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FERNANDO LÓPEZ

CONTRATAPA

El detective menos pensado

El tiempo y los libros

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SUPLEMENTO LITERARIO TÉLAM I REPORTE NACIONAL

AÑO 5 I NÚMERO 223 I JUEVES 10 DE MARZO DE 2016

Carne viva entre fronteras

FUERA DE JUEGO, MIRADA SINGULAR QUE ROMPE ESTEREOTIPOS SOBRE EL RUGBY El deporte y lo social, entrelazados hábilmente entre la rigurosidad informativa y la riqueza narrativa, son los principales protagonistas de Fuera de juego. Crónicas sociales en la frontera del rugby (Editorial Autores de Argentina), la primera obra del periodista y comunicador social Alejandro Cánepa. Lejos de la habitual asociación del rugby con sectores de élite, la obra se adentra en barrios del

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conurbano y del interior para ponerles rostros y voces a historias de vida que corren, se esconden, se transforman o salen a escena detrás de la ovalada. “Cuenta historias reales pero sin centrarse en personajes famosos ni en equipos multicampeones. Tampoco habla en sí de perdedores ni de marginales; lo que busca es encontrar las inquietudes universales que nos atraviesan a todos”, describe el autor.

JUEVES 10 DE MARZO DE 2016

Carne viva entre fronteras OSVALDO QUIROGA

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uciana De Mello empezó a escribir cuentos sobre fronteras. A medida que avanzaba en la escritura comenzaron a surgir las historias. Los personajes fueron creciendo y de los cuentos surgió una novela, y con ella las preguntas: ¿Que es el límite? ¿Los límites geográficos son también psicológicos? ¿Qué ocurre cuando se pasa un límite sin nadie que legitime esa acción?

Mandinga de amor, publicada en la prestigiosa colección Biblioteca Breve, de Seix Barral, es una novela del límite. El límite entre el bien y el mal, el de una relación entre una niña y un adulto, el del desencuentro entre una hija y su madre. Pero también es un texto sobre cómo se aprende el amor. Y en ese sentido sabemos que el amor se aprende en los primeros vínculos, con la madre, con el padre, con los hermanos, y que después algo de toda esa construcción se reproduce en la adultez.

A la niña de Mandinga de amor el único que la mira y la contiene cuando es necesario es su tío Emilio. El padre es un ex represor al que ni siquiera le ha ido bien en su siniestra carrera. La madre es una mujer enferma, temerosa, sometida e incapaz de ubicarse en el rol de madre. La familia vive entre pensiones potrosas hasta que ocupa una casa abandonada. Y cuando esto ocurre todo va para peor.

El único que repara en el dolor de la pequeña que vive ese infierno es Emilio, lo que en nada justifica lo que ocurre entre ellos, pero como se trata de una novela, y de una excelente novela, todo se pone en signo de pregunta.

La joven que narra la historia sale al encuentro de su tío que está prófugo en algún lugar de la frontera entre Uruguay y Brasil.

Allí se habla portuñol, se venden drogas, se cambia dinero falso y se trafica con mujeres. En la frontera pasa de todo. Pero quien ahora ya no es la niña que corría a los

LUCIANA DE MELLO. MANDINGA DE AMOR SE HIZO NOVELA A PARTIR DE HISTORIAS CON FORMA DE CUENTO.

brazos de Emilio tiene que saldar una cuenta consigo misma. Su viaje es el camino que se ve compelida a recorrer para cambiar su vida. Siempre en algún momento los seres humanos emprendemos ese regreso a las raíces para poder seguir adelante. En algún punto es un viaje imprescindible para seguir avanzando. Para ella buscar a Emilio no es otra cosa que encontrarse con aquella nena perdida en la experiencia de la orfandad y rescatada, pero a un precio muy alto, por él único adulto que se preocupó por ella. ¿Se preocupó por ella? ¿O no es más que un perverso en busca de la presa más frágil? No hay indulgencia en la novela de Luciana De Mello.

La protagonista no quiere perdonar, lo que desea es comprender.

Cuando era una niña no tenía la posibilidad de razonamientos adultos. Para cualquier criatura la vida es lo que está a la vista. Lo que intuye de joven, en esa suerte de viaje iniciático, es que el amor enfermo se aprende y se desaprende. En algún momento de la vida se percibe que vivir sin límites es una de las tantas trampas que nos tiende la pulsión de muerte. Lo siniestro es la repetición. Ella no quiere ser como su madre ni quedar enredada en el incesto. Es una mujer valiente. La única que intenta construir una vida.

