsillo delantero, y que ahora sostenía en mi mano para que me diera aire de autenticidad de que estaba esperando en mi averiado coche por un remolcador. —Hey, Will Kill. Miré hacia arriba de forma automática, en respuesta al estúpido apodo que alguien me había puesto en el primer nivel. Ben Rogers bajó la ventana de su Land Rover y saco su cabeza. —Las clases se imparten en el interior del edificio, rarito. Sonreí con fuerza, mis mejillas se dañaron por el esfuerzo. —¿En serio? Muchas gracias. DickWad 7. —Por enésima vez me pregunte qué era lo que Lily había encontrado fascinante sobre él. Alguien detrás de Rogers, a la espera de ir al estacionamiento de la escuela, empezó a tocar la bocina. Mirando descontento por mi falta de reacción, Ben metió su cabeza hacia atrás y aceleró bruscamente, sus neumáticos chirriaron cuando dio la vuelta a la esquina del estacionamiento. —Dios, odio cuando hace eso — dijo Alona de pronto junto a mi oído, y yo salté—. ¿Qué se piensa? ¿Qué es eso, los duques de Hazzard? Él no es Johnny Knoxville 8. DickWad: Una persona despreciable, un tonto. Johnny Knoxville: es un actor cómico estadounidense. Ha sido destacado en un número de películas, pero es mayormente conocido como el co-creador y la estrella principal de Jackass. 7 8

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Me volví, para encontrarla en mi asiento del pasajero. Ella extendió sus brazos sobre su cabeza con un gran bostezo, aparentemente indiferente a su repentina e inesperada llegada. —¿Qué estás haciendo aquí? —Exigió. —Moriste por aquí. —Sacudí el pulgar hacia el camino. Ella bajó los brazos y me miró. —Gracias, señor evidente. ¿Cómo voy a saberlo? Ayer, cuando desaparecí, me quedé despierta en tu habitación. Como si no fuera un dolor en el culo. — Ella rodó los ojos—. Tuve que ir caminando a todas partes. ¿Y qué más? Tú roncas. La miré boquiabierto. —¿De qué estás hablando? Ella me ignoró. —¿Qué estás haciendo acá, de todos modos? —preguntó ella con el ceño fruncido—. Pensé que habrías de estar tirando de tus cadenas en la casa para locos a esta hora. Yo contuve la respiración y conté hasta cinco antes de responder. Esto era lo que Alona era. Ella no quería degradarme y… en realidad, si, ella quería. —Tú me ayudaste, así que vine a decir gracias —dije con los dientes apretados. Ella frunció el ceño de nuevo. —¿Te refieres a asustar al frotabarbillas? Levanté las cejas, confundido, hasta que frunció el ceño y asintió con la cabeza en simulacro de consideración, mientras que con su mano apoyaba su barbilla, y la parte superior de sus dedos tocaban justo debajo del labio inferior. Sorprendido por su inteligencia, una vez más, sacudí la cabeza con una sonrisa renuente. —Frotabarbillas, sí. Ella asintió con la cabeza. —Él es uno de los peores que he visto. Me hizo una mueca. —Hemos encontrado los documentos sobre su libro. ¿Los dejaste para nosotros? —Él es repugnante. —Levantó un hombro—. Supuse que deseabas saber sobre él.

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—Gracias —dije con cautela. Por lo tanto, ¿Ella me había hecho un favor?, tal vez no era tan mala como parecía. Tal vez. Ella dejó escapar un profundo suspiro. —Sí, de nada supongo. —Tenía la cabeza caída, y se dejó caer en el asiento y estiró sus largas piernas delante de ella. Me aclaré la garganta, tratando de arrastrar a los ojos lejos de la vista. ¿Qué puedo decir? Soy un hombre de piernas. —¿Qué te pasa? —¿Aparte de lo obvio? —Ella lanzó sus manos al aire—. No lo sé. Pensé que lo había descubierto ayer. —¿Descubierto qué? —La otra vida. Lo qué se supone que debo hacer para seguir adelante, encontrar la luz, o lo que sea. —Ella agitó sus manos de forma espectacular. —¿Y eso es? —No era un buen augurio para mi plan si ella había encontrado su propia manera de arreglar su situación. Yo no tenía ningún valor para ella entonces, y Alona Dare no hace favores. Al menos es lo que yo pensaba hasta el día de hoy. Un bocinazo sonó y Alona automáticamente levantó la mirada, con una sonrisa que termino por formar y levantar la mano para saludar... hasta que se dio cuenta de que no podían verla. Su sonrisa desapareció y su mano volvió a caer a su regazo. —Esto pica —murmuró. —¿Qué es lo que imaginabas? —pregunté, recordándome a mí mismo ser paciente. Se volvió hacia mí, metiendo una pierna por debajo de ella. —Muy bien, así que pensé en lo que dijiste y... —Se detuvo, frunciendo el ceño—. No estás preocupado por lo que la gente va a pensar, ¿por estar hablando conmigo? —En realidad… Ella levantó una mano. —Espera, no importa. Quiero decir, ya piensan que estás loco. Hablar contigo mismo podría ser una de las cosas más normales qué harías. Presioné mi mandíbula, levanté el teléfono en mi mano. —Manos libres. Ella arqueó una ceja. —¿Tienes manos libres en esa cosa vieja?

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—No, pero ellos —gesticulé hacia las personas en los coches esperando—, no lo saben. Los teléfonos con manos libres o mejor aún, el Bluetooth fue el mejor invento hasta para disfrazar las conversaciones con personas que nadie más pudiera ver. Llegó a ser tan normal ver a alguien al parecer hablando con el aire que la mitad del tiempo las personas ni siquiera sospechaban o comprobaban si era por el teléfono. Además, me ahorró el esfuerzo de ir con una mentira menos creíble. De regreso a sexto grado, le dije a mi madre que estaba ensayando unas líneas para una obra de teatro cuando ella me vio. Mi padre lo sabía mejor, pero mi madre se preguntaba, durante la mayor parte del año, cuando sería el primer espectáculo y podría comprar las entradas. —Oh —Alona pensó por un segundo—. Muy inteligente. Tragué una respuesta sarcástica. Por el momento, yo la necesitaba, y no la quería corriendo todavía. —Entonces, ¿qué decías sobre entenderlo todo? —Oh, sí. —Ella rápidamente se volvió más animada—. Entonces, pensé en lo que habías dicho, acerca de cómo resolver mis problemas y pasar al mundo de los espíritus. —Acentuó su término elegido y niveló una mirada de advertencia hacia mí. Levanté mis manos, en protesta por la inocencia. Si ella no quería ser llamada fantasma, está bien. Incluso si eso es lo que era. —Excepto que no funcionó muy bien. Probé con comunicación. Sabes si el envío de señales es por mi presencia, inicio, cosas... Mi boca se abrió. —¿Has intentado frecuentar con las personas? —No, he tratado de comunicarme. No es mi culpa si se asustan. Además, sólo unas pocas personas, y se lo merecían —dijo a la defensiva. —¿Cuándo hiciste eso? —exigí. —Ayer, cuando estabas en la… la… tierra. Me froté la frente. El hecho de que ella todavía estuviera aquí era un milagro, entonces. Para los fantasmas, nada drena su energía como tratar de causar daño. Y cuando sus inmersiones de bajo consumo de energía es suficiente, desaparecen para siempre... —¿Qué exactamente estás haciendo? —¿Qué te importa a ti? — me replicó.

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—Sólo dime. —Tendría que saber controlar los daños. Si ella iba a ser absorbida de vuelta de forma permanente de un momento a otro, entonces mi plan sería historia. Ella recogió el borde de la uña de su pulgar. —Entre otras cosas, puede que haya visitado la casa de un ex, desgarrando y derribando un par de cosas mientras él estaba haciéndolo —Ella hizo una mueca de desagrado—, con su nueva novia. —Chris y Misty —suspiré—. Ellos no habían terminado. — ¿Cómo lo sabes? —Porque, a menos que completamente malinterprete lo que he visto, incluso tu no supiste de ellos hasta ayer. Después de tres días de que habías muerto y quedado aquí. —Pude ver que ella no quería creerme—. Lo que sea. ¿Los asustaste? Una sonrisa arrogante surgió en su rostro. —Sí, un poco. —Ella vaciló y luego se inclinó más cerca de mí, por la emoción todo su cuerpo se tensaba. Era tan refrescante—. Yo sólo derribé fotos de mí en ella, ¿de verdad? De esa manera sabrían que era yo. —Ella frunció el ceño—. Pero ya no había muchas fotos de mí en el lugar, así que realmente sólo tuve que empujarlas hacia abajo, y ni se dieron cuenta porque la música era tan fuerte… —Alona —Traté de interrumpirla. Incluso mientras hablaba, la punta de sus dedos se volvían translúcidos. —Pero entonces me decidí a encontrar su anuario porque… —¡Alona! —Lo que... —Ella me miró, decididamente irritada. La agarré de la muñeca y le tomé de la mano que iba desapareciendo delante de su cara. Sus ojos verdes se dilataron—. Oh, mierda, no otra vez. Se está poniendo peor. Ayer cada vez que trataba de comunicarme, seguía apartándome... a ese otro lugar—. Ella se estremeció—. El cual yo no recuerdo. —¿Crees que pueda ser una pista? —murmuré, liberando su muñeca antes de desvanecerse, también—. Di algo agradable —ordené. Ella entrecerró sus ojos hacia mí. —En tus sueños.

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—No tiene qué ser de mí —dije con cierta exasperación—. Es probable que sea mejor si no lo es, ¿por qué tienes que ser tan genuina? —¿De qué estás hablando? —Ella se quedó mirándome. Resistí la tentación de sacudirla. —Mira, no tengo tiempo para entrar en un montón de información adicional sobre esto. Tus tobillos ya se han ido. —Ella miró sus piernas sin pies y chilló con horror. —Di algo agradable —repetí, sintiendo un creciente sentimiento de pánico—. Si hubiera sido ayer, la comunicación por todo el día, esto podría ser, tu última visita a este punto medio. —¿Por qué me estás ayudando? —me preguntó con el ceño fruncido. –¿Por qué te importa? —me espetó—. Sólo tienes que hacerlo. —¿Will? ¿Está todo bien? —La voz Joonie provenía de mi derecha. Miré para encontrar al destartalado VW Bug negro de Joonie, el frente y la puerta del lado del conductor necesitaban pintura, se detuvo en la carretera, justo por delante de la señal de stop. Joonie se había parado, justo por delante de la señal de stop. Joonie tenía su ventana baja, para mirarme con más claridad. —¿Qué pasó, finalmente se te averío el Dodge? — preguntó Joonie dolorosamente, con sus delgadas cejas negras y sus ojos azules inyectados en sangre. Siempre me he preguntado, si los piercings en la ceja, le duelen por hacer ciertas expresiones. —Algo así. —¿Lo que se dice de algo bueno, tiene que ver con nada? —Alona, ahora sólo con su torso exigió. —¿Estás esperando un remolque? — preguntó Joonie, colorando con incredulidad su tono. No es de extrañar, teniendo en cuenta que probablemente podría haberme arrastrado a la escuela en mis manos y rodillas haciéndolo al mismo tiempo. —¿Una grúa? —Eso posiblemente ofrecía una explicación, aunque cuando viera mi coche en el estacionamiento más tarde, podría desencadenar una serie de preguntas—. Hazlo, si no quieres irte para siempre —le dije a Alona, por un lado de mi boca.

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—Esto es una mierda — murmuró Alona—. Bien. —Ella respiró hondo y dijo en voz alta—. Estoy feliz de estar aquí. —Ella levantó sus brazos, ahora faltándole una parte debajo del codo. No pasó nada. Fingí toser. —Tiene que ser auténtico. —¿Estás seguro de que estás bien? —Joonie frunció el ceño ante mí—. Pareces un poco... desconectado. —Deja de parecerte a mi mamá, J. consigo suficiente de eso en casa —dije con suavidad. Ella se puso rígida, abriendo la boca para decirme algo nuevo, sin duda, cuando se contuvo. —Lo siento —dijo con una sonrisa forzada—. Llevo el tono de tu madre en mí, supongo. —Su expresión se nubló—. Sobre todo cuando tuve que arrastrar tú trasero semiconsciente fuera de la escuela el día anterior. —Estoy bien —prometí. O, al menos, podría estar bien, si pudiera conseguir que Alona dijera algo verdaderamente positivo. —Es un cálido día de primavera, y eso me hace feliz —gritó con enojo. —Correcto... —Escucha —Joonie se asomó por la ventana—. Pasé por el hospital ayer. Vi a Lily. —A mi lado, Alona dejó de gritar y pronuncio falsos elogios (—la lengua con piercing de tu amiga es muy brillante) y todo (—Las pistas de tenis... hoy se ven realmente verdes) me miró. Sentí su mirada, pero seguí mi enfoque en Joonie, tratando de mantener una expresión neutra. Alona no necesitaba más municiones contra mí. —¿Sí? —Tenemos que hablar. —Me moví incómodo. Joonie se hacía responsable del accidente de Lily, de la lucha que hubo, en teoría, impulsada por la distancia de Lily. Pero Joonie me culpaba, también, y yo no sabía por qué. Quiero decir, ella tenía razón, por supuesto, pero ella no sabía que Lily me había llamado a mí, y había faltado. Yo no podía decirle porque sabía que una vez que pensara en ello se daría cuenta de que yo hubiera sido la segunda opción de Lily en busca de ayuda. Ella siempre estaba mucho más cerca de Joonie... hasta que ocurrió la estúpida pelea. El verano pasado, unas semanas antes de que la escuela empezara, Joonie había aparecido en mi casa sin Lily para la noche de película. Cuando le

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pregunte qué había pasado, Joonie lo había dejado y finalmente, con mi presión, dijo que había tenido una pelea. —¿Acerca de qué? —pregunté. Ella miró hacia otro lado, mirando en la pantalla a Arnold Schwarzenegger como Terminator. —Chicas —Todavía no entendía cómo una pelea de chicas podía ser tan malo, sobre todo porque ninguno de ellas había estado saliendo con nadie. Pero la simpatía de las chicas incluso las que tenía como amigas, no era exactamente algo por lo que tuviera un gran éxito, por lo que sé. El problema era, ahora, que yo sabía cómo se sentía ser culpable y estar más avergonzado de lo que ya estaba, y no podía pedir disculpas por algo de lo que Joonie no sabía. En resumen, sería horrible y destruiría lo que queda de nuestra amistad. —Sí, está bien —dije al fin, sin saber qué más decir. Otro coche, de Kevin Reynolds el viejo Geo Metro, se detuvo detrás de Joonie y tocó la bocina. Joonie respondió lanzándole el dedo. —Si no estás en la clase de Pederson, te encontraré. —Joonie me advirtió ya de nuevo en marcha. Negué con la cabeza—. Tengo suspensión en la escuela esta semana, aparentemente. —Ella frunció el ceño. —Voy a ponerme al día contigo, lo prometo. Será mejor que te apures. Brewster te buscará si llegas tarde. El escarabajo ronroneó y después aceleró, tirando hacia arriba de la señal de stop, donde Joonie a conciencia llegó a la parada, lo que provocó otro bocinazo de Kevin. —Tus amigos parecen que se preocupan por ti —dijo Alona junto a mí, su voz poseía un rastro de nostalgia—. Al igual, realmente te extrañarían si te hubieras ido. Me miró, una cabeza flotando tres pies por encima del asiento del pasajero, como una especie de pantalla verde con la magia del cine, y vio como el resto de su cuerpo tomó forma y se llenó de nuevo. Ella realmente quería decir lo que había dicho, aunque no era exactamente un sentimiento alegre, lo había dicho como un cumplido. Me dejé caer de nuevo en mi asiento, exhausto. —¿Era tan difícil?

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CAPÍTULO 9

Alona Traducido Belljollie y Katherin Corregido por Selune

E

stiré mis piernas recientemente sólidas, doblándolas a mis rodillas y girando los tobillos, disfrutando en ello, bien, las cosas están de nuevo ahí, después me volví para mirar a Killian recostado en su asiento, con los ojos cerrados. —¿Cómo hiciste eso? —Exigí. Había intentado todo para evitar desaparecer, así, si todo significa gritando, gritando y maldiciendo para que se detuviera y ni siquiera se había detenido un poco en el proceso. Abrió un ojo y entrecerró sus ojos hacia a mí. —Yo no hice nada. Tú lo hiciste. —Oh, no, no —Lo señalé con el dedo—. Ni siquiera lo intentaste conmigo. Sabías que iba a funcionar. ¿Cómo? —Lo positivo es igual a energía —Murmuró en voz baja. Fruncí el ceño. —¿Qué? Se sentó lentamente. —Nada. Olvídalo. —No voy a olvidarlo. Necesito saber cómo lo hiciste. —¿Por qué? ¿Así que puedes asustar a la gente y tirar cosas en el último segundo? —Bueno... —Lo siento, no funciona de esa manera, cariño. Lo fulminé con la mirada por lo de cariño, pero su mirada ya se había centrado en algo en el espejo retrovisor. —Policías —dijo—. Es hora de irnos. —Mirando hacia atrás sobre mi hombro, me encontré con un coche patrulla más lento a medida que entraba en Henderson. Aceleró y se paró aún con Killian en marcha.

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El policía, un viejo de aspecto canoso, bajó la ventanilla del lado del pasajero. —¿Está todo bien aquí? —Preguntó. Su aguda mirada se traslado de Killian a su pelo, su ropa oscura, el coche. —Es mejor que sonrías, o estaremos tostados —dije—. Todo sobre ti grita descontento social con un resentimiento y un baúl lleno de armas. Las manos de Killian se tensaron en el volante, sabía que se moría de ganas de contestarme. En su lugar, forzó una sonrisa razonable luciendo en su rostro. —Sí, oficial. Todo está bien. Solo esperaba a alguien que nunca llegó. —Ah, ja, ja —le dije. El policía asintió con la cabeza después de un largo rato. —La calle no es un estacionamiento, hijo. Muévete. —Sí, señor —Contestó Killian sin peligros, encendió su señal, puso el coche en marcha, e hizo caso omiso de la conducción de los libros de texto. —Bien, ¿no eres un buen ciudadano? —Sonreí. —Cállate. —Mantuvo la mirada en el espejo retrovisor a medida que avanzábamos por Henderson a tres kilómetros bajo el límite de velocidad. Dio la vuelta a la derecha en Elm, llegó en frente de la escuela, por el estacionamiento de los profesores, y al último pasillo de todos los estudiantes. Lo conocía como el quemador de fila. Aparcó y se dejó caer en su asiento con un suspiro de alivio. —Si pudiera arrestar a una persona para buscar culpables —dijo—, lo habría hecho. Ni siquiera estabas haciendo nada malo. —No importa. No puedo arriesgarme a tener más problemas en este momento. Me volví hacia los lados en mi asiento para enfrentarme a él, agradecida por primera vez de ser invisible para los demás. Casi nadie se quedaba en el estacionamiento por ahora, todos ellos se movieron hacia la escuela, a clases, todavía. Nunca en mis sueños más descabellados podría haberme imaginado un escenario, incluso en la vida después de la muerte, en el coche de Killian en la fila. Sin embargo, ofrecía una hermosa vista a la pista y el campo de fútbol. —Así que, ¿por qué estoy aquí? Y quiero respuestas inteligentes, por favor — Añadí rápidamente.

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Killian no respondió de inmediato, golpeando ligeramente sus manos en el volante, pero al tirar de las mangas de su camiseta sus bíceps se formaron. Wow, un chico tan gótico, encontró tiempo para hacer ejercicio. Interesante. —Tengo una propuesta para ti —dijo finalmente. A lo que respondí con la única manera que podía. —Yo no dormiré contigo, incluso si eres el único que puede tocarme. Estoy muerta, no desesperada. — Me dejé caer de nuevo en el asiento del pasajero y me verifiqué los daños de las puntas de mis uñas, más por costumbre que por otra cosa. Había trabajado muy duro para dejarlas crecer para el baile y la graduación, no es que importara ahora. Hizo un ruido de asco. —No te hagas ilusiones. —Yo no soy la que sigue mirando mis piernas —Señalé. Dos manchas rosas se le formaron en las mejillas. —¿Qué pasó con ser agradable? Levanté un hombro ocioso. —Romper el cristal en caso de emergencia, ¿sabes? —Agité mis manos completamente visibles delante de él—. No estoy desapareciendo todavía. —Por desgracia —Murmuró. —¡Hey! —Me senté—. Sólo estaba desapareciendo porque no me ayudabas en el primer lugar. No puedes tomar crédito por un desastre que has realizado. Se pasó las manos por el grueso pelo negro, que en realidad podría haber sido atractivo con el corte correcto. —Lo que sea. Estoy dispuesto a ayudar ahora. Dejé caer mi mano. —¿Qué? —Ya me has oído. —Él se negó a mirarme a los ojos. —¿Por qué? —Le pregunté con recelo. —¿Importa? —Preguntó él con impaciencia—. Solo… —Oh, no, no importa. Ayer, seguías tratando de echarme. Tuve que girar tu brazo para que me dieras diez minutos de tu tiempo, y luego fui a buscarte y estabas noqueado para mejorar el día —agregué con poco más que indignación—, dijiste que habías pensando en que me había ido al infierno.

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Suspiró. —¿Vas a seguir trayendo eso? Fingí considerarlo. —Sí, creo que sí. —Lo único que importa es... —Él jugueteó con el plástico del volante, sus dedos lo recorrían una y otra vez—. Mira, ¿quieres salir de aquí o no? —Depende —le dije lentamente—. ¿A dónde me vas a enviar? Él hizo un sonido de exasperación. —No es así. No tengo ese tipo de influencia sobre... Tienes que entender... —Respiró hondo y soltó el aire lentamente. Luego se volvió un poco en su asiento para mirarme a la cara, con el rostro serio. Sentía un cosquilleo de anticipación por lo que estaba a punto de decir, me incliné hacia delante. —No todo el que muere termina aquí —dijo Killian, con el aire de alguien que impartía un gran secreto. Me dejé caer de vuelta en mi asiento con un suspiro. —Duh. Él me frunció el ceño. —¿En serio, esperas que sea un shock para mí? —Sacudí la cabeza con incredulidad—. He estado aquí durante cinco días, y todavía no he visto a ningún muerto lo sé... lo sabía —Fruncí el ceño—. Lo que sea. Además, sería mucha gente. Él se sobresaltó. —Eso es verdad. ¿Cómo lo hiciste? —Sólo porque me importa cómo me veo —Llevo uno pantalones cortos negros y jeans cutres con cierto disgusto—, no significa que sea estúpida. Bien, bien —Se frotó las manos sobre su rostro—. Sólo escucha, ¿de acuerdo? No todo el que muere termina aquí. Algunos de ellos van directamente a su destino final. No pasan, no visitan su propio velorio. —Él me dio una mirada penetrante. Me encogí de hombros. Sí, yo asistí a mi propio velatorio y el funeral, ¿y qué? ¿Quién no? Es, literalmente, la oportunidad de tu vida, realmente no muy buena, para ver quienes realmente se preocupan por ti y cuánto. Pensando en ello ahora, no recuerdo haber visto a Killian en la funeraria, la iglesia o el cementerio. Sí, ha sido gratificante verlo lleno de gente en cada

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lugar, hasta que todo el mundo estuvo fuera de la escuela temprano sólo para poder ir, pero confía en mí, pagas un montón de atención a quién está entrando y saliendo cuando tú eres la invitada de honor, por así decirlo. Sentí una especie de extraña punzada en el pecho, por el dolor. Entonces, estaba lo suficientemente bien para discutir con, mira, ¿fantaseabas desde el sexto grado, y sí, era obvio, pero no lo suficiente especial como para justificar una excursión de quince minutos en el curso de ese día? Por supuesto, por el número de otros espíritus que probablemente estaban alrededor de una funeraria y de la iglesia podría haber sido un poco incómodo para él, pero aún así. Lo que sea. Como si me importara. ¿Quién iba a llorar por mí? Sólo un lameculos nada social que ni siquiera me hubiera dado cuenta de que faltaba en mi funeral, si no hubiera muerto y necesitara su ayuda. Correcto, bien, un pequeño problema de lógica, pero ya sabes lo que quiero decir. Él hizo un gesto con la mano delante de mi cara para llamar mi atención. —No estoy haciendo esto sólo para oírme hablar. ¿Estás conmigo? Le di un manotazo en la mano. —Lo siento, estaba aburrida y buscaba algo bueno por las ventanas. Por favor, continua. Él apretó los dientes durante un largo segundo, pero continuó. —Como iba diciendo, para las personas como tú —Lo hizo sonar como si no hubiera nadie como yo, él prosiguió—, que terminan aquí, sucede por una de las tres cosas. Ahora bien, esto es lo que yo necesitaba oír. Forzando a un lado el extraño brote sobre Killian por faltar a mi funeral, porque los muertos realmente atornillaban sus emociones, me enderecé y me volví hacia él de nuevo, doblando las piernas debajo de mí. —La mayoría de la gente no está aquí por mucho tiempo. Fruncí el ceño. —Pero los fantasmas... los espíritus de la escuela… Él dejó escapar un suspiro entre sus dientes, un silbido impaciente. —Espera, lo estoy consiguiendo. —Bueno, date prisa —Joder, no es como si tuviéramos todo el día. En realidad, uno de nosotros tiene mucho más que eso, pero una vez más, escuchar balbucear a Killian no era exactamente como yo quería pasar el resto de la eternidad. Él me miró. —¿Siempre estás tan agresiva?

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—Sólo cuando mi alma inmortal está en juego —Respondí. —Sabía que eras católica —Murmuró. —¿Cómo? Él no me hizo caso. —Como iba diciendo, cuando la gente aterriza aquí, no se queda mucho tiempo. La mayoría, se va en pocos días. —¿Por qué? Esa es la parte que necesito saber. Él cerró la boca, su mandíbula y sus músculos temblaban bajo su piel. Sin duda, tenía una mandíbula bien firme, y cuadrada. Lástima que lo arruinaba por ser tan pálido y de aspecto espeluznante. —Para algunos de ellos, alguien o algo... trata de conseguirlos. —¿Una brillante luz blanca? —Pregunté ansiosamente. Yo no había visto señal de eso a mi alrededor en absoluto, pero por lo menos sabía lo que estaba buscando. Killan, por una vez., no pareció molesto por la interrupción. Él sacudió su cabeza pensativamente. —No, no como lo que tú ves en televisión. Es difícil de describir. A la distancia, se siente una especie de calor y bienvenida, como si alguien ha capturado un perfecto día de verano en un frasco y lo derrama sobre tu cabeza. —Sus ojos miraron fuera a algún punto sobre mi cabeza, una débil sonrisa moviéndose en su boca. —Qué poético —dije con una sonrisa afectada. Él rompió de nuevo la atención entonces, mirándome a mí. —Tú preguntaste. —¿Qué sobre los otros? —Persistí—. Dijiste que pasaba una de las tres cosas. La feliz luz dorada es una alternativa. Quedarse atrapado aquí para siempre o por lo menos por un montón de años, como la gente en la escuela, esa es claramente la opción número dos. Él asintió a regañadientes. —¿Y cuál es la tercera cosa que puede pasar? —Apuesto que le encantó tirarme toda esta información, haciéndole sentir especial e importante y basura.

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—La mayoría de ellos simplemente desaparecen —dijo él, sonando como que eso era lo que quería que me pasara en ese momento y allí. Alona se ha ido, puf. Pero por una vez no me sentía la más mínima mareada. —¿En cuánto tiempo pasa la cosa de la desaparición? —En realidad odiaba este deslizamiento dentro y fuera de existencia. Era molesto, como nunca poder acabar una oración antes de tener que empezar una vez más. Killian sacudió su cabeza —Eso es lo extraño. Para la mayoría de ellos, es un contrato de un tiro. Cuando desaparecen, ya está hecho —Miró por encima de mí, sus pálidos ojos azules distantes y fríos, como si estuviera imaginándose que me iba. —Así que ¿qué pasa cuando completamente desaparecen? Quiero decir, ¿es malo allí? —Sentí lágrimas pinchando mis ojos. Bien, así que tal vez yo no había sido perfecta, pero seguramente, yo no me merecía estar completamente borrada, ¿cierto? —No lo sé —dijo él, levantando las palmas de sus manos arriba—. Nunca he tenido a alguien que regrese y me diga. —Pero no entiendo… —Me detuve, con un sentimiento de horror elaborándose en mí mientras sus palabras hicieron que otra pieza de puzzle hiciera click sobre su lugar—. Eso es el porqué tú te reías de mi ayer. Antes de que la escuela empezara. A ti no te importó si te veía verme porque tú pensaste que me había ido para siempre. Sentí la verdad en esto incluso sin su respuesta. Él desvió la mirada, mirando afuera por la ventana lateral estacionamiento. —Yo no debí haberme reído. Eso estuvo mal.

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—Estás en toda la razón que lo estuvo. —No podía creerle, desfilando alrededor de este lindo, aunque raro, chico cuando secretamente él deseaba nada más que ver que me fuera… permanentemente. —Yo nunca te he hecho nada a ti para merecer... —Se echó a reír con amargura. —Oh, cierto. La genial y dorada Alona Dare, la original Señorita Perfecta. Picada, me arrojé hacia atrás —Yo nunca afirmé ser...

