ESPECIAL CARNAVAL
HISTORIETAS NACIONALES I SUPLEMENTO SEMANAL DE AVENTURAS I REPORTE NACIONAL I TÉLAM
AÑO 5 I NÚMERO 220 I SÁBADO 27 DE FEBRERO DE 2016
TAPA: JUAN SOTO
¿QUIÉN QUIERE MATAR A VERNE?
E
l día 9 de marzo de 1886 no ha sido una fecha rigurosamente valorada. Por la tarde y con lluvia del este, el joven Gastón entró corriendo al despacho de su famoso tío y, sin mediar palabra, sacó ante sus narices el revólver para gatillarlo dos veces: una bala dio en el marco de la ventana, la otra en el pie izquierdo del anciano. El adolescente odiaba a aquel hombre por un motivo más que razonable: el éxito de sus aventuras sobre valerosos burgueses en un mundo pujante y científico, había despertado en el seno familiar un espíritu rencoroso, insoportable: Tenés que viajar, Gastón, si querés ser un hombre; tenés que moverte; No podés estar todo el día echado sin hacer nada. Gastón no quería más que una buena cama para mirar el techo, dejarse interrumpir cada tanto por alguna mujer sin nombre, y a la hora del vermouth, ser un hombre puntual. Eso. Julio Verne, rengo desde el famoso episodio, no pudo comprender la profundidad del reclamo que le hacía su sobrino. Siempre contó lo mismo: el pibe quería plata. Y es verdad, unos cuantos billetes quería el pibe, para poder huir dignamente de una vez por todas del imperativo moral y social del París de aquellos años. Gastón jamás escribió una línea, jamás aprendió oficio alguno, no tuvo esposa, ni hijos, apenas si dejó un rastro de su existencia: a los 80 años lo arrojaron en una fosa común. Pero la historia lo recuerda de otro modo: fue el responsable de la muerte del “genial escritor”: aquella segunda bala incrustada en el pie del escriba despertó la diabetes, y ambas razones lo dejaron de tumba.Antes que Jarry, y sin pretensiones escandalosas, el silencioso Gastón fue el primer brazo armado de una nueva forma de pensar: la aventura humana es un acto necesariamente delictivo. Lautaro Ortíz