El arte de tener siempre razon

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Arthur Schopenhauer EL AR TE DE TENER

SIEMPRE RAZÓN


No es necesario violentar la naturaleza, sino persuadirla. Epicuro


Ín­di­ce

Sobre esta Colección . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Introducción Biología e historia de la discusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tránsito del amor por la verdad al interés por la apariencia . Una respuesta ante la situación del mundo . . . . . . . . . . . El rol de la estrategia en la práctica . . . . . . . . . . . . . . . . .

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El arte de tener (siempre) razón de Arthur Schopenhauer (texto comentado) Parte teórica Reflexiones preliminares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 Las bases de toda dialéctica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57 Parte práctica ESTRATAGEMA 1 – Exageración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 ESTRATAGEMA 2 – Refutación por homonimia . . . . . . . . . . . 67 ESTRATAGEMA 3 – Generalización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 ESTRATAGEMA 4 – Premisas escalonadas . . . . . . . . . . . . . . . . 75 ESTRATAGEMA 5 – Usando premisas falsas y siguiendo su juego . 77 ESTRATAGEMA 6 – Presentación encubierta . . . . . . . . . . . . . . 79 ESTRATAGEMA 7 – Preguntar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 ESTRATAGEMA 8 – Provocar cólera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83 ESTRATAGEMA 9 – Desorden . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 ESTRATAGEMA 10 – Confundir por el contrario . . . . . . . . . . 89 ESTRATAGEMA 11 – Inducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 ESTRATAGEMA 12 – Conceptualizar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93


ESTRATAGEMA 13 – Comparación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 14 – Concluir en forma anticipada . . . . . . . ESTRATAGEMA 15 – Falsa demostración . . . . . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 16 – Incomodo por la contradicción . . . . . . ESTRATAGEMA 17 – Salvarse usando detalles sutiles . . . . . . . ESTRATAGEMA 18 – Distracción con señuelo . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 19 – Refutación general . . . . . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 20 – Deducción rápida . . . . . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 21 – Victoria sofística . . . . . . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 22 – Negación del argumento rival . . . . . . . ESTRATAGEMA 23 – Inducir a la generalización . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 24 – Abuso de la deducción . . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 25 – Contraejemplo refutador . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 26 – Dar vuelta su argumento . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 27 – Recurso irritante . . . . . . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 28 – Apelar al auditorio . . . . . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 29 – Desviación ante la derrota . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 30 – Apelar a autoridades . . . . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 31 – Apelar a la incomprensión . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 32 – Relación detestable . . . . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 33 – Salto de la teoría a la práctica . . . . . . . . ESTRATAGEMA 34 – Aprovechar la huida . . . . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 35 – El rival contra sí mismo . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 36 – Aturdir con palabras . . . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 37 – Refutar la prueba . . . . . . . . . . . . . . . . . ESTRATAGEMA 38 – Ataque directo a la persona . . . . . . . . .

. 97 . 99 101 103 105 108 109 111 113 115 117 119 121 123 125 127 129 133 141 143 145 147 149 153 157 159

Apéndice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163 Glosario general de términos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167 Cronología de Arthur Schopenhauer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171 Bi­blio­gra­fía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177


sobre esta colección

Descubriendo lo práctico de la sabiduría El hombre se escribe a sí mismo, su libro es un compromiso con el otro. Edmond Jabes

Es cierto que un descubrimiento puede ser algo fortuito, es decir, podemos hacer un descubrimiento por casualidad. Este hallazgo, en forma de descubrimiento, irrumpe y nos sorprende: estamos mirando un paisaje y por casualidad descubrimos un camino que nos lleva hacia un lago que desconocíamos; buscando un objeto perdido, descubrimos que otro -que tenemos a mano- puede adaptarse para lograr la misma función que el primero... Esta es una forma de interpretar el descubrimiento: como sorpresa, como hallazgo inesperado. Pero podemos pensar en otra forma de considerar el descubrimiento. En el contexto de esta colección, cuando hablo de “descubrir” me refiero a un acto distinto. Me gustaría pensar que cuando des-cubro algo, lo develo. Develar es quitar un velo que cubre una cosa y me impide verla desde otra perspectiva. De esta forma, el descubrimiento sigue siendo una actividad, pero ahora también me implica como hacedor, como intérprete. Un ejemplo de esto: puedo utilizar una roca como pisa papeles, pero también me es posible interpretarla como arma o como un instrumento para generar fuego. Cada una de estas lecturas devela nuevos usos para la roca, le quitan un velo que mantenía latente una función posible de ser aprovechada y llevada a la práctica.


