Sábado, 3 de octubre de 2015 Nº 65 @aladar_cultura
ESPECIAL SOBRE CIENCIA FICCIÓN
Del platillo volante al ciberpunk La estética ha cambiado en los últimos 60 años. El futuro de los 50 es nuestro mundo
El bebop: el sonido más rebelde del jazz
‘El minuto del payaso’ y ‘El arquitecto y el emperador’
2
Suplemento cultural
El Correo de Andalucía Sábado, 3 de octubre de 2015
Especial Ciencia Ficción
Imaginemos una línea recta continua de estética de cine de ciencia ficción. En un extremo estaría la película más futurista, aséptica y minimalista, en el otro, la más costumbrista, llana, rural. Esta recta es totalmente clara: en un extremo estaría Carlota Montemayor {La idea que solemos manejar sobre el cine de ciencia ficción es la de naves espaciales llenas de tecnología que se traduce en interruptores luminosos, motores de explosión gigantes y medidas en años luz. Extraterrestres polizontes chupacerebros o bien seres de luz con una inteligencia muy superior a la del ser humano. Pero parece que cada época tuvo su icono en este tipo de cine, un planeamiento estético concreto que influyó mucho más allá del proyector y las pantallas, o que bebió de la filosofía estética de la época. Además, la ciencia ficción ha servido, también, como catalizador de las fobias que la cultura pop ha tenido a lo largo del siglo XX: miedo a lo malo, al que viene de fuera, a lo desconocido; miedo a perder el bienestar, a tener que cambiar nuestros valores; la lucha incesante del bien contra el mal, en la que, casi siempre, gana el bueno. Por supuesto. Centrándonos meramente en la estética, quizá la película de ciencia ficción por antonomasia sea 2001, un Odisea del espacio, estrenada en 1968, justo un año antes de que el hombre pisara la luna, o sea, en pleno apogeo de la carrera espacial. Su realismo científico y sus efectos especiales marcaron un antes y un después. Como fue habitual en el cine de Stanley Kubrick, la fotografía y la banda sonora son unoss personajes más de la historia. De e hecho, la música sustituye al narrador dor y a los diálogos la mayor parte del el tiempo. La película comienza y termina rmina con fondo de Así habló Zaratrustra, ustra, melodía ligada ya para siempre mpre a este film. Las estancias de la nave son blancas, minimalistas, roto o todo por el color rojo fuerte de los os sillones Djinn, creados por el diseñador ñador Oliver Mourgue para la ocasión. ón. El vestuario de los protagonistas as es neutro, anodino. Sin duda todo do diseñado para que el espectadorr comparta la sensación de hastío de la tripulación. Hay escenas de alto contenido psicodélico; por ejemplo, cuando el protagonista llega a Júpiter. ter. Recordemos que la película fue rodada en pleno auge lisérgico, aunque nque también esta imagen tiene su base científica. Para finalizar, en un giro surrealista, encontramos all protagonista en una extraña y lujosa estancia decorada a lo Luis is XVI, con el piso iluminado por paneles neles fluorescentes. Cabe destacarr la mesa, servida de manera elegante te y sobria con menaje diseñado por el gran Jacobsen. Hubo un antes y un después de 2001. Muchas películas elículas siguieron su estela. Incluso o las malas lenguas (y no tan malas) dicen que David Bowie se inspiró en n ella para crear, un año más tarde del el estreno, su gran éxito Space Oddity. y. En 1977, George Lucas estrenaba la primera película de la serie erie Star Wars. Bebiendo de las fuentes uentes
ESTÉTICA DE LA CIENCIA FICCIÓN:
El dibujo de los miedos
estéticas de 2001, sus películas se convertirán enseguida en un hito popular. En esta ocasión el ser humano comparte protagonismo con robots llenos de luces y sonidos incomprensibles, androides diseñados en metal brillante, dorado, y alienígenas de toda clase. Las naves espaciales también tienen un interior blanco, luminoso, pero aquí existe vida, por todos lados se ven seres de diversa condición caminando, tal como si estuvieran en una ciudad. El vestuario de esta primera parte de la serie es muy del estilo de los 70 y sirve para distinguir clases en esa sociedad las distintas cla más importante, a los y, lo que es má buenos de los malos. Recordemos que estamos en plena Guerra Fría Unidos y la URSS y entre Estados U que esta película tiene un trasfondo buenos, como no, vispolítico. Los bu los malos de negro. ten de blanco, lo androides de la tropa impeLos androide blanco impoluto. Los rial son de un b que se alejan de la Fuerza, pasan al simbolizado por su líLado oscuro, sim Vader, que viste de la cader, Darth Vader beza a los pies de negro. Otro dato es el color de las la espadas de unos y buenos las llevan azules y otros, los bueno rojas. Es cuanto menos los malos rojas inquietante. Una película curioso e inquie futurista que ha influido de estética futur imaginario común para en el imagi siempre y que ha recaudado de dólares en venta millones d de objetos durante estos últiaños. Verdadero icono mos 38 añ del pop del siglo XX. Seguimos entre naves espaSeguimo 1979 se estrenó Alien, ciales. En 19 Lo que en el octavo pasajero. p principio iba a ser una pelíun principi bajo presupuesto tercula de ba siendo una superprominó sien por efecto del éxito de ducción po Star Wars. La película transcudentro de un espacio rre dentr claustrofóbico y oscuro. claustrofó hecho, la nave NostroDe hec mo está inspirada en un bombardero de la Segunda bombard Mundial. El entorno Guerra M metálico, totalmente es gris, m industrial. Los trajes espaindustria
El Correo de Andalucía Sábado, 3 de octubre de 2015
Suplemento cultural
Especial Ciencia Ficción
‘2001, una Odisea del espacio’, en el otro, una tremenda sorpresa: ‘Her’. La primera, la película que catapultó a Stanley Kubrick en 1968. La última, un filme romántico de 2013 dirigido por el cineasta Spike Jonze
ciales de la tripulación, que fueron creados por el mismísimo Moebius, están en consonancia con el ambiente. La película contó con un equipo técnico de excepción. De hecho el escultor suizo H. R. Giger fue el creador de la criatura alienígena, y el ilustrador Ron Cobb fue el encargado de toda la ambientación exterior y del diseño de Nostromo. Nos acercamos a los 80, la estética empieza a ser otra, más recargada, más violenta. Por primera vez, el papel de héroe espacial lo encarna una mujer, aunque los protagonistas son más bien andróginos. La teniente Ripley ya no es la princesa a la que salvar; tiene que salir adelante sola, corriendo entre tuberías y conductos de ventilación de su nave. Esta cinta fue incluida en el Registro Nacional de Cine de la Biblioteca del Congreso de los Estado Unidos como una película cultural, histórica y estéticamente significativa. Un clásico de la ciencia ficción es Blade Runner, estrenada en 1982. Fue una de las primeras en utilizar el género ciberpunk. Blade Runner le debe mucho a otra gran película de ciencia ficción de 1927, Metrópolis. Ambas transcurren en una distopía urbana futurista. De nuevo sensación claustrofóbica, pero esta vez dentro de una ciudad. La luz ambiental recuerda a un cuadro de Edward Hopper, claroscuros, soledad, tristeza. Sale a relucir, otra vez, el nombre del dibujante Moebius, cuyo estilo tuvo gran influencia en la película, pero que rechazó trabajar en ella a cambio de un proyecto distinto. La imagen cobra otra dimensión. Hasta dentro de la misma película no dejan de verse gigantes pantallas funcionando 24 horas al día, informando de todo lo que pasa y emitiendo publicidad. Tanto estética como filosóficamente es un film adelantado a su tiempo, que refleja y plantea problemas, conflictos y dudas que son más propios del siglo XXI. Todo es denso en Blade Runner; desde su argumento y su guion hasta la estética y el vestuario (sobretodo el de los replicantes). El épico final de la lluvia
La ciencia ficción ha servido como catalizador de las fobias en la mitad pop del siglo XX E. T., 2001, Alien, Darth Vader o Her: algunos de los hitos de una ciencia ficción que ha caminado desde lo sofisticado a lo más cotidiano.
