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Miércoles, 6 de mayo de 2015 Nº 50 @aladar_cultura

ERMONELA JAHO

«La primera vez que me sentí libre fue la primera vez que canté» La cantante lírica albanesa abre su alma en una entrevista única parar Aladar

Segunda entrega del serial sobre la historia del jazz

Regreso al esplendoroso Hotel Sevilla en La Habana


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Cine documental

Cuando acaba de anunciarse que la documentalista Lucy Walker rodará la secuela del documental de Win Wenders ‘Buena Vista Social Club’ (1999), recuperar esta película se convierte en cita obligada para los amantes de la música y de su relación con el cine Emma Camarero {La música y el cine documental siempre han tenido una relación amorosa que va más allá del uso de la primera con un sentido diegético, o como simple acompañamiento de las imágenes de una realidad en movimiento. La relación música-cine ha fascinado a directores e incluso a los propios músicos, obsesionados por reflejar en veinticuatro fotogramas cuánto es capaz de aportar el sonido en su formato visual. Documentales sobre grupos musicales, solistas o músicas populares ha habido, hay y habrá, infinidad de ejemplos. Desde Don’t Look Back (A. Pennebaker, 1967), considerado el mejor documental musical de la historia, y donde la cámara captura a Bob Dylan con las manos en la masa durante noventa y seis minutos, hasta Canciones para después de una guerra (B. Martín Patino, 1971), en el que la música tradicional se convierte en el hilo conductor de una España recién salida de una guerra y con la esperanza de vuelta a la caja de Pandora. Pero en general, rara vez detrás del mero hecho musical en formato audiovisual existe una historia, una narración fílmica que acompañe a la melodía en su devenir cinematográfico. Por ello el director alemán Win Wenders encontró a finales de los años noventa del pasado siglo una mina de oro en la historia de unos viejos músicos cubanos que a pesar de la edad y del olvido, se encontraban en perfecta forma. Tanto como para convertirse en los protagonistas de un disco que recibió un Grammy y vendió millones de copias, y de una historia que fue candidata al Oscar al mejor documental en 1999, tuvo tres nominaciones Bafta y recibió los premios al mejor documental de la National Board of Review y del Círculo de críticos de Nueva York. Hoy, con Cuba saliendo de un olvido político y en lo que parece una reinserción al planeta y sus reglas sociales, Buena Vista Social Club se convierte en una película imprescindible para entender que todo estaba ya allí, esperando que alguien o algo le dijera que se levantara y echara a andar. El guitarrista Ry Cooder fue la otra pata de este binomio que junto a Wenders, hizo posible que los ancianos componentes de Buena Vista Social Club –al menos los que en 1996 aún estaban vivos–, pasasen de dormir el sueño de los justos a convertirse en un fenómeno musical a todos los niveles. Como él mismo cuenta en el documental, junto a su mujer había visitado Cuba en los setenta y siempre tuvo en mente rescatar los sones afrocubanos sin los que no puede entenderse la música actual. Buena Vista Social Club resucitó a talentos transoceánicos como el pianista Rubén González, el músico Compay Segundo y los cantantes Ibrahim Fe-

De Cuba para el mundo sin pasar por el calendario

rrer y Omara Portuondo, entre otros. Retirados y casi olvidados la mayoría, esta película, el disco que grabaron y la gira que les llevó a Nueva York les devolvió a la vida a través del reconocimiento internacional. Buena Vista Social Club mezcla los números musicales con escenas cotidianas de La Habana, entrevistas y ensayos que más parecen reuniones de amigos. Aunque La Habana y su decadencia es uno de los escenarios que dan el toque de autenticidad a la historia, uno echa en falta ver el verdadero lugar donde la mayoría de estos músicos se forjaron, y que tiene mucho más que ver con Santiago de Cuba que con la capital habanera. Todos hablan de sus orígenes musicales en el sureste de la isla, verdadera cuna de los sones que ellos consiguen hacer inolvidables y que curiosamente, Wenders no llega a pisar, dejándonos una sensación agridulce por saber qué hizo tan grande a estos músicos desde la cuna. Hacía muchos años que fuera de Cuba, e incluso dentro de la isla, nadie había oído hablar de Buena Vista Social Club y todo lo que este grupo de músicos sin precedentes, había sido capaz de aportar a la música internacional. Rescatarlos del olvido ha hecho que hoy, nombres como Compay Segundo o Raúl González vuelvan a formar parte de nuestro acerbo musical. Verlos tocar en directo es ver como la naturaleza humana sobrevive gracias a la vitalidad de una música que, aunque interpretada por ancianos, se niega no ya a morir, sino a envejecer.

El nuevo documental sobre este grupo se titulará ‘Buena Vista Social Club-Adiós’

Escenas del documental que rescató del olvido a artistas como Rubén González o Compay Segundo, entre otros.

En breve, la directora británica Lucy Walker seguirá a los sobrevivientes de la cinta que Wim Wenders estrenó en 1999, durante la gira del adiós que ofrecerán este año, dieciséis años después. El nuevo documental se titulará, como no podía ser de otra manera, Buena Vista Social Club-Adiós. Omara Portuondo y Elíades Ochoa son dos de estas rara avis que el tiempo aún ha perdonado y mantenido con vida. Y aunque ambos se conservan en perfecta forma musical, faltan muchos, casi todos, los nombres que hicieron imprescindibles y asombrosa a esta película. A la espera de esta secuela y con Cuba convertida en un interrogante de incierto destino, se hace más necesario y conmovedor que nunca disfrutar de la película en la que Wenders lleva a cabo el mejor homenaje posible a quienes , desde el Buena Vista Social Club, nunca quisieron morir. Musicalmente, lo consiguieron con creces. ~


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Cine

El cine de Vincente Minnelli nos deslumbra por la plasticidad, colorido y belleza de sus imágenes. Por eso, resulta particularmente acertado que fuera este realizador quien se ocupara de llevar al cine la vida y obra de su homónimo Vincent van Gogh

Lo que nos contó Vincente sobre Vincent La trágica vida del genial holandés fue rodada en escenarios reales como Auvers-sur-Oise o Arlés. El gran Kirk Douglas, adecuadamente teñido de pelirrojo, se asemejaba tanto al pintor que algunos habitantes de aquellos lugares se sobresaltaban cuando se lo encontraban María Eugenia Guzmán {Vincente Minnelli es principalmente recordado por los novedosos e imperecederos musicales que dirigió, como Cita en San Luis, Un americano en París o Gigi. No obstante, su gran talento trascendía los géneros y fueron también esenciales sus aportaciones a la comedia (por ejemplo Mi desconfiada esposa), al drama (como fue Cautivos del mal) o al melodrama (caso de Como un torrente). Lust for life fue el deslumbrante biopic que realizó en 1956 sobre Vincent van Gogh. No sabemos por qué, en España evitaron la traducción literal del título (Anhelo de vida) y recurrieron al desafortunadísimo El loco del pelo rojo, lo que podemos imaginar no sería precisamente un estímulo para la venta de entradas.

Los antecedentes de Vincente Minnelli como diseñador de decorados y vestuarios y luego director de escenarios en el teatro neoyorquino explican en parte su fama de esteta obsesionado por el aspecto visual de sus películas. Era un maestro en el dominio del color y no lo trabajaba sólo desde la iluminación y la fotografía, sino que cuidaba hasta el último detalle la selección de localizaciones, la dirección artística y el vestuario para que todo realzara los tonos y aportara textura a las escenas. Por eso, cuando nos viene a la memoria una de sus obras, solemos recordar imágenes de impecable factura en rojos, amarillos o azulados, que conforman un brillante lienzo que desborda la pantalla. Dado lo anterior, ¿quién mejor que él podía llevar al celuloide la vida y obra de un pintor cuyos vibrantes remolinos y gruesas pinceladas se proyectan hacia nosotros desde sus cuadros? El largometraje, de luminosos fotogramas y sombrío contenido, se rodó en escenarios reales como Auvers-sur-Oise, Arlés o Saint-Rémy. La atención por el detalle de Minnelli era tan obsesiva que llegó a encargar que se tiñera la hierba de amarillo para aproximar su efecto cromático al de los cuadros del pintor, o que se trasladaran varios árboles de gran tamaño para que lugares como el asilo de Saint-Rémy, aparecieran ante nuestros ojos idénticos a cómo Van Gogh los había inmortalizado.

