Arquitectura Tradicional y Patrimonio

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ÍNDICE

Ponencias PATRIMONIO, MEMORIA Y PAISAJE EN LA SERRANÍA DE VALENCIA .....................14 Julián Esteban Chapapría

LA VIVIENDA TRADICIONAL EN LA SERRANÍA, EQUILIBRIO DEL ACERVO COMO RESPUESTA AL HABITAR............................................................................................24 Ignacio Matoses Ortells

Comunicaciones ARQUITECTURA MONUMENTAL DE LA SERRANÍA. ESTUDIOS ARQUITECTÓNICOS, HISTÓRICOS, ARQUEOLÓGICOS Y ETNOLÓGICOS. ESTUDIOS PREVIOS, PROPUESTAS TÉCNICAS, INTERVENCIONES DE INTERÉS Y EVALUACIÓN CRÍTICA PEÑA CORTADA.........................................................................................................102

ARQUITECTURA TRADICIONAL EN CASTILLA Y LEÓN. LA COMARCA DE TIERRA DE CAMPOS; INICIATIVAS Y EXPERIENCIAS DE PUESTA EN VALOR .......................34

Francisca Roger Espinosa

Félix Jové Sandoval

INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA EN LA RESTAURACIÓN DE UN TRAMO DE LA

ESTUDIOS PREVIOS PARA LA ELABORACIÓN DE UN PLAN ESPECIAL PARA LA VILLA DE CHELVA ........................................................................................44

MURALLA DE ALPUENTE .........................................................................................108 Fernando Cotino Villa

Camilla Mileto, Fernando Vegas

RESTAURACIÓN DE LA CÚPULA DE LA CAPILLA DE LA COMUNIÓN DE LA

ARTE RUPESTRE EN LA SERRANÍA ..........................................................................50

IGLESIA ARCIPRESTAL NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES DE CHELVA .........116

Rafael Martínez Valle, Pere M. Guillem Calatayud

Miguel Miralles Aparicio; Inmaculada Sánchez Martínez

PROCESOS PARTICIPATIVOS EN TORNO AL PATRIMONIO CULTURAL: EL PROYECTO PATRIMONI DE LA UNIVERSITAT JAUME I DE CASTELLÓN.............56

IGLESIA NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES DE TUÉJAR:

Ángel Portolés Górriz

Irene de la Torre Fornés, Marina Ortiz González, María Encarnación Carmona Belda

JORNADAS LOW TECH: QUÉ, QUIEN, CÓMO .............................................................62

ANÁLISIS HISTÓRICO Y LEVANTAMIENTO DE DOS EDIFICIOS HOY

Montse Bosch, Joan Ramon Rosell

DESAPARECIDOS EN LA POBLACIÓN DE ALBERIC, LA MEZQUITA DEL ARRABAL

RESTAURACION Y CONSOLIDACIÓN DE LOS REVESTIMIENTOS DE LOS MUROS DE TAPIA ..........................................................................................68

DE CHELVA COMO EJEMPLO DE UNO DE ELLOS Y RELACIÓN TEMPLOS

Fermín Font Mezquita

Armando Torres Caballero, Francisco Juan Vidal

EL PATRIMONIO BÉLICO DE LOS SERRANOS: LUGARES DE MEMORIA. 1936-1939...........................................................................78

LA CASA DE LA ANDENIA. DE ALQUERÍA A MASÍA EN EL TERRITORIO

Francisco Teruel Navarrete

RIURAU QUE RIU VALORACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL Y ARQUITECTÓNICO ENTORNO A LA UVA PASA: EL RIURAU .....................................82 Miguel del Rey

LA RESTAURACIÓN DE LA TORRE DEL CASTILLO DE SOT DE CHERA Y SU ENTORNO............................................................................................................88 Vicente López-Mateu, Santiago Tormo Esteve, Teresa M. Pellicer

ESTUDIOS PREVIOS PARA EL PLAN DIRECTOR .....................................................124

PARROQUIALES DE ALBERIC Y CHELVA .................................................................130

AGRÍCOLA DE GESTALGAR (LA SERRANÍA-VALENCIA) ..........................................138 Víctor M. Algarra Pardo, Miguel Navarro Pérez y Mauricio Álvarez Ortiz

IGLESIA ARCIPRESTAL NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES. CHELVA ..............146 Jose Luis Núñez Lázaro

LA CÚPULA VALENCIANA. IDENTIDAD Y CULTURA ...............................................152 René Machado López, Daniel Vila Estébanez

CASTIELFABIB Y CHELVA, DOS FUNDACIONES FRANCISCANAS DEL INTERIOR VALENCIANO. LA RECUPERACIÓN DEL CONVENTO DE SAN GUILLÉN DE CASTIELFABIB ............................................................................160 Álvaro Vázquez-Esparza, Ángela López Sabater, Raúl Eslava Blasco

EL CASTILLO DE GESTALGAR – ESTUDIOS PREVIOS .............................................170 Ana Isabel Cháfer Gómez

LAS TAPIAS ALMOHADES DE LA TORRECILLA DE CHELVA ...................................178 Miguel Ángel Lloría Cosín, Juan José Ruiz López, José Antonio Cantó Vañó.

EL PLAN DIRECTOR DEL CASTILLO Y MURALLAS DE ALPUENTE .......................186 INTERVENCIONES EN LOS YACIMIENTOS IBERICOS DE LA SOLANA EN ALPUENTE Y DEL CASTILLEJO DE LA MUELA DE SANTA CATALINA EN ARAS DE LOS OLMOS ...........................................................194 Tirso José Ávila Aguilera, David Vizcaíno León

PATRIMONIO INDUSTRIAL DEL HUMO EN LA SERRANÍA......................................204 Gracia López Patiño, Pedro Verdejo Gimeno, Alicia Martínez Antón

LA ARQUITECTURA ELÉCTRICA DEL TURIA EN LA SERRANÍA .............................212 Ana Planells Pérez


ARQUITECTURA TRADICIONAL DE LA SERRANÍA.

ESTUDIOS Y ENSAYOS SOBRE MATERIALES Y TÉCNICAS

ESTUDIOS ARQUITECTÓNICOS, HISTÓRICOS, ARQUEOLÓGICOS

CONSTRUCTIVAS TRADICIONALES

Y ETNOLÓGICOS. ESTUDIOS PREVIOS, PROPUESTAS TÉCNICAS, INTERVENCIONES DE INTERÉS Y EVALUACIÓN CRÍTICA

LA ECOLOGÍA EN LA ARQUITECTURA TRADICIONAL .............................................334

REUTILIZACIÓN DE ARQUITECTURAS TRADICIONALES DURANTE LA

LA HONESTIDAD DE LOS MATERIALES ...................................................................342

GUERRA CIVIL ESPAÑOLA: EL CASO DEL HOSPITAL DE SANGRE DE LOS

Francisco de Paula Rozalén Martínez

CORRALES DE LOS GARCÍAS (EL COLLADO, ALPUENTE) .....................................220 Cristina Albir Herrero y Miguel Mezquida Fernández

LOS MOLINOS HIDRÁULICOS HARINEROS DE ANDILLA. UN PATRIMONIO OLVIDADO .....................................................................................228

Enrique Amorós Vidal, Pilar Valero Peiró.

REDESCUBRIENDO PINTURAS MURALES: RESULTADOS DE LAS CATAS ARQUEOLÓGICAS REALIZADAS EN LA FACHADA DEL INMUEBLE DE LA PLAZA DE LA IGLESIA Nº 7 DE ALPUENTE ..............................348 Cristina Albir Herrero y Rosario Serrano Pérez

Javier Hidalgo Mora, Andrea Lamas Domingo, Anna Rico Llopis

VIENTO DE LA COMARCA LA SERRANÍA. MOLINOS DE ALCUBLAS......................236 Diana Sánchez Mustieles

ARQUITECTURAS DISPERSAS EN EL PAISAJE DEL ALTIPLANO DE ALPUENTE ...........................................................................................................244 Adrià Besó Ros

VALORIZACIÓN Y MUSEALIZACIÓN DE MONUMENTOS, ARQUITECTURA VERNÁCULA Y PAISAJES URBANOS EL ECOMUSEO DE ARAS DE LOS OLMOS, UNA INICIATIVA DE PARTICIPACIÓN CIUDADANA ...................................................................................358 Sara Soriano Giménez

EL CORRAL DEL SANTO DE ANDILLA. RESTAURACIÓN Y REUTILIZACIÓN

INTERVENCIÓN DE PINTURAS MURALES DE LA FACHADA DEL INMUEBLE DE LA PLAZA DE LA IGLESIA, Nº7, ALPUENTE...................................364

DE UNA CONSTRUCCIÓN GANADERA TRADICIONAL ............................................256

M. Antonia Zalbidea Muñoz, Andrés Ballesteros Labrado

Javier Hidalgo Mora, Raquel Soler Porras

CONSTRUCCIONES AUXILIARES EN LA SERRANÍA DEL TURIA ............................264

ALPUENTE, UN EJEMPLO DE APROVECHAMIENTO TURÍSTICO DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO TRADICIONAL......................................................370

José Tomás Varea Varea

Cristina Albir Herrero

ARQUITECTURA POPULAR Y VIDA TRADICIONAL EN CHULILLA .........................270

EL POBLADO Y LA COLONIA OBRERA DE BENAGÉBER: UN CASO DE PATRIMONIO INDUSTRIAL EN RIESGO .............................................380

Vicent Sebastián Fabuel

FÁBRICA DE LUZ, EL MOLINO DEL PELUDO EN CHELVA ......................................276 Thais Parra Company

Yolanda Hernández Navarro, Pasquale de Dato

TUÉJAR: UNA OPORTUNIDAD PARA EL PATRIMONIO ...........................................388 Mª Encarnación Carmona Belda

ERAS Y PAJARES, EL OLVIDO DE LO COTIDIANO ....................................................282

LA SERRANÍA EN EL CATÁLOGO MONUMENTAL Y ARTÍSTICO DE ESPAÑA .........396

Miguel Miralles Aparicio

Pedro Rafael Blanco Gómez

REGENERACIONES Y ACTUACIONES DE MEJORA DE LA

OTROS ESTUDIOS DE INTERÉS RELACIONADOS CON EL PATRIMONIO

SILUETA URBANA Y EL PAISAJE

DE LA SERRANÍA Y SU DIFUSIÓN

¿POR QUÉ RECUPERAR EL COLOR EN LA ARQUITECTURA TRADICIONAL DE NUESTRAS CIUDADES? .............................................................292

APROXIMACIÓN HISTÓRICA A LA EVOLUCIÓN DEL POBLAMIENTO EN EL VILLAR..................................................................................402

Ana Torres Barchino, Jorge Llopis Verdú, Juan Serra Lluch,

César Salvo

Irene de la Torre Fornés, Ángela García Codoñer

LA PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO EN EL CATÁLOGO DEL PLAN GENERAL DE TUÉJAR ....................................................................................300 José Luis Calabuig Ortuño - Pasquale de Dato