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Ahora bien, en el caso de un texto el velo tiene forma de una interpretación estandarizada, una forma de exponerlo que conocemos y aceptamos sin cuestionar, una interpretación que cierra en vez de abrir un espacio de pensamiento. Esa clausura y apertura interpretativa señala claramente dos estrategias opuestas de lectura. Podemos decir que el primer tipo se manifiesta a si misma como una lectura acabada, que no hace más que relegar al lector al lugar de mero espectador (éste sólo se limita a recibir un producto terminado, sin participar en ninguna construcción propia). La segunda invita al lector a buscar una interpretación, abre un juego donde el interprete se vuelve cómplice y -al mismo tiempo- artífice del texto. Las traducciones y/o interpretaciones que se presentan en esta colección intentan ser lecturas libres y abiertas de textos clásicos. En todos los casos, se buscará develar un sentido que nos permita acercar el saber milenario a la dinámica (práctica) de nuestra vida cotidiana. Para ligar estos polos tan lejanos realizaremos un ejercicio creativo que nos descubra perspectivas distintas sobre los textos y nuestras experiencias. Como ya he sugerido, este trabajo tendrá éxito si es completado y llevado a la practica por el lector en su rol de artífice interpretativo. Lo curioso de enfrentarse (ponerse cara a cara) con un texto, es que no podemos evitar interpretarlo. Los textos que se presentarán en esta colección, tienen sólo un objetivo: abrir el diálogo con el lector, invitarlo a plantear preguntas, promover en él un pensamiento creativo que lo transporte hacia nuevos horizontes de experiencia. Ellos despliegan (no encierran), una pluralidad de sentidos, estos conceptos son los que constituyen su riqueza. Como si se tratara de diamantes, poseen miles de caras que reflejan un abanico de posibles visiones sobre nuestra vida. El conjunto de estas visiones es sabiduría, que a lo largo de los siglos se ha ido acumulando a través de las reflexiones sobre estos escritos.

Al develar el texto, lo interpreto y al interpretarlo... lo construyo.

Pienso que el saber que despliegan estas obras escritos solo se vuelve sabiduría cuando se convierte en experiencia, es decir, cuando se llevan a la práctica. La sabiduría es esencialmente práctica y esta práctica, a su vez, se vuelve transformadora de nuestra experiencia vital.


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En esta era de información, sobran eruditos e individuos de gran conocimiento, pero faltan sabios. Por eso, no alcanza con leer y reflexionar, es necesario llevar estas enseñanzas al plano cotidiano para vivirlas y compartirlas. Sólo de esta forma, podremos saborear el manjar que nos ofrecen estos maravillosos textos.

Sabiduría y compromiso Uno de las características del sabio es su compromiso con los que no han alcanzado (aun) la sabiduría. Dicho compromiso, establece un vínculo con el otro, que se convierte entonces en discípulo. Este supremo compromiso del sabio es el de compartir. Pues sólo cuando el sabio comparte, existe un discípulo y existe entonces un maestro. Si ningún sabio compartiera su sabiduría no existiría nadie para reconocerlo como tal. Sólo existen sabios cuando la sabiduría es compartida. Es más, podríamos decir que sin el acto de compartir, no existe sabiduría. Una persona sola no puede ser sabia, debe descender y compartir con otros aquello que ha develado. La sabiduría es un encuentro entre alguien que busca y alguien que amablemente accede a compartir lo que ha encontrado. Se trata, claro esta, de algo compartido. Y este acto de compartir es un acto de amor. Sería maravilloso y provechoso que todos compartiéramos lo que sabemos y buscáramos con dedicación lo que ignoramos. Pienso que todos somos discípulos y también maestros, sin duda lo sabemos, pero nos falta dialogo e interés por lo que el otro tiene para decirnos.

Cara a cara con la sabiduría Cada libro surge como respuesta a una pregunta que el autor se ha planteado. Estos libros que presentamos, soportan un sin número de preguntas y respuestas. Es este acto de preguntar y preguntarnos desde la reflexión lo que nos permite actualizar la sabiduría contenida en una obra. Solemos leer un texto y quedarnos con una lectura que sentimos parcial o previamente acotada a un determinado ámbito. Debemos saber que la sabiduría es como un comodín, no puede ser limitada pues, por definición, es omniabarcadora, es metáfora viva, apertura permanente. Podemos tomar como ejemplo al primer libro de la Biblia: el génesis. La sabiduría de este texto bíblico es tan grande que


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seguimos interpretando y preguntando por él. Cada vez que lo leemos nos encontramos con más cuestiones y también con más respuestas. A continuación presentamos una serie de obras conceptuales que se han enriqueciendo con el devenir del tiempo, nuestro desafío es continuar interpretándolas para encontrar y contemplar entre líneas esos destellos de sabiduría. Esta será una lectura de muchas posibles, pero intenta ser aquella que nos acerque al aspecto más existencial del texto. Para el lenguaje de la fotografía, “velarse” significa borrarse. Esa fue la suerte de estos textos, muchos han desaparecido simplemente por que no se revelaban como prácticos, útiles o aplicables. Al no revelarse, quedaban velados. Hoy nos animamos a retomarlos para interpretarlos y hacer uso de nuestra libertad de leer; también nos permitimos escuchar y opinar sobre lo que otros han pensado sobre ellos. Es así como intentamos aportar algo a este diálogo interminable con la sabiduría... Ja­vier Cruz ja­vier­cruz­@pen­sar­te­.com Bue­nos Ai­res, febrero de 2008


