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Cómo afecta la diabetes a las mujeres Hombres y mujeres son diferentes, y estas diferencias también afectan cómo se desarrollan las enfermedades.
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uando hablamos de enfermedades, siempre nos referimos a rasgos generales que aplican a la mayoría de los casos. Sin embargo, el desarrollo de una enfermedad tiene siempre características particulares relacionadas tanto al estilo de vida como a las cualidades únicas de cada organismo e incluso el género. Las enfermedades pueden afectar de forma diferente a hombres y mujeres; en el caso de la diabetes, ésta puede ser más dañina para ellas. Así lo afirmaron especialistas madrileños en el Encuentro “Centrados en la Mujer con Diabetes”, en 2015. Fernando Gómez Peralta, especialista de la Unidad de Endocrinología, Diabetes y Nutrición del Hospital General de Segovia, compartió datos que indican un mayor riesgo para las mujeres con diabetes de desarrollar diversas enfermedades –ictus, enfermedad coronaria y enfermedad renal, entre otras–, con respecto a los hombres. Aunado a estos riesgos, se sabe que las mujeres con diabetes experimentan depresión con el doble de frecuencia que los hombres. También tienen más riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular –la diabetes aumenta el riesgo seis veces en las mujeres y solo dos o tres veces en los hombres– y en general, presentan mayores niveles de obesidad. Parte de esto está vinculado a cuestiones hormonales, pues se cree que la diabetes disminuye los efectos cardioprotectores del estrógeno y tras la menopausia, –con su disminución– el riesgo se incrementa. Por otro lado, para algunas mujeres puede resultar más difícil tener un buen control de la glucosa
cuando están en sus días; pues debido a los cambios hormonales, puede haber subidas y bajadas en los niveles de glucosa. También se ha vinculado al Síndrome de Ovario Poliquístico, en el que el ovario tiene una gran cantidad de folículos y es la causa más común de infertilidad en la mujer. Así mismo, se sabe que la diabetes favorece la aparición de infecciones vaginales y puede afectar la vida sexual. Sin embargo, no todo se trata de la forma en que el organismo reacciona a la enfermedad. La doctora Susana Monereo, jefa del Servicio de Endocrinología del Hospital Gregorio Marañón, indica que las mujeres suelen recibir menos tratamiento que los hombres y tener la diabetes mal controlada. Lo cual puede estar relacionado a factores culturales; pues con frecuencia las mujeres dejan de lado el cuidado de su propia salud y postergan las visitas al médico por anteponer a su familia. Es importante visitar al médico por lo menos una vez al año para detectar a tiempo la enfermedad y, en su caso, recibir el tratamiento que nos permita tener una vida más larga y de mejor calidad.
Dr. Edgar Fuentes Pintado Centro de Especialidades de Medicina Interna Camino Sta. Teresa 1055 Consultorio 304 Col. Héroes de Padierna Torre III Hospital Ángeles del Pedregal Tels. 56 52 22 22 / 56 52 22 00
4 Padres tóxicos Liberarse de personas tóxicas es necesario para nuestro bienestar, pero ¿qué pasa cuando son nuestros padres los que nos hacen daño?
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er padres no es cosa fácil, no existen manuales y el aprendizaje se hace sobre la marcha. Los papás buscan hacer lo mejor posible; sin embargo, somos humanos y siempre habrá errores. El problema es cuando estos errores caen en dinámicas tóxicas que sólo dañan a los niños; con frecuencia perpetuando ciclos. Existen situaciones muy evidentes en las que se manifiesta la toxicidad de una persona –como el abuso–, pero no siempre es tan claro. Y en el caso de los padres, puede ser muy difícil aprender a identificar y poner límites. Existen muchos tipos de padres tóxicos, pero generalmente no tienen intenciones malignas; suele tratarse de padres que están muy centrados en sí mismos, que no se dan cuenta de que los niños tienen necesidades, intereses y deseos propios. En una relación sana, las emociones y preocupaciones de todos deben ser tomadas en cuenta. Pero para este tipo de padres lo más importante son ellos mismos, sus emociones e ideas. Con frecuencia ponen en manos de sus hijos la responsabilidad de consolarlos y hacerlos felices; lo que en ocasiones llevan a los hijos a suprimir y dejarse de lado para prestar atención a las necesidades de sus padres. Las relaciones tóxicas suelen involucrar un alto grado de control a través de la culpa, actitudes pasivoagresivas e incluso el dinero. También es frecuente
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la minimización de la persona, a través de críticas constantes y “bromas” sobre su aspecto, cualidades o capacidades. Los padres tóxicos suelen ser muy demandantes y críticos. Los hijos suelen ser inseguros y con un gran miedo al rechazo, así como dificultad para establecer límites. Y este es uno de los aspectos en los que la línea parece más difusa. Los hijos deben crecer y tomar su propio camino, pero algunos padres pueden obstaculizar esto, ya que se rehúsan a dejar ir el control que tienen sobre la vida de sus hijos. No es que les impidan ser independientes, pero ponen en duda las decisiones de sus hijos y recurren a estrategias de manipulación para que cambien sus opiniones y decisiones para satisfacerlos. Crecer con padres tóxicos puede afectar nuestra vida adulta y poner barreras en nuestro desarrollo, pero no es irresoluble; es posible aprender a construir relaciones más sanas con nuestros padres y a no repetir sus errores. E incluso si ellos no están dispuestos a hacer cambios, es importante hacer un trabajo emocional para romper el patrón y estar mejor con nosotros mismos y quienes nos rodean.
