Año 2, N° 18.3, OCTUBRE de 2009, Magazine DE distribución gratuita,
México
Idioma del tango
Lunfardo
E
l fascinante viaje realizado por el jazz, a través de todo el orbe, es una de las historias más notables de la música. La nueva producción de Putumayo, Jazz Around the World, destaca la poderosa influencia del jazz en músicos de todo el mundo, al presentar versiones e interpretaciones extraordinarias y originales de artistas consolidados y músicos recientes. Esta colección incorpora una amplia gama de ritmos, instrumentos y melodías que el jazz, con el paso de los años, ha tomado prestados de las tradiciones musicales de todo el mundo.
www.putumayo.com
FotografĂa por Jurvetson bajo una licencia de CC en Flickr.
tocatuvida.com octubre 2009
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Opinión
Tómelo como quiera
Triste sueño futbolero > Renato Galicia Miguel
E
l otro día prendí la televisión justo cuando Alazraki entrevistaba a cuatro aztecos pamboleros --etimológicamente una mezcla de ya saben qué y qué--. En un tris comprendí por qué al deporte mediático de las masas le va de la patada: la gente está hasta la mother de futbol, decían, pero así como Ángel Fernández con un Atletas Campesinos vs Unión de Curtidores, reconocían, en una gran muestra de cinismo ético, que también inflaban, pero por supuesto sin la gracia y carisma de aquél, un Indios de Ciudad Juárez vs Gallos Blancos de Querétaro, digamos, aunque el encuentro estuviera para dormir a un muerto. Si bien estoy de acuerdo con la tesis del recién y lamentablemente fallecido Pablo Latapí Sarre, el investigador de la educación en México, de que no hay contrapeso en el país para el poder del duopolio televisivo, inmediatamente apliqué el placebo monsivaiano: el poder de apagar la tele. Pero de forma irremediable ya traía el malestar corriéndome en la sangre: entonces, rumiaba bajo la sábana, aparte de que los aztecos me hacen padecer con su vocinglero parloteo, intentan tomarme el pelo cada partido. Y ni para dónde cambiarle, porque quién aguanta los ladridos del vecino de enfrente. Aun así, vicioso y morboso como soy –por ver al Johnatan dos Santos, pues— traté de chutarme el México-Colombia nocturno del último día de septiembre. Pero, consciente ya del cinismo azteco, me dormí. Y entre el recuerdo de éste, un mal sueño y la misteriosa luna de octubre, se me revelaron mis traumas y vergüenzas futboleras, que aquí las comparto con la espe-
ranza de que también ustedes me compartan las suyas (renato@tocatuvida.com). --Tengo un primo que gastaba su sueldo siguiendo al América a donde jugara y lloraba cuando perdía. --Me tocó la goliza de América a Pumas en la final de la sospechosa y penosa actuación del portero Adolfo Ríos, quien por cierto acabó siendo comentarista de Televisa. --Estuve exactamente atrás de la portería de CU cuando el Tuca Ferreti le anotó el magnífico tiro de castigo al detestable América con el cual el glorioso Pumas fue campeón, y al final del partido, en vez de entrarme la euforia y la felicidad, me invadió el existencialismo camuseano de lo absurdo y me pregunté: “bueno, ahora somos campeones, pero a mí qué chingados qué”. --No olvido cómo entró el penoso penal del Gonini Vázquez Ayala durante el partido México-Túnez en el Mundial de 1978, porque era el del honor cuando se suponía íbamos a golear a los africanos y, sobre todo, porque iba lentísimo, cruzó la línea de gol de hambre, el portero se aventó para el otro lado, pero me cae que si se levanta y corre, lo para. --Tampoco olvido la goliza que en ese mismo Mundial de Argentina nos propinó Alemania Federal: 6-0. --Y menos la derrota contra Estados Unidos en el Mundial de Corea-Japón, por cierto, con Javier Aguirre al mando de la selección nacional. Y aun así, al fin y al cabo aficionado, que no fanático, del noble deporte de las patadas que soy, no me voy a perder ni el México-Salvador ni el México-Trinidad. Ni tampoco el Mundial de Sudáfrica al que vamos a ir. Aunque sólo sea un triste sueño futbolero.
Ilustraci贸n por Edgardo Rosales bajo una licencia de CC en Flickr.
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Opinión
Idioma del tango
Lunfardo > Rodrigo Villegas Ruster
M
i mente está rayada. Lo digo porque no comprendo de dónde vienen las palabras que lees ahora. Me siento en la mesa y escribo. Trato de divertirme con descubrir su origen: si un general romano invadió una Península Ibérica con gritos ininteligibles que después lo fueron, si guerras y palabras se mezclaron una y otra vez de un lado a otro del mar o si un tanguero inventó la lengua bailando al borde del Río de la Plata. Esa voz que raya en mi cabeza me suena a Gardel, Villoldo y Piazzola. Instantes después me miro en una cárcel. Mi compañero de celda y una botella cantan: “nunca soñé que la vería en un resquiesca in pache, tan cruel como el de hoy, mire si no es pa’ suicidarse, que por ese cachivache sea lo que soy”. La combinación de palabras me hace sonreír y creo entender. La voz ahora es más fuerte. Regresa y continúo escribiendo. Tomo una pausa. Me dirijo al librero y tomo una enciclopedia; la abro y la página dice “Orígenes del lenguaje. Del latín a la lengua española”. Las primeras líneas me atrapan. Así como la lengua de los romanos se convirtió en la española, la francesa, la italiana o la rumana, todas las lenguas del mundo se han derivado de otras cuando alguien pensó en explicarse ese mundo. “Las lenguas son dinámicas y se transforman constantemente. Es en el uso popular de donde ha surgido la verdadera diversidad de las lenguas”. La enciclopedia azota en el piso. Un ligero dolor me hace recargar en el librero. La voz ahora se transforma en música de bandoneón y cierro los ojos. Cuando los abro veo un río. El Río
de la Plata. Barquitos y poesías hechas mujeres. Camino hasta un cafecito y entro. Un señor recita, una mujer al fondo. Habla al revés o al vesre y anuncia: “Gotán: Esa mujer se parecía a la palabra nunca / desde la nuca le subía un encanto particular / una especie de olvido donde guardar los ojos / esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo”. Verso tras verso me camina hacia dentro. “… Cuando se fue yo tiritaba como un condenado / con un cuchillo brusco me maté / voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre / él moverá mi boca por la última vez”. La poca gente continúa bebiendo y platicando, me acerco hasta el hombre. Platica ya con el mesero que el lunfardo es el habla que originalmente empleaba en Buenos Aires la gente de clase baja y los presidiarios, pero que ya es un “idioma” popular tanto en la Argentina como en el Uruguay. “¡Es el idioma del tango!” Me mira, prende un cigarrillo, y agrega que le parece fascinante cómo usa la misma forma de acomodar las palabras del español pero significando otra cosa, como si se estuviera hablando otra lengua. Le digo que es increíble y le pregunto si él es de Buenos Aires. Sólo vuelvo, vuelvo todos los años, pero no para quedarme; responde. Entonces siento dolor de nuevo y cierro los ojos. Al abrirlos veo otra vez el libro tirado en el suelo. Busco esa expresión “lunfardo” que me dijo y veo entonces ese poema entre las páginas: “Gotán”. De Juan Gelman. Regreso a la mesa. Mi mente deja de rayarse, o como dicen los lunfardos, de enloquecer. Pero entonces ya no sé nada, sólo que voy a pasar toda la tarde tendido, pegado a los libros que me cuentan un milagro del lenguaje.