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Pero no había acabado todavía. —Una mirada bizca o una palabra desagradable desde ti destruye vidas, y tu tomas placer en esto... —He tenido suficiente de esto— Me giré lejos de él, para pasar a través de la puerta del coche y dentro de la calle, pero mi pie, seguido de cerca por el resto de mi cuerpo, golpeó sólidamente en metal y plástico. —Ouch —Alargué la mano hacia la puerta de conducir del coche. —Becca Stanhope. Me detuve, mis dedos envueltos alrededor del mango de metal. —La gras… — Hice una pausa y puse en blanco los ojos—. ¿Grande-deshuesada chica desde pre-calculo que lleva los suéteres anchos? ¿Qué tiene que hacer con nada? —Lancé una triunfante mirada sobre mi hombro a Killian—. Ella vino a mi funeral y lloró. —Probablemente con alivio porque estabas muerta y no molestándola nunca más. —¿De qué estás hablando? —La hiciste llorar Me tomó un segundo para recordar de que estaba hablando. Yo le había dicho algo a ella, ni siquiera recuerdo que. Sólo que ella había corrido desde el cuarto, llorando, su suéter batiéndose detrás de ella. —Una vez, eso fue, como, hace meses. Me dio una mirada acusatoria. —La dijiste que debería comprar sus ropas del tamaño adecuado. —¿Y? —Me encogí de hombros, sintiéndome sorprendentemente a la defensiva—. Ella debería. Hay un montón de cosas lindas en la sección de tallas grandes. Eso sólo toma un poco de esfuerzo y... —Su abuela le hace los suéteres. —Su abuela debería saberlo mejor. Eso es como que está tratando que la chica se vea aun peor. —Fruncí el ceño— ¿Cómo sabes eso? ¿Acerca de los suéteres de la abuela, quiero decir? —Porque ella lloró cada día hasta el fin del PE cuando se estaba vistiendo para su próxima clase Pre-calc —dijo rotundamente.

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—¿Tú has estado espiando en el vestuario de chicas, Killian? No pensé que estuvieras desesperado. —Mi respuesta aguda no le golpeó. La imagen de Becca Stanhope sollozando en los pasillos del vestuario de chicas me dio remordimiento de conciencia. Yo no lo había querido decir necesariamente para ser cruel. Sólo me molestó el poco cuidado de las personas sobre sí mismas y como ellas eran percibidas. ¿No les importa lo que el mundo piensa? Bien, pero no esperen que el mundo las acepte y aplauda únicamente por este hecho. —Joonie tiene clases con ella. Ella me lo dijo — dijo Killian en esa voz alta y moralmente superior. Él sonó como el Padre Rankin. —Estoy segura de que Becca y Joonie son amigas cercanas, ¿cierto? —Crucé mis brazos sobre mi pecho—. Joonie probablemente fue directa sobre ella, la dio un gran abrazo, y la dijo que todo iba a estar bien. —Becca no estaba en mi hora de almuerzo, así que no tenía idea de donde se sentaba, pero basada en su aspecto, adivinaría que la cuarta o quinta fila de las mesas de café, probablemente flotando entre la banda geeks y el club de español. En ninguna parte cerca del patio real lleno de quemadores como Joonie y Killian. Killian desvió la mirada. —Ella escuchó por casualidad a Becca diciéndole a la Sra. Higgins. —Sí, mira, tú y tus amigos excluyen a la gente, también. —En realidad, Becca probablemente nunca habría hablado con Joonie de todos modos, así que esto era más de una mutua exclusión, pero mi razón era la misma. Todo el mundo lo hace. Killian movió su cabeza. —Nosotros no somos deliberadamente malos. Lo miré boquiabierta. —Yo, no soy... —Joey Torres— dijo inmediatamente, como si hubiera estado esperando que lo negara. —¿Cara de pizza Joe? —Fruncí el seño. Killian hizo una mueca. Lo que sea. Yo no le di a Joey ese apodo. —Te pidió salir, y tú bromeaste sobre su piel. Tuvo que transferirse de escuela por ti. —¿Eso es lo que la gente está diciendo? —Pregunté incrédula. Él arqueó una ceja. —¿Eso no es lo que pasó? —En primer lugar, yo tenía un novio en ese momento, lo cual él sabía.

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—No todo el mundo se mantiene al minuto de los detalles de tu vida social. —Bien, entonces debería haberlo sabido. ¿Esa no es la primera regla de preguntarle a alguien salir, estar seguro de que están solteros? —¿Estás diciendo que hubieras salido con él si no hubieras tenido un novio? Me estremecí—. Por supuesto que no. Él no es mi tipo. —¿Porqué?, ¿por qué se sienta en la mesa equivocada de la cafetería? —se burló Killian. —No, porque se disfrazaba como un guardia de asalto los fines de semana — Contesté bruscamente—. Me invitó a algún tipo de convención de cienciaficción. Killian me miró asombrado. —El punto es... —continué— eso no importa. Me invitó a salir, sabiendo que tenía novio, y la esperanza de que él pudiera contar con culpa o lástima para forzarme a ir. Yo dije no, eso es. Él movió su cabeza —Eres una pieza de trabajo. Ahora yo estaba molestándome. ¿Qué era esto, aporrear sobre el día de Alona? Alguien debería haberle dicho a mi madre que ella había creado un nuevo día festivo. —Oh, sí, ¿cómo está tu buen amigo Joey ahora? —¿Qué quieres decir? —¿Va a San Viator, cierto? ¿En el pueblo? Killian se encogió de hombros incómodo—. No lo sé —Yo si —Soné petulante, y no me importó—. Lo vi en un juego de básquet hace unos pocos meses cuando nosotros jugamos en nuestro equipo. Su piel estaba limpia, y tenía sus brazos alrededor de una linda pequeña niña, muy bonita Jennifer Garner, como cuestión de hecho. —Tomas crédito por eso, ya veo.

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—Por supuesto que no. Sólo era honesta con él y dije no. El mundo es cruel, Killian, y tú deberías saber eso mejor que nadie. La gente no obtiene sus trabajos si parecen descuidados. Tener defectos físicos no significa que deberías confiar en la compasión para las citas. Solo porque tu vida no funciona automáticamente de la forma que quieres, eso no significa que llegues a darte por vencido y esperar que el resto del mundo trabaje a tu alrededor. Debes jugar en el sistema para ganar. —Lo dice la chica con la cara perfecta, el cuerpo perfecto, la vida perfecta... —Entonó. Debería haber estado complacida que él hubiera alagado mi imagen, había gastado años cultivándola e innumerables, exhaustivas horas refinándola y ajustándola, comprando sólo las ropas correctas, planeando sólo las cosas correctas que decir, haciendo que parezca fácil. Pero en cambio, sentía esta ola de furia construyéndose en mi pecho. ¿Él iba a juzgarme? ¿Cómo toda si esta llamada perfección hubiera caído en mi regazo y yo debería haber estado más agradecida o algo? —Vámonos —dije bruscamente—. Maneja. —Era todavía temprano. Mi mamá probablemente todavía estaría desmayada. Las botellas vacías de vodka que había arreglado con esmero ayer en la palabra ALTO sobre el piso todavía estarían en su lugar. Le dejaría ver una buena bocanada de mi vida perfecta. Me dio una mirada confusa. —¿Manejar donde?, ya estamos aquí. Y... —Él comprobó su celular con una mirada-—, diez minutos tarde. Brewster va a matarme. Me extendí por encima y tiré de la palanca de cambios hacia abajo una mueca en reversa, y el metal gritó sobre el metal. —¡Alona! La transmisión no es.... —¿Tu quieres ver lo perfecto? —dije en voz plana apenas reconociéndola como la mía—. Yo te mostraré lo perfecto.

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CAPÍTULO 10

Will Traducido por Belentxu y Anelisse Corregido por Virtxu

N

unca había visto este lado de Alona Dare, y para ser franco, me tenía un poco descolocado. Se había callado—en vez de darme instrucciones para girar a la derecha o a la izquierda—y permanecía en silencio, salvo por el pie que repiqueteaba sobre la tabla del suelo desde que salimos del estacionamiento del instituto. Nunca me había dado cuenta de cuánto dinamismo, energía y vitalidad tenía (incluso después de muerta) hasta verla así. Me metí en un callejón sin salida en el que se extendía una hilera de casas de ladrillos y jardines inmensos. Ben Rogers vivía por allí cerca. No estábamos lejos de donde Lily había… tenido el accidente. Definitivamente, este no era mi lado predilecto de la ciudad. —¿Y ahora qué? —pregunté. Dejé que el coche avanzara lentamente con la esperanza de que pareciera que nos habíamos perdido y estuviéramos revisando las direcciones de los buzones. Probablemente la gente del vecindario no tardaría mucho en llamar a la policía. Un auto destartalado que se pasea más de la cuenta podría ser razón suficiente. El pie de Alona incrementó su ritmo frenético para después, parar de repente. —Nada —dijo después de una larga pausa—. Da igual. —Pero su mirada estaba fija sobre una casa en particular. Se parecía mucho a las otras. Salvo por que todas las cortinas estaban corridas: una madera de contrachapado carcomido cubría una de las ventanas del piso de arriba; los arbustos, la puerta principal y bajo la gran fachada, las ventanas estaban estropeadas y cubiertas de maleza. Pequeñas bandejas negras de comidas preparadas y una barbaridad de botellas de cristal se salían de los cubos de basura volcados al pie de la carretera. Al mirar más de cerca, pude ver profundos surcos paralelos, huellas, en la hierba del jardín delantero, como si alguien hubiera calculado mal la ubicación de la carretera.

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—Ha sido una mala idea —dijo ella con sequedad—. Limitémonos a volver al instituto. Eché el freno de mano y me quedé mirándola fijamente: —Ya se me ha hecho muy tarde y esos solo va a molestar a Brewster incluso más de lo que ya está y ¿me traes todo el camino hasta aquí solo para mirar una casa cualquiera? —No es una casa cualquiera —me cortó con brusquedad—. Es mi casa. Hogar dulce hogar. Me quedé helado. ¿Su casa? No tenía ni idea de adónde me estaba guiando cuando empezamos nuestro pequeña excursión por carretera, pero eso era lo último que hubiera esperado ver. El culo de una botella de vodka rota rodaba una y otra vez en el canalón, y captó así toda mi atención como el movimiento pendular de un reloj de bolsillo para hipnotizar. No estaba mintiendo. Es decir, sí que podía imaginármelo: aquel era un buen barrio y la casa era cara a todas luces, pero saltaba a la vista que algo no iba bien en el interior. Esto no pegaba con la Alona Dare que yo conocía. Y eso— entendí—era justo lo que ella había querido decir. —¿Bonito, verdad? —preguntó sin el menor atisbo de amargura—. Pareciera que estuviéramos ante el barrio de chabolas a donde va a parar toda la gentuza. Quiero decir, le falta algún que otro arreglo. Es evidente que estamos perdiendo la oportunidad de aparcar el coche en el garaje en vez de dejarlo en el jardín. Como si lo hubiera ordenado, se abrió la puerta abollada del garaje. Alona se puso tensa. Una mujer rubia y descalza apenas cubierta por una bata sedosa de color rosado salió a trompicones con una mano sobre la cara para protegerse de la luz y con la otra arrastraba una bolsa de basura de plástico cuyo contenido hacia ruido metálico. El parecido entre la mujer y la chica que se sentaba a mi lado era inconfundible. Pero era como mirar al viejo Elvis y al joven. Todavía podías ver la huella de la hermosa mujer que había sido una vez, bajo la hinchazón del sobrepeso, los surcos de las arrugas alrededor de los ojos y el aire general de haber recibido el golpe de la vida. —¿Qué estás mirando? —nos gritó la mujer o mejor dicho, me gritó, ya que yo era el único al que ella podía ver. Se tambaleó bajando la carretera hacia nosotros, cada vez más rápido. La bolsa se arrastraba detrás de ella, aparentemente olvidada en su mano. Los cristales rotos del contenedor de basura brillaban en el suelo, al pie de la carretera, pero no parecía que eso fuera a pararla—. ¡Deja de mirarme!

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—Eh, Alona… —Limítate a cerrar el pico y a sacarnos de aquí —dijo ella, con voz dura. Yo empujé el volante hacia la izquierda con fuerza y los neumáticos del Dodge protestaron un poco por el cambio repentino de dirección. —¿Quieres hablar de…? —No. —¿Quieres volver? —le pregunté.

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—No. Dudé: —¿Sabes? Si hay algo que te estás guardando para ti, podría… —¡He dicho que no! Puse las manos en alto. —Vale, vale. De vuelta al instituto entonces. Di el giro completo para regresar a la calle principal por la primera salida. Ella forzó una carcajada. —Ahora podrás volver y decirles a tus amiguitos lo jodida que está… estaba Alona Dare. Estoy segura de que será lo más emocionante de sus patéticas vidas. Me dio la espalda, cubriendo su hombro con la melena, pero no sin que antes pudiera captar el resquicio de sus ojos, más brillantes de lo normal. Me aclaré la garganta. —Desafortunadamente, la gente a la que yo conozco, y me incluyo en el lote, tiene una vida bastante jodida, así que dudo que les interese. —Seguro —dijo ella, pero su tono de voz carecía del acostumbrado veneno. Se quedó callada el resto del camino de vuelta al instituto. *** Para cuando llegamos otra vez al estacionamiento, llegaba cuarenta y cinco minutos tarde a la primera hora. En otras palabras, justo a tiempo para entrar a segunda. Brewster podría estar ya fuera buscando a personas que hicieran pellas. Iba muy justo de tiempo. Estacioné el Dodge en la misma plaza que la última vez.


—¿Estás bien? —le pregunté a Alona. Ella se dio la vuelta de pronto y me miró recelosa: —¿Por qué estás siendo amable conmigo? —preguntó—. ¿Me tienes lástima? —Su voz alcanzó un timbre peligroso. Ni que eso fuera algo tan horrible. Pero más me valía callarme eso—. Solo porque sepas… cosas sobre mí ahora, no significa que seamos amigos —añadió ella. —Ni se me pasaría por la cabeza —dije e intenté no rechinar los dientes. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo conseguía que quisiera consolarla hace apenas un minuto y echarla del coche un segundo después? Ella me miró cautelosa: —¿Entonces qué es lo que quieres? Esto es todo, Killian. Que conste. —Mira, nosotros… Ya solo me quedan unas pocas semanas antes de dejar el instituto. Si Miller no se entromete, podría tener una oportunidad de terminar. Solo necesito graduarme y largarme de aquí. Ella frunció el ceño. —¿E ir a dónde? —A algún lugar menos poblado. Cuanta menos gente haya, menos fantas… espíritus. —¿Eso qué tiene que ver conmigo? —Tú echaste a los fan… espíritus ayer para que me dejaran en paz. —Hasta que apareció… esa cosa —ella se encogió de hombros. Entonces, me miró—. Lo siento. Me encogí de hombros. —Como te decía, todo el mundo tiene sus propios problemas. —Así que… —Ella guardaespaldas.

ladeó

la

cabeza—.

Quieres

que

sea

Sonreí. —Una descripción humillante, pero precisa. —Ah já, ¿y qué sacó yo de todo eso? —Te enseñaré todo sobre el lugar dónde estás y cómo funciona.

como

tu

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—¿Puedes hacer que la luz venga por mí? —No, ya te lo dije, no funciona así. Eso depende de ti y de tus… asuntos pendientes —dije mientras evitaba su mirada—, pero creo que puede enseñarte cómo dejar de desaparecer antes de que… —¿De que me haya ido para siempre? —Preguntó—. Nada de luz brillante, mojitos con alcohol ni tiendas de zapatos —musitó bajito. —¿Qué? Ella negó con la cabeza: —Nada. Se echó el pelo hacia atrás, se lo recogió detrás de las orejas y se giró en el asiento para mirarme: —Pongamos que te creo. ¿Cómo funciona? Y ahí venía la peor parte. ¿Quién dijo que Dios no tenía sentido del humor? —Tienes que ser amable. Ella hizo una mueca. —Ya. —Lo digo en serio. Escuché cómo sonaba la campana desde la distancia para indicar que acaba de terminar la primera hora. No podía esperar más, no si quería no fastidiar lo que mi madre había tenido que hacer para conseguir que volviera al instituto. Salí del coche con las llaves y teléfono móvil en la mano y empecé a cruzar el estacionamiento hacia el colegio, con la esperanza de que Alona me siguiera. Ella salió del coche tras de mí. —¿Ser amable? —siseó—. Dijiste que esto no tenía nada que ver con ir al cielo o al infierno o el pecado o… —No, dije que no se explicaba en esos términos. Hay demasiados escollos, demasiadas lagunas cuando miras a la religión. —¿Pero… ser amable? —Ella elevó las manos en el aire—. Eso está totalmente relacionado con lo de hacer bien a los otros y todo eso. —Sí, pero también es un pase de un principio científico —señalé—. Pregúntale a cualquiera del club de ciencias y te lo dirán. Mientras que estás aquí, te encuentras en una forma primaria de energía. Ser positiva te aporta más

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energía para que fluya a través de ti y te ayude a quedarte. La energía negativa, como cuando dices todas esas cosas suspicaces y crueles sobre los demás, te drena, devora tu habilidad de estar aquí. Dicho mal y pronto, es como una batería. Ser amable te ayuda a recargarla. Ella se detuvo bruscamente. Al mirar hacia atrás por encima del hombro, la encontré ahí parada con los brazos cruzados sobre el pecho. —¿Soy una batería? —Dije ‹‹dicho mal y pronto››… pero, sí. —En sus ojos hubo un destello de desafío. —No pienso decir que me encanta la lluvia ni que la gente fea es guapa ni que me gusta tu camiseta. —¿Qué tiene de malo mi camiseta? —quise saber. Ella me ignoró. —No lo haré y punto. Ya me he pasado suficientes años mintiendo. Su expresión albergaba una oscuridad que jamás había visto nunca… hasta ese día. Me recordó a la manera en que ella se había quedado helada cuando su madre había aparecido antes en el exterior de su casa y sentí como mi ira se apaciguaba. —Mira, no tienes que mentir. De hecho, no puedes. Tiene que ser algo genuino, ¿recuerdas? Ella asintió con la cabeza. —Ahora, como has dicho algo poco amable sobre mi camiseta, a cambio, tienes que decir algo bueno. Ella alzó una ceja. —¿Sobre esa camiseta? Imposible. Suspiré. —Muy bien. Es tu destino. Si quieres pasar el resto de tu tiempo… —Tienes los dientes bonitos —soltó. Me quedé mirándola fijamente. Ella ladeó un hombro. —¿Qué pasa? Tengo una debilidad por los dientes blancos, ¿vale? No es para tanto —dijo ella mientras cruzaba las manos por delante del torso. —Dientes bonitos —repetí despacio.

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—Te hubiera dicho que tienes una sonrisa bonita si la hubiera visto alguna vez —gruñó y ya no pude resistirme: me eché a reír. —No es tan divertido —masculló cuando me doblé sobre mí mismo. Me dolían los costados de tanto reírme. Ella tenía razón. No era tan divertido, pero había ese algo tan ridículo que había roto la tensión que había estado llevando dentro de mí desde el día anterior. —Los dientes rectos y blancos son un signo de buena salud —insistió ella—. Pueden ser un rasgo muy atractivo. Sus labios empezaron a curvarse para formar una reacia sonrisa. —Te pedí si podías decir algo agradable —jadeé—, y escogiste la más pequeña, más insignificante… —No es insignificante para mí. —Se adelantó ella y me dio un suave empujón en el hombro, pero ella estaba sonriendo por lo menos—. La higiene dental es muy importante. ¿Quién quiere besar la boca llena de asquerosos dientes amarillos? —Ella se estremeció. Me costó un segundo que sus palabras me calaran —¿Quién dijo algo acerca de los besos? —Traté de sonar ocasional, mientras mi corazón retumbaba en mi pecho. Como he dicho, cada hombre tiene su fantasía, y para bien o para mal, desde el sexto grado, la mía se había centrado siempre en Alona Dare. Ella rodó los ojos. —Por favor. Lo que quería decir metafóricamente. Además, ¿cómo vas a darme un beso? Picado, encogí mis hombros. —Nunca he tenido ninguna queja. Soy un buen… Ella siguió hablando como si yo no hubiera dicho nada en absoluto. —Te verías como una cabra. Tu cabeza inclinada con toda la lengua, sobresaliendo. Ella se llevó las manos en el aire, como si ella se aferrara al cuello de alguien, cerró los ojos, inclinó la cabeza de manera espectacular, y agitó su lengua por fuera de su boca. Solté un bufido. Parecía ridículo, y ella tenía razón. Se detuvo y abrió los ojos. —Así que tienes sentido del humor. Nunca hubiera imaginado eso. —Su mirada se dirigió a algo detrás de mí. Ella inclinó la cabeza hacia un lado. —Vas a necesitarlo, también. Problemas a las diez. Me volví hacia mi izquierda, sobre un cuarto de vuelta y no vi nada, menos el campo de fútbol.

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—No —dijo ella con impaciencia—. Diez. Diez Sacó los hombros y tiró de mi alrededor a la derecha.

de

la

noche.

—Eso son las dos. —Para ti, ¡sí! Me refería a diez... lo que sea. Basta con mirar. —Ella rastrilló la mano por el pelo con impaciencia. —El tiempo pasa hacia la derecha aquí en este universo.... —me apagué, viendo al director Brewster acercándose, sus zapatos brillantes crujiendo en la grava, en nubes y aumentando el polvo. —Oh, mierda. —Ahora, sólo escúchame, —dijo Alona. —No voy a chupársela —le espeté. Ella puso las manos en las caderas. —¿Quién ha dicho nada sobre chupársela? Estoy protegiendo mis propios intereses aquí. Así que acaba de escucharme. —Ella tomó una respiración profunda—. Él te quiere decir algo estúpido. Al igual que los policías que quieren cogerte con exceso de velocidad. —Hola, tengo un tío que es policía, —protesté. —No importa. Sabes lo que quiero decir. Ellos tienen cuotas que tienen que cumplir. Brewster tiene una reputación que mantener como un hueso duro. Si le das la oportunidad, él te utiliza para hacerlo. Así que sólo… —se encogió de hombros—, no cedas —¿Ese es tu consejo? —Le pregunté, levantando una ceja. —No —sonrió ella—. Este es. Hay que ser agradable. La miré fijamente. —¿Qué? —Hay que ser agradable. —Oh, no. —¿Qué? ¿para mí funciona pero no para ti? —exigió. —No es lo mismo, en absoluto. —Lo que sea. —Ella rodó sus ojos—. No tienes una gran cantidad de opciones aquí. Haz la prueba. —Ella cruzó los brazos sobre su pecho y dio un paso atrás, cuándo Brewster se acercó. —Buenos días, Director Brewster —dije entre dientes.

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Se detuvo en seco, con sus zapatos de vestir deslizándose en la grava, y me miró. Probablemente porque era la primera vez de todas que hablaba voluntariamente con él. —Sr. Killian. ¿Qué está haciendo aquí? —Ni sarcasmo —susurró con urgencia en mi oído—, y di “señor”. Él se basa totalmente en eso. Me aparté de Brewster y fingí una fuerte tos fuerte para cubrir mis palabras para Alona. —¿Por qué querría hacer eso? —Debido a que le supondría aún más placer patearte fuera, —señaló. Tomé una respiración profunda y me volví hacia él. —Lo siento, señor. Me quedé dormido, y luego tuve que terminar una llamada telefónica. —Le di mi mejor sonrisa soleada y levanté el teléfono móvil. —No es un mal comienzo —dijo Alona—. Ahora no lo golpees. Un destello de incertidumbre cruzó el rostro de Brewster. No sabía si estaba hablando en serio o no. —No vagancia. Las clases comenzaron hace cuarenta y cinco minutos. Estás dentro o estás fuera. —Pido disculpas por mi tardanza —dije, con un poco más de ventaja de lo previsto. No podía evitarlo, el tipo me acaba de partir. —Cuidado —murmuró Alona cerca de mi oído. Estaba tan cerca que podía sentir la camiseta cepillar mi brazo. No es una experiencia desagradable. Saqué un papel doblado… hasta cuadrado de mi bolsillo. —Aquí hay una nota de mi madre, excusando mi ausencia de ayer. Brewster arrebató el papel de mi mano, frunciendo su ceño. —Sorpresa, sorpresa. Una madre cuidando a un niño de mamá. Di un paso hacia él, con las manos apretadas en puños. —Uh-uh —dijo Alona, colocando una mano fría sobre mi brazo—. ¿Ves lo que está haciendo? Él está apretando un botón que sabe que te hará reaccionar. Mírale a los ojos. Con una mueca, miré hacia arriba y me encontré con la mirada de Brewster. Sus ojos oscuros brillaban con la diversión y el entusiasmo. Estaba jugando un juego. —Él gana tu reaccionas —dijo—. ¿No has tenido alguna vez un padre que tirara este tipo de basura sobre ti? No, no. Mi madre podía ser emocional y alterada, pero nunca podría dirigir sus emociones de manera manipuladora, y mi padre... bueno, había demasiadas

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cosas como lo que fue para meterse con mi mente. Pero ciertamente me dio un vistazo más a la vida en casa de Alona. Miedo. —Muy bien, señor Killian. Nos sentimos honrados de que usted puede unirse a nosotros una vez más hoy en día. —Brewster se inclinó un poco más cerca—. Sin embargo, servirás a dos días en suspensión en la escuela bajo mi supervisión por su actitud y fanfarronería de ayer en mi oficina. Y… —sonrió—, …el pequeño detalle de su tardanza de esta mañana. —Tengo una nota —protesté. —Aquí no dice nada por llegar tarde. —Miró la nota de mi madre otra vez, pretendiendo buscar la escritura adicional. —¿Quiere otra nota? —Le pregunté con voz apagada. Esta cooperación era mucho más agotadora que simplemente golpear a su cara Se metió las manos a la espalda y se meció adelante en sus dedos del pie. —Creo que una detención serviría muy bien como castigo, ¿no? ¿Una hora más en este infierno? —Creo que está lleno de… Alona me golpeó fuertemente en las costillas, y me estremecí. —Botones — susurró ella. Brewster me observaba con una ceja levantada. —Muy bien, la detención. Lo que sea —murmuré. —Bien. —Él asintió con la cabeza bruscamente—. Después de ti. —Él giró y extendió su brazo hacia la escuela en un gesto. Me tragué un suspiro y me dirigí hacia el edificio de nuevo. Yo odiaba hacer nada, sin embargo, parecía que esa era su idea o su petición. —¿Ves? —susurró Alona en mi oído—. Eso no fue… —Antes que me olvide, señor Killian, —dijo Brewster detrás de mí—, tengo que felicitar su interesante gusto... en la música. Me quedé helado. —Esperaba mucho más griterío y pataleo, ¿pero Beethoven, Tchaikovsky, y Pachelbel? No son exactamente las estrellas de la MTV actual. En primer lugar, actualmente era MTV2. Ni siquiera reproducían música en MTV, y no es "la" MTV. En segundo lugar, ¿había estado escuchando mi iPod? ¿Los limpios auriculares blancos de Marcie habían estado en sus viejos y crujientes agujeros del oído?

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Apretando los puños, me puse a su lado. Brewster tal vez tendría su mayor deseo de patearme fuera. Pero valdría la pena golpearle una sola vez. Para sentir su mandíbula chocando con los nudillos y saber que el hematoma resultante en la mano sería un trofeo digno de presumir. Alona estaba susurrando algo frenéticamente en mi oído. —... La caída correcta en su trampa. Dios, eres terrible en esto. ¿No tienes auto-control? —Di algo agradable —le dije a ella automáticamente. —¿Qué has dicho? —Señaló Brewster, aunque fuese de mí, con el ceño fruncido. —Oh, por el amor de Dios —murmuró Alona—. Muy bien. Creo que estás haciendo lo correcto, de pie por sí mismo contra un matón, pero esto es un juego y hay que aprender a jugar por las reglas si quieres ganar. Técnicamente, yo no estaba seguro de si lo que contaba como algo agradable, ya que ella estaba todavía criticándome.... Como si leyera mis pensamientos, continuó, en un tono de bastante mal humor. —Tus ojos no son tan espeluznantes como pensaba que eran. Eres un buen tipo.... —¡Caramba, gracias! —dije. —¿Qué? —Brewster estaba empezando a sonar un poco molesto—. Sr. Killian —Dije, que dijo algo agradable. Gracias por eso —improvisé. Era lo más cercano a lo que había hecho, aunque él probablemente no lo captara, y al apartarme de su juego aunque solo fuera un poco, había reducido drásticamente las ganas de pegarle. O tal vez no fue solo dejar a un lado lo desagradable, sino también lo que Alona había dicho. “Algo agradable” viniendo de la Reina de las Humillaciones y Mirada Desagradable era prácticamente todo un elogio. Brewster me miró sorprendido. —Le grabaré un CD si quiere —le ofrecí, sólo para verlo retorcerse. Su boca se movió en silencio por un momento, mientras me miraba. Antes de que pudiera reunir lo suficiente para darme lecciones sobre las leyes federales con respecto a la copia no autorizada de música, el vehículo de Jesse McGovern aceleró por delante de nosotros en el estacionamiento, lanzando trozos de grava y una enorme nube de polvo a la vez que hizo un trompo en una de las últimas plazas de aparcamiento. La boca de Brewster se cerró, y se marchó hacia Jesse sin decir una palabra.

