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Miércoles, 15 de abril de 2015 Nº 48 @aladar_cultura

NICHOLAS RAY

La épica del personaje

La banda Sutil fusiona funk, rock y otros sonidos

Última entrega del serial sobre el director de obras clave como ‘Rebelde sin causa’

Recorrido por el panorama literario en Escrito para...


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El Correo de Andalucía Miércoles, 15 de abril de 2015

CINE. NICHOLAS RAY Uno de los géneros en los que más sobresalió el talento de Nicholas Ray fue el ámbito del cine negro. ‘Los amantes de la noche’, ‘En un lugar solitario’ y ‘La casa en la sombra’ son un claro ejemplo de ello. Tres películas magníficas más allá de sus excelentes tramas y de su atmósfera inquietante. Destaca en todas

Ray o el poeta del cine negro americano María Eugenia Guzmán {Ray empezó su filmografía con una obra de gran talla, Los amantes de la noche (They live by night, 1948), que recogía el interés del autor por la juventud y todo lo que la misma representa: la inocencia, el deseo de plenitud y el desconcierto e impotencia ante un mundo dominado por los adultos. El protagonista, Bowie (Farley Granger), ha pasado siete de sus veintitrés años entre rejas por un delito que no cometió. Acaba de huir de la cárcel en compañía de otros dos presidiarios con los que se refugia en una casa en la que vive la joven Keechie (Cathy O’Donnell), que desprecia al trío hasta que va descubriendo las cualidades de Bowie. Ambos se enamoran e intentarán escapar juntos de la banda y de la justicia, que les pisa los talones. Hay algo en esta historia que recuerda a Romeo y Julieta y es la contraposición entre el amor puro que sienten los jóvenes protagonistas y la dificultad de que el mismo sobreviva a un entorno imperfecto y amenazador. Bowie y Keechie no tienen ninguna posibilidad de salvarse porque, a cada paso que dan, hay personajes adultos que van a enredarles, fallarles o traicionarles. Los objetos elegidos por el realizador para representar la fatalidad que persigue a los protagonistas son los coches y los relojes. En las sucesivas huidas que se producen a lo largo del metraje, los veloces vehículos son fotografiados desde la distancia, de forma que se ven empequeñecidos, proporcionándonos la impresión de que pueden ser fácilmente aplastados por el puño del destino. Bowie le regala a Keechie un reloj que simboliza el tiempo que se les escapa de las manos, a medida que el cerco que les rodea se va estrechando. Todas las escenas de la pareja están impregnadas de delicadeza

y ternura. Farley Granger y sobre todo Cathy O’Donnell tenían ambas cualidades pero Ray las realzó acercando la cámara a sus rostros, encuadrándoles de forma intimista e iluminándoles como si ambos irradiaran luz en medio de un mundo sombrío y acechante. Obtuvo así el cineasta un resultado de desbordante lirismo. En un lugar solitario (In a lonely place, 1950) es un largometraje aún más notable. Aparecen en esta obra todas las claves del género negro y es además una de las cintas que mejor retrata el mundo del cine. Ray se dio el gusto de poner en evidencia la dificultad para el artista de mantener su entusiasmo creativo en un Hollywood dominado por magnates que, en su mayoría, no sabían reconocer el verdadero talento ni aun cuando se lo encontraran de bruces. El protagonista, Dixon Steele (Humphrey Bogart), es un guionista harto de las renuncias que supone escribir para los estudios y un hombre iracundo, que salta con facilidad ante la menor provocación. Por ello, es el principal sospechoso del asesinato de una joven que aparece muerta poco después de haber abandonado el apartamento de él. La policía no detiene a Steele gracias a la coartada que le proporciona el testimonio de una vecina muy atractiva, Laurel Gray (Gloria Grahame). Ambos comienzan una relación apasionada, que se va deteriorando a medida que ella va descubriendo las turbulencias de él y su enamoramiento empieza a transformarse en temor. Probablemente, había en Dixon Steele más de Nicholas Ray que en cualquier otro de los personajes de su filmografía. Ambos se encontraban en el mismo lugar solitario, el de los creadores inadaptados que no acaban de encajar en el medio que han escogido. Los dos bebían y vivían más de lo aconsejable. También ocultaban bajo un

barniz de corrección un espíritu inflamable y pretendían que una mujer les salvara de sí mismos. Sin embargo, ambos pedían demasiado a cambio de lo poco que estaban dispuestos a ofrecer a su pareja. Para más coincidencias, el objeto de su pasión era Gloria Grahame, infelizmente casada con Ray en la vida real. Bogart estuvo extraordinario como Steele. El protagonista pulsaba también muchas claves cercanas a la realidad de este actor, otro ser enfadado con el mundo, y

Ida Lupino y Robert Ryan en ‘La casa en la sombra’.

En ‘Los amantes de la noche’ hay algo que recuerda a ‘Romeo y Julieta’ podemos palpar la tensión del personaje en las miradas torvas, los labios fruncidos y el cuerpo crispado del intérprete. Por su parte, Grahame bordó el papel de la enigmática vecina del protagonista, aportando al mismo ironía, seducción y misterio. En este caso, la realidad era sin embargo

mucho más turbia que la ficción, ya que mientras que Laurel era una joven positiva y psicológicamente sana, la esposa de Ray tenía cierto desequilibrio mental y la reputación de ser más fatal que cualquiera de las mujeres que encarnó en pantalla. Dentro de un conjunto extraordinariamente inspirado, hay algunas escenas particularmente inolvidables, como el encuentro de la pareja en la comisaría en el que descaradamente muestran su mutua atracción, la discusión en la playa que culmina en un recorrido en coche en el que se desatan todos los demonios de Steele o las secuencias de la última parte que se encadenan para conducir a los personajes a un final de gran fuerza dramática. Debió ser duro para Ray realizar una película tan próxima a su ser y a su vida, pero transformó en pulsión creativa su dolor y del mismo brotó una composición de tono elegíaco que se ha erigido en todo un clásico. La casa en la sombra (On dangerous ground, 1951) es una de las películas menos conocidas del cineasta, lo cual es una lástima por-


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ellas lo que siempre interesó más al cineasta: el manejo del lenguaje cinematográfico y de la interpretación para construir a fondo a los personajes, retratar sus conflictos y expresar la evolución de la relación amorosa PARALELISMOS ENTRE NICHOLAS RAY Y ELIA KAZAN

Un momento de ‘La casa en la sombra’.

Sobre estas líneas, Humphrey Bogart y Gloria Grahame en ‘En un lugar solitario’.

que, pese a distar de ser una obra redonda, es una historia emotiva y sumamente interesante. Ajena a muchos de los elementos más típicos del género negro, se divide en dos partes claramente diferenciadas. En la primera conocemos a Jim Wilson (Robert Ryan), otro de los insatisfechos antihéroes «rayanos», un policía asqueado de una profesión que le obliga a lidiar con el lumpen de la sociedad. Ser testigo directo día tras día de niveles inusitados de miseria moral ha endurecido su corazón y agriado su

Cathy O’Donnell y Farley Grange protagonizan ‘Los amantes de la noche’.