Introducción

Biología e historia de la discusión El hombre es un animal que pregunta. El día en que verdaderamente sepamos preguntar habrá diálogo. Por ahora, las preguntas nos alejan vertiginosamente de las respuestas. Julio Cortazar

La naturaleza nos ha dotado de un cerebro que consta de dos hemisferios, cada uno nos brinda una perspectiva del mundo. El nexo entre estos dos es una gran banda de fibras nerviosas llamada cuerpo calloso que se encarga de mantener un diálogo continuo entre ellos. De esta manera, la información que llega desde una mitad está disponible para la otra casi al instante. Suele llamarse “mente” al conjunto de todos los procesos desarrollados por nuestro cerebro, es decir, al producto de la acción o actividad cerebral. Estos procesos mentales nos permiten construir e interpretar al mundo, y actuar voluntariamente sobre él para transformarlo. La experiencia sólo cobra sentido cuando ambos hemisferios aportan sus perspectivas y se complementan. Este diálogo constituye la riqueza de la experiencia. Ambos hemisferios colaboran para que la realidad cobre sentido. Cada uno ve sólo una parte de la película y le informa al otro a través del cuerpo calloso.


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Esta reflexión preliminar y básica sobre el funcionamiento de nuestro cerebro sirve para señalar que, en tanto seres humanos, somos -en esencia- un diálogo y nos constituimos como individuos en el ejercicio cotidiano de éste. Podríamos decir que todo lo que hacemos es el resultado de un diálogo interno. A veces prevalece la opinión de un hemisferio y a veces la del otro. Interactuamos con nosotros mismos y con los otros a través del diálogo y la discusión. Esta última constituye una forma particular del diálogo. Discutir significa examinar detalladamente una cuestión presentando consideraciones favorables y contrarias. El pensamiento del ser humano es esencialmente un diálogo pero también una discusión que nos enriquece, nos obliga a reflexionar, a dudar y a descubrir nuevas posibilidades y perspectivas. Nuestro cerebro nos ofrece una lucha de fuerzas que intentan prevalecer imponiendo su propia versión de los hechos. Por eso decimos que, por regla general, la discusión introduce competencia y rivalidad en el diálogo. Este último consiste en un intercambio de opiniones, donde puede encontrarse un consenso. En la discusión hay un interés: se tiene una opinión y se intenta demostrar, por todos los medios, que es la verdadera. Discutimos con alguien por que tenemos opiniones distintas. En la búsqueda de la victoria, nos convertimos en rivales. Esta rivalidad no implica enemistad, sólo búsqueda de un mismo objetivo. Leemos en el capitulo II de Parerga y Paralipómena: Toda discusión es, sin lugar a dudas, algo muy fructífero para las dos partes implicadas en ella, ya que sirve para rectificar o confirmar los pensamientos de ambas y motivar a que surjan otros nuevos. Es un roce o colisión de dos cabezas que frecuentemente produce chispas, pero también se asemeja al choque de dos cuerpos en el que el más débil lleva la peor parte mientras que el más fuerte sale ileso y lo anuncia con sones de victoria.1 1. Schopenhauer A., Parerga y Paralipómena, Cap. II. Consultar bibliografía al final de este volumen.


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Nuestra condición esencial de seres dialogantes, sumada a una curiosidad y por el mundo y la vida, dio origen a los primeros diálogos filosóficos. El diálogo era concebido como el medio propio de expresión del logos (verdad) que era común a todos los seres racionales2. Para el griego, Logos significaba “palabra” pero también “verdad” y “razón de todas las cosas”. El verbo legein designaba al “hablar”, “decir” y “dar sentido”. En sus comienzos, el ejercicio de la filosofía consistía en un diálogo organizado mediante preguntas y respuestas entre individuos interesados en una serie de cuestiones y respecto a la cual se mantenían inicialmente diferentes puntos de vista. El objetivo de estos diálogos era comprender el logos (la verdad) de cada cuestión. Estas épocas doradas de la filosofía nos muestran a los pensadores en un esfuerzo conjunto por comprender la verdad. Se dialogaba por “amor a la sabiduría”, por amor a la verdad. Con esto quiero señalar que el objetivo era el consenso y no la victoria de algún punto de vista individual. Los diálogos de Platón, presentan al maestro Sócrates filosofando junto a otros pensadores. La discusión que se daba en ellos era reflexiva, se valía de preguntas y respuestas con el objetivo de obtener conocimiento y acercarse a la verdad. Encontramos un paralelo de todo esto en el lejano oriente, la verdad se transmitía dialógicamente en la relación de discípulo y maestro. Ella tenía como objetivo una plática enriquecedora donde el maestro le transmitía al discípulo una serie de conocimientos iluminadores. La sabiduría se compartía por amor y la verdad era, al igual que en Sócrates, el fin deseado.