La película comienza retratando los años de juventud del holandés, cuando fracasó en su intento de ser pastor protestante en un pueblo minero belga. Luego se adentra en la última década de su vida, que fue la que dedicó a la pintura y durante la que no experimentó éxito alguno, ya que apenas vendió alguna obra de una prolífica producción que supera el millar. Fue desafortunado en amores, en salud y en dinero. Tampoco tuvo suerte en la amistad y acabó distanciado de otro genio del pincel de turbulento carácter, Gauguin. Anthony Quinn, habituado en aquellos años a dar vida a seres bravucones y pendencieros, estuvo tan convincente como el temperamental francés, que ganó el Oscar al mejor secundario por los escasos minutos de metraje en que aparecía.

Arriba, una bella estampa y el cartel del filme ‘Lust for life’.

Kirk Douglas realizó una de sus mejores interpretaciones como el protagonista y obtuvo una merecida nominación al Oscar. Habituados a verle encarnando papeles de hombres caracterizados por su vigor físico y mental, es sorprendente la delicadeza con la que captó la sensibilidad de un ser tan vulnerable, su genialidad, su anhelo de entrega y su profundo sufrimiento. El actor reconoció en su autobiografía El hijo del trapero, que ésta fue la única vez en su carrera en que se llegó a identificar tanto con un personaje que sufrió verdadera angustia hasta el punto de que temió enloquecer y llegó a palparse a veces la oreja, temeroso de habérsela cortado. El largometraje nos muestra que la única relación duradera y positiva que mantuvo el holandés en su torturada existencia fue la que le unió a su hermano menor Theo (encarnado algo tibiamente por James Donald). Se conoce mucho de la vida del artista a través de la constante correspondencia que ambos intercambiaron a lo largo de los años. De hecho, el guion de Lust for life, escrito por Norman Corwin, se basó en una biografía novelada de Irving Stone, que a su vez se inspiró en este voluminoso legado epistolar. Theo, que pese a ser marchante de arte no consiguió vender la obra de Vincent, es representado en la película como un hombre sereno, paciente y bondadoso que no desfallece en apoyar al pintor moral y económicamente a lo largo de la ingrata vida de éste.

Van Gogh fue desafortunado en amores, en salud y en dinero. Y tampoco le sonrió la amistad Bajo estas líneas, Kirk Douglas (Vincent van Gogh) y Anthony Quinn (Paul Gauguin) en una escena del filme.

Esta es una de las pocas películas que se asoman a la profundidad y belleza de un amor fraternal, ya que ha sido más habitual que el celuloide narre los conflictos, las rivalidades y los celos antes que la lealtad y la incondicionalidad que se pueden dar en este tipo de relación. En un emotivo momento de la película, Theo describe a su hermano así: «Ya sé que es rudo, peleón e irascible, pero en su atormentada cabeza hay algo maravilloso. En esas cartas hay un hombre de talento, un hombre tierno. Y en su obra hay mucha más belleza y fuerza apasionada que en la mayoría de las obras que ves hoy en los museos». Esta sensible obra retrató a Van Gogh como un alma genial, vehemente y agitada por mil turbulencias que se transformaban en salvaje luminosidad en unos lienzos que nos sobrecogen y nos alegran el corazón. Como nos cantó Don Mclean: «Pude haberte dicho Vincent, que este mundo no se hizo para alguien tan bello como tú». ~


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Arte

Vivir con un icono Carlota Montemayor {Charles Eames definió el diseño como un plan que dispone elementos de la mejor manera posible para llegar a un fin específico; una expresión de propósitos que puede, si es lo suficientemente bueno, llegar a ser considerado como arte posteriormente. Desde primeros del siglo XX, mucho del diseño que nos rodea ha sido una expresión de ingenio que dio solución a problemas cotidianos; pequeñas revoluciones en la era industrial que han cambiado, en ocasiones para siempre, nuestra manera de vivir. Siempre que se habla de objetos de diseño nos viene a la mente mobiliario complicado, difícil de entender, elitista, pensado por y para una minoría moderna e intelectual. Entonces, ¿podría ser un vaso de agua un objeto de diseño? ¿Y la cafetera más vendida en el mundo? ¿Y un exprimidor de naranjas? La respuesta es un sí rotundo. Arquitectos, diseñadores e ingenieros crearon piezas que hicieron de nuestros hogares y lugares de trabajo sitios más bellos y cómodos. La exposición Vivir con un icono lo ha demostrado en el COAM (Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid). Cincuenta objetos que ya pertenecen al imaginario del siglo XX, expuestos sobre cajas de cartón de embalaje, como si un camión de mudanza acabara de llegar y hubiera que colocarlos en el

lugar que corresponde. Porque sí, esto es arte, pero arte al servicio de nuestras necesidades más mundanas; desde sentarnos a trabajar, a echarnos una siesta, fumar un cigarrillo o desayunar un zumo de naranja y un café. Hagamos del mundo un lugar más bello y a la vez útil. Y también ecológico. Convirtamos una bicicleta en una confortable silla, la icónica Wassily de Marcel Breuer. Busquemos solu-

‘Chair Wassily’ de Marcel Breuer.

ciones para cualquier espacio, como hizo el gran Lecorbusier; quien, por lo visto, era también muy austero y vivía en una casa de tan sólo 26 metros cuadrados; así que inventó una serie de cajones versátiles que servían tanto para comer, como para sentarse o apoyar los pies. Democraticemos el diseño, así nació el imperio Ikea y uno de sus clásicos, la mesa Lövbacken, que hace poco se ha

Mar y literatura: el noviazgo extraordinario Gabriel Ramírez Lozano {Desde el 15 de abril, en el Museo Naval de Madrid, podemos asistir a una preciosa exposición: Hombres de la mar, barcos de leyenda. Arturo Pérez Reverte, escritor y académico, es el comisario y promotor de la muestra. Su amor por el mar, la navegación y la literatura, se dejan notar en cada uno de los espacios dedicados a barcos (reales o pertenecientes a una obra literaria y, por tanto, pertenecientes al mundo de la ficción), a marinos o a una etapa de la historia en la que el barco fue fundamental. Barcos que nos hacen recordar momentos inolvidables como el Victoria de Juan Sebastián Elcano o el Titanic. Y barcos que nos hacen recordar esas lecturas que nos llevaron a lugares remotos, misteriosos y llenos de aventuras, como el Pequod de Moby Dick o el barco capitaneado por Jim Hawkins con el que descubrimos La isla del tesoro, el Hispaniola. El Museo Naval de Madrid es, posiblemente, uno de los mejores mu-

La nao ‘Victoria’ es uno de los barcos que pueden verse en la exposición ‘Hombres de la mar, barcos de leyenda’.

