TAXIDERMIA FANZINE #0

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taxidermia fanzine #0


I

“Tengo asco”.

Sentarme después de un largo día y decir:

Un pinchazo atraviesa mi punto de equilibrio y lo único que soy capaz de formular es que me

h a n h e c h o u n b o m b o. Hay que ser histérica, idiota, para pensar que estoy gestando una vida, hace meses que no rozo ni uno de esos sudorosos cuerpos varoniles. Y no tan varoniles. Pero tengo una daga que atraviesa mi asqueado estómago, y es imposible que sea una estúpida niña cursi o un futbolero inculto y maloliente... Hace años que ni me apunta un solo ojo. Mentira, quería decir pene.

Pero todo este tema del embarazo (que insisto, espero que sea mentira) es una excusa para hablaros de mí:

Estoy

hecha

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de

poliuretano.


Efectivamente, es mi gran secreto: Los niños y las niñas piensan que soy una muñeca, otrxs se asustan. Las madres me miran con recelo, los padres suben tanto la cabeza al verme que destapan un miedo incomprensible, más que lxs mismxs muchachxs.

Eso es, estoy hecha de poliuretano.

Y sí, es un material muy anticuado, soy una escultura medio en vida con un falso bombo

. ) ! S ¡ZA

(

Sería mucho más excitante estar hecha de metralleta, de aerosol o de mármol, pero estoy hecha de poliuretano... y no lo seré por mucho tiempo

Porque Tengo Asco . 2


De afrontarlo Jacobo bajó asustado la escalera, había llegado el momento. No había escapatoria. Era muy fácil, solo tenía que entrar por la puerta y tendría el cielo ganado. Las opciones que le ofrecía el no hacerlo no eran demasiado cautivadoras. Hacía frío y sabía que no debería desperdiciar el dinero. Se sentó en un banco, miró el reloj y esperó. Maldito sea, solo se movió cuando el reloj indicaba que ya era demasiado tarde, casi primavera. Lo había vuelto a hacer, no llegaría nunca y nunca sabría hacer otra coas más que dejar pasar el tiempo. Otra oportunidad perdida, otra semana, mes o año que olvidar. Pero qué gilipollas. Lo mejor sería huir pero ni para eso podía moverse. Estaba atado a una cama grande, suave, pesada. Estaba atado con sus propias sábanas y fantaseaba con no estarlo. Fantaseaba con todo, solo así podía desenredarse. Pensaba que llegaba a tiempo, que todo era útil. Pensaba incluso que le llamaban y se ganaba la vida. Triunfaba una y otra vez y dormía mucho y muy cómodo. Dormía por placer. Comía y disfrutaba de la vida que le había ofrecido el llegar a tiempo. Era rematadamente feliz pero eso no era lo importante, lo mejor es que nadie esperaba ya nada de él que no hubiese ofrecido ya. Nadie se preocupaba por él porque no había de qué preocuparse. Era libre al fin y disfrutaba cada segundo como sólo en sueños puede hacerse, al menos en esos en los que decides hacerlo.

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Pero abría los ojos y el techo le daba en la frente. El mismo techo de siempre esperando a que se levantase para volver a darle con todas sus fuerzas. La operación se repetía casi a diario. El regreso era doloroso. Era casi como volver a darse cuenta de todo por primer vez. Un renacer continuo en la vida que más odiaba. Entonces se acordaba y pensaba en otros cuerpos. Suplicaba, rogaba y rezaba con otros cuerpos, casi esperando que de tanto sangrarle las rodillas tendría que ser cierto. Un día despertaría apaciblemente y sería otra persona, un total desconocido, su vecina o incluso un amigo. Tendría nuevos problemas, nuevas alegrías y nunca habría sido él, no le volvería a tocar. Otro se ocuparía de su mierda y así sería por siempre. Cada vez que dormimos mutamos de cuerpo y mañana podría ser tú. Cada día esperaba que su conciencia del pasado fuese otra y que este día fuese el primero y el último en su propia cabeza. Pero claro, siendo así, también sería solamente él mismo en ese momento, nunca sabría si se iba a librar y ocurriría que no pasaría. Tarde o temprano llegaría y, cambiando o no, le tocaba comerse el marrón. Lo irónico es que nunca dudó de sus posibilidades y eso dolía más. Como los gritos llorosos de la voz que le llamaba desde abajo, como los que le esperaban en lo alto, él se creía todo lo que había jurado odiar. Y así le iba. Pero esta vez era diferente. Jacobo bajó asustado la escalera, había llegado el momento. No había escapatoria. Otra vez.

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Me llamo Irene Harto, nací en la ciudad Imperial de Toledo en 1994, vamos, que tengo casi 20 años, y mi interés por la taxidermia empezó de la manera más inocente: por curiosidad científica. Ser ornitóloga ha sido desde siempre mi vocación, y el conocimiento de algunos animales siempre es más completo cuando tienes al animal en sí.

De dónde nace tu interés por la taxidermia?