entre los rascacielos ha quedado grabado para siempre en la retina de los espectadores. Rompiendo completamente con este tipo de películas están las ochenteras de ciencia ficción de Spielberg. Tanto en Encuentros en la tercera fase como en la inolvidable E. T. el extraterrestre, nos encontramos con un planteamiento completamente distinto a todas las anteriores. Aquí, la ciencia ficción muestra su cara más amable y blanda. Son películas ambientadas en el momento justo en las que fueron rodadas. Muestran a las típicas familias americanas que celebran su Halloween, desayunan bacon en la cocina y hacen barbacoas vecinales. Costumbrismo puro y duro que, en determinados momentos, hasta puede resultar algo rural. Aquí, los malos no son los que vienen de fuera. Los extraterrestres son seres adorables que vienen en son de paz. Los protagonistas humanos visten camisa de cuadros y en su mayoría son mucho menos amistosos que los aliens. Cuestión de educación cósmica. Las naves espaciales son muchos más sencillas y burdas, con menos tecnología a bordo. Quizá porque aquí prima más el mensaje moralista y patriótico que la estética. Y en el colmo del día a día se situaría Her, en la que el protagonista bien podía ser el vecino hipster del cuarto. Her es una película de ciencia ficción porque, aunque cerca de conseguirlo, todavía no tenemos la tecnología para crear una inteligencia artificial con sentimientos. Aquí no hay naves espaciales, ni siquiera el antagonista es un extraterrestre porque es tan sólo una sugerente voz femenina. Aquí sólo hay un teléfono móvil y un ordenador como éste desde el que escribo. Tengan cuidado, no se vayan a enamorar. ~
3
4
Suplemento cultural
El Correo de Andalucía Sábado, 3 de octubre de 2015
Especial Ciencia Ficción
‘Blade Runner’ es una muy buena película. Esto es algo indiscutible. Pero se queda a medio camino en algunos aspectos técnicos y de contenido. Si bien es verdad que la propuesta del realizador Ridley Scott es más que interesante, gran parte de ella se Gabriel Ramírez {Rick Deckard es un veterano Blade Runner. Dedicó su tiempo a retirar seres fabricados a través de la ingeniería genética denominados Nexus 6. Esos seres son réplicas humanas con una inteligencia y fuerzas muy superiores a los propios humanos. Está semi retirado, pero es llamado por su antiguo jefe (Bryant) puesto que media docena de Nexus 6 han llegado a la Tierra procedentes de colonias interestelares. Dos de ellos ya han muerto. Quedan cuatro considerados altamente peligrosos por su violencia. Aunque es reacio a aceptar el encargo, bajo presión de Bryant, dice sí al trabajo. Estamos en Los Ángeles. Noviembre del año 2019. La ciudad se ha convertido en un laberinto de mercados interminables, en una mezcla de razas delirante, en una ciudad caótica y decadente en la que siempre cae una lluvia plomiza. Todo ser vivo puede fabricarse y es casi imposible distinguirlos de los auténticos. Deckard persigue a los Nexus 6, que tienen como objetivo llegar hasta su creador para que les otorgue la posibilidad de vivir más tiempo (fueron fabricados para que pudieran vivir cuatro años y, además, están faltos de empatía y sentimientos). Han desarrollado la capacidad de crear sus propios sentimientos al plantearse la posibilidad de morir. Por el camino Deckard irá eliminando a los Nexus 6 y correrá peligro de muerte frente a ellos cada vez que se cruza en su camino. Conocerá a Rachael, otro ejemplar de replicante que no sabe que lo es. Esta, al contrario que el resto, le salvará la vida y terminará enamorada del Blade Runner. Igual que Deckard de ella. Deckard termina su trabajo eliminando a los replicantes (uno de ellos, el líder Roy, le perdona la vida) aunque no acaba con Rachael. El Blade Runner y Rachael huyen hacia un futuro incierto y desconocido para ellos (y para el espectador) puesto que Gaff (ayudante de Bryant) les permite escapar en el último momento. Este podría ser el resumen argumental de la famosísima y algo sobrevalorada Blade Runner del director Ridley Scott. Me temo que muchos dejarán de leer este análisis después de encontrarse con el sacrilegio que consiste en decir que está sobrevalorada. Pero estoy convencido de ello y, por eso, lo digo. En dos de los diálogos de la película se concentra buena parte del tema principal que Scott quiere tratar. La conversación entre Tyrell (director de la compañía que crea los Nexus 6) y Roy Batty (líder de los replicantes) es, con seguridad, la que expresa mejor el objetivo temático de la película. Es esta:
BLADE RUNNER
La desintegración del ser humano La película es famosísima pero responde poco a las preguntas que plantea. Parece sobrevalorada
Diversas secuencias de la película Blade Runner, un clásico de la ciencia ficción, tal vez con demasiadas pretensiones.
Roy Batty: No es cosa fácil conocer a tu creador. Tyrell: Y ¿qué puedo hacer yo por ti? RB: Puede el creador reparar lo que ha hecho. T: ¿Te gustaría ser modificado? RB: ¿Y quedarme aquí? Pensaba en algo más radical. T: ¿Qué es lo que te preocupa? RB: La muerte. El creador, Dios, frente a lo creado. Un replicante o un ser humano. El silencio de la deidad. Lo inaccesible que puede llegar a ser. ¿Puede Dios cambiar las cosas? El tiempo que se acaba con la muerte
y hace preguntarse a los seres vivos (¿lo es un Nexus 6?) sobre su futuro. El miedo a lo desconocido. La necesidad de encontrar respuestas en la filosofía y en la teología. Sobre esto es sobre lo que se ordena el fondo ideológico de Blade Runner. Y, a decir verdad, lo deja enunciado, pero no termina de profundizar. Plantea, pero no resuelve casi nada. En otra intervención de Roy Batty se plantea el problema del tiempo que corre sin parar hacia la nada: RB: Es toda una experiencia vi-
vir con miedo ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo. Hace referencia a la llegada de la muerte, a la imposibilidad de modificar la fecha de caducidad que un replicante tiene, que un hombre tiene aunque no sepa cuál es. Es muy interesante el planteamiento que hace Scott sobre la falta de pasado (a los Nexus 6 se les implantan recuerdos falsos) que lleva a la imposibilidad de un futuro cualquiera y que convierte el presente en algo sin sentido, vacío de cualquier contenido y torturador. El resto de la película no deja de ser una historia de amor, una historia policiaca que cuenta con un antihéroe que lucha contra el que se convierte en héroe desde su villanía; y el relato de una sociedad
El Correo de Andalucía Sábado, 3 de octubre de 2015
Suplemento cultural
5
Especial Ciencia Ficción
queda sin desarrollar. La muerte, el significado del tiempo en la existencia, una intensa historia de amor y una incompleta carga teológica y filosófica componen un trabajo que merece la pena analizar
En la película, el tiempo es un contador que te hace saber o intuir cuanto te queda para morir. Ni más ni menos. Los seres humanos viven en un espacio lleno de individuos que parecen formar parte de una sociedad, pero, en realidad, están solos, hartos de un mundo del que terminan huyendo a bases construidas fuera de la Tierra. No parece que vivan ilusionados por un futuro puesto que allí no cabe nada ni nadie (esto es literal puesto que nos encontramos con una superpoblación inmensa y todo lo que había se deshace por una decadencia absoluta. Tan sólo brilla aquello que es ficticio y ajeno al que puede terminar con su esplendor al vaciarse de humanidad. En la película todo es asfixiante, tétrico y oscuro. El mundo se ha convertido en una masa informe, decadente; en la que se mezclan columnas griegas y pirámides con escaparates iluminados por neón y edificios que fueron estandartes de un progreso que desapareció. Las luces de la policía aparecen en cualquier habitación de la ciudad puesto que los vehículos no dejan de sobrevolar todo el espacio. Es un mundo que se sobreprotege de sí mismo. Blade Runner presenta una estética ciberpunk (esto no era novedad aunque alguno piensa lo contrario) que encaja muy bien con el escenario y la puesta en escena de la película. Los Sex Pistols ya ha-
bían tomado como suya la expresión No hay futuro. Y es eso lo que parece defender Scott durante todo el metraje. Conviven en la pantalla los grandes edificios que representan la modernidad con los viejos que representaron lo mismo y ahora se caen a trozos. Y dentro de ellos, viven los representantes de eso mismo. Las calles se llenan de personas que mezclan un vestuario muy parecido que les hace similares entre ellos, parecen uniformados y carentes de personalidad. Scott es un gran director, pero lo que mejor hace es convertir la idea en imagen. Su puesta en escena es magnífica. Por ello, crea un clima perfecto para desarrollar lo que quiere decir. Y es esto uno de los grandes logros de Blade Runner.
