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Sábado, 25 de julio de 2015 Nº 60 @aladar_cultura

FOTOGRAFÍA

Un paisaje en el salón La australiana Magdalena Bors destroza en el Cicus las fronteras entre las panorámicas y los interiores

El festival de Benicàssim renace a los 21 años y recupera la frescura

PhotoEspaña muestra lo más asombroso del trabajo de los fotógrafos latinoamericanos


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El Correo de Andalucía Sábado, 25 de julio de 2015

Fotografía es_aladar... Sevilla. El Cicus acoge una muestra de la fotógrafa belga Magdalena Bors titulada ‘Obsesión doméstica’, en la que traspasa los límites de lo interior y lo exterior en 11 imágenes de ensoñaciones

Pablo Navarro {El Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla acoge la exposición Obsesión doméstica, una selección de 11 fotografías de Magdalena Bors donde la artista belga pone el foco en una visión de diferentes interiores donde juega a recrear vivencias o el sentimiento desbordante que supone la contemplación naturaleza. La irrupción de la fotografía supuso poder captar la realidad a través de la luz, pintar a través de ella. El fenómeno se había vaticinado a través del uso de mecanismos como la cámara oscura por pintores como Vermeer. El nacimiento formal de esta técnica tendría, a la postre, parte de culpa de las convulsiones artísticas desde finales del siglo XIX, cuestionando directamente el realismo en la representación. Si ya existía la forma de reflejar fielmente los objetos, la pintura podía fijarse en otras metas. Pronto quedaría de manifiesto todo el campo de experimentación que un avance de estas características supondría, siendo moldeado por diferentes movimientos como el surrealismo, que descubrió el gran potencial para representar la ensoñación que desprendía el uso de la cámara con figuras como Man Ray o Brassai. En el teatro, la construcción de un espacio irreal recuerda a un sinfín de artilugios e ingenios que trabajaban en la sombra para poner en pie las atmósferas imaginadas por los creadores. Resulta difícil no acordarse de la maquinaria de tramoya al pararse a observar muchas de las fotos de esta muestra. Sólo que, en el caso que nos ocupa, el resultado es fruto de un trabajo minucioso, casi a pequeña esca-

Escenografías de interior

la, que pone el objetivo en los detalles más nimios. A medio camino entre el uso de la escenografía y la ensoñación quedan las imágenes que se muestran de Magdalena Bors. Oscilan entre la captación de lo que vemos y objetos que evocan lo que no podemos observar; buscan conjugar elementos tan contrapuestos como la representación de un recuerdo o la inmensidad natural encorsetada en las paredes de una vivienda. Las 11 obras pertenecen a dos series diferentes: Séptimo día y Tierra natal. Tierra natal supone una mirada hacia el pasado, donde «surgen escenas de cuentos de hadas con materiales mundanos y chismes», como explican los organizadores de la exposición. Las imágenes esconden ese misterio y fascinación propia de las historias infantiles pero, a la vez, todas aportan un elemento inquietante que se repite: alguien vestida de negro aguarda junto a las escenas formando parte de las mismas. Ya sea la evocación de quien narra la historia que se representa o el paso previo a despertarse del sueño, paisajes como los recreados en Desfiladero o Picos y valle invitan a que focalicemos la vista en ellos e intentemos montar nuestras propias historias en esos escenarios baldíos. En ocasiones, como en Caverna, la autora juega a recolectar elementos que darán forma a la creación y son los propios donantes quienes al localizar los mismos se convierten en el hilo conductor de los recuerdos que se evocan. La serie Séptimo día juega a recrear algunos de los elementos más característicos del paisaje australiano, que

Dos series, ‘Séptimo día’ y ‘Tierra natal’, componen el contenido de esta muestra

Evocaciones nostálgicas (arriba), un salvaje autorretrato (enmedio) y una composición que mezcla los montes Bungle Bungle con el croché de las madres.

son reproducidos con diferentes materiales en estancias de interior. La presencia de sus teóricos autores y su expresión ilustra sobre una suerte de obsesión de la que es fruto la que vemos: el gran arrecife de coral a partir de piezas de puzle, una jungla a partir de textiles o una gran alfombra de hojas que nos invita a pensar en el otoño. El resultado no nos permite calibrar el grado de obsesión de los protagonistas, que esconden esos tesoros autoconstruidos, pero sí contemplar en un espacio reducido elementos que se caracterizan por ser inabarcables, excesivos, a un paso de lo sublime. Lo expuesto en la planta baja del antiguo convento contiene constantes en la obra de Bors como son el juego entre texturas y colores y unos encuadres minuciosos. Por otra parte, destaca que ambas series beban de la presencia de personajes para poder mostrar toda la gama de sentimientos que contienen, que varían desde los recuerdos propios de la infancia al desvarío obsesivo. ~


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Fotografía La Sala Picasso del Círculo de Bellas Artes madrileño alberga otra gran exposición, esta vez de una artista mexicana, cuyos fondos también pertenecen a las colecciones de la Fundación Televisa. No se la pierdan. Hasta el 30 de agosto tienen tiempo

LOLA ÁLVAREZ BRAVO (1903-1993)

La sucesora de Modotti

Daniel González Irala {Comisariada por James Oles, la figura de Lola Álvarez Bravo resulta muy interesante dentro del ciclo que llevamos comentando sobre Hispanoamérica en PhotoEspaña 2015. Si se acuerdan ustedes, Tina Modotti se vio obligada a salir de México acusada de estar comprometida en el intento de asesinato de su marido. Pues bien, lo cierto es que antes de salir, la italiana tomó la firme determinación de colgar sus hábitos fotográficos, por lo que llegó a vender su cámara a Lola Álvarez Bravo. No sabemos si entre ambas existe afán de continuidad, si se pusieron de acuerdo o no; el caso es que esta anécdota trasciende meramente lo artístico, tanto para que Modotti siguiera por otros derroteros en su activismo social y Lola hiciese lo propio, pero desde un arte que, creía, no debía abandonar ciertos temas. Figura clave del arte moderno mexicano, la homenajeada nace en Jalisco durante el régimen de Porfirio Díaz. Tras la separación de sus padres, se traslada a la capital del país y conoce a Manuel López Bravo, que la introduce en la bohemia artística de la ciudad. Compitió en un mundo regido principalmente por hombres por hacerse un hueco dentro de la fotografía social y el fotoperiodismo. A Lola le gustaba retratar la vida cotidiana de las calles, por lo que alternaba tipologías urbanas y campesinas, y llegó también a trabajar con infinita prestancia el retrato y el fotomontaje; la violencia y el dolor que le transmitían determinadas

realidades son aquí vistas desde una mirada empática nada corriente. Entre sus fotógrafos preferidos estaban Paul Strand (de quién existe una retrospectiva hasta agosto en Madrid en la Sala de Exposiciones de Mapfre), de quién heredó su búsqueda incesante de la verdad; y Henri Cartier-Bresson, a quién llegó a conocer en persona y del que admiraba su capacidad de llegar al momento o instante perfecto. Tras algunas primeras imágenes paisajísticas: Hiedra , El repuesto, Charamusca (suerte de piedra precolombina) o la sombreada Virutas, que nos hablan de sus orígenes nacionales, en 1938 y haciendo quizás un homenaje a su amiga, dispara Leyendo El Informe, una foto donde retrata al más puro estilo neorrealista a un hombre sentado en una esquina interior de un soportal leyendo de pie el periódico al que hace referencia. Dignas de mención son A ver quién me oye o Anatomía, sin desmerecer la calidad cada vez más orientada a una brillante composición en Sin paisaje pero quietecito o Unos suben y otros bajan. Para darnos debida cuenta de que a Lola también le gustaba pasear por lugares donde marcar su mirada insólita, vemos fotografías como La buena ventura, donde retrata el muñeco de una gitana que lee la mano, Labores (los almiares), un plano general de una pequeña meseta con labradores, La feria, ruidosa composición con tres tipos de espaldas en el interior de una barraca, Piedras nada más, El panteoncito, que muestra unos nichos a los que se accede me-