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—No está mal para un principiante —observó Alona cerca de mi hombro, los extremos de su sedoso pelo cepillaron mi brazo. —Gracias. —Estaba todavía, esperando tontamente que ella se quedara cerca, pero se deslizó lejos, tan suave y graciosa como lo había sido en la vida—. Esa fue la parte fácil. Ella frunció el ceño. —¿Qué quieres decir? Señalé a la puerta principal de la escuela, donde incluso desde esta distancia, pude ver una multitudinaria reunión. Un destello de un vestido rosado, el brillo opaco de un cubo de la fregona siendo empujado hacia la parte delantera, uno de los primeros afro de los años ochenta varias pulgadas por encima de las cabezas de los demás... tenía la duda de que me estaban esperando, aunque no estaba lo suficiente cerca para ver sus rostros. —Oh, ellos. —Alona hizo una onda con la mano con desdén—. Puedo manejarlos. Levanté una ceja hacia ella. —¿Sin ser cruel? Sus hombros se hundieron. —Pero estoy haciendo algo bueno ayudándole a salir… Negué con la cabeza. —Si quieres correr el riesgo… Ella dio un suspiro exagerado. —Está bien, está bien. Los mantendré lejos de ti y no seré cruel con ellos. —Apoyó sus manos en las caderas y sacudió su pelo hacia atrás—. Quiero decir, ¿¡qué tan difícil puede ser!? Fui elegida reina del baile tres veces, ya sabes. Ganarme a las personas mayores es algo natural para mí. Correcto. Debería estar preparado para correr, por si acaso.

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CAPÍTULO 11 Alona Traducido por Sera y Bautiston Corregido por Melo

¿

Preparada? —preguntó Killian en voz baja mientras llegábamos a la acera que conducía a la puerta principal.

—Seguro. —Puse los ojos en blanco. Él estaba actuando como si fuera a la guerra, o algo. Lo que fuera. A menos que el padre de Killian apareciera todo misterioso, retorcido y sombrío de nuevo, en caso de que no sucediera algo extraordinario, eran sólo personas. Personas muertas, pero aún así. Yo soy ese tipo de persona. Afrontémoslo, no puedes ganar concursos de popularidad — lo cuales son bastantes en el instituto— si no sabes cómo manejar a la multitud. Hablando de eso, la multitud estaba ahora dirigida en esta dirección, pululando a través de las puertas, literalmente andando a través del cristal y el metal, por supuesto, gritando y clamando por Killian. —Ahí vamos —dijo en voz baja. Los espíritus lo rodeaban, dándome codazos y apartándome con los hombros de su camino. —Cuidado —protesté, pero dudé que alguien me hubiera oído. El ruido era increíble. Todas esas voces, gritando y suplicando, a la vez. —Volviste. Te dije que él… —Nunca dije que no lo haría. —Un pequeño favor. Por favor tienes que… —Mi nieta necesita saber que su madre… Me di cuenta de que ya no podía ver a Killian en medio de todos ellos. Se lo habían tragado. —Hey —intenté. Gritarles había funcionado ayer—. Hey, gente muerta —La chica con el vestido de graduación rosa con pequeños lunares jodidamente

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horrible me lanzó una mirada asesina por encima del hombro, pero nadie más pareció darse cuenta de mí. Esto podría ser un problema. Debo confesar que, no estoy exactamente acostumbrada a ser ignorada. Así que, puede que me haya ido un poco por la borda. Agachando la cabeza, me hice camino a través de la multitud, ignorando todos los gruñidos de dolor y gritos de protesta mientras daba pasos y pegaba codazos en las costillas. Killian era un punto muerto, con los hombros encogidos y los ojos cerrados, parecía como si estuviera rezando para que alguien lo salvara. Bueno, no sabía nada sobre eso, pero sabía que no me quedaría ahí para que esos perdedores me empujaran. Killian tampoco debería, no cuando él tenía algo que ellos querían. Él debería haber tenido el control, por amor de Dios, por lo que fuera. No podía cuidar de sí mismo, lo cual me dejaba a mí para que lo hiciera por él mientras me ayudara. Todo el mundo ganaba, supongo. Me di la vuelta para encarar a la mayoría de ellos, poniendo mi espalda contra la de Killian. Se puso rígido antes de darse cuenta de que era yo. —De acuerdo, escuchen, frikis. —¿Frikis? ¿Qué quiere decir ella con… —Sufre de desilusiones de grandeza. —Sólo ignórala. No tiene nada que decir aquí. Esta última parte era de mi amigo, el conserje raro, que en realidad intentaba apartarme de Killian mientras estaba hablando. —Oh, no, tu no. —Le golpeé en las manos—. Killian es mío. Mío, mío, mío. Quieres algo de él, ven a mi primero. Entonces pasó la cosa más rara. Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, todos los fantasmas, espíritus se congelaron. Se quedaron totalmente rígidos, sin juegos de palabras. Entonces esta ráfaga de viento vino de la nada y los golpeó a todos ellos, como si estuvieran vestidos en una estantería. Se quedaron inmóviles, tambaleándose en el viento, sobre a unos 3 pies de nosotros. Me estremecí, pero el viento no me había movido. —¿Qué está pasando?

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Killian no contestó. Le di un codazo en la espalda, y él gruñó. —¡Auch! —Te hice una pregunta. Abre los ojos y dime que está pasando. —Su espalda se movió contra la mía mientras se estiraba y miraba alrededor. Tomó una respiración profunda—. Eso es tan… —¿Raro? ¿Friki? ¿Completamente casual? —Le tiré adjetivos, esperando que siguiera hablando y explicara lo que estaba mirando. —No lo sé —dijo finalmente—. Nunca he visto nada como esto antes. Excepto… —Hizo una pausa. —Oh, Dios mío —espeté—. Hablar contigo es como hacer una pirueta hacia atrás en una grieta. —¿Qué? —Torpe, doloroso, y no particularmente útil en la rutina. —Me di la vuelta para ponerme frente a él—. ¿Excepto qué? —Ayer —dijo suavemente—. En el pasillo. Cuando les hiciste retroceder… Fruncí el ceño, intentando recordar. —Sí, tienes razón. Esa rara brisa se levantó de la nada, pero no fue nada como esto. —Agité mi mano, recalcando lo que dije. —¿Qué dijiste? Me quedé mirándolo. —Dije, que lo que pasó ayer no fue para nada como… —No, es decir, ¿qué dijiste ayer cuando pasó? —Killian parecía un hombre con una idea. Me encogí de hombros. —No lo sé. No me acuerdo. ¿”Hey, ustedes gente muerta, lárguense”? Miró alrededor, como si esperara el viento, pero nada ocurrió. Suspiró.

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—¿Qué has dicho hoy? ¿Recuerdas eso? —preguntó con algo de sarcasmo. Le hice una mueca. —Chúpame un pie. —Lo digo en serio. ¿Qué dijiste? Puse los ojos en blanco. —Nada especial. Estabas justo ahí. Me oíste. —Sólo… —De acuerdo, de acuerdo. Dije que tendrían que pasar a través de mí para llegar a ti. Un suave viento se levantó de nuevo, echando hacia atrás el pelo que estaba en la cara de Killian. Contuve la respiración, esperando a que me levantara como a los otros, pero el aire simplemente corrió a mí alrededor. —Eso es tan genial —murmuró. Me miró, con sus pálidos ojos iluminándose de alegría. Crucé los brazos en mi pecho, reparando en las caras congeladas con un escalofrío. —No me lo agradezcas todavía. ¿Qué significa eso? Negó con la cabeza, girando en círculo para verlos a todos. —No lo sé. Creo que puede que… —¿Remordimientos, señor Killian? Ambos nos dimos la vuelta para encontrar a Brewster caminando por la acera, con un resentido Jesse McGovern escoltándolo. —Mierda —murmuró Killian. Luego en voz alta—. No señor Brewter. —Me examinó con una mirada interrogativa. —¿Qué? —Me encogí de hombros—. Mi trabajo aquí ha terminado. No vamos a molestarte. Nunca más, por lo que parece. —Fruncí el ceño—. Así que, ve a

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clase o suspensión o lo que sea. Encuéntrame cuando termines, y puedas enseñarme más cosas. —¿Estás segura? —preguntó. —Sí —dije. Al mismo tiempo, Brewster, ahora a unos pasos de nosotros, preguntó—. ¿Seguro de qué, señor Killian? Killian apretó los dientes y empezó a ir hacia el edificio. Por extraño que pareciera, me sentí un poco… triste por verlo irse. Ahora que no estaba siendo tan molesto e intentando no huir de mí, era más o menos agradable tenerlo alrededor, un alivio para no estar tan sola. Incluso aunque éste fuera el raro de Will Killian. Ni siquiera me había hecho sentirme mal por lo que había visto en mi casa. Me acerqué a los congelados espíritus para estacionarme en uno de los bancos de madera en el círculo. Sólo había algo un poco raro acerca de estar ahí en medio de todos ellos. Era como si estuvieran esperando que algo pasara y… Las puertas se cerraron con un golpe metálico tras Killian, y una onda se propagó a través del grupo de espíritus. Uno por uno, se liberaron de lo que fuera que había estado conteniéndolos… y todos se giraron hacia mí. Algunos de ellos parecían, quizás, un poco enfadados. El conserje raro estaba en realidad crujiéndose los nudillos en anticipación. Me puse en pie, sorprendida de encontrar mis rodillas temblando. Hmm. —Tienes que pasar a través de mí para llegar a él —dije rápidamente. Pero… ningún extraño viento, nada de congelarse en el lugar. —Con mucho gusto —dijo el conserje, avanzando hacia mí. Lancé hacia arriba mis manos para cubrirme la cara y di un grito demasiado de chica. Aunque, si hubiera tenido la oportunidad de pensar en ello, me hubiera preguntado que podrían hacerme. Es decir, ya estaba muerta. —¿Qué —una disgustada voz femenina habló— estás haciendo? Bajé mis manos lentamente y los encontré haciendo una fila, algunos de ellos apretándose y empujándose, pero sin embargo, una fila conmigo a la cabeza. La princesa de lunares estaba segunda detrás del conserje, asomándose para mirarme.

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—Bueno… ¿qué están haciendo ustedes? —Esa parecía una pregunta razonable para hacer. Frunció el ceño hacia mí. —¿Preferirías que cogiéramos número? —¿Eh? —Sin dudas —dijo el conserje—, ésta es tan estúpida como parece. —¡Oye! —Mira, cariño… —El hombre joven que había visto ayer en el pasillo con Will, el que iba en un uniforme militar azul pasado de moda, se salió de la fila—. Guárdame el sitio —dijo sobre su hombro a un tipo joven que llevaba una corbata corta por encima de su camisa blanca, antes de caminar hacia mí. Unos pocos abucheos emanaron del final de la fila, pero los rechazó con la mano—. No estoy cortándola. Sólo estoy intentando ayudarla. Todos ustedes cállense. —Se volvió hacia mí—. Cariño, todos te oímos. Tenemos que pasar a través tuyo para llegar a él. —Su voz tenía matices de un acento Neoyorkino, pero me parecía familiar… Debió haberme visto intentar saludarlo, porque me ofreció la mano, dándome un apretón. —Robert Brewster, Primero. Apreté su mano automáticamente. —¿Brewster como el director Brewster? —Si el director era a quien buscaba, ese sería un buen camino para explicar su maldito humor. Él sonrió de alegría. —Ese es mi chico. —¿Tu hijo? Frunció el ceño hacia mí. —Mi nieto. —Señaló con una mano su uniforme—. Este es de la Segunda Guerra Mundial. ¿No puedes ver lo viejo…? Oh, olvídalo. La gente joven no tiene sentido de la historia. —Negó con la cabeza.

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Me encogí de hombros. —Esa no es la cuestión de todos modos. El caso es que, te ofreciste voluntaria a ser su guía, así que dinos como quieres oírnos. Me quedé mirándolo. —No… no lo entiendo. —Te lo dije. Estúpida —murmuró el conserje. —Es suficiente —El abuelito Brewster dijo por encima de su hombro, y el conserje se calló inmediatamente. Luego se volvió hacia mí—. Mira, estoy seguro de que eres una chica verdaderamente agradable y no tienes ni idea en lo que te has metido, pero no nos estas dejando opción, danos una o ayúdanos a todos nosotros. —¿Perdón? —ofrecí, todavía sin ninguna idea de lo que estaba hablando. Dejó salir un profundo suspiro. —De acuerdo, mira, empecemos desde el principio. Alguien en la fila gimió. —Cállate —les gritó. Puso los ojos en blanco hacia mí—. Que impacientes, no pensarías que ya están muertos, ¿cierto? Asentí con la cabeza. Parecía la mejor cosa que podía hacer. —Así que así es... estamos todos muertos, y todos tenemos cuentas pendientes. ¿Me sigues? Asentí con la cabeza otra vez. —Hay cosas que tal vez nos retienen, nos mantienen alejados de la luz. —¿Tal vez?— Le pregunté. Se encogió de hombros. —No lo sé. Eso suponemos. —De acuerdo —dije lentamente. Parecía algo malo como para suponer, pero yo no lo estaba haciendo mucho mejor.

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—De todos modos, es muy raro encontrar uno entre los vivos que pueda oírnos y vernos, al igual que tu chico Will. —No es mi chico —protesté, e inmediatamente sentí un repentino aumento de la tensión. Miré y vi que todos me miraban, como si estuviera a punto de negar algo importante. Entonces lancé—. Bueno, él es mío, como en…él me ayuda, me ayudará a encontrar mi camino, pero no en la forma de novio/novia. El Abuelo Brewster sacudió la cabeza como si no pudiera creer lo que estaba oyendo. —Lo que sea. El punto es, que lo reclamaste. Es tuyo. Por lo tanto, si queremos que él haga algo para nosotros, tenemos que hacerlo a través tuyo. Así de simple. —A través como en... —La fila, cariño. —Hizo un gesto con impaciencia a los espíritus de pie detrás de él—. Todos vamos a esperar nuestro turno para decirte lo que necesitamos que haga por nosotros, y entonces se lo dirás. —Sacudió la cabeza—. Dios todopoderoso, estoy empezando a pensar que el autobús te removió los sesos por la eternidad. —Te lo dije… —murmuró el portero. —Espere, espere. —Levanté mi mano—. No entiendo. —Qué casualidad —dijo el portero, un poco más fuerte. Cambié mi atención hacia él. —Tú, vete a lo último de la fila. Su boca se abrió en señal de protesta. —No puedes hacer eso. —Ella puede y lo hizo —señaló el abuelo Brewster—. Muévete. Murmurando en voz baja, el portero metió las manos en los bolsillos y cabizbajo hizo su camino hacia el final de la fila. —No digas malas palabras —grite detrás de él. Entonces me di la vuelta al abuelo Brewster. —Así que si tengo todo este poder sólo porque dije que Killian es mío, ¿cómo es que ninguno de ustedes lo reclamó o lo que sea antes que yo? Un murmullo se levantó en la fila, los espíritus suspiraban, y hablaban entre ellos. —¿Qué? —Le pregunté—. ¿Qué dije?

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—Ninguno de nosotros sabía de él hasta ayer —dijo el abuelo Brewster, mirando a la gente en la fila por encima del hombro—. Fue realmente bueno en ocultarse entre los demás. —Está bien, pero todavía había tiempo de sobra para… —Ella merece saber la verdad, Bob —la niña de lunares rosa tomó la palabra. Luego me dio una alegre sonrisa malvada. —Nadie lo reclamó, porque nadie quiere ser lo que eres. —Liesel —dijo el abuelo Brewster en voz de alerta. Fruncí el ceño. —Todo el mundo siempre quiere ser yo. ¿De qué estás hablando? —Eres un espíritu guía ahora. Estas a entera disposición de todos y de sus llamadas, pero especialmente de la de él, el médium. De pronto, sentí frío en todo el cuerpo. Negué con la cabeza. —No. Ella suspiró con impaciencia. —¿Has estado despertando en lugares extraños últimamente? La miré fijamente. No me había despertado en la carretera desde ayer por la mañana. Había estado cerca esta mañana, pero no… yo me encontraba en el interior del coche de Killian. —Dondequiera que él esté, ahí es donde tú estás, ¿no? —Ella aguijoneó. —Eso no quiere decir… —Tú misma te ataste a él. Eres su guía. —Ella me miró con un desagradable atisbo de diversión—. ¿Ha comenzado a llamarte ya? —¿Qué? —Si él piensa lo suficiente en ti, se centra en ti el tiempo suficiente, ¡puf! Serás arrastrada lejos de lo que estés haciendo, dondequiera que estés, a donde quiera que él esté. Me sentía un poco enferma. ¿Podría ser verdad? Liesel miró hacia el cielo, con su mano tocando la barbilla. —¿Cuál es esa frase que los niños usan hoy en día? Oh, sí. Eres su perra, su perra del mundo de los espíritus. —Ella se echó a reír alegremente de su propia ocurrencia.

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—Oye, Liesel, te ves un poco transparente hoy, ¿no te parece? —Le pregunté. —¿Un poco más de lo habitual? Su risa cesó inmediatamente, y ella se quedó mirándose a sí misma. —No, yo no estoy... ¿estoy? ¡Oh, Dios! ¿Eric? Eric, ¿dónde estás? —Ella vagó fuera de su lugar en la fila, en busca de otra persona para verificar su estado de existencia. —Eso no fue muy agradable —advirtió el abuelo Brewster. Pensé en eso por un segundo. —Tu cabello se ve... genial, muy saludable —dije detrás de ella. El abuelo Brewster me miró. Me encogí de hombros. —Es lo mejor que podía decir y seguir siendo honesta. Además de todo, ella había sido mezquina primero. Abrió la boca, como si fuera a protestar, y luego se encogió de hombros. —Muy bien. —Así que, ¿es cierto lo que dijo? —Le pregunté. Dudó bastante tiempo por lo que no tenía necesidad de oír su respuesta. —Olvídalo —le dije con firmeza—. Yo no soy la puta de nadie, en el mundo espiritual o no. —Yo ciertamente no lo habría dicho de esa manera —dijo el abuelo Brewster—. Es muy irrespetuoso, pero… —Pero nada. Killian no me pertenece. —¿Negaras la conexión? —Preguntó el abuelo Brewster casualmente. —Yo... —Me di cuenta de que si le decía que sí, ellos probablemente pasarían por delante de mí en la escuela y empezarían de nuevo a molestar a Killian. Harían que lo echen de la escuela y luego lo encerrarían en algún manicomio, y yo estaría atrapada aquí para siempre. Por otra parte, si les gustaba tener un espíritu guía realmente, parecía que podría estar atrapada aquí de todos modos. Pero él había prometido que me ayudaría. La pregunta era, ¿le creía? —¿Y bien? —El abuelo Brewster se mostraba impaciente. Mirándolo desde el punto de vista puramente egoísta, si no ayudaba a Killian con estos chicos, él no sería capaz de ayudarme, incluso si quisiera. Por

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supuesto, eso no quería decir que me iba a ayudar, pero me parecía muy dispuesto a hacerlo antes, y además si cambiaba de opinión, podía ser muy persistente. Es parte de mi encanto. —No —dije por fin—. No lo voy a negar. Se escucharon gemidos desde la fila. —Oh, sólo cálmense —les espeté. —Está bien —dijo el abuelo Brewster con un suspiro—. Entonces, ¿Cómo nos quieres? ¿En una fila, el primero en llegar, el primero en servir? ¿Orden alfabético? —Oh, no —le dije, sacudiendo la cabeza y poniendo mis manos delante de mí en la clásica posición de “alto”—. El hecho de que yo este reclamando a Killian —me negaba a pensar que las cosas fueran de otra manera—, …no quiere decir que tenga algo que ver con ustedes. Eso los calló por un segundo. —¿Le das la espalda a los de tu propio tipo? —El abuelo Brewster preguntó, asombrado. —Ninguno de ustedes son mi tipo... con la posible excepción de ella. —Incliné la cabeza hacia una bonita niña rubia, con cola de caballo y una falda de pelo de caniche, golpeando su zapato con impaciencia contra la acera, cerca de la mitad de la fila—. Si se vistiera mejor. —Algunos de nosotros hemos esperado durante años, incluso décadas, para decir nuestras cosas, —dijo el abuelo B—. ¿Crees que nos gusta estar atrapados aquí? Fruncí el ceño. Ahora que lo menciona... —No, probablemente no. —¿Nos vas a negar nuestra única oportunidad de hacer las cosas bien por nosotros mismos? —Preguntó—. La gente como Will, los especiales, no vienen muy a menudo. Sentí una punzada de culpa. Nadie había mencionado esta parte del trabajo de guardaespaldas —Usted aún no sabe si lo puedo ayudar. Él dijo que no sabe que es lo que hace que una persona quede atrapada y otra sea llevada a la luz. —¿Pero ni siquiera vamos a intentarlo? —señaló el abuelo de Brewster.

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—¿Por qué tendría que hacerlo? —Traté de sonar petulante en lugar de quejumbrosa. Confía en mí, hay una diferencia muy pequeña, pero importante entre los dos. —¿Qué vas a hacer mientras? —me demandó el abuelo—. ¿Espiar su vida? Se hará viejo muy rápido. —No, tengo otras cosas que hacer. Tengo una vida. Una después de la muerte. —¿Cómo qué? —Preguntó el abuelo, divertido—. ¿Derribar cosas?, ¿hacer sonidos de miedo para asustar a los creyentes de muerte? —¿Cómo lo sabes? —Exigí. —Confía en mí, cariño, si alguien tiene esa mirada vengativa, eres tú. —Oh. ¿Gracias? —Tú sabes que hacer esas travesuras te convertirá en nada más rápido que cualquier otra cosa —me advirtió el abuelo. —Yo sé eso... ahora. —Me dejé caer de nuevo en el banco, sin tener siquiera cuidado de cruzar las piernas para evitar que el hoyuelo con poca grasa al lado de mi pierna izquierda se viera. Estaba demasiado deprimida. Todo esto era deprimente. —Ayudar a tu chico nos ayuda —instó el abuelo—. Es mejor que estar sentado mirando a los vivos. Además, va a contar como una buena acción. Tal vez tú sólo necesitas una gran acción para obtener la atención de arriba, y que envíen la luz para ti. Levanté la vista hacia él. —Pensé que Liesel dijo… Agitó la mano con impaciencia. —No le hagas caso. Ella conoció a un espíritu guía antes, mientras estaba pegada a Claire de vacaciones en Puerto Rico, y piensa que es una experta. Ninguno de nosotros había conocido uno de los que hablan con fantasmas antes de ayer. Nadie sabe cómo funciona. Todo lo que sabemos se basa en rumores que se mantienen circulando aquí en este lado de las cosas. Más lo que vemos en la televisión. —Él se encogió de hombros—. Tu puedes tener una oportunidad de ayudarte a ti misma, niña. No la tires. Suspiré. —Está bien, está bien. Voy a tratar. ¿Qué tengo que hacer?

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CAPÍTULO 12 Will Traducido por MariPooh y Eileithyia793 Corregido por Virtxu

N

ormalmente, quedar atrapado en la pequeña, sobrecalentada, y de poco uso, sala de educación especial con Brewster entrando y saliendo cada diez minutos hubiera sido una pesadilla. Especialmente con el abuelo Brewster y los otros, sabiendo quién era yo y haciendo lo que podían para llamar mi atención. Después de los primeros quince minutos, me acurruqué debajo de mi escritorio, tratando de protegerme de sus empujones y pellizcos, y eso podría no haberle gustado a Brewster. Pero esta mañana... no fue como algo que hubiera experimentado antes. Todo estaba tranquilo en la pequeña habitación, la cual sospechaba había sido un armario de suministros por la falta de ventanas y los agujeros en la pared donde solían estar los estantes, y yo estaba solo. Real y verdaderamente solo. Ni un solo fantasma apareció de un lado a otro quejándose o tratando de engañarme para hablar. Brewster hizo una parada en su camino por las mañanas y me arrojó a Marcie. Probablemente debía de estar loco pues no hizo las cosas, como se suponía. Pero no iba a usar a Marcie hasta que desinfectara completamente sus auriculares o comprara otros nuevos y, además, no necesitaba la música. Ahora, el total y absoluto silencio a mi alrededor hace que mis oídos piten. Esto es genial. Lo que sea que Alona esté haciendo, está funcionando. Luego llegó la hora del almuerzo. La Sra. Piaget me detuvo un poco antes del mediodía. —Tengo servicio de cafetería hoy. El Sr. Brewster se reunirá con el superintendente de la oficina regional ahora, pero dijo que podías venir conmigo y conseguir algo de comida. Tienes que volver aquí a comértelo, sin embargo. —Ella me dio una sonrisa de disculpa. —Está bien. —Dije empujando la silla, levantándome y estirándome. Se siente bien ser capaz de quedarse quieto y concentrarse en lo que se suponía que me tenía que concentrar en vez de tener que poner tanta energía en el bloqueo de todo lo demás. —Te ves mejor hoy —dijo la señora Piaget cuando me uní a ella en el pasillo principal.

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—No haber sido expulsado realmente me ayuda. —Ya veo —dijo ella con una sonrisa de sorpresa. La seguí por el pasillo hasta la cafetería. Joonie, con su vieja bolsa de libros cruzada sobre el pecho, esperaba justo afuera de las puertas, cerca del inicio de la línea de servicio. Ella se enderezó cuando me vio, pero su mirada se desvió a la señora Piaget y no se acercó. La señora Piaget vaciló y luego se giró hacia mí—. Recuerda, los alimentos y luego de regreso a la habitación. No le des a él ninguna excusa. No hay necesidad de especificar el "él "en esta situación, supongo. Asentí con la cabeza. —Gracias. La Sra. Piaget desapareció por la puerta de la cafetería, y me acerqué a Joonie. Estando cerca, pude ver que algo estaba mal. Las sombras púrpura de agotamiento bajo sus ojos parecían moretones, tenía manchas oscuras de maquillaje en las mejillas, y uno de los agujeros en el labio tenía manchas de sangre seca. Me resistí la tentación de tocar mi propio labio como respuesta automática. —¿Qué está pasando? Estás… Desde el pasillo, un grupo de estudiantes de primer año venían hacia donde estábamos nosotros. Joonie me agarró por el brazo y me tiró a un lado de la cafetería. —Ellos van a dejarla morir. Quién, la palabra me llegó a la punta de la lengua, pero cerré la boca a tiempo. Yo sabía quién, por supuesto. —¿De qué estás hablando? Ella jugaba con la correa de su bolso, y jalaba uno de los botones que había puesto en él. Este decía: “Solo digamos que tengo un problema con la autoridad”. Fue un regalo de Lily el año pasado antes de que se fuera. —Fui a visitar a Lily después de la escuela ayer, y escuché a algunas de las enfermeras a hablar. —Ella cambió su peso atrás y adelante, como caminando sin dar un paso—. Se trata del seguro de sus padres o algo así. Ellos van a sacar su tubo de alimentación y dejarla morir de hambre…. —Se quedó sin aire en la garganta y tuvo que parar, ahogándose en su emoción—. O bien, van a llevársela, ponerla en alguna institución permanente de vuelta en Indiana. Di un paso involuntario hacia atrás, sus palabras me golpearon como una bofetada de la nada. Sabía que, en algún momento, este día llegaría. Pero no había pensado que sería hoy. Sus ojos se llenaron de lágrimas. —¿Qué vamos a hacer? Joonie y yo habíamos estado allí, visitando a Lily, desde el primer día en que estuvo permitido. Toqué su mano, miré sus ojos. Ella se había ido. La esencia de lo que era Lily se había ido hacia mucho tiempo atrás. Ella ni siquiera había

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permanecido el tiempo suficiente para rondar su cuarto del hospital. O el lugar donde su vehículo se había estrellado. Yo había comprobado allí, también. Sólo para estar seguro. Por lo tanto, no había nada que pudiéramos hacer. —Joonie, no podemos… —intenté. —No lo entiendes. Es mi culpa que ella estuviera allí, en primer lugar. —Las lágrimas rodaban por sus mejillas, y ella no se molestó en secarlas. —¿Por qué, porque habían peleado un mes antes de que ella dejara de hablar con nosotros? Me imaginé que Joonie y Lily sacarían sus problemas y los solucionarían, y no pensé mucho más sobre eso. Hasta que Joonie y yo habíamos llegado el primer día de nuestro último año, y el año de Lily como Junior, y vimos a Lily, vestida con una falda corta y caminando a paso tambaleante con tacones altos, junto con la elite de la clase Junior. Ella había caminado junto a nosotros como si no nos conociéramos, con la nariz alzada. Dos semanas y media más tarde, ella había perdido el control de la camioneta de su madre y se estrelló con un árbol. Negué con la cabeza. —J, no te hagas esto a ti misma. Tú trataste de pedir disculpas por lo sucedido, y ella no quiso escuchar. Eligió pasar el rato con esa gente, y ella decidió ir a esa fiesta. Nosotros no tuvimos nada que ver con eso. Al mismo tiempo que lo dije, me di cuenta que era verdad. Tal vez podría haber cambiado las cosas, tal vez la podría haber salvado si hubiera oído mi teléfono esa noche. Pero ella era la que había elegido deshacerse de nosotros como amigos. Todo lo que había hecho era perder una llamada telefónica de alguien que no me había hablado en meses. Ni siquiera dejó un mensaje. Me sentí más ligero de repente, aliviado de alguna manera. Habría dado cualquier cosa por ver a Lily sana y salva de nuevo, incluso si ella no quisiera ser mi amiga. El hecho de que no quisiera, sin embargo, no es mi culpa. Fue la combinación de un centenar de factores, en donde sólo sobre uno— responder a mi teléfono—yo había tenido el control. Sin embargo, mis palabras no tuvieron el mismo efecto en Joonie. —Tú no lo entiendes —dijo con voz apagada y los ojos fijos en un punto invisible en la distancia. La cogí por los hombros y la sacudí suavemente. —Tienes que parar. Esta no eres tú. Fue en ese preciso momento que vi a Alona en el escenario, rodeada de todas las personas muertas que me habían inquietado por los pasillos de Groundsboro High, y supe que estaba en problemas.