Mandinga de amor es también una novela sobre la madre. Una madre que no sólo no puede ver a su hija, sino que cuando tiene que entregarla lo hace sin sutileza. ¿Qué significa entregar a una hija? Quizá sea simplemente no saber mirarla. O mejor: la conducta de esa madre es mirar para otro

lado cuando esa actitud reporta un beneficio para sí misma. La madre vive en la pasividad de un matrimonio destruido y sin esperanza. No es un dato menor que su marido tenga que ver con la Marina uruguaya en los años setenta, cuando comienza la historia. Palabras como tortura o servicio se hacen visibles en el texto y retrotraen al lector a la peor época de la historia de nuestros pueblos. Lugano, Uruguay, Brasil y la Línea, el lugar adonde ella viaja y en el que las fronteras son más difusas, ponen al descubierto parte de ese universo cambiante de geografías diversas y lenguas que se amalgaman.

La protagonista de Mandinga de amor es una mujer fuerte. No actúa como una víctima, cosa que

podría hacer, sino más bien lo contrario: pone el pasado en acción y cuando se cruza –porque esta es una novela de permanentes cruces–con un cambista que opera en la frontera, la relación que establece con él es todavía el eco de otras situaciones en las que su cuerpo padeció cierto ultraje consentido, como si ella necesitara reeditar aspectos del pasado en su propio cuerpo. Aunque no lo parezca, Mandinga de amor es una novela que defiende un optimismo cauto.

Afrontar el pasado a través de la experiencia de un viaje que es también un deseo de cambio, de transformación radical, es siempre un muy buen punto de partido para pasar de página. En definitiva, somos siempre arrojados a un mundo que no elegimos. La elección viene después. Algunas personas, como es el caso de esta joven, son capaces de afirmar la propia existencia por más oscura que haya sido. Y si la madre y los diálogos que ha mantenido con la hija se reeditan una y otra vez, no es por regodearse en la imposibilidad de cambiar la historia, sino por todo lo contario: lo que ella busca es cierta epifanía que le permita construir una vida posible.

“Camino hacia la casa –escribe Luciana De Mello– con la misma incertidumbre con la que corría junto a mi padre, con un mundo agitado de la boca para adentro que no logra ordenarse nunca, corría como camino ahora mismo, llena de palabras imprecisas porque sé que al final del recorrido, aunque una crea que ya no tiene nada, siempre queda algo que se puede perder, y ese algo, ese resto mínimo se transforma entonces en la única certeza: son los restos los que nos salvan”. Es verdad, son los restos los que no salvan, que sería cómo decir que con esos mismos despojos tenemos que convivir, pero no mansamente, de manera resignada; lo central es hacer otra cosa con lo que hicieron de nosotros, construir un mundo a partir de aquello que si bien puede ser una herida abierta con la que tendremos que convivir, es también la única oportunidad para suturarla.

LA IDENTIDAD, EL EXILIO Y LA VIOLENCIA EN UN VIAJE AL FIN DE LA MEMORIA En Un viaje al fin de la memoria, la primera novela de Gastón García Marinozzi, un periodista parte en auto desde ciudad de México a Nueva York para cubrir el atentado a las Torres Gemelas, hecho que aparece desde el principio descentrado de su foco ya que la travesía ahonda en temas como la identidad, el exilio y la violencia. El autor –que ha trabajado como periodista en La Vanguardia, Letras Libres, Clarín, El

Mundo, Reforma, Milenio, entre otros– repasa para Télam un itinerario que lo llevó desde la dictadura militar argentina al exilio forzado y luego a su residencia definitiva en tierra azteca. “Y el viajero que mira para atrás/ Corre el serio peligro/ De que su sombra no quiera seguirlo”, dice Nicanor Parra (“Cartas del poeta que duerme en una silla”) en una de las frases que precede a la trama y refuerza su sentido.

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El detective menos pensado JAVIER CHIABRANDO

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n día, desatendiendo los consejos de sus amigos y de su médico, Fernando López se sentó a escribir una saga de diez novelas sobre un curioso personaje llamado Felipe Gallo que trascendería bajo el nombre de Philip Lecoq. La saga comienza con Falsa rubia con tacones (2012); le sigue Animales de la noche (también de 2012); No te rías si me muero (2013) y Todo y nada es la verdad (2015); todas publicadas por la editorial cordobesa Raíz de Dos. El quinto episodio, La suerte tiene sus planes, se editará en 2016.

