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“Lo hago después” ¿Por qué procrastinamos?
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a procrastinación es una de las manifestaciones más comunes del miedo al fracaso. Encontramos justificaciones para no tener tiempo, nos decimos “lo haré después” pero en el camino se interponen un montón de “pendientes” que tal vez no sean tan importantes o actividades no previstas, para cuando nos damos cuenta, hemos gastado mucho tiempo y no hicimos lo que dijimos que haríamos.
La zona de confort es eso a lo que estamos acostumbradas, son los límites que nos hemos establecido, aquello en lo que nos sentimos confiadas y seguras; es una especie de refugio, el problema es que también estamos atrapadas ahí, dejando pasar oportunidades, ideas o relaciones que podrían cambiar nuestra vida. Y es que una de las formas más simples para “evitar fracasar” es no hacer las cosas. No importa si tu objetivo es bajar de peso, hacer remodelaciones en tu casa, iniciar un negocio o escribir una novela; encontrar pretextos para evitar hacerlo es muy sencillo y es que más allá de qué es lo que estamos postergando, hay una razón principal por la que procrastinamos: tomar acción implicará un sacrificio y el riesgo de sufrir. Quizá tengamos miedo a perder el control; las cosas no siempre salen de la forma en que deseamos y estas expectativas son más difíciles de cumplir cuando hay otros involucrados, por lo que este puede ser un factor para sentirnos dudosas ante lo que hay que hacer. Otra razón es no sentirnos a la altura de las circunstancias; especialmente cuando nos enfrentamos a proyectos que parecen muy grandes, de pronto nos sentimos
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abrumadas y nos puede parecer una carga muy pesada. Quizá no tengamos suficiente confianza en nosotras mismas y tememos no poder cumplir con el objetivo, por lo que decidimos postergar. También existe el miedo a alcanzar el éxito. A veces se nos olvida que el éxito también puede ser aterrador, pues se trata de algo desconocido. Pero para algunas personas, este temor llega a ser paralizante; cuando se aproximan a la meta se comienzan a sabotear y procrastinan aquellas cosas que saben que les ayudarán a lograr lo que desean. El temor de no saber cómo lidiar con el éxito o de vernos transformadas, puede ser suficiente para que dejemos las cosas para después. Sin embargo, procrastinar no es igual para todas; hay para quienes la adrenalina de las fechas límite resulta una motivación y logran trabajar mejor bajo presión. Sin embargo, incluso en estos casos, es importante asegurarnos de que el estrés no nos consuma.
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6 Los viejos hábitos mueren difícilmente… ¿o no mueren?
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or fin lo has conseguido, exitosamente has logrado programarte para convertir en hábito aquello que te propusiste al iniciar el año. Has hecho ejercicio, tienes una alimentación saludable y llevas dos meses sin fumar, pero entonces, algo ocurre. Te encuentras en medio de una charla con tus amigas, estás muy a gusto y antes de que te des cuenta ya estás fumando. Pero qué paso contigo, ¿no te habías deshecho ya de ese hábito? Un estudio realizado por Ann Graybiel, neurocientífica y profesora en MIT, encontró una de las razones por las que nos cuesta tanto trabajo cambiar de hábitos. Y es que, aunque los viejos hábitos parezcan desterrados, lo cierto es que aún se encuentran almacenados en lo más profundo de nuestro cerebro, y con el impulso necesario, pueden regresar fácilmente. Los ganglios basales son una región del cerebro que está relacionada principalmente con los movimientos que realizamos de forma rutinaria e inconsciente. El estudio de Graybiel señala además, que esta área también puede estar relacionada al humor, al aprendizaje y la formación de hábitos. La repetición hace que estas acciones queden grabadas de forma inconsciente y se crea un hábito. Y dado que también está vinculado al humor, la repetición de las circunstancias, puede reactivarlo. Nuestro cerebro almacena nuestros viejos hábitos en caso de que sea necesario retomarlos en algún momento. El problema es que no sabe distinguir los hábitos positivos de los negativos. Vencer los viejos hábitos no es cosa sencilla, pues realmente nunca desaparecen, sólo están adormecidos esperando que den las condiciones para que salgan a la luz. Lo importante es ser consciente de qué aspectos del entorno pueden impulsarnos a retomarlos, para así tener cuidado de no volver a caer en ellos.