‘La casa en la sombra’ es una de las películas menos conocidas del director carácter. A sus superiores les preocupa contar en la brigada con un policía díscolo que llega al extremo de maltratar a los sospechosos y para alejarle una temporada, le encomiendan una misión fuera de la ciudad. Así comienza el segundo acto de la película. Wilson deja atrás la amenazadora noche

urbanita para adentrarse en un paisaje rural recubierto de nieve, que tal vez, sólo tal vez, represente la esperanza de una etapa más luminosa. En esta zona pastoral, el policía debe colaborar en la persecución de un delincuente y durante la misma conoce a una solitaria mujer, encarnada por esa actriz tan interesante que fue Ida Lupino. Se produce la atracción entre opuestos: él es un hombre físicamente fuerte pero con gravísimas taras de carácter mientras que ella es ciega pero mucho más dotada que él para afrontar la vida, gracias a su sorprendente lucidez y a su bondad natural. Dentro del juego de contrastes de la película, él le explica que ser policía significa desconfiar de las personas y ella le replica que ser ciega significa tener que confiar. ¿No es cierto que Ray era un poeta? En estas tres películas y en otras del realizador, las protagonistas eran físicamente más frágiles que sus compañeros, pero mostraban una mayor madurez, una fortaleza de carácter que les ayudaba a salir adelante y la generosidad suficiente para proporcio-

nar ánimo, consuelo y esperanza a unos hombres moralmente más débiles. Esto suponía que ellas asumían un rol con un claro componente maternal en su relación con sus galanes, cuya incapacidad para adaptarse al mundo y para apaciguar su agitado interior, era fuente de gran sufrimiento. La comprensiva mujer de La casa en la sombra profirió una de las frases de la filmografía de Ray que mejor resumió la esencia de sus personajes masculinos y del propio realizador: «A veces, las personas que nunca están solas son las más solitarias». ~

Tal vez debemos a Elia Kazan que Nicholas Ray se convirtiera en cineasta. Ambos eran amigos desde sus inicios en el teatro, pero mientras que Kazan llegó a ser uno de los directores de escena más importantes de su tiempo, el paso de Ray por ese medio fue discreto. Cuando Kazan fue a la costa Oeste a dirigir su primera película, Lazos humanos, le dio la oportunidad a Ray de ser su asistente, lo que permitió a éste descubrir el medio cinematográfico y entusiasmarse por el mismo. Nicholas aprendió de Elia cómo conseguir extraer interpretaciones de oro de los actores. Cuando Kazan descubrió el talento de James Dean para encarnar adolescentes angustiados en Al Este del Edén, le avisó a Ray, quien se animó a contratar al joven actor para darle el papel protagonista de Rebelde sin causa. Mientras que Kazan llegó a lo más alto también en el medio cinematográfico, Ray nunca alcanzó el mismo nivel de reconocimiento en Hollywood y su gloria en vida fue efímera. Sin embargo, el paso del tiempo y la labor de Cahiers du cinema han rodeado a Nicholas de un halo mítico del que a día de hoy parece carecer Elia. Probablemente haya contribuido a ello el menosprecio generalizado por las actuaciones delatoras de éste en la caza de brujas de McCarthy. Lo curioso es que, pese a que es mucho menos públicamente conocido, Ray también fue citado por el Comité de Actividades Antiamericanas. Y según su biógrafo Patrick McGilligan, también sucumbió a la presión y dio algún nombre. Lo que no sabemos es hasta qué punto influiría esta claudicación moral en acrecentar los demonios interiores que llevaron al realizador a una vida cada vez más autodestructiva. ~


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CINE. NICHOLAS RAY Todos los grandes directores de cine dejan películas memorables. Y todos los directores de cine dejan algún tostón por el camino o lo que pudiera parecer una mala película. Nicholas Ray no se libró de esta lacra, también tiene sus luces y sus sombras. Algunos de sus trabajos se consideran menores; otros,

Radiografía del otro cine de Ray Gabriel Ramírez {Aunque la filmografía de Nicholas Ray no es tan extensa como nos gustaría a muchos, se pueden encontrar distintos tipos de miradas entre sus trabajos. Todas ellas de Ray aunque con los matices necesarios para que se complementen unas a las otras. Las diferencias entre sus películas en blanco y negro y las rodadas en color, son enormes y relevantes. El Ray seco y milimétrico de su etapa primera se esconde tras la grandilocuencia innecesaria de algunos trabajos en color. Incluso para un director como él, escapar de las garras del dinero y del entramado comercial impuesto por las grandes productoras era difícil. Casi un suicidio artístico.

NACIDA PARA EL MAL (BORN TO BE BAD, 1950) Denostada por muchos, esta no es, efectivamente, la mejor película de Ray. Sin embargo, conviene echar un vistazo al trabajo porque lo fácil es acudir en busca de ayuda hasta lo mejor de un autor del que se quiere hablar bien. En Nacida para el mal, la fotografía de Ni-

cholas Musuraca es excelente. Ray decide encerrar a sus personajes durante buena parte de la trama. En apartamentos, en grandes salas. Intenta que los personajes vayan formando una sola cosa con esos decorados, que veamos una cárcel en la que ellos se sienten presos. Con una iluminación muy bien planificada se marca el tempo de la evolución de cada uno de ellos. Y esto es hacer cine. Entre otras cosas, esto forma parte de un cine que pocas veces vemos y, tal vez, no sabemos valorar al quedarnos en lo blando de la trama o en los efectos especiales. Es verdad que en esta película se abusa algo de los subrayados de los primeros planos que intentan explicar lo que sucede cuando el espectador lo tiene claro desde mucho antes, es verdad que algunos tramos del guión de despegan de lo que nos importa para edulcorar el conjunto, pero lo bueno es lo bueno y no podemos ocultarlo. Nicholas Ray dijo que la película no le terminaba de convencer y que perdió el control sobre ella en algunos aspectos. Y es verdad que no es una obra de arte, que ese final que nos presentan abarata todo lo anterior y está a punto de vaciarse por los cuatro costados. Sin embargo, podemos hacer otra lectura: de un guión lleno de personajes estereotipados instalados en zonas comunes e insípidas, de un guión que tiende a quedarse en la superficie de la realidad que se dibuja, Ray es capaz de construir y sacar adelante un proyecto que en manos de cualquier otro hubiera resultado ridículo e insultante. Christabel Caine (Joan Fontaine; como de costumbre intentando ese papel que la liberase de su pinta de alma cándida aunque, otra vez, sin éxito alguno) llega a casa

de su amiga Donna (Joan Leslie). Usando artimañas logra quedarse unos días; el tiempo suficiente para destrozar la pareja formada por Donna y Curtis (Zachary Scott), un millonario que quiere para sí nuestra Christabel. No se conforma con eso y, al mismo tiempo, mantendrá una relación con el escritor Nick Bradley (Robert Ryan; estupendo) que le servirá para aparentar otra cosa. Ella lo que quiere es dinero, un lugar privilegiado en la sociedad. Del resto de la trama no desvelaré más. ¿No termina de emocionar esta película? Tal vez. ¿Le falta pasión al rodaje y algún gesto en el que Ray se deje ver? Quizás. Pero es cine. Ray sabía cómo hacerlo. Me temo que estamos tan acostumbrados a la violencia, a la brutalidad y al espectáculo que la inocencia, lo inofensivo, nos resulta aburrido y falto de interés.

AMARGA VICTORIA (BITTER VICTORY, 1957) Guerra y sentimientos. La gran batalla del mundo desde sus orígenes frente a las pequeñas disputas personales. La violencia que no

Arriba a la izquierda, una escena de ‘Rey de reyes’. Sobre estas líneas, secuencia de ‘Nacida para el mal’.

podrá nunca con la belleza. Los valores que, a pesar de la muerte, sobrepasan a los vicios y a las actitudes más oscuras del ser humano. Esto es Amarga victoria. Ray le echa pasión y lirismo a una trama bélica que es, en realidad, una excusa para retratar el miedo, las carencias del hombre convertidas en envidias. Se olvida en el desarrollo de cuidar detalles que hacen imposible un desarrollo de la trama. Pero Ray era así. Le importaba más el fondo que la forma. No quiero decir con esto que las formas fueran chapuceras, no; lo que digo es que los detalles los aparta y hace que los apartemos (es imposible que el grupo de hombres que camina por el desierto lo haga de ese modo y que sobreviva, pero eso es accesorio; no es importante la estética de la batalla). Lo fundamental es cómo el hombre sobrevive y el precio que paga por ello. Desierto de Libia; Segunda Guerra Mundial. El Mayor Brand (Curd Jürgens), recibe el encargo de una misión importante y peligrosa. Entre sus hombres se encuentra el Capitán Leith (Richard Burton),