seos de Europa dedicados al mar, a los barcos y a la historia que funde ambas cosas en el tiempo. Y –¡qué paradoja!– está en Madrid, una ciudad que tiene la costa a cientos de kilómetros de distancia. El que escribe tuvo la gran suerte de realizar la visita acompañado por uno de los guías voluntarios de la

institución. Marcos Diego, marino profesional y poseedor de un curriculum envidiable, es además conocedor de todo el contenido del museo. Cada mapa, cada lienzo, cada pieza, cada cañón, es motivo de explicación, de una charla verdaderamente agradable. Junto a él, un grupo de voluntarios preparadísimos,

reeditado. ¿Quién no se ha sentado alguna vez a comer y ha tenido la mala suerte de tener la pata de la mesa en medio de las piernas? Esto puede dar al traste con la mejor comida de todas; así debió pensar Eero Saarinen y así nació la mesa Tulip, con un único pedestal, visualmente perfecta. Sentémonos a desayunar: rara es la casa que no tiene la clásica cafetera italiana o moka, diseñada por Alfonso Bialetti en 1933 e inspirada en una antigua lavadora. Y un zumo natural recién hecho en el exprimidor Juicy Salif de Philippe Starck; una pieza escultórica y emocional, que Starck dijo que más que pensado para exprimir limones, estaba pensado para iniciar conversaciones. Aunque los exprime perfectamente. Tampoco el cine se olvidó de usar piezas de diseño, y sí, fue Kubrick en 2001: Una odisea del Espacio quien se enamoró de alguna de estas piezas, como el sillón Djinn, de Oliver Mourgue, primero en usar espuma de poliuretano. Mirando alrededor, uno se da cuenta que vive rodeado de más diseño y belleza de la que cree. Eso tan cotidiano, con lo que uno convive y piensa que siempre estuvo allí, puede ser una gran pieza de diseño industrial del siglo XX, algo que en su momento revolucionó e hizo la vida más fácil. Y si se mira bien, estaremos ante una bella pieza. Sólo hay que estar un poco atentos. ~

son los encargados de mostrar a los visitantes esta exposición y el resto del museo. Merece la pena contar con ellos. La exposición Hombres de la mar, barcos de leyenda sirve para hacer un recorrido por la historia. Desde Grecia hasta nuestros días. Pero, también, para realizar un recorrido por el universo de la ficción. Lepanto y Cervantes. Los barcos, las imágenes, los textos y los utensilios que se utilizaban en aquella época. El Nautilus, la capacidad ilimitada para la fabulación de Julio Verne y esa afán extraordinario del ser humano para conseguir hacer realidad todos sus sueños. Las historias que se pueden escuchar y aprender sobre cada una de las once naves que Pérez Reverte ha elegido (sin duda ha tenido que dejar fuera algunas que, por falta de espacio, no han podido estar) invita a que los niños y jóvenes puedan disfrutar de un rato muy divertido. Una visita obligada para todo el que pasa por Madrid. ~ Hombres de la mar, barcos de leyenda Museo Naval de Madrid Hasta el 15 de julio


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Instalaciones

es_aladar... La Habana. Sevilla -como marca- tiene una repercusión enorme fuera de nuestras fronteras, es un universo de significantes que evoca el mito idealizado, pero deja muy alto el nombre de la ciudad andaluza. Orgullosos de esas referencias, las recordamos

Sevilla Biltmore, caribeño y mafioso Augusto F. Prieto {Era nochevieja y La Habana ardía en el fulgor de las celebraciones, entre fuegos de artificio y sonidos de danzón. La noticia se deslizó inquietante como reptil e irrumpió en los salones deshaciendo las congas. Rayando el alba se conocía la huida de Batista, y con el triunfo de la Revolución se desataba la anarquía en las calles. En medio de una multitud enardecida la alta sociedad se dirigió a las marinas, tomó sus yates por asalto y puso proa hacia Miami. Dicen que durante tres días y tres noches estuvieron llegando embarcaciones de recreo a los cayos de Florida repletos de hombres en smoking y de mujeres cargadas de joyas. Fue la debacle. Algunos tomaban tierra descartando una breve pesadilla, convencidos de que los yanquis enviarían a los marines para restaurar el orden en la isla, que sería una cuestión de un par de días; otros llegaban ya llorando por lo perdido sin remedio: rascacielos enteros como el de los Bacardí, suntuosas residencias en Miramar, colecciones de arte como la de la marquesa de Revilla de Camargo, ingenios azucareros, fábricas, salas de fiestas, centros comerciales. Todo se perdió en una noche. Llegó el comandante y mando parar. Los que no pudieron salir disparados se agolpaban por la mañana ante las legaciones extranjeras en demanda de asilo. Como Amleto Battisti Lora, propietario del Hotel Sevilla Biltmore, que pudo ver como las masas destruían su casino antes de refugiarse en la embajada de Uruguay. Porque los grandes hoteles fueron los testigos de esa noche que se prolonga cincuenta años. Hoy continúan, como congelados en el tiempo, transmitiendo una atmósfera de decadencia y de glamour. El Gran Hotel Sevilla fue construido en la esquina de Trocadero y Zulueta en 1908 en un estilo neo morisco inspirado en el Patio de los Leones de la Alhambra. Los arquitectos Arellano y Mendoza lo ampliaron en 1924 con una torre de diez pisos sobre la que se encuentra

su célebre rooftop garden, el balcón del Prado, quizás el más grandioso salón de la ciudad. Pasó a denominarse Sevilla Biltmore por la cadena que explotaba otros establecimientos hoteleros en los Estados Unidos. En la novela de Graham Greene Nuestro hombre en La Habana, uno de los protagonistas tiene en él un encuentro con el servicio secreto británico. Como todos los grandes hoteles de La Habana, el Sevilla estaba vinculado con los negocios de la mafia, especialmente casinos, por eso en los inicios de la Revolución el pueblo los consideró como símbolos de corrupción e impunidad y los atacó con violencia, el Capri fue saqueado, en el Habana Hilton –que se inauguraba esa misma Nochevieja– establecieron su cuartel general los barbudos, y en el Riviera llegaron a soltar una piara de cerdos para que destrozaran las instalaciones. No deja de ser curioso el nombre real de uno de los grandes capos del crimen organizado, Santo Trafficante Jr., que estaba detrás del sindicato que controlaba las actividades del juego en La Florida y en Cuba, entre otros en el Sevilla Biltmore, de cuyos beneficios se llevaba el dictador Batista un diez por ciento. Santo está detrás de alguno de los atentados que se intentarían después contra Fidel Castro, en concurso –parece ser– con la CIA. Amleto Battisti, intermediario de Lucky Luciano en el tráfico de heroína hacia los Estados Unidos y empresario cercano al régimen corrupto de Batista, había llegado a fundar un banco para blanquear las actividades por las que era conocido como El rey del juego. Adquirió el hotel en 1935 por dos millones y medio de pesos en una turbia operación y lo convirtió inmediatamente en el más refinado y elegante de La Habana. El viejo Sevilla había refugiado a

Imágenes de la fachada y el ‘rooftop’ del hotel Sevilla Biltmore en La Habana.