2. El prefijo dia de la palabra diálogo significa “a través”. La traducción de dialogo sería “a través de la palabra”, pero también “a través de la verdad”.


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Tránsito del amor por la verdad al interés por la apariencia No es necesario violentar la naturaleza, sino persuadirla. Epicuro

A lo largo de la historia de la filosofía, siempre se ha distinguido, entre conocimiento y opinión, reservando para el primero el privilegio de constituir un verdadero saber; la opinión sólo es conocimiento inseguro sometido al error. Entre la simple creencia, como opinión no justificada, y el conocimiento o saber verdadero, está la creencia racional, que es una opinión que se apoya en razones objetivas Creencia (opinión no justificada) Ejemplo: Creo que existe vida en Marte. Opinión (conocimiento inseguro) Ejemplo: Opino que se debe legalizar la pena de muerte. Conocimiento (verdadero saber) Ejemplo: El agua es un líquido incoloro, inodoro e insípido. Para Sócrates el diálogo permitía una valiosa crítica de la opinión. Cada uno de los participantes era un maestro, aportaba lo suyo a la búsqueda de la verdad. Ese era el único objetivo de este ejercicio. No se trataba de una discusión interesada, sino de un acto de amor a la sabiduría, de amor por la verdad. Ahora bien, en contraposición a este diálogo como búsqueda de la verdad, Platón nos presenta a la escuela de los sofistas. A pesar de las opiniones negativas que han suscitado los sofistas, en general fue un movimiento prolífico que afrontó el pensamiento de la realidad específicamente humana. Pero para Platón, y otro tanto para Aristóteles, se trataban de unos fabricantes de ilusiones que bajo el pretexto de enseñar la virtud, solo buscaban desarrollar su uso de la dialéctica3.


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Platón (427-347 a.C.) fue una de las grandes influencias de Schopenhauer. Casi todas sus obras están escritas en forma de diálogo. Esta forma de exposición, además de su valor pedagógico, le permitía desarrollar el método socrático.

De esa forma manipulaban a sus rivales y se alzaban con la victoria en las discusiones. Protágoras era el rival de Sócrates, pertenecía a la escuela de los sofistas, usaba la eristiké techne o “técnica de discutir” para persuadir a sus interlocutores de su propia tesis. Más que todo hacia preguntas, y lograba que las respuestas de su interlocutor se orientaran hacia aquello que quería demostrar. Era sin duda un hábil actor, montaba todo un espectáculo y lograba un cambio a través de su técnica.

3. Arte de disputar mediante razonamientos con miras a dominar al adversario.


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Todo estaba preparado, las palabras, los gestos e incluso los movimientos y reacciones de la gente que lo seguía. Protágoras fue el fundador de la erística. Pensaba que a todo argumento se puede oponer otro, sobre cualquier tema era posible sostener el pro y el contra. Uno de los aforismos que nos ha quedado de Protágoras dice lo siguiente: El hombre es la medida de todas las cosas. Para, Protágoras, todo es relativo. Alguien puede ver un cuadro y decir que es bello, otro puede decir que es feo y ambos serán argumentos válidos. Es decir, una cosa puede ser bella y, al mismo tiempo, no serlo. Este pensador griego sostiene que no hay una verdad en si misma sino una verdad para cada individuo. Cada uno posee su propia versión, su propia verdad. Contra esto último se alzará, mas tarde, Aristóteles, pues si aceptamos la tesis de Protágoras, no existirá entonces una verdad objetiva (universal) que pueda fundamentar la ciencia. El sofista era maestro de política y retórica4. La educación debía extenderse al conjunto de los ciudadanos, y su objetivo no era ya el triunfo militar o atlético, sino el político: dominio de la lengua, retórica y dialéctica. La enseñanza puramente teórica fue subordinada progresivamente a sus fines prácticos. El manejo de la oratoria se convirtió rápidamente en el fin principal de los sofistas. Como ya he adelantado, para Platón los sofistas eran fabricantes de verdades, su habilidad discursiva se orientaba a la construcción de ilusiones. La pericia de estos pensadores era tan grande que podían hacer creer a su interlocutor casi cualquier cosa. Tanto Sócrates como Protágoras y otros sofistas fueron condenados por impiedad. El primero fue tildado de sofista y corruptor de los jóvenes. Condenado por el tribunal popular a beber la cicuta, muere rodeado de algunos de sus amigos y discípulos. La figura del maestro, ponderada por Platón como la del hombre “más sabio y justo de su tiempo”, se ha convertido con el transcurso del tiempo, en el paradigma del filósofo y hasta en personificación misma del “amor por la verdad”. 4. Arte de bien decir, de dar al lenguaje eficacia para deleitar, persuadir o conmover.