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directamente, un paquete. Aunque todos contienen ese toque personal del genio y podemos señalar los aciertos como alegrías para los aficionados al cine. Nicholas Ray fue un director muy irregular. Él mismo lo dijo alguna vez

antiguo novio de la mujer de Brand. La guerra dentro de la guerra. Brand pierde la confianza de sus hombres y para evitar parecer un cobarde va liquidando a todos los que representan un peligro para su prestigio como militar. Consigue el honor entre los que no saben nada de lo sucedido aunque los supervivientes saben que no lo merece. Y el espectador descubre que esa victoria de Brand le hace más daño a él que a los muertos. Ray cuenta muy bien lo que le interesa. Los actores principales resultan convincentes y el objetivo que se marca el realizador se cumple con creces. Los conflictos personales internos y con el entorno se dibujan de forma minuciosa. La guerra queda instalada en cada uno de nosotros de forma definitiva. Allá donde siempre estuvo. Amarga victoria es una de esas películas que mantienen la tensión de principio a fin y que, sin aplicar criterios modernos de rodaje o técnicos, resulta una delicia para cualquiera. Deberíamos colocarnos frente a la pantalla intentando valorar cada obra en su justa y adecuada medida.

REY DE REYES (KING OF KINGS, 1961) Si una película resulta ser admirable por el uso del scope esa es Rey de reyes. Nicholas Ray consigue encuadres maravillosos con los que el formato se convierte en una herramienta estupenda. Muchos huyeron del scope por parecerles una especie de cajón en el que solo pudieran entrar imágenes alargadas y paticortas. Ray se arrimó al formato para dar una lección tras otra de cómo podía utilizarse sa-

cando el mayor partido. La fotografía es espléndida. Toda la película parece una sucesión de cuadros en los que los rojos intensos y los dorados imponentes soportan el desarrollo de la trama. Si a esto le sumamos una partitura honda firmada por Miklós Rózsa que nos traslada a una época histórica tan difícil de entender, tenemos el armazón perfecto para que un director de la talla de Ray pudiera entregar su película. Ray aporta a la historia ya conocida de Jesús de Nazaret un enfoque social más que interesante. Los primeros minutos de la cinta los dedica a mostrarnos lo que supuso la invasión romana para los judíos, la humillación que representó la llegada de nuevos ídolos con las legiones, la incomprensión del ser humano frente a las creencias más íntimas que le resultan ajenas. Ray va detallando los con-

Richard Burton interpreta al Capitán Leith en ‘Amarga victoria –arriba–. Sobre estas líneas, un primer plano de Jeffrey Hunter, protagonista de ‘Rey de reyes’.

En ‘Rey de reyes’ Ray consigue encuadres maravillosos con el uso del ‘scope’

flictos de una fricción de culturas. El centurión romano rasgando la seda para encontrarse con el gran tesoro judío, que es su literatura religiosa, es un prodigio narrativo. Es posible que, además, fuera el primer intento serio de no pintar a los judíos como un pueblo que escupía a los dioses extraños sin ton ni son. Estas son las grandes aportaciones de la película. Porque la interpretaciones son algo frías, algo distantes. Salvo la escena en que Salomé pide la cabeza de Juan el Bautista o el calvario, el resto deja algo frío al espectador que no entiende como el personaje de Jesucristo, por ejemplo, no desprende una magia que muchos le otorgan de antemano. Jeffrey Hunter parece transitar otro mundo (digo él y no su personaje porque ese ya sabemos que andaba a lo suyo), parece ajeno a la película. Los secundarios no aportan gran cosa al principal y los diálogos parecen forzados en exceso para encontrar una profundidad que no tienen. Son las cosas de las superproducciones de la época. Espectáculo visual para un público que buscaba el entretenimiento. Es lo que vendía. Este es una de las películas en las que Ray deja a medio camino su interés por lo que siempre quiso contar. Desaparecen los temas recurrentes de su obra (asuntos que ya han sido tratados en los distintos artículos de este especial) para realizar una película de encargo. No deja se tener un toque muy personal de Ray, pero el trabajo no es de Ray. Aquí prima la forma y menos el fondo. Como el anunciado Reino de Dios por Cristo cuando decía que no era de este mundo; Rey de reyes no es de Ray. Al menos del todo. ~


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CINE. NICHOLAS RAY La poderosa dirección de Nicholas Ray, su inspirada utilización del color y el original guion firmado por Philip Yordan hicieron de ‘Johnny Guitar’ uno de los ‘westerns’ más extraños, líricos y bellos de la historia del cine. Es además, para muchos admiradores de Ray, su mejor obra María Eugenia Guzmán {En un paisaje agreste, un jinete solitario aparece galopando a lomos de su corcel. Johnny Guitar (1954) comienza de la misma manera que infinidad de westerns, pero ahí acaba el parecido, ya que Nicholas Ray se las ingenió para aproximarse al lejano Oeste de una forma diferente a la habitual de otros realizadores. Para empezar, pese a su título masculino, la protagonista (Vienna) y la antagonista (Emma) de la historia son dos mujeres. Frente a la visión épica propia del género, nos envuelve un tono lírico que se recrea especialmente en las escenas intimistas. El galán es un pistolero que, hastiado de su pasado violento, prefiere tocar la guitarra antes que disparar. Los villanos de la historia no son ni unos forajidos ni una tribu de indios que asaltan a una apacible comunidad, sino los intransigentes habitantes de un pueblo. El majestuoso paisaje aparece como aliado de los personajes principales y no como un cúmulo de peligros que afrontar. Y así podríamos continuar un rato más enumerando los elementos que supusieron que esta maravillosa película del Oeste nos desconcertara por darle la vuelta al más genuinamente norteamericano de todos los géneros cinematográficos. Vienna (Joan Crawford), una mujer orgullosa que sigue sus propias reglas, es la dueña de un saloon abierto a cierta distancia del pueblo. Su adversaria Emma (Mercedes McCambridge) tiene sometida toda la comunidad a sus designios y le devoran los celos porque el seductor Dancing Kid (Scott Brady), líder de una cuadrilla, sólo tiene ojos para su rival. Emma intenta animar a sus conciudadanos a deshacerse de la protagonista atribuyéndole injustamente ser cómplice de graves delitos. Johnny Guitar (Sterling Hayden), a veces mero testigo y otras actor del drama, es un antiguo pistolero que busca reavivar la llama de la vieja pasión que vivió con Vienna. El espíritu romántico de Nicholas Ray se condensa en la mítica escena en la que Johnny intenta reconquistar a su antigua amante: «Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo». En la protagonista conviven el día y la noche, pues bajo su aparente amargura y sus afiladas aristas, se van descubriendo capas que ocultan un carácter noble. Parece estar de vuelta de todo, pero todavía puede sentir un gran amor; es dura como el pedernal, pero se resiste a recurrir a la violencia; trata imperiosamente a sus empleados, pero en los momentos adversos les demuestra lealtad y

JOHNNY GUITAR

«Tócala otra vez»

es excepcionalmente valiente hasta el punto de jugárselo todo por la compasión que le inspira un joven desamparado. El único pero que algunos encontramos es que la actriz elegida para un papel tan interesante fuera Joan Crawford. Pese a que tenía a su favor una fuerte personalidad, ¡es tan evidente que su interpretación tenía más que ver con la gestualidad que con un proceso emocional! Sentimos como si la expresión

«los ojos se le salen de las órbitas» se hubiera creado para hacer honor a sus desmesurados planos. No se enfaden con esta dura opinión. El propio Nicholas Ray acabó tan desesperado, tras meses de

Joan Crawford es la gran protagonista del filme.