Tampoco fue pionera en la estética ciberpunk. Los Sex Pistols proclamaron antes el ‘No future’ propio ser humano). El tiempo es un viaje a ninguna parte. Los replicantes son creaciones de los hombres. Incompletos. Carecen de pasado, sólo tienen presente y con ello no pueden imaginar un futuro. Además, ese futuro tiene un límite temporal puesto que fueron diseñados para que vivieran durante cuatro años. El tiempo reside en un contador que suma segundos y les resta existencia de forma irremediable. El tiempo, otra vez, resulta ser un viaje a ninguna parte.
Los humanos van perdiendo su condición y, cansados, no parecen temer a la muerte. Nada tiene sentido. Los Nexus 6, al contrario, cuando desarrollan la capacidad de sentir, cuando se van pareciendo a lo que es un hombre, comienzan a necesitar tiempo para vivir. El temor a la muerte aparece para amargarles la existencia. Parece que los Nexus pueden llegar a ser personas en el momento de tener alma (esto queda representado por la paloma que Roy tiene en las manos justo antes de morir y que suelta justo antes de que ocurra; una imagen gastada y bastante flojita) y eso sólo se consigue si aman, odian, se enternecen, perdonan o sienten miedo ante la muerte. Sólo pueden ser hombres cuando se preguntan si lo son. Los seres humanos de la película parecen haber olvidado esa pregunta y se dejan llevar. Se desintegran y con ellos la sociedad. Tal vez sea al revés. Eso en la película no queda claro. El caso es que el problema se plantea en términos de destrucción individual y colectiva cuando desaparece la humanidad de las personas. Es curioso que sean los replicantes los que representan la búsqueda filosófica y teológica del sentido de la vida, los que se hacen la pregunta que se hace el hombre desde que lo es: ¿qué soy? Las interpretaciones, salvo la de Rutger Hauer que está soberbio, son el reflejo de lo que debió ser el rodaje de la película. Algo aburridas. Sean Young guapa y sosa. Harrison Ford hasta las narices. La estética del trabajo es deudora excesiva de Metrópolis. La música de Vangelis resulta algo excesiva dependiendo de los tramos. Y el ritmo es desigual en exceso, tanto argumentalmente como en su carga de contenido. En definitiva, una muy buena película, sin duda. Pero que se queda a medias en sus propuestas filosóficas. Algo que pone en entredicho la idea que muchos manejan cuando afirman que es la madre de todas las películas. ~
6
Suplemento cultural
El Correo de Andalucía Sábado, 3 de octubre de 2015
Especial Ciencia Ficción
El cine de ciencia ficción que se hace en la actualidad suele estar muy alejado del mundo infantil. Muchas de las películas contienen elementos de terror o profundamente técnicos. Pero las cintas clásicas si son más asequibles para ellos
La guerra de los mundos Paula Pinilla {«Y antes de que los juzguemos demasiado duramente, debemos recordar que la crueldad y la destrucción absoluta de nuestras propias especies ha caído no sólo sobre los animales, como los desaparecidos bisontes y el pájaro dodo, sino también sobre nuestras propias razas inferiores. Los tasmanios, pese a su apariencia humana, fueron enteramente barridos de la existencia en una guerra de exterminio llevada a cabo por los emigrantes europeos en el espacio de 50 años. ¿Somos unos apóstoles de la piedad tan grandes como para poder quejarnos de que los marcianos lucharan con este mismo espíritu?» Esto es lo que dice el narrador de la novela de H. G. Wells La guerra de los mundos, que fue editada como libro, por primera vez, el año 1898. La primera versión cinematográfica apareció en 1952. Es la mejor de todas. ¿De qué trata, realmente, esa película? ¿De marcianos? No, ese es el vehículo que se usa para hablar de otra cosa mucho más cercana. Del ser humano. De su maldad,
P. P. {Si me gusta el cine que se hacía en los años 50 es, sobre todo, por su inocencia. Es verdad que no todas las películas tienen el fondo blanco, pero las que sí lo tienen, rebosan trasparencia y falta de doblez. Un ejemplo claro de lo que digo es Ultimátum a la Tierra. Un platillo volante llega a la Tierra (un plato sopero vuelto del revés porque los efectos especiales no daban para más). Klaatu (Michael Rennie), un alienígena superbueno y educadísimo, acompañado de un robot parecido a esos muñequitos que regalan en el Burger King (este es peligroso y destructivo en caso de agresión), salen a dar una vueltecita por el planeta. Lo primero que hacen los soldados norteamericanos es pegar un tiro a Klaatu, que no pierde su exquisita educación. El robot sí que la pierde y se lía a lanzar rayos cósmicos de lo más demoledores. La cosa se queda en casi nada porque Klaatu se apiada. El caso es que el alienígena convive con los humanos (que no entienden nada y siguen pegando mamporros en cuanto pueden). Conoce a una hermosa joven (Patricia Neal) y, a través
de cómo su instinto de supervivencia es capaz de sobresalir para arrasar la vida ajena, de la ignorancia en la que vive, de lo poco que pinta en el universo a pesar de creerse único y poderoso en un espacio tan pequeño e insignificante como es el planeta Tierra. Y de cómo podríamos ser aniquilados, de cómo estamos destruyendo nuestro planeta. Es lo mismo. Byron Haskin, el director de la película, nos muestra al hombre confiado. Nada le puede suceder. Y tan ajeno a lo que pasa que da miedo pensar en ello. En ese momento, la interpretación que se buscaba era muy parecida a la que se producía sobre los escenarios. No había grandes diferencias entre cine y teatro. Recuerdo un momento, al principio, cuando el primer meteoro cae en la tierra (qué forma tan antigua de llamar a las cosas ¡meteoro!) los vigilantes del parque en el que se establece contacto avisan a las autoridades. Lo hace uno de los dos que aparecen en pantalla utilizando la radio. El otro, mientras, aprovecha la oportunidad para ver las cartas que hay sobre la mesa haciendo trampas.