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Sócrates murió ejecutado en el año 399 a.C. por orden del gobierno democrático de Atenas. Esta obra retrata el momento en que acepta beber la cicuta. Sócrates tiene posibilidades de huir pero se queda y elige afrontar su destino en un ejemplo de inigualable probidad.

Platón sostenía que los sofistas eran los verdaderos corruptores de la juventud, y no Sócrates. Con la llegada de ellos, el diálogo se tornó discusión retórica. Ya no importaba tanto la verdad, sino la victoria de un sistema por sobre otro. Lo prioritario será convencer al rival de que mi punto de vista es el correcto, sin importar si es así o no. Ni siquiera importa que el otro reconozca su error, el objetivo primario es vencer en el combate por la palabra. Sócrates evitaba el uso de las técnicas retóricas, destinadas a convencer en forma artificiosa más que racional. Mediante el diálogo y la discusión, lograba despertar en sus interlocutores un saber escondido que solamente podía aflorar después de la previa toma de conciencia de la propia ignorancia, es decir, después de poner en crisis las propias creencias y haberlas confrontado con otras. La mayoría de los sofistas concebía el diálogo como disputa en la que debía ganar el más hábil en el uso de las técnicas retóricas, lo que era conocido como erística.


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Más la que es con arte y se ocupa de discutir acerca de lo justo o injusto y de todo lo demás ¿no solemos llamarla erística? Pues era (el sofista) como un atleta de la lucha con palabras que se atribuye el arte disputativa.5 Del griego eristikós, adverbio derivado de éris (contienda, lucha), la erística es considerada como el arte de discutir. Aristóteles, el discípulo de Platón, se dedicó al estudio de la lógica6 y la concibió como un estudio formal de los argumentos. Toda discusión se basa en argumentos, cada uno de ellos consiste en una serie de oraciones (proposiciones, premisas) que en forma individual o en conjunto apoyan o demuestran una aseveración. Así: los toros tienen cuernos y este animal no tiene cuernos, son premisas que fundamentan la conclusión: este animal no es un toro. Premisas (etimológicamente, “puestas delante”) son frases que afirman o niegan algo. Las premisas pueden ser múltiples, pero hay una sola conclusión para cada argumento. La aseveración que resulta demostrada por medio de las premisas se denomina conclusión. Algunos esquemas simples de argumentos: Premisa 1: Todos los perros ladran Premisa 2: Sultán es un perro Conclusión: Sultán ladra Premisa 1: Todo número par es divisible por dos Premisa 2: Quince no es divisible por dos Conclusión: Quince no es número par 5. Platón, El sofista, 225c. 6. El Organon (lógica), que aunque no es ciencia es un instrumento para todas ellas, comprende las Categorías (estudio de los términos fundamentales), la Interpretación (estudio del enunciado o proposición), los Analíticos primeros y segundos (estudio del silogismo formal y de la demostración científica, respectivamente), los Tópicos (estudio del silogismo probable para salir al paso de cualquier problema) y las Refutaciones sofísticas (tratado de los sofismas). Aristóteles es el primero en desarrollar un sistema completo de lógica, que se conoce con el nombre de silogística. El tratamiento de los silogismos es formal.


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Premisa 1: Ayer llovió todo el día Conclusión: Por ende, la tierra del jardín debe estar húmeda Es importante identificar los argumentos del rival, ya que en base a eso podremos establecer una estrategia para discutir. La clave está en detectar la conclusión, el punto al cual se quiere llegar.

La obra de Aristóteles (384/383- 322 a.C.) se presenta, casi desde el primer momento, como una crítica sistemática al pensamiento de Platón.


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Para la lógica formal de Aristóteles, lo que hace válido o no a un argumento es la relación entre las premisas y la conclusión. Existen ciertas formas válidas e inválidas de argumentar, por eso se llama lógica formal. El problema de esta disciplina es que trabajaba solo con la forma de los argumentos dejando de lado su contenido. En suma, se analiza solo la estructura del argumento y se determina si esa forma es válida o no. Del tema de los contenidos se ocupará la dialéctica. Schopenhauer remarcará que si bien la lógica no puede tener provecho práctico, sí puede tenerlo la dialéctica. Por eso el texto de El arte de tener siempre razón es, ante todo, práctico ya que la dialéctica esta contenida dentro del arte… En sus Tópicos7, Aristóteles nos ofrece una distinción entre los diversos tipos de razonamientos: 1) Demostrativos Un razonamiento es demostrativo cuando parte de principios que son verdaderos y primarios. Estos razonamientos son necesarios, constituyen la base de toda ciencia exacta y natural. Por ejemplo: dos y dos son cuatro. 2) Dialécticos Si se razona a partir de aquello que corrientemente se tiene por verdadero. Opiniones admitidas por los sabios, por la mayoría o por las personas más distinguidas. Estos razonamientos son probables, suelen utilizarse en el ámbito de las humanidades. Por ejemplo: El hombre es un ser racional. 3) Erísticos Que argumentan a partir de opiniones que parecen generalmente admitidas pero no lo son (la forma del silogismo8 es correcta pero las proposiciones, la materia, no lo son, sino sólo lo parecen). Estos razonamientos son verosímiles, son utilizados por predicadores, políticos, publicitarios y tan bien estudiantes de humanidades. 7. Es un tratado de dialéctica, en los Tópicos, se exponen los lugares (topoi) comunes o formas usuales de argumentar, adecuadas para todos los temas, basadas en opiniones comúnmente admitidas. Este libro representa una teoría del razonamiento destinado al uso retórico y anterior a la del silogismo.