Desde pequeña me he interesado por prácticamente todos los animales. Particularmente, los pájaros. Vivía en una zona cercana a un río, rodeada de miles de bichos vivientes, y pensando en dibujar con mejores referencias y en la mejor comprensión del plumaje, huesos, etc., surgió la fantástica idea. Cuéntanos un poco de tu primera experiencia práctica, ¿Aprendiste sola o te guió un maestrx?

Maestro, mi querido padre. Aunque yo aportaba mis pinitos, prácticamente toda la práctica la aplicaba él, ya que empecé muy pequeña y no conocía los métodos de conservación. La primera experiencia fue un desastre, recuerdo que fue un pobre gorrión boquerón (caído del nido) que no conseguimos sacar adelante. No salió muy bien, y el gorrión-Jesucristo (por la pose) se consumió como a los dos años. ¿No se te han aparecido en sueños tus experimentos?

Alguna que otra vez, pero en sueños

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JÓVENAS TAXIDERMISTAS BUSCAN TRABAJO por lo tanto no sabes en que grado de descomposición se encuentra.

muy cuquis. No me guardan ningún tipo de rencor, y yo siempre les he querido mucho. De hecho, han donado sin saberlo sus cadáveres a la ciencia ^^

Hablando de taxidermia, ¿Cual es tu comida favorita?

El lagarto frito!. Es broma, es ilegal en España chicos (aunque estén de muerte). Pizza sin lugar a dudas.

¿Alguna vez has pensado en la posibilidad de decorar tus creaciones? Ya sabes, purpurina, pintura, pan de oro....

Qué les dices a nuestrxs lectorxs para que se aficionen a ésta disciplina...

En realidad, algunas ya son joyas de por sí. Destacables mis pendientes de garras de lechuza, mi colgante de cabeza de culebra y mis pulseras y cinturones de piel de reptil. Era la más fashion del insti xD.

Que van a aprender muchísimo, principalmente por ensayo y error, y que tampoco es tan macabro. Es peor y mucho más sanguinario jugar al Lol. Aparte les diría que sí quieren consejos aquí estoy, y que nada de mascotas, que ahí es donde surgen los traumas.

Explícanos en qué consiste tu proceso de creación taxidérmica, anda... (Tía, ¿no te da asco?)

Jajaja, para nada, me parecía bastante curioso. Todo depende del animal que quieras disecar, pero la clave es que no queden vísceras que puedan llegar a pudrirse en el futuro. La piel es más fácil de extraer y curtir en reptiles, y especialmente complicada en aves (debido al plumaje). ¿Qué música te pondrías para trabajar, música balcánica o death metal?

Creo que algo de Justin Bieber estaría bien, o quizás algo de Lordi. No, definitivamente Justin Bieber. ¿Taxidermia de día o de noche?

Taxidermia siempre que puedas. Aunque de noche surgen las mejores creaciones...

¿ Animales muertos o matados? jeje...

Pues ni lo uno ni lo otro; casi siempre animales agonizantes que están en las últimas (lamentablemente casi siempre por algún humano desalmado, sobre todo culebras grandes. Está claro que somos una plaga). Cuándo el animal (o la persona, eso ya lo decides tú ;P ) ha expirado, no sabes el tiempo que ha estado así,

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P ensando sobre qué podía aportar a este fanzine que casara con su -atractivamente ambigua–temática, me vino a la memoria uno de esos miedos que con una edad mínimamente adulta uno aprende a domar o incluso a desestimar, pero que en la sensible comprensión de los más jóvenes vibra incontroladamente, pesado y crítico como la realidad misma, y acorde al ritmo con el que entonces se vive. El escenario de la anécdota que voy a contar se sitúa, por tanto, en mi niñez, y versa sobre una colisión frontal con una de esas ideas que nos pillan, como mínimo, desprevenidos. Recuerdo estar tumbado en la cama, esperando a que el sueño amortiguara el último resquicio de esa lucidez, pensando en todo tipo ese de cosas que se le pueden pasar a un niño por la cabeza. El bagaje transcurría tranquilamente, como solía hacerlo, hasta que súbitamente mis propias reflexiones se atragantaron, incapaces de digerir lo que acababan de esbozar por un momento. No sé cómo llegué hasta allí, pero acababa de estrellarme con una idea ciertamente complicada de digerir: iba a morir. No inmediatamente pero, ciertamente, iba a morir. Y no se trataba simplemente de morir, idea que en sus aspectos más superficiales nos acompaña desde nuestra pronta socialización; se trataba de las implicaciones prácticas que le presumía a tal trágico evento. Por encima de cuestiones preliminares, como la forma y la posible fecha del evento, poco relevante tanto entonces como ahora, el elemento fundamental de mi preocupación versaba sobre qué iba a ser de todas las vivencias que había ido atesorando hasta entonces y me quedaba por atesorar, muy por encima del hecho de que en algún momento tuviera que dejar de experimentarlas. ¿De verdad iba a olvidar todo lo que había recorrido, incluido a mí mismo? ¿No iba siquiera a poder consolarme con el recuerdo de los que había querido cuando estuviera en el “otro lado”? ¿Me deparaba una suerte de tabla rasa cósmica que me iba a despojar hasta del consuelo de que viví y sencillamente fui? Todo esto, en la lógica de un niño que no encuentra sentido alguno a hacer la cama para deshacerla unas horas después, me empujaba de golpe al más absoluto nihilismo. Y huelga decir que no arrastraba una educación católica de calado relevante, y el consiguiente imaginario que facilita estas cuestiones, al menos para los recién iniciados, no acudió a calmar mi incertidumbre. La cuestión derivó en una serie de apreciaciones sencillas al respecto: en primer lugar, no quería morir, pero sobre todo no quería pensar ni un ins-