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8 La intuición femenina No se trata de una cuestión sobrenatural, tiene que ver más con nuestra naturaleza.
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as mamás siempre saben todo, saben explicar mejor que tú lo que te pasa, cómo te sientes sin que se los digas, identifican qué amigos son los más confiables y hasta parece que pueden leer tu mente. Tal vez sea parte de su poder especial como mujeres, una cualidad casi mágica que pueden utilizar no sólo sobre los hijos, sino sobre todos los que la rodean. Es una capacidad ancestral para entender el pensamiento, las emociones y lo que ocurre en su entorno: la intuición femenina. Seguramente haz escuchado este término alguna vez. Se dice que las mujeres van por la vida dejando a los hombres perplejos ante su capacidad para ver, escuchar y sentir cosas de las que ellos no se dan cuenta. Muchos lo ven como un poder especial, pero esta extraordinaria capacidad no tiene que ver con magia, sino con la naturaleza misma del sexo femenino. Hombres y mujeres vemos el mundo de forma diferente y es en la forma de percibir donde radica la diferencia. Un tacto más sensible, una mejor capacidad de escuchar, un olfato más agudo, las mujeres suelen tener los sentidos más desarrollados, incluso tienen una vista más periférica, los hombres
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ven mejor en profundidad de campo. Las mujeres también son socialmente más despiertas, tienen una mayor capacidad de empatía y una mejor capacidad para descifrar el lenguaje corporal. Gracias a esta forma de percibir el mundo tenemos más recursos a los que recurrir cuando se trata de intuir algo. Recuerda que la intuición implica estar abierta, aunque sea de forma inconsciente, ante lo que ocurre en nuestro entorno. No nos damos cuenta de que acudimos a una mayor riqueza de recursos para hacer nuestras inferencias, pero eso hace que nuestra intuición parezca casi sobrenatural. En efecto, tenemos una mejor intuición que los hombres sobretodo en el aspecto emocional. Tal vez sea una cuestión evolutiva, la mayoría de las mujeres efectivamente somos más intuitivas, pero al final se trata de una habilidad que cualquiera puede desarrollar.
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“Siempre fallo cuando estoy a punto de lograrlo”
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res capaz, eres talentosa y lo sabes. Has trabajado para lograr tus sueños, pero parece que cada que estás a punto de lograrlo, algo extraño ocurre dentro de ti y comienzas a cometer errores, dejas de prestarle atención a las cosas o simplemente renuncias. ¿Es autosabotaje? Tal vez, pero no sólo es eso.
Tenemos mucha energía al comenzar, pero conforme vamos acercándonos a la meta, hay algo que nos hace dudar, toma control y casi sin darnos cuenta, nos saboteamos. Una voz nos detiene de dar ese gran salto, te hace dejar pasar todas esas grandes oportunidades. Es el temor al éxito, pero ¿no suena ilógico? ¿Qué acaso no todos deseamos lograr nuestras metas? Estamos viendo el peligro de lograr lo que queremos y es que en algún punto de nuestra niñez hicimos una conexión negativa entre lo que queremos y lo que pasaría cuando lo consigamos. Una voz –que generalmente proviene de la infancia– nos dice que es pésima idea lograr el éxito y es importante hacer el esfuerzo de escuchar a esa voz para darnos cuenta de dónde sacamos la idea de que el éxito era malo; pues es precisamente eso que no sabemos lo que nos lastima. Tememos que al lograr el éxito “estaremos solas”, dudamos en seguir porque “es una meta estúpida”, creemos que “haremos a otras personas infelices” o “no queremos ser egoístas”.