ESTUDIO DEL PATRIMONIO MONUMENTAL E HISTÓRICO DE ALCUBLAS. ESTUDIO Y ANÁLISIS DE LA CASA CONSISTORIAL.................................................308

RECINTOS AMURALLADOS SOBRE EL CURSO DEL TURIA, EL CASO DE CASTIELFABIB. METODOLOGÍA DE INVESTIGACIÓN.........................410 Álvaro Vázquez-Esparza

LAS TRINCHERAS DE LAS CUESTAS DE CONTRERAS. EJEMPLO DE BUENAS PRÁCTICAS EN LA INTERVENCIÓN SOBRE EL PATRIMONIO.................418 Pasquale de Dato, Yolanda Hernández Navarro

Encarna Alcaide Cabanes

CENTRO ENOLÓGICO EN LA PORTERA. UNA INTERVENCIÓN EN EL PAISAJE ......................................................................426

PATRIMONIO URBANÍSTICO Y ARQUITECTÓNICO ..................................................316

Teresa Carrau Carbonell

Francisca Roger Espinosa

CONDICIONANTES EXTERNOS EN LA PUESTA EN VALOR DEL PATRIMONIO ETNOLÓGICO: EL EJEMPLO DE LA SENDA DE LOS

EL REVOCO DE LA IGLESIA DEL COLEGIO DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS DE SEGORBE, ¿UN TRABAJO INÉDITO DE JUAN PÉREZ CASTIEL? ...........................430 David Miguel Navarro Catalán

OFICIOS TRADICIONALES DE ALCUBLAS ..............................................................324

ALTARES RUPESTRES EN ALPUENTE Y NOTAS SOBRE ASTRONOMÍA ................434

Jorge Martínez Alcaide, José Luis Alcaide Verdés

Amparo Rodríguez Sambonet, Ángel Flores Martínez



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P E Ñ A C O RTA DA


Patrimonio, memoria y paisaje en la Serranía de Valencia Julián Esteban Chapapría Doctor Arquitecto. Profesor asociado de la Universidad Politécnica de Valencia Arquitecto de la Conselleria de Educación, Cultura y Deporte. juescha@para.upv.es

Resumen: Se propone una relectura del patrimonio arquitectónico a la luz de la memoria, la historia y el paisaje, definiendo estas materias desde una óptica actual, lo que permite una profundización en la interpretación y conservación de los restos materiales de la cultura. La Serranía que es una auténtica unidad geográfica, ha sido objeto de escasa, pero a la vez interesante, atención en la literatura, la cartografía y la fotografía por encontrarse lejos durante siglos de caminos transitados. La presencia humana y sus huellas han sido en ella intensas, mostrando unas características paisajísticas que derivan de un particular desarrollo físico en el que la montaña y el río han condicionado históricamente el uso y aprovechamiento de los recursos modelados fuertemente por la acción humana. Los episodios históricos que de tanto en tanto la alcanzan se han materializado en sitios, lugar de luchas, ejes de comunicación... que se suman al lento transcurrir y trabajo de sus habitantes reflejado en sistemas de asentamientos, estructuras de población, actividades industriales, fiestas, modos de hacer. Se hace necesario un esfuerzo por dotar a la Serranía de identidad, memoria y aprecio por su paisaje cultural, ya que hacer este ejercicio de memoria sobre sus lugares es una forma de proyectar nuestras vivencias y contribuir así a un enriquecimiento de la memoria colectiva, hoy más que nunca posible a través de las nuevas tecnologías. Palabras Clave: Memoria colectiva, historia, paisaje cultural, Serranía de Valencia.

Hay dos cuestiones en torno al patrimonio que desde mi punto de vista ayudan a profundizar en su estudio, obligando a revisar su conceptualización y permitiéndonos superar aquellos aspectos más académicos u ortodoxos con los que habitualmente tratamos el estudio y conservación de los restos materiales de la historia. Estas cuestiones son la memoria y el paisaje, conceptos que me gustaría abordar desde el punto de vista teórico y trasladarlos al caso de la Serranía valenciana. Se trata, en el fondo, de reflexionar antes del como, que tanto nos sugestiona a los arquitectos, del qué y el por qué. MEMORIA E HISTORIA Se considera la memoria la propiedad de conservación de ciertas informaciones. Pero los fenómenos de la memoria, tanto en sus aspectos biológicos como sicológicos, no son más que los resultados de sistemas dinámicos de organización y no existen más que en la medida en que la organización los mantiene o reconstituye.

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La ausencia o la pérdida voluntaria o involuntaria de la memoria colectiva en los pueblos y naciones puede conllevar graves trastornos de su identidad, y por ello la memoria ha sido uno de los retos clave en la lucha de las fuerzas sociales por el poder. Ser dueños de la memoria y del olvido es una de las grandes preocupaciones de las clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas. Los olvidos, los silencios de la historia son reveladores de mecanismos de manipulación de la memoria colectiva. (Le Goff, 1998). La memoria representa una difícil y compleja invención, una conquista progresiva para el hombre de su pasado individual, como a su vez la historia constituye para un grupo social la conquista de su pasado común. Pero lo que ha ocurrido en tiempos pasados es que la memoria ha sido objeto de transformación en mito, separándose radicalmente de la historia impidiendo todo esfuerzo de exploración del pasado y de construcción de una arquitectura del tiempo.

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La memoria tuvo un desarrollo antes y después de la escritura. Ésta permitió dos funciones principales: de un lado el almacenamiento de información y la memorización de su registro, y de otro el permitir su reexamen y rectificación. Hubo elementos que se constituyeron en instituciones-memoria, personajes como reyes o autores que fueron utilizados como referentes para narrar hechos, y que nos lleva a la frontera donde la memoria se convierte en historia. Pero la imprenta revolucionó, lentamente, el papel de la memoria: llegó un momento en que los avances de la memoria social fueron sepultados en los libros, y la historia de la antigüedad, la geografía, la etnografía, la filosofía, el derecho, las artes, las técnicas... quedaron a partir del siglo XVIII definitivamente engullidos en lo escrito, con el peligro de aportar al lector una memoria preconstituida. Era el camino para que la memoria quedara convertida en burocracia al servicio del poder. Pero no sólo la escritura modificó la percepción de la memoria, a mediados del XIX surgió una manifestación altamente significativa para la elaboración de la memoria colectiva: el nacimiento de la fotografía. Ésta multiplicó y democratizó la memoria, dándole una precisión, una verdad hasta entonces no alcanzada, permitiendo guardar a la vez la memoria del tiempo y de la evolución cronológica. Fue el inicio de un camino imparable. La evolución de las sociedades de la segunda parte del siglo XX ha dejado ver la importancia del reto que representa la memoria colectiva, desbordando la historia como ciencia y como culto público, siendo a la vez depósito de la historia, rica en archivos y documentos/monumentos, y aval del trabajo histórico, para convertirse en una de las grandes apuestas de las sociedades desarrolladas y en vías de desarrollo. Los archivos orales y audiovisuales son hoy los nuevos instrumentos de producción de esta memoria. A su vez la historia ha sido objeto de nuevos enfoques en las últimas décadas: nuevos problemas, nuevas aproximaciones y nuevos objetos. Entre los primeros se halla lo cuantitativo, la historia de los conceptos, la historia de los pueblos sin historia... Las segundas conciernen a la arqueología, la economía, la demografía, la antropología religiosa... Los nuevos objetos traídos a la historia son el clima, el inconsciente, el mito, las mentalidades, la lengua, los jóvenes, la opinión pública, la fiesta... De esta manera la historia no deja de aportar nueva luz sobre nuestra identidad. Profundas mutaciones de la metodología histórica se han acompañado, de manera obligada, de una importante transformación de la documentación, porque nada es indigno de la curiosidad histórica. La historia es ciencia del tiempo y componente indispensable de toda actividad, y de ahí la importancia de elaborar la historiografía de las prácticas del conocimiento humano como modo de liberación del pasado y como rechazo del culto integrista a la historia y a sus testimonios materiales. Los monumentos, y los lugares sobre los que se asientan, son lugares de historia pero también lo son de memoria. Las fronteras de la historia parecen haber sido exploradas con detalle, desde la geografía y la economía hasta la antropología y la ficción. Pero la historia no es la memoria, aunque ambas trabajen desde reglas específicas diferentes sobre la misma materia, el pasado y el presente. La memoria funciona al margen de la historia, aunque reclama de ella los lugares sobre los que edificarse, planos del mismo pasado, pero la memoria es una forma espontánea de convivir con el pasado en el presente. La memoria es la vida encarnada en grupos, cambiante entre el recuerdo y la amnesia, sujeta a deformaciones y manipulaciones, mágica por su efectividad. La historia, en cambio, es representación, reconstrucción, desencantamiento laico de la memoria, destrucción del pasado tal cual es vivido y rememorado. Dota al pasado de nuestra objetividad y, por tanto, desencanta, revela lo sagrado y muestra los trucos de magia. Hay una considerable distancia “...entre el saber científico de los hechos pasados, la historia entendida como un saber acumulativo con sus deseos de exhaustividad, de rigor, de control de los testimonios, de una parte; y por otra parte, la memoria de estos hechos pasados cultivada por los contemporáneos y sus descendientes...” (Fabhet-Saada, 1991: 3-4) Han sido los pensadores e historiadores franceses quienes más han ahondado en el mundo de la memoria, entre otros Maurice Halbwachs (Los marcos sociales de la memoria, 1925), Pierre Ricoeur (La memoria, la historia, el olvido, 2000) y, sobre todo Pierre Nora (Los lugares de la memoria, 1984 a 1992). Los textos de estos autores son profundamente enriquecedores

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FIG. 01

FIG. 1.

FIG. 02

La gente de Chelva vista por Vicente Peydró

(Biblioteca Valenciana GV) FIG. 2.