El actor exagera mucho los gestos intentando desviar la mirada del espectador hacia él tal y como hacen los actores de teatro. Importan las cartas porque el hombre confía en sí mismo. Haskin nos muestra al hombre salvaje. Cuando hay que huir todo sirve, todo vale, la naturaleza animal aflora y nada se respeta. El gran enemigo del hombre en su huida es el propio hombre. Las naves marcianas no han llegado todavía a la ciudad y los hombres ya se están matando para librar su propio pellejo. El director de la película nos muestra al hombre diminuto. Abandonados en un pedrusco enorme que llamamos Tierra, estamos expuestos a toda clase de peligros desconocidos. Ni siquiera el armamento nuclear podría solventar la papeleta. Y H. G. Wells lo deja bien claro en su novela. Somos una raza salvaje y destructora. Les pido, por favor, que lean con atención esa frase con la que comenzaba. En un desliz del narrador, mientras intenta criticar una actitud terrible del hombre, habla de razas inferiores. Y es que esto es lo que hay. Somos como somos. Sin remedio. Si tienen una copia a mano, echen un vistazo con atención. La pueden ver los niños. Y les gustará mucho. Marcianos que no dan miedo ya no quedan apenas. ~
Ultimátum a la Tierra de su hijo, se encuentra con un científico (Sam Jaffe que, efectivamente, tiene cara de investigador listo relisto). Tras correr de un sitio a otro, Klaatu la palma achicharrado a tiros. Otra vez el ejército salvador de los Estados Unidos de América. Pero el robot le devuelve la vida y Klaatu puede hablar con científicos de todo el mundo convocados por su amigo. «Como sigáis en este plan os mando al robot que tengo a la espalda y os advierto que tiene muy mala leche» les dice desde el borde del plato sopero. Y se va dejando a la humanidad pensativa. Ya sé que he sido muy mala persona resumiendo la película. Dicho así, no creo que exista una persona humana dispuesta a tragarse ni los créditos. Pero quiero ser justa porque la película merece la pena. Con unos efectos especiales básicos, con un repar-
to muy limitado; un guion, a veces, infantil; y unos decorados muy de andar por casa, la película es muy agradable de ver, enseña un mundo violento que debe dejar de serlo, señala el problema en el ejército y la solución en la bondad. Es una película de malos y buenos. Los malos todos nosotros. Los buenos son los que dedican su vida a tratar de hacer de la humanidad algo mejor. Ultimátum a la Tierra se puede ver en casa con los niños comiendo palomitas. Se les puede explicar sin problemas. Y no tendrán pesadillas nocturnas a pesar de plantearse el fin del mundo a causa de ser tan tocinos como somos. De verdad, que merece la pena. Busquen una copia en el videoclub, preparen la sonrisa y dejen que les lleve de viaje a los años 50 en un plato hondo puesto de revés. ~
Los efectos especiales todavía consistían en darle la vuelta a un plato hondo para hacer un ovni
El Correo de Andalucía Sábado, 3 de octubre de 2015
Suplemento cultural
7
Especial Ciencia Ficción
En España también hacemos ciencia ficción. No solo es cosa de los grandes estudios norteamericanos. Pero no parece que nadie se atreva, de verdad, a jugarse el tipo. Mandan las taquillas y las ideas quedan en segundo plano
Nueva ciencia ficción cañí Nirek Sabal {Un par de títulos sirven de referencia para encuadrar la nueva ciencia ficción que se hace en el cine español. No son las únicas aunque representan lo mejor y lo peor de los últimos trabajos realizados por profesionales del cine español. Los últimos días (2013). Es una película firmada por Alex y David Pastor. La dirigieron con la inestimable ayuda del fotógrafo Daniel Aranyó, la gran baza de la película. Porque, en realidad, a pesar del esfuerzo técnico, lo que tenemos son unas ganas locas de hacer cine, un despliegue de medios exprimido al máximo, una puesta en escena cuidada y elegante, a José Coronado que se las sabe todas, pero un producto en el que falta arrojo como para apostar por una mayor profundidad narrativa. El cine no puede, ni debe, quedarse en espectáculo visual que se aprovecha para contar cualquier historieta. No, porque puede pasar lo que en Los últimos días, que todo tenga pinta de estar hilvanado y poco más a costa de mostrar lo que se sabe hacer con una cámara. Un detalle sin desvelar nada de la trama: en una escena vemos como un personaje rompe un cristal de la ventana y se asoma desde el borde, luego vemos a cuatro más que lo hacen en otro lugar distinto. Vale. Pero cuando uno de ellos necesita hablar con otra se dedica a golpear el vidrio y gritar como un loco para que le escuche (la otra persona está alejada). Si ya hemos visto que asomarse a la ventana se puede ¿por qué esas criaturas no lo hacen y se dejan de tonterías? Eso sí, hay escenas espectaculares, hay mucha escuela de cine detrás. El caso es que los Pastor nos cuentan cómo una enfermedad ataca a la humanidad entera, una enfermedad que impide salir a espacios abiertos. Agorafobia. Y, claro, la cosa es apocalíptica del todo. Algunas escenas son francamente buenas. Barcelona en plena desintegración, la vida en los espacios cerrados incluidos los subsuelos (el del metro está muy bien diseñado).
Otras son francamente desastrosas. Por un lado, no vienen a cuento y, por otro, recuerdan en exceso a producciones millonarias que ya habían abordado esto del apocalipsis. Animales sueltos por la ciudad (¿recuerdan Soy leyenda?), fortalezas construidas para evitar ataques de los más salvajes (¿recuerdan Mad Max?) Se suman cosas inexplicables que restan interés. Lo de las ventanas ya esta dicho, pero cómo saber la forma en la que alguien sobrevive meses sin comida, sin agua y embarazada se hace pesado e irritante. Poco guion que se intenta maquillar a base de espectáculo visual y una magnífica fotografía. Quim Gutiérrez no termina de encajar en su papel. Parece no disfrutar con lo que le toca hacer. Coronado, sin embargo, aunque sin demasiado ánimo, encaja porque tiene tablas para dar y tomar. No es el papel de su vida, eso no. Leticia Dolera hace un papel muy secundario y se queda en correcta. Y Marta Etura, aunque aparece poco, soluciona algunas escenas con la sonrisa y poco más. Tiene un talento natural muy poderoso esta chica. Con poco consigue mucho. Esta película me hace pensar en el talento de los profesionales españoles (que no falta) y en cómo se utiliza, en qué lo utilizan. Hay muestras suficientes de buen cine y de originalidad. ¿Por qué andar con productos parecidos a los de Hollywood? ¿Por qué no arriesgar sin buscar tanto el resultado de la taquilla? Lo grande no llega con lo extravagante. Lo grande llega con las grandes ideas y con las apuestas inciertas. Esto es algo en lo que deberían pensar productores y realizadores. Y es la baza que hará despegar al cine español definitivamente. Los últimos días es una película más. Sólo eso. Y es una lástima que sea así. Fin (2012). En todo sistema narrativo debe existir una cantidad de información suficiente y una zona expresiva compensada para que el relato se convierta en algo más que una historieta o una noticia de periódico. Sin unas cantidades justas, de una cosa y otra, el relato no fun-
Es una lástima que ‘Los últimos días’ solo sea una película más. ‘Fin’ es ramplona y sin interés cionará. Un exceso de información convierte el relato en la sucesión de escenas que nada dicen y el exceso de expresividad (sin la información necesaria) lo convierte en un jeroglífico irresoluble. Fin, primera película del realizador Jorge Torregrossa, arranca con ímpetu, con los elementos técnicos necesarios para hacer buen cine. Un grupo de amigos se encuentra en una casa de campo; parecen tener guardado un secreto inconfesable; y ocurre algo inesperado que ni ellos ni el espectador reconocen (el paso de un meteorito o algo así por encima de sus cabezas, la desaparición de alguna estrella). Hasta aquí, los personajes habían comenzado a presentarse, todo era creíble, la cámara estaba en su sitio. Hasta aquí, todo iba bien. Pero después, se produce un derrumbe casi total de la propuesta. Apenas en 20 minutos. Llega la ciencia ficción sin que tengamos tiempo de conocer a cada personaje (algo que nos dejará sin opciones en cuanto al interés por
Arriba, escena de la inefable Fin. Abajo, una oscura imagen de Los últimos días.