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6 ¿Qué impacto tienes en los demás? Tenemos más influencia de la que creemos sobre las personas.
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omos seres sociales y la interacción constante hace que exista influencia mutua –lo queramos o no–. Sin darnos cuenta, nuestras acciones y palabras pueden dejar un impacto en la vida de los demás, especialmente de quienes son más cercanos.
Lo cierto es que no vamos por la vida analizando nuestras palabras y el impacto que podrían tener, y tampoco deberíamos, pero en ocasiones podemos hablar de forma descuidada e inadvertidamente afectar a los demás.
Las opiniones y palabras de quienes te rodean han afectado, incluso si no te das cuenta, la forma en que te percibes a ti mismo y probablemente, también varias de tus decisiones. De la misma forma, nuestras palabras y acciones tienen el potencial de cambiar la vida de los otros –para bien o para mal–. Podemos inspirar o derrumbar. Y ser conscientes de este poder nos puede ayudar a generar un mejor impacto en el mundo.
Es cierto que el impacto también dependerá del tipo de vínculo que exista entre las personas; también es cierto que algunas personas parecen tener más impacto que otras y que las personas con las que más convive alguien son las que quizá tendrán mayor influencia en su vida. Pero incluso un desconocido en la calle puede transformar nuestras vidas. Jackie Robinson, beisbolista y activista, decía que “Una vida no es importante, excepto en el impacto que tiene sobre otras vidas”. El problema es que con frecuencia estamos tan inmersos en nosotros mismos; nuestras preocupaciones, sentimientos y objetivos, que no nos damos cuenta de cómo podemos afectar a otros. Pero si somos conscientes y empáticos, si prestamos atención a la forma en que nuestras acciones y palabras pueden tener efecto en los demás, podemos tener una vida más plena y feliz; así como un impacto más positivo en quienes nos rodean. Si queremos hacer una diferencia, quizá sea momento de prestar más atención a lo que tenemos alrededor y darnos cuenta de que no somos solo nosotros, que formamos parte de una comunidad y aquello que hacemos o decimos, puede tener impacto en los demás.
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8 Cuando reír NO es tan bueno Todo en exceso es malo, incluso la risa.
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icen que la risa es la mejor medicina; que estimula nuestro sistema inmunológico, que nos oxigena, que ejercita músculos que de otra forma no ejercitaríamos y que nos hace felices. Pero no todo es alegría y bienestar, de acuerdo a algunos estudios, la risa no siempre es tan buena.
se trata de los chistes, sino del lazo y la empatía que se genera al reír en grupo. De hecho, un estudio de la Universidad de California en Berkeley encontró que las personas que comparten la risa, tienen relaciones más largas y saludables. Sin importar cuál sea nuestro estilo de humor, la risa nos conecta.
La risa tiene muchísimos beneficios, así lo han confirmado diversos estudios. Reír reduce el estrés, la ansiedad y la depresión. Ayuda a mejorar la función de los pulmones. Puede ayudar a controlar los niveles de glucosa en la sangre e incluso ayudarnos a quemar calorías. Sin embargo, cuando nos reímos demasiado, la risa también puede tener consecuencias.
Sin embargo, dada precisamente su función social, con frecuencia surge como una respuesta ante situaciones incómodas o inapropiadas que nos sacan de balance. Lo cual puede ser contraproducente para la comunicación e incluso ponernos en una situación más incómoda.
Dolores de cabeza, ataques de asma, rasgadura de garganta, hernias e incontinencia, son algunos efectos no gratos de la risa.También se ha visto de casos en que las personas aspiran accidentalmente objetos por reír o a quienes se les ha dislocado la mandíbula. Pero no es necesario ser alarmistas, no toda la risa tiene consecuencias y tampoco se trata de suprimirla. Lo cierto es que reír es un impulso que difícilmente podemos controlar, es más bien una respuesta involuntaria y si bien es posible fingir, solo reír genuinamente nos brindará beneficios. La risa tiene fundamentalmente una función de integración social. Es más frecuente que nos riamos en presencia de otras personas que en solitario, y es que no
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Por otro lado, una risa falsa no tiene el mismo efecto en nosotros. Greg Bryant, psicólogo cognitivo, señala que hay diferencias en las trayectorias neuronales que causa la risa en nuestro cerebro, cuando es real o cuando es fingida. Incluso el sonido es diferente. Una risa fingida simplemente no brindará todos los efectos que puede dar una risa verdadera a nuestra salud. Reír nos beneficia física, mental y emocionalmente; y si bien no es la panacea que nos han dicho, los beneficios superan con creces a los peligros o consecuencias que pueda tener. Así que hay que reír sin preocupaciones, pero también honestamente.