La increíble fuerza de algunas de las fotografías tomadas por Lola Álvarez Bravo.

diante escaleras para subir a los depósitos a unos finados, Los gorrones, los juegos de sombras de En su propia cárcel o El sueño. El retrato en Álvarez Bravo es, por otro lado, digno de mención no sólo por la calidad de la gente, sino por la versatilidad de poses que de ellos consigue. De esta forma, delante de su objetivo pasaron Frida Kahlo (retratada pensativa, tapándose del sol y en su casa junto a un costurero), Julio Castellanos (tapándose la cara con los dedos de ambas manos), Octavio Paz, María Izquierdo, Diego Rivera, Marion Greenwood; también Manuel Álvarez Bravo (su mentor) leyendo o Ruth Rivera Marín, ésta última retratada en Acapulco durante la realización de su exitosa serie Acapulco en el sueño (1951). Las fotografías incluidas en este ciclo incluyen desde la insólita Tiburoneros, que muestra a tres hombres cazando esta presa; el trabajo con el poeta Francisco Tario, que incluye

desde el Tríptico de los martirios que muestra, con cabeza tapada por la sombra del sol, el torso y el tronco de tres inquietantes mujeres: El ruego; o Descargando, que se compone en base a dos hombres tumbados bajo un camión que transporta heno. Vemos igualmente la insólita por incómoda pose del modelo en Dormido (en Veracruz), siendo también dignas de mención Las comadres y Renovadores. Vuelve de nuevo al realismo social con Ya aprendí, instantánea de un campesino escribiendo, El rapto, Saliendo de la Ópera o Novilleros. La parte más dolorosa de la exposición son las tres piezas: Pena de muerte (por culpas ajenas), Ciego, tremenda por cómo pone los elementos técnicos a la disposición de un humanismo tétrico absorbente; o la más convencional Escuela de ciegos. Por último, están los fotomontajes, siempre concebidos como una herramienta didáctica y que vieron la luz de diversas formas; destacan Vegetales, que es un tríptico que sirvió para adornar las paredes del Teatro Reforma; Abriendo caminos: Hilados del Norte. que se utilizó como mural de una fábrica textil; Ferrocarriles nacionales; así como alguna otra imagen que fue incluida en revistas y semanarios de la época. Las semejanzas con Tina Modotti no son, pues, sólo aparentes. Si bien Álvarez Bravo desarrolló mucho más el oficio, lo cierto es que la italiana fijó, desde una mirada quizás más sintética, las bases de toda una manera de hacer que en Europa pusieron de moda los maestros citados. ~


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Fotografía El Círculo de Bellas Artes madrileño muestra hasta el 30 de agosto, gracias a PhotoEspaña 2015, una exposición de tema controvertido que hace que nos planteemos la maternidad desde un prisma insólito

ANA CASAS BRODA

La maternidad en el arte

Daniel González Irala {Partiendo del término alemán Kinderwunsch, que aúna los conceptos de infancia y deseo, la fotógrafa granadina Ana Casas Broda entrega para PhotoEspaña una exposición experimental que aúna texto literario con imagen fotografiada, así como un audio por el que se sigue la muestra sintiendo en qué consiste ser madre hoy en día. A medio camino entre los documentales que emiten tanto Discovery Channel como otras cadenas de televisión de origen estadounidense y la novela Tenemos que hablar de Kevin de Lionel Schriver, se nos entrega una visión más amarga que dulce tanto del momento de la concepción y sus consecuencias para la mujer –teniendo en cuenta que la protagonista tuvo que ser fecundada in vitro para llegar a obtener lo que en un principio pensaba que quería– como del paso del tiempo. Esto lo hace gracias a la presencia de un padre o abuelo, desde cuyo seno familiar se han inculcado unos valores, que con el paso del tiempo han ido estrechando su visión según la ley del embudo de la depresión. La memoria, el recuerdo, el presente y pasado, orbitan de manera cíclica en los pensamientos de la fotógrafa, que a pesar de lo que comenta, parece dejar poco a la improvisación. Define su trabajo como

zada, amamantando a un bebé y mirando a cámara. En la sala contigua, en Martín y Lucio juegan muestra a un padre y su hijo, quedando patente que la experiencia de tener hijos parece mucho más feliz en hombres que en mujeres, aunque sólo sea por el desgaste del cuerpo que después veremos. Además, en la imagen aparece un hombre con el pelo largo y manos cuidadísimas que parece disfrutar de lo que se nos vende como esencia femenina dentro de su masculinidad. Existe una serie que es la más aparentemente claustrofóbica del ciclo. Son los seis planos de detalle del bebé jugando, estrujando, succionando el pezón de la teta de su madre. En una de ellas mira a cámadelicado acto de equilibrio en forma de viaje vital, con el objetivo de redimirse u obtener una intención catártica que como bien sabía Buñuel, no logra obtenerse nunca del todo. Son la mayor parte de las imágenes de gran formato, todas ellas a color en interiores premeditadamente oscuros. En Después de 19 años vemos como, desde arriba, se derrama leche sobre la cabeza de un niño; la imagen habla de la depresión que sufría su padre poco antes de morir a causa de su madre. La parte agradable se expresa en De golpe todo se acomoda, donde la artista muestra a una madre embara-

Imágenes claustrofóbicas, algunas que se adentran en el feísmo, dan su visión particular del embarazo y la crianza Dos de las fotografías de Ana Casas Broda para esta exposición de temática nada complaciente y con su toque controvertido.

ra tiernamente el niño, en otra se ve su pene, siendo las dos últimas las más inquietantes en el sentido en que la criatura parece aprisionada, lo que da una sensación de ahogo, que desde la mirada de la fotógrafa parece remitirnos más a la culpabilidad que al placer. Repitiendo la pose de la segunda foto comentada, en Mi mamá y yo,

vemos a una madre semitumbada con cojín y sábana rojas, que transmite mayor suavidad, pasando pronto al feísmo del que hablábamos en el retrato de embarazada en bañera, que culmina en la imagen de una cicatriz tras ser cortado el cordón umbilical. El díptico del deterioro tras el parto muestra por un lado unos senos que siguen dando leche a pesar de su aspecto desmejorado y la arruga o flacidez en el bajo vientre provocada por el/los parto/s. Pero quizás donde encontramos la imagen personalmente más pesadillesca es en Ayer fue la inseminación y Cuando la tercera inseminación no funcionó; aquí el feísmo se convierte en documental, pero artísticamente resulta repulsivo, más que expresionistamente aceptable. A todo este tipo de fotografías y retratos, de los cuales alguno repite con verdadera obsesión, le siguen las fotos de la artista con sus dos hijos, que muestran a su progenitora desde convertida en momia de yeso hasta recorrida por diferentes canutos de papel higiénico o pegamento. Por otro lado, Tengo seis años es el trabajo quizás menos exhibicionista de la exposición. En él descubrimos la habilidad para crear desde el color, sombras en paredes negras, un primerísimo plano que enseña los ojos y nariz de la madre, uno de detalle en que el jabón en la espalda y la cara del niño nos devuelven cierto sosiego o la del niño llorando. Se cierra, finalmente, el proceso de nacimiento para adentrarnos en la muerte de su padre depresivo; en una serie que combina la imagen de un pene disecado y convertido en madera veteada, otra de pelos cortados con tijeras, y dos de uñas; unas recortadas y otras enteras que nos acercan a la decrepitud. En muy pequeño formato, aparecen los trofeos por seguir viviendo: un primer dibujo del por entonces bebé, así como la primera carta con dedicatoria a su madre; destacamos por último el retrato denominado Insomnio, que muestra las marcas con rotulador permanente de una madre que ha conseguido que su deseo se haga realidad. En esta exposición, patrocinada o perteneciente a las colecciones Televisa, se vislumbra todo un concepto por el que trabajar por encargo es, de hecho, menos arriesgado que hacerlo de manera tan personal, a sabiendas de que no sólo por el carácter experimental, sino también por lo controvertido de ciertos temas, ese riesgo es bueno saber medirlo. La poesía de esta exposición a veces se encuentra no mirando sólo la parte más sórdida y explícitamente morbosa, por humana; es por ello que esta sucesión de ítems no sólo es reinterpretable siempre, sino que hará las delicias de quienes identifiquen en ella experiencias parecidas más allá de la común. ~