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tante más en que iba a morir, al menos con mínima profundidad. Lo cual en aquella etapa de mi vida se convirtió en una tarea harto más complicada que esquivar la muerte. Todas las noches me metía en la cama deseando no darle vueltas al espeluznante asunto, actitud más que suficiente para acabar bien metido en ello; asomarse a aquel precipicio acarreaba cierto morbo al que siempre acababa cediendo negligentemente, y de nuevo el pavor y las entrañas convertidas en flan. ¿Cómo no obsesionarse con algo tan colosal, tan ineludible, una vez identificado? Daba igual que entendiera perfectamente lo conveniente de no pensar en algo que me asustaba y por lo que no podía a hacer absolutamente nada; el miedo es una bestia incontrolada, y precisamente en su domesticación va implícita su derrota. Dejar de temer no tiene que ver con ser indiferente a hechos objetivamente terribles, sino saber expulsarlos de nuestra cabeza cuando de nada sirve tenerlos presentes, salvo por el poso de impotencia y angustia que dejan en nuestro ánimo. No sé durante cuantas noches me acosté temeroso de dar espacio a mis propias reflexiones pero, más rápido o más lento, lo cierto es que el tiempo siempre pasa. ¿Me terminé acomodando a esta idea de final? Evidentemente no. Anhelé y sigo anhelando una suerte de punto y final que pudiera hacer digerible que todo esto termine. Los puntos y finales, tal como los encontramos a lo largo de nuestra vida, cristalizan las historias y las dotan de su forma final y más deseable; son el oportuno momento donde las ganas de seguir avanzando se ven adecuadamente sustituidas por la capacidad de mirar atrás y guardar para siempre, incorruptible, el recuerdo del camino. La muerte no es un punto y final, sino una forma de borrar hasta el mismo principio, de arrebatarnos no sólo el vivir, sino lo vivido, a los demás y a nosotros mismos. Sin embargo, mucho ha llovido, y uno acaba acostumbrándose de sus revelaciones, a la par que aprende un buen puñado de cosas que ayudan a relativizar sus males. En mi caso, al igual que aprendí a disfrutar de una cama bien hecha –¡y mucho!–, aprendí a lidiar con la posible irrelevancia final nuestras vidas, bien compensada con lo bueno que es vivirlas. ¿Leeríamos este fanzine sabiendo que estamos condenados a olvidarlo nada más terminar? Pudiera ser que no, pero aquí sencillamente no hay elección: estamos delante y las páginas pasan. Y en este sentido, creo que merece la pena prestar atención; puede ser un tránsito estupendo.

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CONSERVAS Martín Salcedo tiene dos pueblos: uno es Teocaltiche, en el estado de Jalisco; el otro es Villaseco del Pan, provincia de Zamora. Es fotógrafo y ha trabajado durante años en la Universidad Autónoma de México retratando las investigaciones de un equipo de antropólogos sobre difuntos bien preservados. Martín vive por y para las momias. Como él mismo me explicó hace tiempo, una momia puede ser cualquier cuerpo que se haya conservado relativamente bien a pesar de estar muerto. Debido a la extrema sequedad de ciertas zonas, el proceso de momificación se da a menudo de forma natural, por lo que han aparecido casos en los que todo el cementerio de un pueblo está compuesto por cadáveres perfectamente conservados. Sin duda, estos eran sus casos preferidos. Salcedo se sentía fascinado por las investigaciones de sus compañeros que, se supone, tenía que retratar de forma aséptica y precisa. Pero cuando él hacía fotos no podía dejar de pensar en la muerte, en la vida y en sus pequeñas intersecciones. Seguramente por ello sus imágenes tenían un componente personal, terrorífico, artístico según sus colegas. Este enfoque particular de la fotografía científica fue tensando su relación con el decano de la facultad, encargado de asignar subvenciones a los proyectos y poco amigo de las excentricidades en una disciplina tan seria como es la antropología. Su acuerdo con la facultad había durado años, pero una discusión agravada por un mal tequila terminó de golpe con la concesión del presupuesto destinado al fotógrafo. A partir de ese momento tendrían que ser los mismos antropólogos los que realizasen de forma metódica y objetiva las fotografías. Por primera vez en años, Salcedo se vio sin trabajo, con algo de dinero y con mucho tiempo libre por delante. Decidió irse una temporada al pueblo de su madre, en el que sólo había pasado unos pocos veranos de niño, pero en el que conservaba una casa y algunos familiares. 11


