IDENTIDAD HISTORIETAS NACIONALES I SUPLEMENTO SEMANAL DE AVENTURAS I REPORTE NACIONAL I TÉLAM
AÑO 3 I NÚMERO 148 I SÁBADO 4 DE OCTUBRE DE 2014
CÓMO DIABLOS SE LLEGA A NUEVA YORK esde que dejé de desear ir a Disney o comprendí que mis padres nunca reunirían el dinero para hacer ese viaje (aproximadamente a los 4 años), pasé el resto de mi vida repudiando las costumbres yanquis. Las presiones sociales, los mandatos y los deseos consumistas son irresistiblemente violentos para una mente infantil. Ya de grande, me dediqué a reprobar casi todos los aspectos político culturales del continente de arriba. Tuve la suerte de trabajar desde muy joven en un importante diario de consulta internacional donde ridiculicé su cine, su Jazz, sus novelas negras, a King Kong, a Edith Wharton, a Emily Dickinson y a los inmundos macarrones con queso. Luego conseguí la contratapa de un diario más importante aun, dedicado a un público tan absurdamente intelectual que no podía advertir que yo no lo era. Allí me burlé de sus guerras, de sus novelas de guerra, de su espíritu de guerra, de su presidente, de Superman y hasta del mismísimo Elvis. También me mofé de sus escritores beat y de sus películas acerca de la libertad. Vaya fastidio me he cargado con El color púrpura, alguien debería informarles que no solo los derechos de Whoopi Goldberg, Danny Glover y Oprah Winfrey merecen ser respetados, tampoco estaría de más decirles a éstos tres cuánto mejor lucían antes de que Hollywood los disfrazara. En algún momento que no puedo precisar, fui despedido de aquel fascinante trabajo de crítico, básicamente porque se me había contratado como columnista y no como crítico. En el fondo creo que nunca lograron desentrañar mis burlas, solo digamos que algo los incomodaba y les sacaba las ganas de ir a Disney, sin exagerar podría decir que ésa fue la explicación que me dieron junto a un generoso cheque. Tan rápido me fui que ni siquiera pude sacar la foto de Salinger de mi box, tan buen mozo se lo veía en ese retrato, su cara alargada y ese intento por estirar siempre un poco la barbilla, yo mismo lo ensayo cuando poso para una foto, dicen que me parezco, ¿qué me voy a parecer?, si tenía una pinta bárbara Salinger. Ya sin dinero, no tuve más remedio que aceptar trabajar para una editorial como traductor y corrector, también era el tipo que preparaba café y apagaba las máquinas antes de salir. Al principio me sentí agobiado, ese empleo no me estimulaba (supongo que habrán advertido que la palabra “empleo” es un resabio que arrastro desde aquellas épocas). Desesperado y fumando más que Columbo, allí descubrí un placer casi exquisito. Ya mencioné que tengo facilidad de criticar sin que la gente lo note, y parece que también tengo un encanto innato para realizar traducciones bufonescas que la gente consume. No dormía pensando cómo iba a arruinar a Fitzgerald o a Henry James. Hasta me inventé un seudónimo por si en algún momento me aburría de esa tarea. El nombre que aparecía debajo del recuadro junto al ISBN era: Cindy Sandoval. No pueden negar que es extraordinario, con ese nombre habrá de traducir muy bien pensaba la gente estúpida, pues no. De ahora en más cada vez que lean:”…es que se va de mi casa a las 5 o a las 6 de la mañana, sin dejar siquiera una carta, llevándose todo lo que pudo coger con sus puercas manos…”sepan que no es Salinger quien les habla, ni siquiera Cindy Sandoval, es un niño al cual sus padres nunca llevaron a Disney.
POLENTA CON PAJARITOS
EL TOMI
D
Clara Rodríguez y Lautaro Ortiz