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Fotografía El Museo Cerralbo de Madrid nos transporta a los 60 y a la Cuba de hoy y de siempre. Hasta el 6 de septiembre y dentro de las actividades de PhotoEspaña. Su protagonista fue un autodidacta que cultivó con donaire el retrato femenino

KORDA

Fotógrafo de moda a la altura Daniel González Irala {Alberto Díaz Gutiérrez (1928-2001), también conocido como Korda, es un ejemplo nada dispar de lo que supone PhotoEspaña 2015. Cubano de nacimiento, su fotografía Guerrillero heroico del Che Guevara es la imagen más reproducida en sus diferentes formatos de nuestra historia visual. Ahora bien, confesó que su afición por el medio le vino de querer retratar a bellas mujeres, siendo éste el nervio angular de su trayectoria. Ana Berruguete nos hace volver la vista atrás en esta bella exposición de un fotógrafo que aprendió la técnica de forma autodidacta, y es su particular mirada sobre la mujer lo que le hizo único. Al saber que dependía de las modelos profesionales, hizo posibles cambios de rumbo en los vaivenes habituales, caracterizados por horas de sesión en estudio, para conseguir la pose publicitariamente perfecta. Esta exposición se para dentro del devenir del marketing, para mostrar su obra más personal que, sin embargo, queda inevitablemente viciada a la hora de buscar ese ideal que tanto le obsesionaba. En este sentido, trabaja con el retrato simbólico y atemporal. Igualmente, podemos decir que Korda fue fotógrafo hasta cinco meses después de su muerte en París, con una última sesión en Sao Paulo que aquí se recoge y que es digna de mención. Su archivo de imágenes fue intervenido en 1968 y en la actualidad sigue en vías de recuperación por parte de su hija primogénita Diana Díaz y su amigo Reinaldo Almira. La exposición se compone de 60 imágenes en blanco y negro, sobre todo pertenecientes a su etapa entre 1952 y 1960, etapa en la que conoció al fotógrafo estadounidense Richard Avedon, que le animaría, ya creados los Studios Korda, a perfeccionar su estilo. Por otro lado, hay que decir que mientras que muchos de sus iconos fueron llevados a agencias del mundo anglosajón, también publicó muchas otros (sobre todo de la serie Milicianas) en revistas comunistas de

su país, entre las que Carteles destaca como buen ejemplo. De las primeras, hay que destacar que, a partir de un entorno que recuerda a Venecia, retrata cierto lujo y sofisticación sobre todo en esa mujer con gafas de sol, gracias a las que se refleja la tranquila estancia en un hotel castillo; o esa otra apoyada en un Dodge con una especie de pasamontañas de lana en la cabeza. Existen otras como La mujer en bicicleta, gracias a cuyo contrapicado se sigue sugiriendo una idea vacacional donde el vehículo importa más que la silueta; o esa en que, obteniendo una postura parecida a la de la película Emmanuelle, nos muestra a la modelo descalza con un vestido en blanco con texturas. Otras más típicas saben cómo vender vestidos aterciopelados y de seda gracias a la expresividad de las caras más que a la localización conseguida. Más perteneciente a un estilo de estudio es la foto de la mujer apoyada en una farola o las que nos recuerdan a los reportajes de boda. En una instantánea utiliza el vestido blanco como material translúcido al sol. Más artística resulta la imagen de la modelo de pelo corto que sostiene una guitarra y que juega con el grano del papel de revelado o película, y cierta idea de flou o desenfoque; de mayor contraste es la de la chica en un pantano, vestida con

El autor del omnipresente retrato del Che en realidad estaba obsesionado con fotografiar a las mujeres unas largas medias, pensativa. Combinó Korda el trabajo con profesionales y amateurs. Destacan Nidia Ríos, Natalia Magali Méndez Ramírez, Norka, Norma Martínez, Maricusa Cabrera o Miriam Socarrás entre las que más se pusieron delante de su objetivo. En su pose de diva del cine que adopta un look años 20, o mientas fuma en el casino junto a dos hombres, en bañador tipo años 60 o al mostrar desde el primerísimo pri-

La fuerza de una de las guerrilleras retratadas por Korda, arriba, en contraste con el glamour y la sensualidad de las modelos retratadas en las fotos situadas debajo.

mer plano el volumen de unos labios que combinan con unos ojos semiachinados, o mientras rema en una canoa de madera... son ejemplos de cómo Díaz Gutiérrez sabe no sólo retratar sino también jugar con el contexto. En posición de reposo sosteniendo una enorme hoja de palmera que puede ser utilizada como paipai: otro ejemplo de lo que venimos diciendo. En la serie de las guerrilleras, la belleza, parece saberlo, está en saber capturar sonrisas y momentos más distendidos dentro de la lucha que estas otras mujeres, bien por reivindicación o por necesidad, se ven obligadas a mostrar. Le siguen otras damas más rurales, probablemente campesinas, que marcan el

contrapunto de dificultad vital frente a las más puramente comerciales. En este sentido destacamos la que muestra a una madre con bebé de espaldas en brazos. A medio camino entre estos dos extremos, existe una serie de mujeres retratadas con sombreros de anea, una de las cuales tiene la base del mismo casi abierto. Otra de ellas muestra la sensualidad en sus coletas, labios y pómulos marcados. De las más cinematográficas, queda dar cuenta de cómo retrató (primero en sombra, luego aprovechando su delgada silueta) a una bailarina junto a dos vinajeras con, primero una composición cuidadísima; y después, como si fuese ese Cisne negro que llevó a la pantalla Natalie Portman mucho después. O esas dos fotos en que descubrimos a una supuesta actriz parecida a Jacqueline Bisset, primero con la mayor expresividad posible que da la cercanía de plano; y después junto a una casa semiderrruida. La serie que le llevó de Sao Paulo a París son parejas de mujeres a las que retrata primero juntas en un restaurante, en una galería comercial y mientras entran en una estación de tren; para luego mostrarlas cautivadoras, ya sea especialmente pensativas o sensuales en la estación, pero por separado. ~


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Fotografía Esta exposición se puede ver en el pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico de Madrid hasta el 2 de agosto. Muestra compleja y grata, un auténtico desafío que cuestiona tanto la idea de fotografía como la de arte moderno en general

MARIO CRAVO NETO (1947-2009)