En esta obra Ray logró reinventar el género haciendo una película muy personal

lidiar con ella y sus histrionismos, que juró no volver a dirigirla. Y cumplió su promesa. Los personajes principales de las películas del cineasta solían tener tanta fuerza e interés, que en algunas ocasiones había caracteres de soporte que parecían apenas esbozados. Sin embargo, los rasgos de todos los secundarios de esta cinta aportan dimensión a la trama: la ira desbocada de Emma, el mezquino seguidismo de McIvers (Ward Bond), la ambigua simpatía de Dancing Kid o la discreta lealtad de Old Tom (John Carradine). A estos se sumó Bart, un bravucón con los difíciles rasgos de Ernest Borgnine, que nos logró inquietar tanto con sus aires violentos, que casi nos llevamos las manos al cinto cada vez que aparece en pantalla. Por último, como en tantas obras de Ray, nos encontramos con un veinteañero en el que el director vertió su concepción indulgente de la juventud: Turkey (Ben Cooper), el chico ansioso de sentirse aceptado, que se ve arrastrado a la delincuencia por la mala influencia de los adultos que le rodean. La escena más sentida del metraje es aquella en la que Vienna, portadora de la mirada compasiva de Ray, le permite a este joven que intente salvarse, aun a costa de ella misma. En la caracterización de todos estos personajes, disfrutamos de la original utilización del color propia del autor, que buscaba que el espectador identificara cada carácter con ciertas tonalidades. Entre las lecturas de este clásico, es conocida la que considera que los habitantes del pueblo que quieren linchar a la protagonista por resistirse a las reglas de la comunidad representaban al comité liderado por el senador McCarthy durante su ominosa caza de brujas. Puede ser cierto o no, pero dado que infinidad de tramas del séptimo arte contienen una dialéctica entre opresión y resistencia, pretender que gran parte del cine de la década de los 50 contenía el mismo mensaje subliminal, resulta un tanto reduccionista. Lo más interesante de esta obra es que Nicholas Ray logró reinventar el género haciendo una película muy personal en la que vertió su concepción de la vida y del ser humano: la inadaptación del solitario en un mundo que alienta la uniformidad, la violencia que acompaña a los personajes masculinos como una condena, la convicción de que la verdadera fortaleza reside en el carácter femenino, una visión piadosa de los errores de la juventud… y especialmente, la importancia de mantenerse fiel a uno mismo como salvaguarda de la dignidad. ~


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Son muchos los que consideran que ‘Rebelde sin causa’ es la mejor película de Nicholas Ray. Otros defienden que ha envejecido mal y que esa poética que se le atribuye al realizador no es más que el lenguaje retorcido para conseguir un efecto que se diluye en el intento

REBELDE SIN CAUSA

La huida imposible Gabriel Ramírez {Rebelde sin causa (Rebel without a cause, 1955) es, tal vez, la más famosa de las películas que filmó Nicholas Ray. Algunos han afirmado que el cine moderno norteamericano nació con ella. Y es posible que así fuera. Al menos, una nueva forma de narrar irrumpía con fuerza y terminaría influyendo en muchos directores que pretendían encontrar fórmulas alternativas a lo que se había hecho hasta ese momento. La película comenzó a rodarse en blanco y negro y en formato Cinemascope, pero la dueña de la patente del formato panorámico obligó a Ray y a su fotógrafo (Ernest Haller) a volver a empezar utilizando el Warnercolor. Una pena porque artísticamente la película perdió lo que podría haber sido un elemento fundamental. A pesar del excelente uso que Ray hacía de los colores, Rebelde sin causa apestaba a blanco y negro. Eso sí, el formato panorámico le permitió a Ray dar una lección de cómo podía utilizarse un recurso que otros directores tacharon de chapuza. La escena primera con el protagonista tumbado en el asfalto, o los encuadres que consigue a continuación para que los tres personajes principales queden unidos para siempre (todos están en la comisaría por distintas razones), son una muestra de las posibilidades de una forma de rodar que muchos desecharon. Nos encontramos con temas recurrentes en la obra de Ray: violencia, abandono frente a la falta de

comprensión de los problemas íntimos, la crítica a una sociedad puritana en la que no hay sitio para los jóvenes, la comprensión con el que no encuentra un hueco fundamental para su progreso como persona. Nos encontramos con un cine en el que la dirección actoral –reminiscencias del trabajo de Kazan– se fundamenta en el código interpretativo usado en el teatro. Ray se afana por encontrar ese gesto que explique la condición humana, la razón por la que el sufrimiento nos modela o el amor nos dibuja con trazo fino. Esta es la razón por la que las interpretaciones pudieran parecer algo histriónicas y desatadas. Pero no, es la cámara de Ray la que busca eso para encontrar un efecto muy concreto ¿Qué es la vida sino la interpretación de nuestro propio relato? ¿Acaso las personas somos estatuas de granito que no movemos un músculo cuando nos lo pide el cuerpo? Y, también, nos encontramos con la música de Leonard Rosenmann que va matizando cada escena con auténtico poderío. Ese punto homosexual que marca la relación entre Platón y Jim Stark no lo sería tanto sin la partitura sonando. Lo mismo ocurre con la clara referencia al complejo de Electra que nos regalan Judy y su padre. O la magnífica escena en el planetario en el que todo se anega de existencialismo seco y duro (los planetarios eran una afición vieja de Ray). La escena acaba con una frase que cae para sonar como el madero que se desploma sobre el ba-

James Dean y Natalie Wood, actores principales en ‘Rebelde sin causa’.

rro: «qué sabrá este de la soledad», dice Platón a Jim refiriéndose al profesor que ha explicado el posible final del mundo y el lugar que ocupa el ser humano en el universo. El conflicto del adolescente con respecto a la sociedad, a los padres y, sobre todo, a sí mismo, es el hilo argumental que nos lleva al tema central. La soledad y el frío que produce. Uno de los padres es pusilánime y ridículo (el de Jim); su esposa trata de imponer su orden desautorizando al marido. Y, mientras, el muchacho no se explica cómo no son capaces de darle una solución ante cualquier conflicto. Pide y la respuesta es que su juventud es algo que le impide ver con claridad. Otro de los padres no muestra el más mínimo interés por comprender a su hija. Judy busca escapes en su grupo de amigos. El pa-

dre de Platón no está. La madre tampoco. Lo que recibe el chico de ellos es un cheque cada mes. Y no hay salida. Salvo que se enfrenten los problemas, la vida es imposible. Esto queda claro en la escena en la que los padres de Jim le proponen cambiar de residencia –otra vez– y este se niega con violencia. El mito del padre se desmorona. La comodidad burguesa se desmorona. El universo entero parece desintegrado. Los jóvenes comenzaban a disfrutar de la música de Elvis, de Chuck Berry; de la literatura de Jack Kerouac, cuando Ray estrenó Rebelde sin causa. Y con la película se construyó definitivamente el mito James Dean. Después de finalizar el rodaje, dijo que no sería capaz de dar más de sí. El joven rebelde que vestía con los colores de la bandera norteamericana moría poco después en un accidente de tráfico. Ray, que siempre se sintió interesado por el mundo adolescente, construyó una intensa relación con el actor y eso dio como fruto una interpretación que, sin ser nada del otro mundo, sí se ceñía a lo que el realizador quería mostrar. Natalie Wood y Sal Mineo arrancaban, al mismo tiempo, como actores con un sitio asegurado en el panorama cinematográfico de la época. ¿Ha envejecido mal la película? Digamos que esos rebeldes que nos presenta Ray serían, hoy en día, unos ñoños bastante pijos cuya rebeldía sería superada por cualquier empollón de instituto, que algunos diálogos quedaron desfasados hace algún tiempo y que la cultura visual no casa bien con la actual. Sin embargo, la forma de hacer cine de Ray está por encima de todo lo que inevitablemente se tiñe de anacronismo. ¿Tiene la película problemas narrativos? Sí, los tiene y no podemos negar la evidencia. Pero cuando el cine consistía en rodar una película sin ordenadores en cada esquina, cuando el cine reposaba sobre otros fundamentos, se pasaban por alto detalles que no restaban al conjunto y al fin. Ese no era otro que explicar el mundo y no construirlo con programas informáticos de última generación. Era mucho más atractivo rozar el territorio prohibido que pintarlo más lejos para solventar el problema. Ray era cine y el cine estaba pegado a Ray. Como nosotros al mundo. La gracia está en asumirlo. ~