A la pregunta de si la saga nace como tal o se dio a través del proceso de escritura, López responde: “Nace como saga, cuando decidí integrar a Philip a un grupo de ex convictos que forman la cooperativa Esperanza sin Muros en la ciudad de Córdoba, con la idea de hacer visibles (y queribles) a los excluidos del sistema capitalista, seres humanos como nosotros, los de clase media, con problemas similares, solo que más pobres y con una cultura diferente”.

La saga se apuntala en uno de los más evidentes aportes de la novela negra: el personaje principal (y algunos de los secundarios) evoluciona en la medida que se introduce en la realidad que investiga. Philipe vive en diez novelas (algunas todavía en etapa de creación), mientras tanto tiene diez hijos con su compañera, la Yési, que no deja de engordar y de volverse central en la vida del detective, a pesar de engaños y peleas.

Dice López: “Philip Lecoq se llama así por una ocurrencia de la Yésica Gómez, su compañera, una prostituta adolescente a quien conoce en la celda de una comisaría. Se enamoran (Felipe tiene 22 años y ella 16) y se van a vivir juntos. Como Felipe se quedó sin trabajo y no sabe hacer nada, se entusiasma con la publicidad de una escuela de detectives

FERNANDO LÓPEZ. LLEVA PUBLICADAS CUATRO DE LAS DIEZ NOVELAS QUE SE PROPUSO DE LA SAGA DE PHILIP LECOQ.

en la contratapa de una revista de comic. Con ese nombre no vas a conseguir ningún cliente, le dice la Yési, mientras desarma una silla con un destornillador Phillip y le pregunta a su tío Emilio cómo se dice gallo en francés: Lecoq, responde, como las zapatillas”.

Como siguiendo un manual de aprendizaje de la Pitman, Philip busca información sobre lo que se necesita para ser detective.

Entonces, a la manera del Quijote, recurre a la biblioteca, pero como no tiene biblioteca propia debe apelar a amigos de amigos, personajes oscuros y de recursos sospechosos. López nos cuenta este proceso: “Felipe no sabe muy bien a qué se dedica un detective pero intuye que es un oficio para ayudar a la gente, sobre todo a la gente del suburbio donde van a vivir, en una piecita que les presta Emilio. Un amigo del tío a quien llaman CQ (por Cara

Quemada), un “ave negra” que opera como intermediario entre los delincuentes, los abogados y la justicia, será su guía y mentor a lo largo de toda la saga, y será quien lo inicie en el oficio prestándole novelas policiales que Philip no terminará nunca porque no le gusta leer: apenas si terminó sexto grado”.

Ante la pregunta de si sería capaz de mencionar alguna influencia literaria concreta en la creación de tu personaje, López responde: “En realidad los modelos lejanos de Lecoq son los clásicos: Dupin, Marlowe, Mike Hammer, Miss. Marple, Maigret, Poirot, el padre Brown, Pepe Carvalho, Ellery Queen, envueltos por la bruma nocturna y acosados por el misterio que les presenta cada caso. Pero a la vez, en la saga de Philip todos los modelos fueron parodiados desde el humor, sin violencia física y desbordantes de sexo, con su pareja, con clientas ocasionales. Cuando los primeros títulos de la saga ya habían aparecido me enteré de la existencia de

Peter Pérez, el licenciado de Peralvillo, del mexicano José Martínez de la Vega, personaje cómico muy popular en los años 50 en algún sentido similar a Cantinflas, que se burlaba de lo cotidiano y revelaba cómo vivía la clase social de menores recursos”.

Fernando López es un referente importante del género negro. Es abogado y magistrado judicial retirado. Fue primer finalista del premio Planeta Argentina y Premio Casa de las Américas con la novela Arde aún sobre los años (1985); y premio Latinoamericano de Narrativa, otorgado por la Universidad de Colima, México, a la novela El mejor enemigo (1984). Además, es el organizador de Córdoba Mata, el encuentro de literatura que cada año se realiza en Córdoba. Por eso, nos da su opinión para el SLT sobre el género negro en la actualidad y su visión del futuro. “Tengo

para mí que todo crimen, y toda rebelión, derivan de la supremacía de quien tiene más poder sobre otro. Cuando la ley no alcanza o no se aplica se producen los conflictos de los que da cuenta con solvencia el género negro, conflictos que llevan al crimen, la venganza o el suicidio. Los crímenes intrafamiliares –no hay mejor ejemplo- son fiel reflejo de lo que sucede en la sociedad capitalista, y mientras esta siga reciclándose, el género tendrá asegurada la supervivencia”.