Sincretismo y experimentación Daniel González Irala {Primera retrospectiva en Europa de la obra de este artista brasileño que vivió desde su nacimiento la plasticidad (su padre, Mario Cravo Junior, fue un reconocido escultor) de lo que hoy llamamos bellas artes o artes plásticas desde diferentes soportes y maneras de hacer. La fotografía para él no fue más que otro vehículo de expresión a través del que, partiendo de una documentación real, fue capaz de crear imágenes potentísimas. Oriundo de Salvador de Bahía, viaja a partir de los 60 tanto a Berlín como a Nueva York, donde aprende que la originalidad debe ser algo más que un arte o más bien que el arte debe trascender la realidad aunque sea deconstruyéndola, reformulándola. Aprende de esta forma a trabajar en gran formato con color, dotando a una realidad a veces plana y otras siniestra, de una apariencia propia. También practicó con afán y en su última etapa la fotografía de estudio. Muchos estudiosos y colegas hablan de la base mística de su obra, que se explica por la relación del ser humano con lo desconocido, lo imponderable y lo impredecible; y bien podría ser ésta la temática de una exposición difícil de entender si no es desde un aura enigmática que tiene en el sincretismo de varias religiones su origen, una simbiosis que trata de mezclar culturas y miradas y cuyo mundo resulta a veces difícil de asimilar a la primera. En este sentido, Cravo Neto fue seguidor acérrimo del candomblé o culto de los orixás, una religión totémica y familiar, animista y que no sólo fue predominante en Brasil durante mucho tiempo, sino también en África y Portugal, así como en otros países de habla hispana en Iberoamérica. Esta religión, prohibida por la Iglesia católica, vivió su época de esplendor entre 1549 y 1888, siendo los asentamientos de cimarrones en Brasil o quilombos sus auténticos protagonistas. En la actualidad el candomblé sólo se practica como religión en ciertas zonas de Brasil y existen gran cantidad de templos que demuestran la proliferación de este credo en la misma ciudad de Salvador de Bahía. La exposición, denominada Mitos y ritos, comienza con unas imágenes en las que predomina el flou o desenfoque como una manera de elaborar la realidad, distorsionándola a su antojo. Son fotos de sus viajes a las dos ciudades reseñadas

fo), que muestra un extraño objeto, del que sólo sabemos que se está moviendo. Sabemos, por otro lado, que un accidente de coche marcó un antes y un después en la vida de Cravo Neto. Como prolongación de su obra y desde la necesidad de seguir narrando, Olivia María Rubio nos ofrece un audiovisual del momento de su hospitalización; una nueva manera, con imágenes en movimiento, de transformar o intentar hacerlo, una experiencia con la que la catarsis (el vídeo esta realizado muy primitivamente y los efectos con los que trata lo grabado, sin ser muy sofisticados, saben cumplir su función) estaría garantizada. La parte que personalmente resulta más lograda es la de fotografía en estudio, y así tenemos Eduardo con espada de Ogum, donde se nos muestra en lo vegetal, un medio para la meditación y el rezo; Christian con pollo de Angola en que la persona sujeta con la boca al animal, con lo que ocupa éste la mayor parte de la fotografía; Eduardo con daga, Sacrificio V que describe el momento previo al final de la vida de un ánade. Odé o Luciana muestra a una indígena retratada con hilo de coser rodeándole la cabeza. Todas ellas siguen siendo asfixiantes. En Lukas con espejo el milagro de la fotografía se hace patente a través

Muchos estudiosos hablan de la base mística de su obra, que se explica por la relación del ser humano con lo desconocido

y, por tanto, imágenes urbanas, con coches, motos, camiones y gente en el ruido y la furia de la ciudad. Por otro lado, están las imágenes, también en color, que retratan su localidad natal; el visitante no advertido puede llegar a la conclusión de que estas fotos son como un reportaje, de gran prestancia por otra parte, de un lugar en que la juventud permanece ociosa. Y es verdad que esta mirada rea-

lista la vemos en Salvador (Carnaval); Cachoeira (Bahía) donde vemos a una mujer quemando restos de madera, una mujer a la que no se le ve la cara; Bahía, donde la capacidad de mostrar las venas de unas manos suaves, trabajando también la madera, imprimen otro calado. De esta parte es reseñable igualmente Sertao, de 1984 (sólo cuatro años después de que el artista empezara a ser conocido como fotógra-

El universo del candomblé está presente en Voodoo child (abajo, a la izquierda). Clyve Morgan, artista, recrea el tormento del arte. Ese padecer se enfatiza en la foto de arriba.

de las manos de un adulto sobre la cabeza de un niño; Lua con huevo bebe del tratamiento experimental o de búsqueda; Clyve Morgan, artista dibuja el tormento al que a veces el arte nos lleva, al mostrar a un guapo modelo que se tapa la cabeza con los dedos de las manos, horrorizado; Luciana con piedra es un plano cenital que esconde una mirada frontal y de perfil. Y Silencio: una piedra metida en el oído muestra la imposibilidad de entendimiento y escucha. Conceptos como el de fuera de campo son aquí más que un recurso técnico, una manera de la que partimos para tratar de interpretar sentidos, significados, emociones e ideas, algo que como veníamos diciendo puede resultar difícil, pues se juega a lo contrario que aquí entendemos como mestizo. ~


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Cine Antes de ‘Historia de una monja’, Audrey Hepburn había dado vida a jóvenes ingenuas, encantadoras y elegantes. En esta película y gracias a la brillante dirección de Fred Zinnemann, demostró que era capaz de bordar un complejo personaje de agitada vida interior María Eugenia Guzmán {Fred Zinnemann fue uno de los numerosos judíos centroeuropeos de gran talento que aterrizaron en Hollywood en la época dorada. En la obra de este suave pero tenaz austriaco apreciamos que le interesó tratar la resistencia en dos acepciones. Tanto en cuanto fortaleza del individuo que trata de preservar su integridad frente a la presión social o de las instituciones para amoldarle a determinados patrones, como el fenómeno de la Resistencia frente al invasor nazi. En Historia de una monja (The Nun’s Story, 1959) el director aunó ambas temáticas, narrándonos los avatares de una religiosa belga, la hermana Lucas, que en el periodo entre guerras vive entre Bélgica y el Congo Belga. Su vocación por la atención a los enfermos supera con creces su compromiso con los ritos eclesiásticos. Por ello, se debate desesperadamente, tratando de conciliar las exigencias de su conciencia con el voto de obediencia, hasta que dicha lucha culmina cuando debe decidir si permanecer neutral ante la invasión nazi, como le demandan sus superiores, o unirse a la Resistencia. La novela en que se basó la película, inspirada a su vez en una mujer real que finalmente decidió volver a la vida secular, abordaba una cuestión delicada para la década de los 50. La productora Warner Brothers contrató a Zinnemann porque tenía justa fama de tratar con honestidad combinada con diplomacia materiales controvertidos. Así, años antes, había llevado al cine De aquí a la eternidad, otra novela que retrataba con escasa amabilidad la institución castrense americana, y lo hizo con tal ecuanimidad, que el mismo ejército se avino a prestarle instalaciones para el rodaje. De igual manera, en Historia de una monja, su aproximación al relato fue tan respetuosa y tan alejada de maniqueísmos, que logró obtener el beneplácito de la Iglesia católica y su apoyo a lo largo del rodaje. Y ello pese a que el factor catalizador del abandono de la congregación por parte de la protagonista fuera la muerte de su padre a manos de los nazis, sin que ella pudiera ya seguir acatando la neutralidad mostrada por la jerarquía eclesiástica. La pieza fundamental de la obra es la interpretación de Audrey Hepburn. Esta sensible actriz compartía muchas cosas con la hermana Lucas. Ambas eran belgas que padecieron la opresión nazi y que sufrieron la pérdida de su progenitor. Ambas eran gentiles, respetuosas y llenas de dignidad. También eran mujeres frágiles en apariencia, pero con una voluntad férrea. A diferencia del personaje, Hepburn no era religiosa, pero proporcionó al personaje una espiritualidad que se alimentaba de su empatía, sus buenas intenciones y el interés por sus semejantes. Por eso, lo que

HISTORIA DE UNA MONJA (1959)

Audrey Hepburn y la resistencia

La hermana Lucas, encarnada por Hepburn, en la secuencia en la que recibe el hábito religioso.

recordamos años después de ver la película es su imagen, con su expresivo rostro triangular enmarcado por la toca, sus grandes ojos y esa sonrisa melancólica que parecía ocultar una profunda tristeza. No obstante, también los secundarios estuvieron excepcionales. Zinnemann siempre supo aplicar amabilidad y tesón para obtener interpretaciones comprometidas de todos los actores. Peter Finch encarnó al cirujano volcado en su labor en el Congo, que admira profundamente las extraordinarias cualidades como enfermera y como ser humano de la protagonista y que está platónicamente