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Por ejemplo: Es de público conocimiento que las mujeres argentinas son las más lindas del mundo. 4) Sofísticos En los que la forma del silogismo es falsa, pero parece correcta. Estos razonamientos son ilusorios. Son utilizados también por predicadores, políticos, publicitarios y estudiantes de humanidades. Por ejemplo: El médico ha curado al enfermo, es un excelente médico. Esta distinción nos permite reflexionar sobre el tema que desarrollará más tarde Arthur Schopenhauer. Tengamos presente lo siguiente: La erística, no atiende a la verdad objetiva, sólo estima la apariencia y el hecho de tener razón. Por eso, dirá nuestro filósofo, el ámbito de la erística concierne a los tres últimos tipos de razonamientos descriptos por Aristóteles, a saber: dialécticos, erísticos y sofísticos. La erística será considerada y desarrollada como un virtuosismo de la dialéctica, el arte de discutir para triunfar sobre el adversario, con argumentaciones sutiles, sofísticas y paradójicas. Se centrará en los mecanismos, sobre todo del entendimiento, para convencer y triunfar en una discusión. Schopenhauer aclara: “las estratagemas, como formas erísticodialécticas, tienen la misma función que los silogismos en la lógica y las figuras retóricas en la retórica; con ambos tienen en común que son, en cierto modo, innatas; el empleo de las mismas es anterior a la teoría y, para ponerlas en práctica, no es necesario que se hayan aprendido de antemano.9" Por eso, algunas de las estrategias que estudiaremos nos son ya conocidas.

8. Para Aristóteles el silogismo es un razonamiento que se compone de dos enunciados, llamados premisas y otro enunciado llamado conclusión. Un ejemplo: todos los humanos son mortales. Sócrates es humano. Por lo tanto, Sócrates es mortal. Todos los argumentos pueden reconstruirse como silogismos. 9. Schopenhauer A., Parerga y Paralipómena.


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El valor del trabajo de Schopenhauer es el de agrupar y clasificar estas estrategias, el de ponerlas a nuestro alcance para conocerlas y poder manejarlas. Al leer la obra nos reconoceremos en el uso de ellas y comprenderemos otras mediante las cuales hemos sido víctimas. Con la erística, nos distanciamos de la teoría y nos acercamos a las disputas del ámbito cotidiano, es decir, a la realidad que día a día nos toca vivir.

La filosofía y la estrategia: Génesis de la obra Schopenhauer, como todo filósofo, es un observador agudo de la realidad de su tiempo. El arte de tener razón es un ensayo sobre comunicación y rivalidad, pero también sobre relación y condición humana. Por regla general, la gente toma a mal el hecho de que uno no adhiera a su opinión. Las disputas nos dejan un sabor amargo, porque en ellas se muestra no solo la incapacidad intelectual, sino, también, la falta de probidad moral que tan frecuentemente aparece en la deslealtad del proceder de la discusión.10 Maldad y competencia, rivalidad y lucha son parte de aquello que somos como seres humanos. Nos hacen frente y nos atacan para conseguir una victoria que ya se perfilaba como sinónimo de poder (este tema será tratado por filósofos contemporáneos como M. Foucault). Alzarse con la victoria es ser poderoso. Las manipulaciones, ardides y tretas que se utilizan solo para tener razón son tan innumerables y variadas, tan regularmente repetitivas que, hace años, se convirtieron para mi en tema personal de reflexión. Esta investigación se orientó a su aspecto formal. Observé que, por muy distintos que fueran los temas de conversación o las personas, las mismas manipulaciones, los mismos ardides, se repetían y podían claramente identificarse. Esto me llevó a la idea de separar el aspecto formal de esas manipulaciones y ardides de su contenido y presentarlo como un puro preparado anatómico. 10. Idem, II, 2.