El resultado de la saga de Fernando López es una divertidísima serie de novelas cortas, donde el humor atenúa las patéticas vidas de sus héroes hasta el punto de encontrarle puntos de contactos con uno mismo. Y, además, esta saga viene a sumarse a una nueva tendencia de la novela negra, la de la continuidad de los personajes en el tiempo y en el espacio. Ante la pregunta de por qué han aparecido varios detectives (privados o de la policía) si siempre hubo pocos en la literatura argentina, López responde: “No lo sé. En la literatura argentina tenemos al Isidro Parodi de Borges y Bioy como ilustre antepasado, modelo que no generó imitaciones de los escritores coetáneos y posteriores a esa dupla.

El detective ha sido y sigue siendo un modelo extranjero, salvo algunas apariciones originales como la de ‘Hermanos y detectives’ en televisión, de Damián Szifrón, siempre parodiados con humor. Son muy originales en los últimos tiempos la Ruth Epelbaum de María Inés Krimer, y el detective Gillette de Ezequiel Dellutri. No quiero olvidarme de otros como el Echenaik de Juan Sasturain, quien dijo alguna vez que ‘hasta la Biblia se puede leer en clave policial’”.

Todo indica que los lectores auguran larga vida a Philipe Lecoq. Eso parece garantizarnos el ímpetu del autor y la frescura del personaje, que nació para instalarse en el Olimpo (palabra que seguramente Philipe ignora) de los personajes de la literatura negra y no tanto.

PUBLICARÁN LA OBRA COMPLETA DE ROBERTO BOLAÑO Y DOS TRABAJOS INÉDITOS Los 21 títulos que conforman la obra completa del escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003), uno de los autores más destacados de su generación, serán publicados en noviembre próximo para la Feria del Libro de Guadalajara.

El acuerdo alcanzado por Alfaguara con la agencia Wylie, en representación de los herederos del autor, incluye dos textos inéditos: la novela El espíritu de la ciencia ficción y un

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libro de cuentos. Bolaño mencionó la novela inédita en varias ocasiones en su correspondencia en 1980 y en 1984.

Fue un proyecto que mantuvo con vida durante bastantes años. A partir de septiembre próximo, la editorial relanzará las novelas 2666 y Los detectives salvajes y continuará con la reedición de todos los títulos en ediciones económicas bajo el sello Debolsillo, en su colección Contemporánea.

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DIRECTOR DEL SUPLEMENTO LITERARIO TÉLAM: CARLOS ALETTO

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CONTRATAPA VICENTE BATTISTA

El tiempo y los libros

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n la Edad Media los libros se consideraban piezas valiosísimas por el objeto en sí, más allá de los textos que contuvieran.

Eran auténticas obras de arte realizadas por monjes calígrafos, artistas anónimos que en la soledad y el silencio de sus claustros copiaban a mano e iluminaban, letra a letra, la Biblia de Jerónimo o El Libro de las Horas. Para ello recurrían al complejo alfabetismo medieval: palabras encadenadas entre sí, sin espacios de separación, no existían las mayúsculas y minúsculas, tampoco los signos de puntuación. El abad alemán Johannes Trithemius en una carta que en 1492 le enviara a Gerlach, Abad de Deutz, elogiaba a los escribas y aseguraba que la copia de textos era una práctica esencial para la disciplina monástica, ya que la transcripción posibilitaba que el monje contemplara con mayor profundidad el contenido y tuviera una mejor comprensión del mismo. Pese a haber sido contemporáneo de Gutenberg, Trithemius no se conmovió con la aparición de la imprenta, por el contrario, insistía con que los copistas persistieran en su tarea, aseguraba que los libros impresos en papel tenían corta vida, la fragilidad del papel la hacía corta, en cambio, la obra del escriba realizada en pergamino perduraría en el tiempo. Sólo las familias de gran fortu-

na podían adquirir estos libros, de los que no poseían más que cinco o seis ejemplares. Felipe II, El Atrevido, duque de Borgoña, se jactaba de tener la mayor biblioteca de su época, la misma no llegaba a sumar seiscientos títulos.