El Gran Hotel Sevilla fue atacado en los inicios de la Revolución con violencia

Enrico Caruso vestido de Radamés, después de una explosión en el vecino Teatro Nacional donde interpretaba Aida; y recibido a Josephine Baker a quien se había denegado alojamiento en el Hotel Nacional por el color de su piel. En él se alojó

la célebre Sátira, una famosa bailarina de danza hawaiana llamada Patricia Schmidt, cuando recibió el indulto del último gobierno de Grau y quedó liberada de cumplir la pena por el asesinato de su amante, el millonario John Lester Mee a quien había acribillado a tiros a bordo de su yate en el Muelle de la Luz tras enterarse de que este estaba casado; uno de los crímenes con más repercusión mediática de los años 40. El Sevilla ha velado por el descanso de huéspedes como Lola Flores, Merle Oberon, Al Capone, Jorge Negrete, Imperio Argentina, Gloria Swanson o Vicente Blasco Ibáñez. Actualmente, el hotel es operado por el grupo francés Accord & Mercure & Pullman, aunque el edificio es de propiedad del Estado cubano. En la parte más antigua del complejo está instalada la Escuela de Altos Estudios de Hotelería y Turismo de la República de Cuba, pendiente de un traslado que permitirá ampliar el área de negocio a lo que fue el núcleo original del establecimiento. ~


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Entrevista

es_aladar... Madrid. Ermonela Jaho es una de las voces femeninas más bellas del panorama operístico actual. Y una artista de raza. Pero, sobre todo, es una mujer agradable, cercana; con mucho de ese carácter balcánico que reivindica el papel Gabriel Ramírez / María Sanz {Teatro Real de Madrid. Antes de comenzar la entrevista, no puedo resistir la tentación de decir algo a Ermonela. Me mira con interés, intentando comprender. Si yo fuera Giacomo Puccini escribiría La Bohème pensando en ti, le digo. Se mira el antebrazo izquierdo, pasa la mano derecha por encima dos o tres veces con rapidez y se limita a sonreír. Nos regalamos un abrazo sincero. Las grandes cantantes parecéis estar muy lejos aunque yo sé que no, le digo. Cuando te vean con tu traje negro y la flor roja en el escote quiero que sepan que eres de verdad, que eres como cualquier otra persona. ¿Lo intentamos? Ermonela ríe, dice sí y comienza a hablar. «Tal vez por haber nacido en Albania y vivir un mundo muy cerrado, hasta los 4 ó 5 años fui una niña de una timidez casi patológica. Mis padres se preocupaban mucho porque no jugaba con otros niños. La primera vez que me sentí libre fue la primera vez que canté. Nunca lo hacía en público; el canto era liberador, pero siempre lo hacía a escondidas. Mi madre era una mujer de gran generosidad, mi padre un oficial idealista. Y las dos cosas juntas fueron perfectas para crear el alma de un artista. Seguí cantando a escondidas, pero frente al espejo. Cuando ellos me vieron dijeron nuestra hija es normal». «Más tarde quise entrar en la escuela de canto profesional. Tenía 14 años. Pero para entrar era necesaria una mínima preparación. Escuché La Traviata. No entendía ni una sola palabra en italiano, pero fue ese primer contacto lo que desarrolló un amor a primera vista. Al escuchar aquello en directo, sentí el corazón latiendo a mil por hora, sentí ansia. Estaba con mi hermano y le dije: ya sé a qué me quiero dedicar; me voy a convertir en una cantante lírica porque estas mujeres tienen carácter balcánico e interpretaré a Violetta antes de morir. Así empezó todo». «Ingresé en la escuela de canto. La vida era muy difícil. Mis padres tenían muchos ideales, pero eran muy pobres. Éramos cinco hermanos y esto era algo que nos hacía sentir culpables porque, siendo tantos hermanos, no podíamos gastar en trajes para ir bien vestida a la escuela de canto. La sociedad nos juzgaba. Los niños me señalaban diciendo: tú no tienes esto, ni esto. Eso me hacía llorar mucho. Lo guardaba dentro; lloraba, lloraba y lloraba. Solo a través de la ópera liberé todo; gracias a su profundidad». –¿Pensabas en aquel tiempo que llegarías a ser tan famosa? –No elegí la ópera para convertirme en una diva. Escuchaba a María Callas. No tenía la voz más bonita aunque sí el alma más bella.

Ermonela Jabo. / Fadil Bersiha.

Ermonela Jaho o la otra forma de mirar a las personas

Fue así como supe que podría expresar todo lo que tenía dentro aunque no tuviera la mejor voz. Cualquiera puede hacerlo ya tenga una voz bonita o fea. La voz se convierte en bella cuando transmite la verdad de tu alma. Eso era lo que quería conseguir. Ahora creo que voy por el buen camino. Y estudie técnica para encontrar mis límites. Mi reputación no llega desde una voz extraordinaria. Sin embargo, a veces una frase cualquiera la puedes convertir en extraordinaria gracias al grado de sufrimiento que expresas y a la interpretación dramática. Es el extra que aporta la experiencia humana. Con mis límites he querido hacer algo extraordinario a través de las emociones. Ermonela se expresa con ímpetu, con pasión. Me mira sin pausa


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de la mujer en el mundo; una joven que procura mantener los pies en el suelo sin olvidar su pasado. Una mujer que se mete de lleno en el personaje y lo interpreta poniendo el alma en cada momento. Y muy guapa porque sabe que lo que dice debe pasar la aduana de la mirada. Una prueba definitiva de autenticidad para el que escucha. «La primera Traviata la canté con 17 años, muy joven. Sentí la necesidad de saltar todos los muros, era imparable. Después estudié en Italia. Descubrí que el sueño crecía con Ermonela. Eso sí, convertirse en artista no fue tarea fácil. El público nos ve como diosas y eso no es así. Es muy importante la experiencia humana; algo muy difícil de traducir en el escenario. Podría parecer lo contrario con tanto marketing, con tanta fotografía retocada. No es verdad. Mira, soy muy normal, he sufrido el hambre, la depresión y pienso que el mayor sufrimiento y la mayor simplicidad forman al gran artista. Y, lógicamente, la voz. Todo forma un conjunto». Comentamos lo difícil de entablar una relación con el público, lo difícil de convertir una emoción personal en la de todos. «Siendo artista, vives con ansia lo que te rodea. Y eso es el publico. Me gustan las personas y el contacto humano. Si eres un artista sales a escena para entregarte por completo. Por ejemplo, La Traviata es el alma de una mujer, el sacrificio de amar incondicionalmente y es necesario un gran esfuerzo interpretativo. Pero no todo se hace sobre la caja escénica. A veces, voy a visitar a las personas que sufren y a los que cuidan de ellos con amor porque quiero sentir ese sufrimiento y ese amor. Si no lo siento, si no conozco esa humanidad ¿qué puedo dar? Todo suma». Se detiene un instante. Me enseña la palma de la mano. Pide un momento. «Deja que regrese a mi madre. Está muerta hace 7 años y cada vez que canto La Traviata veo en la obra un alma sacrificada, una mujer extraordinaria como todos los padres y madres que hacen lo imposible por los hijos y que entendemos solo tiempo después. Cada vez que canto esta ópera salgo al escenario y no veo la historia de cortesanas que cuenta; veo un modo distinto de mirar la cara de las personas; los sacrificios de mi madre hasta el último momento. La experiencia humana que hace al artista. Si no eres sincera en el escenario, el público lo percibe. Para ser artista con mayúsculas tienes que dejarte el alma y es necesario sufrir; sin sufrimiento no puede ser. Siempre recuerdo algo que dijo Hemingway que sirve para los artistas en general. Es algo así: ‘un escritor no puede ser grande si no ha tenido una infancia verdaderamente difícil’. Es este sufrimiento el que hace que te falte la paz interior y necesites expresar sobre el escenario. Por eso, al cantar me siento psicológicamente desnuda. Totalmente. Mi alma esta desnuda.