ellos), lo inexplicable se trata de solventar con una carga expresiva poco sólida, nada se entiende (ni los personajes ni los espectadores aciertan a saber qué ocurre), los animales son agresivos sin una justificación clara, un león aparece en pantalla por las buenas, la lógica de la película se soporta sobre detalles insípidos (el asunto del reloj de uno de los personajes que aparece dentro de su coche es una clara muestra de esto). Si hablamos del final de la película el la cosa es mucho más grave. Todas las dudas que podemos acumular ya se han acumulado. Sobre lo que pasa, sobre los personajes, sobre la justificación narrativa, sobre los escenarios. Todas las dudas que quedan en manos de un doloroso e irritante piense usted lo que quiera o pueda. Poco antes del final, los personajes que quedan sueltos por la pantalla intentan explicar el fondo de la película con un par de frases. Lógicamente, el desbarajuste es absoluto. Puede dar un ataque de risa si se piensa un poco. Eso sí, con la explicación se da por zanjado el asunto. El espectador se queda con cara de pánfilo y hasta la próxima. Maribel Verdú está bien aunque no se qué pinta metida en un proyecto como este. Carmen Ruiz se esfuerza mucho y logra el personaje más completo (dentro de la falta de dibujos claros que presenta Torregrossa). Andrés Velencoso debería dedicarse a la suyo y no al cine. El resto hace lo que puede. Muy bien la fotografía de José David Montero. Torregrossa muy irregular. La película, naturalmente, lo mismo. Hay escenas que son un chiste. Por ejemplo, la persecución de los perros es espantosa. Y el problema no es que la escena esté mal rodada. El verdadero desastre es que se pierden oportunidades magníficas para dar un giro argumental, que a estas alturas de la cinta, es más que necesario. Todo queda en el territorio de la duda, de la falta de comprensión, de lo ramplón y sin interés alguno. Una oportunidad de oro desaprovechada. ~
8
Suplemento cultural
El Correo de Andalucía Sábado, 3 de octubre de 2015
Especial Ciencia Ficción
Al fundirse la fantasía con la divulgación científica se producen obras que emprenden derivaciones narrativas diferentes e intensamente conectadas. Muchas se escribieron en una década que marcó al mundo y en la que todo parecía posible
GLORIOSOS 60’S
Los caminos se bifurcan La anticipación científica, aunque sea en su forma de ensayo o divulgación, se convierte a posteriori en ciencia ficción, mientras que ésta es profundamente deudora de los enigmas que propone la realidad alternativa Por Augusto F. Prieto
REALIDAD ALTERNATIVA
El hombre en el castillo PHILIP K. DICK
ANTICIPACIÓN TECNOLÓGICA CIENCIA FICCIÓN
¿Sueñan los androides con ovejas mecánicas? PHILIP K. DICK
La imaginación de un futuro postapocalíptico, en el que el individuo humano es presa, y a la vez paciente de sus propios ingenios, tiene mérito en el caso de Philip K. Dick, porque es uno de los precursores en ese tipo de historias (1968), pero también por la complejidad con la que la presenta, basándose en el análisis de las emociones, los pensamientos y las empatías, por encima del despliegue tecnológico y la ficción científica, que solo aparecen como un inquietante trasfondo. La novela es lógicamente más abstracta que la secuela en el cine que la hizo famosa, Blade Runner, dirigida por Ridley Scott. El intento de aprehender la idea de lo que diferencia a lo humano, el estudio de la ética en lo se refiere a la inteligencia artificial –con la previsión de las consecuencias finales de su perfeccionamiento– y el planteamiento de la interacción entre el humano y la máquina –cuando cada uno ha comenzado a adquirir amenazadores rastros del otro–, todo ello son interesantes reflexiones que una vez planteadas comienzan a hacerse pesadas en la cabeza del lector porque su recorrido es limitado. Dick es también de los primeros en mezclar en la trama un sistema teológico, alternativo pero reconocible, que acrecienta la confusión. El resultado es un trabajo interesante, perturbador, angustioso, pero falto de tensión dramática, en cuanto que está concebido en realidad –y es sobre todo– un thriller. Una novela imprescindible por el camino que abrió, pero desbordada por todo lo que ha dado a luz, y por la propia mutabilidad del mundo en el último medio siglo. Calificación: Curiosa. Tipo de lector: Interesado en la ciencia ficción. Tipo de lectura: Extraña. Argumento: Lento. Personajes: Raros. ¿Dónde puede leerse?: Frente a un vertedero.
El mundo del futuro KENNETH K. GOLDSTEIN
El mundo del futuro ya está aquí. Kenneth Goldstein lo imaginaba en 1969 y se basaba en los adelantos de la técnica que en esa década se sucedían vertiginosos, prediciendo asombrosos avances. Lo que ocurre es que ese futuro imaginado ha sido superado, convirtiéndose en un pasado imposible y curioso, impregnado de estética sesentera. En ese futuro-pasado hay ciudades submarinas desde las que se colonizan los océanos, mientras que la conquista de la Luna y de otros astros es una realidad al alcance del ser humano. La gran panacea energética es la fisión nuclear, que provee electricidad inagotable, y las ciudades, planeadas como brasilias, ofrecen los más altos estándares de calidad de vida. Los avances médicos son notables, aunque ni siquiera se acerquen a los nuestros, y lo mismo sucede con la informática y las comunicaciones. Hay cosas que se imaginaron, sin prever sus consecuencias: los diarios llegarán a la casa mediante un aparato especial, que procederá electrónicamente a la impresión instantánea (eso sí, la señora elegirá preferentemente las páginas reservadas a la mujer; el marido, en cambio, estará más interesado por los deportes y las materias científicas y culturales); y si el ama de casa tiene problemas con sus compras hechas telemáticamente solo tendrá que llamar a la tienda y exponer el problema a una computadora ya dispuesta para atender y resolver las reclamaciones. ¡Resolver! ¡El mundo del futuro! Un mundo feliz, donde ciertas personas se verán en la necesidad de trabajar cuatro días a la semana y, naturalmente, se lamentarán de su situación laboral, porque los demás trabajan menos. Pero sin duda lo más curioso del libro, lo que muestra los mayores alardes de imaginación y de diseño, son las maquetas fotografiadas y las simulaciones hechas, algunas por la NASA, para ese mundo del futuro que –hoy– nos sorprende. Calificación: Muy curioso. Tipo de lector: Nostálgicos y futuristas. Tipo de lectura: Divertida y curiosa. ¿Dónde puede leerse?: En una nave espacial.