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El paisaje de Alpuente visto por Francesc

Jarque (Biblioteca Valenciana GV)

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a la hora de leer de otra manera el pasado y su lectura es más que recomendable para quienes trabajan en el mundo del patrimonio, en especial este último que ha dirigido una obra colectiva en el que se recopilan abundantes temas en torno a la memoria, la historia y la conmemoración en Francia. Pero también otras lecturas lúcidas sobre la memoria se han hecho en otros ámbitos de la cultura, como por ejemplo se han hecho en el cine, y a título de recordatorio baste citar Amarcord (1973) de Federico Fellini o La vaquilla (1985) de Luis García Berlanga, o en la literatura con la valiosa trilogía de Alfons Cervera dedicada a la guerra civil y el franquismo en la Serranía. (Cervera, 1995, 1997 y 1999). Pero debemos ser conscientes, y diversos estudios así lo han subrayado, que la memoria tiene un carácter limitado y selectivo, y su textura es frágil, parcial, manipulada y discontinua por la imposibilidad de retener la totalidad de los hechos y por la manera en que el presente actúa sobre el pasado. Determinar el efecto de cuestiones como el silencio, el olvido, la nostalgia, la sustitución o restitución, es quizás el aspecto más importante en el trabajo sobre la memoria, y ello puede hacerse cuando la información está aparentemente al alcance de la mano. Pierre Nora definió en 1982 el término lugar de memoria, que él mismo había acuñado, como aquella realidad histórica en la que “...la memoria se ha encarnado selectivamente, y que por voluntad de los hombres o el trabajo del tiempo han permanecido como los símbolos más luminosos de aquélla: fiestas, emblemas, monumentos y conmemoraciones, pero también elogios, diccionarios y museos...” (Nora, 1984: I, 23-43) Junto a este concepto aparece otro, el más difuso de depósitos de memoria y el de estructuras de recuerdo colectivo. Todos ellos nos ayudarán a apreciar la complejidad de lo que significa para una sociedad su patrimonio y lo que éste aporta a su identidad. En la arquitectura del pasado hay historia y memorias, y sobre ambas debemos trabajar. Para comprender la historia que ha transcurrido por esa arquitectura debemos ordenar los acontecimientos que han ocurrido en el tiempo, y estudiar como le han afectado, para discernir cuales deben ser objeto de valorización y de cuales podemos prescindir o suprimir sus huellas. Cronología y periodificación son elementos sustanciales de la historia, sostiene Antoine Prost, porque esta última permite pensar a la vez en continuidad y ruptura. Al identificar rupturas, entendemos lo que cambia y datamos el cambio. (Prost, 1996) Sin embargo, el tiempo de la historia, y como queda reflejado en los restos materiales que de ella nos llegan, no es una línea recta ni quebrada hecha de una sucesión de períodos, ni incluso una superficie plana; las líneas que en él se entrecruzan componen un interesante y rico relieve, con espesor y profundidad. De ahí que no podamos pasar con ligereza sobre la historia de aquello sobre lo que trabajamos. La historia invita a una meditación retrospectiva sobre la fecundidad propia del tiempo, sobre lo que se hace y deshace. El tiempo es sin duda el principal actor de la historia y, por tanto, aquello a lo que más atención hemos de prestar en nuestro quehacer. Y esto se hace confrontándolo al tiempo presente, que no se parece al pasado, simplemente es otro, a veces mejor y a veces peor. El nuestro parece más estable, más firme, no deteriorado, pero en cualquier caso el antes es un tiempo inmóvil que no se puede remontar. Como mucho nos deja revisitarlo, comprenderlo y consolidarlo en sus aspectos más físicos. Pero también hay memorias depositadas en las arquitecturas: de quienes las construyeron y las conservaron, de quienes sucesivamente las habitaron o las abandonaron, lo que significaron individual y colectivamente... En cualquier caso, como nos explica Albert Hauf “...la tradición es como una vieja cadena, cuyos eslabones se oxidan y rompen fácilmente. Sin un tenaz esfuerzo de información y de mantenimiento activo, las piedras más venerables se convierten en mudas y dejan de confiarnos los secretos que reservan a quien las sabe contemplar con una mirada atenta de simpatía comprensiva. Cuando se produce esta penosa ruptura a causa de la ignorancia y del olvido, los edificios más hermosos son poca cosa más que un paisaje anónimo, pura rutina cotidiana, ruinas sin nombre.” (Hauf, 2008) EL PAISAJE La segunda aproximación que profundiza y enriquece el concepto de patrimonio es aquel que lo considera desde ámbitos más globales y lo integra en su sistema territorial y social de referencia, en definitiva en el medio físico y en la sociedad que lo creó y la sociedad actual que lo habita hoy. A partir de ese momento hablamos de paisaje cultural y no de patrimonio. Los

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conceptos de patrimonio y paisaje se han analizado hasta hoy por separado, pero la realidad los evidencia cada día más vinculados entre sí. El patrimonio es una realidad ya asumida por la sociedad mientras que el paisaje es una cuestión emergente, dado que aún no existe una verdadera conciencia que lleve a su profundo conocimiento, documentación, conservación y protección. Porque es evidente que nuestro entorno se transforma con rapidez, de una forma descontrolada y de forma casi intuitiva, prácticamente sin planificación, lo que pone el paisaje en peligro, provocándonos distanciamiento y falta de aprecio hacia él. Cada comunidad ocupa un espacio geográfico y lo va adaptando para sí según sus capacidades técnicas y conocimientos, confrontándolas con las limitaciones, dificultades y recursos que va descubriendo o apreciando en ese espacio geográfico, todo ello es lo que irá ordenando el territorio y escribiendo en él la expresión más genuina y duradera del encuentro entre cultura y naturaleza. Pero estos paisajes no adquirirán tal categoría, propiamente la de paisajes, hasta que no sean contemplados como tales, hasta que no sean objeto de miradas específicamente paisajísticas. Cuando esta mirada, y la reflexión que ello comporta, se produce, los paisajes se convierten en huellas naturales y culturales objetivamente presentes en cada territorio y subjetivamente presentes en nuestra percepción. Porque existen distintas percepciones del paisaje, en función de los sujetos que lo viven, de sus vinculaciones con el medio y desde los contextos en los que se efectúan las mismas. El hombre que vive y construye su paisaje, que forma parte de él, que distingue cada uno de sus elementos y se adhiere a ellos de manera afectiva o productiva, que se identifica con sus colores, olores y sonidos cambiantes, no necesariamente tiene por que concebirlo como paisaje en el sentido panorámico o estético. El paisaje es algo profundamente complejo que ha dejado de ser una mera noción pictórica con significación estética para convertirse en un concepto con capacidad para analizar el espacio y estudiar el territorio como lugar socializado. El paisaje cultural es modelado desde un paisaje natural por un grupo cultural, de manera que la cultura es el agente, el área natural es el medio y el paisaje cultural el resultado. (Leighly, 1963) La cultura, entendida como conjunto de técnicas, conocimientos, saberes, valores, representaciones, símbolos, mitos y ritos acumulados por un grupo humano a través de un proceso histórico compartido sobre un mismo territorio. Este territorio es apropiado como un capital por ese grupo, convirtiéndose en el continente de un conjunto de saberes y técnicas que lo han modelado en su forma y es el elemento diferenciador como son otros rasgos culturales. La identidad de Serranía se construye básicamente sobre el reconocimiento, a través de formas visibles en el paisaje, de prácticas agrícolas, de una estructura donde la localización y forma de los árboles, de los campos de cultivo, el relieve, los materiales de construcción... todo ello hace que sus habitantes lo sientan como algo propio. Pero ¿conocemos o recordamos toda la cultura que existe en ese paisaje? Se trata de conocer a fondo, lo que supone de alguna manera reconstruir, el modelo etnográfico que recoja el conjunto de prácticas y saberes aplicados y transmitidos a través de la intervención del hombre sobre el territorio, según los distintos modelos de apropiación social del espacio y su repercusión en la identidad. Y por supuesto aplicar el relativismo cultural, rechazando la superioridad de unas determinadas configuraciones estéticas sobre otras, porque no hay una cultura superior a la otra. Una de las cuestiones clave en los conceptos a los que estoy haciendo referencia es como relacionar patrimonio, memoria y paisaje, es decir su tratamiento como un fenómeno único. Para así abordarlo, tanto en sus aspectos objetivos y formales como en los elementos subjetivos es necesario recurrir a la interdisciplinareidad más allá de una simple suma complementaria para convertirse en un método de conocimiento integral, incorporando seriamente la geografía y la antropología con el fin de construir el modelo etnográfico que nos sirva de referencia para introducir las distintas configuraciones de un paisaje a través de la historia.

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La cultura como elaboración histórico-social necesita un marco espacial para su génesis y reproducción, una porción de naturaleza que una sociedad puede reivindicar como el lugar en el que sus miembros han encontrado de manera permanente las condiciones y los medios materiales de su existencia. Pero ese territorio, que es decisivo en la definición de las identidades colectivas sólo es comprensible a través de la significación particular de diversos referentes como son los límites, el modelo de poblamiento, la arquitectura, los paisajes...

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sobre los que se concentra la percepción. Así la apropiación simbólica de ese territorio lo convierte en un elemento identificatorio y diferenciador y, por tanto, en patrimonio. La tarea de examinar el paisaje, así entendido, es una tarea de especialistas pero debe partir fundamentalmente como una tarea del colectivo que lo habita y usa de muy diversas maneras, porque ese territorio es el lugar, el teatro, donde se relacionan hombres y naturaleza. El paisaje es, a la vez, realidad física objetiva y mirada subjetiva, individual y social, histórica y actual. La clave de la comprensión del paisaje está en su interpretación compleja, que contiene una componente sensible –educación de las miradas-, un componente analítico– aproximaciones desde muy diversas disciplinas- y un componente de convivencia –ordenación armoniosa de las intervenciones. Estamos, por tanto, hablando de aprecio y de desarrollo, de pasado y de futuro. Pero sólo el conocimiento, la valoración social y la divulgación permitirán el despegue y el arraigo de esa realidad que es el paisaje cultural. Realidad que requiere una compleja elaboración para convertirse en patrimonio propio, y a partir de ello en recurso y destino. Se trata de un proceso secuencial a elaborar que parta de la identificación del recurso: folclórico, gastronómico, paisajístico, arquitectónico, de interpretación histórica..., evaluando a continuación los recursos disponibles o los que serían necesarios, para más tarde montar los aparatos asociativos e institucionales de apoyo y divulgación, debiendo ser conscientes que fundamentalmente la sociedad civil, con su empeño, es la que va a sostener y hacer viable este patrimonio cultural, estableciendo un grado de consenso con las administraciones públicas, garantizando entre todos su sostenibilidad, es decir, su viabilidad económica y no dilapidando los recursos existentes, como en el caso de la Serranía son los vertederos más o menos especializados, las explotaciones de canteras y minas... (Catalá Gorgues, 2003) Para ello es preciso determinar la potencial capacidad de carga de ese patrimonio, evitando su banalización y su pérdida. LA SERRANÍA La Serranía es una buena parte de la esencia de las tierras valencianas, tierras que tienen dos paisajes esenciales: la costa y la montaña. Como evidenciaba el geógrafo López Gómez “el llano deslumbrante de las huertas, que oculta el resto del país, ha llevado muchas veces a una visión superficial y falsa, bien al contrario, la realidad ofrece diversas fisonomías y complejos matices, siempre a caballo de una dualidad en contraste, de una doble cara que confiere su personalidad entera a la región”. (López, 1977) Una parte de esta doble cara es esta comarca, una verdadera unidad geográfica que corresponde a la cuenca media del río Turia, con gran profusión de sierras o muelas que proporcionan un agreste relieve que da auténtico sentido a su topónimo. En el relieve de este pequeño universo, dicen los geógrafos que cabe desagregar tres pequeñas unidades: una septentrional, con las muelas de Alpuente; otra central, que corresponde a Chelva; y una meridional donde dominan las formas plegadas de Benagéber y Chelva. Todo de una riqueza patrimonial y belleza que debemos insistir en apreciar en toda su complejidad. Más allá de asentamiento rural y del área irrigada, normalmente por encima de éstos, hay tierras de cultivo de secano, de cereales. Puede considerarse a veces como un espacio a medio camino entre lo agrícola y lo natural. En cierto sentido es reversible, pudiendo desaparecer cuando no es necesario cultivar las tierras. Y por encima de estas tierras, se halla el medio natural representado por el monte, aunque es un espacio muy penetrado por el hombre. Su existencia, condiciona los paisajes agrario y la vida campesina, y habitualmente es propiedad colectiva. El monte sirve de reserva de tierras para poder cultivar en caso de necesidad y permitía pastar a los ganados y controlar las alimañas. Y, en función de todo ello, aparecen los caminos y los poblamientos aislados, con sus arquitecturas para ser habitadas por las gentes y por los animales, y también elementos de captación y almacenamiento de agua, que perdida su función adquieren el carácter de hito en el territorio, de ruina en los que se confía el recuerdo. Como también quedan en ese territorio otras huellas que han dejado sobre el paisaje y sobre la memoria de las gentes recuerdos de todo tipo, reflejada por ejemplo en la toponimia. Muchas veces no posee significado lingüístico sino únicamente identificativa: Ahillas, Benacacira, Barchell, Bercuta..., individualizando el lugar frente a los circundantes, pero en su origen, en el momento de su creación por la comunidad esa palabra tuvo un significado transparente para sus miembros, vinculada a la historia agraria del lugar, a restos de poblamientos... Si logramos determinar el significado

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FIG. 3. La Serranía en el plano de A.J. Cavanilles (1795) (Fundación Giménez Lorente UPV) FIG. 4.