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Reuní, pues, todas las estratagemas desleales más frecuentes en las disputas y expuse las peculiaridades de cada una de ellas, explicadas como ejemplos y designadas con un nombre, y finalmente, añadí los medios para defenderse contra ellas, como arte de parar golpes en esta esgrima. De aquí nació una Dialéctica Erística formal.11 Schopenhauer no pudo finalizar la Dialéctica Erística, su contenido debió ser extraído a posteriori de sus papeles póstumos. Cuatro años después de la muerte de nuestro filósofo, una selección del libro fue presentada por su amigo y editor literario Julius Frauenstadt junto con otros escritos. Los textos fueron más tarde republicados, con notas adicionales y correcciones, por Arthur Hübscher. Esta última es la edición que seguiremos como modelo para la confección de la nuestra. Actualmente los manuscritos se encuentran en la Biblioteca Real de Berlín. Cabe señalar que una pequeña parte de El arte de tener razón fue publicada en el curso de la vida de Schopenhauer, en un capítulo de su Parerga y Paralipómena12, escrito que le otorgó un gran reconocimiento a nivel mundial.

El rol de la estrategia en la práctica Es interesante situarse en este tipo discusiones, reflexionar hasta qué punto perseguimos el poder o si somos capaces de dedicarnos de lleno a la búsqueda de la verdad. El texto de nuestro filósofo nos invita a pensar sobre la forma en que ejercemos el poder y también cómo lo padecemos. Así pues, existe una complicidad entre el poder y nosotros, es decir, lo ejercemos y lo padecemos. Esto se vuelve parte del juego social en que estamos siempre inmersos. El hombre se construye a través del ejercicio del poder, que aparece como una estructura que empapa toda la sociedad con múltiples manifestaciones de fuerza. 11. Idem. 12. Este texto se reproduce en el apéndice de la obra que presentamos.


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El poder es sinónimo de dominio del alma y control de la conducta, por eso es importante volver a remarcar el carácter peligroso del arte erístico. Dominar el arte significa, por un lado, alzarse con un poder que permite manejar a las personas y someterlas. Por otro lado, nos permite evitar caer como víctimas y estar preparados para lidiar con todo tipo de discursos y estratagemas. Blas Pascal decía que antes de convencer al intelecto, es preciso predisponer al corazón. Schopenhauer sabía esto, y dotó a su dialéctica erística de todo tipo de estratagemas orientadas al manejo de la voluntad. Veremos más adelante cómo disponer nuestro carácter, cómo manejar las reacciones y emociones nuestras, del adversario y del auditorio. Sin duda, el lector notará que estas herramientas son absolutamente valiosas para todo tipo de situaciones. Nuestro filósofo nos demuestra la importancia decisiva de no quedarnos solo en el ámbito de lógico y racional: Nada tan penoso como ver a alguien que discute con otro basándose en razones y explicaciones y pone todo su empeño en convencerlo, creyendo que únicamente tiene que dirigirse a su inteligencia. Al fin descubre que su interlocutor no quiere entender; que tenía que dirigirse también a su voluntad, la cual cierra sus puertas a la verdad y siembra, a propósito, toda clase de malentendidos, ardides y sofismas, ocultándose detrás de la inteligencia y las supuestas limitaciones de ella. Por eso, no tendrá el menor éxito: razones y pruebas contra la voluntad son como si un fantasma golpease una roca.13 El erístico posee una dialéctica que le permite convencer, es un artista de la palabra y un manipulador de emociones. Para Marcel Proust el viaje de descubrimiento no consiste en ver mundos nuevos, sino en cambiar los ojos. El erístico tiene esta gran capacidad de cambiar nuestro punto de vista, de sorprendernos con nuevas interpretaciones. Creo que podemos leer el libro de Schopenhauer desde la perspectiva que propone Proust, cambiando nuestros ojos para comprender otras formas de ver las mismas cosas que pensamos y decimos; que sentimos y escuchamos. 13. Schopenhauer A., El mundo como voluntad y representación, Vol. 1, Cap. XIX.


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Portada de la obra principal de Schopenhauer: El mundo como voluntad y representaci贸n.

El pensamiento y la vida de Arthur Schopenhauer Es cierto que existen otros medios para encontrarse a s铆 mismo, para salir del aturdimiento en el que habitualmente nos agitamos como envueltos en una densa niebla, pero no conozco ninguno mejor que el de recordar a nuestros propios educadores y formadores. Voy a recordar hoy a un educador y a un severo maestro del que puedo sentirme orgulloso: Arthur Schopenhauer. F. Nietzsche