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En primer lugar, si te estás preguntando por qué nuestra cafetería cuenta con un escenario, es la misma razón por la que tenemos las mesas de la cafetería en diferentes niveles. Nuestra cafetería sirve como un auditorio, que algún genio loco llamó "Cafetorium". A medida que sales de la fila del almuerzo, estás en el mismo nivel que el escenario, pero del otro lado de la habitación. Luego están las escaleras que conducen a los distintos niveles. La multitud y Alona, estaban en el primer nivel, llamado “pasar el rato”, el nivel más bajo, que sirve de foso para la orquesta, cuando el club de teatro decide deshacerse de su estudiante-escritor angustioso, y como lugar apocalíptico para la rara animación musical. Es el más alejado de la supervisión del maestro, por lo que no sorprende que te cachen allí. A partir de ahí, el nivel de popularidad disminuye a medida que se sube. Joonie, Erickson, y yo comemos en el patio cuando hace un día lo suficientemente bueno, lo que nos pone completamente fuera del mapa en cuanto a popularidad se refiere. Tanto mejor. Pero el escenario... el escenario era el santo grial de la gente de primer nivel. Es evidente que se trataba de una posición que a su juicio debía ser de ellos— sentados en lo alto por encima de la gente repugnante—pero este fue uno de los beneficios que se les negó. Desde que un chico, sin duda, uno de primer nivel, se rompió la pierna saltando hacia el escenario hace unos años, no se permite a nadie estar allí durante el almuerzo, excepto a los miembros del club de teatro, y sólo si se están preparando para una producción. Este invierno, todo el mundo se inscribió para pintar los sets, para la producción de primavera, “Muerte y Helados”. No tengo ni idea de qué se trataba, pero incluía un montón sets pintados de negro-y-rojo y quejas de las chicas de primer nivel cuando ocasionales salpicaduras volaban en su dirección. Así que, realmente, creo que no debió haber sido una sorpresa que Alona se aprovechara de su condición invisible-para-la-mayoría-de-la-gente para tomar el escenario para ella misma. Sin embargo, era más que un poco chocante, encontrarla sentada en un taburete detrás de una sección de lo que parecía ser un mostrador de comedor década de 1950 (otra columna... no preguntes, no tengo idea de cómo se relaciona con “la muerte” o “helados”), tomando lo que parecían ser notas mientras los fantasmas esperaban pacientemente en una larga y sinuosa fila su turno para hablar con ella de forma individual. —¿Qué demonios? —Murmuré. Joonie salió de su trance lo suficiente para mirarme, realmente mirarme. —¿Estás bien? —Ella apoyó sus dedos fríos sobre mi brazo—. Parece que has visto un...

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No esperé a oír el resto. Alejándome de su ligero agarre sobre mi brazo, empecé a bajar las escaleras, en dirección hacia el escenario. No voy a ser tan melodramático como para decir que todo el Cafetorium puso en mí su atención y contuvieron la respiración colectiva, pero yo veía las cabezas giradas hacia mí. Después de todo, no había sido inferior al tercer nivel desde que empecé aquí hace casi cuatro años. Eso fue como pedirle a uno de los deportistas de primer o segundo nivel que te golpee, pelear y también culparlo por haber empezado. —Will, ¿qué estás haciendo? —Susurró Joonie quien me siguió por las escaleras, pero no me di la vuelta. Sin embargo, en el segundo que mi pie se posó en la alfombra de primer nivel, una onda de ruido y movimiento se extendió por la sala, las personas empezaron a susurrar y a mirar. Las conversaciones se calmaron hasta que todo se quedo en silencio tanto que yo podría haber jurado que oí el crujido de las fibras de la alfombra bajo mis zapatos cuando di mi primer paso. Los amigos de Alona no hicieron nada al principio, pero me miraron fijamente. Después de todo, este era su santuario interior, nadie se atrevía a traspasar hasta aquí, y los que se encontraban aquí por algún tipo de accidente o malentendido (nuevo chico; chico geek con la ilusión de que porque Misty le había pedido copiar en su examen de química se le permitiría sentarse aquí; el tonto ocasional utópico que pensaba de la gente popular "son personas como nosotros también", etc.) por lo general se rompían rápidamente bajo el peso de una mirada desagradable de las caras perfectas, y se escapaban. Pero yo no soy así, no. Me alejé de los amigos de Alona y me acerqué a la mesa de los élites de la clase Junior, la segunda mesa había sido empujada hacia arriba contra el escenario. Ellos todavía pensaban que eran mejores que yo, pero habían dudado en comenzar una pelea, a la espera que los Sénior’s reaccionaran primero. Cuando estuve lo suficientemente cerca, saqué el celular de mi bolsillo. —¿Qué estás haciendo ahí arriba? —Le pregunté, tratando de parecer casual—. ¿Quiénes son tus nuevos amigos? Al principio, no pensaba que fuera a funcionar. ¿Cómo Alona me va a oír y mucho menos va a saber que yo estaba hablando con ella? En este caso particular, sin embargo, el silencio en mi oído acompañó el hecho de que estaba en territorio prohibido ahora. —¿Will? Oí su voz, pero no me atreví a mirar hacia arriba al escenario. En este punto, me vería como un loco, mirando a la nada. Bueno, más loco.

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Segundos más tarde, sus zapatillas de gimnasia blanca aparecieron, se arrodilló, con el pelo rubio balanceándose sobre los hombros, liberando el dulce olor familiar de su perfume. —¿Qué estás haciendo aquí? —Ella sonaba sorprendida—. Vas a conseguir que te maten. —¿Que qué estoy haciendo? ¿Qué estás haciendo tú? —Le pregunté con los dientes apretados—. Tienes la mitad de los muertos de Groundsboro ahí contigo. Ella miró por encima del hombro, como si no hubiera sido consciente de ello hasta que lo mencioné. —Sí, bueno, ellos solamente esperan. Creo que alguien está repartiendo volantes o algo así. —Ella se echó a reír. —Oh, ha, ha, Es muy divertido. ¿Qué estás haciendo ahí arriba? Ella se encogió de hombros. —Tomar notas. Como tu espíritu guía, es mi trabajo. —¿Cómo mi qué? —Esta vez, no pude evitar mirar hacia ella. Ella rodó los ojos. —Tu espíritu guía. Ya sabes, alguien que te ayuda a trabajar con los espíritus. —Hizo una pausa, pensativa—. Soy algo así como tu Manager. —¿Mi qué? —Dije débilmente. Yo no podía dejar de repetirme a mí mismo. —Manager. Ya sabes, como si tú tuvieras el talento y yo soy la que te conecta con la gente que te necesita. Además, se mantienen tranquilos, —Ella levantó la cabeza hacia los fantasmas detrás de ella—, si piensan que alguien les está escuchando, y me da la oportunidad de hacer algo bonito, ¿verdad? —Ella se movió ligeramente para mirar a alguien o algo más sobre mi hombro derecho. —Pero yo… —Yo ni siquiera sabía por dónde empezar. —Oh, nos vemos. Nueve en punto. Estás a punto de recibir un golpe en tu cara. —Giró su cara y me dio una radiante sonrisa—. Ves, estoy siendo útil. Empecé a girar hacia mi izquierda, pero recordé los errores de Alona y su dificultad con el concepto de reloj así que me giré hacia la derecha—tres en punto—para encontrar que Chris Zebrowski y Ben Rogers se acercaban. —Si te vas de aquí ahora mismo, probablemente te dejarán en paz. —Alona volvió a colocarse en su sitio. —Espera —dije.

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—No puedo. ¿Has visto lo larga que es la fila? —Puso los ojos en blanco con un suspiro—. Voy a estar aquí todo el día. —Sacudió la cabeza y echó a andar hacia su posición en el mostrador. —Alona —susurré tan fuerte como pude. No hay nada como gritar el nombre de una animadora muerta en el centro de la cafetería para que la gente te mire. No es que yo necesitara la ayuda. —¿Qué pasa, Will Kill? ¿Te has perdido? —La empalagosa voz de Ben Rogers vino desde mi espalda. Me volví para encontrarme a él y a Chris detrás de mí, preparados para encararse. Ben tenía las manos en el bolsillo, en una pose de falsa calma, pero en realidad estaba tenso. Podría haber sido un chico rico, un vago hijo de puta, pero nunca se acobardaba frente a una pelea. El otro chico era más bajo, corpulento, con años de experiencia en el equipo de lucha libre, se puso de pie con los pies separados y los puños en alto. —No se permiten freaks en el primer piso —agregó Chris. Levanté las manos en la posición de ''no dispare', con los dedos envueltos alrededor de mi teléfono móvil. —No hay ningún problema, chicos. Sólo estaba haciendo una llamada y necesitaba una mejor recepción. Me voy. Por mucho que odiara sus culos privilegiados, no iba a empezar una pelea en su propio terreno. Me llevaría yo las culpas y encima perdería. Dos contra uno no era justo. Dieciséis contra uno, los que llegarían a ser cuando las ovejas saltaran para defender a sus líderes, era un baño de sangre. Empecé a caminar rodeándolos, hacia las escaleras, pero no llegué muy lejos. Un pequeño rastro de humo negro apareció como si nada en el centro del pasillo, sobre las escaleras que llevaban al segundo piso. Parecía el gas de la gasolina de un coche ardiendo. Me detuve, con el corazón palpitando de miedo. Casi al instante, como si hubiera esperado a que yo lo viera, el pequeño rastro de humo creció a una masa ardiente y turbulenta de vapor negro. —Um.. ¿Killian? Gus el Sombrío va hacia el mediodía. La voz de Alona llegó desde detrás de mí, con tensión. Por una vez tenía el reloj en hora. —Sí, ya lo estoy viendo —dije con firmeza. Oí como ella bajaba del escenario, aterrizando suavemente detrás de mí. —Así que, ¿cuál es el plan? —Su voz tembló ligeramente, y entonces apareció a mi lado. —No lo sé.

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—¿No sabes qué, Will Kill? —Ben llegó hasta donde yo estaba, poniéndose de pie frente a mí. Sonrió, mostrando demasiado los dientes. Chris le siguió, cerrando el puño y golpeando la palma de su otra mano, en un efectivo uso de todo un cliché. Maldita sea, me había olvidado de ellos. Todos en la cafetería nos estaban mirando, a la espera de lo que pasara después. Joonie, en la parte de arriba del pasillo central, parecía estar rezando, con las manos resguardadas dentro de su bolso, con los ojos medio cerrados y sus labios moviéndose silenciosamente. Entonces Gus el Sombrío, como Alona aparentemente le había llamado, se tambaleó hacia delante, acercándose hacia nosotros. —Alona, vete de aquí ahora mismo —dije bruscamente y sin pensar. La parte de 'sin pensar' es la clave. —¿Qué has dicho? —Exigió Chris. Oh, mierda.

Veinte minutos más tarde, estaba sentado en la enfermería con una bolsa de hielo en el lado izquierdo de mi cara. Bueno, ahí van las lecciones aprendidas: primero, no hables de la novia muerta de un chico delante suyo, incluso cuando se ha trasladado a pastos más verdes, es un gran error. Segundo, a la entidad una vez conocida como mi padre, que ahora es conocida como Gus el Sombrío, no le gustaba la competencia. Desapareció, gracias a Dios, en el momento en el que Chris me pegó. Tercero, Alona Dare puede ser mi guía espiritual, sea lo que sea, pero la señora Piaget es mi ángel de la guarda. Le ordenó al señor Gerry que separara la pelea, y estaba convencida de que Chris había sido el primero en pegar. Estaba castigado, pero podía vivir con ello. Me recosté contra la incómoda silla de plástico de la enfermería, haciendo una mueca de dolor por mi nuevo dolor en las costillas, y presioné la bolsa de hielo más fuerte contra mi mejilla inflamada. La silla que estaba a mi lado se sacudió, provocando que me asaltara un golpe de dolor. —¿Y ahora qué? —Le dije a Alona, que parecía no poder parar quieta, pasando de una posición a otra. Estábamos solos, afortunadamente. Juzgando que ponernos a Chris y a mí en una misma habitación no sería muy conveniente, la enfermera Ryerson se había ido a cuidar de él. Sí, me las había arreglado para darle un par de puñetazos. Haciendo que le sangrara la nariz, por lo menos.

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—¿Es eso lo que te molesta? —Le pregunté—. Técnicamente sólo me estaba defendiendo de los puñetazos de tu novio. —Abrí la boca y moví la barbilla para comprobar el dolor. Maldita sea, los luchadores sí que daban buenos puñetazos, quizá mejor incluso que los varios jugadores de fútbol con los que me había cruzado cuando era más pequeño. Ella sacudió la cabeza con un ruido impaciente. —No es por él. Aunque… —una leve sonrisa apareció en su cara—, debió de molestarle mucho a Misty que vosotros dos os estuvierais peleando por mí. Puse los ojos en blanco. —No nos estábamos peleando por… —También, bien hecho por gritar mi nombre en medio de la cafetería. —Me golpeó el hombro fuerte, y el dolor viajó por todas mis costillas haciéndome gritar de dolor—. Pero lo que quiero decir es que intentaste protegerme de Gus el Sombrío. —Oh. —Pero sólo estabas salvándote el culo a ti mismo ¿no? O sea, soy tu guía espiritual y supongo que te encanta la idea de darme órdenes para que me dé por vencida pronto. Movió los pies en el suelo y se quedó mirándolos durante un largo segundo, antes de mirar algo por encima de mí. Las palabras sonaron como algo que ella hubiera dicho, con esa maldita arrogancia, pero debajo de eso pude escuchar la vulnerabilidad que estaba intentando ocultar. ¿Le habría defendido alguien en su vida, a excepción de cuando querían beneficiarse de ella? Vale, ella no era de las que parecía necesitar mucha protección, pero a todo el mundo le gusta sentir que hay alguien que se preocupa por ellos. Tenía la cabeza hacia abajo, pretendiendo examinar sus uñas. La cortina de su brillante pelo la escondió de mí. Era el momento perfecto para decir algo con clase, algo que le convenciera de que, aunque a veces me volvía loco, admiraba su fuerza incluso más ahora que sabía todo lo que había tenido que pasar para conseguirla. —Um... —El corazón me latía en el fondo de la garganta, y las palabras, cualquier palabra, parecía haber desaparecido de mi cerebro. Ella hizo un sonido de disgusto. —No importa, olvídalo. —Tiró su pelo hacia atrás sobre su hombro—. Me defendiste ¿Por qué lo hiciste?

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—Hey —protesté—. Tienes que darme al menos la oportunidad de… La puerta de la enfermería se abrió y Joonie asomó la cabeza, mirando a su alrededor. No se hizo esperar mucho. La enfermería consistía en un pequeño escritorio, dos sillas y una camilla. La otra puerta llevaba a un baño microscópico. —¿Estás solo? —susurró. Alona puso los ojos en blanco. —Sí —dije. Joonie frunció el ceño y se deslizó dentro de la habitación. —Entonces ¿Con quién estabas hablando? —Tiró su mochila en el suelo delante de la silla que estaba a mi lado, justo en los pies de Alona. Ella gritó. —¡Ten cuidado, freak! —Nadie. No estaba hablando con nadie. Es bastante agradable que te hayas pasado por aquí. —Miré a Alona. —Vale. Vale. —Se quejó Alona—. Ella es una buena amiga. Bla, bla, bla. —¿Hola? ¿Killian? —Joonie agitó la mano delante de mi cara—. Estoy aquí. Se movió hasta sentarse en le silla de Alona y esta se revolvió para evitar que se sentara encima suya. —¿Estás bien? La mirada de Joonie era demasiado intensa y tuve que desviar mi mirada. —Estoy bien. —Te vi entrar en el territorio del primer nivel para pretender que estabas haciendo una maldita llamada. Ayer tuviste un ataque en el pasillo… Escuché sus palabras en la distancia. —Estoy bien, ¿vale? —De reojo vi a Alona fruncir el ceño a algo que estaba en el suelo. —No, no estás bien. —Joonie jugueteó con los aros de plata de su oreja—. Estás actuando de forma muy extraña, incluso para ser tú, y no puedo preocuparme de Lily y de ti a la vez, ¿vale? No puedo dividirme. —Me sonrió con los labios temblorosos—. Así que, dime que está pasando. Alona se arrodilló en el suelo cerca de los pies de Joonie, con la cabeza inclinada hacia un lado. —Mira esto —susurró, de forma totalmente innecesaria. Luego, aprovechando que estaba distraída hablando conmigo, levantó la parte de arriba de la mochila de Joonie, rota y hecha jirones. Sacó un trozo de madera, decorada

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con números y letras, despegada. Me resultaba familiar pero no recordaba de qué hasta... Salté de mi asiento. —Jesús, Joonie, ¿es esa la tabla de la Ouija? —Sí, era solo un espeluznante juego de niños... inofensivo a menos que estés jugando cerca de alguien como yo. Joonie se detuvo, dejando alguna palabra sin terminar y mirándome con la boca abierta, y después con un aire de culpabilidad hacia el suelo. Su rostro se puso rojo y luego palideció. —Me tengo que ir. Se puso de pie y tiró de su mochila para después encaminarse hacia la puerta. —Joonie, espera —le dije. Ella no respondió, ni se detuvo, la puerta de la enfermería se cerró de golpe tras ella. Me volví hacia Alona, que estaba apoyada contra el escritorio de la enfermera, con los brazos cruzados sobre el pecho y con una mirada de suficiencia en la cara. —¿Cómo has hecho eso? ?Cómo sabías que estaba ahí? Alona se encogió de hombros. —Estoy muerta. Lo sé todo ahora. Como que, por ejemplo, a ti te gustaba tener un tiempo personal todas las mañanas antes… —Para —espeté, tratando de disimular que mi cara no se ponía roja—. La muerte no le hace a uno omnisciente. —Lo que significaba que era una adivinadora alarmantemente buena o que era sorprendentemente predecible—. Prueba otra vez. —No tienes sentido del humor —suspiró—. El borde de la tabla se había salido un podo de la mochila, cuando dejó caer su estúpido y feo bolso encima de mis pies. —Se encogió de hombros—. ¿Cuál es el problema de todas formas? Aparte de que es una prueba total de lo freak que puede llegar a ser. Sacudí la cabeza. —Es más que eso. —No creo que eso funcione de verdad ¿no crees? —Enarcó una ceja. —A mí sí me funciona. —Bien.

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—Lo digo en serio. —Bajé la bolsa de hielo de mi cara para poder verla con más claridad—. Para las personas normales no es gran cosa, pero para mi... — hice una pausa—. Está bien, imagina que estás intentando hacer una llamada a otro país pero no tienes teléfono. —¿Soy estúpida en ese ejemplo? ¿Cómo vas a llamar sin teléfono? —Sólo cállate un segundo. Estoy intentando explicártelo. —Tomé una gran bocanada de aire—. Quieres llamar, estás haciendo un gran esfuerzo para realizar la comunicación, pero sin teléfono no puede pasar nada. —Bah —murmuró. La ignoré. —Dale a alguien un tablero de Ouija, y entonces tendrás el teléfono pero sin línea. Ella asintió. —Usa un tablero de Ouija a mí alrededor y de repente, tienes un teléfono con un pack de megaservicio. Excepto que en lugar de enviar sólo voces, es como abrir la puerta entre dos sitios. El tablero de la Ouija actúa como un foco, que te ayuda a concentrar y enviar tu energía, pero no puede ir a ningún sitio sin mí. Yo, lo que yo sea, le doy alimento y un sitio para ir, como un conducto para viajar. Recuerda, estoy atrapado en el medio como tú, pero puedo interactuar con ambos lados. La energía a cada lado es simplemente energía hasta que entra en contacto conmigo, y entonces pasa de energía a sustancia y forma... Un hilo de agua helada se filtró por la bolsa y corrió hacia mi mano, haciendo que me estremeciera de frío. —Así que Joonie llamó a un par de parientes muertos para que atravesaran la puerta para charlar. —Ella se encogió de hombros—. ¿Cuál es el problema? —No. Las personas que se han ido, no pueden volver. E intentar hacer una búsqueda así para hablar... nunca sabes a quién te vas a encontrar. Sólo porque estés marcando un número en particular, por así decirlo, no significa que te va a contestar la persona que tú esperas. Ella frunció el ceño. Suspiré. —Es como si el teléfono estuviera sonando, y nadie pudiera caminar a cogerlo. Y algunos de aquellos que están atrapados entre las personas que quieren estar jugando con él… A veces la gente se enloquece antes de morir. A veces se vuelven locos... o más locos. El abuelo B, Liesel, y el resto de ellos, son molestos, a veces, pero no particularmente dañinos. Ese no es el caso de otros que he visto y tenido el cuidado de evitar. Ella me dirigió una mirada mordaz. —Entiendo lo que estás diciendo. No soy estúpida. —Hizo una pausa, levantando una mano a la boca para morderse la

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uña del pulgar pero se contuvo y apretó la mano—. Me preguntaba... ¿cuántas veces ¿has visto al Sombrío Gus? Quiero decir... ya sabes. —Sí, lo sé —dije secamente—. Diez, doce veces, tal vez. —¿Qué te hace pensar que es... tu padre? Dejé escapar una respiración lenta, levantando la bolsa de hielo hasta mi cara. —Porque he visto unos cuantos suicidas por aquí, y son una especie de “nada” oscuros. —Le di una mirada de reojo—. Así es como yo supe que no tú no te habías hecho daño intencionalmente, no importa lo que Leanne Whitaker diga. —Perra —murmuró Alona. —¿Qué estabas haciendo ese día de todos modos? —Le pregunté. Ella arqueó una ceja. —Yo pregunté primero. ¿Por qué crees que es tu papá? La observé por un segundo, y ella unió su mirada con la mía. Abrí la boca para decirle que lo olvidara, pero la historia de esa última mañana con mi padre salió de mí boca en su lugar. Era la primera vez que yo le contaba esto a alguien aparte de al Dr. Miller y a Joonie, y lamenté estarlo diciendo. Pero Alona sólo asintió con la cabeza, pensativa. —Eso aún no explica por qué crees que es él, sin embargo. Seguramente hay otras personas que han... —Ella hizo una mueca. Con un suspiro, continué. —Él parece..... particularmente centrado en mí. Cada vez que se muestra, él siempre viene a mí. —Levanté un hombro, haciendo una mueca ante el dolor en las costillas—. Él es el único suicida que he conocido personalmente. —¿Todos se ven así? —Ella presionó—. ¿Cómo grandes nubes de humo negro o lo que sea? —No, nunca he visto uno como este antes. Él es... tiene más olas de emoción que cualquier otra cosa. Sin embargo, he visto un montón de cosas diferentes a lo largo de los años. ¿A Qué quieres llegar? —Le pregunté con impaciencia. —Tu papá murió, hace como tres años, ¿verdad? Eso es lo que dijiste. —Ella me miró fijamente, como desafiándome. —Sí, Y? —¿Cuándo empezaste a ver a Gus? De repente, no me gustaba la dirección que esto estaba tomando. —Eso no quiere decir nada. A veces toma tiempo que los espíritus encuentren su camino.

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—¿Cuándo? —Ella pateó mi espinilla, me agaché y me froté la pierna con mi mano libre—. No sé, unos ocho o nueve meses, supongo. En realidad, yo sabía exactamente cuándo lo había visto por primera vez. Fue la primera noche que los médicos permitieron que Joonie y yo visitáramos a Lily después de su accidente. Mi mamá había venido con nosotros. Y después de ver a Lily y lo que mi don había causado, eso hizo que ella no se quedara. —Inmediatamente después de decirle a mi mamá que no me quedaría cerca después de la graduación. Había huido del hospital llorando. Eso fue más que suficiente, probablemente para hacer que mi padre viniera de donde quisiera que estuviera. Yo le prometí cuidar de mi madre—esto fue la última cosa que le dije a mi padre. —¿Así que estás diciendo que tu padre quien sabía que hablabas con los fantasmas, estuvo por ahí dando vueltas durante tres años antes de que él tratara de hablar contigo... o matarte según sea el caso? Cuando ella lo puso de esa manera, sonó tan ridículo, pero Alona no sabía cómo funcionan las cosas. Diablos, a veces ni siquiera yo mismo sabía cómo trabajaban. Además, ¿quién, o qué otra cosa, podría ser? —¿Alguna vez lo has visto cuando Joonie no está cerca? — preguntó Alona en voz baja. Me quedé helado. Contra mi voluntad, mi mente reproducía todos mis encuentros con el fantasma enojado y en todos ellos, por supuesto, Joonie estaba cerca, si no, de pie junto a mí. —No —dije con firmeza—. No es posible. —¿Por qué no? —Alona se levantó—. ¿Por qué es tu amiga? ¿No la viste en el Cafetorium hoy? No me había dado cuenta que Alona la había notado a ella, también. Joonie podría haber estado orando, como yo pensaba. O tal vez ella estaba tratando de concentrarse en la tabla Ouija en su bolso... No. Yo negué con la cabeza. No permitiría que el perjuicio de Alona manchara mis pensamientos. —Y ni qué decirte de la rareza de la que fui testigo ayer en tu habitación. Ella, se veía como enamorada de ti o algo, pero..... —Alona frunció el ceño—. No, esa no es toda la razón, tampoco. Algo está realmente mal con esa chica. —Ya basta —le espeté—. Tú no la conoces. No sabes nada de por lo que hemos pasado en el último año. —Oh, qué, ¿la misteriosa Lily? —Ella dobló los brazos sobre el pecho—. ¿Por qué no me lo dices? Te he preguntado varias veces.

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Negué con la cabeza. —No importa. Joonie no tiene idea de lo que puedo hacer, así que ella ni siquiera pensaría en lo que estás sugiriendo. Por no decir que no hay razón alguna aún si ella lo supiera. Ella no quiere hacerme daño. Ella es mi amiga. Alona se dejó caer en el asiento junto a mí y giró su cara hacia mí colocando sus piernas debajo de ella. —¿Entonces por qué —preguntó ella en voz baja—, ella huyo cuando le preguntaste acerca de la estúpida tabla que llevaba en su mochila? Golpe bajo. ¿Cuando había dudado de la inteligencia de Alona Dare? —Probablemente fue por vergüenza —insistí. Pero yo había visto la mirada en la cara de Joonie hacía unos minutos. Si eso no era culpa, era un primo cercano. —Uh-huh. —Ella echó el pelo hacia atrás sobre sus hombros—. Puedo ser linda, pero no soy estúpida. Ella está ocultando algo. —No es... —De repente, me acordé de cuando Joonie cambió la intensidad de su preocupación acerca de Lily por hacerme preguntas. ¿Qué fue todo eso? —Yo podría seguirla, soy realmente buena en cosas como esa en estos días. Alona se removió en su asiento de nuevo, y extendió sus largas piernas en frente de ella, y me encontré mirándolas. —Hey, mi cara es aquí arriba. —Ella chasqueó los dedos frente a mí, y me tiró la mirada hacia arriba. —No tienes que seguirla —le dije—. Es viernes. Sé exactamente dónde va después de la escuela. —De ninguna manera Joonie iba dejar de visitar a Lily, no después de lo que ella me ha dicho hoy. —¿Así que vamos, también, o qué? —Alona sacudió un pedazo de…. ¿Pelusa fantasmal?... de sus pantalones cortos. Hice una mueca. —No, tengo detención justo después de la escuela —pensé en ello—. En realidad, tengo detención hoy y el lunes. No puedo darme el lujo de saltármela. A ella se le iluminó la cara. —Oh, bueno, entonces tendrás cierto tiempo para hacer un pequeño trabajo. Campanas de alarma sonaron en mi cabeza. —¿De qué estás hablando? Ella levantó el dobladillo de la camisa, revelando la piel bronceada y tersa de su estómago, su vientre era una superficie tensa—el ser animadora hace un

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buen cuerpo—y llegó a la cintura de sus pantalones cortos para sacar una pila de piezas pequeñas, pero perfectamente dobladas de papel. —Lo siento —dijo—. No tengo bolsillos. Me aclaré la garganta. —No hay problema. Ella me entregó los papeles, y los tomé, aún estaban calientes por su piel, y los desdoblé. En la parte superior se leía: R. Brewster. Quiere el perdón del hijo por ser antigay hacia él, y que su nieto se reconcilie con su padre. Anon. ¿Cartas?

153 Levanté la primera hoja, y leí la segunda, o la continuación o lo que sea. Liesel Marks y Eric... Miré a Alona. —¿Qué es todo esto? —¿Qué parece? Me reuní con todos tus espíritus y escribí lo que querían. —Ella sacudió el pelo lejos de sus ojos—. Hey, ¿sabías que si mueres o haces una transición o lo que sea con algo, lo mantienes contigo en este estado? Gracias a Dios que una niña murió con un lápiz y un cuaderno en el bolso o yo habría tenido que recordar todo esto. —Inclinándose más cerca de mí, señaló los papeles—. Incluso he negociado por ti y no tienes que hacer visitas personales o llamadas telefónicas. —Ella se sentó de nuevo en su silla con un encogimiento de hombros—. Básicamente, todo lo que tienes que hacer es escribir algunas cartas, encontrar algunos artículos perdidos. Ese tipo de cosas. —No —dije rotundamente. Ella se dio la vuelta en su asiento para mirarme, el pelo me golpeó en los ojos cuando ella se volvió. —¿Estás bromeando? Pasé toda la mañana en esto. Bajé la bolsa de hielo y la miré. —Oh, Vaya, lo siento. ¿Qué vas a hacer con el resto de la eternidad? Ella respiró hondo, abrió la boca... y luego se detuvo. Manteniendo las manos frente a ella, inhalando y exhalando lentamente. —¿Qué estás haciendo, meditando? —No, estoy tratando de calmarme para no parear tu culo —dijo con los dientes apretados. Me tragué un suspiro. —Aprecio lo que has tratado de hacer y realmente me ayudaste al mantenerlos ocupados pero…. —Oye, yo no estaba de acuerdo con esto en un principio. —Ella metió el pelo detrás de sus orejas—. Quiero decir, en serio, ¿quién soy tu chica mensajera? — Ella rodó sus ojos—. Pero si escuchas lo que ellos piden no es….