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10 ¿Estamos obligados a amar a nuestras mamás? Dicen que no hay amor que se equipare al de una madre, pero sabemos que no todo siempre es como nos lo pintan.
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xiste una percepción casi sagrada de las madres; nos dan la vida, se sacrifican por nosotros y ofrecen el amor más incondicional. Pero lo cierto es que no todas las madres son tan amorosas y no siempre existen buenas relaciones; sin embargo, hay cierto tabú en hablar de que uno tiene una mala madre y para algunas personas puede que surja la pregunta ¿estoy obligado a amarla? Es nuestra primera cuidadora y nuestro primer modelo a seguir; cuando somos niños, vemos en nuestra madre una imagen de perfección y eventualmente nos damos cuenta de que no son infalibles. Pero en ocasiones, esta percepción queda muy dañada y es posible que la fase de distanciamiento por la que una relación madre-hijo puede pasar, se convierta en algo permanente. Podemos pensar dentro de nosotros que tuvimos una mala madre, pero admitirlo nos coloca en una posición de conflicto que no estamos dispuestos a enfrentar. Encontramos excusas y justificaciones para palabras y acciones que nos hicieron daño. Y es que a pesar de las emociones negativas que podamos tener hacia ella, sigue siendo nuestra madre, y hay cierto sentido de obligación. También es posible que no nos demos cuenta de que nunca tuvimos una buena relación, hasta mu-
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cho tiempo después y a la distancia. Que mamá sea el tipo de persona con el que de otra forma no tendríamos ningún vínculo. Se supone que madres e hijas desarrollan un vínculo natural. Que a pesar de algunos baches, logran establecer cierta complicidad y entendimiento con el paso de los años. Pero hay casos en los que simplemente no es así. Es difícil admitir que a uno no le agrada su madre. E incluso cuando se trata de un sentimiento válido, decirlo en voz alta parece un crimen. Sin embargo, cuando las relaciones son dolorosas, es fundamental aprender a tomar distancia. Es probable que surjan sentimientos de culpa y que exista una vaga esperanza de que las cosas cambien en algún momento, pero normalmente no es así. No podemos cambiar a nuestros padres ni lo que han sido, pero ser conscientes del impacto que tuvieron en nosotros puede también ser una enseñanza y una guía incluso de lo que no queremos ser. Por difícil que sea, ser capaces de poner distancia y liberarnos de la culpa, nos ayudará a ser adultos más completos y felices.
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15 Test: ¿Quién eras en el patio del recreo? Con frecuencia decimos que todo tiempo pasado fue mejor y mientras recorremos viejas fotos o escuchamos canciones de otros tiempos, podemos recordar nuestra niñez. ¿Cómo eras en la escuela? ¿Qué tipo de estudiante fuiste? Si no lo recuerdas, este test te puede ayudar. ¿Cuál era tu materia favorita / en cuál te iba mejor?
¿Cómo crees que te veían tus profesores?
a) Matemáticas
a) Era el alumno favorito.
b) Arte
b) Era un poco distraído.
c) Educación física
c) Era muy inquieto.
d) Ninguna
d) Como un alumno problemático.
¿Dónde te solías sentar?
¿Qué hacías a la hora del recreo?
a) Hasta adelante.
a) Jugar futbol o algún otro deporte.
b) Hasta atrás.
b) Planear o hacer travesuras.
c) En medio.
c) Platicar con mis amigos.
d) Nos asignaban lugares.
¿Qué es lo que más te gustaba de la escuela?
¿Dónde te gustaba más estar?
a) Las excursiones.
a) En interiores.
b) Aprender cosas nuevas.
b) En exteriores.
c) Nada en realidad. d) Las actividades extraescolares (música, danza, teatro).
¿Qué tal eran tus calificaciones? a) Muy buenas, era de los más aplicados. b) Normales ni tan malas, ni tan buenas. c) Muy malas.
Soñador / Artista Tenías una imaginación sumamente activa y es probable que te costara concentrarte. Quizá no tuviste muy buenas calificaciones porque había demasiadas ideas e historias flotando en tu mente.
Aventurero / Deportista No sabías estarte quieto; y disfrutabas salir a explorar, subirte a los árboles y jugar en el pasto.Volvías loca a tu mamá cuando llegabas con la ropa llena de lodo o rota.
Revisa qué color predomina en tus respuestas para obtener tu resultado.
Estudioso Quizá formaste parte de la escolta. La escuela se te daba bien. Disfrutas aprender y siempre te ha gustado enfrentar retos para demostrar lo que puedes lograr.
Rebelde Siempre te ha gustado crear tu propio camino, eras inquieto y te gustaba cuestionar todo. Probablemente te pasaste mucho tiempo castigado porque querías ver qué tan lejos podías llegar.
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