La arquitectura de Chelva vista por Mario

Guillamón (Biblioteca Valenciana GV)

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que poseía el léxico podemos extraer conclusiones de interés para la reconstrucción de la historia local. Pero éste es un trabajo pertenece primero a los lingüistas y debe ser analizado desde el punto de vista fonético, morfológico, semántico, dialectal... para una vez establecida la etimología ser aprovechado por todo tipo de disciplinas, de la historia a la arqueología. El tiempo ha ido dejando huellas sobre la realidad de la Serranía en forma de textos, mapas y planos, fotografías... y con ellas es posible seguir cual ha sido la mirada de propios y extraños sobre este territorio. Uno de los primeros que describió con detalle estas tierras fue Vicente Marés en La Fenix Troyana, publicada en 1681 (Marés, 1681), en esta obra se dice haciendo referencia al Valle de Chelva ...confina con los tres Reynos, Castilla, Aragón y Valencia. Tiene de longitud poco menos de siete leguas y quatro y media de latitud. Es todo riscos, montes y peñascos, y de lo más montuoso de todo el Reyno. En el poco espacio que le queda, tenia 12 pueblos, y entre ellos 3 Villas de importancia, que son Chelva, Sinarcas y Tuexar... Chelva ha sido siempre cabeça de todo el valle, la qual tiene por sus aldeas jurisdicción y contribución a Benajuay, Calles, Domeño, Loriguilla, Iguerguelas, Benagebe, Aguillas, las Garroferas, por otro nombre la Alqueria de Bufera, y Villanueva. Estos tres aora estan desabitados. Entre todos tienen 35 templos, 6 entre Curatos y Vicarias, 36 beneficios y Capellanias, y todos se hallan oy ocupados, en hijos naturales de Chelva y de su valle. Tienen entre todos 1125 casas con sus masadas. Bañan a este valles los rios de Turia y el de Chelva, con una inmensidad de arroyos, fuentes, ramblas y barrancos. Antiguamente fue también Chelva cabeça de la Villa de Manzanera, oy la tienen los Señores empeñada a los Religiosos de San Bernardo. Otro de los prestigiosos narradores que sobre esta tierra ha escrito es Antonio Ponz, (Ponz, 1789) culto sacerdote formado en Segorbe, Valencia y Madrid, quien viajando de Cuenca a Valencia describe en una serie de cartas las cosas más apreciables que va encontrando en su camino

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A dos leguas de continua, y penosa subida, y baxada de una montaña intermedia, á cuyo por el lado de Chelva pasa un riachuelo de bastante agua, que llaman el rio de Chelva, y se junta al Turia cerca de Domeño, está situada Chelva en una colina al lado izquierdo de dicha corriente, que es á la parte oriental. Con el agua que de él se saca mucho más arriba, por medio de una acequia, se riega a la referida colina, y llanuras inmediatas, bien cultivadas de las semillas más necesarias, de arboledas, viñas, huertas, etc.: de modo, que basta á mantener su población de más de mil vecinos. Pertenece en lo temporal al

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Conde de Chelva, hoy Duque de Villahermosa. Su iglesia es muy capaz, con crucero, y cúpula de buena arquitectura; y sobre todo su fachada, que consiste en varios cuerpos sin sombra de ojarasca, y conforme al mejor modo de construir de los antiguos arquitectos... A corta distancia de la villa, como un cuarto de legua, hay un convento de Religiosos Observantes de S. Francisco. Tiene hospital bien dotado, y un depósito de trigo, que sirve para repartir á los labradores pobres al tiempo de la siembra. Y quizás entre todos los que escriben destaca el ilustrado Antonio José Cavanilles, quien dice en sus Observaciones (Cavanilles, 1797) Apenas se sale de Chelva y de su huerta empieza una serie de cerros, que continúan como una hora hasta Tuexar [No sé por donde ni como viajaba el Señor Bowles, que empleó dos horas para pasar de Chelva a Tuexar: yo iba a paso regular, y llegué en una hora], y median entre las huertas de ambos pueblos. La de Tuexar queda en situación honda respecto á la altura de los cerros por donde va el camino: es sumamente fértil y hermosa; pero como se halla toda en una llanura sin interrupción de lomas, ni varía las vistas, ni causa el deleyte que la de Chelva. Se estima mucho el suelo, cuyo valor intrínseco se ha triplicado de 20 años á esta parte, lo que se debe atribuir al prodigioso aumento de la población que vemos en el Vizcondado. Quarenta años hace apénas se cogian en Tuexar 200 cahices de trigo, y hoy pasan de 3400 en años regulares, que lo son casi todos. Un aumento tan considerable de frutos supone otro de brazos á proporción. Los vecinos que al presente hay en este pueblo son cerca de 500, todos labradores. Su huerta es de mejor calidad que la de Chelva; pero á pesar de la aplicación de sus naturales no rinde como se debía esperar; lo que proviene de hallarse en situación alta, y expuesta al norte: con todo despues de sazonados trigos aún produce maices o judías, como sucede en las inmediaciones de Valencia, y tiene muchos frutales, y tal multitud de moreras, que se cogen hasta 1500 libras de seda. Medio siglo después el ingente y sistemático trabajo de Pascual Madoz en su Diccionario, realizado a partir de 1845, recoge de Alcublas (Madoz, 1845) Tiene 500 casas de dos pisos siendo preferibles para habitar las que dan al sur en la calle mayor y fuente, que serán como una tercera parte; hay dos plazas una a cada frente de la iglesia, casa consistorial con su cárcel, una escuela de primeras letras a la que concurren de 50 a 60 alumnos, la dotación del maestro consiste en 3.000 reales anuales pagados de propios; otra escuela de niñas en la que se enseña a las 45 educandas que la frecuentan las labores propias de su sexo, la maestra recibe la pensión anual 1.500 reales de fondos de propios; y una iglesia parroquial bajo la advocación de San Antonio Abad servida por un cura perpetuo de provisión del ordinario y 4 beneficiados... Y ya en el siglo XX Manuel González Simancas lanza otra mirada sobre poblaciones de la Serranía y escribe en el Catálogo monumental de la provincia de Valencia, (González Simancas, 1916) Villar del Arzobispo. Villa populosa que se llamó Benaduf en los tiempos de la dominación musulmana y después de la reconquista hasta que pasó a ser de la cámara episcopal. De

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interés arqueológico sólo existen los vestigios de antigua población en la partida llamada de la Torre o Seña, que debe ser la que alude la Memoria del Príncipe Pío y de donde procedían las inscripciones latinas publicadas por Hübuer... Junto a la letra impresa se encuentra la imagen que acompañándola o sola nos proporciona otra visión sobre estas tierras. Si los mapas y planos han sido una fuente habitual de fijar el territorio, los grabados representa una selección de aquello más importante de los lugares que puede ser mostrado a otros. Por eso Laborde, considerado un espía al servicio de Napoleón, extrajo una serie de imágenes de este paisaje que incluir en su Viaje y que hacen referencia a Chelva y Chulilla. De otro lado, mapas y vistas generales de poblaciones y ciudades ocuparon el universo gráfico hasta el siglo XVIII, documentos de propios pero también de ajenos ya fueran franceses, italianos e ingleses: Oertel (1585), Kremer (1607) Vischer (1689), de Fer (1709), Beaurin (1760), Bonne (1762) o Zaffa (1775), documentos en los que la Serranía no tiene no tiene una identidad bien definida, como muestran las colecciones existentes en la Fundación Giménez Lorente de la Universidad Politécnica. A partir del siglo XVIII comienzan las imágenes sectoriales y paisajísticas que encontramos por ejemplo en Cavanilles que confiere por primera vez personalidad a este territorio, mientras el siglo XIX ve la eclosión de dibujos de viajeros que descubren el viaje por España de un lado, y de otro el nacimiento de la fotografía, que hace más por determinar el patrimonio de un país que todo los textos escritos con anterioridad. El viaje, esa actitud de desplazarse y cambiar de lugar que constituye una iniciativa individual de motivaciones diversas, supone un modo de acortar distancias, de expandir la memoria del tiempo o el hecho fundamental de reconocerse en oposición a la identidad de otros. Es una oportunidad de descubrir y sorprenderse ante paisajes pintorescos y monumentales, o para reconocer lo ya visto y leído, haciendo de aquello que se verifica una fuente de conocimiento. Todo viaje, sostienen Piñar y Sánchez en un reciente texto, constituía una experiencia interior pero también una manera de inventariar el universo visible y apropiarse de sus objetos, o al menos de su apariencia. (Piñar y Sánchez, 2015) Se viaja para estar y se fotografía para permanecer mediante la apropiación de esa presencia, que permite reiniciar el itinerario una y mil veces, como antes lo habían hecho y continuarían haciendo muchos con el lápiz, la acuarela o el diario manuscrito. La fotografía se inserta en una tradición de mecanismos y procedimientos tendentes a precisar la mirada, fijar la observación, transmitir experiencias verosímiles y abrir el mundo a otros que no viajan. La fotografía, a partir de la década de 1840, revolucionaría el modo de viajar, como lo estaba haciendo aceleradamente el ferrocarril, el telégrafo o la prensa ilustrada. Pero al igual que ocurre con los textos escritos, en la Serranía tarda en aparecer en el mundo gráfico y no lo es hasta principios del siglo XX ya que no se encuentra en los caminos por los que se mueven los viajeros, como mucho por ella pasa otro camino pero poco habitual, y por eso se tarda en descubrir sus valores y en compartirlos en un proceso que ahora nos parece tan evidente. Con esta mirada debemos leer hoy las fotografías que encontramos y ver donde han fijado el objetivo sus autores y cual ha sido su motivación, de manera que descubramos en ellas memoria y paisaje. Sea ésta una invitación a conocer la mirada de los otros, entre los que cabe destacar a José Aleixandre (1900-1930), Vicente Peydró (1920-1955), Finezas durante la guerra civil, Mario Guillamón (1970), Francesc Jarque (1980), cuyos archivos se custodian al alcance de todos en la Biblioteca Valenciana, y contrastarla con la nuestra, que no es ni la única ni la más capaz de fijar el patrimonio. CONCLUSIÓN

