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IDENTIDAD HISTORIETAS NACIONALES I SUPLEMENTO SEMANAL DE AVENTURAS I REPORTE NACIONAL I TÉLAM

AÑO 3 I NÚMERO 150 I SÁBADO 18 DE OCTUBRE DE 2014

SATELITE CRAVAN ientras presenciaba por internet el lanzamiento del Arsat-1, despegó de mi plataforma cerebral –con el mismo ruido que se escuchaba en la lejana base Kourou–, una de las tantas frases premonitorias que supo concebir un tal Arthur, no el joven y desaforado que se fue a África, sino el grandote y melancólico Cravan que quiso (pero no pudo) llegar a Buenos Aires: “El pasado ha mugido como un buey”. La nave nacional subía por los cielos pixelados de la Guyana francesa y frente a la pantalla yo volvía una y otra vez sobre esa cita memorial, esa visión o destello que supo ver/oír aquel provocador más que poeta, aquel luchador más que boxeador, ese pintoresco musculoso de las vanguardia parisina del siglo XX. Y así, al tiempo que el periodista enumeraba las cifras de la energía que insumió el cohete Ariane 5 para el despegue, manotee de la biblioteca la antología de Cravan llamada “Maintenant”, conjunto de escritos que publicó en la revista del mismo nombre (entre 1912 y 1915), pasquín que editaba él mismo y a través de la cual había querido hacerse un nombre entre tantos nombres, a fuerza de puteadas y escándalos. Miré sus fotos. Leí los epígrafes: “El poeta coloso”. Y a continuación sus hazañas eran relatadas por luminarias de la época. La obra de este precursor del Dadaísmo, tal como lo etiquetó Blaise Cendrars (que además le dedicó un par de mentiras para agrandar el mito), se resume a un puñado de textos casi publicitarios junto con algún que otro acierto como el llamado “Notas”, último escrito de Cravan antes de embarcarse literalmente en una nave construida por su propias manos para reunirse con el amor de su vida: la poeta Mina Loy que lo esperaba en Buenos Aires tejiendo escarpines. Media hora después, cuando el cohete se inyectó en la órbita elíptica, aquel acierto sobre el mugido del pasado me reafirmaba estar en presencia y contacto con el futuro. Y me dejé llevar: a través de la pantalla luminosa vi esa luz que estallaba a miles de kilómetros, vi esa fuerza inaudita (según el periodista), mientras el cohete y su mochila Arsat entraban en tiempos desconocidos e imposibles. El futuro ante mis ojos y a mi lado las andanzas personales de un hombre del pasado. Dicen que se embarcó en el Golfo de México para reunirse con su Mina, pero que nunca llegó, que un mar de tiburones tragó todo su deseo, que ella siguió buscándolo por mar y tierra, que jamás lo dio por muerto: “Esposo/ cuán secretamente me engañas con la muerte”, escribió hasta que no pudo más. El periodista informaba que una vez que la nave alcanzara la posición orbital 81° miles de personas podrían disfrutar de sus rayos invisibles, que las imágenes rebotarían por todas las casas, por todos los televisores, que el futuro estaría más cerca. Apagué la computadora. Por alguna razón la simple vida de Cravan, esa vida satélite de las vanguardias me iluminaba la cara. Pienso que no necesito saberlo todo, ni haberlo visto todo, de cualquier manera la imagen de una cangura pariendo no me lleva a Australia, el hambre de información me es ajeno a veces. Una pequeña historia hecha íntegramente de pasado, capaz de repetirse hasta el infinito, apesta y se parece a un buey bramando. Vuelve permanentemente, inventa recuerdos, cuenta que dicen que un día pasó. ¿Cómo muge un buey en el futuro? El corazón descubre y la cabeza solo inventa, ya lo dijo Cravan. Clara Rodríguez y Lautaro Ortiz

POLENTA CON PAJARITOS

EL TOMI

M


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