Quizá tus padres tomaban control sobre tus triunfos como si fueran suyos y una parte de ti se rehúsa a triunfar para impedir que lo sigan haciendo. Quizá existen muchos antecedentes de fracaso en tu familia y eso te hace pensar que lograr el éxito, sería menospreciarlos o minimizarlos. Probablemente te hayas encontrado con gente envidiosa y has aprendido que la atención positiva solo provoca resentimientos, y prefieres evitarlo. Son mensajes que vienen desde la niñez y aunque pensemos que es algo que hemos dejado atrás, lo cierto es que son esos primeros impulsos que aprendimos de niñas los que se manifiestan, especialmente cuando nos estresamos o sentimos temor. Por eso al estar delante de la meta, nos echamos parar atrás, como una medida de autopreservación, pues percibimos los peligros del éxito. Darnos cuenta de la fuente de nuestro miedo al éxito es el primer paso para superarlo. Saberlo es la mitad de la solución y es necesario aprender a liberarse de esas ataduras. No es fácil y no podemos cambiar el pasado, pero sanar será el primer paso para combatir el autosabotaje y perdonar es una de las claves.
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12 Auto-persuasión a través de un tercero
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l otro día fui a visitar a mi madre, una doctora retirada que a pesar de ya no ejercer, sigue dando consejos de salud a cualquiera que se pare enfrente –lo pida o no– así que después de saludarnos y la correspondiente charla sobre cómo ha ido mi vida, me empezó a cuestionar sobre mis terribles hábitos de alimentación y sobretodo, mi necesidad incontrolable de fumar. Es evidente que a nadie le gusta que le digan lo que tiene o no que hacer y cuando mi madre empieza a decirme que deje el cigarro, no puedo evitar ponerme a la defensiva y ensordecer ante sus argumentos. Una parte de mí sabe que mi mamá tiene razón y que debería dejar el cigarro, pero supongo que en parte es naturaleza humana. Nos resistimos a modificar nuestras actitudes y pensamientos sólo porque alguien más nos lo dice y por más que los argumentos sean válidos, no resultan relevantes para nosotros y los desechamos. En 1954, Irving Janis y Bert King, realizaron un experimento que puede plantear una alternativa ante esta situación. Si no permitimos que otros nos con-
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venzan de aquello que debemos cambiar, tal vez deberíamos intentar convencer a otros de hacer lo que queremos lograr nosotros mismos. El estudio realizado por Janis y King encontró que cuando cambiamos de rol, y en lugar de recibir las explicaciones, las damos, es más fácil que cambiemos nuestro punto de vista. Al intentar convencer a otro, buscamos los argumentos que sean más relevantes para nosotros mismos, por lo que es más sencillo que cambiemos de parecer. Si queremos cambiar algo de nosotras mismas, tal vez esta sea una buena alternativa. ¿Quieres dejar el cigarro? ¿Quieres hacer ejercicio? ¿Sentirte más segura de ti misma? Plantea esto a un tercero, explícale por qué sería conveniente hacer cualquiera de estas cosas y de paso, convéncete a ti misma. Nadie sabe mejor que tú los argumentos que te convencerán de seguir ese cambio.
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15 Test: ¿qué tanto postergas tus sueños? ¿Tienes muchos proyectos inconclusos? ¿Nunca tienes tiempo para dedicarte a lo que quieres o tienes que hacer? Descubre si procrastinar está impidiendo que logres tus sueños y en qué grado. No lo dejes para después, haz el test ahora. Califica en una escala del 0 al 3 qué tanto te identificas con las siguientes frases y suma tus puntos al final. (0) Nada (1) Algo (2) Mucho. 1. Tengo responsabilidades que no estoy cumpliendo. 2. Tengo planes que se quedan sólo en mi cabeza. 3. Hago a un lado las prioridades incómodas. 4. Me digo que puedo empezar las cosas después. 5. Empiezo cosas y no las termino. 6. Tengo el hábito de llegar tarde. 7. Encuentro formas de extender los plazos y explicar los retrasos. 8. No me gusta tomar decisiones difíciles 9. Cuando no me siento segura, evito la situación. 10. Evito aquello que me frustra. 11. Mi pesimismo causa retrasos. 12. Mis emociones afectan lo que hago. 13. Mis dudas y miedos inhiben mis acciones.
Entre más se acerque tu resultado a 26 más estás procrastinando. Identifica qué tipo de procrastinación se acerca más a tu comportamiento: temor a tomar decisiones o por evitar los conflictos. Encuentra esos puntos en los que estás dejando las cosas para después y trabaja sobre ellos. Puedes realizar el test periódicamente para ver tu evolución.
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