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La arquitectura, como tantas otras actividades humanas, es una misiva del tiempo destinada a la descomposición. Algunos han adoptado una manera de pensar que asume que un edificio nunca es nuevo, que sus paredes siempre están gastadas, llenas de suciedad y mugre, que nunca existió el punto cero del día en que esa arquitectura comenzó. Así, el territorio y la ciudad se vuelve una acumulación cambiante de huellas, un palimpsesto que se ha de leer y reescribir una y otra vez. Escoger esta perspectiva, pero sin caer en la esterilidad de la nostalgia o un historicismo trasnochado, es negarse a ser esclavos emocionales que bajan los brazos ante el espectáculo de la mortalidad. De esta manera, la arquitectura se vuelve el arte

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del recuerdo, que recoge historias en su construcción material y en su diseño, y revela a través suyo regímenes económicos, políticos y culturales. Cuestionar la arquitectura es negar su papel como lugar simultáneo de memoria y amnesia, disminuir el lugar es disminuir la memoria. Pero la memoria no es nunca una mera continuidad que ofrece viajes temporales entre el presente y el pasado, es una construcción o, mejor, una representación porque implica selección, represión y articulación posterior. Una preservación sistemática del pasado, como estamos acostumbrados a hacer, en la conservación acrítica de edificios, calles y vecindades es también una represión del poder curativo de la memoria. Una memoria que funciona sin reconstrucción es una memoria estéril, propensa a la nostalgia. Y a veces tan importante es olvidar como recordar. Un territorio como el de la Serranía, en el que la presencia humana y sus huellas han sido intensas muestra unas características paisajísticas que, si bien derivan de un particular desarrollo físico en el que la montaña y el río han condicionado históricamente el uso y aprovechamiento de los recursos, la acción humana lo ha modelado fuertemente, pese a encontrarse lejos durante siglos de caminos transitados y está en la base de su identidad. Los episodios históricos que de tanto en tanto la alcanzan se han materializado en sitios, lugar de luchas, ejes de comunicación... que se suman al lento transcurrir y trabajo de sus habitantes reflejado en sistemas de asentamientos, estructuras de población, actividades industriales, fiestas, modos de hacer... Por último, recordemos que la memoria no es un depósito inerte, sino un modo de realizar operaciones mentales aprovechando la experiencia pasada. Pero nosotros podemos decidir lo que queremos aprender, es decir, guiar los mecanismos de la memoria de acuerdo a un plan consciente que nos haga crecer como individuos y como colectivo. Carguemos a la Serranía de identidad, memoria y aprecio por su paisaje cultural, ya que hacer este ejercicio de memoria sobre los lugares en los que vivimos es una forma de proyectar nuestras vivencias y contribuir así a un enriquecimiento de la memoria colectiva, hoy más que nunca posible a través de las nuevas tecnologías, las cuales permiten que cada historia individual sea un componente más de la existencia social. BIBLIOGRAFÍA Libros 1 CAVANILLES, Josep: Observaciones sobre la Historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia. Madrid, 1797. 2 CERVERA, Alfons: El color del crepúsculo. Maquis. La noche inmóvil. Ed. Montesinos. Barcelona 1995, 1997 y 1999. 3 LE GOFF, Jacques: Histoire et mémoire. Gallimard: Paris, 1988. 4 LEIGHLY, J. (ed.): Land and Life: A selection of the Writings of Carl Sauer. Berkeley: University of California Press. 1963. 5 LÓPEZ GÓMEZ, Antonio: Geografía de les terres valencianes. València, 1977. 6 MADOZ, Pascual: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de Alicante, Castellón y Valencia. 1845. 7 MARÉS, Vicente: La Fenix Troyana. Valencia, 1681. 8 NORA, Pierre: Les lieux de mémoire. Paris: Gallimard, 1984. Tomo I, p. 23-43. 9 PONZ, Antonio: Viage de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables, y dignas de saberse. Madrid, 1789. 10 PROST, Antoine: Douze leçons sur l’histoire. Paris: Éditions du Seuil, 1996. Capítulos de libros HAUF I VALLS, Albert: “Pròleg” BENITO GOERLICH, Daniel: El Real Monasterio de la Santísima Trinidad de Valencia. Historia y arte. Valencia, 2008. PIÑAR, Javier y SÁNCHEZ, Carlos: “Oriente al sur. La presencia de Andalucía en el calotipo sobre España (1849-1860)”, en AA.VV.: El mundo al revés. El calotipo en España. Catálogo de la exposición. Pamplona: Museo de la Universidad de Navarra, 2015. Revistas CATALÀ GORGUES, Jesús I.: “L’horitzó mossegat”. Métode, 38. Universitat de València, estiu 2003. FABHET-SAADA, J.: “Sale histoire”. Gradhiva, 10, 1991, p.3-4. Material no publicado GONZÁLEZ SIMANCAS, Manuel: Catálogo Monumental y Artístico de la provincia de Valencia. 1909-1916

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La vivienda tradicional en la Serranía, equilibrio del acervo como respuesta al habitar Ignacio Matoses Ortells Arquitecto y Arquitecto Técnico. Inspector de Patrimonio de la GVA | matoses_ign@gva.es

Resumen: Las viviendas tradicionales de La Serranía son construcciones vinculadas al territorio, a sus características geológicas, a su climatología y a la actividad humana en él desarrollada. Responden de manera eficaz a las necesidades de sus moradores, bajo criterios de economía, aprovechamiento y sencillez. El presente estudio analiza las características fundamentales de la vivienda vernácula de la comarca con el objetivo de ahondar en su conocimiento y contribuir a su valoración y protección. Palabras Clave: Vivienda tradicional, La Serranía, estudio.

1. LA VIVIENDA TRADICIONAL Las construcciones denominadas viviendas tradicionales o casas populares, son ampliamente reconocidas por la sociedad actual, como aquellas que en el ámbito rural, albergaban las funciones básicas del habitar. Su existencia y coincidencia formal con el resto de edificaciones del entorno no es casual, ya que representan la síntesis de la evolución técnica y su transmisión oral entre las generaciones del lugar. He aquí, uno de los motivos de su valorización cutural, por ser la transcripción material de oficios, tradiciones y conocimientos que definían la naturaleza de sus habitantes. Son construcciones vinculadas al territorio, a sus características geológicas, a su climatología y a la actividad humana en él desarrollada. Respondían de manera eficaz a las necesidades primarias de sus moradores, bajo criterios de economía, aprovechamiento y sencillez. Es pues, el terreno, el condicionante principal del aspecto de los edificios; como material de construcción ha sido el principal garante de la integración de las edificaciones tradicionales con su entorno. Los asentamientos en terrenos montañosos se beneficiaban de la piedra extraída en sus canteras, mientras que los de las riberas utilizaban la tierra como material de construcción, obteniendo conglomerantes como la cal, el yeso y las arcillas en función de la disponibilidad de la materia prima para su elaboración. De este modo, se obtenía la armonización entre territorio y construcción, fundamentada en el empleo de las técnicas preindustriales y de los materiales provenientes de la zona. La casa, normalmente, era edificada por el habitador, el cual pretendía resolver las necesidades de cobijo e higiene de su familia, que poco variaban con respecto a las del vecino. Albergaban además su propio abastecimiento, ya fuere material o animal y en muchos casos, servían como resguardo de enseres y productos de determinadas actividades económicas.

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La falta de medios artificiales para generar luz y calor condicionaba la composición de la vivienda y su implantación en el asentamiento. Los edificios se orientaban de manera que la luz natural y el calor del sol mantuvieran las condiciones mínimas de habitabilidad. El orden en la implantación surge del respeto del aprovechamiento solar de los colindantes.

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La envolvente de la vivienda se adaptaba a las condiciones meteorológicas propias del área geográfica en la que se encontraba, ideando sistemas constructivos que facilitaban la transpiración en climas húmedos, la ventilación en climas cálidos o el aislamiento en climas fríos. La conservación de las viviendas tradicionales, se asocia al mantenimiento de la calidad urbana, ya que imposibilita la construcción de nuevos volúmenes discordantes cuya intrusión en la trama histórica, además de entorpecer la silueta paisajística, puede comprometer aspectos determinantes en beneficio de la salubridad y el confort, como el asoleamiento de edificios y espacios públicos. La concepción de la vivienda tradicional guarda un valor intrínseco que la diferencia del diseño de las arquitecturas contemporáneas: la escala humana. La inexistencia en su origen de los medios de locomoción mecánica y sus necesidades asociadas conlleva que los centros históricos guarden relación más cercana con el hombre y sus proporciones, generándose espacios de mayor confort, más agradables a la permanencia y al tránsito. La vivienda popular ha sido profundamente estudiada, desde hace un siglo, como apunta Muñoz Cosme (2014:21), con las primeras aportaciones de García Mercadal, Torres Balbás y Lampérez y Romea. En Valencia ha sido tímidamente reconocida con relativa prontitud, destacando los estudios sobre la Barraca de la huerta de Valencia. Curiosamente en el Catálogo Monumental de la Provincia de Valencia, la única mención a la arquitectura popular se refiere a una vivienda en la aldea de Ahíllas (Chelva) como muestra de la arquitectura de la zona. En la actualidad contamos con valiosa bibliografía que abunda en estudios técnicos y soluciones específicas, auténticos manuales 1, que facilitan las intervenciones. No obstante, pese a la labor documental e investigadora emprendida, la sangría de derribos alentada por una voraz ansia especulativa, sigue aprovechándose de la falta de formación de los técnicos intervinientes y de los prejuicios de los nuevos habitadores, que asimilan lo tradicional a lo viejo y por ende lo catalogan como poco fiable, problemático e inseguro. 2. LA VIVIENDA DE LA SERRANÍA 2.1. Formas de habitar FIG. 1.

Barraca en bancal de Aras de los Olmos.

FIG. 2.

Restos de un corral de Alcublas.

La comarca de Los Serranos de Valencia se sitúa al noroeste de la provincia de Valencia, en una zona montañosa y angosta, por la cual discurre encajonado el río Turia en su curso medio, vía fundamental del transporte maderero a la ciudad de Valencia.

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FIG. 3.