Es muy significativa la música de Leonard Rosenmann, que matiza cada escena con poderío


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CINE. NICHOLAS RAY La película ‘55 días en Pekín’ se rodó como se pudo. Cambios de guion constantes, enfado de los actores y constante de Ray con Ava Gardner, que se dedicaba a beber mucho y dormir poco... Con todo, es una de las mejores del género de aventuras de la historia

55 DÍAS EN PEKÍN

Todos contra los chinos y los chinos contra todos Nirek Sabal {Mi barrio contaba con tres salas de proyección. El cine Granada, el Capri y el Sevilla. Salas grandes, butacas tapizadas con tela que parecía desgastada desde antes de estrenarse, cortinones en la entrada de terciopelo granate, acomodadores con cara de pocos amigos que dejaban la palma de la mano extendida al devolverte la entrada, un sonido catastrófico y magia, toda la magia del cine. Eran esos cines que conocemos como de sesión continua; esas salas en las que podías entrar y encontrarte en mitad de la película, justo al final o con el NO-DO. Y esa era parte de la magia. Entrar en una sala oscura, mirar una imagen y disfrutarla sin tener en cuenta la trama, escuchar la banda sonora que matizaba cualquier cosa que ocurriese. Esto último no me sucedió cuando vi por primera vez 55 días en Pekín. La primera vez la pude ver desde el principio. Fui puntual. El resto (fueron muchas, muchas, muchas) las escenas que se proyectaban al entrar eran tan familiares que parecía no haberme movido del sitio en años. Y, una vez que acababa la película, vuelta a empezar. Los programas solían ser dobles, pero esta película era muy larga y se proyectaba sin compañera. Tardes enteras viendo cine. Tardes enteras viendo 55 días en Pekín.

Samuel Bronston trajo a España algunas de sus superproducciones. Esta sustituyó a La caída del Imperio romano. Ya estaban construidos los decorados y ordenó derribarlos y construir los nuevos para que Ray pudiera ponerse manos a la obra. Resultaron ser majestuosos, preciosos y detallistas. Al más puro estilo Bronston. La dirección artística es uno de los pilares sobre los que se soporta 55 días en Pekín. Ray comenzó con un guión cerrado, pero no pudo resistir la tentación de cambiarlo cada día. Curiosamente dejó el final intacto. Charlton Heston se enfadaba a diario puesto que una de las condiciones que había puesto para aceptar el papel fue que el libreto estuviera acabado. Pero no dejó que eso supusiera un impedimento para lograr una actuación extraordinaria. Ava Gardner no tuvo grandes problemas con este asunto. Tal vez porque entre borrachera y borrachera le daba igual tener que decir una cosa u otra. Tal vez tenía bastante con disimular las ojeras, las bolsas debajo de los ojos y su proceso autodestructivo en general. Abotargada, encarnó un personaje que no terminó de explotar bien Nicholas Ray. La subtrama en la que se relata la historia de amor entre su personaje y el de Heston queda diluida en exceso. A otro que parece que no le afectó tanto cambio durante el rodaje fue a David Ni-

A la izquierda, el cartel de la película ‘55 días en Pekín’, que protagonizan Charlton Heston, Ava Gardner y David Niven. A pie de página, un fotograma del filme, con todos los personajes.

ven. Muy británico él, su personaje y todo lo que hace. Está espléndido durante toda la cinta. Pero el que más acusó el pequeño desastre que se vivió en el rodaje fue el propio Ray. Terminó enfermando del corazón aguantando a la señora Gardner. Andrew Marton le sustituyó durante un par de semanas. Y eso se deja notar en el producto final puesto que las escenas que filmó tienen un carácter más épico de lo que Ray hubiera querido. Sin duda. Porque Ray buscaba más mostrar ese conflicto social que llega desde la religión, ese conflicto que afecta a personas en su intimi-

dad, ese conflicto que puede acabar con culturas o al menos ponerlas en peligro. Una pena que los chinos quedasen tan desdibujados. Malos, tontorrones y poco más. 55 días en Pekín cuenta un hecho histórico incluyendo alguna licencia que no desvirtúa demasiado lo que pasó. A principios del siglo XX, las embajadas de ocho potencias mundiales se ven sometidas a un acoso violento por parte de los boxers. Durante 55 días, claro. Hasta que llegan tropas de refresco y acaban con el conflicto. Es la vieja historia de siempre. Los occidentales deciden cristianizar una parte del mundo para que puedan seguir el camino recto y, de paso, aprovechan para llevarse de allí todas las riquezas posibles. La excusa fueron los asesinatos de distintos religiosos cristianos occidentales. Por cierto, Ray si deja ver este asunto en la película aunque se olvida de las muertes violentas de cientos de cristianos chinos. Esto lo pagaban los americanos y le debieron sugerir que los detalles sin importancia los pasara por alto. La trama principal se articula utilizando otras subtramas que se tratan de forma desigual. Aunque, todas ellas, sirven para hacer el desarrollo de la película más agradable y divertido. 55 días en Pekín resulta un trabajo fascinante. A pesar de mucho de lo que acabo de decir, resulta maravillosa. Una película de aventuras que indaga en problemas de los personajes que resultan universales, que recrea el Pekín de la época con esplendor, una película en la que se narra muy bien el relato. Contiene momentos inolvidables. La entrada de Heston en Pekín seguido por su compañía de fusileros, la flema británica que se derrama por toda la pantalla cuando Niven aparece y la escena de la fiesta en la que se encuentran los tres, resultan maravillosas. Una anécdota. Esta película se rodó en España mientras vivíamos una dictadura larga y penosa. En una de las escenas, los embajadores de las potencias están reunidos para decidir si se quedan en Pekín o ponen pies en polvorosa. Y el español, muy digno, dice que en el diccionario de un español no se puede encontrar la palabra huir. La acción se desarrolla en 1900. En 1898 habíamos tenido unos problemillas en Cuba. No deja de ser gracioso escuchar algo tan estúpido. Aunque a Franco le debió encantar. ¿Casualidad o un guiño del guionista o del productor agradeciendo los servicios prestados? La película sigue siendo una atractiva alternativa con la que pasar una tarde frente a la pantalla acompañados por los más pequeños. Sin NO-DO y sin sesión continua. Pero con toda la magia del cine alrededor. ~


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Una de las últimas películas filmadas por Ray y la más alejada en apariencia de las demás. El cineasta narra la vida de una familia de ‘inuits’, y cómo esta se ve alterada por la llegada del hombre blanco. Un rodaje durísimo para una magnífica película

LOS DIENTES DEL DIABLO

¡Nada!