La protagonista de la película se debate entre la obediencia y la neutralidad y su conciencia y la oposición firme a los nazis enamorado de ella. Trabajar juntos es gratificante para ambos porque viven con idéntica entrega la vocación de curar a los enfermos. Pero este doctor es también el personaje que más angustia le provoca a la joven porque le hace ser consciente de que, a diferencia de otras monjas, ella no transmite serenidad sino zozobra. Finch era un un actor excelente, capaz de transmitir un amplio espectro de emociones con la profundidad

de su mirada y con gestos aparentemente pequeños. Las superioras del convento fueron encarnadas por actrices de gran nivel como Peggy Ashcroft y Edith Evans. Un papel corto pero muy importante fue el del padre de la hermana Lucas, encarnado por Dean Jagger, cuyo trabajo como brillante cirujano es la principal causa de la vocación de su hija. Compartió con Hepburn algunos de los momentos más conmovedores, como aquel en el que, antes de ingresar en el convento, ella le dice que hará todo lo posible para que esté orgulloso de ella y él responde: «No quiero estar orgulloso de ti. Quiero que seas feliz». Zinnemann hubiera deseado rodar la película diferenciando entre los años en Europa en blanco y negro y el periodo en el Congo en color. Su idea era transmitir el evidente contraste entre la experiencia de la protagonista en ambos continentes: frustración en el Primer Mundo frente a una etapa de cierta realización personal en el Tercero. Pese a que el estudio le obligó al director a realizar en technicolor todo el metraje, a través de la excelente fotografía, decorados e iluminación, logró retratar el contraste entre las dos etapas. Los exteriores e interiores rodados en Europa son mates, solemnes, sobrios y recuerdan en ocasiones a cuadros de los pintores clásicos flamencos. Por el contrario,

las secuencias rodadas en el Congo resultan vibrantes de colorido y vitalidad: la exuberante vegetación, las caudalosas aguas del río, las llamativas vestimentas de los nativos y las sonrisas de los niños acompañan el estado de ánimo de la hermana Lucas, más feliz en este periodo. Zinnemann ha sido uno de los grandes narradores del cinematógrafo. A algunos nos sorprende que no tenga el reconocimiento que reciben otros creadores tal vez más innovadores en los aspectos formales, pero no siempre igualmente dotados para construir un relato bien estructurado y lleno de coherencia. La teoría del autor iniciada por Cahiers du cinema, que ha ensalzado a veces la forma antes que el fondo, no es siempre justa porque pretende que es más valioso el realizador reconocible por un estilo único frente al que diversifica. ¿No es acaso también admirable la filmografía de un artista como Zinnemann que buscaba apasionadamente contarnos historias que nos mostraran facetas universales de la condición humana y que siempre puso la forma al servicio del contenido? A través de un lenguaje cinematográfico preciso, depurado y carente de pretensiones nos hizo vibrar como pocos. Su legado manifiesta una inteligencia, una pasión por el trabajo bien hecho y un talento artístico únicos. ~


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El Correo de Andalucía Sábado, 25 de julio de 2015

Escrito para... Leer es enfrentarse al lenguaje; al aprendizaje de estructuras, casi siempre, más complejas que las utilizadas habitualmente por el lector. Al lenguaje como herramienta fundamental en nuestro desarrollo. Porque el lenguaje literario es Personal & Político

...Unir vida y poesía Carlos Serrato {Aurora Luque (Almería, 1962) es una de las voces indiscutibles de la poesía española contemporánea. Ahora que se abrió un debate, un tanto extraño, en torno a la poesía escrita por mujeres, que la prestigiosa colección Vandalia traiga a manos del lector Personal & político (Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2015) es un buen argumento para no debatir más, sino para afirmar, sin duda alguna, que mucha de la mejor poesía escrita en las diversas lenguas de la Península Ibérica suena hoy con voz de mujer. No seguiré en la defensa de lo obvio, pues merece la pena que nos centremos en el último poemario de Aurora Luque, donde esplende sobre la superficie de lo cotidiano la hondura de su discurso clásico, forjado entre antiguos y modernos, que huele a Mediterráneo, a Safo, a Hölderlin, a Juan Ramón, a Cernuda, a Caballero Bonald, a Anne Carson... y a viñas soleadas. Pero aquí, en Personal & político, el lema feminista (todo lo personal es político) que se toma como punto de partida, inspira una colección en la que la poetisa busca el mito y la trascendencia en la vida humilde de cada día. El poemario se divide en dos secciones, Cuaderno del sureste y Cuaderno vieja América, nutridas de la propia experiencia vital de la autora; dicho sea esto con toda la reserva necesaria, pues el discurso lírico es siempre un discurso de ficción: la verdad de lo poético no se halla en la anécdota, ni en el episodio más o menos autobiográfico que sirve de espoleta a la escritura, sino en la (re)creación del mundo a través de la palabra. Así, en estos dos cuadernos de viaje, lo mismo salta el recuerdo del desierto almeriense de su infancia al contemplar unas fotografías, que se reflexiona sobre el falso realismo del cine comercial y la verdadera realidad de Ulises, de Orfeo, de Fedra, de Ariadna o de la

Helena por la que ardió Troya. Los mitos contemporáneos caen ante el hambre de un niño que «no salva el amor como en el cine», la muerte de Platón la celebran los estudiantes de botellona, el sabor de la amistad, la vejez mirada con el respeto que merece un buen coñac, el deseo que nunca cesa de buscar, las canciones de la caboverdiana Cesária Évora, la angostura de los tuits y la delicadeza del haiku, el

Hotel Origen

...Romper metáforas Carlos Serrato {El premio de poesía Emilio Prados va ya por su decimoquinta edición, consolidado como uno de los referentes más fiables para saber por donde va la poesía más sugerente del panorama literario español. El pasado año se le concedió al joven pero muy reconocido poeta Javier Vela, por un poemario impresionantemen-

parto («¿era multiplicarse o dividirse?») acompañado por la poesía, los anuncios de cacao soluble, el mar color de vino de Estrabón y un selfi en Nochevieja, Emily Dickinson y el oloroso de Jerez. La materia poética de Personal & político es la conexión siempre fecunda entre la literatura y la vida, entre la inagotable lección de los clásicos griegos y el sonido de la televisión encendida, las lecturas de los escritores amigos y el placer de la conversa, del baño en el mar, el recuerdo del paisaje de la infancia, las redes sociales y el amor, la reescritura del carpe diem, la serena evocación del tiempo pasado y la gozosa celebración del mundo. No queda en estos poemas, casi siempre construidos a partir de un pequeño relato cotidiano, cosa que no se trate con la política poética. En sentido ciudadano, política del vivir junto a los otros, que siempre están presentes en una poesía donde la subjetividad del yo lírico se abre al diálogo con una realidad, habitada por mujeres y hombres vivos en la carne o vivos en la obra de arte, que toca de lleno a Aurora Luque. La familia y los amigos, los parientes, los estudiantes, la literatura. No se distingue entre escritura literaria y escritura de la vida, porque la poesía para Aurora Luque es una manera de vivir, su pan de cada día se lo gana enseñando lenguas clásicas a adolescentes presos en un selfi, su poesía huele al pan recién horneado que nos alimenta a los demás. Aurora Luque: «El nombre de las cosas fue cosa de las musas / y la musa era el vértigo de quien miraba al cielo / y se sentó a cantarlo / al lado de un amigo» o algo Personal & político. ~

te bello, Hotel Origen, que acaba de salir en librerías coeditado, como siempre en colección propia, por la Diputación de Málaga, a través del Centro Cultural de la Generación del 27, y la exquisita editorial valenciana Pre-Textos. Al modo de los stilnovistas del renacimiento italiano, Hotel Origen es la crónica poética de una pasión amorosa y la donna angelicata es aquí nombrada co-

Calificación: Políticamente poético y muy bueno. Tipo de lectura: Clasicismo contemporáneo. Tipo de lector: El que gusta de la alta poesía en voz de altas mujeres. ¿Dónde puede leerse?: En el verano andaluz.

mo Amara. Lo angélico de este hotel lírico donde se viene a nacer es carne abrazada, no espíritu inalcanzable; el esforzado amante nos ahorra los trabajos de merecimiento del amante cortés y se centra en construir un fascinante tema con variaciones sobre los goces del amor. Poemas que brillan como luminarias en la noche, contrapunteados por pequeños poemas de un sólo verso largo (a veces organizado por la pausa en dos hemistiquios, un octosílabo más un endecasílabo) que funden la tradición del aforismo, de la imagen surrealista, de la iluminación casi de greguería y del afán del haiku por atrapar el instante, eso que algunos llaman inspiración.