FIG. 03

Croquis de vivienda popular tipo de La Serranía

La región se caracteriza por su escasa densidad de población, la cual se dedicó históricamente a la explotación agrícola y ganadera, dada la casi inexistencia de explotaciones industriales, salvo excepciones en el campo de la minería. En el análisis de la vivienda de La Serranía cabe diferenciar tres tipos de alojamiento en función de la regularidad de la estancia, distinguiéndose de este modo el refugio, la vivienda de temporeros y la vivienda popular. El refugio, habitáculo básico de resguardo ocasional, conocido también como barraca, se utilizaba frente a cambios meteorológicos o imprevistos durante las jornadas de trabajo lejos de la vivienda. Se trata de edificios sencillos, de una planta, sin más huecos en fachada que el acceso, construidos con piedra en seco o mamposterías tomadas con barro y techados con teja cerámica sobre cubiertas de cañizo. Algunas barracas, se insertaban en los bancales, aprovechando su construcción, cubriéndose en estos casos con falsas bóvedas pétreas (fig.1). Podían destinarse a albergar animales, que se protegían de este modo también de depredadores, denominándose en este caso corrales. Son de mayor superficie y disponen de sólidas cercas y cobertizos para este fin (fig.2). Las barracas y corrales forman parte de una extensa red de uso pecuario en las inmediaciones de cañadas y cordeles junto a abrigos, fuentes, abrevaderos y demás. La vivienda de temporeros, se destinaba a alojar a los trabajadores durante los periodos de labor agrícola en las tierras más alejadas del núcleo poblacional. Se emplazan de manera aislada o agrupadas en aldeas, junto a corrales, pajares y otras estructuras aunque sin perder por lo general su carácter exento. La edificación se compone de dos niveles de distribución, con una cerca exterior para la estancia protegida de los animales durante la jornada, pudiendo disponer a su vez de cobertizo. En el nivel inferior se encuentra la estancia del hogar, en la que se concentraban los usos de reposo, comida y aseo. Compartimentada respecto del hogar, pero compartiendo su acceso exterior, se halla la cuadra. El nivel superior se destina a las alcobas, de reducidas dimensiones y altura, con el fin de alojar a mayor número de trabajadores y que su acondicionamiento térmico fuera el adecuado. 26

La vivienda popular de La Serranía, se sitúa en el núcleo de población principal, asentado normalmente en una ladera, al abrigo de una fortificación y en las inmediaciones de un río o barranco.

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Forma parte del tejido urbano, junto a edificios públicos y de servicios, como la Casa de la Villa, la iglesia, el lavadero, la posada, el horno de pan cocer… En las aldeas de población consolidada las viviendas populares tienen carácter exento y disperso. Su construcción y evolución se ajusta de manera directa a las necesidades de la familia que las habitaba, gente humilde, dedicada fundamentalmente a la explotación agrícola de carácter minifundista o a la ganadería de escaso número de cabezas. Ello justifica la distribución en partes diferenciadas de la casa de usos tan diversos y que sin embargo se repiten con exactitud en todos los casos de estudio. Se componen normalmente de entre uno y tres niveles, llegando muy raramente a cuatro. En el inferior, junto a las estancias del hogar y cocina, se distribuye la cuadra o caballeriza, con su pesebre y abrevadero, donde se resguardaban los animales de uso doméstico. El último piso, bajo la cubierta es la cambra. Servía de almacén de provisión de frutos, cereales, paja, aperos entre otros; normalmente se disponían en andanas o colgados de los rollizos, vulgarmente denominados palos, para evitar a los roedores. Se izaban desde la calle por un ingenio, formado por un mástil, que volaba desde la fachada sobre los huecos, rematado con polea o anilla. Este espacio se utilizaba también para el ritual de la matanza del cerdo, o como obrador cuando las condiciones exteriores eran desfavorables, pudiendo disponer en algunos casos de hogar. Enclavadas entre la cambra y las estancias del hogar y caballerizas, están las alcobas. Son habitáculos de pequeñas dimensiones y distribuidos de manera muy fragmentada, quedando algunos sin ventilación directa (fig.3). Excepcionalmente en La Serranía se dan casos de viviendas aisladas, edificios destinados a la explotación agrícola extensiva, se trata de las Masías y Bodegas. Pertenecían a clases sociales más favorecidas, asentadas en lugares próximos a los terrenos a cultivar. Se caracterizan por ser construcciones de grandes dimensiones, con capacidad de alojar a varias familias y con construcciones independientes para los animales. La descripción de los diversos tipos de vivienda enumerados, no debe parecer tan rígida, puesto que existen multitud de casos que no se adaptarían a lo expuesto, por ejemplo, una vivienda de temporeros, en el crecimiento y desarrollo de una aldea, podía utilizarse como vivienda familiar, ampliándose en altura o dividiéndose en varias viviendas. Pese a formar parte del ámbito de estudio, no se profundizará en las viviendas señoriales implantadas en núcleos tradicionales, ya que por su carácter monumental, se encuentran habitualmente reconocidas y conservadas. En las zonas de ampliación urbana y en las calles y plazas principales de los núcleos principales se establecen edificios pertenecientes a las clases sociales más elevadas. Aunque heredan la mayoría de sistemas constructivos propios de la vivienda popular, se distinguen en las proporciones y especialmente en los tratamientos de la fachada, con recursos compositivos propios del modernismo que denotan la presencia de un arquitecto o maestro de obras en sus diseños. 2.2. Características de la vivienda popular serrana Ninguna pretensión estética, ninguna preocupación escolástica, ni de estilos inspiró al aldeano; sólo el propio bienestar y uso adecuado de los materiales del suelo, y los sistemas constructivos de ellos derivados. García Mercadal (1930:27), describe magníficamente las auténticas motivaciones consideradas para edificar la vivienda popular. El bienestar, está profundamente vinculado a la salubridad y al confort térmico; La Serranía sufre una climatología irregular: eminentemente seca pero con precipitaciones puntuales de carácter copioso, con inviernos tibios aunque con jornadas frías y veranos generalmente cálidos.

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Condicionada por estos parámetros, la implantación de la vivienda es reiterada en la mayoría de los casos: agrupaciones compactas de edificaciones, entre medianeras y con longitudes de fachada contenidas, en comparación con la profundidad edificable. Se lograba de este modo controlar la orientación de los paramentos en contacto con el exterior, que buscan el sol de mediodía. Las viviendas se cubrían con tejados con pendientes próximas a los 30 grados, resueltas a una o a dos aguas, en función de su implantación urbana, puesto que en algunos casos eran pasantes y en otros colindantes en la parte trasera. Los revestimientos o costras de fachada, se protegían con aleros de imposta de fábrica de ladrillo, a menudo decorados con motivos geométricos, sobre los que apoyaban escalonamientos del tejado o tejas canales de gran formato, que liberaban al muro de la escorrentía (fig.4). Posteriormente, en determinados casos, se sustituyeron los canales por canalones metálicos con gárgolas que imitaban dragones. Son menos habituales las casas en las que el alero se construía con canes de madera. Las fachadas están poco perforadas, a excepción de los huecos de la cambra o de algún balcón extemporáneo, con el fin de evitar pérdidas calóricas en las noches de invierno. Pese a que la lógica constructiva y los criterios actuales de integración en contextos históricos aluden a la simetría y a la superposición de huecos, la realidad en La Serranía es diversa, los huecos se abrían en función de las necesidades en la distribución, y se abrían otros tantos si las necesidades variaban, cuidando poco el aspecto exterior. La estrategia adoptada en la vivienda vernácula serrana para la conservación térmica se complementaba con la sectorización; al compartimentar el acceso y las escaleras en todos sus tramos, se lograba atemperar más eficazmente los espacios, puesto que las fugas de calor se minimizaban y los espacios de reducido volumen se acomodaban a la temperatura humana con mayor velocidad. La gran inercia térmica de los muros de fachada, por efecto de su materialidad y espesor, aportaba equilibrio térmico a los habitáculos ya que desprendían por las noches el calor adquirido por la radiación solar del día. Dicha envolvente muraria conducía el calor originado en planta baja por el hogar (fig.5) y las bestias hacia los niveles superiores, un efecto chimenea que se disipaba en la cubierta, acondicionando los niveles de la vivienda y desecando sus componentes leñosos. Indiscutiblemente el elemento que más contribuye al acondicionamiento térmico de las viviendas tradicionales es la cambra. En verano, servía de espacio cubierto del sol y ventilado, por tanto fresco, contribuyendo a reducir la temperatura de la vivienda. En invierno el efecto era contrario, ya que se disponía de un espacio resguardado del aire frío del exterior, alejando la nieve de las estancias habitables; se comportaba de este modo como un magnífico filtro que suavizaba la transición del exterior al interior. Otra propiedad reseñable de la vivienda tradicional, construida con una cantidad considerable de madera en forjados y carpinterías, es el confort higroscópico. La madera, el cañizo y los enyesados absorben el exceso de humedad interior, contribuyendo a generar espacios más salubres.

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El sistema de cierre de los vanos, en sus versiones primigenias se realizaba exclusivamente de madera; no es hasta el siglo XIX cuando se introducen las ventanas de vidrio con contraventanas de madera. El control lumínico se obtenía con persianas exteriores, confeccionadas con esparto o madera, lográndose también con ventanucos sobre la propia carpintería. Otro recurso era el uso de cortinas, con cordones de esparto y corcho de alcornoque. Los cierres, pestillos, barrotes y barandillas eran también de madera, y su elaboración dependía del uso; para los ventanucos de las cuadras se utilizaban ramas descortezadas, por el contrario en la fabricación de los balaustres para las barandillas de los balcones la madera se tallaba

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FIG. 04

FIG. 05

FIG. 4.

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FIG. 07

Alero y mástil en vivienda de Chelva.

Estancia del hogar en el despoblado de La Olmedilla (Tuéjar)

FIG. 5.

FIG. 6. Apertura de balcón en alzado de vivienda en La Puebla de San Miguel. FIG. 7.

Detalle de balcón tradicional con jambas y

dintel pintados en añil. Tuéjar. FIG. 8.

Muro de tapia Serrana sobre zócalo de 29

mampostería. Titaguas.