Todo Ray desde el hielo

Beatriz Silva {Recuerdo perfectamente el día en que vi por primera vez Los dientes del diablo de Nicholas Ray. Tendría unos 12 años, y la vi con mis compañeros de curso, en una proyección para escolares. Me impactó sobremanera. Hay escenas que se han mantenido vivas en mi memoria durante todos estos años. Entonces, no era consciente como pueda serlo ahora de su grandeza desde el punto de vista cinematográfico, pero la historia cambió de alguna manera mi forma de ver el mundo. Supongo que nos llevaron precisamente para eso: para que viéramos que hay otros mundos, que están en este. En peligro. Ya sabía, claro, que había otros lugares en los que las costumbres, la manera de pensar, de vivir, de comer, de vivir y sobrevivir, eran totalmente diferentes a las nuestras. Pero verlo así, de esa manera, tan brutal, me hizo darme cuenta de hasta qué punto lo era. De que el concepto de cultura no sólo no era absoluto, sino que era convencional. De la humildad necesaria. Muchos años después, volviendo a verla, es cuando he sido capaz de darme cuenta de lo grande que es The savage innocents. Cuando he sido capaz de apreciar todo lo que encierra. Su intencionalidad, comenzando por lo rousseaniano del título. Sin duda, se plasma su respeto por esas comunidades en las que la maldad parece no existir; que viven acorde y respetando el entorno y a sus semejantes, por bárbaras o inhumanas que nos puedan parecer algunas de sus leyes. Pero, sobre to-

do, lo que se desprende es una feroz crítica por contraposición de la sociedad occidental capitalista. El guión, escrito por el propio Ray junto a Franco Solinas, es una fiel adaptación de los primeros capítulos de El país de las sombras largas de Hans Ruesch. Sin embargo, hay pequeños cambios que denotan lo distinto del acercamiento de cada uno. Ray mantiene en el filme el espíritu del libro: la parábola del buen salvaje y lo destructivo que puede ser para este el contacto (o la invasión) de la civilización moderna. Como Aldoux Huxley en Un mundo feliz. La conclusión es clara: los equivocados somos nosotros, que bien podíamos aprender de ellos. O, cuanto menos, dejarlos en paz. Pero, mientras Ruesch hace un acercamiento casi antropológico a su

cultura, pareciendo realmente haberla conocido de primera mano, no está exento de un tinte paternalista, mientras que Ray la aprovecha para dinamitar lo establecido. Promiscuidad sexual (el timorato doblaje al castellano, traduciendo reírse como casarse, no impide que nos enteremos de lo que se trata), mujeres libres, y héroes que son la antítesis del sueño americano. La religión occidental como invasiva y monolítica. Y el socialismo, en una de esas pequeñas modificaciones cargadas de significado. Tanto en lo que omite (la descripción del pueblo inuit como niños), como en lo que añade: la mención a estar en la era de la bomba atómica, como en esa aparentemente irrelevante frase: y todo cuanto poseen pertenece a la comunidad.

Sobre estas líneas, un cartel –a la izquierda el oficial– del filme protagonizado por Anthony Quinn, Peter O’Toole y Yoko Tani. Los tres aparecen en el fotograma de arriba, dentro del iglú donde vive la pareja.

El rodaje, salvo los interiores, se realizó en el Círculo Polar, entre Alaska y Groenlandia

Durante años y años los hombres blancos habían intentado llegar tan al norte que en cualquier dirección (…) estuvieran mirando al sur. Nadie sabe cuántos habían muerto rígidos por el frío (...); algunos para sobrevivir tuvieron que devorar a sus compañeros (...). Por fin los instrumentos mágicos revelaron que la expedición había llegado al centro norte: la meta ambicionada. ¿Y qué creen que encontraron allí? —¿Qué? —¡Nada! —Los ojos de Papik empezaron a llenarse de alegría—. ¡Absolutamente nada!

Hoy parece un matiz insignificante, pero el hecho es que lo que se plasma en el libro no es una propiedad común, sino una generosidad total a la hora de prestarse alimento o esposa. De aunar esfuerzos y de solidaridad. Ese mínimo cambio, hoy, no es nada. Pero en 1960, cuando se filma Los dientes del diablo, en pleno post-macarthismo, aún con los coletazos de la caza de brujas de la que inexplicablemente Nicholas Ray, militante socialista se libró; si hay algo que no es, es baladí. El rodaje, exceptuando los interiores, se realizó en el Círculo Polar, entre Alaska y Groenlandia; la fotografía, magnífica, nos golpea con la fuerza en que la naturaleza agreste es plasmada, bellísima y poderosa, como un elemento más de la narración. El argumento, simple y efectivo: acompañar a Inuk (singular de inuit, hombre) en su búsqueda de esposa, y su feliz vida con esta (Asiak), hasta que un misionero aparece dentro de su iglú. Y con él, los hombres blancos y sus leyes. A Inuk le da vida (decir que lo interpreta sería restarle méritos) un soberbio Anthony Quinn, creíble a pesar de su distancia física y de edad con el protagonista. A la edad en que lo hace, de ser un inuit auténtico, estaría, posiblemente, en la última etapa de su vida. Tampoco el papel de Asiak es una auténtica inuit quien lo interpreta, pero la dulzura, la sensibilidad, la manera de transmitir, y la belleza asiática de Yoko Tami nos hacen olvidarnos por completo de ello. Sobre ambos recae el peso de la película, junto a la otra parte de la balanza, la occidental, con un magnífico Peter O’Toole que, sin embargo, no figura en los créditos, ya que exigió ser borrado de ellos, no conforme con que su voz fuese doblada. De The Savage Innocents, Ray dijo en su momento estar más orgulloso que de ninguna. Una película magnífica, que ha de verse al menos una vez en la vida. Porque golpea. ~


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Los libros son esos increíbles objetos que contienen mundos enteros en su interior. Hay libros que son peligrosos, sorprendentes, profundos, cercanos, superficiales o tan llenos de lo desconocido que parecen hasta reales. Acercarse a ellos es buscar ...decir la demora

Una vida subterránea Florencia del Campo

{Una vida subterránea es el último li-

bro publicado de la escritora catalana Laura Freixas. Se trata de un diario que abarca desde 1991 a 1994. Es decir, ese género tan caracterizado por el presente continuo que siempre está en pasado porque se publica en futuro, es aquí obra de una autora (mujer) de las letras españolas, que como condición para publicar sus diarios había impuesto, junto a otra, que hubiera transcurrido más o menos esta cantidad de años (veinte aproximadamente) para darlo a la luz. La otra condición era no publicarlo íntegramente sino gozar de la libertad de la escritura y la creación en ese presente continuo con la tranquilidad de que en el futuro quitaría lo que le pareciera demasiado íntimo o no quisiera publicar. Y así ha sido; el pasado editado. Cuando Freixas escribió este diario tenía entre 33 y 35 años y básicamente eran dos sus grandes temas: la escritura y la maternidad. Da mucho juego… «plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro», qué curioso, porque la dedicación de Laura a sus plantas en el diario aparece con frecuencia. Otro: dar a luz un niño, dar a luz un libro. Y los juegos con el verbo «parir»: «esto es un parto» si algo se está volviendo demasiado complicado o se está demorando. En estos diarios esos dos temas compactados en uno son ahora la demora: se demora un bebé por dificultades a la hora de quedar embarazada (luego se demora porque siempre se demoran nueve meses); se demora la publicación de una novela porque hasta se demora su corrección (e in-

cluso los amigos que van a dar opinión también se demoran, maldita hora). Y la demora coloca al sujeto (que la padece) en situación de espera, por ende, de imprecisión, de incertidumbre. Sobre estos pilares (como raíces del tema) se construye este diario. Pero, además, otra cosa: un personaje (también femenino) titila permanentemente en el diario. Está y no está. Condiciona y no condiciona. Compite y no compite con el propio diario: la psicoanalista. Laura Freixas dice, hay un lenguaje operando, hay un otro que recibe ese discurso: el diario, la psicoanalista. Hay una materia prima de trabajo: la palabra, que es común en ambos trabajos, en el trabajo de análisis y en el trabajo de escritura. ¿Es la escritura y el psicoanálisis curación por (medio de) la palabra? En la demora, en ese tiempo demorado, hay algo que se puede hacer mientras porque se dispone de la materialidad de la palabra: se puede decir. Decir es escribir el diario, evidentemente, pero qué simpático cuando el diario habla de las posibilidades de decir y no decir a la psicoanalista cosas como cuántas veces por semana quiere empezar a ir… (¡qué graciosas, casi woodyallianas, las dificultades del decir a la psi!). Todo es lenguaje, la acción es dicha. El diario no sabe hacer más que decir acciones y nombrar la insatisfacción perpetua, ¡claro!: lo incompleto, los fantasmas profesionales y como mujer. La necesidad de ser escritora y madre y el miedo al fracaso en ambos aspectos, sobre todo en el primero. La vida fácil y cómoda en términos económicos y sin embargo la culpa o la incapacidad de hacer de eso una ventaja (y la reiteración de este tema molesta bastante, o molesta mucho

más cómo lo trata, con mezcla de culpa y vergüenza pero gozosa al mismo tiempo). Más temas: los otros escritores, quiénes son de su agrado y quiénes no, dichos algunos con nombre y apellido reales. El consumo cultural. La vida editorial. La vida burguesa. El mandato paterno. La virilidad versus la feminidad. La problemática de toda una generación. Madrid como ciudad ajena (y un poco fea). Tantas, tantas, cosas donde identificar a Freixas, algunas más que en otras.