—No me voy a meter en esto de nuevo. —Alcé mis manos, con los papeles en una y la bolsa de hielo en la otra. —Todo lo que quieren es lo que tienes. El poder de hablar y ser escuchados. Eso es todo. Al parecer, lo que tú eres —miró hacia debajo de su nariz y a mí—, es bastante raro. Excepto tal vez en Puerto Rico. —¿Qué? Ella me ignoró. —Así que, si te marchas, ellos no podrán tener esta oportunidad de nuevo. —¿Oportunidad de hacer qué? ¿Enviarme en un montón de diligencias inútiles que no ayudan a nadie? Te lo dije. Esto no funciona. —Le ofrecí los papeles de vuelta. Ella cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Qué pasaría si no fueras tú y tu padre tratara de comunicarse a través de alguien que habla con fantasmas y este no lo ayudara? Me quedé helado. —Mi padre no es de tu incumbencia. —¿En serio? Me parece que es mucho de mi incumbencia desde que tú crees que es él quien se aparece aquí, a tu alrededor, y tratando de matarte, lo cual, déjame decirte, pondría dañar todos mis planes de salir de aquí. —Ella se estremeció—. No quiero ni saber lo que pasa si un espíritu guía deja que maten a su persona. —Alona, deja eso —le dije con cansancio. Examinó las puntas de sus uñas. —Creo que la razón por la que quieres creer que esa miedosa nube negra es tu padre es debido a que al menos así tendrías algún tipo de contacto con él. De lo contrario, él solo te habría dejado ya que sabes que él podría venir a hablar contigo si quisiera. —Basta —grité, y le arrojé los papeles. Cayeron al suelo con un sonido áspero como hojas muertas. —¿Qué está pasando aquí? —La enfermera Ryerson apareció a través de la puerta. Ella se detuvo cuando me vio solo en la habitación. —Nada —le dije con firmeza—. No está pasando nada. —Por supuesto —murmuró Alona. Ella se levantó y pasó por encima de los documentos en el suelo, con cuidado de evitarlos. —Me pareció oír... —La voz de la enfermera Ryerson vaciló. Ella asomó la cabeza para ver más detrás de la puerta, como si alguien pudiera estar escondido allí.

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—¿El grito, quieres decir? —Le pregunté. Ella asintió con la cabeza. Yo me encogí de hombros. —No fue aquí. Ella frunció el ceño y se retiró lentamente a la puerta. Alona empezó a seguirla. —¿Dónde crees que vas? —Exigí en un susurro. Alzó un hombro en un encogimiento de hombros. —Claramente, tú no me necesitas, y yo no tengo que ir a clase más. Uno de los pocos beneficios de estar muerta. —¿Qué pasa con… —¿Los espíritus? ¿Los que tanto te molestan? No lo sé —replicó ella—, yo llegue a un acuerdo donde si tú tratabas de ayudarlos, ellos te dejarían en paz. Supongo que eso está debajo de la mesa, ¿no? Suspiré. —Alona. —Buena suerte con las clases —dijo con falsa alegría—. Espero que te gusten los musicales. Me aseguraré de decirles que Annie es tu favorito. —Espera… sólo espera a… Sin una palabra más, se deslizó a través de la puerta cerrada, tarareando un "Mañana" en un bajo aliento Genial. No sólo tengo un espíritu guía enojado, sino un espíritu guía enojado con una racha vengativa y un conocimiento natural de las melodías de espectáculos. Mejor… mucho mejor.

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CAPÍTULO 13

Alona Traducido por Yosbe y cYeLy DiviNNa Corregido por Mona

S

eguí los pasos hasta el final de la sala principal, alcanzando las dobles puertas de vidrios, y me detuve. No tenía idea de que hacer o ir a continuación. En realidad, para ser honesta, estaba un poco sorprendida de encontrarme intacta todavía. No había sido exactamente amable con Killian antes, pero en ese momento, de nuevo, estaba peleando por lo correcto. Él no había pasado las últimas horas escuchando todas las historias, viendo todas esas caras… Miren, yo no me conmuevo con las historias de mala suerte. Haces tus propias malas decisiones, tienes que vivir (o no) con las consecuencias. Pero la mayoría de las personas con las que hablé anteriormente estaban resignadas con su destino. Habían venido a hablar conmigo después de oír rumores sobre la capacidad de Killian —a los muertos al parecer les encanta el chisme— para la más mínima posibilidad de esperanza. Algunos de ellos han estado allí por años, viendo con impotencia como todo el mundo que habían conocido o habían querido seguían adelante o rondaban en una media vida entre la miseria y el arrepentimiento. Tricia, la chica que me había dado la pluma y el papel, ha estado atascada desde 1988 (los calenta-piernas 9 me hubiesen dado una gran pista si ella no me lo hubiese dicho). Ella persiguió al perro de su familia, Mooshi, cuando salió a la calle, pero Tricia se resbaló en un terreno helado y se golpeó la cabeza. Ella murió casi instantáneamente. Todo lo que ella ahora quería era decirle a su “pequeño” hermano que no fue su culpa. Él había dejado la puerta abierta, solo un poco, después de que él y Tricia habían llegado de la escuela, y Mooshi buscó la manera de salir. Él sólo tenía ocho, y sólo fue un error tonto. Pero incluso ahora, él todavía se culpa por la muerte de Tricia, por el divorcio de sus padres, y por cada cosa mala que había pasado después de eso. De acuerdo a Tricia, él trató de suicidarse dos veces. Nosotros, Killian y yo, podíamos cambiar eso. Le diríamos a Dave lo que su hermana quería que él supiera, ayudándolos a los dos de una vez. Y sí, tal vez no funcionaria cada vez. Tal vez algunos de los espíritus se engañan a sí Calentadores de piernas: Medias de lana sin pie que se introducen por las extremidades inferiores. Se hicieron populares en los 80’

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mismos acerca de lo que realmente los estaba reteniendo aquí, ¿pero qué si uno, dos o cinco no lo hicieran? Un remolino negro en movimiento a mi derecha captó mi atención. Giré alrededor, esperando ver a Gus el Sombrío viniendo esta vez a destruirme de verdad. En vez de eso, era sólo Joonie saliendo del baño, su bolsa de libros apretada fuertemente contra su pecho. Su cara era pálida, excepto alrededor de sus ojos donde estaba roja. Ella lucía como si hubiera llorado. Metiendo la cabeza hacia abajo, Joonie corrió hacia la biblioteca. La seguí. Killian había dicho que no había necesidad de seguirla. Él sabía sus horarios de los viernes. Nunca se había tomado la molestia de explicármelo, por lo cual, tendría que hacer el trabajo de investigación por mi cuenta. No hay problema. No era como que hubiese algo más que hacer. —¡Hey, Alona! El horripilante conserje me saludó con gran ánimo en cuanto pasé a su lado mientras él trapeaba la alfombra. Dios, si Killian no cumple con al menos una de estas peticiones, mi reputación iba a estar hecha pedazos. Saludé de vuelta y seguí caminando, siguiendo a Joonie a través de las puertas de la biblioteca y a una de las estaciones de computadora contra la pared. Con una mirada nerviosa encima de su hombro, puso su bolso, ahora cerrado, cuidadosamente en el piso cerca de ella.

—Oh, Dios —le dije—. Ahora estás preocupada de quien lo pueda ver.

En unos pocos clics, estaba conectada en Internet y luego Google. ¿Sus temas de búsqueda? Estados de coma, fantasmas, contactos con el mundo espiritual, y mi favorita, reencarnación. Solté un bufido. No, Joonie no estaba envuelta en todo este desastre, no del todo. Deseé poder imprimirlo todo y enseñárselo a Killian. Él nunca me creería de otra manera, no encontraba otra explicación perfectamente racional para su comportamiento que incluía evocar un espíritu realmente molesto o lo que sea que Gus fuese. La pregunta era, ¿por qué? ¿Por qué ella iba a ir a extremos tan peligrosos? Su última parada en la Web proporcionaba una respuesta posible. Después de un rápido vistazo encima de su hombro para comprobar la localización del Sr. Mueller, el bibliotecario, Joonie tipió una dirección de MySpace. Una página rosada brillante apareció en el monitor, junto con las primeras estridentes notas de alguna canción de una ex American Idol. Mientras Joonie buscó a tientas el ratón para bajar el volumen, me incliné para echar un mejor vistazo. Para mi

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sorpresa, la chica en la foto del perfil me parecía vagamente familiar. Una chica como de campo tierna e inocente. Cabello liso, castaño claro recogido en una cola de caballo (con algunas mechas y un decente corte, sería aceptable), piel pálida (¿hola Mystic Tan 10?), y ojos marrón claro, que hubiesen sido sorprendentes, por decir bonitos, con la aplicación correcta de productos. La pequeña caja que dice su perfil la pone en dieciséis, posiblemente una estudiante de segundo año, tal vez una de primero. Eso explicaría porque yo no la conocía, aunque su hoja afirmara que ella había ido al Instituto Groundsboro. Fruncí el ceño. ¿Por qué recordaba su cara? Algo zumbaba en la parte trasera de mi cerebro, pero no iba a venir hacia la luz. Joonie le dio clic para ver sus fotos, y mientras las imágenes se desplazan por la pantalla, una pieza importante del rompecabezas encajó en su lugar. Unas pocas fotos un poco fuera de foco de un perro y un cuarto bastante infantil con un papel tapiz de princesa, y luego vi gente que reconocí: Joonie sacando su lengua hacia la cámara; Killian con sus brazos protectoramente alrededor de la chica mientras ella estiraba los brazos para tomar la foto de los dos juntos. Killian sonriéndole a la cámara, revelando esos perfectos dientes blancos. Nunca lo había visto así de feliz. Ella no estaba viendo a la cámara sin embargo. Ella inclinaba su cabeza para mirarlo a él, una adoración brillante desde su rostro plano. Mi mirada se fijo en la dirección web. Lilslife. Lil. Lily. De la que había escuchado tanto, esa era ella. Ella era… ¿qué?, ¿La novia de Killian?; él dijo que eran sólo amigos; lo escuché diciéndolo a su imitación de psiquiatra. Pero aún así... Un cosquilleo incómodo golpeaba en mi pecho. Envolví los brazos a mí alrededor. No eran celos, sin embargo. No. ¿Había algo para estar celosa aquí? ¿Un tipo pseudo-gótico y su simple quizás-novia Jane? El hecho de que yo nunca había mirado a nadie así, ni siquiera a Chris en nuestro mejor día, y ahora ya era demasiado tarde porque estaba muerta, y Killian nunca me sonrió… Un ruidoso sollozo de Joonie interrumpió mis pensamientos. —Lo siento, Lil. Estoy tratando —susurró ella. Su sombra negra corría en picada a sus mejillas. Ella miró detrás de sus hombros, chequeando la posición del Sr. Mueller, luego se giró hacia la computadora, besó la punta de su dedo índice, y lo presionó contra la boca de Lily en la fotografía. ¡Vale! ¿Qué está pasando aquí?

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Mystic Tan: Línea de productos para auto-bronceados.

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Mientras la miraba boquiabierta, Joonie cerró el navegador y cerró la sesión. Ella se levantó, agarró su mochila del piso, y se dirigió a la puerta de la biblioteca—su collar de calavera rechinaba— con lo que parecía ser un renovado sentido de propósito. Yo, por supuesto, la seguí, todos mis pensamientos bullían. Si Lily era la novia de Killian, Joonie tenía una manera extraña de demostrarlo. Me refiero, de verdad. No le temo a la gente gay, chicos o chicas. No creo que cada lesbiana del colegio me desee; sé que lo hacen, así como todos los chicos heterosexuales. Pero también sabía que ellos no me iban a atrapar en un rincón del baño de damas y tratar de convertirme. Por favor, ¿Alona Dare como una residente de Lesbos? No lo creo. Me gusta la forma masculina lo bastante para eso. Además, odio el flannel 11. La actitud de Joonie era simplemente… rara. Además, claramente, algo le había pasado a esta chica Lily. Cuando ellos hablaban acerca de ella, siempre usaban ese tono bajo y sagrado. ¿Estaba muerta? Entonces ¿Por qué Joonie le había dicho algo a Killian acerca de visitarla en el hospital? Seguí a Joonie por allí por el resto de la tarde, abandonándola solo unos pocos segundos cuando vi a Killian acercándose. Él no lucía feliz conmigo. Muy malo, muy triste. La mejor parte es que nunca había sido más fácil evitarlo. No es que él pudiese ir gritándome, ¿cierto? Desafortunadamente, por lo que se refería a Joonie, nada más pasó. No hubo sesiones de espiritismo en el baño o sacrificios con sangre en su casillero. Joonie fue a clases como era normal, o lo más cerca a lo normal que ella podía ser, de cualquier manera. Hasta última hora. Joonie aferró su mochila más fuerte a su hombro y se apresuró a la clase de química. Fruncí el ceño, mi aburrimiento total y absoluto se rompió por el pequeño pero extraño cambio de comportamiento. En mis bastas horas de experiencia con ella, Joonie nunca se apresuraba a nada, especialmente a ninguna clase. Toda su persona se basaba en una absoluta falta de intereses por nada. Lo cual era una total mierda, por supuesto. Primero que nada, porque ella obviamente le importaba hacer a la gente pensar que ella no se preocupaba por nada. Pero en fin. La seguí, viendo con asombro como ella se sentaba en su mesa de laboratorio, sacaba su libro de química y cuaderno con cuidado, y los alineaba en su escritorio… incluso dos minutos antes de que la clase comenzara. El Sr. Gerry asintió con aprobación hacia ella desde su taburete de laboratorio en frente. —¿Qué está pasando aquí? —murmuré.

11

Flannel: Franela a cuadros dirigida más que nada al hombre.

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El resto de la clase entró, incluyendo a Jennifer Meter, la cual estaba usando la peor de las minifaldas a cuadros. Me estremecí. Los cuadros eran tan… mediados de los noventa.

La campana sonó, y en los próximos treinta y tres y minutos, vi una completamente diferente Joonie Travis. Ella levantaba su mano en casi cada pregunta, se ofreció a entregar gafas de seguridad, e incluso se puso un guante de protección que nadie más tenía que llevar —El Sr. Gerry pensó que el piercing entre el tejido de su pulgar y su dedo índice podrían acalorarse demasiado cerca de las llamas del mechero Bunsen— sin quejas. Ahora, probablemente está pensando: Oh, qué bien. La Alta Sacerdotisa de Dolor encontró algo en lo que ella es buena y eso es también relativamente socialmente aceptable. Bueno, déjenme decirles algo—ella apesta. Casi todas las respuestas estaban mal, y las que no, sólo era porque ella hojeaba el libro de texto salvajemente antes de levantar la mano. También arrojó dos cubetas de precipitación— vacías, gracias a Dios— y parcialmente derritió sus propias gafas de seguridad cuando se inclinó muy cerca de la llama del quemador. En pocas palabras, ella era un desastre. Pero ella seguía tratando—algo que no entendía. Al menos no hasta los últimos diez minutos de clase. Cuando el reloj alcanzo las 2:15, unos completos quince minutos antes del fin de la clase y de la escuela, Joonie paró de trabajar y comenzó a alejar todo su equipo. A las 2:20, ella estaba inmovilizada en su taburete de laboratorio, libros guardados y mochila cerrada, viendo al Sr. Gerry. Después de observar otro patético atentado al experimento del día por Jennifer Meyer y Ashleigh Hicks, el Sr. Gerry finalmente levantó la mirada y vio a Joonie, sus pies balanceándose contra las piernas del taburete y su cuerpo tieso como un palo con tensión. Él asintió con la cabeza de mala gana a ella, y Joonie saltó sobre sus pies, colgando su bolso sobre su hombro, y prácticamente salió corriendo de la habitación. Con la guardia baja por su repentina salida —estaba entretenida mirando a Jesse McGovern usar el mechero Bunsen para calentar y doblar pitillos tomados de la cafetería para formar esculturas con palabrotas— tuve que correr para atraparla. Joonie metió la cabeza hacia abajo y se lanzó por el pasillo y fue a las escaleras, pasó por la sala principal, y salió por las puertas delanteras. Interesante—es mejor que ella esperara que Brewster no la hubiese visto. Él era exactamente el tipo que la atrapaba por saltarse de clases, así fuese sólo diez minutos.

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Trotando ligeramente —odio sudar— me encontré con ella cerca del Círculo y la seguí de cerca hasta su coche, el “Bicho de la Muerte”. Ella lanzó su bolso en la parte de atrás, se subió, y encendió el carro mientras yo todavía estaba hablando conmigo misma sobre deslizarme a través del metal. Ella comenzó a retroceder. —Hey, ¡cuidado! —Me arrojé al carro, tratando de ignorar la sensación fría y estremecedora de pasar por la puerta—. ¿Cuál es tu maldito apuro? Joonie salió del estacionamiento a, lo que parecía, la velocidad de la luz, lanzando grava en todas partes y dejando una estela enorme de polvo a su paso. Se dio la vuelta a la derecha en Henderson, y luego a la izquierda en Main. Otro par de giros más y fue obvio: estábamos yendo a la ciudad. Refiriéndose a ella como "ciudad" da una especie de impresión de que Decatur era el centro cultural de la zona. Lo era, como sea, donde la mayoría de los empleos estaban, la gente sólo vivía en los pequeños pueblos afuera, como Groundsboro, y manejaba hasta el trabajo en las fábricas. En un día con viento fuerte, podías olfatear un olorcillo de ADM o Staley’s, procesando soja en la ciudad. Olía como a puré de papas instantáneo. Había días cuando no podía esperar para alejarme de aquí y de ese olor. Pero ahora, honestamente, si pudiera captar esa esencia, quizá me sintiera un poco más reconfortada. Podía haber muerto, pero algunas cosas se mantenían igual. De todos modos, Decatur ofrecía un par de cosas, un cine, un centro comercial, y un hospital. En realidad, el gran cine y el centro comercial eran técnicamente parte de Forsyth, otro pueblo de mala muerte que se aferraba a los bordes de Decatur, pero que probablemente no tenía importancia, ya que dudaba de que Joonie fuera a ninguna parte por diversión. Mi presentimiento se confirmó cuando, veinte minutos más tarde, el Escarabajo apareció en el estacionamiento de visitantes del Hospital de St. Catherine. Joonie había mencionado que visitaría a Lily en el hospital. Me senté con la espalda recta en mi asiento. Por último, ¡esto estaba bien! Tal vez ahora me gustaría obtener algunas respuestas. Joonie dejo la palanca de cambios en estacionar, se enganchó el bolso del suelo a mis pies, y se salió del coche y se dirigió hacia el hospital. Con un suspiro, la seguí, aunque a un ritmo más lento. No entendía por qué la prisa. Si Lily estaba en el hospital, no era como si ella tuviera otros planes a corto plazo, ¿no? Joonie empujo a través de la puerta giratoria, y me deslicé en el compartimento después de ella, dejando que ella hiciera todo el trabajo de mover el cristal y el pesado metal. Se dirigió de inmediato al ascensor y apretó el botón de arriba. Mientras esperábamos, yo podría haber descubierto la manera de atravesar paredes y objetos sólidos, pero la levitación parecía

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llevar un poco más de un tramo y no me siento particularmente como para buscar las escaleras, me di cuenta de una gran cantidad de enfermeras que van y vienen con sus bolsas de comida y chaquetas. Cambio de turno, probablemente. El ascensor llegó por fin, y Joonie pulsó el botón del quinto piso. Un poco más tarde, durante lo cual me concentré deliberadamente en pensar en cómo de sólido era el piso del ascensor, llegamos a nuestro destino en el piso de los niños. La pared de enfrente del ascensor estaba pintada con nubes esponjosas, arco iris, brillantes y sonrientes caras amarillas del mismo tipo de pegatinas que tú veías en un parachoques diciendo la misma mierda. Yo sospechaba que cualquier niño que residía en este piso, lo sabía mejor que nadie, de todos modos. Joonie bajó del ascensor e inmediatamente se dirigió a la izquierda, como si supiera exactamente a dónde iba. Las enfermeras estaban ocupadas ni siquiera levantaban la vista de la mesa o del piso, ya que estaban revisando las cartas y hablando con el siguiente turno de enfermeras. Vi a Joonie detenerse en una puerta a mitad del camino por el pasillo y entrar. Un segundo después, apareció su cabeza, mirando hacia arriba y hacia abajo en el pasillo, antes de que ella pegara un adhesivo o imán de color amarillo en la parte exterior de la puerta y la cerrara con suavidad. Interesante. Automáticamente miré hacia atrás por encima del hombro hacia las ocupadas enfermeras, como si pudieran verme, me dirigí hacia la puerta, ahora cerrada. Cuando me acerqué, pude ver que era un imán lo que había puesto en el marco de la puerta de metal, y lo leí, “Bañando. Privacidad, por favor”. —¿Qué demonios? —murmuré. —¿No sabes que estás en el piso de los niños? Asustada, miré hacia abajo para ver a una niña rubia con coletas, mirándome desde su pasada de moda silla de ruedas de madera. Ella suspiró con disgusto y rodó por el pasillo, pasando por la pared. Sí, muerta como yo. Tal vez era una buena cosa que Killian no hubiera venido conmigo. El hospital estaba probablemente lleno de espíritus. Me acerqué a la puerta que Joonie cerró y miré con cautela, ignorando el frío en mi cara. Al principio, parecía ser su habitación de hospital. Paredes de color beige con un piso de azulejo a juego, una cortina verde vomito colgada sobre una rejilla en el techo por lo que podría ser jalada para la privacidad de molestos

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compañeros, y un televisor montado en lo alto de la pared. Estaba esa vieja historieta del Mighty Mouse 12, pero el sonido estaba mudo.

La chica en la cama, sin embargo, fue mi primera pista de que no todo era como parecía. Me di cuenta de ella, más o menos, como la chica de la foto de Joonie que había visto más temprano. Quiero decir, yo la reconocí, pero sólo vagamente se parecía a la persona que había sido una vez. Sus ojos apagados y vidriosos miraban al frente, cerca de tres pies por debajo de la televisión. Una cicatriz irregular, todavía hinchada y roja, decoraba el lado izquierdo de su cara desde el nacimiento del pelo hasta la mandíbula. No se encontraron tubos ni nada, que no fuera una vía intravenosa, y no había un monitor que mostrara los latidos de su corazón, por lo que estaba, obviamente, respirando por su cuenta, pero no mucho más. Lo extraño fue el verla así, como en tres dimensiones con los daños, en lugar de una imagen de pantalla plana, finalmente hizo clic para mí. Yo sabía dónde la había visto antes. Meses atrás, ella había sido una de las chicas de Ben Rogers, otro estúpido y dispuesto de primer año. Realmente, yo sólo la había visto unas cuantas veces con Ben antes de que rompieran—o por lo menos, eso es lo que se supone que pasó. Ella era nueva, a partir del año pasado, pensé. No tenía muchos amigos. Nunca la había visto con Killian o Joonie—hasta donde yo sabía. Para ser justos, sin embargo, hasta hace poco no eran un grupo demográfico del que me habría molestado en darme cuenta. Gente como ellos ni siquiera votaban por la reina del baile. Traté de recordar la última vez que había visto a esta chica, Lily lo que seaTurner, sonaba bien. ¿Tal vez cuando Ben regresó a la escuela? Me acordaba de algo acerca de un accidente de tráfico a pocos kilómetros de distancia, más de uno de nosotros había bebido en la fiesta, pero él conductor no había bebido, por lo que no tenían nada que ver con nosotros. Pero eso fue, como, en septiembre. ¿Había estado así desde entonces? La quietud absoluta en ella era la peor parte. Todavía movió —mientras yo observaba— los dedos, descansando en la parte superior de la colcha, se sacudió y tembló, pero parecía que ella—estaba vacía. Nunca había pensado acerca de la vida como la energía antes de que Killian había hablado así, pero ahora pude ver lo que quería decir. Incluso alguien durmiendo con los ojos cerrados y sin moverse en absoluto, habría parecido más vivo de lo que ella lo hacía, y pude verla atravesar la pared. Joonie, sin embargo, no parecía darse cuenta o molestarse, y esa fue mi segunda pista de que algo estaba realmente mal. Ella corría por la habitación, 12

Mighty Mouse: Personaje de dibujos animados.

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acomodando lo que parecían ser pequeños discos de hockey de plata en el suelo a intervalos establecidos alrededor de la cama y hablaba con Lily, al mismo tiempo. —Lo siento —dijo—. Traté de que Killian viniera conmigo. Pensé que sería mejor trabajar con él aquí, pero... —hizo una pausa, probablemente recordando su reacción a la Ouija—. Él no lo hará. Lo siento mucho, Lil. Solté un bufido. Él no lo haría. Correcto. Bueno, quiero decir, él no tendría que hacerlo, pero ella ni siquiera trató de explicar lo que estaba pasando o para que quería ella que él viniera al hospital. Hablando de eso, ¿por qué ella quería que él viniera al hospital? Esto era obviamente más que una visita amistosa, para hacerle compañía a una chica en coma. —Pero no importa —dijo con firmeza—. Voy a hacer esto bien, no importa lo que cueste —su mirada vagó a la forma en la cama—. Te voy a devolver a donde perteneces. Joonie se echó hacia atrás y en el movimiento el pie que movió, empujó uno de los discos de plata hacia la puerta, donde seguía, mitad dentro y mitad fuera. Miré hacia abajo y me encontré con una pequeña vela blanca en un contenedor de metal, como los que mi padre solía poner en mi calabaza tallada cuando era pequeña. Velas, para la chica muerta que vive, escalofriantes declaraciones de intenciones, además de la Ouija que Joonie estaba sacando de la mochila... uh-oh. Yo no sabía nada acerca de la magia, la brujería, el vudú, o cualquier otra cosa sería posible (y apuesto a que Joonie tampoco, dados los resultados hasta ahora), pero que había visto suficientes repeticiones encantadas para conocer que este era un problema. —Muy bien, entonces —avancé el resto del camino a la habitación—. Hey, Joonie, detente. Con lo que sea, bastante freaky, que estás haciendo, ya basta —Joonie me ignoró, por supuesto, y metió la mano en la mochila para sacar el encendedor y el tablero de Ouija. Oh, mierda. Caminé un paso o dos y rechinaron mis dientes, ¿y ahora qué? No era como si me pudiera marchar por el pasillo y gritar a las enfermeras en busca de ayuda. Enfermeras. Ayuda. Botón de llamada. Si no había una bombilla colgando en el aire sobre mi cabeza, al menos debería haber un botón. Si yo tuviera la fuerza para concentrarme y meterme por las carpetas del suelo, les aseguro que podría llegar al pequeño botón. Yo caminaba con seguridad por la habitación, evitando a Joonie cuando ella se agachó para empezar a prender velas, pero dudé cuando llegué a la cama. Hasta este fin era trágico para Lily—y misterioso. La luz de la televisión

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brilló en los ojos en blanco, añadiendo una espeluznante y superficial chispa de vida. El mando a distancia con los controles de la cama y el botón de llamada a la enfermera estaba bajo el brazo de Lily, con un gran cartel con las ilusiones de alguien. —No seas un bebé —me dije. Tratando de no pensar en los gérmenes que tenían que estar flotando por aquí, se trataba de un hospital, después de todo, lleno de asquerosa gente enferma, me agaché con la intención de pasar por debajo de su brazo con una serie de pequeños empujones. Mi mano había pasado por su brazo con un frio cosquilleo, pero la segunda vez que le toqué la piel, lo sentí. Un intenso calor irradiado hasta los dedos. A continuación, la solidez que era el brazo de Lily se derritió bajo mi tacto y mi mano se hundió en el brazo. No a través de él, pero si dentro, mi piel que era la más oscura de las dos, gracias a mis horas bajo el sol para la preparación de la fiesta, se fundió con ella. Tomé aliento y sacudí mi mano. Su brazo me siguió, levantándose de la cama. Vi con horror. Por un momento sin fin, la unión entre nosotras se hizo fuerte, después se soltó y se dejo ir. Su brazo se dejó caer de nuevo en la cama, cayendo de lleno en la parte superior del mando a distancia. No pulsó ningún botón. ¡Oh, no! eso sería demasiado bueno para ser verdad. Eso me impidió un nuevo intento para alcanzar el botón de llamada, sin embargo, a menos que yo quisiera tocarla de nuevo. De ninguna maldita manera. Volví a trompicones a la cama, agarrando el brazo contra mi pecho. Yo no sabía lo que había sucedido, ni tampoco quería saberlo. Salté pasando a Joonie, con sus funciones acólitas finalmente completadas, era ella misma la que tenía la solución en el suelo con la tabla Ouija en su regazo. Pasé por la puerta, apenas hasta sentir el cosquilleo de la misma, y me lancé por el pasillo. Corrí a la estación de enfermeras. Pero ¿qué podían hacer? ¿Qué podía hacer alguien? Estaba aterrorizada de ver aún abajo en mi mano, con miedo veía la pálida piel de Lily en vez de la mía. Cuando me puse a la par de las enfermeras, el ascensor sonó y abrió las puertas. Algún instinto me hizo mirar hacia arriba otra vez. Killian, tenía la cabeza inclinada hacia abajo y las manos metidas en los bolsillos de su sudadera, se alejó del ascensor y luego avanzó por el pasillo hacia mí y el cuarto de Lily. —Will —me lancé hacia él, aliviada de verle aquí como un lavado que eliminaba los restos de mi ira de esta tarde. Levantó la vista, sorprendido. —¿Qué estás…

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—Joonie está ahí en este momento y está haciendo algo con esa estúpida tabla —hablé tan rápido como pude. Avanzó por el pasillo hacia la habitación de Lily. Me quedé a su lado, tratando de explicarle. —Te lo dije, ella es la que lo está haciendo, llamando a ese escalofriante fantasma, y cuando traté de detenerla, mi mano tocó el brazo de Lily y... —me estremecí—. Algo está mal. No lo entiendo. El aire de pronto se convirtió en hielo a mí alrededor, y Killian se detuvo de repente. Vi el color irse de su rostro mientras miraba algo en el pasillo. Me aparté de Killian lentamente, sabiendo ya lo que iba a encontrar. La sombra del escalofriante fantasma estaba de vuelta. Esta vez, había crecido, ondeando en sus bordes, para llenar el pasillo entero, bloqueando la luz de las ventanas al final de la sala. Dentro de su cuerpo de niebla, las cosas se movían bajo la superficie, como las serpientes deslizándose bajo una manta. Se reunía a sí mismo, reuniéndose en los bordes hasta que se cernió sobre nosotros como una ola a la espera de un accidente. —Killian —le dije, con voz temblorosa. —¿Sí? —Él no sonaba tan genial ahora. —¡Corre! —Lo empujé lejos. Con un rugido que sacudió el edificio, la sombra del espíritu cayó sobre mí. Astillas de lo que sentía helado metal atravesó mi piel, y grité. Entonces todo se oscureció.