La idea de otro presente posible, la de una realidad alternativa que se solapa con aquella que podemos percibir con los sentidos, asienta la concepción misma de la literatura. Son los «otros mundos que están en este» a los que se refirió Paul Éluard. Sobre esa inquietante teorización, común a la ficción y a las filosofías orientales, trabajando con y sobre el azar, simbolizado por el I Ching, Libro de las mutaciones, Phillip K. Dick se lanza a construir una de las más célebres ucronías de la literatura. Una de las más afortunadas porque consolida un mundo distorsionado aunque consecuente, supramoderno pero anacrónico, una realidad extraña –y no obstante familiar– que trastorna los hechos y los personajes mediante la modificación. El ruido de fondo es el de la Guerra Fría, la fascinación por Oriente, la interrogación sobre la cultura germánica en el nazismo y una reflexión profunda sobre el azar. Porque finalmente son las varillas de adivinación las que parece ser que ayudaron al escritor a construir su trama, como asisten a los personajes de la novela a desarrollar sus vidas, y como consiguen componer una ficción dentro de otra: La langosta se ha posado, de Hawthorne Abdensen, un libro subversivo porque niega la verdad: que extraviados en los hilos de la posibilidad y de la historia, el Imperio japonés y el Tercer Reich han ganado la guerra y se reparten el mundo. Y sin embargo nada de lo que sucede en ese otro mundo nos es ajeno. Todo parece regirse por los mismos condicionamientos humanos y por la suerte, en un ovillo de tramas complejo que se va enmarañando según avanza la lectura, preocupando esto al lector porque siempre suele suceder lo contrario, hasta revelarse un atisbo de consecuencia en un final súbito y violento, a la manera de la ruptura del nudo gordiano. El hombre en el castillo es una novela muy sofisticada. Interesante. Una reflexión sobre la realidad en la que el escritor vivía, mezclada con la imagen en negativo fotográfico de esa verdad geopolítica, los Estados Unidos de los años 60 de un siglo que terminó como si hubiera sido una ilusión: maya. Calificación: Muy interesante. Tipo de lector: Exigente. Tipo de lectura: Extraña. Argumento: Complejo. Personajes: Sofisticados. ¿Dónde puede leerse?: En un avión (supersónico).
El Correo de Andalucía Sábado, 3 de octubre de 2015
Suplemento cultural
9
Especial Ciencia Ficción
Muchas veces, el terror y la ciencia ficción van cogidas de la mano. ‘Cube’ puede encuadrarse en el género de terror. Pero también participa de lo mejor de la ciencia ficción. Es una de las películas más excitantes y perturbadoras de los últimos años
Cube
Nirek Sabal {El ser humano es, además de un cuerpo, la suma de todas las características que le perfilan. Esto, dicho así, puede parecer una perogrullada que sobra en cualquier discurso serio. Es verdad. Pero, en realidad, ¿cuándo nos preguntamos sobre esto? ¿Quién hace balance de lo que es? ¿Hay alguien que sea honesto al enumerar cada característica propia? Creo yo que, en realidad, no sabemos lo que somos y no queremos saberlo. A nadie le gusta asumir un carro de defectos. Nos quedamos en que somos maravillosos. Y ya. Igual la condición de perogrullada no lo es tanto y, tan sólo, es una afirmación que nadie quiere hacer avanzar. Cuando el año 1997 premiaron en el Festival de Toronto la película Cube pocos tendrían claro que se convertiría en un fenómeno de gran importancia encuadrado en el cine de terror y ciencia ficción. Su director, Vincenzo Natali, había conseguido filmar una película impactante, opresiva, inquietante. Una obra excelente que rebosa, todo hay que decirlo, literatura de la buena, de la que firmó Philip K. Dick. El que ha leído Laberinto de muerte sabe que eso es cierto. Lo que no sé es si el director de Cube lo ha reconocido alguna vez. No lo sé y no importa gran cosa porque la película es una bomba de relojería que se instala en el cerebro del espectador por sí misma, sin la ayuda del libro. Además, el presupuesto que manejó Natali era más bien modesto y consiguió una de las mejores películas de terror y ciencia ficción de todos los tiempos. En taquilla se comportó bastante
bien; no se vendieron millones de camisetas porque no se hicieron pero, aún hoy, las copias en formato doméstico se venden a buen ritmo. Todo un logro. No le faltaron premios. En Sitges se llevó los gordos. La película puede verse de muchas formas. Ha de verse de muchas formas. Si el espectador lo que quiere es pasar hora y media frente a la pantalla sin hacer grandes análisis, se encontrará con un clima hostil (para mi gusto el peor de los escenarios posibles), momentos de horror extremo (horror que no terror), con una trama inteligente que desgrana con lentitud lo que pasa, con final inesperado. Pasará un rato espantoso e inolvidable. Pero esto, que no deja de ser una opción como otra cualquiera, impide que el que mira pueda paladear lo exquisito de Cube. Otra forma de ver la película es intentando intervenir desde la butaca, tomando posiciones que (ya les advierto) no sirven de nada. He dicho un millón de veces que eso no le toca a nadie que no sea el director, el guionista o los actores (quizás, estos últimos con más limitaciones de lo que podemos pensar). Sobre todo, porque dejamos de ver lo que nos cuentan y nos creamos nuestra propia historia. El peor filtro en cine es el que nos imponemos comiendo palomitas. Es una fórmula infalible para conseguir no enterarse de nada. Se trata de encontrar las claves sin ir más allá de la secuencia que vemos. Sin inventar, ni especular. Un director elige mostrar eso que aparece en pantalla. Ni más ni menos. Hay que intentar comprender
pegado a lo que se dice, a lo que se muestra, a los silencios o al foco de la acción. La película es un todo. En Cube, los personajes van apareciendo poco a poco. Cada uno presenta y representa una característica muy acusada. Salvo el primer personaje que vive su experiencia en solitario, todos lo hacen en compañía de otros. Despiertan en un habitáculo con forma de cubo. En cada cara de ese cubo (en el centro geométrico) hay una puerta que comunica con otro cubo de dimensiones similares y distinto color. Aunque pasar de un
Fotograma de Cube y, debajo de éste, cartel de la película.
cubo a otro puede resultar mortal. En algunos hay trampas terribles. En otros no. Se trata de descubrir el camino de salida (si es que lo hay) pasando de uno a otro. La ignorancia de ese primer personaje que mencionaba, el que no ve a otros personajes, es lo que le lleva a la muerte. La ignorancia es la primera de las características que nos ponen delante. Un aviso claro. Veremos a un policía violento que trata de organizar el grupo para lograr la salvación, a un escapista conocido en el mundo entero para salir de cualquier lugar. Ingenioso e intuitivo. Una joven experta en cálculo que representará la técnica; podremos valorar la sensatez de una científica; la desidia y la mentira será otro de ellos; la bondad. Distintas características. La suma de ellas es la forma de lograr un objetivo. Pero ellos no lo ven. Un espectador distraído tampoco. La suma de todos ellos es igual a la perfección humana que contiene lo bueno y lo malo, que no puede prescindir de ninguna de sus características. Aunque la propuesta de Natali es tan luminosa como la secuencia final. Es la bondad lo que ordena todo, es la única salida. Tendrán que pensar mientras la trama avance, tendrán que pensar en lo que son ustedes, sobre lo que suma y lo que resta, sobre eso que ocultan. Excelente película, de las buenas de verdad. Reserven 86 minutos de tranquilidad. Siéntense, esperen unos minutos y estarán dentro del cubo que les ordenará algunas cositas. Buena suerte. ~
10
Suplemento cultural
El Correo de Andalucía Sábado, 3 de octubre de 2015
Arte
es_aladar... Sevilla. El Festival de Cine Europeo de Sevilla mantiene una saludable apuesta: encargar el diseño del cartel a un artista de la ciudad. El motivo de escribir sobre ello tiene una segunda lectura; la autoría se debe a la artista Cristina Lama
Blanco, rojo, azul Pablo Navarro {Demasiados años. Demasiados para no contar con una artista entre la nómina de autores de los carteles del festival. No existen excusas para ello, pero debemos, o al menos intentarlo, ver la trayectoria de la cartelería de esta cita ineludible con el cine europeo como un cúmulo de hitos que se han ido solventando a lo largo de las ediciones hasta configurar –por fin podemos decir que en muchas de sus facetas– una verdadera personalidad. En la década de los 2000 los carteles fueron fruto del retoque fotográfico, más encaminados a intentar distanciar el festival de su predecesor durante los años 80. No se puede observar ningún tipo de línea argumental hasta el año 2007. No es que sean malas composiciones, sino que son planas, sin riesgo. Conscientes de la importancia de la imagen, y la posibilidad de crear iconos anuales, a partir de 2008 se empieza a tejer una relación con cineastas y artistas para realizar la imagen del cartel. Esta simbiosis tendrá sus puntos álgidos en las creaciones elaboradas por Bigas Luna y Fernando Colomo para las ediciones de 2008 y 2011, respectivamente. A partir de la entrada de José Luis Cienfuegos como director del
Abajo, el cartel de 2015, obra de Cristina Lama. Arriba a la izquierda, el de 2008, obra de Bigas Luna. Arriba a la derecha, el de Miguel Brieva para el festival de 2012.