Es un diario honesto, y no deja de serlo porque esté editado o podado. Es un diario de lo cotidiano y no sólo de la pose intelectual a pesar de que aparecen mucho más sus amigos o enemigos escritores que su pareja. Es un diario crítico y reflexivo sobre la literatura española y sobre el propio género del diario probablemente también (sin dudas lo segundo lo es al menos en la «Presentación»), y es prolijo, y literariamente exquisito, refinado y hasta cómplice de una inocencia (aunque también, por supuesto, de una neurosis) al punto de que por momentos dan menos ganas de pensar que el síntoma es gozar de la queja y más ganas de recordar una cita de Ítalo Calvino: «A veces uno se cree incompleto y es simplemente joven». Aunque no sea el diario de una veinteañera (ni ya una vida tan subterránea), creo que igual merece (u ofrece) esa frescura. ~ Calificación: prometedor. Tipo de lector: introspectivo. Tipo de lectura: introspectiva pero tolerante también con lo ajeno. Argumento: diarios personales. Personajes: personas. ¿Dónde leerlo?: de camino al psicoanalista.

...perderse en tramas que pudieran parecer reales

La jungla de asfalto Daniel González Irala

{La confirmación de que a partir de ma-

las novelas salen buenos guiones, hecha por Linda Seger en El arte de la adaptación es, en este caso, si no fehaciente, al menos sí relevante. Esta novelita pergeñada por el autor oriundo de Ohio, W.R. Burnett, responsable entre otras de El último refugio o El pequeño César, carece aquí de su mejor baza y no precisamente por el uso de unos diálogos esquemáticos en su mayor parte, pero resolutivos en el nudo de la acción; sino por la existencia de unas descripciones torpes o poco brillantes, para lo que da de sí el género.

Sin embargo, al ser publicada en 1949, fue un éxito de crítica en Estados Unidos, lo que hace que tal vez sea más que necesario un replanteamiento de traducción en la edición manejada (El País). La corrupción del estamento policial empieza siendo el planteamiento que va dejando paso a la existencia del peligro latente a través del personaje, hampón privilegiado, de Erwin Riemmenscneider, envuelto en planes de robo junto a dos mensajeros del miedo azotados por el crac de una joyería, Pelletier & Co., sita en un lugar asfixiante del que no se hace metáfora local alguna. Si cuando los planes salen mal, la

irritación que ocupa a sus artífices puede ser grande; cuando salen bien, el asunto no es para menos y así vemos como el abogado Emmerich, que juega a ser el que paga por las joyas, no sabe guardar promesas y es un desecho humano que sólo conoce de cerca la hipocresía. Se agradece la ausencia final de moralejas, así como la agilidad de los diálogos. La película de Huston no sería igual sin muchos de ellos. Pero otra cosa es la literatura. Queda tan hibridizada por el cine que el lenguaje se abarata en algunos casos. De cualquier forma, merece la pena acercarse al libro para conocer de cerca

una historia hecha y vendida en papel, por uno de los guionistas de Hollywood más prolíficos (unos 60 llegó a firmar), que repudia el psicologismo y hasta el humor en pro de un concepto de la acción caótico. ~ Calificación: algo decepcionante. Tipo de lector: cinematográfico. Tipo de lectura: sencilla. Argumento: el robo de una joyería y sus consecuencias. Personajes: lo mejor. ¿Dónde puede leerse?: en pleno Chicago años 30.


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en otros ámbitos, descubrir alternativas inimaginables, echar un vistazo al interior de cada uno de nosotros. Porque los lectores también guardamos mundos enteros en nuestro interior, aunque a veces no lo parezca. Así que lean, queridos, lean ...enfrentarse a otra mujer y a sí misma

La ridícula idea de no volver a verte

Florencia del Campo

{La ridícula idea de no volver a verte

es un libro espontáneo en algún sentido. Salió del encargo de otra cosa. La editora Elena Ramírez le encargó a Rosa Montero un prólogo para un brevísimo libro que sería el diario de Marie Curie. Pero el prólogo acabó en libro y el libro en apéndice: sí, en lugar de escribir ese prólogo, la autora de La loca de la casa escribió este libro en el que incluyó al final el diario de madame Curie como apéndice. Porque al comenzar a leer ese diario que Marie Curie escribió en los días posteriores al accidente que mató a su marido, Montero se enfrentó con la experiencia de esa otra mujer y la llevó a reencontrarse con la propia expe-

riencia. No por nada Elena Ramírez le había encargado ese prólogo a esta escritora española y no a otra, porque sabía que cierto nervio se le tocaría a la también viuda Montero. No había escrito antes Rosa Montero sobre la muerte de su pareja Pablo Lizcano, y suponemos que no lo había hecho porque, como ella misma declara en La ridícula idea…, «no me gusta la narrativa autobiográfica, es decir, no me gusta practicarla». Y sigue, y queda un poco la sensación de que además de que puede que no le guste, verdaderamente lo que le pasa es que le resulta difícil: «No es fácil saber dónde pararse, hasta dónde es lícito contar y hasta dónde no […]. La cuestión, en fin, es la distancia; poder llegar a analizar la propia vida como si

estuvieras hablando de la de otro. Y aun así, ¡qué complicado!». Pero aun así, Montero se atreve, y habla de su duelo, como Marie habla en su diario del duelo por Pierre Curie. Dos mujeres hablando de sus amores perdidos, aunque Marie se habrá sentido mucho más libre que Rosa al hacerlo. Es cierto, no, no le queda cómodo el género autobiográfico. Se nota en cada página, no sólo porque en verdad las dedicadas a Pablo sean considerablemente inferiores (en cantidad) que las dedicadas a los Curie, sino porque ella misma (con ayuda de un amigo escritor –Alejandro Gándara– que le hace una crítica constructiva de la novela) lo admite y lo reconoce. Así todo, escribe este, que no es un libro sobre la muerte, según la autora.

...acercarse a la persona y no al personaje

María Antonieta Augusto F. Prieto {Hubo un tiempo en el que los lectores asumían la novelación de acontecimientos históricos, fiándose de la perspicacia del escritor para validar sensaciones y sentimientos, para la reconstrucción escénica de los sucesos, encauzando al aficionado hacia una lectura particular del pasado. El género biográfico del que Stefan Zweig es uno de los más destacados autores ha desaparecido, borrado por la necesidad de mayor rigor y la exigencia de un punto de vista multilateral. Lo ha sustituido –con menor calidad y poca fortuna– la llamada novela histórica. Lo ha reemplazado el cine con resultados irregulares. La de María Antonieta, reina de Francia, fue una existencia trágica, desbordada por la época que le tocó vivir. Trascendió torticeramente mediante

los extremos de la hagiografía o de la leyenda negra, hasta que el escritor austriaco la tocó con su pluma sublime y la centró, tras estudiar todos los documentos que nos quedaron de su paso por la tierra, de descartar los que consideró prescindibles e interpretar el resto. Pasa por ser una de las obras maestras del género y de su autor. Su mayor logro es la recreación de la textura de la historia, la imaginación del pasado, el relato de una secuencia al hilo conductor de un solo personaje, y las emociones que consigue despertar suponiendo las sensaciones escondidas detrás de los hechos. Es una gran novela y una gran historia. Todas las debilidades y también toda la grandeza de cualquier ser humano se encuentran entre las páginas, extraídas por sus contemporáneos mediante la crueldad o la lisonja, el

engaño, la mentira o la revelación de la verdad; en un momento de revolución y de mudanza que hizo avanzar el mundo y acercarse a lo que conocemos hoy. El mérito de la María Antonieta de Zweig, que le lleva a superar la moda y el momento en el que la escribió, es el de haber resumido una época y un personaje en una mujer de carne y hueso, con todos sus claroscuros. ~ Calificación: extraordinario. Tipo de lector: cualquiera pero sobre todo los aficionados a las biografías. Tipo de lectura: fluida e intensa. Argumento: apasionante. Personajes: familiares. ¿Dónde puede leerse?: en Versalles o en el jardín de las Tullerías.