La llegada del fotógrafo a Villaseco del Pan se produjo a finales de noviembre. Le pareció que había cambiado poco en todos esos años. La entrada del pueblo seguía presidida por un gigantesco paralelepípedo de paja, las señoras iban en bata y seguía habiendo un único supermercado. Martín Salcedo se planteó su estancia como un periodo de descanso y reflexión. Quería olvidarse de la universidad y de la burocracia. En cambio quería encontrar sus orígenes, como se suele decir. Nada más llegar, cuando aún estaba deshaciendo el equipaje, llamaron a la puerta. Un señor con bastón y perro de caza se presentó. Se llamaba Higinio. Martín no acabó de entender el parentesco que les unía, pero le cayó bien y conversaron sobre lo mucho que había cambiado el pueblo. Cambios que, desde luego Martín, no había percibido. Los días se sucedían y el fotógrafo poco a poco fue conociendo a todos sus vecinos. Recordó caras viejas y conoció gente nueva. Retomó la cámara y comenzó a pasear con ella con la intención de usarla de nuevo. Pero siempre acababa sus paseos sin haber siquiera acercado el ojo al visor. Por las noches pensaba preocupado en por qué no lograba hacer fotos. Quizás sólo le gustaba hacer fotos de momias, pero en Villaseco a Martín Salcedo las momias le parecían muy lejanas: les separaban miles de kilómetros, un océano y un decano poco creativo. Le habló a su nuevo amigo, Higinio, sobre el bloqueo que sufría y a éste se le ocurrió que podía intentar fotografiar animales disecados, a fin de cuentas son casi lo mismo, y en Villaseco, pueblo cinegético, estos abundaban. El fotógrafo recordó que, de niño, los animales disecados le gustaban. Estar cerca de un animal salvaje, aunque llevase muerto tiempo y tuviese ojos de cristal, le parecía emocionante. Durante un tiempo se dedicó a fotografiar a la gente del pueblo con sus animales muertos: jabalíes, zorros, búhos, perros y gatos 12


posaron obedientemente ante su cámara. Martín Salcedo pensó que esto le satisfacía e imaginó que quizá su obsesión con las momias venía del gusto por la taxidermia que parecía tener todo el pueblo de su madre. Al caer la noche solía volver a casa agotado, encendía la lumbre y se acostaba. Era invierno, hacía frío y prefería quedarse en el piso de abajo cerca de la chimenea. Muchos años después, cuando yo preparaba un trabajo sobre su obra, Martín me contó lo que había descubierto en Villaseco. Una noche había decidido subir al piso de arriba. Decía que se animó a investigar por aburrimiento. Llovía desde hacía días y no salía de casa. Yo me pregunto por qué no habría subido antes. El caso es que ese día sí que lo hizo, y entró en su antiguo cuarto donde hacía años que no dormía. Entró también en el baño y reconoció las viejas cortinas de la ducha e incluso subió hasta el desván lleno de trastos y cajas viejas. Pero cuando volvía hacía el salón buscando el calor del fuego se dio cuenta de que se había saltado una habitación: el dormitorio de su madre. Entró. Allí estaba, sobre la mesilla. Disecado. Con los ojos de cristal que parecían ocupar casi toda su pequeña cabeza. No se asustó. Recordó. Pensó en su madre y comprendió que se encariñara con él, que quisiera que siguiese haciéndole compañía. A fin de cuentas lo había llevado en su interior durante casi nueve meses. Martín cogió al que, de haber nacido con vida, habría sido su hermano mayor y lo bajó. Lo colocó junto al fuego. Durmió tranquilo y soñó con sus veranos en el pueblo, con el feto disecado encerrado en un baúl. Soñó con su madre y con el lugar en el que escondía la llave que utilizaba para guardar a su hermano los veranos en los que iba de vacaciones a visitarla. Martín me contó esto aliviado, como el que te cuenta que ha encontrado algo que llevaba tiempo perdido. Yo le animé a que siguiera haciendo fotos de momias.