«Fui una niña de una timidez casi patológica. Mis padres se preocupaban por mí» «No podíamos gastar en trajes para ir a la escuela de canto y la sociedad nos juzgaba»

Esto es un reto que me planteo a diario. Pienso, aquí tenéis mi alma; es fea aunque es verdadera; esta soy yo. Este podría ser un punto débil, ha podido ser causa de vulnerabilidad, pero me ha servido para llegar hasta aquí». –¿En casa cantaba alguien o eres la única? –No, no, no; mi padre era oficial y mi madre profesora. Ella quiso ser cantante, pero sus padres le abandonaron. Yo lo supe mucho más tarde. Ella no me vio nunca en el escenario. Nunca. Siendo pequeña sí, nunca después. Tal vez por esto estoy enfadada con ella, emocionalmente enfadada. Había conseguido lo que más deseaba y ella lloraba y yo no entendía por qué; había convertido mi sueño en realidad y ella lloraba. No tuvo la fuerza para afrontar que ella no hubiera llegado a ser cantante. Mi padre y mis hermanos me decían que ella me miraba a escondidas. De eso me acuerdo cuando estoy en el escenario y, entonces, canto para ella. Me siento culpable puesto que ella sacrificó todo por mí y me duele no haber podido cantar para ella, cara a cara. Eso es lo que más echo en falta. Cada vez que salgo al escenario pienso que si hay un mundo ahí arriba estará contenta. De hecho, todo esto me hace sentir que es la primera y ultima vez que voy a recitar algo. Esto lo dice con emoción, con

los ojos brillantes. Es difícil encontrar tanta verdad al entrevistar a alguien. –De las primeras ilusiones ¿qué queda, están intactas? –Son las mismas que tenía a los 17 años. Ahora, con cuarenta, sigo cantando con la misma llama encendida dentro de mí. El arte, sin ese fuego, no existe. Siempre tiemblo antes de la función. He cantado 224 veces esta ópera y, hoy, parece la primera vez. Soy diferente aunque lo siento como la primera vez.

Arriba, un momento de ‘La Traviata’ representada en el Teatro Real de Madrid. / Javier del Real

«Mi madre no me vio nunca en el escenario. En la caja escénica pienso que ella estará contenta» Es verdad que, ahora, soy más consciente de lo que hago. Ese ansia de juventud, que te hace comenzar como terminas, ya no está porque técnicamente he mejorado y sé controlar las cosas. Pero la pasión está intacta. –¿Violetta te atrapa o eres tú la que abraza al personaje sin soltar? ¿Quién pone más de las dos? Ermonela, eres tan Violetta, te la crees tanto... –Eso es verdad, eso es verdad. Sería imposible que la cantara sin abrazarla, sin creer en ella y como ella. Ermonela se esconde detrás de Violetta, me meto tanto en el papel,

el alma es tan profunda... Cuando acabo de cantar no escucho al ruido; estoy dentro de ella, floto como si hubiera viajado a otra realidad en la que todo es sentimiento y no existe nada material. Me resulta muy difícil volver a la realidad y pienso que quisiera irme de viaje para siempre con ella. Mira que me obligo a no hacerlo porque sé que tengo que volver; y salgo al escenario con ese pensamiento, pero el sentimiento se vuelve muy fuerte, casi como una droga, descubro la liberación de mi alma. Siento egoísmo, tengo ese mundo precioso y no lo quiero dejar escapar. Es casi una terapia porque he aprendido a descubrir a Ermonela. Le confieso que logró emocionarme hace unos días, cuando tuve ocasión de ver su forma de interpretar. También lo logró con mi hija. La credibilidad que consigue es extraordinaria. «Emocionar a un niño es importante porque es lo mas puro, nunca juzgan. Y quiero que se me vea como artista y no como cantante; si el resultado final después de la representación es que me miran como cantante y no como artista, significa que no he hecho las cosas bien. Cuando deje de causar emociones lo dejaré». Queridos lectores, si yo fuera Giacomo Puccini escribiría La Bohème pensando en Ermonela Jaho. Se lo garantizo. ~


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Música

Un viaje a través de las canciones que reflejan el espíritu de las ciudades que visitan sus letras y que evocan sus partituras. Casi 7.000 kilómetros se recorren con la imaginación en esta primera entrega de la serie que se prolongará durante diez semanas

La vuelta al mundo en

80 discos

MALAS COMPAÑÍAS

THE BEST OF

Joaquín Sabina

Edith Piaf

3 (1991) 3 Ciudad: Madrid 3 Tema: Pongamos que hablo de Madrid

3 (2008) 3 Ciudad: París 3 Tema: Paris

THE ABSENCE

De decadencias y vanguardias Desde Madrid a Helsinki, el continente europeo muestra en su música múltiples aristas, producto de las capas en las que se superpone su propia historia de miserias y grandezas

Melody Gardot

WINNERS & BOOZERS Fiddler’s Green

3 (2013) 3 Ciudad: Dublín 3 Tema: A night in Dublin

RETROSPECTIVE Suzanne Vega

3 (2003) 3 Ciudad: Liverpool 3 Tema: In Liverpool

Daughter

Óscar Gómez {El cuentakilómetros está a cero. En el reproductor tampoco avanza el código de tiempo del primer tema. Arranca un viaje alrededor del planeta que es al mismo tiempo una vuelta al mundo de la música, que en ocasiones se revela como el mejor acompañante. Sabina hace girar las ruedas por un lugar donde el mar no tiene cabida, cruce de caminos de ambientes sórdidos y juventudes malgastadas, con una instrumentación limpia, con una marcada presencia de las guitarras acústicas y una edición cuidada. La norteamericana Melody Gardot se adueña de un acento que no le pertenece, para hablar de una Lisboa de jazz, a la que un preludio de campanas de las iglesias de la Alfama y de los tranvías y los elevadores transportan al viajero. La canción remata en un colofón de cuerdas viejas, cuyo eco es devuelto por desconchones de los muros de los barrios históricos. Un océano más al norte, Fiddler’s Green nos hacen sentir con su particular estilo irish folk rock —y también con sus flirteos con el punk—, las emociones de un paseo agitado por la noche de Dublin. Suzanne Vega también pasea, pero por las calles de un Liverpool silencioso y sin tráfico en una tarde de domingo, donde presenta a los personajes solitarios que cuentan su historia sobre un contrapunto de piano que desasosiega. Los cambios de ritmo y de instrumentación del tema llenan de aire los pulmones para proseguir un viaje que también hicierom de Liverpool a Hamburgo, The Beatles buscando una fortuna que

llegaría más tarde. Pero antes de llegar a Alemania... Francia y Holanda. Ni más ni menos que Edith Piaf se desliza sobre una alfombra de acordeones y violines para hacer un fiel retrato de la ciudad de la luz, del amor, de Piaf, que es la definición perfecta de la mujer parisina, aún habiendo nacido en la lejanía de los Alpes. El viaje a Amsterdam se realiza embarcados en un tema indie, de los británicos de Daughter. Desnudan el misticismo de la ciudad apenas nombrándola pero contorneando sus límites con la alternancia de ambiciosas instrumentaciones, susurros y a capellas. En un tren evocado por las cajas acústicas y por los coros que parecen devolver ecos de los motores en los edificios que pasan, un Elvis que prestaba servicio militar en Alemania nos hace llegar a Fráncfort. Rock en su más elemental definición, en su más incipiente concepción, como si hubiera nacido a bordo de uno de los vagones, contando el paso de cada traviesa con la pulsión de una cuerda de las guitarras eléctricas. El final de la etapa nos hace llegar a una misteriosa pero entusiasta Helsinki, con la música de Antti Tuisku, convertido en icono musical en Finlandia gracias a un concurso de talentos. Pop joven con fórmulas infalibles para el éxito. Melodías pegadizas y efectistas cambios de estilo y de tono para producir emociones. Casi siete mil kilómetros viajados en 32 minutos de música, de España a Finlandia, cruzando la decadencia de ciudades atrapadas en su tiempo y las vanguardias de otras que se reflejan en sus deseos de futuro.