Pues no lo es únicamente. Es un libro sobre los duelos, es un libro sobre la vida, es un libro sobre las enfermedades, es un libro sobre el amor, es un libro sobre el machismo y el feminismo, sobre el dolor, pero claro que también es un libro sobre la muerte. Y es además un lindo recorte, muy subjetivo y poético, por razones obvias, de la biografía de Marie Curie, de esa mujer en su aspecto de científica, de doble Premio Nobel, de madre, de esposa, de viuda, de amante… de mujer. ~ Calificación: interesante. Tipo de lectura: rápida. Tipo de lector: curioso. Argumento: biografía de Marie Curie entretejida con la biografía de la propia Rosa Montero. Personajes: Marie Curie, Rosa Montero, sus parejas, y el mundo circundante. ¿Dónde puede leerse?: mejor no en la sala de espera del médico.


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Música

Sutil es un cuarteto madrileño que estrena nuevo epé: ‘The unsettled issues’. Seis canciones que saben a poco y, al mismo tiempo, a mucho. Porque la contundencia y viveza que se desprenden de sus composiciones pueden dejar a más de uno sin aliento

Cuando lo sutil se convierte en mil y una cosas más Paulo García Conde {Estamos ante una banda a la que resulta complicado colgarle una etiqueta. Su segundo trabajo de estudio poco tiene que ver con el primero, un patrón que se repetirá en relación al tercer proyecto, que ya tienen en mente. Son cuatro, y son jóvenes. Demasiado, si uno echa un vistazo concienzudo a sus carnés de identidad tras haber escuchado con antelación la música que hacen. Cuesta creer que un grupo de tan corta trayectoria (empezaron su andadura en 2010) tenga un sonido tan maduro, tan compacto. Sutil lo forman José Pozuelo (cantante y saxofonista), David Pozuelo (guitarrista), Alvar García (bajista) y Daniel Castillo (batería). Ha pasado tiempo ya desde su primera actuación y, a la vez, muy poco. Porque con Sutil todo es relativo. La música, los estilos, las influencias, los significados. En relación a esa relatividad un tanto abstracta, merece la pena revelar la manera en que se gestó el nombre de la banda. Tan sencillo

como que aquellos adolescentes (todos imberbes, casi seguro, por aquel entonces) no tenían del todo claro el significado de términos como sutil o sublime, por lo que los convirtieron en palabras comodín. Tan comodín que una de esas palabras se erigió en protagonista en la ceremonia de bautizo del grupo. Una muestra del carácter desenfadado de la formación, que cuando se sube a un escenario deja a un lado todo lo sutil para dar pie a un espectáculo musical de alto voltaje. Les sirve la sala o taberna más pequeña para ofrecer una actuación donde el pacto tácito establecido con el público se sustente en que nadie salga del lugar sin haber sudado un poco. Porque es imposible escucharlos sin moverse al ritmo que marcan. The unsettled issues, su segundo epé, es un claro ejemplo. El nombre de este último trabajo hace mención a los propios temas que lo componen. Estas seis canciones nuevas (que no lo son tanto) son los asuntos pendientes que querían resolver. Porque la creatividad del

conjunto está en constante ebullición y, antes de dar la puntada final a un trabajo, la cabeza ya está rumiando lo siguiente que esté por venir. Pero, por fortuna, los asuntos han dejado de estar pendientes y ahora están disponibles para todos. Entre ellos destacan canciones como Red Lipstick Mishap, que bien podría servir como carta de presentación del grupo. De compás acelerado y batería bien marcada, deja ver muchas de las características que retratan a un grupo difícil de encasillar. Unas líneas de bajo tan poderosas y valiosas como los riffs de guitarra, donde las distorsiones son un vestido habitual. Se trata de una composición con cambios de ritmo, con letra y melodías tan cambiantes como afiladas. Otro de los temas es Under the grooves, de cadencia más pesada y que juega con una armonía a veces desnuda, a veces gruesa. Muchos han sido los que han tratado de definir de manera cerrada la música que Sutil hace; no es extraño relacionarnos con el funk, con el rock

Sutil son cuatro madrileños con muchas ganas de pasarlo bien y hacer ruido por medio de sus canciones, que transitan entre el funk, el rock y otros senderos muy diversos.

más alternativo, pero nadie se atreve a encasillarlos sin titubear antes. Los propios miembros del grupo han optado por el techno-rumba hardcore, aunque para intentar localizar un marco donde tengan cabida es lícito hacer referencia a grupos como Red Hot Chili Peppers. Sobre todo al escuchar Refreshing Macedonian, donde tal vez se perciba una influencia mayor de la banda estadounidense de funk rock. Pero luego nos encontramos con Ñocla Warriors, donde esas referencias se diluyen en un frenesí tremendo, no apto para quienes padecen de vértigo musical. Queda patente que Sutil tiene en la versatilidad un fuerte aliado. The unsettled issues está disponible en la plataforma digital SoundCloud, y pronto se extenderá a otras como Spotify. Además, el grupo tiene previsto lanzar el trabajo en formato físico a finales de mes, con una primera tirada de mil copias. La edición, además del cedé, contará con un libreto ilustrado con las letras de los temas. Servirá para descubrir (sobre todo si uno no tiene amplios conocimientos de inglés) que sus canciones hablan de historias que poco o nada tienen que ver unas con otras, y en donde los gánsteres tienen el mismo derecho al protagonismo que los sentimientos de amor y desamor más singulares. Tienen pendiente también hacer la presentación de este trabajo en directo, que se sabe que será en Madrid y no dejará de lado las habituales escenas sorpresivas que se dan cada vez que los cuatro integrantes toman posiciones sobre un escenario. Algunos de los lugares que les tocará visitar a lo largo del año para hacer saltar y sudar al público son Alicante, Valencia o Burgos, que se unirán a Londres, Dublín o mismamente Madrid como escenarios ya conquistados. Además, estarán en Sevilla a principios de mayo, en un concierto conjunto con la banda Jambalaya. Una buena oportunidad para los amantes de los pogos (para quienes no estén familiarizados con el concepto, mejor que no pregunten) o de la música en vivo en dosis contundentes y extenuantes. Porque escucharlos en grabación, ya sea en casa o en mitad de un conflicto armado, es una experiencia completa. Pero disfrutar de un directo suyo puede convertirse en un evento inolvidable. Pronto muchos descubrirán que el gimnasio no es el sistema más propicio para quemar calorías, sólo tienen que prestar atención al calendario de actuaciones de esta banda. Y que cada uno haga la prueba. Sin sutilezas. ~

Coordinador: Gabriel Ramírez Lozano Colaboradores: Nirek Sabal, Augusto F. Prieto, Florencia del Campo, Beatriz Silva, Daniel González Irala, David Mayo, Suplemento cultural editado por

Mara Sanz Gaite, María Eugenia Guzmán, Gracia Elena Miranda Balbuena, Paulo García Conde, Emma Camarero, Óscar Gómez, Carlota Montemayor, Carlos Serrato, Laura Villalba, Pablo Navarro y Paula Pinilla.


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