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Now that I know This is the tale of a young woman whose fate was forged by her own reluctance towards something as plain, as easy, as tender... as words. There was once upon a time a young girl who most deliberately, and with a profound conviction of her own reason, chose to abstain from speech. It all began while she was no longer a child - though not yet an adult - and the following tenet came across her sight, in an almost incidental way: « Nous sommes tous esclaves des mots. » The strength of this revelation overwhelmed her. Ever since, whenever she spoke, she couldn’t help but agonize over the idea of her words stealing away her freedom by exposing and revealing her dreams and ideas. It wasn’t long until she realized there was only one place where her thoughts were at ease: inside her own mind; there they could whirl and flutter, and never feel any chains or fears. Hence, the decision was made; she declared her mind as the sole safety area for the storage of words, and thus she never spoke again. Truth be told, she quickly became quite fond of this absence of words. She lived a happy life where she always welcomed the words of others, but kept hers unconditionally to her own. In exchange, a wide range of gestures - as the waving of her hand, the warmth of her smile or the flap of her eyelids - enabled her to take part in conversations; this way, her thoughts were never said aloud, remaining peacefully out of reach. Time went by and words were still kept unspoken when the young girl turned into a young woman. Her vow of silence had remained  intact while life had followed its course; as a matter of fact, she took comfort in this, as the privacy of her thoughts and feelings gave her a certain serenity. But there is no such thing in life as imperturbability, and consequently her calm and quiet existence was soon to quiver. The trigger for the convulsion is to be found in a mere encounter, the simple coincidence of two bodies in the same room. It all happens in such a sudden way, so unexpectedly, you would almost call it abrupt. A young man comes across the door while the young woman sits inside calmly, quietly, observingly as she always is. The purely coincidental meeting of their eyes. Then, a clash; just as fast,!

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just as blunt as lightning. The young woman had never been as startled. The young woman had never been as doomed. Such energy, though, was not to be wasted by any means, and so little by little the encounters between the young man and the young woman became frequent. First they became acquainted, then they became colleagues, and finally they became friends. And as friends they discovered one another; he would speak to her about his world, and she would always listen attentively; she sometimes gestured back, but she never, not once, spoke a word. Yet at each moment they shared, at each of his words and each of her glances, glimpses and gazes, she grew fonder and fonder of him. Artlessly she filled her mind with thoughts of none other than the young man until she couldn’t stock a single more. And then, just as artlessly and also quite presumably, the young woman fell in love with the young man.  Oh, love... The mere word itself raised a universe of uncertainty in the young woman. Never before had she experienced such an emotion, and once she understood the nature of her feelings everything seemed confusing to her, she felt helpless. Her life was to turn into a nerve-wracking ordeal, specially as she grew increasingly aware of the urge this emotions raised in her: the urge of letting them out. Since then, she was restless as all she could do was to question herself incessantly; how could she? How could she let them out? Fear struck her for the first time since she had taken her vow as a child. In a world reigned by the use of speech, the young woman had until now won many battles with silence as her invincible weapon, but she now fretted words might be about to win the war. She wouldn’t give up, though, and was very persistent in the use her own methods. Each time she shared a moment with the young man she had cared to make her smile warmer, her blinks softer, her gestures as sinuous as they could be. But he wouldn’t see; how could he see? Eventually, the terrifying evidence became somehow clear to her, as all those desperate attempts went unnoticed: there was no other option left but to speak the words. The intensity of her feelings was such the stake was at its highest. The moment had come, she knew it deep down. The words oughted to be liberated, and she was to become enslaved again. This made her tremble constantly. She couldn’t sleep, couldn’t eat, couldn’t think. The tension became unbearable whenever he was near.

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And then one day she finally felt it, she had reached her limit. But most unfortunately, the young man had also reached his. On what was the last of their afternoons together he announced his departure, in the same sudden and unexpected manner as his arrival had been. He had decided to leave, as he told the young woman, most likely for a very long time. She didn’t know if she was ever to see him again; she didn’t even dare to ask. Completely devastated as she was, she could only manage to put on a sad smile, swallowing hard on her feelings which would never again even dream of leaving her depths. And as the young man - her fair friend, the promising love of her life - gave her a last smile and spoke his last goodbye, she waved him farewell, grieving in silence as a final statement of understanding her chance had flew. By the time he turned away her eyes filled with tears, overtaken by sadness and regret. She cried disconsolately, silently burying her face into her hands. And as she did, the young woman understood what life had taught her: She had never really been enslaved by words, but by fear. Fear had put her chains, fear had made her tremble and stumble; fear had been the cause to this loss. She sorrowed at length over his absence, waiting for the time to come when she would be left with no more tears to spare. And as she did, she kept going over and over those new words of wisdom; silently at first, inside her mind, until she found a soft and gentle voice raising up, a whisper which grew louder, repeating, repeating, « Nous sommes tous esclaves de nos peurs... » And adding, at each time, « mais moi, je ne le serais plus jamais ».

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dominaci贸n masculina.