certamen se produce una nueva vuelta de tuerca. Los carteles pasan a ser elaborados por artistas de la ciudad, que revisionan bajo su lenguaje plástico distintas etapas del cine: del surrealismo de Brieva al western de Miki Leal, pasando por el neorrealismo de Curro González. Tres obras que han supuesto una clara apuesta por cuidar todo lo que rodea el evento cinematográfico, con un salto de calidad que engloba un interesante diálogo entre la creación contemporánea local y la iconología del cine. Sin embargo, después de tres años se antojaba más que necesario la irrupción de una artista entre la nómina de autores del cartel. Cristina Lama lanza sus redes en varios ámbitos, creando «un puzzle dinámico» que lanza un guiño a la trilogía de [Krzisztof] Kieślowski, como dicen desde el festival, a la vez que destila un aroma del expresionismo alemán de los primeros años 20, como no podía ser de otra manera al ver la evolución de su obra reciente. La obra de Lama se ha venido desarrollando dentro de un expresionismo figurativo con toques naifs. La acumulación de color se centra en una temática que hunde sus raíces en historias que sacan a la luz nuestros miedos más primarios, sugiriendo ensoñaciones y viajes de ida y vuelta a la infancia cada vez que nos acercamos a sus obras. La grandeza de esta obra radica en la simpleza de su ejecución y a todas las variables que es capaz de evocar, y se conforma casi como una galería de arquetipos. Una calavera parece acechar a una pareja que se besa, y llama nuestra atención sobre la estética de los muertos mexicanos o los bailes de máscaras de James Ensor, para desenterrar una reflexión sobre los finales felices que vemos en la gran pantalla y que, inequívocamente, conducen a la muerte como final. Lama es capaz de versionar una vanitas y enmarcarla sobre las murallas de la ciudad, y hacer que parezcan parte de la escenografía de una obra de Murnau o Lang. Sevilla tiene un buen puñado de autoras que, más y menos reconocidas, merecen su sitio en la primera línea del arte nacional y se antoja más que necesaria su presencia en una de las citas más internacionales de la ciudad. Esperemos que esto sea el camino a seguir a partir de futuras ediciones. ~
Los puntos álgidos llegaron en 2008 y 2011, obra de Bigas Luna y Fernando Colomo Lama lanza un guiño al a trilogía del cineasta Kieslowski con los tres colores de su cartel
El Correo de Andalucía Sábado, 3 de octubre de 2015
Suplemento cultural
11
Historia del Jazz XIII
El jazz representó el cambio durante la primera mitad del siglo XX como referente musical. Su popularidad y su carga simbólica lo hacían inevitable. En los 40, un grupo de músicos abordaron un cambio que resultó fundamental. Nacía el bebop Gabriel Ramírez {Desde sus comienzos, el jazz fue moderno. Cada paso que daba resultaba ser una revolución musical; cada paso que daba representaba la introducción de técnicas novedosas en la interpretación, modificación de melodías; cada paso significaba mayor compromiso con la búsqueda de la igualdad racial, con la búsqueda de un sonido libre y lleno de frescor. Aunque lo más asombroso de la historia del jazz es la rapidez y la contundencia con la que la música popular se convirtió en culta. Por todo esto, el cambio que se produjo en el mundo del jazz con la introducción del bebop no resulta del todo inesperado ni sorprendente. Es verdad que el nuevo movimiento musical apareció sin que el gran público supiera qué era aquello. Solo los que asistían a las jam sessions inevitables de cada noche, solo los que se ubicaron en las afueras del circuito tradicional de esta música estaban enterados del cambio que llegaba para arrasar poco después. El jazz moderno tiene su origen en las orillas del propio jazz. Es el primer y gran movimiento underground de la historia de la música. El bebop surgió contrapuesto (ese era su sentido) al populismo que se había implantado durante la Era del Swing. Lo que representaba el jazz resultaba incomprensible e insoportable para muchos músicos que veían cómo la esencia se escapaba con rapidez. Sin embargo, nadie quería hacer desaparecer nada. Esa esencia resultaba sagrada para los beboppers. Pero la experimentación con el lenguaje musical y los modos interpretativos buscando nuevas formas de expresión o la protesta se dibujaban en los pentagramas más modernos. Lo fundamental siguió en su sitio. Aunque la forma de tocar cambió de forma radical. La improvisación se convirtió en algo mucho más complejo, rebosaba un sentido que se volcaba con rapidez endiablada desde los instrumentos. El nuevo fraseo hizo que se instalara, definitivamente, el 4/4 que aportaba una dinámica mucho más fresca. Y ese fraseo se hizo con un espacio distinto para dibujar una especie de frágil equilibrio en el sonido desde el que los solos tenían una puerta de entrada que daba a la zona expositiva más fundamental. Con ello, la técnica de cada músico creció en importancia. Era tal la rapidez del fraseo y tal el grado de sofisticación en la interpretación, que el dominio del instrumento se imponía ante cualquier otra cosa. Ahora bien, los boppers no dieron la espalda jamás al tempo propio de las baladas. Solos eternos, melancólicos, profundos, que duplicaban su extensión en busca de una fidelidad inquebrantable con la velocidad.
TO BE OR NOT TO BEBOP
El gran cambio Arriba, Charlie Parker. Abajo, Dizzy Gillespie y su peculiar instrumento de viento.