El libro tiene una fuerte unidad en su arquitectura, que gira en torno al misterio de Amara, una mujer con un país propio que el yo poemático explora en su geografía de piel y besos, mientras aprende la enigmática lengua con la que Amara nombra el mundo. O, dicho de otra manera, Hotel Origen es el lugar de encuentro de un poeta con la poesía. Versos en estado de gracia, que giran sin fin sobre el tema del encuentro amoroso y del desvelamiento del otro como terra incognita, «sólo una mano, un pálpito, un cristal / herido por la luz», poesía amatoria que nace, como en el cancionero petrarquista, de hacer de la pasión vivida el tema de una escri-


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Escrito para... expresivo y eso tiene que ver con la implicación que el lector desarrolla con lo leído. Aladar ofrece la posibilidad de acercarse a ese territorio expresivo proponiendo los títulos que mejor sirven para ello La hermana menor

...Descubrir a la sombra

Florencia del Campo {En Argentina dice mucho, pero el nombre Silvina Ocampo no llegó a ser internacionalmente conocido como el de Jorge Luis Borges, sin embargo, fue una gran autora y amiga íntima de este escritor universal. Mariana Enríquez, la escritora y periodista también argentina, ofrece en La hermana menor lo que el subtítulo del libro enuncia literal: «un retrato de Silvina Ocampo». ¿Por qué La hermana menor? Porque Silvina Ocampo siempre quedó en la sombra (imaginemos: de un cedro): la hermana de, la esposa de, la amiga de: de Victoria Ocampo, de Adolfo Bioy Casares, de Borges (respectivamente). Miembros de una de las familias más ricas de la Argentina, las Ocampo fueron figuras fundamentales de la literatura argentina del siglo XX: Victoria fundó la revista Sur, que hizo conocido a Borges. Luego abrió una edi-

torial con el mismo nombre, que publicó a Sartre y Camus, entre otros. Era antifascista, feminista, antiperonista, escritora y hermosa. De Silvina no está tan claro: también antiperonista aunque comprometida mucho menos políticamente (o activa desde la sombra del cedro de un jardín). Lo de hermosa está muy en duda: se caracterizaba por tener una voz muy particular que no se sabe si queda del lado del encanto o del ridículo; sus piernas parecen que eran preciosas pero no sabemos si eran suficientes para distraer de otros rasgos de dudosa belleza. El color de sus ojos –parecen azules– tampoco alcanza para pronunciar con quórum que Silvina fuera hermosa como su hermana. En cambio, Boy Casares sí que era un galán: atlético y musculoso, ojos claros... Y era, además del lindo, el escritor de la pareja. ¿Es todo esto muy injusto? ¿Una conspiración contra la pobre de Silvina? Más bien no, podríamos mejor pensar que este fue el personaje de ella: estar en

tura que se eleva sobre la anécdota del suceso hacia su conversión en esencia de lo poético. Javier Vela encuentra el origen del poema en el hotel de los encuentros amorosos y retorna así, con su bagaje bien asimilado de surrealismos y poéticas de la experiencia aunados en una palabra sensual que canta con voz propia y muy firme ya, muy musical, perfectamente ebria de armonía, a la fuente misma del canto lírico. El equilibrio entre las secuencias narrativas y los hallazgos de imágenes órficas, casi bebidas en la copa de Lezama Lima, me atrevo a pensar, dota al poemario de un tono donde se reconoce la

tradición viva en la modernidad, al modo en otros tiempos del propio Emilio Prados o Altolaguirre, los malagueños del 27, cuya poesía amatoria mantiene a mi parecer un paralelismo de intenciones con la de Javier Vela. El misterio de Amara, como a André Breton en Nadja, borra el pasado y el yo lírico nace de nuevo al mundo: «Pasan trenes antiguos sobre mi corazón./ En todos viaja Amara». Explorador en país desconocido, el poeta aventurado tiene que aprender que las reglas del mundo cambian con el descubrimiento: «En el país de Amara los niños bailan sobre las hormigas, las mujeres sonríen y los hombres boste-

un segundo plano, quedar a la sombra (del cedro del jardín de su infancia). El libro empieza y dicen sus palabras:

«Silvina se trepa al cedro del parque por la tarde, cuando la familia duerme. [...]. Si los mayores supieran que está ahí, [...] la harían bajar y la castigarían. [...] su padre, Manuel Ocampo, es un hombre riguroso y conservador. Pero los controles son más relajados con ella. Que, además, sabe esconderse». Lo más interesante del libro: que el excelente trabajo de investigación de Mariana Enríquez no desvela ningún misterio. ¿Más interesante por qué, entonces? Al final, solo enuncia los misterios, los rodea de mitos y expone un universo de contradicciones absolutas donde ni los entrevistados suelen coincidir en sus versiones. Algo sí parece quedar claro y nadie que se pronuncia al respecto dice lo contrario: que Silvina cocinaba muy mal. Eso sí queda claro. Uno de los aspectos más intrigantes de la vida privada de Silvina: su sexualidad. ¿Es cierto que fue la amante de la madre de quien luego fue su marido (el mismísimo Bioy)? ¿De verdad el matrimonio (Silvina Ocampo y Bioy Casares) se llevó de viaje a Europa a una sobrina de ella a la que deseaban e hicieron un trío que trastornó a la joven y que su hermana Victoria nunca les perdonó? ¿Qué pasó con Alejandra Pizarnik?, ¿amaba a Silvina? ¿no hubo nada de mutuo en ese amor? ¿Cuánto de gay, de bisexual o de hétero había en Silvina? Pero ella parece que pasaba de todo. Era excéntrica, tenía salidas insólitas, estaba como de vuelta. Aunque no se sabe. También puede que sufriera mucho. Que las tantas amantes de su marido no le dieran igual sino le provocaran celos y dolor. Que sus propios amantes no la consolaran. Que todo o que nada. No se sabe. Como si la historia quedara en la sombra del cedro de un jardín de la infancia. ~

Calificación: Revelador. Tipo de lector: Curioso. Tipo de lectura: Ágil. Argumento: Vida de Silvina Ocampo (amiga íntima de Borges y esposa de Bioy Casares). Personajes: Silvina y Victoria Ocampo, Borges, Bioy y muchos, muchos más.

zan». Y entonces brota el poema, no hay otra manera de contar las cosas. Así consigue Javier Vela un discurso tenso en el que rompen las metáforas en cascadas de sentidos: «Pone un mantel de luz sobre la mesa / y alisa sus heridas». Con esto, creo sin plantearme dudas que ya está dicho todo. ~ Calificación: Hermoso. Tipo de lectura: Escrituras de la pasión. Tipo de lector: El que agradece la amatoria. ¿Dónde puede leerse?: Junto a quien sepa escuchar estos versos.