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Sueño. Una sala encuadrada en marco fotográfico. No hay visión, ni posibilidad de tenerla más allá del plano cuadrilátero. Es necesario que parte de la escena pueda desarrollarse fuera de campo (o no), sólo así, la imaginación de cada unx podrá pervertir la situación sin más inercia que la que ordenan estas letras. El plano de focal fija, enfoca el centro de un ventanal (rectangular, ligeramente más largo que alto, y difuminado en escala de blancos) al fondo de la escena. El ventanal nace de una línea de suelo, frontera grisálida que a medida que acaba el plano hacia la base inferior, torna a frondosa sombra. En primer plano, cinco personas alineadas, permanecen impasibles sobre cinco sillas. Todas ellas ocultan cualquier señal carnal con ropas oscuras que las cubren por completo. Se intuyen sus formas humanizadas en el interior de los oscuros tejidos. En segundo plano, una mesa. Cuatro personas sin rostro vociferan espasmódicas, dos a dos de frente. Corren y golpean, como una roca se desprende de la pared mineral, a las masas abandonadas en las sillas. De espaldas al plano, siguen golpeando. Se retuercen de dolor aquellas que, sentadas en las sillas, caen al suelo. Al tiempo que lombricean, se desprenden a gatillazos de las telas. Quienes agreden, sacan a las cinco personas sin valor identitario, ya desnudas y en coágulo, del cuadrilátero. Entonces, un quejumbroso sonido al impactar los huesos de nuevo contra un suelo en sombra. Un hombre desnudo, como se espera que sea un hombre desnudo. Es arrojado al centro. La focal difumina los contornos del plano y agrede al hombre con su atino. Entran las cuatro personas, esta vez, con rostro de mujer. Con silueta de mujer. Con identidad física de mujer. Con capital simbólico femenino. El hombre como un oso despellejado, palpita de escozor y náuseas. Respira el ácido de su estómago. Las mujeres, más físicas que antes, con un concepto de violencia glorificado, pretenden desmembrar las extremidades óseas del hombre. Quebrantan la resistencia de los tejidos musculares y consiguen difuminar las articulaciones a base de talonazos. Separan con suficiente tensión, casi hasta rotura, las nalgas del hombre. Le estallan las pupilas, no de dolor, si no de imaginar lo que acontece a ese momento. Despierto.

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w

Una bola gigante y hueca rellena de estado líquido gradual ha poseído mi cuerpo y me devuelve a mi

infancia.

Recuerdos de otras bolas gigantes que me querían atropellar durante mi niñez me persiguen.

bolas

No se por qué, pero durante miles de años, enormes y perfectas, porque eran perfectas, me sacaban de

mis sueños geniales de profeto perfecte, y me hacían correr por pasillos de color rosa y granito solar. Además de estas magníficas esferas, tenía miedo a los televisores rotos, y no por el precio o por "la gran cantidad de información olivar" que me brindaba, sino por el miedo a una reprimenda. Una reprimenda que tampoco sería muy severa, pues la figura alterna no estaba muy presente, y había un señor con lavas largas que estaba todo el rato pisando los talones de aquí. Aquí y allá, es la gran diferencia que había. Donde querer estar no, sino donde había que estar. Siendo niño muchos pinchos bajo una espuma rodeaban sin ser Jesús el Cristo sobre su cabeza, y los grandes miedos hacen que noche trasnoche se revise cada instantánea, pero nunca sa-

bremos realmente lo que ha hecho que este ser acabara así de. Podemos intentar volver al pasado y cambiar todo lo que ha pasado, pero no saber lo que ha ocurrido sin habernos escurrido es como patinar sin tener todas las ruedas. Esas ruedas que crean la escultura del planeta: Un estrella se estrella contra un árbol Maldito árbol que no conoce maldición alguna

Que desconoce que en sus raíces se halla la fortuna Esto no tiene sentido

Duerme

bella

roja.


ESCOMBROS DEPOSITADOS Bajo el frío sol, Me entregaste tu pasión desconchada. Cuanto desprecio allí, cuanto apego aquí. Y esta herida que parece que se hospeda de forma permanente, se niega a evaporarse. Pero hasta lo longevo expira, y tu esencia ya agoniza.

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Escultores del vĂŠrtigo

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“Todos los días uno tiene que abandonar su pasado y aceptarlo, entonces, si no puede aceptarlo, se hace escultor.” Louise Bourgeois

“¿Qué pasaría si para abandonar tu pasado necesitases despojarte de todo lo que te cimenta? ¿Qué ocurriría si aceptar lo ocurrido significase desprenderse de toda experiencia? ¿Dónde irían a parar los pasos de alguien con un futuro sin reflejo referencial de su pasado? Quedaríamos niños. Indefensos. Sin una relación con nuestras vivencias que nos contextualizasen y nos ofreciesen cierto refugio, quedaríamos desnudos ante un futuro sin herramientas. Los jóvenes somos así, disponemos de breve periodo vital para enfrentarnos al vértigo del futuro. Y vaya que si tenemos vértigo, muchísimo, mucho vértigo, que no miedo… El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados” Milan Kundera

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Nos seduce la idea del futuro. O al menos, así debemos creerlo. Soberbios. De esta forma somos definidos por la sociedad (cualesquiera que tenga lugar) La soberbia juvenil que empapa las calles, se manifiesta, se transita durante la noche, se recoge durante el día. Y si tenemos vértigo al futuro, qué alguien me explique cómo no tenerlo.