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obteniendo piezas regulares. Los balcones de madera requerían de techumbres para la protección de sus elementos. La forja, se utilizaba en los edificios de carácter ostentoso, normalizándose más tarde con la introducción de una gran cantidad de elementos metálicos: balcones, barandillas, bisagras, rejerías, aldabas…, es en este momento cuando se generalizan las balconadas en fachada para el dormitorio principal, anacronismo que alteró significativamente los alzados (fig.6). 2.3 Materialidad y sistemas constructivos 2.3.1 Materialidad Como se ha expuesto anteriormente, los materiales utilizados para la construcción se obtenían del entorno, ““las calles son estrechas, y los edificios reducidos a lo puro necesario: hay en ellos y en las calles sillares y cantos de mármoles negruzcos, por ser la piedra más abundante en aquel recinto”” (Cavanilles, 1797:81). Los estrictamente necesarios para la construcción eran la tierra, las piedras, la madera, el cañizo, la arcilla, la cal, el yeso y el agua. Diversos oficios provenían de la obtención de los materiales, como el cantero, el tejero o el talador. Innegablemente los estudios de carácter antropológico son imprescindibles para la comprensión de la arquitectura tradicional, en este sentido los testimonios recogidos en la comarca por Mª Ángeles Arazo (1970:38), relatan entre otros ejemplos, la dureza de los trabajos y las técnicas empleadas en la obtención y elaboración de materiales y su uso para la construcción. Tres semanas. No se volvía al pueblo pa ná. Nos llevábamos el hacha, un colchón con paja, dos mantas y una piel de borrego. […] Se trabajaba en pareja. Primero se hacía la cotana, que es el corte con hacha; y después, según por donde soplaba el viento, se metía el sierro y dale que dale. […] Yo he llegao a ver pinos que necesitaban tres parejas de hombres, seis hachas. Para la elaboración de la cal, las tejas y el yeso era necesaria la utilización de hornos de producción de los materiales, que se construían junto a las canteras de caliza y aljez o en tierras arcillosas en el caso de las tejerías. Los materiales leñosos destinados a la construcción, como la caña o los rollizos, se extraían los meses de invierno, cuando la savia está inactiva, y en la fase de luna menguante, para evitar fragilidad y ataques de xilófagos. Incluso la obtención de la tierra requería de un proceso de selección y tratamiento, para lograr las propiedades adecuadas del material en función de su utilización. Se debía prescindir de la capa vegetal, buscando el equilibrio idóneo entre arcilla, limo, arena y grava, con el fin de adquirir cohesión, resistencia y poca retracción (Font, 2009:36-46). Para los revestimientos de fachadas e interiores se utilizaba la pintura de cal, obtenida del apagado de la cal con abundante agua, que cumplía dos funciones, la mayor captación solar en fachadas, por su tonalidad blanca característica, y la contribución a la salubridad por sus propiedades bactericidas. Una imagen característica de La Serranía, y muy común en los pueblos del mediterráneo, es la decoración con tonos añil de las jambas y dinteles de los vanos, e incluso de interiores de vivienda. El tinte añil de la pintura de la cal, de obtención vegetal, repelía a los insectos, protegiendo así el interior de las viviendas (fig.7). 2.3.2 Sistemas Constructivos

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Las técnicas constructivas empleadas para la construcción de viviendas tradicionales en la comarca de La Serranía, surgen de la aplicación de la tecnología existente a los materiales disponibles para solventar los requerimientos básicos de habitabilidad.

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La estructura portante se formaba esencialmente de muros de carga, los cuales podrían estar complementados con algún pilar para acortar la luz de forjados y cubierta. Para su edificación se empleaban dos técnicas constructivas principalmente, la obra de fábrica de mampostería y la tapia; en las poblaciones de La Serranía alta, existen también entramados de madera, estructuras mixtas de madera y fábrica que tienen su origen en la tradición constructiva castellana. La mampostería ordinaria tomada con barro es el tipo de fábrica más abundante, empleándose a su vez para las cimentaciones, pilares y para los zócalos que servían de protección de los muros de tapia. Los tipos de tapia más habituales son, la calicostrada, elaborada con tierra apisonada y mortero u hormigón de cal y la tapia calicostrada reforzada con sillarejos dispuestos ordenadamente; este tipo de tapia, que denominamos tapia Serrana por ser muy característica de la comarca, guarda estrecha relación con la tapia Valenciana (fig.8). Los forjados se componían generalmente por rollizos apoyados en los muros de carga y en las vigas maestras de madera y entre ellos, se disponían los revoltones de yeso o de ladrillo cerámico. En los casos de forjados más humildes los entrevigados eran de cañizo o de tablones de madera. Sobre dicha estructura se extendía una capa de argamasa de yeso o de cal. El sistema constructivo empleado en las cubiertas era similar al de los forjados, con rollizos biapoyados sobre las vigas maestras y los muros de fachadas y con cañizo o madera como elementos de entrevigado. El tejado, era de teja cerámica sobre lecho de tierra enriquecida con cal, donde el alero solía asegurarse con grandes piedras debido a los fuertes vientos de la zona. Las escaleras se construían habitualmente con bóvedas tabicadas de ladrillo aunque también se pueden encontrar escaleras realizadas con cañizo o con rollizos. La compartimentación interior se realizaba con tabiques de ladrillo cerámico en la mayoría de los casos, pero también era habitual el tabique de cañizo atado a listones de madera y relleno de mortero de yeso. 3. EL COLAPSO DEL EQUILIBRIO TRADICIONAL La vivienda tradicional, como se ha descrito en el presente estudio, constituye el equilibrio de un sistema que resuelve las necesidades básicas del habitar. Se servía para ello de las técnicas constructivas y conocimientos transmitidos a lo largo de las diversas generaciones, basadas en el empleo de los recursos de la zona para afrontar las circunstancias adversas propias del lugar. Un sistema cuyos elementos responden a las necesidades de las formas de habitar de quienes las construyeron y que se ordenan atendiendo a criterios de compatibilidad y aprovechamiento. Obviamente, aunque las dificultades climáticas sean similares a las de antaño, los requisitos de habitabilidad y confort han variado significativamente durante el S. XX. También ha variado el modo de construir, produciéndose una estandarización e industrialización de materiales y sistemas constructivos, que se adecuan a las nuevas tipologías edificatorias ideadas. Las premisas en la concepción de estas arquitecturas no coinciden necesariamente con los de la arquitectura vernácula, desatendiendo en su diseño conceptos como la adaptación al lugar o el aprovechamiento de los recursos próximos, entre otros. El colapso del equilibrio tradicional, surge cuando, en la búsqueda de la mejora del confort de la vivienda existente, se introducen materiales y sistemas constructivos impropios. Estas intervenciones, motivadas normalmente por el desconocimiento de las soluciones tradicionales y sus sistemas constructivos asociados, tienden a la sustitución indiscriminada de los elementos característicos, ocasionando desequilibrios del sistema tradicional e incompatibilidad entre materiales. Las consecuencias son el empeoramiento profundo de las

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FIG. 9. Actuaciones inadecuadas en vivienda de la Cuevarruz (Alpuente) FIG. 10.

Evolución natural de la vivienda

popular. Titaguas.

FIG. 09

FIG. 10

condiciones de habitabilidad, la aparición de patologías inexistentes hasta ese momento y la alteración formal de la tipología y por adición de los conjuntos urbanos. Existe un catálogo de ejemplos de sustituciones impropias, con sus patologías asociadas, que lamentablemente caracterizan la mayoría de las obras en estos municipios. El derribo de una cubierta tradicional y su sustitución por un forjado de hormigón armado, con la excusa de la existencia de alguna filtración puntual, pero motivada por el ansia de la rehabilitación del espacio de la cambra, genera: la inserción de un gran empuje en la cabeza de los muros de fachada para el cual no están dimensionados, a su vez origina la desprotección del revestimiento del alzado por eliminación de los aleros, introduce además la necesidad de sustituir el resto de la estructura y destruir otros elementos como las chimeneas, elimina la cambra y por derivación parte del sistema de climatización natural de la vivienda, eleva el edificio alterando el asoleamiento de los colindantes… Y de igual modo, otras tantas intervenciones como los revestimientos inadecuados en fachada o la total eliminación de los existentes, la introducción de zócalos, la apertura incontrolada y desproporcionada de huecos, la sustitución de las carpinterías y los sistemas de cierre, etc. (fig. 9) La vivienda popular de La Serranía, en el devenir de sus diversos usos, también sufría gran cantidad de intervenciones, como reformas y ampliaciones, las cuales, aprovechaban sustancialmente las preexistencias, empleando las técnicas constructivas y los materiales compatibles con los preexistentes y sin alterar el equilibrio existente. (fig.10). La evolución de los requisitos de confort y las necesidades derivadas de las nuevas formas de habitar deben de ser atendidas, del mismo modo, adaptando los espacios a los nuevos usos, introduciendo nuevos elementos que favorezcan dichos requerimientos, pero de una manera compatible y respetuosa, sin despreciar las lecciones de aprovechamiento, sostenibilidad, ahorro e implantación de la tradición del lugar. 4. EL CONOCIMIENTO COMO ORIGEN DE LA VALORIZACIÓN

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La conservación de la arquitectura vernácula, está irremediablemente vinculada a la formación de los técnicos en el conocimiento y usos de las tipologías, técnicas constructivas y materiales tradicionales. La actual carencia formativa en este ámbito, motiva la total desconfianza en

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la capacidad de los elementos que conforman las viviendas populares, fomentando de este modo, actuaciones inadecuadas que se fundamentan en la sustitución y el derribo. A su vez, la recuperación de los oficios tradicionales, como fuente de riqueza y trabajo en la comarca, contribuiría a una mejor conservación del patrimonio vernáculo y consecuentemente ayudaría a un aprovechamiento turístico necesario para la supervivencia de los municipios de interior. Hasta ese momento, deberán de ser los Catálogos de Bienes y Espacios Protegidos, y los técnicos municipales encargados de su gestión, los responsables de la conservación de la arquitectura popular. AGRADECIMIENTOS A todas las personas que han contribuido a la celebración de la primera edición del Congreso Comarcal Valenciano de Arquitectura Tradicional y Patrimonio, TRADIArq 2015. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Arazo, M.A., (1970): Gente de la Serranía. Valencia. Ediciones Prometeo. Arazo, M.A. y F. Jarque, (1995): Arquitectura popular valenciana. Valencia. Servicio de Publicaciones de la Diputación Provincial de Valencia. Besó, A., (1994): Habitat y arquitectura tradicional en el paisaje agrario de los Serranos. Valencia. Centre d´Estudis d´Historia Local. Bordils, J. y S. Seva, (1999): El color en la arquitectura tradicional valenciana. Valencia. Bancaja. Casanovas, X. Y otros (2007): Método RehabiMed. Arquitectura Tradicional Mediterránea. Barcelona. Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Barcelona. Cavanilles, A.J., (1797): Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reino de Valencia. Madrid. Imprenta Real. Cervera, T. y otros, (2007): Sot de Chera . Estudio histórico-lingüístico. Valencia. Ayuntamiento de Sot de Chera. Del Rey, J.M., (1998): Arquitectura rural valenciana: tipos de casas dispersas y análisis de su arquitectura. Valencia. Generalitat Valenciana. Flores, C., (1979): La España popular: raíces de una arquitectura vernácula. Madrid. Aguilar. Font, F. y P. Hidalgo, (2009): Arquitecturas de tapia. Castellón. Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Castellón. García, F., (1981): La casa popular en España. Barcelona. Gustavo Gili. Garín, F. Mª. y otros, (1986): Catálogo Monumental de la Provincia de Valencia. Valencia. Federico Domenech S.A. Herrero, V. y G. Herrero, (1969): Alpuente y la Stma. Virgen de la Consolación. Segorbe. M.Tenas. Hidalgo, J. y I. Matoses, (2012): Arquitectura defensiva islámica en el curso medio del Júcar. IV Congreso de Castellología. Madrid. A.E.A.C. Mileto, C. y F. Vegas, (2008): Homo faber. Arquitectura preindustrial del Rincón de Ademuz. Casas Altas. Mancomunidad de municipios del Rincón de Ademuz. Mileto, C. y F Vegas, (2011): Aprendiendo a Restaurar. Un manual de restauración de la arquitectura tradicional de la Comunidad Valenciana. Valencia. COACV. Muñoz, A., (2014): “Un siglo de investigación sobre la arquitectura tradicional en España” en Patrimonio Cultural de España. Año 14, número 8, Arquitectura tradicional. Pp.21-29. Pena, J., (1974): Chelva estudio geográfico. Valencia. Publicaciones del Instituto de Geografía de la Institución Alfonso El Magnánimo. Sebastián, V., (1991): Aproximación a la historia de la Baronía de Chulilla. Valencia. Ilmo Ayuntamiento de Chulilla. Valiente, J.M., (1999): Materiales de construcción. Yesos, cales y cementos. Fundamentos. Valencia. SPUPV. Valiente, J.M. y E. Arilla, (1992) Materiales de construcción pétreos artificiales: cerámicos y vidrios. Valencia. SPUPV Zaragozá, A., (2005): La arquitectura popular de piedra en seco como memoria cultural. En el seminario “La doctrina de la restauración a través de las cartas internacionales”. Valencia. Máster de Conservación del Patrimonio Arquitectónico. Dirección General de Cultura GVA. (visitado el 20 de febrero 2015): Inventario de bienes inmuebles etnológicos, http:// www.cult.gva.es/dgpa/etnologia/etnologia.asp NOTAS ACLARATORIAS 1. Para abundar en soluciones técnicas específicas de conservación ver: Mileto, C. y F Vegas, (2011) Aprendiendo a Restaurar. Un manual de restauración de la arquitectura tradicional de la Comunidad Valenciana. Valencia. COACV