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Música El festival internacional español más británico cerró una nueva edición en esa especie de Tierra Santa de la música alternativa llamada Benicàssim. Tras una edición 2014 de escasa aceptación y que supo a poco pese a ser la vigésima, la de

Florence + The Machine protagonizaron la noche del jueves. Foto: Arnau Albero

FIB 2015: El año del renacimiento Noelia Salcedo {Con ritmos de charanga musical, FIB 2015 abrió sus puertas el jueves día 16 con una selección de artistas variada, invitados de calidad pero festivos, de grandes nombres y de nuevas promesas. La reina de la noche fue Florence Welch, el alma de Florence + The Machine. Como un ángel ingrávido, la pelirroja inglesa danzó descalza por el escenario, rompió su figura en siluetas de luz con torsiones imposibles e hizo feliz a una de sus fans cantando juntas y abrazadas en uno de los momentos más mágicos del festival. Era la primera vez que Welch y su banda se subían al escenario del FIB, tras su repentina cancelación en 2012. El resultado nos permitió disfrutar de una imponente voz enmarcada en un poderoso sonido, tan fuerte como la capacidad de los siempre buen rollistas Crystal Fighters de hacer bailar a toda la masa festivalera con cada uno de sus hits. No sonó ni un solo tema que no fuera cantado de principio a fin por los fans. Más de una docena de can-

ciones que era imposible no reconocer, aunque su vocalista haya decidido prescindir de su característica melena. La fusión dance fue cosa de Clean Bandit, banda revelación del año 2015, que pese a su corta trayectoria hizo estallar de euforia al público a base de cuerda frotada con aire clásico y la arrolladora presencia de la cantante Elisabeth Troy en gran parte de los temas. El viernes 17 se presentaba cómo-

banda británica haciendo sonar un buen puñado de temas míticos, perfectamente combinados con su más reciente trabajo de estudio junto a su nueva formación. Gallagher acabó justo a tiempo para que miles de fibers se movieran en manada hacia el camping para ponerse a tono justo antes de que entrara otro de los nombres con letra gruesa del cartel: The Prodigy. La electrónica imparable de tres

Noel Gallagher satisfizo en su vuelta al festival a los acérrimos de la histórica banda Oasis con un puñado de temas míticos de la mano de su nuevo grupo do, una ristra de primeros nombres indispensables y tiempo para sorpresas pero, de lo que teníamos ganas de verdad era de ver qué traía Noel Gallagher en su vuelta a Benicàssim acompañado por su grupo: los High Flying Birds. El cofundador de Oasis satisfizo a los fans acérrimos de la histórica

décadas de tecno estalló en todas direcciones, literalmente. No había un metro cuadrado de la pista del escenario principal donde no pudiéramos encontrar a británicos y españoles fusionados en corros de pogo chocando espalda contra espalda o levantando las piernas enérgicamente más arriba de lo posible. Tras

ello, quien tenía más ganas de fiesta tenía varias opciones: las que congregaron más adeptos fueron las sesiones dj de Brodinski o el pub de carretera con piscina (más llena de barro que de agua cristalina) llamado South Beach. Allí luces de neón y clásicos indies de siempre se encargaron de despedir la noche. El sábado 18 tenía muchos nombres, variados y destacables en uno u otro sentido. El más reseñable por encima de todos fue el de Blur, quienes volvían a Benicàssim después de más de una década. Enmarcados por la estética colorista de su último álbum, The Magic Whip, helados de colores y tres hipnóticos círculos de fondo se fusionaban con la actitud jovial y traviesa de su líder, Damon Albarn. Una buena tanda de temas inmortales y la más que buena predisposición del público hicieron el resto. Muy cerca de ellos disfrutamos de la presencia del polifacético Mark Ronson. El dj, compositor y productor de temas inolvidables se presentaba en el escenario mediano para


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2015 ha sentado las bases de una nueva etapa fructífera: con sabor a cartel clásico pero con aires frescos, listo para imponerse de nuevo como uno de los mejores festivales del mundo con Florence+The Machine y Blur como estrellas FUERTE PRESENCIA NACIONAL AL NIVEL DE LAS BANDAS DE FUERA Si algo caracteriza este FIB 2015 es que las bandas nacionales no han sido, ni de lejos, nombres de relleno en el cartel. Nuestros músicos nacionales se subían al escenario principal en prime time con miles de espectadores apoyándoles. Y otros defendían sus propuestas en el escenario mediano y pequeño con sobrada calidad musical. El jueves 16 uno de nuestras bandas más internacionales, L.A, se hizo un importante hueco en la noche festivalera. Su sonido americano y su fuerza interpretativa lograba despertar la curiosidad de algún que otro británico. Poco antes fueron los madrileños Trajano los encargados de abrir la tarde. La propuesta de esta banda emergente no deja impasible a nadie, y aunque el sol aún pegaba fuerte, era cita indispensable para los fibers. El viernes fue la noche de la siempre personal y emotiva Ana Fernández-Villaverde, más conocida como La Bien Querida, en el escenario mediano. No muy lejos de allí, en el bus de Red Bull, los siempre impecables Nudozurdo sona-

ban vivaces en su regreso musical de este año. El sábado Los Planetas atrajeron de forma inevitable todas las miradas y colonizaron con maestría la noche festivalera al dejar una imagen para el recuerdo: la del futbolista Mendieta tocando junto a la banda. Minutos antes, las enérgicas Hinds demostraban por qué su nombre no deja de sonar muy fuerte en todas partes y por qué se están convirtiendo en una de las bandas nacionales emergentes con mayor proyección fuera de las fronteras ibéricas. El domingo una de nuestras bandas más importantes del panorama independiente se estrenaba en las tablas del FIB: Vetusta Morla. Parece imposible que los madrileños aún no hubiesen sonado en Benicàssim, pero ahí estaban para agradecer emocionados la invitación, y rabiar con cada uno de los temas de su último trabajo y buena parte de los anteriores. El Joe Crepúsculo más divertido o el punk destacado de Belako y Novedades Carminha se encargaban de completar la fuerte apuesta nacional de este FIB 2015.

Los madrileños Vetusta Morla se estrenaban en el FIB.. Foto: José Manuel López.

Curtis Harding fue uno de los grandes nombres en letra pequeña del FIB 2015. Foto: Adrián Cruz.

poner de largo su enigmática propuesta. No sabíamos qué haría el británico: primero había sido confirmado como dj, y después anunciado en formato live, uno de los únicos que daría en todo el mundo. Definitivamente se presentó parapetado detrás de una mesa de mezcla y la compañía de varias voces de hip hop que respaldaban los temas que iba pinchando. Confirmamos en que Ronson estuvo ahí, su inconfundible tupé daba muestras de ello, pero se echó en falta una presencia más firme del mítico músico al sonar grandes joyas pregrabadas como Valerie (con Amy Winehouse) o la reciente Uptown Funk (con Bruno Mars). Por otro lado, el momento más desfasado de la noche tomó forma en la ausencia de voz de Ricky Wilson, vocalista de Kaiser Chiefs. La banda de Leeds salvó los muebles de una actuación abocada al fracaso gracias a una buena ristra de temas archiconocidos, capaces de mover en masa al público de forma incondicional. Wilson se arrastraba por el escenario de altavoz en altavoz, con alguna bajada a las primeras filas para avivar la catarsis frenética colectiva. Mucha marcha para tan pobre directo. Mucho más tenían que ofrecer los granadinos Los

Planetas en un show que contó con la presencia del futbolista Mendieta en Un buen día, canción que menciona al conocido deportista. Y llegó la última noche, la del domingo 19 y la de las apuestas más diferentes y seguras. Desde el estreno por la puerta grande de los nacionales Vetusta Morla, al indiscutible protagonismo de Portishead y su trip hop más envolvente. Beth Gibbons estuvo afinada y evocadora, respaldada por unas melodías evasivas y estimulantes. Unos cientos movían sus pies al acompasado ritmo en comunión, el resto (la gran mayoría), disfrutaba de la experiencia de tener a la imprescindible banda de Bristol ante sus ojos desde la comodidad del amplio césped del recinto. También brilló Bastille en su prueba definitiva ante el público de Benicàssim. Era la segunda vez que la banda liderada por Dan Smith pisaba el festival y en esta ocasión se enfrentaban al duro reto de llenar el escenario principal. El éxito absoluto cosechado a lo largo del último año fue la garantía necesaria para crecer de nuevo en el directo con la energía suficiente para dar vida a los temas. Con camiseta de Jurassic Park incluida y un maniquí en suspensión recortado en el juego de lu-

ces, Bastille convencía a los círculos más comerciales y llamó la atención de forma positiva también a los alternativos más escépticos. El gran impacto de la noche vino de la mano de FFS, la banda formada por Franz Ferdinand y los legendarios Sparks. Con un sonido más propio de los segundos que de los primeros, el experimento musical se llevó al público de calle. Buena parte de la culpa la tuvo la inclusión de los temas más conocidos de una y