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El pensamiento de Schopenhauer ha influido tanto en la filosofía como en la literatura. Podemos reconocer a algunos de sus deudores en los nombre de Kafka, Mann, Bergson, Nietzsche y Freud. En lo que sigue, nos limitaremos a señalar algunos hitos en la vida y el pensamiento del maestro alemán. El lector puede consultar una cronología completa y detallada de la vida de Schopenhauer al final de este volumen. Arthur Schopenhauer nació en Danzig en 1788 en el seno de una familia rica. Durante su adolescencia, emprende viajes, junto con su familia, por toda Europa. A la vuelta de sus viajes, y luego de heredar, a la muerte de su padre en 1805, una fortuna que le permite vivir de rentas por el resto de su vida, ingresa en la universidad de Gotinga para cursar medicina, carrera que cambia al segundo año por la de filosofía. Estudia también en Berlín donde asiste a las clases de Fichte y Schleiermacher; rechaza ya entonces la relación entre filosofía y religión. Anota en su cuaderno de clase: “nadie que sea religioso puede ser filósofo”. Se aleja momentáneamente de Berlín para redactar su tesis doctoral, que defiende en 1813 con el título de La cuádruple raíz del principio de razón suficiente. En 1819 aparece su obra más importante, El mundo como voluntad y representación; ninguno de estos escritos le da fama como filósofo. En 1820 decide trasladarse a Berlín para dar clases. Las dicta, a propósito, a la misma hora que Hegel, por quien tenía la más profunda aversión, y no constituyen sino un fracaso de oyentes.

G. Hegel (1770-1831) dictaba clases en la universidad a la misma hora que Schopenhauer. Arthur competía con él por la atención de los estudiantes.


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Por causa de la peste, abandona Berlín y, en 1833, se instala definitivamente en Frankfurt. Retirado de la docencia, sigue escribiendo y publica en 1836 Sobre la voluntad en la naturaleza y, en 1841, Los dos problemas fundamentales de la ética. Reedita su obra fundamental, El mundo como voluntad y representación, añadiéndole nuevos capítulos. En 1851, el estilo literario de su Parerga y Paralipómena -extensa colección de aforismos sobre variados temas- le procura la fama que, hasta el momento, no había conseguido. Estos aforismos están cargados del pesimismo que le caracteriza: La vida del hombre no es más que una lucha por la existencia, con la certidumbre de resultar vencido. La vida es una cacería incesante, donde los seres, unas veces cazadores y otras cazados, se disputan los residuos de una horrible presa. Es una historia natural del dolor, que se resume así: querer sin motivo, sufrir siempre, luchar de continuo, y después morir... Y así sucesivamente por los siglos, de los siglos hasta que nuestro planeta se haga trizas.14 En el primer prólogo de El mundo como voluntad y representación, Schopenhauer remite los orígenes de su propia filosofía a Platón, Kant y hasta el texto hindú de las Upanishads. El punto de partida es la afirmación de que “el mundo es una representación mía”, que significa que todo cuanto conocemos sucede y existe sólo en el fondo de la mente, es decir, es una construcción del ser humano. Immanuel Kant (1724-1804) fue, junto con Platón, la influencia más importante para el pensamiento de Schopenhauer. Su obra más reconocida es la Crítica de la razón pura donde desarrolla el tema de la “representación”.

14. Schopenhauer A., Parerga y Paralipómena,I.


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La teoría de nuestro filósofo enseña que todo el mundo conocido y percibido es nuestra representación. Como diría el viejo Protágoras: “el hombre es la medida de todas las cosas”. El mundo que conocemos no es más que fenómeno, apariencia. A aquello que es verdaderamente (la cosa en sí) puede llegar el hombre solo por medio de la voluntad. La voluntad es presentada por nuestro filósofo, como la esencia del hombre que se manifiesta en el cuerpo, por el cual el hombre es también mundo. En ella, además, ve la esencia de todas las cosas: por la voluntad, o por la vida, que hay en todo, se llega a la esencia misma de las cosas. La filosofía de Schopenhauer es una filosofía de la voluntad. A ella podría también dársele el nombre de energía o fuerza original, pero estos nombre remiten más bien al mundo del conocimiento y no al de la misma vida, cuya esencia ve bien simbolizada con el nombre de voluntad. La cosa en sí era la voluntad. La voluntad era el fondo primordial último e irreductible del ser, era la fuente de todos los fenómenos, era el engendrador y productor de todo el mundo visible y de toda la vida, presente y actuante en cada uno de los fenómenos, pues era la voluntad de vivir.15 A la pregunta fundamental de la filosofía sobre qué es el mundo, nuestro filósofo responde diciendo que es representación, fuerza y voluntad. Fuerza ciega y voluntad insatisfecha, aspiración, deseo, dolor, tragedia; la historia no es racionalidad y progreso, sino ciego y engañoso azar. La lectura de Schopenhauer es rica y necesaria, pero también ardua. Nos obliga a reflexionar sobre la vida que debemos construir, es en este sentido que Nietzsche lo reconoce como pensador y maestro: No lo olvides: tus educadores no son otra cosa que tus liberadores.16

15. Mann, T., Schopenhauer, Nietzsche, Freud, Pág. 29. 16. F. Nietzsche, Schopenhauer como educador, Pág. 12.


Arthur Schopenhauer EL AR TE DE TENER

SIEMPRE RAZÓN Parte teórica



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