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CAPÍTULO 14

Will Traducido por Bautiston Corregido por Selune

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E

staba empezando a pensar que el universo se había unido en mi contra en una especie de gran conspiración. Se suponía que debía estar en detención ahora mismo, y lo hubiera estado... si alguien no hubiera prendido fuego accidentalmente a un montón de paja en el laboratorio de química durante el último período. La alarma de incendios era la aprobación para que me dejaran salir de la escuela por el resto del día. Reconociendo que no había esperanza en la perspectiva de mantenernos a todos los delincuentes en un solo lugar en un área tan abierta como el estacionamiento, la Sra. Bernadino, la maestra de detención de hoy, había cancelado la detención y la reprogramó para la próxima semana. Yo había ido allí por cuatro años y había tenido más que mi parte de detenciones, probablemente, pero nunca había oído hablar que ellos cancelaran alguna. Sintiéndome inesperadamente suertudo, debería haberlo sabido—me dirigí al Dodge, que arrancó en el primer intento, y luego a Santa Catalina. Ya que sabía que es donde estaría Joonie. No podía olvidar lo que Alona había dicho sobre ella. Ella, Joonie, había estado actuando muy rara últimamente. Pero había sido mi amiga, casi la única, desde hace años. ¿Por qué iba a querer meterse conmigo de esa manera? Por supuesto, ella no tenía forma de saber lo que una tabla Ouija hacía cuando yo estaba cerca. Sin embargo, Alona estaba en lo cierto. ¿Por qué sino actuaba tan culpable? ¿Por qué huía? ¿Por qué no se empezó a reír o parecer confundida ante mi extraña reacción al verla con una? Tenía miedo de ya saber la respuesta, pero necesitaba saberlo con seguridad. Necesitaba hablar con Joonie. Si ella estaba involucrada, eso cambiaba todo, hasta probablemente, la verdadera identidad de la entidad que Alona llamaba Gus. Como un fantasma enfadado y desanimado, mi padre me hubiera atacado para mostrar su desaprobación. Tal vez. Pero nunca necesitaría a Joonie o una tabla de Ouija para eso. Había llegado al hospital en un tiempo récord y encontrado un espacio de estacionamiento en el sector de las primeras visitas. Un ascensor esperaba, que también estaba libre a la vez de gente y libre de fantasmas, me había


llevado directamente a la quinta planta. Y entonces mi suerte había cambiado con una venganza. Clavado en el suelo, vi la sombra de un fantasma colapsar sobre Alona, y las lagrimas atravesarla, sus ojos verdes llenos de dolor antes de que ella desapareciera. —¡No! —Grité, furioso. ¿Por qué no había corrido? Ella sabía lo que esa cosa podía hacer con ella, sabiendo que cada vez que desaparecía había una posibilidad más grande de que no pudiera volver. Porque ella me estaba salvando. La comprensión me golpeó hacia atrás. Había visto lo que Gus podía hacerme, y Alona Dare acababa de sacrificarse ella misma… por mí. Mi garganta creció cerrándose, y el pasillo se puso borroso ante mis ojos. Tal vez la acción desinteresada sería suficiente para enviarla a la luz, a pesar de que no había visto ninguna señal de ello antes de que ella desapareciera. De cualquier manera, no dejaría que fuera en vano. —¡Joonie, sal aquí! —Forcé las palabras más allá del nudo en la garganta. Pasos corriendo sonaron detrás de mí mientras las enfermeras abandonaban su estación y bajaban rápidamente al hall hacia mí. —¿Señor? Señor, usted no puede gritar aquí. Esto es un hospital. —Joonie, dije que salgas —repetí. El negro fantasma de sombra, que hacía mucho tiempo había disuelto a Alona, sólo colgaba en el aire como si estuviera esperando y observando a ver qué era lo que yo iba a hacer a continuación. —Joonie... —Señor, Usted va a tener que venir con nosotros. —Las fuertes manos de una mujer agarraron mis brazos y hombros—. Que alguien llame a seguridad, por favor. Todos despejaron el camino hacia el hall, las puertas comenzaron a abrirse, y pálidas y sombrías caras de niños se asomaron para ver qué estaba pasando. Entonces la puerta de la habitación de Lily se abrió y Joonie salió. —J —le dije—. Dile que se vaya, no sabes lo que estás haciendo. Ella negó con la cabeza, los ojos de color azul brillante y con los bordes rojos. —No puedo, Will. Simplemente... no puedo. Luego, entró nuevamente en la habitación y cerró la puerta.

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—Señor, usted tiene que venir con nosotros. —Esas manos en mis hombros y los brazos comenzaron a tirar de mí hacia atrás, pero no eran suficientes. Sabía que no lo serían. El fantasma de sombra se derramó sobre mí, rodeándome en un frío mortal y me desgarró de las manos de las enfermeras. Luché, tirando con todas mis fuerzas, pero eso… ¿él…? ¿ella…? Fácilmente se apoderó de mí, golpeando mi cara contra la pared. Algo en mi cara, posiblemente la nariz, posiblemente un pómulo, se rompió, y alguien gritó. Podría haber sido yo. —¿Qué quieres? —Apreté las palabras. No tuve ninguna respuesta, sólo un vago aullido, como el viento corriendo a través de una ventana rota. Entonces me arrastró lejos de la pared y me lanzó por el pasillo. Traté de recuperar mi equilibrio y tropecé, golpeando mi cabeza en el costado de un carrito de medicina abandonado allí, y todo se volvió negro gracias a Dios. Me desperté en contenciones, las manos clavadas a la cama con correas y velcro. Nunca era una buena señal, de verdad. Incluso antes de abrir los ojos, reconocí el olor antiséptico único de los hospitales. Así que no estaba en la cárcel—eso era una ventaja, por lo menos. Me dolía todo el cuerpo, y mi cabeza palpitaba con una intensidad que yo sospechaba sólo empeoraría cuando por fin me decidiera a afrontar la luz y abriera mis párpados. —¡Will! —Un murmullo vago en mi derecha—. Despierta. Sé que estás ahí. Te vi luchando contra esos asquerosos brazaletes. Quiero decir, en serio, ¿crees que limpiaran esas cosas después de cada uso? Lo dudo. Estas, como, compartiendo las células de la piel con el ultimo sudor y depravación del último loco que encerraron. Las personas enfermas son tan asquerosas. ¡Alona! El disgusto en su voz era tan claro como el olor a antiséptico del hospital. Desafié a la luz lo suficiente como para escudriñar en dirección a su voz. Cuando mis ojos dejaron de lagrimear y se enfocaron, la encontré sentada en la silla de las visitas al lado de mi cama, sus rodillas dobladas hacia el pecho como si ella no quisiera ni sus pies de fantasma tocando el suelo. Se la veía pálida y cansada, y por primera vez, una línea de moretones decoraba el lado izquierdo de su cara. Eso significaba que quizás ella no tenía la energía para proyectarse sin defectos, o que había sufrido realmente una paliza. —¿Estás bien? —pregunté, con la sensación de tener la boca rellena por completo con algodón. Ella se enderezó y se volcó el pelo sobre los hombros cuando me vio mirando.

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—Estoy bien —dijo rápidamente—. Pero no soy el único encerrado con la cara rota. Automáticamente, traté de tocar mi cara, pero mi esfuerzo sólo apretó el sistema de retención en el brazo. Alona se desdobló de la silla y fue a sentarse en mi cama. Sus dedos hábiles trabajaron en el velcro y las correas hasta que mi mano estuvo libre. —Voy a tener que volver a fijarla, ya sabes, o si no van a ser más estrictos para bloquearte la próxima vez que vengan a verte. —Sí, lo sé. —Seguí las líneas de mi mejilla hinchada cuidadosamente con los dedos. Hinchado como un alfiletero y caliente, el lado derecho de mi cara se sentía como si hubiera estado en el microondas. —Ellos hicieron radiografías o una resonancia magnética o lo que sea hace aproximadamente una hora. Tienes una fractura en el pómulo. Les oí hablar de ello antes de que despertaras. Gemí. Bueno, eso explicaba el dolor que se irradiaba hacia la mandíbula y hasta la sien. Puso las piernas sobre la cama y se acurrucó cerca de mí, la cadera y la parte trasera eran un constante calor contra mi cintura. —¿Por qué no corriste? Te dije que corrieras. —Pensé que Joonie me escucharía, que la haría parar cuando me enfrentara a ella —le dije. Ella rodó los ojos. –—Bien pensado. —Oye —Protesté. —Lo digo en serio. Ahora estás atrapado aquí. —Ella sacudió la cabeza, y el olor de su champú flotó hacia mí—. Están todos convencidos de que eres esquizofrénico y posiblemente epiléptico, encima de todo. Estás en un piso normal, por ahora, pero te van a mudar tan pronto como quede libre una cama en la planta de psiquiatría. Y el frota-barbilla está de vuelta. —No. —Luché para incorporarme. —Sí. Tiene privilegios hospitalarios aquí o algo. Es por eso que tu madre está tratando de deshacerse de ello. —¿Mi madre está aquí? —Alcancé el resto de la correa para deshacer el nudo. —No. —Alona me empujó en el hombro, obligándome a retroceder. Gesticuló hacia la puerta cerrada.

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—Están aquí cada quince minutos. No sé si puedo llegar a mantenerte totalmente atado de nuevo sin ser descubierta. Soy buena, pero tal vez no tan buena. —Ella me dio una sonrisa pálida, el tipo de sonrisa que nunca antes había visto de ella, y me asustó. Con los años, había visto todos sus tipos de sonrisas. La clase de diseño para hacer que toda la sangre drene desde tu cabeza y se reúna detrás de tu cremallera. El tipo de mirada que daba con los ojos fríos, fríos, demostrando que estaba molesta como el infierno, pero no iba a romperla para demostrarlo. La sonrisa de superioridad era una de sus favoritas en los últimos años, como si ella no podría dejar de resultarle gracioso que tú, una chica, insignificante, tratara de interactuar con ella. Ninguna de estas siquiera se parecía a su expresión actual. Se veía... derrotada. —¿Qué pasó allí? —pregunté, no del todo seguro de que quisiera escuchar la respuesta. Alona encogió un hombro. —Ella tenía velas y ese estúpido tablero. Y siguió hablando con la chica en com... es decir, Lily —Ella dudó—. Creo que está tratando de arreglarla. Fruncí la frente. —¿Qué quieres decir, con arreglarla? Lily está… —Hice una pausa para respirar profundamente, lo necesitaba para forzar a salir las palabras—, en muerte cerebral. Ella lo ha estado desde el día del accidente. Cincuenta y cuatro millas por hora en una curva que tiene un límite de velocidad de treinta millas por hora. Un árbol. Sin cinturón de seguridad, así como era Lily, no volverá. Nunca sería más fácil, esa conclusión. No dejaba de pensar que si lo sería, pero no. Alona negó con la cabeza lentamente. —No creo que esté hablando acerca de una cirugía de cerebro aquí, Killian. El vacío de Lily, ¿sabes? Las luces están encendidas pero ¿no hay nadie en casa? Hice una mueca pero asentí con la cabeza. Alona tenía una forma de sacar las palabras. —Así que en primer lugar, me pregunto qué está tratando Joonie de ver con todas las velas y los espíritus y todo eso —Alona agitó la mano con desdén—. Quiero decir, hola, hasta yo reconozco que es algún tipo de ritual horripilante cuando lo veo —Hizo una pausa, sus fuertes ojos verdes enfocándose en mí como si quisiera que creyera en sus palabras—. Creo que ella ha estado tratando de llamar al espíritu de Lily. Eso era... posible. Joonie no había sido la misma desde el accidente de Lily. Ella se culpó a sí misma por ello, como una línea de pensamientos locos que fue algo como esto: si ella y Lily no hubieran tenido una pelea, Lily hubiera estado

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con nosotros en lugar de con la multitud de primer-grado y ella todavía estaría viva... más que en el sentido técnico. —Pero entonces, ¿qué tienes que ver todo esto Killian? Quiero decir, ella podría tratar de llamar al espíritu de Lily en el tablero de la Ouija sin ti. —No va a funcionar —dije—, con o sin mí. Lily ya no está aquí. Ella... avanzó. Como he dicho antes, la gente que realmente se ha ido, se ha ido. No hay forma de llegar. —Pero apuesto a que Joonie no sabe eso —Alona mencionó. —Probablemente no —Admití. Ella respiró hondo. —Pero hay algo peor. —¿Cómo? —Ella no sólo está tratando de llamar el espíritu de Lily. Creo que ella está tratando de colocarlo de nuevo en el cuerpo de Lily —Alona vaciló—. Y ella quiere que la ayudes. —No —le dije al instante. Ella me miró con exasperación. —¿Qué más podría significar, llegar a donde perteneces? Ella estaba mirando directo al cuerpo de Lily cuando lo dijo, y definitivamente te mencionó. —No, quiero decir que no es posible. Se trata de una puerta de un solosentido. Tiene que serlo —Traté de explicar—. Una vez que estas fuera, estás fuera. De lo contrario, verías caminar cadáveres por todas partes cuando la gente como el abuelo Brewster o Liesel se cansaran de quedarse atrapados en medio. —Pero Lily todavía está viva —Se estremeció. —No realmente —Por mucho que me duela decir esto, me obligué a continuar—. Su corazón sigue latiendo y todo, pero ella no podría funcionar, incluso si pudieras colocar su espíritu de nuevo dentro de su cuerpo. La conexión entre ambos está rota. Rodó sus ojos. —Una vez más, tú lo sabes. ¿Lo sabe Joonie? Mi boca se movió por un segundo, mientras trataba de encontrar una respuesta. —Pero Joonie no sabe lo que puedo hacer. ¿Cómo iba ella a pensarlo…? Alona levantó las manos. —No lo sé. No es mi problema. Tú sabrás que hacer. Sólo estoy diciendo lo que he visto y oído —Negué con la cabeza, enojado por la sugerencia.

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—No, ella es más inteligente como para meterse con cosas como estas — Incluso si fuera posible, lo cual no lo era... hasta donde yo sabía, había muchas cosas que podrían ir mal. ¿Qué pasaría si Joonie exitosamente lograra que el espíritu de Lily volviera a su cuerpo, sólo para descubrir que era más que una prisión de carne y hueso?

¿Cómo iba siquiera a saber que se había puesto en contacto con el espíritu adecuado para empezar? —La gente desesperada puede hacer cosas realmente tontas —Alona dijo—. Confía en mí en eso. —Joonie nunca intentaría hacerle daño a Lily —insistí. Lo que queda de ella, de todos modos—. Casi la mató cuando Lily terminó aquí —Joonie había pasado la mayor parte del mes de Septiembre encerrada en su habitación, no salía ni para la escuela ni para nada hasta que Brewster la amenazó con evitar que se graduara si ella no regresaba. Después de eso, ella se arrastró de nuevo a la escuela, pero había tomado un par de meses más para que mostrara alguna chispa de sí misma. —Apuesto —La voz de Alona era suave, pero su tono insinuaba que no estaba diciendo algo. —¿Qué se supone que significa eso? —Exigí. —Tú lo sabes. —No, no lo sé —Dejo salir las palabras. Ella suspiró. —¿Lily fue tu novia o no? —Me moví incómodo—. ¿Qué tiene que ver eso con esto? —Sólo tienes que responder a la pregunta. —No. Ella no lo era. Éramos amigos. Yo la cuidaba. Al menos, lo intentaba. Obviamente, no había hecho un gran trabajo con eso. Alona arqueó una ceja. —Vi una foto de los dos. —Cómo... —Negué con la cabeza. No quería saberlo—. Bueno, pudiera haber sido que me gustara un poco o algo, pero nunca se convirtió en nada. Ella también estaba enamorada de Ben Rogers —Señalé. Lo cual fue probablemente la razón de que mi amistad con Lily se quedara solo en eso, amistad. Me gustaba. Ella era dulce y divertida. Mierda, incluso hizo a Joonie feliz, y eso fue un verdadero milagro. Sin embargo, la obsesión con el grupo popular y sus enredos había sido uno de los pasatiempos favoritos

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de Lily, que yo no compartía. Por lo tanto, no me había sobresalido mucho, por lo menos no yo, cuando nos dejó para subir en la escala social después de que ella y Joonie hubieran tenido esa gran pelea. —Lily no era la única enamorada —dijo Alona. —¿De qué estás hablando? ¿Joonie? —Me reí—. Yo no le gusto a Joonie de esa forma. —No eres tú —dijo intencionalmente. —¿Qué? —Oh, Dios mío, ¿podrías ser más denso? —¿De qué estás hablando? —Sabes qué, simplemente olvídalo. Incluso si te digo, no me creerías e incluso haría que tú y yo nos enojáramos, a si que no vale la pena. No sé por qué estoy aún aquí, en primer lugar. Y no hagas caso a todo lo que dije. —¡No me dijiste nada! —No hagas lo que yo te diga, echaste a perder muchas de mis ideas. Quiero decir, ¿cuál es el punto de tener una guía espiritual si sólo vas a ignorarla? —Confía en mí —le dije—. Es imposible ignorarte. Lo he intentado. En lo que a mí respecta, puedes salir de aquí lo suficientemente rápido. Se quedó paralizada, una mirada herida pasó a través de su rostro. Me sentí como una mierda. —Lo siento. No quise decir eso. —Si lo quisiste. Ya he terminado aquí —Alona bajó sus piernas de la cama—. No tengo más tiempo que perder contigo. —Alona, espera. Ella me ignoró y empujó sus manos contra el colchón para bajar. La agarré por una de sus muñecas... y mi mano pasó derecho a través de ella. Di un grito ahogado. Alona miró hacia atrás por encima de su hombro con un suspiro, más golpes parpadeando a la vida. —Parece que se está realizando tu deseo.

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CAPÍTULO 15

Alona Traducido por Gabrii Corregido por Selune

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ill me miró fijamente, su rostro estaba pálido, excepto por el ojo morado que le había dejado Chris y su hinchada mejilla y amoratada. —¿Qué te sucede?

Le volví la espalda, cerrando los ojos en contra de las lágrimas que repentinamente me picaron. —Cállate, estoy tratando de concentrarme. —Había estado luchando contra esta sensación de ser absorbida desde el momento que desperté en su habitación del hospital. Tenía la impresión de haber dejado atrás una parte de mí, en algún lugar que no podía recordar, y algo en el otro mundo estaba trabajando muy duro para conseguir el resto de mí. —Piensa en cosas positivas. —Él parecía ser presa del pánico—. Um, venta de maquillaje, vestidos de baile, sexo en el asiento trasero de una limosina. Le disparé una mirada sobre mi hombro. —¿Exactamente qué clase de noche de baile de graduación piensas que estuve planificando? El pasó su mano libre por sobre su negro pelo arrugado, haciéndole lucir como un demente. —No sé. Sólo estoy tratando de ayudar. Negué con la cabeza. —Gracias, pero no funciona. —¿Puede que funcione si piensas en cosas positivas sobre otras personas? —Killian. He estado aquí dos horas, aun así parece que voy a fundirme, y no importa si pienso en cachorritos, arcos iris, o tus sorprendentemente grandes bíceps. —Ja, o en su maravilloso pecho. Una pausa. —¿Mi qué? —Olvídalo. Tenías razón. Hay un tiempo límite para todos, y parece que el mío ya llegó. —Por raro que parezca, ese pensamiento solo me trajo alivio. Estaba

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cansada de luchar contra eso, lo que sea que fuera. Yo sólo quería que sucediera. —No. Eso no tiene sentido. Eres mi… No. No tiene sentido. Eres mi guía espiritual, o lo que sea que eso signifique —él insistió.

—Sep, una a la que no escuchas. —Me limpié mis ojos y cambié de posición en la cama para afrontarle de nuevo. Él luchó consigo mismo para ponerse en una posición medio sentada e incómoda. —Ok, pude haberme equivocado con respecto a ti. No tiraré tus papeles de nuevo. —No importa, Will. No puedo quedarme —dije cansadamente. Esa era la conclusión a la que había llegado mientras esperaba para que él despertara—. Sólo tengo un par de horas más aquí, menos si permanezco aquí y Gus vuelve a aparecer, y aún tengo algunas cosas por hacer. —Cosas que has dejado de lado como si no tuvieras elección. —Sus hombros se hunden, mientras él se hunde de nuevo bajo las sabanas. —Exactamente —Asiento—. Tienes razón. Y… —Vacilé—. Tenías razón sobre mi madre. Él levanto su mirada, asombrado. —Alona —dijo, su voz era suave, no compasiva. Había una diferencia, y ahora podía reconocerla. Traté de no prestarle atención a sus palabras, pero repentinamente mis ojos volvieron a picar. —Cállate, no quiero hablar de eso ahora —Tomé una respiración profunda—. Pero quería que supieras que tenías razón. Y… sí, algunas de las cosas que el Abuelo Brewster y el resto escribieron, probablemente no son los que me sujetan aquí. Pero… —Él estaba tan callado, ¿era por qué tenía su atención?— … algunos de ellos lo son, y tú puedes hacer algo por esas personas. El ocultarse no ayuda a nadie, incluyéndote. Necesitas saber eso. Él apartó la mirada. —¿Qué sucede contigo? Eres mi guía espiritual. Se supone que debes de quedarte aquí mientras te necesite. Sonreí. —No me necesitas. Si así fuera, yo no estaría desapareciendo, ¿verdad? —No lo sé. El sonido de voces en el vestíbulo se hizo más fuerte.

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—Alguien viene. Mejor me voy. —Aspiré profundamente, preparándome con dificultad para apartarme de su cama y desaparecer. Finalmente desaparecer. Él atrapó mi brazo antes de que pudiera hacerlo. Su mano se detuvo calurosamente contra mi piel, no podía hundirme ni desaparecer. Él me jaló en su dirección, sus pálidos ojos azules brillaron con emoción, y le dejé hacerlo. Su boca, tan caliente y suave, se posó sobre la mía, una vez, dos veces, hasta que se quedó. Me acurruqué más cerca debido a su calor, apoyé mi mano libre contra la almohada. Él soltó mi muñeca y ensarto sus dedos a través de mi pelo inclinando mi cabeza. Repentinamente, estaba siendo besada, con un beso real, y me apoyé en él, saboreándole mientras él me saboreaba. La fuerte confusión de ruidos de algo cayendo al piso en el corredor nos hizo apartarnos. —Tal vez debiste de haber hecho eso antes —dije, tratando de recuperar mi aliento y me sentí deliciosamente caliente, por primera vez, en días—. Cuando yo estaba viva. Él sonrió, sus mejillas se sonrojaron. —Cuando estabas viva, me habrías golpeado. —Sí. Cierto —Me deslicé lejos de su cama y caminé hacia el otro lado. —Déjame ir contigo —él dijo en voz baja—. Puedo ayudarte. Negué con la cabeza. —¿Y después qué? ¿Cuándo me haya ido y descubran que has escapado? ¿Qué clase de medidas crees que tomaran la próxima vez? Él no dijo nada. Giré su muñeca libre, mostrando su pulsera de seguridad, reajuste la tela tan holgadamente como me fue posible, y él me dejó. Yo estaba en lo correcto, y él lo sabía. Le sonreí, de pronto su imagen era borrosa debido a las lágrimas. —¿Quieres escuchar mi último consejo como tu guía?, ¿me escucharás? —Alona —Su voz se quebró. —Dile a tu madre la verdad. Tu padre tenía sus propias razones para guardar este secreto, Ok, estupendo. Pero ya sabemos que eso no resultó muy bien. Tú no le debes nada, no estás obligado a hacer lo que él quiere solamente porque compartes el mismo don. —¿Y si ella no me cree?

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Presioné el botón de seguridad de la pulsera que tenía alrededor de su muñeca. —Eso no empeorara las cosas para ella, ¿cierto? —Quédate. Ya encontraremos algo mejor. —Por favor no hagas esto más difícil, ¿de acuerdo? —Forcé una risa sofocada—. Estoy lo suficientemente asustada por todo esto. —Alona, por Favor. ¡Espera! —Él luchó contra las restricciones. Enderecé mis hombros y le di mi más grande, y enorme sonrisa como una enorme cancha de fútbol. —No puedo. El tiempo se ha terminado —Toqué su mejilla mientras que era absorbida sin poder ni intentar agarrarme—. Regresaré a ti si puedo. Y si no…te veré en el otro lado, algún día, tal vez —Entonces atravesé la puerta y el corredor antes de que pudiera cambiar de opinión.

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CAPÍTULO 16 Will Traducido por Belentxu y KaThEriN Corregido por Melo

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mpujé las correas con la suficiente fuerza como para sacudir la cama y solo conseguí hacerme daño en las muñecas. Vale, sé que Alona tenía razón sobre lo de las consecuencias que tendría escapar de aquí… ¿pero tenía que atarme para demostrarlo? —Tienes un problemita, ¿eh? —Una pequeña niña con una trenza rubia y un pijama a rayas rosa que murió aproximadamente cuando tenía diez u once años se desplazó en una pesada silla de ruedas a través de la puerta entornada. La ignoré. —¡Oh, por favor! —dijo ella—. Sé que puedes escucharme. Se acercó, pero yo me di la vuelta para mirar el techo y me concentré en retorcer las muñecas dentro de las ataduras. La correa derecha, la que había desatado Alona, estaba más floja que la otra. —He visto cómo la perra rubia salía de tu habitación con la boca retorcida. Así que, sé que puedes hablarnos. —Siguió diciendo la niña. ¿Perra? Casi salté cuando me dijo eso: estuve a punto de girar la cabeza y mirarla. Alona y yo nos habíamos gritado bastante alto durante un rato, después de todo. Pero incluso si la niña había escuchado algo, no había forma de que pudiera saber a ciencia cierta que se trataba de nosotros. “Nosotros”. Ahora había un término raro para lo que fuéramos yo y su alteza, Alona Dare. Pero besarla… no importa cuánto viva —o no viva—, nunca olvidaré su boca cálida y suave moviéndose con la mía, sus cabellos de seda enredados entre mis dedos y el pequeño, satisfactorio y casi inaudible gemido que había salido de ella. —Tengo que salir de aquí —mascullé. Mientras que yo estuviera ahí tumbado, Alona podía desaparecer en la nada.

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—Yo puedo ayudarte —la niña se ofreció voluntaria inmediatamente—. Solo necesito que me hagas un favor. Es muy fácil. Apenas pude resistirme a poner los ojos en blanco. —Además, sé que puedes hacerlo. Escuché a los demás hablar sobre ti. Si me ayudas —ella se encogió de hombros—, tal vez pueda ayudarte yo a ti. Evité su mirada y terminé mirando a mis vaqueros que estaban tendidos en el respaldo de la silla de las visitas con el resto de mi ropa. Había recogido todas las notas que Alona me había tirado encima en plena frustración y me las había metido en el bolsillo. Tampoco es que fuera a tener la oportunidad de contárselo. En los últimos minutos de la séptima hora de clase, justo antes de que sonara la primera alarma de incendios, incluso había escrito parte de la carta del abuelo Brewster. Había sido más como un gesto para mostrarle a Alona que la escuchaba —y que en realidad eso no cambiaría la situación del abuelo—, pero una vez empecé a hacerlo, sencillamente me pareció que era lo correcto. Quizás ella tenía razón. Era el momento de dejar de escapar. ¿Pero cómo? ¿Quién me iba a creer ahora? —¡Oh! ¿Por favor? —La pequeña de la silla de ruedas se aproximó a mi cama. Al otro lado de la sala, escuché la voz de mi madre que se acercaba por el pasillo. —…era totalmente inadecuado ¿y ahora esperas que confié en ti? — preguntaba ella. —Julia, te lo juro, nunca dejé que mi libro se interpusiera en el tratamiento de tu hijo. Miller. Alona estaba en lo cierto. —No me llames Julia —dijo ella con el tono de voz más imperioso que había oído yo desde la muerte de mi padre. —Bueno, bueno —dijo el doctor Miller con su irritante voz suave falsa. ¿Ese imbécil no sabía hacer nada bien? —Necesitamos descubrir que es lo que le pasa. Encerrarle no es la solución — dijo ella.