1.EUROPA

3 (2012) 3 Ciudad: Lisboa 3 Tema: Lisboa

IF YOU LEAVE 3 (2013) 3 Ciudad: Ámsterdam 3 Tema: Amsterdam

G.I. BLUES Elvis Presley

3 (1960) 3 Ciudad: Fráncfort 3 Tema: Frankfort Special

KAUNIS KAAOS Antti Tuisku

3 (2010) 3 Ciudad: Helsinki 3 Tema: Helsinki


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Suplemento cultural

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Música

Blur es un cuarteto británico famoso por marcar época. Varias veces. Porque su estilo ha estado en constante cambio, siempre apostando por experimentar con afán de encontrar nuevas vías de expresión. Ahora, estrenan nuevo trabajo

La maestría de reinventarse continuamente sin miedos Paulo García Conde {The magic whip (Parlophone, 2015) es un álbum con 12 nuevos temas, que reafirman el carácter y la esencia de un grupo de músicos que no se mete en el estudio de grabación si no es para explorar nuevos territorios que, a su vez, no dejen de conectar con su obra anterior. Rubricaron con letras doradas una época esplendorosa en el britpop, en la década de los noventa. Pero, antes, habían levantado aplausos y ovaciones con su disco de debut, agrandando el género del rock británico. Y, más tarde, sorprendieron adentrándose en otros territorios como el reggae, el punk y la psicodelia. Para entonces, ya habían sido considerados uno de los grandes propulsores del movimiento indie. Así es la biografía de Blur. Un carrusel frenético, plagado de éxito pero sobre todo de sorpresas. Porque no todos sus trabajos son excelsos pero, desde luego, a ninguno se le puede reprochar una falta de originalidad o de carácter propio. Y ahora, 13 años después de su último álbum, vuelven a la carga con otra obra de singular temperamento. Sí. Blur ha vuelto. La banda la componen Damon Albarn (alma máter, que se sitúa ante el micrófono, agarra una guitarra o se pasea por los teclados), Graham Coxon (guitarrista), Alex James (bajista) y Dave Rowntree (a las baquetas). Esta es la formación inicial y, para alegría de todos, la que ha dado forma también a The magic whip. Porque durante un período Graham Coxon abandonó la formación, aunque no merece la pena ocuparse con los líos o cotilleos internos del conjunto, con todo lo que se puede decir musicalmente sobre ellos. El proyecto nació en 1989, año en el que quien escribe estas líneas ni había empezado a pensar en nacer. Esto ilustra que Blur tiene ya un recorrido en el tiempo muy a tener en cuenta. Pero en cada uno de sus trabajos está la clave para tratar de entender por qué han sido, son y (confiemos en ello) serán tan importantes para cualquiera que se precie de ser un amante del rock, o del pop, o del britpop, o del indie, o de la psicodelia, o de… Blur ha sabido crearse una identidad propia sustentada en la reinvención, y ese es un concepto nada sencillo de abordar; mucho menos de poner en marcha con éxito. Llama la atención que, entre la gente más joven de la geografía española, este no sea un grupo demasiado conocido. Sí es fácil sacar a colación a grupos como Oasis y que al-

Damon Albarn (alma máter del grupo, vocalista, guitarrista y hasta teclista), Graham Coxon (guitarrista), Alex James (bajista) y Dave Rowntree (a las baquetas) son los miembros originales, y de nuevo también los actuales, de los carismáticos Blur. Más abajo, la portada del álbum, ‘The magic whip’.

Bandas como Blur tienen que existir para que otros se liberen del temor a experimentar

guien cite al menos un par de títulos o tararee varios estribillos. Pero, ¿Blur? «Me suena, aunque ahora mismo no recuerdo ningún tema…»; «sí, esos que hacen cosas algo raritas pero que no están mal». O la variante más extendida: «Ah, ya,

los de la canción de woo-hoo!». Y es que la canción de woo-hoo! es la referencia habitual a Song 2, una de las canciones más universales del cuarteto británico. Pero no es lo único reseñable de un grupo con una trayectoria tan fértil, tan rica en matices. Merece la pena escuchar su discografía entera (ahora que es tan sencillo como acceder a plataformas como Spotify) y comprobar su evolución, los resultados de un propósito firme: explo-

rar sin miedos, combinar con fe, probar con ganas. Se hace necesario destacar la figura de Damon Albarn, cuya melomanía contemporánea le ha llevado a crear otros proyectos que ha desarrollado en paralelo a Blur, destacando entre ellos el de Gorillaz (que puede merecer su propio espacio en otra ocasión). Se podrían decir mil y una cosa más de una banda tan característica, pero hay que dejar espacio también para dedicarle un poco de atención a este nuevo disco. Un trabajo tanto tiempo esperado y que cabía la posibilidad de no llegar a ser escuchado nunca porque, como ya han referido muchos, ni los fans más optimistas podían confiar en que la dupla Albarn–Coxon volviese a funcionar de nuevo. Pero The magic whip es por fin una realidad. ¿Qué podemos encontrarnos en él? Pues composiciones con aroma a viejos trabajos, como es el caso de Lonesome Street, que abre el disco. Pero también nuevos experimentos como New World Towers, de tono más intimista y carácter más ecléctico. En Thought I was a spaceman, no obstante, el grupo juega con una sonoridad más oriental. No dejan de lado su gusto por describir a personajes peculiares, como es el caso de Ice Cream Man. Y, por supuesto, el álbum cuenta con ese par de canciones que se extenderán en el tiempo y se convertirán en himno de muchos. Las papeletas para ello las tienen los temas My terracota heart, una composición brillante de carácter melancólico e introspectivo, o There are too many of us, sobre todo por tratarse de un ejemplo mayúsculo de lo que Blur sabe hacer: experimentar y sorprender. Claro que todos los temas aportan algo distinto, y se podría decir que este último trabajo pertenece a una versión actualizada del grupo, a un repaso por sus siete trabajos anteriores de los que han cogido ingredientes esenciales para meterlos en una batidora. Pero el proceso no se ha detenido ahí. Porque, después de remover todo, el grupo ha sabido cocinar y preparar la presentación. En definitiva, bandas como Blur tienen que existir, para que otros grupos y artistas se deshagan del temor a experimentar, de salirse de la primera y única ruta que han establecido. De este modo, corren el riesgo de ser conocidos por la canción pegadiza del woo-hoo! Y corren también el riesgo de convertirse en un referente histórico de la música, en nombre propio de uno o varios géneros grandiosos. ~


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Música

El cambio de siglo supuso una especie de cataclismo para la música en Nueva Orleans. El declive de la ciudad, pocos años después, provoca la fuga de cientos de músicos que acuden a las ciudades (sobre todo a Nueva York y Chicago) buscando nuevos futuros

HISTORIA DEL JAZZ (II)

De Nueva Orleans a las ciudades tomadas por los solistas Gabriel Ramírez Lozano {Para intentar comprender qué ocurrió para que apareciese el jazz, merece la pena centrar la atención en el ragtime, especialmente en la música de Scott Joplin, puesto que fue uno de los más importantes ingredientes para que la nueva música viera la luz. Y en Jelly Roll Morton como personaje que se autoproclamó padre del jazz y que sirvió de enlace entre las distintas tendencias musicales. Nueva Orleans era el centro de la actividad musical. Todo ocurría allí. Y mientras duró ese tiempo luminoso, antes de que los músicos buscasen lugares distintos y alejados de la cuna del jazz, se iba preparando todo para que Louis Armtrong ocupase la escena e inaugurase una época en la que el solista sería fundamental y el jazz una realidad consolidada. Scott Joplin. Junto con el blues, el ragtime fue una pieza fundamental en la construcción de lo que hoy conocemos como jazz. El blues llegó desde el delta del Mississipi y el ragtime desde Missouri a final de siglo. Blues y ragtime convivían sin que estuviera demasiado clara la línea de separación entre ambos. Los pianistas negros interpretaban piezas muy rápidas, divertidas; piezas que podían bailarse; con el bajo de la mano izquierda insistiendo en los tiempos más poderosos y síncopas improbables con la mano

