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Las musas no se divierten Pandemonium en la casa de la arquitectura Jorge Silvestri
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Título original: “The Muses are not Amused. Pandemonium in the House of Architecture”. El origen del texto fue la “Gropius Lecture” en la Escuela de Diseño de Harvard en abril de 2002, en ocasión del homenaje al profesor Silvetti por sus siete años al frente del Departamento de Arquitectura. La conferencia estuvo ilustrada por casi 200 imágenes, de las que sólo una fracción puede reproducirse acá; el texto necesitó por lo tanto de una adecuada modificación. En la primavera de 2003, Jorge Silvetti agregó un postscriptum, delineando posibles implicaciones de su conferencia. La traducción fue realizada por Tadeo Lima y revisada por el autor. (1) Si hay un rasgo continuo que impulsa mis búsquedas intelectuales y artísticas, es el deseo de explorar, explicar y experimentar con todas las fuerzas que convergen en la concepción, la imaginación y la proposición de la forma arquitectónica; en última instancia, producirla y construirla. Lo específico y fundamental que los arquitectos hacemos es imaginar y producir forma arquitectónica. La “forma” de la que estoy hablando no se ocupa sólo de posiciones estéticas elaboradas a priori, o de vocabularios heredados. Es más bien la forma arquitectónica que involucra todas las fuerzas que convergen en el resultado final, sean estas culturales, sociales, económicas o ideológicas tanto como técnicas o metodológicas. De ahí que el lenguaje, los edificios, la topografía, el arte, la moda, la televisión y el cine, materiales nuevos y viejos —por sólo nombrar algo de lo que es forma y genera forma— hayan sido y todavía sean la flora y fauna que habita y nutre la topografía de mi derrotero intelectual. Es más, en los casos que me interesan, este esfuerzo de producir forma ocurre porque el arquitecto tiene voluntad de producir esta forma, de crearla, sea por necesidad, interés o por un deseo irreprimible. Este autoesbozo introductorio es necesario porque ayuda a explicar por qué me perturba lo que percibo como una progresiva disipación de la centralidad de nuestra misión como educadores, la de enseñar y aprender rigurosa y vigorosamente sobre la creación de forma y sus consecuencias, un proceso que lentamente se está volviendo secundario y periférico. Este creciente descuido, que veo en las publicaciones de escuelas de diseño, en los escritos, en las discusiones, me parece suicida para una profesión cuya creatividad y relevancia depende en última instancia de su domino absoluto de esta tarea única y difícil. Las condiciones bajo las que tiene lugar esta pérdida progresiva son doblemente desafortunadas, porque ocurren bajo la engañosa euforia de la proliferación de diferentes modos, acercamientos y técnicas de la producción de forma, que pretenden haber facilitado y multiplicado nuestras habilidades para generarla. Ahora, tal como yo lo veo, están en cambio transformando al arquitecto en el observador aturdido de seductoras maravillas. De todas formas, a lo largo de la pasada década, que será el período de alguna manera arbitrario que instruya mi caso, hay pruebas de que la arquitectura importa, y de que es a través de sus formas que nos afecta. Dichas pruebas resultan de una acumulación de sucesos que para la arquitectura, y en particular para la presencia física de la arquitectura en la ciudad, han sido conmovedores e iluminadores, de manera tanto alegre como dolorosa. Y puesto que quiero centrarme no en edificios y arquitectos específicos, sino en las estrategias y técnicas de diseño que producen la forma arquitectónica, y en las ideas e ideologías que están detrás de ésta, alcanza con decir que el período y el corpus al que dirijo la mirada podría encerrarse entre la irrupción, en el mundo y en nuestra imaginación, del Guggenheim de Bilbao y la herida que dejaron en nuestro sensibilidad las consecuencias físicas del 11 de septiembre: la desaparición de dos edificios que no pensábamos que íbamos a extrañar tanto. Hoy voy a enfocar principalmente las cuestiones referentes a la producción de forma y a la voluntad del diseñador de producirla en un medio académico. En este contexto, la fundamentación teórica refleja mi permanente preocupación por entender cómo son representadas o fijadas las ideas en la arquitectura, y cómo enseñar este aspecto del proceso de diseño. Escogí cuatro casos que creo representan un amplio espectro de ese aspecto del proceso creativo. Por supuesto muchas otras cosas importantes han sucedido en la ultima década que sin duda valdría la pena discutir, sobre todo en la tecnología y en la construcción, en la sustentabilidad y el medio ambiente. Pero desde mi punto de vista, el éxito de éstas depende en última instancia de la habilidad con que los arquitectos trasciendan sus logros puramente técnicos y les den una forma intencional y adecuada. Mis víctimas hoy serán: primero, una muy discutida tendencia, para la que no tenemos todavía un nombre oficial, sobre la que escasea la literatura pero que uno de mis colegas ha bautizado “Programismo”;(2) segundo, un modo de producción ampliamente generalizado que ha llevado a las escuelas a un alto nivel intelectual, sobre todo como tópico de análisis, y que los medios arquitectónicos o no especializados han llamado “Tematización”; tercero, los “Blobs”;(3) y por último, el “Literalismo” en la representación arquitectónica. Este es un extraño rejunte de “arquitecturas” heterogéneas que sin embargo comparten rasgos comunes. En última instancia, me van a ayudar a abrir la discusión en dirección al problema mayor de cuál podría ser el rol de la
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