Nosotros, los jóvenes, nos vemos obligados a hacernos escultores; construir el futuro de la sociedad y de nuestro pequeño universo personal, sin tener la licencia de despojarnos del pasado. Pues al fin y al cabo, dada nuestra experiencia vital, no tenemos más que un número reducido de efectos prácticos a los que remitirnos para sopesar posibles potencialidades. Nos defendemos espantados de un futuro adulto, nos levantamos ante éste queriendo mostrar que en el intervalo entre la ingenuidad infantil y la experiencia cuantitativa adulta; existe un reducto social que construye cada día futuros ingenuos y futuros con experiencia. Usamos el martillo de la soberbia en ojos ajenos; por creernos capaces de podar y sembrar sin disponer de frutos suficientes. Nuestra metodología es la de ensayo y error. Y no nos queda otra. Siendo conscientes de esto, dejemos la soberbia relegada en boca ajena. El mundo es cruel (como los niños nos enseñaron y los adultos nos constataron) así que mejor será, que soberbios nos miren y a gusto, por miedo, nos dejen en nuestro prado sin sombras. Llegado a este punto, me limito a rogar que la soberbia confundida no me ciegue. En su lugar, prefiero la ambición. La inteligencia reside en el contraste. Sabemos que no somos niños, no hay cabida para la ingenuidad, el mundo te devora una vez que has de escoger. Hay tan poco en lo que se manifiesta como tanto en lo que requiere de tiempo para revelarse. Lo cierto es que no hemos tenido tiempo para ver. Sí tenemos ahora, todo el tiempo del mundo para revelarnos. Sin prisa, sin pausa; dejemos que la juventud nos traiga levantamientos sucesivos. Con vértigo, sin miedo. Esculpiendo nuestro futuro gracias a las piedras de nuestro pequeño pasado y algo de ingenio propio, el propio de nuestro presente cuasi desnudo.

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GORRIÓN

Llega el verano y la noche estrellada, el árbol de la ciencia ilumina el mundo conocido y la luna la batalla de costumbre gana desde el horizonte arrogante a veces observa y otras de todo se olvida, como buena soberana. En la noche cálida, el pequeño gorrión que en interminable y yerma llanura vivía, de la ramita dónde el resto se acurruca decide partir, vuela, vuela y vuela el gorrioncillo ya que a pesar de no resaltar ni por físico ni por encanto singular se siente ave aventurera y ninguna criatura allende lo sabido le da miedo, sino que a ellas quiere conocer para con ellas conversar a pesar de tantos y tantos otros píos supercheros de las viejas lechuzas. Aunque parezca que la noche solitaria pudiera resultar peligrosa para nuestro gorrioncillo, más fuerte es su resolución y hondísimas pero sencillas

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sus ambiciones como ya se verá, Gorrión se sentía solo y limitado en la agrietada llanura, ¿qué debo hacer? se preguntaba el pequeño gorrión mientras volaba. Recordaba nuestra avecilla a la vez, que acostumbraba a posarse de cuando en cuando en un musgoso risco desde el que un bonito paisaje se observaba, que no resultaba ser otro que las luces del árbol de la ciencia, su casa, que todo iluminaban y llenaban de bullicio en el amable verano. Decidió sin darse cuenta, casi tan mecánicamente como la hormiga se bate en feroz lucha con el escarabajo, volver a esta roca, y allí se posó; mientras sus amigos los grillos desde sus covanchas le hacían saber que bailaban y cantaban familiar pero no bienvenida melodía. Gorrión pensaba mucho siempre que iba al musgoso risco, especialmente imaginaba su futuro, mientras la vida seguía y los grillos cantaban, él pensaba en grandes hazañas, en amores sin cara y en aventuras trepidantes, hasta que, justo entonces al darse la vuelta para rascarse bajo el ala y volver a emprender el vuelo de regreso, vio a un resplandeciente jinete y a su montura, era el Jinete Paciente. El gorrión pidió a tan insigne aparición si podría acompañarle en la aventura que el orgulloso caballero decía que estaba viviendo y así también contarse acertijos, que nuestro pajarillo amaba, el jinete aceptó mientras Gorrión, excitado, no paraba de hablar y contar al Jinete Paciente mil cosas y ninguna completa, debido a la ilusión ¡grande era el regocijo de Gorrión! ¡Por fin encontraba alguien con el que conversar! Ya en marcha la curiosa pareja, el camino se les fue apareciendo espontáneo delante de sus pies conforme andaban, en él Gorrión conoció al Dragón Glotón con el que compartieron mesa de chamuscados manjares que el generoso amigo les ofreció con una apacible risotada en las más confortables nu36