derecha. El ragtime se podía tocar al piano, pero era muy difícil que un cantante se pudiera hacer con los mandos ante semejante música. La melodía sacrificada se trataba de recuperar con las eternas síncopas que aportaban una clara seña de identidad al ragtime. Con Scott Joplin todo se va ordenando de forma deliciosa y las melodías se construyen con toda la delicadeza que se podía esperar. No hay que olvidar que esta forma de interpretar al piano fue una especie de escuela para muchos de los grandes pianistas de la historia del jazz y, por ello, su importancia es

especialmente relevante. La popularidad del ragtime fue extraordinaria y con Joplin alcanzó su máxima notoriedad. Pero Scott Joplin, además del ragtime, dejó firmada una obra fantástica: Treemonisha. Algunos se han empeñado en calificarla de ópera ragtime aunque de ragtime tiene bastante poco. Joplin dedicó todos sus esfuerzos y sus ahorros a sacar adelante un proyecto que se llegó a estrenar en 1915 con muy poca repercusión. Fue en una sala de Harlem, sin presupuesto para vestuario, ni para decorado, ni para orquestación. Joplin con su piano y los cantantes que apenas habían tenido tiempo para ensayar. Un año después del estreno, Joplin murió a causa de la sífilis. Su ópera volvería a representarse a partir de los años 70. Treemonisha incluye obertura y registros propios de la ópera europea (sobre todo italiana). El autor indagó en la música negra más cercana al folclore y, como ya he dicho, el ragtime no resulta fundamental. Tan solo aparece y desaparece como algo casi anecdótico. La ópera se divide en obertura y tres actos. Habla de la superstición como lacra, de los orígenes personales, del liderazgo necesario y cristalino de los que escapan de las magias y se pegan a la realidad. El que escribe tuvo la gran suerte

A la izquierda, retrato de Scott Joplin.

Puesta en escena de Treemonisha.

de encontrarse con Treemonisha siendo muy jovencito. Y la marca fue tan profunda que provocó una búsqueda incesante en el jazz y en la ópera que, aún hoy, sigue intacta. Jelly Roll Morton. El mito que supone el jazz ha sido la causa de una imagen idílica de personas y ciudades que no corresponde a la realidad. Por ejemplo, Nueva Orleans era una ciudad que, mientras iban creándose todo tipo de híbridos musicales, estaba en plena decadencia. Hay quien afirma que fue ese declive y el desbarajuste moral y social que reinaba en la ciudad la gran causa de la aparición del jazz. Lo cierto es que pasado el tiempo fueron miles los que abandonaron la ciudad buscando mejor futuro. Tras el que se considera gran promotor del jazz, Buddy Bolden, apareció en la ciudad un tipo que impulsaría la fusión necesaria de distintos tipos de música para que el jazz fuera una realidad. Jerry Roll Morton. Golfo, mujeriego, jugador, navajero, lucía un diamante en cada diente… y un músico impresionante. No tanto como él cacareaba (venía a decir que era una especie de genio inigualable), pero grande de verdad. Era criollo y presumía de tener ascendencia europea de gran refinamiento. No era cierto. Lo que si fue verdad es que nunca se mostró amigo de los acercamientos raciales y para él los negros eran otra cosa distinta a lo que era él. Sus primeros años como músico se encuentran en Storyville, es decir, en clubs de alterne y poco más. Fue durante su etapa en Chicago en la que más y mejor compuso. Creó la banda más famosa con la que trabajo: los Red Hot Peppers. Más de cien grabaciones. Era capaz de cambiar la instrumentación a media canción consiguiendo sonidos extravagantes y preciosos. Aunque el sello de identidad de la música de Morton era el sustento de una frase melódica de doce compases (stop-time) con la que se daba entrada al solista acentuando el segundo y cuarto compás. Sumaba otra melodía de doce compases para escuchar trombón, clarinete y corneta. El clarinete toma el mando en los doce siguientes… En fin, algo maravilloso y nuevo. Con todas las carencias que presentaba Morton; todo hay que decirlo. En algunas de sus piezas, arriesga en exceso y su falta de conocimiento teórico y las carencias de su técnica como pianista, le juegan alguna mala pasada. Las coloraturas se difuminan entre el embrollo; las tonalidades se encuentran huérfanas. El final de su carrera se aceleró con la llegada de la Gran Depresión. Y, además, el jazz era cosa de los solistas. Louis Armtrong y Duke Ellington ya arrasaban. Con ellos nos encontraremos en la tercera entrega de esta serie sobre la historia del jazz. ~


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Escrito para...

«Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer». Alfonso V ‘el Magnánino’ dijo esto sabiendo que un libro es ese objeto que lleva a la comprensión de la realidad ...hablar del ser humano

Ética para Amador Beatriz Silva {Han pasado muchos años desde que Fernando Savater escribió su Ética para Amador y, con ellos, son muchas las cosas que han cambiado. Amador, su hijo, ya no es ese chaval de 17 años perteneciente a esa generación bien o mal llamada X, que pasaba de la política y los políticos, que consideraba que ese rollo era muy chungo, que no había más que chorizos, que mienten hasta cuando duermen, y que tenía, en líneas generales, una actitud más que pasiva hacia ella. Que pensaba que más valía dedicarse a vivir lo mejor posible y a ganar dinero, en vez de perder el tiempo en tonterías como cambiar el mundo. Que tenía como referente vital a Mario Conde. Amador es ahora un conocido pensador, más que interesado por la política, a cuyo análisis dedica buena parte de sus estudios; su generación (la mía) está ahora abrumada por la situación, la crisis generalizada, las hipotecas y las responsabilidades propias de la edad adulta y, lo que es aún más importante: esa apatía generalizada, esa abulia social ha desaparecido por completo. No hay bar ni parada de autobús en que no haya conversaciones (y discusiones) acerca de lo que está haciendo o dejando de hacer el Gobierno, se conocen los nombres, vidas, hechos y milagros de los candidatos a mantenerse en su puesto o a reemplazarlo y

la sociedad, en su conjunto, no ha tenido más remedio que reaccionar. La percepción puede que no haya cambiado en exceso, pero sí la manera de vivirla. Y, en estas circunstancias, Política para Amador, ese texto que Savater escribió alarmado y lleno de cariño hacia su hijo, y, por extensión, hacia toda una generación, se hace imprescindible. Cierto es que tanto este como su antecesor, Ética para Amador, se convirtieron inmediatamente en referente y en material de lectura en instituto por lo ameno de su lenguaje, lo directo y claro del mismo, lo didáctico y lo serio al tiempo en cuanto al contenido; pero no debe verse, aún así, como un libro para adolescentes. Porque

lo que hace es llevarnos a todos, y hacernos pensar sobre ello, al origen de todo. A lo que está antes, y por debajo de llegar a las divisiones en izquierda y derecha; en conservadores y progresistas, en Estado y Autonomías. De lo que nos habla (y aseguro que es un buen revulsi-

vo), es del ser humano. De la necesidad de organizarnos en sociedad. De la democracia –ese invento griego–, la libertad y la guerra. Del dinero. De lo que somos, en suma, y del sustrato moral, ético e histórico de lo que nos ha llevado al momento concreto en que estamos como sociedad. De disyuntivas, opciones, y valores. De la indisolubilidad de estos y su proyección en comunidad, si queremos ser tal. De lo básico para entender el mundo y saber que somos, queramos o no, partícipes. Y lo hace de tal manera, en esa segunda persona con la que escribe a su hijo, que parece que nos lo está contando (y lo hace) a todos y cada uno. Con un lenguaje asequible y lleno de dinamismo. Como si estuviera hablando sentado a la mesa. En una en la que todos estamos. ~ Calificación: imprescindible. Tipo de lectura: amena. Tipo de lector: todos. Dónde leerlo: a las puertas del Senado o del Banco de España.

