Una noche fugaz Todos los días es un poco de lo mismo, la rutina invade mi alma y se la come como fruta podrida. La rutina es así, despertar en mi cama de clavos y flores, levantar la cabeza y ver como se retuerce el cuerpo moribundo de mi sirviente mientras se eleva por los aires de la habitación. Luego de haber sido participe de ese espectáculo dulcemente sangriento es momento de llamar al cielo, estar aquí en las oscuridades ya me está llevando al éxtasis glorioso de la muerte. Llamo a aquel del cual me separaron al morir en la década pasada, mi otra mitad. Él se encuentra en el cielo, es una nube flotando entre tanta basura. Riuk sabrá como hacerme feliz. Resulta que estoy muy aburrida y él me ha dicho que quiere jugar un poco… ¡Es momento de ir de cacería! Disfrutamos mucho el tiempo juntos; normalmente comemos uno que otro humano, pero hoy solo llamaremos a ciertos mortales para que nos diviertan, sin olvidar a “René” nuestro compañero de juegos, al cual realmente no queremos, pero nos provee de hojas de jocote aquí abajo y eso es importante para nuestra alimentación. Riuk trae a los mortales hasta abajo, caen ante sus encantos muy rápido. Cuando todos ya estamos abajo. Nos transportamos al árbol de los susurros, donde comenzamos la cena. Durante la cena cada uno de los personajes muestra desagrada en lo más
mínimo; Riuk y yo procedemos a jugar con su mente, hasta llegar a su muerte. Cada uno de los personajes que va muriendo es llevado a la casa de Riuk, donde las estrellas curan su alma con un polvo mágico. Al terminar, cada uno despierta en una cama de clavos y flores, flotando en una nube, no recuerdan que paso. Pero se sienten observados; y en efecto, somos Riuk y yo tomados de la mano y comiendo hojas de jocote. Esta es la fabulosa historia de Acatriela, la mujer siniestra que habia dentro de cada una de nosotras. Las mujeres.
Hasta pronto.
FIN