becillas del cielo azul. También conoció a la Cascabel Isabel con la que bailaron al son de las maracas, danzas extrañas y canciones inventadas en la Selva Soleada que la tan activa culebrilla se empeñó en mostrar de cabo a rabo a sus nuevos amigos, mientras reían al ver como con bonachona resignación el Ratón Gruñón, vecino de la Cascabel Isabel, se quejaba con indudable valor de tanto alboroto. Gorrión encontraba gran alegría y múltiples enseñanzas en estos encuentros y en la compañía del Jinete Paciente, que se reveló a ojos de Gorrión como un compañero irremplazable, lleno de la misma vida que un revoltoso manantial recuerda con su chapoteo, un agradable no parar sin apresuramiento ni tampoco indolencia pero sí con energía y diáfano espíritu. Así el Jinete Paciente y nuestro Gorrión se hicieron inseparables en sus incontables aventuras, y se amaron. Corrió Nicolás a abrir la caja y vio al pajarillo inerte, pensó en todas las aventuras imaginadas y en otras muchas más, nunca amó al Jinete Paciente, nunca probó el cocido del Dragón Glotón, ni bailó tampoco con la Cascabel Isabel. Nicolás salió de casa, mientras Sultán, su mejor amigo le seguía con la mirada desde el corral con gesto de reproche, y a pesar de tener muchos otros juguetes Nicolás trató de gritar en la inmensidad llamando a mamá, pero nadie respondía, era el amable verano, que con su ejército de chicharras toda queja autoritariamente silenciaba. Gritó Nicolás repetidas veces y sin consuelo, con rojas lágrimas en los ojos, ¿qué había pasado? Todo su confortable mundo se derrumbó ante él aunque parezca absurdo, por razones en apariencia inexplicables, convirtiéndose de repente, ese amable imaginario en escombro y deshecho que nada valía ahora. No fue por tanto ese desmorona37


miento alivio que permitiera a Nicolás reconstruir, o una simple pena pasajera mañana olvidada; sus gritos sordos cada vez más desgarradores no tenían respuesta siquiera en la roca madre al abrigo de la cual Nicolás creció e imaginó a Gorrión, a veces con miedo, a veces con dicha. Soñó allí tantas veces, en ese risco musgoso compañeras y amores, imaginó conversaciones con gentes inexistentes de la mano de Gorrión… Todo eso le parecía ahora sucedido en tiempos pretéritos, aquella noche, de alegría en la bulliciosa covancha de grillos y hombres, era para él de rabia y miedo fruto de la impotencia que le invadía. Él solo quería gritar, gritar porque Gorrión inerte yacía en su triste caja, porque no podría con él otra vez volar, porque Gorrión era él. Hablamos de un eterno grito disfrazado de animalillo que ahora espectral se presentaba ante Nicolás; la soledad y el miedo. En mitad de aquella noche sin luna, en la que los grillos cantaban, ningún jinete por allí apareció, nadie vendría jamás, Gorrión había muerto. Fue entonces cuando Nicolás se decidió.

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II

Fue así como me quedé embarazada de mi propia fobia.

Me dio una arcada y parí un miedo incrustado que aprendí a sacarvomitando,

teniendo al enemigo cerca,

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muy, cerca. Tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan puerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan percha, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan terca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cuenca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan catapĂşn, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cloro, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca,

que convertĂ­ mi miedo (taxidermia) en taxidermia. 40


Me quedé embarazada de mi propia fobia.

Fue así como cometí mi primer acto de taxidermia: Cogí la piel de nuestros

fantasmas

hacer

para terapia y crear una estructura, darle forma y exponerlo/publicarlo. 41


42


taxidermia fanzine hemos sido (sobre/todo) carinio ediciones ............facebook.com/carinioediciones taxidermistas varixs............................facebook.com/taxidermiafanzine

3/4 ..................Texto: Rascador Roído - ilustraciones Vero Patata Frita 6/7......................................... Entrevista de Miguel y Clari a Irene Harto 7/8...................................................................................... Andrés T. Garau 9/10 ...........................................................................................Billy el Jorge 11/12/13 ................................................................................James Dirdam 14 ............................................Qwerty Uiop facebook.com/lamasqwerty 115/16 .......................................................Conxita megaqu.blogspot.com 17/18/20...............................................................................Luisa Izuzquiza 21/22 ............................................Luis Montero lmonterorueda.wix.com 23 .................................................Alejandra Pastrana i-alpas.tumblr.com 24 .....................................Adán Irazusta cebollaimplosiva.blogspot.com 25 ...........................................................................................Heura Medina 26 ............................................................................................Jaime Serrano 27........ ...................................................................................Lucas Moreno 28 ......................................................................................................Cubano 29/30 ............................................................Clara Durán claraduran.com 31/32/33/34 ...(se encuentra en Galería Original, www.oooriginal.org) /42 ....................- Noelia Jiménez /Noumenow noumenow.tumblr.com intro y cierre/19/39/40/41.. - la Clari facebook.com/golondrinamente gracias a everybody, a la tía belén y a la family en general (amigxs se dan por aludidos ya que somos muy barrioordie) a la borde de los coj*nes, a los punkis de san nicolás, a lxs stonerxs de la liga euskorial chamberí, al chicho, al criticón, al de las paciencias, a mis alumnxs por ser como son, a julio alonso que me ha ecualizado el equipo antes de conciertar, a todxs lxs participantes, a que sleep exista y pueda escucharlo mil veces, al andy por entender que bueno, siempre es un poco primavera, a los woolly por ser tan guapos a adán tan artista y conxi tan lianta. jesús no te odio. satán hemos hecho las paces.


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