El vocalista Ricky Wilson, de Kaiser Chiefs, perdió la voz en mitad de la actuación, pero los músicos salvaron los muebles Gran impacto causó la banda ‘fusión’ FFS: Franz Ferdinand y los legendarios Sparks, que se llevó al público de calle otra formación en el setlist final del espectáculo. La compenetración vocal total entre ambos líderes y la performance más extravagante y divertida del teclista Ron Mael elevaron al sobresaliente la propuesta. Por último, la danesa Mø se encargó

de poner patas arriba el escenario mediano hacia el final de la noche. Mezclándose entre el público como una más, fusionó su r&b electrónico con temas dance más bailables junto a un apoyo visual cargado de significado. Mø trepaba por las primeras filas haciendo inevitable desear unirte a su espectáculo y moverte como ella. El Festival Internacional de Benicàssim llegaba a su fin. Puede que toda esta euforia renovada sea culpa de la mente de Melvin Benn, el nuevo propietario del festival. Tras la marcha de Vince Power después de casi una década a los mandos de la máquina, Benn ha conseguido recuperar la ilusión de los fibers (algo venida a menos en los últimos años) con un cartel que, sin ser de los de antes… se le parece. Y es que reunir a nombres tan fundamentales del panorama alternativo internacional y una apuesta nacional brillante solo podía acabar bien. En total, cuatro días de música y siete de un camping que inevitablemente acabas considerando tu nuevo hogar. En Benicàssim todo se fusiona, desde la jarra de sangría junto al mar y los pies llenos de arena a los metros y metros de escenario principal y todas las actuaciones para el recuerdo. ~


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Arte es_aladar... Sevilla. ‘Risas en la oscuridad’ exhibe hasta el 11 de octubre el trabajo de una mujer que se define a sí misma como «saqueadora de iconos y generadora de relatos ‘glocales’ (globales+locales) a contracorriente»

Estrategias de la desobediencia

El CAAC expone los trabajos de María Cañas, sevillana de 43 años, autora de collages y vídeos en los que se entremezclan las esencias eternas de su ciudad y el punk, con lo que el resultado coloca a la artista en la nómina de los agitadores irónicos y feroces David Mayo {María Cañas (1972, Sevilla) posee ya un recorrido a sus espaldas como artista del desorden, en combate perpetuo contra el pensamiento dominante y sus formas de difusión. Cañas es una agitadora que nos muestra la realidad que conocemos, o al menos intuimos, desde una perspectiva repleta de ironía y feroz crítica, cuya estética bascula entre la compleja sensualidad de la imaginería barroca y una sencillez de origen dadaísta filtrada por el doityourself más punk. En la presnetación de su exposición Cañas se define como «saqueadora de iconos y generadora de relatos glocales (globales+locales) a contracorriente». La amplia muestra que ofrece el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) reúne un grupo de 13 piezas audiovisuales y 163 collages, con

los que la artista pretende extrapolar las idiosincrasias y esquizofrenias locales de su Sevilla natal a un imaginario global cada vez más fugaz, que se reproduce caóticamente desde la virilidad de ese lugar donde la realidad se ficcionaliza y las ficciones acaban deviniendo reales, y que llamamos internet. La exposición recoge gran parte de la producción videográfica más reciente de la artista y obras que vemos por vez primera (Risas en la oscuridad, La mano que trina, Al compás de la marabunta y Al toro bravo échale vacas). Todas ellas hacen de la apropiación y el foundfootage su razón de ser, al plantear un honesto ejercicio de reciclaje muy pertinente en nuestro tiempo, ya inundado de imaginarios que nacen del caos visual y se multiplican de forma incontrolable. Y sin embargo el ejercicio de apropiación en Cañas nunca es puro, sino

que se gestiona en la mezcla, la contaminación, en el sentido menos superficial y más específico del collage, ese que le otorga la capacidad de reasignar significados. Podemos apreciarlo fácilmente en Kiss the Fire y otros vídeos proyectados en la misma sala, donde la pantalla se vuelve doppelganger fagocitador, un espejo fiel en su alteración inquietantemente persuasiva de nuestra realidad bajo una pesadillesca y romántica puesta en escena. También en sus collages más ortodoxos encontramos, no solo mezcolanza visual, sino iconoclasta: la mística folklórica y la tradición andaluza conviven con iconos de Hollywood o el pop, lo bello y lo monstruoso van de la mano, y todo ello recorrido por una presencia de la muerte que los sobrevuela en forma de cráneos y de una violencia latente en cada imagen. Risas en la oscuridad nos propone,

La mano que trina... ¿Quién no ha pensado esto mismo de los smartphones?

pues, un recorrido por el detritus visual que nos rodea en piezas que muestran nuestra condición de homo visibilis de forma tan divertida como inquietante, aspecto fundamental este en la obra de Cañas, para quien, como el propio título de la muestra indica, la dramaturgia existencial habita escondida en la carcajada (y viceversa), algo que en ocasiones solo la vuelve más terrorífica. Dan fe de ello algunos de los momentos de ese documento-collage-experimento titulado Se villana, la Sevilla del diablo, que muestran inocentes niños sumergidos prematuramente y hasta el tuétano en cada una de las tradiciones más arraigadas de la capital andaluza, resultando cómicamente siniestros. Otros de sus vídeos, algunos presentados en forma de instalación, casi parecen una versión documental, avantgarde y de bajo presupuesto de la magnífica serie británica Black Mirror, escenificando serias dudas ante los profundos cambios que la tecnología imprime en nuestra socialización, como si el abrazo conforme con todo lo que llega o está por llegar fuese igual de peligroso que el férreo marcaje de las tradiciones. Para Cañas encender la pantalla de nuestros dispositivos digitales es abrir una ventana mediatizada al mundo, que puede resolverse en una forma de estar y ser apacible e inocua o, como ella parece reivindicar, incómoda y subversiva, aunque –quizás sea esto lo que más autenticidad otorga a estos films realizados sin cámara– su gesto se intuye también natural y cómplice con la generación de Youtube, que parece provocar el mismo

No sólo hay mezcla en sus collages: también iconoclasia al fundirse el folklore andaluz y el de Hollywood

Risas en la oscuridad 4, una visión irónica del infierno.

profundo rechazo e inevitable encantamiento en la artista. En cualquier caso lo que estas piezas nos ofrecen es un directo y conciso golpe contra el estado de las cosas, reclamando una táctica de guerrilla audiovisual que pretende contener la dictatorial presencia de la estupidez mediática como eje de todas las cosas. Un paseo por Risas en la oscuridad muestra a Cañas como creadora de raza, cuyo trabajo está íntimamente ligado al contexto en que surge, ofreciéndose como una obra de urgente presente que analiza y deconstruye la perenne influencia del pasado y refleja una necesidad imperiosa para la cordura vital de las próximas generaciones: la conveniencia de apropiarnos de las imágenes que nos rodean antes de que las imágenes se apropien de todos nosotros, de mantenernos críticos cada vez que nos sumerjamos en el placentero líquido amniótico digital que pretende acomodarnos, como indefensos bebés, en una existencia que cambia y se deforma cada vez más deprisa. ~


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