Gutenberg y su imprenta de tipos móviles de algún modo cambiarían esos guarismos. En La revolución del libro, Robert Escarpit da cuenta de la rápida evolución que tuvo este nuevo modo de imprimir: “Surgido en Maguncia en 1454, el libro impreso llegó a Roma en 1464, a París en 1470, a Valencia en 1474 y a Londres en 1476. Algunos autores calculan en veinte millones el número de incunables, es decir, de libros impresos entre 1450 y 1500 en una Europa que tenía menos de cien millones de habitantes, la mayor parte de ellos analfabetos”. No obstante, no había mucho para celebrar, en aquella época los libros estaban destinados a nutrir bibliotecas y universidades. A mediados del siglo XVI el tiraje se reducía a un máximo de mil ejemplares por título. Un siglo más tarde las cifras continuaban siendo magras: entre dos y tres mil ejemplares. Voltaire decía que podían calcularse cincuenta lectores para un libro serio y quinientos para un libro agrada-

ble. Entre 1800 y 1820 la prensa metálica, la prensa de rodillos y de papel, y la prensa mecánica de vapor revolucionarían las técnicas de impresión: la misma cantidad de páginas que requerían un largo día de trabajo ahora demandaban menos de una hora. Este será el comienzo de las grandes tiradas.

Según informa Martyn Lyons en Historia de la lectura, entre 1816 y 1850 de las Fábulas de La Fontaine se hicieron doscientas cuarenta ediciones con setecientas mil copias. Walter Scott supo de tiradas de diez mil ejemplares para sus novelas. En 1935 la editorial Penguin Book, de Inglaterra, puso en marcha su colección de libros de bolsillo y consiguió que los tirajes se multiplicaran sin descanso: Cumbres borrascosas, de Emyle Brontë, con un millón y medio de ejemplares fue el libro más vendido, le seguían las novelas de Agatha Christie y de Erle Stanley Gardner; el concepto de “best seller” comenzaba a conocerse en el mundo. Para no irnos del Reino Unido, acudiremos a dos autoras, súbditas de su majestad, beneficiadas con las mieles de las superventas: J.K. Rowling y E.L.James.

J.K.Rowling optó por una saga novelística, dirigida a niños y adolescentes, en la que ponía en movimiento a Harry Potter, un joven aprendiz de mago, discípulo del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Las aventuras y

desventuras del niño mágico sedujeron a los lectores del mundo entero. Los siete títulos que hasta hoy componen la saga han vendido más de cuatrocientos cincuenta millones de ejemplares en todo el planeta. En solo cinco años, aquella joven madre divorciada que vivía del subsidio que le entregaba el gobierno se convirtió en una de las mujeres más ricas del planeta. La revista Forbes señaló que es la primera persona en ganar mil millones de dólares solo por escribir novelas. Según el diario The Times sus entradas superan las de la propia reina de Inglaterra.

“La Pottermanía –supo decir el escritor cubano Lisandro Otero– se ha convertido en un negocio tan importante como los yacimientos petroleros de Kuwait.”

E.L.James no goza de tanta suerte, aunque no tiene de qué quejarse. Pergeñó una saga de novelas supuestamente eróticas que tienen por protagonistas a la joven estudiante Anastasia Steele y al también joven y acaudalado empresario Christian Grey. J.K.Rowling posó sus ojos en los adolescentes, E.L.James eligió dirigirse a las señoras de más de cuarenta años, aunque numerosas y desorientadas jovencitas también se interesaron por el texto. El resul-

tado es una ridícula saga de novelas eróticas que acaso lleguen a inquietar a las piadosas alumnas de algún colegio parroquial. La serie ha vendido treinta y un millón de ejemplares en todo el mundo, lejos de las ventas de su compatriota J.K.Rowling, pero muy respetable, teniendo en cuenta la pobre calidad de su escritura. Como Harry Potter, las sombras de Grey fueron llevadas al cine, la película es tan mala como la novela.

Víctor Hugo, uno de los autores más populares del siglo XIX, dejó a su muerte un legado estimado en cuatro millones de francos, apenas un vuelto si se lo compara con los miles de millones recaudados por J.K.Rowling y por E.L.James. Aquellos anónimos monjes que en la soledad de sus conventos copiaban textos sagrados y profanos, jamás llegaron a pensar que los libros llegarían a ser tan enorme fuente de riquezas, aunque no en todos los casos: Emilio Salgari, que bien puede ubicarse en la categoría de bestseller, se suicidó por vivir en la miseria; la carta que dejó a sus editores es harto elocuente: “A ustedes que se han enriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en una continua semi miseria o más aún, sólo les pido que, en compensación por las ganancias que les he proporcionado, paguen los gastos de mi entierro.

Los saludo rompiendo la pluma”.