...gourmets del lenguaje

El primer caso de Montalbano Daniel González Irala

{La editorial Salamandra es responsa-

ble de la publicación en España de los veintidós libros que tienen como protagonista a Salvo Montalbano; criatura inventada, con sapiencia y cierto humor corrosivo, por Andrea Camilleri; escritor siciliano que conoce la gastronomía de las trattorías o los textos de Borges de un modo tan sumamente fino y sutil como lo son los tres casos que nos presenta, todos ellos de una actualidad pasmosa. Apuesta por los personajes y la trama; una trama que en los tres casos opta por finales que se desinflan como buñuelos de viento, buscando una interpretación de lo que ocurre cuando no sucede más que el choque de caracteres tan latino del quién es más, lo que lleva a su vez al pensamiento catastrofista, al qué pasaría si.

El autor utiliza premeditadas y jugosas elipsis que, lejos de alejarnos del entretenimiento dan calidad literaria a un universo y a un personaje que no sabemos (sobre todo si llegamos sin conocimiento previo a su encuentro, como es el caso) si se trata de un gandul, un pe-

dante o un comilón que necesita sestear antes de meterse al ajo. Su lado oscuro está tan cerca de los detectives de Mendoza como a veces del Carvalho de Vázquez Montalbán. En Siete lunes, a partir del descuartizamiento de cuatro animales (los tres primeros Pez-Pollo-Perro) se inicia un supuesto jeroglífico cuya posible solución está en la Qabbalah. Se reflexiona sobre la inutilidad de todo conocimiento metafísico y hasta patafísico, para resolver un enigma en lo intrincado y conflictivo de la condición humana. El primer caso de Montalbano narra la asignación de plaza de Salvo. Él no quiere ser destinado a un pueblo de montaña perdido de la mano de Dios, por lo que consigue que un inspector traslade su quehacer a Vigata. La aparición de una mujer con antecedentes penales, pero sin prueba alguna de sospecha para el ca-

so hará que nos acerquemos a Regreso a los orígenes con otros ojos, los de una psicóloga a quien podríamos no creer en absoluto, pero que se convierte en pieza clave de un rompecabezas en torno a un secuestro que es más un rapto; donde el carácter sorpresivo de la mafia hace que el lector quede pendiente y finalmente en suspenso ante esos disparos a los que ciertos hombres que suelen vestir de negro nos tienen acostumbrados. ~ Calificación: deliciosa. Tipo de lector: fino. Tipo de lectura: muy interesante. Argumento: Salvo Montalbano trata de hacer justicia. Personajes: muy buenos. ¿Dónde leerlo?: en Nápoles o la costa amalfitana.


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Diario de una lectora imprevisible

Zonas de sombra y secretos inconfesables, pasiones que redimen o esclavizan, familias que arropan o acentúan la soledad, la vergüenza y el miedo. La prosa de Rodrigo Hasbún busca qué es eso que esconden tus amigos, qué ocurrió en la escuela o bajo tus sábanas. Te busca a ti. Por eso perturba, por eso engancha

Mara Sanz Gaite {Según refiere una nota al pie de la página 168 del libro editado por Demipage, en Nueve de Rodrigo Hasbún (nacido en Cochabamba, Bolivia, en 1981) se reúnen algunos de los cuentos que ya formaron parte de tres de sus libros anteriores: Carretera y Reunión, que se publicaron originalmente en Cinco (2006); Familia, El futuro y Larga distancia, en Los días más felices (2011); y La mujer y la niña, Syracuse, Los nombres y Tanta agua tan lejos de casa, publicados en Cuatro (2014). Si tuviera que resumir en una sola frase mi impresión después de leerlo, diría que Nueve es un libro incómodo. Con un título breve –que alude al número de relatos que contiene-, una cubierta eficaz pero vacía, teñida tan sólo de rojo cereza, y una prosa directa, sin adornos, a veces delicada y en ocasiones infiltrada de cierta sordidez, los personajes de Nueve exhiben sus contradicciones con una palmaria falta de pudor; se saben perdidos, frágiles, fallidos, pero aun así se muestran. De una manera imprecisa, todos ellos se parecen entre sí, no porque carezcan de perfiles propios y diferenciados, si-

RODRIGO HASBÚN

Nueve relatos, ‘Nueve’ Rodrigo Hasbún, escritor además de guionista boliviano de ascendencia palestina y autor de esta serie de relatos titulada ‘Nueve’.

no por la enorme potencia de todo aquello que comparten: nostalgias sin resolver, familias que nunca lo fueron del todo, el sexo como único vínculo posible y como intensa desazón, el paso del tiempo y la incertidumbre de sus consecuencias, la conciencia de la muerte. Todo ese inabarcable galimatías al que llamamos humanidad. Por razones diferentes, cada uno de los nueve relatos deja un regusto amargo en el lector, en una sucesión de historias aparentemente prosaicas que no hacen demasiadas concesiones al humor ni a la esperanza, aunque encontremos trazas de ambas cosas en algunos rincones del texto. Se revela además Hasbún como un autor dotado de una notable sensibilidad y

una afilada capacidad de observación. Sirvan de ejemplo las primeras líneas del primer relato, La mujer y la niña: «…a mis nueve años, me aburría como un idiota, sobre todo por las tardes, a la vuelta del colegio, pero también porque mi estrategia para ir ganándome la estima ajena consistía justamente en hacer aquello que los demás despreciaban», o en algún párrafo de Familia: «Sólo cuando larga una risotada, descubro que no ha llamado a ningún servicio de ambulancias, sino a algún amigo al que le causa gracia oír ese tipo de historias de gente que desfallece o muere en la ciudad», o de Carretera: «Lo invitaron y tendrían que atenerse a las consecuencias [en referencia a la boda de su primer amor con otro hombre]. Probablemente no las habría. Sólo nostalgia. Sólo tristeza inofensiva». Los cuentos número cuatro, cinco y seis están conectados entre sí y relatan retazos de la trayectoria vital de unos mismos personajes. En Futuro, un grupo de jóvenes estudiantes vive su viaje de fin de curso, con sus clásicos momentos de desfase y de libertad recién conquistada, que se mezclan con una opresiva sensación de temor ante lo que está por llegar, que sobrevuela todo el texto. En Reunión y Los nombres, aquellos mismos protagonistas se dan cita unos años después en dos secuencias bien diferenciadas en las que la melancolía y la decepción van irremisiblemente in crescendo. Syracuse quizá sea el más cruel de los relatos y el único que utiliza –eso sí, con encomiable sobriedadel recurso a un final sorpresivo. En Larga distancia, uno de mis favoritos, dos historias discurren de forma simultánea y con una sorprendente y eficacísima economía de medios: de un lado el curso inexorable de una infidelidad anunciada, y de otro, el frágil hilo de comunicación subsistente entre un padre y su hijo. El último, Tanta agua tan lejos de casa quizá sea el más complejo desde el punto de vista técnico y, por lo mismo, el de más difícil lectura, en cuanto mezcla las diferentes voces de un grupo de amigas en un contexto áspero que termina derivando en tragedia. Un libro de relatos cortos que no abusa de la elipsis y las frases enigmáticas, que prescinde de finales sorpresivos y/o efectistas y dibuja personajes de carne y hueso a los que permite mostrarse como son, sin concesiones ni paños calientes. Me quedo con tu nombre, Rodrigo Hasbún. ~

Coordinador: Gabriel Ramírez Lozano Colaboradores: Nirek Sabal, Augusto F. Prieto, Florencia del Campo, Beatriz Silva, Daniel González Irala, David Mayo, Suplemento cultural editado por

Mara Sanz Gaite, María Eugenia Guzmán, Gracia Elena Miranda Balbuena, Paulo García Conde, Emma Camarero, Óscar Gómez, Carlota Montemayor, Carlos Serrato, Laura Villalba, Pablo Navarro, Paula Pinilla y Horacio Raya.


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