MEMORIA HISTORIETAS NACIONALES I SUPLEMENTO SEMANAL DE AVENTURAS I REPORTE NACIONAL I TÉLAM
AÑO 3 I NÚMERO 121 I SÁBADO 29 DE MARZO DE 2014
LA HISTORIETA COMO DEMONIO
POLENTA CON PAJARITOS
EL TOMI
H
ace unos días, allá en París, entre merecidos homenajes, dijo Quino: “Yo quería ser Picasso”, y supongo que utilizó ese tono de humildad borgesiana al que suelen recurrir cada vez con más frecuencia los intelectuales argentinos a determinada etapa de sus vidas. Nadie puede cuestionar a Quino por sus dichos, pero sí –inevitablemente– sumarlo a una galería de frases de muchos dibujantes y guionistas que han pasado por la historieta nacional con más o menos suerte ¿Falsa modestia? No es esa la cuestión de fondo, sino ¿qué vieron en este oficio para concluir, después de un largo tiempo de trabajo, que la historieta no es un sueño último, sino un escalón inferior de algo más grande que resulta imposible? Incluso, hasta aquellos que descubrieron el oro de este arte, cuando dicen o dijeron que ya no leen ni hacen historieta ¿qué están diciendo? ¿qué imposibilidad encontraron en el camino para que un día digan que hay otros caminos mejores, pero sólo se alcanzó éste? Cuando uno recuerda a Oesterheld pasando sus guiones a novelas ¿qué estaba negando? ¿a qué demonio imposible le escapaba? A lo largo de la historia de la historieta nacional los grandes han señalado que existe un paraíso y que no es precisamente la historieta: la pintura sí lo es, la literatura, el cine, el teatro, la fotografía, etc. La historieta, parecen advertirnos, no es un sitio para llegar, sino un lugar de paso, un hotel a donde el viajero cansado y aburrido acepta quedarse. Dicho de otro modo: “Es lo que hay”. Una suerte de desesperanza que para algunos es un axioma: la historieta no hace a sus hombres (lectores y creadores) seres completos. Es decir, con la historieta no se alcanza a Ser. Ser Quino es menos que ser Picasso, ser Sampayo es menos que ser Chandler, ser Oesterheld es menos que ser Stevenson, ser Pratt es menos que ser Salgari. Y ser lector de historieta es menos que ser lector de otras artes. Eso dicen o quieren decir. Y aunque se pueda discutir este enfoque, la pregunta que deberíamos hacernos es ¿qué hay en la historieta para que los historietistas no se sientan completos? Tal vez debamos entender de una vez que este arte está hecho de un material misteriosamente imposible (como el Hombre) y que esa desesperanza siempre presente lo hace el arte más humano de todos. Porque desde el principio, desde un pequeño rincón de los diarios amarillos, supo reírse de lo que otros se tomaban en serio: de la carrera del arte, de la carrera insignificante del artista, en fin, de la inútil representación de la realidad. La historieta es el único medio que supo y sabe que Ser es un estado incómodo. Pero ojo, no confundir con la risa amarga de los derrotados, ni con el veneno de los inconformistas. Es la risa de los que comprenden, como bien dijo el poeta Enrique Molina, que en la vida, los únicos que están vivos son los que sienten “el demonio de la insatisfacción permanente”. Y para eso no hay exorcismo posible.
Lautaro Ortiz