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—No lo mires de ese modo, Julia. Con los medicamentos oportunos y terapia intensiva... —Miller hizo una pausa— Todavía puedes venir a visitarle los domingos. Mierda, no. Tiré de las correas con más fuerza; con ello solo conseguí cortarme otro trozo de piel. —Bueno, hazlo tú mismo. Supongo que no tienes suficientes ganas de salir de aquí. —La chica fantasma empezó a girarse para salir por donde había venido. —Salir de aquí no es el problema —dije cansado—. Lo es quedarme aquí. Y ella no es… una perra. —¡Ja! ¡Lo sabía! —chilló entusiasmada. Alcé una ceja. —Me refiero a que sabía que podías escucharme —aclaró ella. —Cariño, ¿a quién hablas? —Mi madre empujó la puerta para entrar a la habitación con el ceño fruncido. Dudé. Tenía en la punta de la lengua millones de mentiras que me sabía de memoria. Había sido la radio. Hablaba conmigo mismo. Estaba cantando…. Ensayaba el guión para una obra de teatro…. Citaba mi parte favorita de la película de los Cazafantasmas. Una mentira detrás de otra. Podría haberle dicho cualquiera de ellas, pero las palabras sencillamente no me salían. —No lo sé —terminé por decir. Miré a la niña—. ¿Cómo te llamas? A Miller estuvieron a punto de salírsele los ojos de las órbitas de la alegría. Mi madre tenía aspecto de… resignada y un poco asustada. —Cariño, soy yo —dijo mi madre—. El doctor Miller vino a hacerte una visita también. Los ignoré y seguí mirando fijamente a la niña. Finalmente, ella se encogió de hombros. —Es tu funeral. Mi nombre es Sara, Sara Marie Hollingsford. Asentí: —Encantado de conocerte, Sara Marie Hollingsford.

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Mi madre cogió aire. —No —Miller se acercó—. Está teniendo otro ataque. Ahora, Will… —Aléjate —le dije— Mamá, estoy bien. Siempre he estado bien. De verdad puedo ver y hablar a los… —no había forma de dulcificar lo que iba a decir a continuación—, muertos. Ella negó con la cabeza. —Otra vez no, William —se le rompió la voz. —Sí, otra vez; todo el tiempo. Yo solo paré de intentar convencerte porque parecía más sencillo el dejar que creyeras lo que tú querías creer. Eso es lo que papá hacía y lo que él me dijo que hiciera. Ella palideció. —¿Tu padre lo sabía? —Él era lo que soy yo. La abuela Killian también, creo. Nunca la conocí porque murió antes de que yo naciera y es evidente que no se había quedado atrapada aquí. Sin embargo, por lo que decía mi padre en las raras ocasiones en las que pude convencerlo para hablar de ello, él había heredado el “don” de su madre. Una extraña mirada cruzó por el rostro de mi madre. —¿Bridget? —¿Qué? —pregunté e intenté no sonar demasiado impaciente. Ella sacudió la cabeza como si intentara hablar consigo misma de algo, pero las palabras se le escaparon de todas maneras: —Ella me dijo una vez que mi abuela me había dejado el collar a mí y no a Charlotte. No tenía ni idea de lo que me estaba contando. Ella solo había conocido a mi abuela una vez, en nuestra boda. Entonces, cuando Charlotte se casó unos años después, llevaba las perlas favoritas de mi abuela. No era de extrañar. La tía Charlotte, que vivía en California, y mi madre habían crecido enfrentadas por la rivalidad más amarga de todas las historias que he oído hablar.

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—No me digas que empiezas a creer lo que dice —susurró Miller— Julia, tu marido se suicidó a causa de una gran depresión y continuos ataques de esquizofrenia. La esquizofrenia tiene un componente genético que se puede transmitir a los descendientes. —Y también se transmite este… don, maldición o lo que sea —volví a replicarle. Entonces, le dediqué a mi madre toda mi atención—: Papá se suicidó porque se estaba escondiendo —ella retrocedió. Nunca hemos hablado de lo que le sucedió a mi padre, jamás. Era casi como si ella estuviera asustada de pronunciar las palabras que hicieran que sucediera de nuevo—. Por la presión de tener que comportarse con normalidad e ignorar docenas y docenas de voces a su alrededor todo el rato… no pudo con eso, creo. Pero yo no voy a esconderme más. La vehemencia de esa afirmación me sorprendió incluso a mí, pero era genuina. —He tenido suficiente. Discutiremos esto mañana cuando hayas terminado de rellenar tus test —empezó a decir Miller mientras se dirigía a la puerta. —Necesitas una prueba —dije yo. Él se detuvo y se dio la vuelta con una sonrisa forzada: —Supongo que mi tía abuela Mildred está aquí para que me transmitas un mensaje suyo. ¿Mildred? —Eh, no, por el momento solo estamos Sara y yo. No es como en las películas o en televisión; solo puedo hablar con quien quiera que esté aquí y ella no tiene nada que decirnos a ninguno de los dos. —miré a Sara para que me lo confirmara y ella asintió—. Pero me pregunto si ella estaría dispuesta a jugar a un pequeño juego. Se encogió de hombros: —¿Por qué no? —Muy bien, doctor Miller, aléjese un poco hacia allá. —le señalé una dirección con un gesto de la cabeza, alzando la barbilla, podría haberles pedido que me desataran, pero no quería que pensaran que aquello era una artimaña para poder escapar—. Va a estar de pie en el pasillo, cerca de la puerta y va a escribir una palabra en su talonario de recetas. Las única regla que tiene que seguir es la de escribir con claridad y buena letra, y que el talonario

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permanezca en todo momento allá donde usted pueda ver lo que haya escrito. —Esto es ridículo —masculló él, pero se fue al corredor y cerró la puerta tras él. Probablemente ya estaría tomando nota de todo esto para un nuevo capítulo de su libro. Sara lo siguió. Un segundo después, me dijo: —Sostiene el talonario demasiado alto. —Tienes que bajarlo un poquito —le indiqué a Miller—. Sara está en una silla de ruedas. Mi madre jadeo débilmente. —Eh, no conozco esta palabra —Sara se mostraba insegura. Mierda. No se me había ocurrido eso. Quizás debería haberle dicho que escribiera un número en vez de una palabra. —¿Puedes deletrearlo? —A-N-A-B-Ó-L-I-C-O. —Anabólico —grité. No obtuve respuesta. —¿Qué hace? —inquirí. —Parece un poco enfadado. Espera, está escribiendo otra palabra. —Mamá —susurré— ¿Me crees? Eso es todo lo que importa. Ella dudó al tiempo que se cepillaba un mechón de pelo delante de su rostro cansado y solo entonces, me di cuenta de que ella todavía llevaba puesto el uniforme del restaurante donde trabajaba. Alguien debía de haberla llamado al trabajo. El número estaba en mi cartera. —William, quiero que estés bien por encima de todo, pero… —Eh, ¿ves-tig-os?

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Fruncí el ceño. —Deletrea esa también. Ella lo hizo. —Vestigios —grité. Gracias a Dios que existía la sección del vocabulario del SAT, la prueba de aptitud de acceso a la universidad. —Está escribiendo otra y… ¡No pienso decir eso! Me reí. Mi madre me miró repentinamente. Sacudí la cabeza. —Ha escrito una palabrota o algo así. ¿Podrías deletrearlo, Sara? —¡No! —dijo ella. —¿Por favor? —Es un sustantivo plural cuyas primeras tres letras suenan “Idi…” –contestó enfurruñada. —Lo que yo creo es que el buen doctor está poniendo en tela de juicio mi autenticidad. No son idioteces, doctos Miller. Se lo prometo. —Ahora está garabateando un montón de letras: x, y, q… Fui repitiéndolas una a una y la puerta se abrió con brusquedad de nuevo. Miller apareció con su talonario en mano y con una mirada asesina. Sara le siguió en su silla de ruedas. —¿Cómo has hecho eso? ¡Tienes espías en el pasillo! —me acusó. —Efectivamente —dije yo— Su nombre es Sara y murió en… —La miré. —1942 —añadió ella. —1942 —finalicé yo.

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Miller abrió la boca, pero no llegó a pronunciar palabra. Mi madre arrancó la primera hoja del talonario de recetas y lo miró. Palideció y su expresión se endureció. Contuve la respiración. Entonces le soltó a Miller. —Salte a la fama con el hijo de otra persona. Hasta aquí hemos llegado. — Luego me miró con el ceño fruncido—. William, mantente al margen, voy a lograr que te saquen de aquí. Pero no creas que te has librado tan fácilmente, jovencito. Todavía tienes mucho que explicar. Nunca había estado tan feliz de que mi madre estuviera enfadada conmigo. —Está bien. Ella se giró sobre sus talones y se marchó por el pasillo. Miller la persiguió. —¡Pero Julia…! —Gracias —le dije a Sara— ¿Qué puedo hacer para ayudarte? —Mi hermano me dio su medalla de san Miguel cuando entré en el hospital. Sigue en mi expediente. Me la quitaron cuando me hicieron los rayos X. Quiero que se la devuelvas. Asentí. —Creo que puedo hacer eso. —Puede que entrar en la sala de expedientes fuera complicado, pero tenía que ayudarla—. Tengo que hacer algo primero y después de eso, volveré. Ella ladeó la cabeza hacia un lado y me evaluó con la mirada. —Vas por la rubia. Asentí. Ella sacudió la cabeza. —Pues que tengas buena suerte. Tiene pinta de ser un dolor de muelas. Solo después de que Sara atravesara la puerta en su silla de ruedas, me di cuenta de que todo el mundo me había dejado ahí todavía atado. Maldición, podría haberme vestido. No tenía ni idea de hacía cuánto Alona se había ido.

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—¿Sara? —llamé— ¿Mamá? ¿Hola? Por suerte, la puerta de mi habitación volvió a abrirse. —Ah, qué bien —dije—. Creí que te podrías haber ido demasiado lejos como para… —mi cerebro tardó unos minutos extra en procesar lo que estaba viendo: alguien que no era mi madre volvía a la habitación con una silla de ruedas. Una silla de ruedas moderna que ya estaba ocupada y cuyo pasajero se desplomaba hacia un lado en un ángulo antinatural y raro. —¡Will! —sollozó Joonie y su voz sonó muy aguda y un poco loca. Ella giró la silla alrededor para situarla frente a mí, mientras Lily, con los ojos más apagados y vacios que en los últimos ocho meses, miraba inexpresiva. Una tabla de Guija descansaba en sus rodillas. —¡Nos alegramos tanto de que estés despierto!

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CAPÍTULO 17 Alona Traducido por Eileithyia793 y *!!!BellJolie!!!* Corregido por Virtxu

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M

e costó cuarenta y cinco minutos, doce coches y un camión de remolque llegar a casa, utilizando un complicado sistema de deslizarse en un coche y quedarme ahí hasta que ellos se desviaban del camino que yo quería. Entonces saltaba fuera del coche—o mejor aún, esperaba hasta que paraban en un semáforo en rojo—e intentaba encontrar otro coche que fuera en la dirección correcta. Seguro que había alguna otra forma mejor de viajar para los espíritus, pero no era el momento de ponerme a buscarla. La extraña presión que había sentido en la habitación de Killian en el hospital estaba yendo cada vez a peor. Caminé las últimas tres calles hasta casa, viendo a los adultos llegar a sus casas tras un duro día de trabajo, los niños jugando su último partido antes de que les llamaran para cenar. El verano, mi estación favorita del año, estaba llegando. Las mañanas para dormir hasta tarde y todavía seguir fuera antes de que mi madre se levantara. Tener todo el día para hacer lo que sea e ir donde quieras. La habilidad de pasar casi toda la noche en casa de Misty sin que nadie sospechara que sólo estaba allí, casi sólo, porque no quería ir a casa. Cuando miré a mi casa, la vi diferente. No recordaba mucho de mis primeros doce o trece años, de relativa felicidad, sobre todo porque ahora sentía que todo había sido construido hacia los últimos años de miseria. Ahí es donde mi madre se arrodilló en la entrada y le pidió a mi padre que no se fuera. Allí es donde él pasó por encima de los cuidados jardines de flores, llevándole un gran esfuerzo, para evitar pegarle a ella, cosa que no evitó que se fuera. Esa ventana tapiada en el segundo piso, está justo al lado de la ventana donde ella se 'resbaló' con la alfombra húmeda, calló, y rompió la ventana cortándole el brazo. Cuando la encontré, la sangre estaba seca. Mi madre, como sea, no lo estaba. Apestaba más a alcohol que a sangre, y teniendo en cuenta las cantidades masivas de sangre que había en el suelo, eso decía mucho. Y la puerta del garaje... Ni siquiera me hagas contarte eso.


¿Tan difícil es acordarte de mirar hacia atrás para ver que la puerta esté abierta antes de arrancar el coche? Caminando hacia casa, podía sentir la tensión tan familiar que hacía que me doliera la mandíbula y tuviera los hombros tensos. Ella nunca me hubiera pegado, no importa lo borracha que hubiera estado. Oh, no, Cheryl Dare no. En vez de eso, sólo me había asfixiado con su necesidad. Cherie fue una víctima de adulterio y falta de atención por parte de su marido. Nada de esto era su culpa. Volverse más triste y patética fue todo lo que hizo por mi padre. Como, por ejemplo, que si ella le demostraba lo vulnerable y el mal estado en el que se encontraba sin él, tendría que volver. ¿Cuál es la lógica de todo eso? Yo hubiera fingido que no le necesitaba, que nunca le había necesitado. En realidad no hubiera estado fingiendo. Yo nunca permitiría que alguien me manejara hacia donde él quisiera como mi padre hizo con mi madre. Ese era el problema de mi madre. Ella era guapa, y no sabía cómo ser otra cosa. No como yo, ella no se parecía en nada a mí. Yo heredé su belleza, pero el cerebro de mi padre. Cuando él eligió, decidió ser un frío y calculador hijo de puta. Lo único que hizo mi padre, a pesar de haber oído acerca de los problemas de mi madre y sus escapadas (algunos de los vecinos seguían siendo amigos suyos y de su nueva esposa), fue llamarme. Todo el mundo quería saber qué estaba haciendo ese día, el día en que morí. ¿Qué me hizo cruzar la calle sin mirar? ¿Qué me hizo no llegar a la reunión de las animadoras para comprar el material blanco y negro para el anuario escolar? Dios, desearía que hubiera sido algo guay. Interesante, al menos. La verdad es que era un día cualquiera. Mi móvil sonó justo antes de que cerrara mi taquilla del gimnasio. Si mi padre hubiera esperado otro par de segundos para llamar, o si yo hubiera ignorado la llamada, mi vida hubiera cambiado drásticamente. Él fue previsor en reunirse con mi madre en el Eickleberg & Feinstein a las 7.30 de la mañana, antes de ir a trabajar. Estaban discutiendo acerca de los cambios en la pensión alimenticia, el mantenimiento de los niños y cómo manejar mi matrícula del colegio. Ya había sido decidido, sobre todo por parte de mi padre, que acudiría a una escuela que no estuviera a una distancia muy larga en coche, obviamente. Alguien tenía que encargarse de vigilar a mi madre. Por lo tanto, mi regalo de graduación, fue el Eos.

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De todos modos ya eran las 7.00 y mi padre estaba impaciente. —¿Puedes llamarla por favor y asegurarte de que ya está de camino? Podría haberle explicado que ya estaba en el colegio. Ser detallista no era una de las cualidades de mi padre, por lo que probablemente ni siquiera se sabía mi horario o, más específicamente, que había reservado el gimnasio. Pero no me molestó. Sabía que él no llamaría a casa o iría allí, yo sabía que probablemente mi madre estaba en casa esperando a que él hiciera exactamente eso. Si ella se perdía este encuentro, Gigi, la nueva mujer de mi padre, no necesitaría presionar a mi padre para que redujera el dinero que nos mandaba. Ella quería tener niños; mi padre dijo que no se lo podían permitir. Debería haber sido una cosa sencilla, algo que había hecho docenas de veces antes. Dar una excusa, salir del colegio o del entrenamiento de las animadoras, o de una fiesta para ir a casa, limpiar el desastre que sea que hubiera hecho mi madre, apoyarle en la esperanza de atraer la atención de mi padre y enviarla a la cama, o al hospital o a lo donde sea, depende. Entonces volver a la vida normal, fingiendo que no pasaba nada malo. Pero esta vez, una fresca y preciosa primera mañana de Mayo, algo dentro de mí se quebró. Ella lo arruina todo. La odio. Eso es lo que iba pensando cuando bajé la acera en Henderson. Si el karma viniera en forma de autobuses de servicio, algunas personas dirían que me lo merecía por pensar aquellas cosas. Después de todo, lógicamente todo aquello había sido más culpa de mi padre que de mi madre. Él era el único que la había engañado y abandonado, el único que me utilizaba como un escudo contra ella. Pero ella era la única con el poder de parar esto, obligarse a sí misma a volver a pensar en algo parecido a una pareja en lugar de un gran agujero negro de necesidad. Simplemente se negaba a hacerlo. Ahora, de pie delante de mi casa/su casa sola como cualquier lunes por la mañana, sentí ese resentimiento tan familiar. Yo había muerto y ella seguía controlando mi vida, manteniéndome con un 'problema sin resolver' como Killian solía decir. Me tragué mi frustración, alcé la barbilla, y caminé hacia el porche. Yo la perdonaría por ser como era: defectuosa, imperfecta, humana. Podía hacerlo ¿no? Mirándome los pies, oscilando dentro y fuera de la existencia, supuse que tenía que hacerlo. Sólo entras, dices que lo sientes y que la perdonas, y entonces te vas. Si me daba prisa igual podía hacer que Killian volviera. Estaba preocupada por él, atrapado en ese hospital sin que nadie pudiera hacer nada por él. Además, si me iba, me iba a ir realmente para siempre y yo no

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quería estar sola. Él me besó. Tal vez él esperaría conmigo mientras me pasaba eso. Me obligué a mi misma a traspasar el umbral de la puerta y... me detuve. Había algo diferente. Me volví en círculo, mirando hacia el salón, bajé por el pasillo hasta la cocina, entré al que había sido el estudio de mi padre, ahora vacío. Tardé un segundo en darme cuenta qué era lo que iba mal. Todas las persianas estaban subidas, las cortinas recogidas. Los últimos rayos de sol del atardecer entraban a través de las ventanas desnudas, aterrizando en el pulido suelo en forma de rectángulos. Nunca me había dejado subir las persianas durante los últimos años, y menos lo había hecho ella misma. Las resacas continuas eran horribles, tanto que ella se auto-medicaba contra ellas. Mantener la casa a oscuras era necesario. A veces, parecía que estaba viviendo con un vampiro saturado de vodka. Pero ahora... di vuelta de nuevo en círculo lentamente, con una incómoda sensación de incertidumbre en la boca del estómago. Era casi como entrar a la casa incorrecta. Entonces, desde la cocina de la parte posterior, oí el ruido metálico familiar de botellas, y me relajé. —Sé que es difícil, pero estamos haciendo lo correcto—, dijo una voz suave femenina que provenía de la cocina. Esa no era mi madre. Fruncí el ceño y me dirigí a la cocina. En la mesa, mi madre estaba sentada de espaldas a la puerta, y frente a ella había un mujer negra que nunca había visto antes. Tenía el pelo cortado cerca de la cabeza, haciendo hincapié en las líneas de su cara y sus hermosos aretes de plata colgando. Eran demasiado grandes para mi gusto, los hizo a un lado. Su piel era hermosa, aunque con las líneas de sus ojos que sugirió que era mayor de lo que parecía, tal vez de la edad de mi madre. Mientras miraba, ella se inclinó para apretar la mano de mi madre. Los tejidos de una bola estaban esparcidos a través de la mesa, dispersos entre dos tazas de café. Los vasos desde siempre de mi madre no estaban a la vista. ¿Qué era eso? Di un paso más a la habitación y cogí el olor fuerte de alcohol. Las botellas vacías de vodka, probablemente las mismas que habían manipulado la noche anterior, ahora estaban en fila sobre el mostrador, como buenos soldaditos. En el fregadero, los suministros de mi madre, la reserva de emergencias —ginebra, tequila y ron—sus botellas estaban de punta, al revés y por el desagüe, formando un potente brebaje. El gabinete debajo del fregadero, donde había

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escondido su extra de botellas, estaba abierta, y ahora no pude ver nada allí, solo el material de limpieza. Una horrible sospecha se formó en la parte trasera de mi mente, y me dirigí a la cara de mi madre. Parecía de veinte años más sin maquillaje ocultando la oscuridad de los círculos oscuros bajo los ojos. Cuando ella tomó su taza de café, su mano tembló tanto, que el café, aún humeante, se derramó sobre el borde. Ni ella ni su visitante parecieron darse cuenta, o lo omitieron. Mi madre se aclaró la garganta. —Quiero darte las gracias por venir. Yo no estaba segura de poder... —Hizo un gesto débilmente en la dirección general del fregadero. La otra mujer sonrió, mostrando sus dientes blancos y brillantes con un pequeño espacio en la parte delantera. —Cherie, los patrocinadores están a favor, para ayudarte. No tenía ninguna bebida en su mano, las botellas de alcohol vacías en el fregadero, ¿y... un patrocinador? —Mierda—, dije—. ¿Me muero y ahora deja de beber y fumar? Un estallido de furia, blanca y pura, estalló sin ruido detrás de mis ojos. Sentí que no podía respirar, el odio hirviendo en mis pulmones. —¿Ahora decides ser un adulto? Mi madre sacudió la cabeza. —Es mi culpa, Angela. El accidente.... —Su voz se rompió y ella agarró un pañuelo de papel arrugado. —¡Tienes toda la razón! —Grité. —¿Cómo? —Preguntó Angela—. ¿Tú conducías el autobús? ¿Obligaste a tu hija a ir a la calle? —No, pero... —Ella vaciló. —Bien, podría serlo. —Giré lejos de ellas y llevé mi brazo a través de las botellas en el fregadero, tenía intención de romperlas todas contra el suelo. Sólo una se inclinó... e incluso no podía romperla. Mi madre y Angela miraron hacia arriba, pero ninguna de ellas parecía alarmadas e incluso muy sorprendidas. Maldita sea. Extendí la mano para volver a intentarlo y me di cuenta que mi brazo había desaparecido desde el codo hacia abajo.

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No parpadee, no lo perdí, pero se había ido. No, no, no. Me puse al lado de mi madre. —¿Qué es lo que te pasa? —Exigí, con un ligero temblor de ira corriendo por mi cuerpo—. Yo venía aquí para perdonarte. ¿Y qué, ahora te has dado cuenta que perdiste bastante tiempo, desperdiciado en MI VIDA, y ahora es el momento de sacar las cosas de nuevo juntas? Vete a la mierda. Después de eso, mi desaparición comenzó en serio. Podía sentir toda esa energía negativa que Killian había dicho que se construía dentro de mí, morir para ser liberada. En cuestión de segundos, mis dos brazos y las piernas se habían ido, y podía sentir esa línea de frío, la que dividía —el no aquí— y — el aquí—, arrastrándose por mi cuerpo. —Siento como si ella me odiara —dijo mi madre en voz baja. —¡Tienes razón! —Le grité, antes de que mi boca pudiera desaparecer. —No —Angela negó con la cabeza. —Estoy segura de que, dondequiera que ella esté, sabe que la amas y ella te perdonara por los errores que has cometido. —Cállese, Angela. Usted no me conoce. —Al menos, eso es lo que habría dicho, si pudiera hacerlo. La habitación se había vuelto brumosa y vaga. Ya no podía ver mucho más allá de mi madre y Angela, y hasta empezaron a difuminarse los bordes. Por lo tanto, esto era. Yo no lo haría de nuevo por voluntad, entonces. Mis ojos quemaban por las lágrimas. Mi madre le dio una sonrisa forzada. —No conoces a Alona. —Su sonrisa se desvaneció—. Lo peor es que, incluso si ella me perdona, yo no lo merezco. Me congelé, bueno, lo poco que quedaba de mí. —Cherie —comenzó Angela. —No, escucha. Esa mañana, el lunes por la mañana, se suponía que debía estar con Russ en la oficina del abogado. Pero yo esperé, deliberadamente no me levanté, no me vestí, porque pensé que vendría Russ. Yo sólo quería hablar ... —Ella rompió en un sollozo—. Nunca soñé que iba a encontrarla tirada en la escuela. —¿Le dijiste a ella que lo sentías? —Preguntó Angela con suavidad. Ella negó con la cabeza.

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—Era demasiado tarde. Ella estaba… —Nunca es demasiado tarde. Ella vaciló, luego bajó la mirada hacia sus manos cruzadas sobre la mesa con el tejido entre ellas. —Alona, mi bebé... —movió su boca, pero no surgió ningún sonido. Ella tragó saliva y respiró hondo—. Yo soy así, lo siento. No era mi intención que esto sucediera. Sólo quería que todo fuera de la forma en que solía ser, y yo ... lo arruiné. Ahora, ni siquiera puede ser de la forma en que fue con sólo ella y yo. —Su mirada recorrió la sala, y por un segundo, se quedó en mí. Sus ojos son del mismo tono de verde como los míos. Era como si tuviera la mirada fija en algún espejo y me viera dentro de veinte años... bajo el peso de la pena y la culpa. —Lo siento mucho. Yo quería seguir luchando, seguir gritando, pero mirándola, algo se presionó dentro de mí con alivio. Mi rabia apenas se alejaba, como algo pesado que no podía ser incómodo para aferrarse. A través de un brillo nebuloso, vi llegar a Angela para darle a mi madre un fuerte abrazo con un solo brazo. —Vas a estar bien —dijo. Un delicioso calor se difundió a través de mi piel. Eh, a lo mejor Angela estaba en lo cierto. Se sentía perfecto como si estuviera flotando en la piscina con el más perfecto día de verano. Algo sobre eso... fruncí el ceño. Me parecía familiar, como si lo hubiera experimentado antes o escuchado a alguien hablar de ello.... Miré hacia arriba lentamente, sintiéndome casi drogada con esta repentina sensación de paz, y me di cuenta del tono dorado de la luz que me rodeaba. Mi cerebro feliz ponía las piezas juntas. ¡Eso fue, por fin! La luz había llegado por mí, y era sólo como Will lo había descrito. ¡Sí! —Espera. —Me obligué a concentrarme lo suficiente para empujar las palabras—. Espera, no puedo dejarlo. Él me necesita... La luz se intensificó, absorbiendo todo, incluyendo cualquier pensamiento que hubiera intentando transportar, en un resplandor grande, blanco, feliz de la nada.

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CAPÍTULO 18

Will Traducido por Anelisse, pimienta y Kanon ♪♫♪ Corregido por Mona

J

oonie, ¿qué estás haciendo? —Luché para mantener mi voz firme.

—Sabes, me tomó un tiempo entender esto —empujó lejos la silla de Lily y luego se volvió y cerró la puerta—. Siempre supe que eras diferente. Sólo que creía que eras una loco del montón, como tu papá y todos —ella sonó demasiado alegre, muy inquietante—. Luego esa noche, la primera noche que fuimos a visitar Lily en el hospital, ¿te acuerdas? —continuó sin esperar una respuesta—. Tu mamá se había ido, y te quedaste dormido en la silla. Decidí probar la tabla Ouija. Pensé que tal vez podría hablar con ella de esa manera, ya sabes, decirle que despertara — entrecerró los ojos hacia mí. —Pero algo sucedió en vez de eso, ¿no? Gus. Esa fue la primera vez que lo había visto. —La llamé y vino, ¿no? —ella preguntó—. Tú lo viste. Las campanas de alarma sonaron en mi cabeza. Tal vez Alona tenía razón acerca de Joonie después de todo. —J. —Le dije tan suavemente como era posible—. Me alegro de que vinieras de visita, pero mi mamá está trabajando en conseguir que me den el alta… —Oh, no —ella sacudió la cabeza—. No puedes hacer eso. Todavía no. —Ella se precipitó alrededor de la silla de ruedas de Lily para agarrar una de las sillas para visitantes. La arrastró a través de la habitación y la llevó bajo la manija de la puerta, poniendo una cuña a la puerta cerrada—. Eso está mejor. Ella se volvió hacia mí de nuevo con una sonrisa asustada. —Tú puedes verlos, ¿no? Fantasmas, espíritus, lo que sea. Es por eso que siempre estás tratando de no escuchar las cosas, por eso siempre tenías la cabeza gacha, así no reaccionabas a ellos.