Al contrario de lo que pudiera parecer, todo esto no era nada nuevo. Si, por ejemplo, prestamos atención a la música de Duke Ellington, por debajo del sonido de su orquesta, el maestro construía las líneas melódicas desde una marcada disonancia. Pero el oyente se quedaba con ese sonido propio de las big bands de la época. Esta es la razón por las que muchos pensaron que el bebop nació de la nada sin ser verdad. Lo que sí representaba un cambio era que los instrumentistas, todos ellos, querían hacer esa música. Es importante decir que el coqueteo del bebop con la música clásica fue decisivo en su arranque. Los grandes representantes de este movimiento conocían bien las obras fundamentales de los grandes compositores antiguos y contemporáneos. Nada nuevo, tampoco. Los primeros beboppers respetaron la base melódica de los standards del jazz. Pero atacaban la esencia de la pieza desde lugares insospechados hasta ese momento. Alteraban notas en todos los compases. Por otro lado, las formas compositivas les interesaban bastante poco. La búsqueda del contenido estaba muy por encima de cualquier otra cosa. No importaba qué tocar; lo fundamental era cómo hacerlo. Las melodías eran una especie de vehículo que llevaba al músico hasta la estación solo. Allí era donde estaba lo importante. Tanto es así que muchas de las grabaciones de las jam sessions de la época (en gran cantidad realizadas por técnicos de sonido o aficionados) comenzaban cuando llegaba el solo. El resto, de alguna forma, era prescindible. Todo era producto del cambio que se había ido gestando, sobre todo, en Kansas City. La música renunciaba a la articulación predominante en la partitura tradicional y buscaba un estilo más asentado en un puntillismo incisivo y rotundo. Count Basie, Jo Jones o Walter Page ya habían señalado el camino. Es muy importante destacar que fueron músicos desconocidos, integrantes de las bandas dirigidas por astros del jazz, los que construyeron el nuevo escenario. Competían con su música, buscaban el camino más complicado para interpretar. Estos músicos eran los que se situaban en la periferia musical de la periferia musical; eran un grupo al margen de un grupo. Eso sí, los beboppers ya exigían ser reconocidos como lo que eran, protestaban por las diferencias que se producían en el ámbito musical, reclamaban sus derechos. Sobre todo lo hacían haciendo música, escapando de lo convencional. Durante los años 40, fueron criticados por su postura ante el resto de la sociedad, tanto como aclamados por su talento. Terminaron encontrando su sitio. Un sitio importante que marcaría para siempre la evolución del jazz. ~
12
Suplemento cultural
El Correo de Andalucía Sábado, 3 de octubre de 2015
Teatro
Las Naves del Español-Matadero y el Teatro Español de Madrid proponen dos representaciones opuestas. Por un lado, uno de los numeritos del surrealista Fernando Arrabal. Por otro una coherente historia dramática, ‘El minuto del payaso’ Gabriel Ramírez {Esta obra del dramaturgo Fernando Arrabal (Melilla, 1932) ha sido analizada en muchas ocasiones. Se ha dicho de ella lo mejor, lo peor, cosas superficiales o de una gravedad injustificada. Se han intentado hacer lecturas buscando lo que no hay, se han intentado representaciones más absurdas que la propia dramaturgia que encierra la obra. En fin, de todo. El texto de Arrabal, leído, por ejemplo, por un joven universitario –como es el caso del que escribe y que dejó de ser ambas cosas hace muchos años–, puede resultar una auténtica conmoción. Sobre todo en una segunda lectura que aparta lo más original por superficial y busca un sentido último del texto. El arquitecto y el emperador de Asiria, sencillamente, no es una buena obra de teatro. Sí es una buena lanzadera para un autor que quiere aparecer con fuerza como abanderado del absurdo o del existencialismo, tal y como fue el caso. Y lo es porque el texto se construye para eso y no otra cosa. Disparates y más disparates. Injerencias imperdonables de un autor en busca de un escándalo que puede crear cierto interés el rato que se alarga la lectura o se representa la obra; durante ese tiempo mínimo durante el que se deja escuchar el rumor del último exabrupto. Dicho esto, hay que añadir que después de tantos años, las dificultades para colocar al espectador un producto como este son importantes. Tal vez los que no conozcan la
EL ARQUITECTO Y EL EMPERADOR DE ASIRIA
Los exabruptos de Arrabal
El arquitecto y el emperador de Asiria Naves del Español–Matadero Hasta el 1 de noviembre Autor: Fernando Arrabal Directora: Corina Fiorillo Reparto: Fernando Albizu y Alberto Jiménez.
EL MINUTO DEL PAYASO
fabuloso. Y añade ironía, sarcasmo y ternura a un texto que en otras manos podría vaciarse peligrosamente de sentido. Desde el primer minuto, el público no deja de reír, ni de sentir una cierta desazón al escuchar un discurso que dibuja una sociedad entera con carboncillo. Y llegado el final, está entregado sin matices, sin un solo pero. Porque no solo llegan las ganas de reír salpicadas de agridulce desde el escenario. También se recibe un mensaje lleno de esperanza, de buen rollo; ese tipo de mensajes que tanta falta hacen cuando lo demás es miseria, tragedia y aburrimiento, ese tipo de mensajes que sirven para arrancar los miedos que tanto nos bloquean de un tiempo a esta parte. No se puede faltar. ~
Quitando miedos G. R. {El espectador puede ir al teatro buscando cosas muy distintas. Diversión, reflexión, carcajadas, una breve evasión de la realidad o, por el contrario, un anclaje poderoso a ella. Todo es posible dentro de un teatro. Es fundamental descubrir los códigos con los que funciona la dramaturgia, en qué consiste un universo único que solo existe durante el tiempo que dura la representación y que nunca se repetirá. Hay que ir al teatro para poder descubrir esa parte del universo que tanto ha explicado al hombre sobre lo que le sucede en la otra parte, en la que solemos estar. Hasta el 11 de octubre se representa en el Teatro Español de Madrid una estupenda obra escrita por José Ramón Fernández: El minuto del pa-
obra de Arrabal pueden sentirse atraídos por este texto. Mientras no piensen un poco, solo un poquito, sobre él. En las Naves del Español– Matadero se representa El arquitecto y el emperador de Asiria hasta el próximo 1 de noviembre. La programación obedece al acuerdo de colaboración entre el Ayuntamiento de Madrid y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Encontramos en el escenario cuatro trastos sobre ruedas que los actores moverán a la carrera una y otra vez (algo que ya no se utiliza como recurso ni en los institutos de enseñanza media) y algunos objetos que, sumados, aportan una estética bastante poco atractiva por evidente. Y, soportando el texto de Arrabal, Fernando Albizu y Alberto Jiménez se pegan una paliza de cuidado. Si no fuera por ellos, el desastre sería absoluto. Porque la lectura que hace la directora Corina Fiorillo tiende más a buscar el chiste que la poca profundidad que encontramos en la propia obra. Los actores corren, gritan, corren, lloran, corren… Salvan lo que parece imposible que pueda ser rescatado. Un trabajo muy meritorio. Lástima tanto esfuerzo y tanta profesionalidad malgastado en tan poca cosa. ~
yaso. Luis Bermejo, el único actor sobre las tablas, a las órdenes del director Fernando Soto, borda su papel y nos entrega muchas de esas cosas que nos podemos encontrar en una sala de teatro. Si bien es verdad que el texto presenta algunos altibajos en alguna de sus zonas expositivas (nada que impida el desarrollo normal de la obra), Bermejo se apodera del espacio y va envolviendo con su trabajo a los espectadores. Poco a poco, sin prisas, yendo y viniendo de la terca realidad del personaje al mundo en el que se encuentra con el público y consigo mismo. El texto llama a la reflexión, a la esperanza, al pasado como parte fundamental de las personas. Bermejo, con una silla, una maleta llena de cachivaches y poco más, está
El minuto del payaso Teatro Español. Madrid Hasta el 11 de octubre. Autor: José Ramón Fernández. Director: Fernando Soto. Reparto: Luis Bermejo. Coordinador: Gabriel Ramírez Lozano
Colaboradores: Augusto F. Prieto, Florencia del Campo, Beatriz Silva, Daniel González Irala, David Mayo, Suplemento cultural editado por
Mara Sanz Gaite, María Eugenia Guzmán, Gracia Elena Miranda Balbuena, Paulo García Conde, Emma Camarero, Óscar Gómez, Carlota Montemayor, Carlos Serrato, Laura Villalba, Pablo Navarro, Paula Pinilla, Horacio Raya, Lola Montiel y Elisa Pelayo.