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Arquitectura tradicional en Castilla y León. La comarca de Tierra de Campos; iniciativas y experiencias de puesta en valor Félix Jové Sandoval Dr. Arquitecto. Profesor Titular de Construcciones Arquitectónicas. Universidad de Valladolid / Escuela Técnica Superior de Arquitectura | fjove@arq.uva.es Cátedra Juan de Villanueva / GrupoTIERRA | www.uva.es/grupotierra

Resumen: Castilla y León, además del importante Patrimonio Arquitectónico Monumental que atesora, guarda también, distribuido por su extenso territorio, un importante y muy numeroso legado de Arquitectura Tradicional que en los últimos años está empezando a valorarse positivamente. Este hecho viene apoyado en ciertas iniciativas institucionales y, sobre todo, en un cambio de mentalidad por parte de la propia sociedad que está dando lugar a su puesta en valor como recurso económico y patrimonial. Que la arquitectura tradicional empiece a estar de moda es una buena señal. Baste con citar el Plan Nacional de Arquitectura Tradicional (PNAT) puesto en marcha por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, y que en su memoria de intenciones califica el patrimonio vernáculo como una parte sustancial de nuestro patrimonio cultural. Una de las comarcas naturales de Castilla y León es Tierra de Campos. La comarca posee unas características geográficas, sociales e históricas afines que han dado lugar a una arquitectura tradicional muy característica con una fuerte presencia del barro y la tierra como material de construcción. Entre las iniciativas y experiencias de puesta en valor de esta arquitectura se encuentra la creación del Centro de Estudios de la Arquitectura Tradicional, que se ubicará en el municipio de Villalón de Campos, en la casa del antiguo Hospital de la Vera Cruz de San Juan del siglo XVIII. Entre sus fines, además de atender al estudio de la arquitectura tradicional, se encontrarán los de servir como centro de formación para recuperar, potenciar y difundir los oficios tradicionales. Oficios que en muchos casos se encuentran olvidados, y que es necesario rescatar para poder llevar a cabo las labores de conservación de su patrimonio tradicional. Palabras Clave: Arquitectura tradicional, Tierra de Campos, Castilla y León.

ARQUITECTURA TRADICIONAL EN CASTILLA Y LEÓN Castilla y León, la comunidad autónoma más extensa de España, atesora un importante y muy numeroso patrimonio arquitectónico. En términos de números destaca por sus ocho bienes culturales Patrimonio de la Humanidad, casi mil ochocientos Bienes de Interés Cultural clasificados, ciento doce conjuntos históricos, doce catedrales, más de quinientos castillos y la mayor concentración de arte románico del mundo. Donde tres de sus capitales de provincia son consideradas como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; Ávila, Salamanca y Segovia.

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Con este panorama cabría pensar que la arquitectura tradicional ha quedado relegada a un segundo plano. Este hecho -aún siendo cierto- puede matizarse favorablemente, ya que en los últimos años se están llevando a cabo iniciativas públicas y privadas que están ayudando a valorar esta arquitectura, y que nos hace pensar en que el importante legado de arquitectura tradicional de Castilla y León, distribuido por la extensa geografía de sus nueve provincias; Ávila, Segovia, Soria, Burgos, Palencia, León, Zamora, Salamanca y Valladolid, tiene nuevas oportunidades para su conservación.

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Sin lugar a dudas, la iniciativa institucional más importante de los últimos años ha sido la inclusión, dentro de la Ley de Patrimonio Cultural de Castilla y León (JCyL 2002), de la categoría de patrimonio etnológico, definido como; “Los lugares y los bienes muebles e inmuebles, así como las actividades, conocimientos, prácticas, trabajos y manifestaciones culturales transmitidos oral o consuetudinariamente que sean expresiones simbólicas o significativas de costumbres tradicionales o formas de vida en las que se reconozca un colectivo, o que constituyan un elemento de vinculación o relación social originarios o tradicionalmente desarrollados en el territorio de la Comunidad de Castilla y León”. Pero también deberíamos hablar de un cambio de mentalidad en cuanto a la apreciación positiva de la arquitectura tradicional por parte de la sociedad y los propios usuarios. En este sentido, y dado el carácter privado de prácticamente la totalidad de las construcciones tradicionales, ha de ser el propietario y usuario del bien, el actor fundamental en las iniciativas de conservación de este patrimonio, contando con ayudas, exenciones fiscales o subvenciones públicas que deberán reglamentarse adecuadamente. Efectivamente, es el propietario quien debe comprender la importancia y el valor de la arquitectura tradicional como recurso económico. Recurso capaz de convertirse en motor de desarrollo local y en herramienta de fijación de población en el medio rural. Dentro de este cambio de mentalidad que se está produciendo, se encuentra también la comprensión de que son precisamente los materiales y sistemas constructivos tradicionales los que le confieren su valor añadido, de manera que la conservación de esta arquitectura ha de hacerse, necesariamente, manteniendo sus materiales y sistemas constructivos. Por encargo de la Dirección General de Patrimonio Cultural de Castilla y León se realizó un extenso trabajo de documentación de bienes inmuebles integrantes del patrimonio etnológico de la Comunidad. Este proyecto, conocido por su acrónimo BIPE´s, se insertaba en las acciones previstas en el Plan Sectorial del patrimonio etnológico del Plan PAHIS 2004-2012, y se llevó a cabo bajo la dirección de un equipo de profesores de la Universidad de Valladolid adscritos a la Escuela de Arquitectura1, contando para su realización con la ayuda cualificada de un amplio número de colaboradores externos. El proyecto se integra en un Sistema Territorial de Patrimonio global de inmuebles, conjuntos y lugares integrantes del Patrimonio Etnológico representativos de los diferentes espacios territoriales y modos de vida agropecuaria de Castilla y León y se reflejaron en el libro; “Edificios y Conjuntos de la Arquitectura Popular en Castilla y León” (Sáinz, 2012). Los objetivos específicos del trabajo se concretaron en la realización de estudios y trabajos de documentación, y en la planificación de intervenciones de recuperación e iniciativas de gestión viables en el conjunto de la arquitectura tradicional. Estos objetivos continúan en el plan PAHIS 2020 del Patrimonio Cultural de Castilla y León, que según su ideario propone: “avanzar en la planificación, consolidar políticas de sostenibilidad, impulsar la concertación público-privada, incentivar la corresponsabilidad civil y potenciar las acciones de valoración social y económica”. Se establecen como principios generales: la sociedad y el territorio, la cooperación con los ciudadanos, la generación y transmisión de conocimiento y la gestión integral. Ya en el año 2007, el gobierno de Castilla y León había presentado el libro; “Patrimonio arquitectónico de Castilla y León” (Nieto, 2007) compuesto por seis voluminosos tomos, en el que dedicaba precisamente el Tomo V a la Arquitectura tradicional y a la Arquitectura preindustrial, industrial y del hierro. Haciendo un recorrido por la arquitectura tradicional característica de las diferentes provincias y de las comarcas con identidad propia interprovincial. Este hecho, en sí mismo, constituye ya un hito y un cambio de mentalidad en relación a la consideración de la arquitectura tradicional como parte integrante del Patrimonio Arquitectónico. Además, dentro del nivel máximo de protección del patrimonio, se articula la posibilidad de declarar como Bien de Interés Cultural BIC con la categoría de Conjunto Etnológico, a conjuntos de edificios o instalaciones rurales pertenecientes a la arquitectura tradicional. Quedando definido de la siguiente manera; “Conjunto etnológico: paraje o territorio transformado por la

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FIG. 01

FIG. 02

FIG. 03

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FIG. 1. Bodegas tradicionales en Castilla y León. Barrio de bodegas de Baltanás (Palencia), incoado Bien de Interés Cultural con la categoría de

Conjunto Etnológico. FIG. 2. Soportal tradicional en Tierra de Campos. Casa del Hospital de la Vera Cruz de San Juan.

Villalón de Campos (Valladolid). FIG. 3.

Casa del Hospital de la Vera Cruz de San

Juan, sede del futuro Centro de Estudio de la Arquitectura Tradicional. Villalón de Campos (Valladolid). FIG. 4. Arquitectura Tradicional en Boada de Campos (Palencia). Silo agrícola y guarda de aperos.

FIG. 04

acción humana, así como los conjuntos de inmuebles, agrupados o dispersos, e instalaciones vinculados a formas de vida tradicional”. Un ejemplo de este cambio de mentalidad del que hablábamos, unido a las posibilidades de protección patrimonial, podría ejemplarizarse en la reciente incoación del expediente de declaración BIC por parte de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Junta de Castilla y León (JCyL, 2/07/2014) de un barrio de bodegas tradicionales. Nos referimos al barrio de bodegas de Baltanás en Palencia, sobre el que hemos realizado los trabajos de documentación y toma de datos. No cabe duda de que las bodegas constituyen una relevante muestra de patrimonio etnográfico asociado a los sistemas productivos del vino. Es un patrimonio representativo de un pasado y de unas formas de vida casi en el olvido, digno de ser conservado y transmitido a generaciones futuras, cuya pérdida de uso da lugar al abandono y, como consecuencia, a su progresivo deterioro que termina con el hundimiento y ruina del espacio excavado. El barrio de bodegas de Baltanás es uno de los conjuntos excavados periféricos más importante de Castilla y León, no sólo por su extensión y número de bodegas, sino también por su buen estado de conservación, su antigüedad y su característica estructura urbana y paisajística. Está formado por 374 bodegas que conforman un barrio extramuros, anexo al caserío, con una identidad propia muy fuerte. Están excavadas y agrupadas en cinco niveles superpuestos, situados alrededor de un cerro siguiendo sus líneas de nivel. El cerro se conoce con el nombre del Castillo, testimonio de la existencia de un castillo de origen medieval que defendía el primitivo núcleo urbano. Conviene decir que los impulsores fundamentales de este proyecto han sido precisamente los propietarios y usuarios de las bodegas, con el apoyo del Ayuntamiento y el equipo de trabajo de la Universidad.

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