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¡Oh, no es bueno! Traté de reorientar su atención. —Joonie, ¿qué estás haciendo con Lily? ¿Se supone que ella esté fuera de su habitación? —Ella parecía estar bien por lo que puedo decir. No necesitó un respirador para respirar, pero no estaba segura de cuánto tiempo podía estar lejos de su IV. Era difícil verla de esta manera, con sus ojos apagados, con la cara holgada. Ella estaba vacía. Joonie agitó la mano con desdén. —Su cuerpo está muy bien. Salieron con ella al sótano para hacerle una resonancia magnética y esperan por ella. Eso explicaba cómo Joonie había conseguido traer a Lily aquí, aunque no qué la había traído a mi habitación. —Sabes, he intentado hacerlo de la manera más fácil —dijo en tono de reproche. Empujó la silla de Lily más cerca, con sus ojos brillantes y las mejillas color de rosa como si tuviera fiebre—. Traté de hacerte venir al hospital. Y ayer, en la cafetería, yo supe que ella estaba contigo. —No. —Sacudí la cabeza—. Ella no está. Ella frunció el ceño ante mí. —Nadie baja al primer nivel para pretender hacer una llamada, Will. —No era ella. —Insistí—. Ella no está aquí. Pero Joonie continuó como si no me hubiera oído. —Le dije que hablara contigo, para pedirte ayuda. Sólo tenemos que hacerle un pequeño favor, Will. Eso es todo. —¿Qué quieres? —El botón para llamar a la enfermera estaba fuera de mi alcance con estas restricciones, y supuse que estar gritando por ayuda, probablemente no me llevaría muy lejos, no con la evaluación que Miller tenía de mí en sus archivos. —Es fácil. Quiero que me ayudes a poner el alma de Lily de nuevo en su cuerpo. La miré fijamente. Al parecer, la parte normal de Joonie esta noche estaba remplazada por La Zona Twilight Joonie. —¿Estás loca? Yo no puedo… Ella sacudió la cabeza con fiereza. —No me digas que no puedes hacerlo. ¡No mientas! —Su rostro se volvió de un rojo violento—. Tú has estado mintiendo todo este tiempo. ¿Cuánto tiempo posiblemente podría tomar darle de alta a un paciente? Mi mamá estaría de vuelta aquí en cualquier momento, ¿no? Ella se daría cuenta de que la puerta estaba atascada y llamaría a alguien para pedir ayuda. Lo

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cosa más segura que hacer era probablemente seguir fingiendo que esto era normal. Claro. —¿De qué estás hablando? Ella inclinó la cabeza hacia atrás con una carcajada. —Ah, como si no lo supieras. —Um, en realidad... —Me encogí de hombros, o hice todo lo posible con mis actuales restricciones. —Muy bien. ¿Quieres que lo diga? Muy bien. Ella asintió y siguió asintiendo con la cabeza, como si su cabeza estuviera suelta de su eje. —Conocí a Lily, ella fue mi primera amiga. —Bien. —Dije lentamente—. Hasta el momento, estoy contigo. —Pero ella te prefiere —espetó ella. Desconcertado, traté de seguir su línea de pensamiento. —Nada sucedió entre Lily y yo. Tú lo sabes. Nosotros sólo eran amigos, todos nosotros. —No —ella sacudió la cabeza—. No sólo amigos, no todos nosotros —ella me miró, como si quisiera que yo estuviera dispuesto a entender. De repente, hizo clic. La forma en que la presencia de Lily hacía que Joonie se iluminara. Cuán enojada y herida había estado después de su gran pelea el verano pasado. Cuán completamente devastada había estado después del accidente, a pesar de que no habían hablado, incluso en meses. Alona dio pistas sobre Joonie teniendo un flechazo. —Oh, Joon. Yo no lo sabía. Yo no sabía que Lily y tú... —Me desvanecí con torpeza. A veces mi regalo, mi maldición, como quieras llamarlo, me obligó a vivir en su mayoría en otro mundo, tratando de no ver, oír o sentir ciertas cosas. Era evidente que había hecho mi parte de no ver en este mundo, también. —Nosotros no fuimos —dijo con cansancio. —Entonces no lo entiendo. —Tal vez era sólo yo y mis repetidas lesiones en la cabeza, pero todavía no podía entenderlo. Joonie pasó por el lado de la silla de ruedas para apoyarse en mi cama y miró a Lily. Resistí la tentación de largarme fuera de mi cuerpo, por lo menos, lejos de ella. Me estaba volviendo un poco loco. —Me besó una vez —dijo—. ¿Lo sabías?

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Obviamente no. —El verano pasado —sonrió al recordarlo. —Antes de la pelea. —Acerca de chicos. Eso es lo que Joonie había dicho. Habían luchado por chicos. Cerré los ojos ante mi propia estupidez. Claro, que habían peleado por chicos, aún así, a Lily le gustaban y a Joonie no. —¿Qué pasó? —Le pregunté, aunque ahora podía adivinarlo de alguna manera. —Se acabó, rápido. Pensé que iba a arriesgarse, pero no lo hizo. Ella sólo me dirigió un tipo de mirada y dijo: “increíble”. Luego procedió a tomar mi mano y me dijo que ella se preocupaba mucho por mí, pero que no se sentía de esa manera. Joonie rodó los ojos y las lágrimas se deslizaron por sus mejillas dejándole líneas negras en el rostro. —Probablemente era la forma más amable con la que alguien podría decirme que no, pero yo... —su voz tembló. —Tú entraste en pánico. Ella asintió con la cabeza. Eso lo comprendí. Mantener un secreto durante tanto tiempo, empieza a sentirse como una parte vital de ti mismo. Uno está tan acostumbrado a vivir con ello de esa manera, que la idea de ser expuesta se siento como si se te encontraras en peligro de vida. —Yo... le he dicho todo tipo de cosas horribles a ella. La acusé de ser una coqueta, que me había mentido, cosa que no había hecho. Le dije que se mantuviera alejada de mí y de ti, o... o si no le diría a todo el mundo que me dio un beso, y que ella me obligó. Para Lily, quien aspiraba a ser incluida, y soñaba con caminar entre la élite de primer nivel, la amenaza de Joonie habría sido suficiente. Ella me miró, con sus ojos suplicantes para que la comprendiera. —Yo sólo estaba muy asustada. Ya es bastante difícil en casa, y si la gente en la escuela se enteraba, el rumor se extendería, y sabes que con el tiempo alguien se lo diría a mi papá. Su padre odiaba su pelo teñido, ropa rota, y piercings. Tenía miedo de pensar en lo que haría si se enteraba de la increíble elección que había tomado. Era más un tipo del Antiguo Testamento que un predicador. —Esa noche fue mi culpa —dijo Joonie—. Si yo no la hubiera apartado…

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Negué con la cabeza. —No, J, escucha. Ella trató de llamarme esa noche. —¿Ella lo hizo? —Ella parecía sorprendida. —Ella no dejó ningún mensaje, pero lo intentó. Yo tenía puestos mis auriculares, así que no lo escuché sonar. Todavía nos contaba como sus amigos, lo suficiente como para llamar cuando ella necesitaba a alguien. Yo no te lo dije porque sabía que te culpabas por la pelea. Tenía miedo de que pensaras que en su llamada hubiera querido decirme que sentía no poderme llamar. Yo no quiero pensar que eras de alguna manera responsable. No es tu culpa. Ella llamó. Ella... —Me interrumpí cuándo Joonie se echó a reír, un sonido áspero y horrible, lleno de angustia y de bordes cortantes. ―Mírate, tan sincero e inocente —sonrió amargamente—. Ella me llamó, también, Will. Dos veces. Hablé con ella. La miré fijamente, todo el mundo, al igual que yo, sabía que cambiaba y caía a mí alrededor. ―¿Qué? ―Ben Rogers, la usó y la dejó, como siempre hace, y sus pocos amigos de princesa adolescente no querían tener nada que ver con ella ―Joonie sacudió la cabeza con disgusto―. Entonces ella me llamó y yo… le dije que se lo merecía ―su voz se rompió, y sus hombros se agitaban en un silencioso llanto. Negué con la cabeza incrédula. ―¿Y la segunda vez que ella te llamó? ―me obligué a contestar. ―Le colgué. ―Jonnie ―suspiré. ―Me imagino que tenía razón acerca de que cuando comenzó a llorar tan fuerte no podía ver y perdió el control de su coche ―dijo rotundamente. ―Oh, Dios mío. Se arrodilló junto a Lily. ―Entonces, verás porque tenemos que hacer esto. Lo necesito. Necesito deshacerlo. ―Joonie ―tiré contra las restricciones, tratando de sentarme―. No se puede. Se ha ido. Real y verdaderamente se ha ido. Ella suspiró. ―Pensé que dirías eso. Cogió el tablero de Ouija de las piernas de Lily. En el segundo en que sus manos tocaron la tabla, las sombras parpadearon y se arremolinaban en las esquinas de la habitación tras ella. Pobre Gus. Mierda. Nunca había visto a un fantasma responder tan rápidamente. Era…raro.

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―Sé que estás mintiendo ―dijo ella con tono desprovisto de cualquier emoción―. He visto lo que te pasa cuando llamo al otro lado. Ella está enojada. No es ella. Es… ―en verdad no sabía lo que era. Encerrados, con Joonie delante de mí, pude ver un mechón delgado de humo que iba desde Joonie a la monstruosidad creciente de Gus. Al igual que una correa… o una tubería. Me quedé helado. La energía era sólo energía hasta que me encontraba. Eso era lo que le había dicho a Alona. Si Joonie, hacia sus esfuerzos por comunicarse con Lily, enviaba cantidades masivas de energía negativa, toda la culpa, el dolor y la vergüenza que la influían, que rezumada en cada una de sus células, ¿Quién diría que mi presencia no causaría una aparición en la misma forma que un fantasma? La puerta, o más bien, la llamada, para usar la analogía iniciada con Alona, era en ambos sentidos. Era, por lo general, energía del lado de los muertos la que me usaba para tomar forma, pero ¿Por qué la energía no se intensificaba y enfocaba a través del tablero de la Ouija, hacia la vida? Eso explicaría la falta de personalidad de Gus (Otro enojado) y por qué yo, nunca había visto su fantasma antes. Ningún fantasma en absoluto. ―Llámala ―dijo Joonie―. Sólo tienes que ayudarme a devolverla donde pertenece. ¿Cómo había hecho eso? Incluso si pudiéramos llegar de alguna manera a Lily, no era como el relleno de una almohada fácil de manejar de vuelta a su sitio. Tenía que haber alguna conexión entre el cuerpo y el alma. Pero, prudentemente, por una vez en mi vida, mantuve la boca cerrada. ―Bueno, puedo ayudarte. Necesito mis manos, sin embargo ―para conseguir salir de aquí. Ella inclinó la cabeza hacia un lado y me evaluó con la mirada. ―No. No lo creo. ―Si quieres que te ayude, necesito mis manos. Ella frunció el ceño, y Gus se amplió, extendiéndose desde su rincón, se dirigió hacia mí. ―No, tú no vas a tratar de correr. ¿En serio? ¿Había alguna persona cuerda en este momento? Negué con la cabeza. ―No, no lo haré. Quiero ayudarte. ―No te creo ―dijo con fiereza. Sus dedos sobre la tabla se pusieron blancos por la fuerza que aplicaba, y rezumaba de Gus hacia adelante. Di un respingo y me alejé.

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Joonie respiró hondo y miró alrededor de la habitación. ―¿Está ella aquí? ―No es ella, Joonie. Por favor, te lo prometo ―Si Gus viniese a por mí y yo no pudiese correr… Al otro lado de la habitación, la puerta, de repente, se sacudió. ―¿Will? ―llamó mi madre―. ¿Qué está pasando ahí dentro? Eché una mirada a los ojos de Joonie, advirtiendo sin palabras que permaneciera tranquila, y grité: ―Mamá, ayúdame. Después de eso, las cosas sucedieron bastante rápidas. Gus se lanzó hacia adelante. Pasando sobre mí como algún tipo de onda horrible, para después lanzarse sobre mí. Grité, rompiendo mi garganta, llenando mis vías respiratorias y sellando mis pulmones. ―¡William! ―mi madre golpeaba la puerta frenéticamente. No podía respirar, y la pura frialdad de Gus penetró en mi corazón. Luchando, tomando las energías que tenía, y todo lo demás, incluyendo mi débil agitación para defenderme, cayeron a cámara lenta. A excepción de mi muerte, que fue lo suficientemente rápida. Un destello de luz brillante apareció de repente en el centro de Gus y explosionó hacia afuera, rompiéndose en jirones. La presión horrible en el pecho y la garganta se facilitó, y aspiré aire a bocanadas, tosiendo y escupiendo al mismo tiempo. ―No te puedo dejar solo ni un segundo, ¿no? ―preguntó una voz demasiado familiar. Cerré mis ojos llorosos, mi visión se compuso lo suficiente como para ver de pie junto a mi cama a Alona. Ella era… increíble. Más hermosa y de alguna manera, más verdadera. Como si hubiera sólo hubiera visto una proyección de su verdadero yo. Tenía el pelo más brillante, los ojos más brillantes. En resumen, parecía una visión. Tanto era que comencé a preguntarme si no había comenzado la gran transición. ―¿Morí? ―lancé. Ella soltó un bufido. ―No, por poco. Esta vez, al menos. En ese momento, Joonie pareció darse cuenta de la diferencia de que yo podía respirar de nuevo y no luchaba por vivir. Gus comenzó a reunir los fragmentos y jirones de sí mismo.

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―Oh, por Dios ―Alona alcanzó el brazo de la silla de ruedas de Lily y comenzó a empujar la tabla de Ouija. No podía ver las cartas que recogió, pero Joonie, muy útil en su mal estado, y fuera de estado, llamó en voz alta. ―V-E-L-A-R. P-O-R. L-O-S. P-E-R-D-O-N-A-D-O-S. Entonces, como toque final, Alona deslizó la mano dentro de la de Lily y se trasladó a Joonie. Abrí los ojos. Ella nunca había dicho algo sobre eso antes, pero nunca me había imaginado que… Joonie miró hacia atrás y adelante, entre la mano de Lily y su aún, cara vacía. Después comenzó a llorar. Alona, con una poco de dificultad, logró liberar la mano de Lily, pareciendo tan desconcertada como se veía. Entonces ella me sonrió. ―Te dije que me necesitabas. ―Sí ―dije con la voz quebrada―. ¿Esto significa que volverás para siempre? Me vendría bien un poco de dirección espiritual. Se mordió el labio con el ceño fruncido. ―No lo sé. Ni siquiera estoy segura de cómo me… Sus ojos se abrieron, y un resplandor, tan brillante que tenía que entrecerrar los ojos, la envolvía. Ella extendió su mano hacia mí, y la cogió… pero atrapó sólo aire. ―¡Alona! ―La luz que la rodeaba se intensificó hasta que ya no podía ver ninguna parte de ella. A continuación, desapareció, con un audible chasquido, llevándosela con él. Cuando el portero y el guardia de seguridad, finalmente, forzaron la puerta en esos pocos minutos, esa fue la forma en la que nos encontró. Joonie sollozando en el suelo, cogiendo la mano se Lily, y yo todavía atado a la cama, con los ojos llorosos. Yo no estaba llorando. No, en absoluto. Fue sólo la luz. O algo en mi ojo. Sí, eso era.

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EPÍLOGO

Will Killian Traducido por cYeLy DiviNNa y *!!!BellJolie!!!* Corregido por Virtxu

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V

eintiséis días habían pasado desde que había visto por última vez a Alona Dare. En ese tiempo, mi madre se había deshecho de forma permanente del Dr. Miller, y se había dado cuenta de que ninguno de nosotros tenía una gran prisa por un reemplazo. Trabajaba desde las notas de Alona y mantenía a los fantasmas—espíritus—a raya, ayudándoles lo mejor que podía. Envié al hermano de Sara su medalla con una carta falsa del hospital, explicando que la habían encontrado durante la reorganización del archivo de rutina. Estoy orgulloso de decir que el abuelo Brewster, de hecho, pasó a la luz dorada poco después de que yo enviara cartas anónimas a su hijo y su nieto. Aparte de eso, hice mi tarea, pase mis exámenes finales, y, ante la insistencia de mi madre, envié solicitudes de admisión tardías para una variedad de escuelas. Dentro del espíritu del verdadero padre, se había recuperado de mi revelación de ver a los muertos con la suficiente rapidez para señalar que si ya no me escondía más, no tenía necesidad de salir de la ciudad, y por lo tanto podía asistir a clases en una universidad como era el plan original para mí. Sí, ella tenía un tipo de punto. Celebramos mi décimo octavo cumpleaños el 30 de mayo, sólo mi mamá y yo. Ella se estaba acostumbrando a la idea de lo que soy, pero eso casi hacía más difícil para ella aceptar lo que mi padre hizo en lugar de decirle la verdad. Ella estaba trabajando en ello, sin embargo. Joonie estaba haciéndolo bien. Al tratar de explicar todo el lío de lo que pasó en el hospital sin contar con mi salida (lo que también es probable que la haya hecho parecer un poco menos estable, de todos modos), terminó sin darse cuenta que no tenía salida para ella misma. O tal vez no tan inadvertidamente. Parecía aliviada. Comprendí el sentimiento. Cuando fue liberada del hospital, sin embargo, después de todo tipo de pruebas de psicología, evaluaciones, y asesoramiento, sus padres se negaron a dejarla volver a casa. Ella terminó viviendo en esta especie de casa de transición / hogar de grupo. Estaba bien. Voy a verla allí cada dos semanas. Una terapeuta, una buena mujer llamada Joan Stafford, hace visitas a domicilio no


sobre una base regular, y Joonie dijo que la ayudaba. Ella había perdido mucho en la escuela para graduarse con nuestra clase, pero con algunas clases de verano, ella obtuvo su diploma. Una vez que ella cumplió los dieciocho años en agosto, se mudó a Nueva Yorkpara vivir con su media hermana, Elisa, que, resultó, había tenido sus propias razones para asistir a Wellesley. El día de graduación, 1 de junio, amaneció brillante y un calor sofocante para tan temprano en el verano. Crearon el escenario en el centro del campo de fútbol, lo que hizo que pusiera voluntariamente el pie en el campo de juego por primera vez en cuatro años. Seguí esperando para conseguir terminarlo. Cuando el Director Brewster dijo el nombre de Alona y su madre se acercó a aceptar el diploma en su nombre, no podía dejar de mirar a mí alrededor. No había señales de Alona, sin embargo, ni siquiera cuando el Director Brewster reveló un esquema con la placa conmemorativa con su nombre que sería colocada en la nueva banca sujeto en el Círculo. Fue nuestro mayor regalo a la escuela, propuesta por su servidor de forma anónima y financiada por las donaciones que Misty Evans había perseguido sin descanso. Alona quería ser recordada con el estilo al que ella estaba acostumbrada, y ahora lo sería. Esperé, cambiando de puesto incómodamente en la silla de plástico y sudando bajo la toga de poliéster y la camisa de vestir que mi madre había insistido en que usara, hasta que mi nombre fue llamado. —William James Killian. Miré principalmente a Brewster como si hubiera succionado todo un huerto de árboles de limón para obtener una mirada amarga. Me emocionó. Salí de mi silla, caminé por el pasillo, y subí los escalones. Detrás del escenario, Liesel, Eric, Jay, y algunos otros me animaron mientras estrechaba la mano del superintendente y de Brewster. Él me entregó mi diploma, pero mantuvo mi mano prisionera y con la otra me dio fuertemente un apretón. —No sé cómo manejaste esto, pero sé que algo no está bien contigo, muchacho. —Sí, señor —asentí con alegría—. Pero lo impresioné y eso es todo lo que me importaba. —Tiré de mi mano fuera de su alcance, cambié mi borla al otro lado de mi gorra, allí delante de él, sólo para burlarme un poco, me limité a bajar del escenario y volver a mi asiento, con la sensación más ligera que había tenido en años. —Me alegro ver que hayas aprendido la lección de jugar bien con los demás —dijo Alona secamente en mi oído. Su familiar luz y aroma de flores me desviaron por encima del hombro.

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Me sacudí y comencé a dar vuelta. —No, no, no te des la vuelta —dijo con impaciencia—. Casi estamos fuera de aquí. No hagas una escena hablando con alguien que no está allí. —¿Dónde has estado? —Susurré, fingiendo mirar el programa. —Tú viste la luz. Sabes donde he estado. —¿Pero entonces? —Murmuré. —Yo tenía algunas cosas de las que preocuparme. —¿Cómo qué? —Ya lo verás. —Parecía positivamente alegre—. Sigue mirando. Las cosas están a punto de volverse muy interesantes. —¿Es algo bueno? Ella hizo un ruido frustrado. —Sólo observa. Las preguntas después. Entonces, miré. Al principio ni siquiera sabía lo que estaba buscando. Luego vi principalmente a Brewster llamando a Ben Rogers. Mis manos estaban presionadas en puños. Por las últimas tres semanas, había tenido que dejarlo caminar, sonriendo como el imbécil que era, porque no podía tocarlo. No, hasta después de la graduación. Bueno, la graduación habría terminado en los próximos veinte minutos, y luego haría lo mejor posible para golpearle la cara... La primera onda de risas de la audiencia mientras Ben caminaba por el pasillo lateral me indicaron que algo estaba pasando. La risa se convirtió en una carcajada y luego gritos y gritos. Sólo cuando Ben pasó por mi fila pude ver la fuente del escándalo. Un pedazo de papel había sido grabado en la parte posterior de su toga, justo en los hombros. Con grandes letras impresas, lo leí, TENGO UN PENE PEQUEÑO. ¿QUIERES VERLO? Reí. —Impresionante. Ben, completamente desconcertado, pero aceptando la mayor atención que le correspondía, simplemente lanzó un puño al aire en un gesto de triunfo mientras subía al escenario. Sí. Detrás de mí, Alona ahogaba una risa. —¡Qué idiota! —No podría estar más de acuerdo —le dije. A mi lado, Jillian Karson me dio una mirada y cambió de puesto su silla más lejos. Lo que sea. —Nos vemos después —dijo Alona.

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—¿Dónde? —pregunté, lo que provocó otra mirada de Jillian. —Sabes dónde. En el momento en el que pude haber corrido el riesgo de dar un vistazo ocasional a mis espaldas, ella se había ido. Después de la ceremonia, me dirigí a las gradas hacia a mi madre. —Estoy orgullosa de ti —dijo. —Gracias. Ella dudó. —Tu padre... estaría orgulloso de ti también, estoy segura, aunque no pueda decir que sí. Confesé mis sospechas originales desde hace un tiempo sobre que Gus podría ser mi padre y chasqué mi lengua, pensando en que mi padre nunca me perseguiría. Tenía razón, por supuesto. De una forma u otra, mi papá se había ido, ahora esperaba, ser feliz de una forma en la que él no pudo en la vida. —Gracias, mamá. —Le di un abrazo—. Tengo que ir a ver algo. ¿Nos encontramos de vuelta en el coche? —Ella asintió con la cabeza, y Sam, el jefe de mi mamá en el restaurante y la única otra persona que había invitado a la graduación, la tomo del brazo para ayudarla a bajar de las gradas. No pensé que necesitara ayuda, pero sospechaba que a ella le gustaba. Y a Sam, también. Eso era genial. Era un buen tipo. Dejé a los dos detrás y me dirigí hacia la entrada principal de la escuela. En el camino, pasé junto a Ben Rogers, con el papel que le habían pegado en su espalda. —Pero no es cierto —insistió a cualquiera que quisiera escucharlo. Por desgracia, nadie parecía creerle. Cuando me acerqué al círculo, pude ver a Alona sentada en su banco, sus largas piernas estiradas hacia el sol. —¿Así que lo que pasó fue agradable? —Le pregunté cuando llegué. Ella me miró. —¿Qué, la cosa con Ben? Resoplé. —Sí, la cosa con Ben. Ella se encogió de hombros. —No fue mi idea. Fue Leanne. La escuché hablar cuando visité a Misty. —¿Misty? —Pregunté. Su mirada apenas parpadeó a la mía. —Ella fue mi mejor amiga desde siempre, y guardó mis secretos. Voy a dejar que Chris la consiga.

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—Oh. —Toda una canción diferente de lo que había estado cantando antes de su relación, pero tal vez la visita de ida y vuelta a la luz dorada la había cambiado... Ella se encogió de hombros. —Además, Chris babea un poco cuando besa. Asqueroso. Eso me sorprendió y reí. No, la misma Alona. —De todos modos —me miró con cierta exasperación—, cuando fui de visita a donde Misty, me enteré de algo interesante. Al parecer, Leanne y Ben se engancharon en primer año, y ella nunca recibió más de él que sólo botarla. Es por eso que se negaron a hablarse el uno al otro. Ella esperó cuatro años para vengarse. —¿Esperó cuatro años para vengarse? Alona sonrió. —Nunca molestes a la chica que se sienta detrás de ti en la graduación, sobre todo si se trata de Leanne Whitaker. Esa chica puede guardar rencor como nadie. Nos quedamos en silencio por un momento. —Fue muy agradable, sin embargo, por Lily, quiero decir —contesté. —Por todos —corrigió Alona—. Pero, sí, por Lily. —Por lo tanto, te atreviste, a regresar. —Sí. —Eso es un poco inusual, creo. —Mmm. Tragué mi irritación. —Vas a hacerme preguntar, ¿verdad? Ella me dio una mirada inocente. —¿Preguntar qué? —¿Si vives... o simplemente estas de paso? —Le pregunté con los dientes apretados. —¿Por qué? ¿Tiene importancia para tí? Un millar de respuestas inteligentes—e idiotas saltaron a mi mente, pero ella esperaba. Así que fui con la verdad. —Sí, sí. Sus ojos se abrieron al más leve indicio de la propagación de color rosa en su rostro. Me sonrió. ¿Acababa de avergonzarse Alona Dare, se atrevió a hacerlo Alona?

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Ella levantó la cara. —Alguien tiene que mantenerte fuera de problemas. Bien podría ser alguien que sabe toda la mierda estúpida en que te metes todo el tiempo. Y... —Trazó la veta de la madera en el banquillo con la yema del dedo—, también puede haber un pequeño problema en mi todavía, estaré aprendiendo a considerar antes a los demás. —Nunca estuve en problemas, excepto cuando... —Me detuve cuando la última frase se hundió dentro—. ¡Ha! Estabas retenida porque no jugabas bien con los demás —dije cantando—. Te dije que se trataba de ser amable. —Lo que sea. —Ella rodó sus ojos—. Ser un ganador pobre no es agradable, tampoco —señaló, pero se levantó y se sentó a mi lado. Nos sentamos en silencio cómodamente por un buen tiempo—. Gracias por la placa —dijo casi con timidez. —¿Cómo supiste que fui yo? —Oh, por favor. Tan pronto como oí a Misty hablar de ello, sabía que eras tú. ¿Quién más habría llegado a esa conclusión? Donde terminaba, por debajo del nombre y las fechas, la placa decía: "La belleza es la verdad, la verdad es belleza, esto es todo... lo que necesitaras saber" —John Keats, Oda a una Urna Griega 13. Me encogí de hombros, inexplicablemente contento. Ella se deslizó un poco más cerca. —Así que... gracias. Se inclinó y antes de darme cuenta, me besó. Su boca tenía un sabor cálido y dulce, y cuando su mano tocó mi pecho para mantener su equilibrio, cada célula de mi cuerpo estaba firme. Ella lo rompió primero, tirando de mí y tocando las esquinas de su boca como para asegurarse de que su brillo de labios todavía estuviera en su lugar. Era, con gran medida, la cosa más sexy que nunca había visto. Aclaré mi garganta. —Si eso es por una placa, ¿qué sucedería si sugiero un juego de comedor completo? Ella rió y se deslizó lejos de mí. —En tus sueños, Killian. —Metió las piernas debajo de ella y me dio una mirada de lo que reconocería ahora como su "voy en serio"—. Bueno, tal vez en la universidad. Hablemos de la decoración de los dormitorios. Pienso que realmente tenemos que ir más allá de las cajas de leche entera y la oscuridad como consolador, y el olor a moho. Gemí. —Pienso que esto está un poco fuera de tus responsabilidades como guía espiritual.

13

"Oda a una Urna Griega". Es uno de los poemas de John Keats

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Ella me lanzó una mirada ofendida. —Tengo que permanecer allí, también, lo sabes. Yo consideré sus palabras y todas las diversas ramificaciones agradables y desagradables. —Bueno... eso debería hacer las cosas más interesantes —dije débilmente. Ella sonrió. —No tendría sentido vivir de otra forma.

FIN DEL LIBRO

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Sobre la Autora

STACEY KADE

210

Como redactora empresarial premiada, Stacey Kade ha escrito sobre todo, desde retroexcavadoras a extractores de leche. Pero ella prefiere inventar cosas. Desde su infancia ella garabateó sobre un collar mágico que convertía a la gente en gatos, Stacey siempre ha estado fascinada con lo que sucede cuando lo "ordinario" choca con lo "fuera de este mundo." ¿Qué pasa si los extraterrestres aterrizaron en la Tierra? ¿Qué pasa si la otra vida es en realidad otra dimensión? Ella vive en los suburbios de Chicago con su esposo, Greg, y sus tres perros de carreras jubilados de raza lebrel inglés (Greyhound), Joezooka (Joe), Alto Walker (Walker) y SheWearsThePants (Pansy). Cuando no está leyendo o escribiendo, lo más probable es encontrarla ubicada frente a la televisión con su DVD de Roswell, mirando con entusiasmo a Jason Behr.


Siguiente Libro

THE QUEEN OF THE DEATH

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Después de ser enviada de vuelta de la luz, Alona Dare-formada Homecoming Queen, ahora Reina de los Muertos- se encuentra hacienda algo que nunca espero: trabajando. En vez de pasar los días perfeccionando su bronceado en la piscina (su típica rutina de verano cuando estaba, ustedes saben, viva), Alona debe ocupar de las necesidades de otros espíritus perdidos. A su lado para todo esta, ugh, “ayuda a otros” esta Will Killian: marginado social , vidente de los muertos, y alguien por quien Alona se preocupa más de lo que quisiera. Antes de que Alona pueda hacer una sentencia definitiva de su estatus de “amigos” o más con Will, sim embargo, ella descubre un problema en casa. Su mama esta botando sus más preciadas posesiones, y su papá está esperando una nueva hija con su malvada esposa. ¿Es posible que ya su familia siga adelante? ¿¡Hello!? ¡Ella solo ha estado muerta dos meses! Menos mal, Alona sabe el chico que puede darle un parado a todo este lio. Desafortunadamente para Alona, Will tiene otras cosas en su mente, y Mina, una joven (y bella) vidente, esta en top de su lista. Ella es la primera persona que habla con fantasma que él conoce—aparte de su padre— y ella podía tener respuestas del pasado problemático de Will. ¿Pero ella es de confiar? Alona inmediatamente pone su nombre en la columna de “por supuesto que no”. Pero Will es, ¡ejem!, esperando saber, incluso si eso significa dejar a una dolida y molesta Alona a su propia merced, lo cual nunca es una buena idea.


Estas y otras traducciones en:

http://purplerose1.activoforo.com VISÍTANOS

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