*** Muñoz, en su afán de investigarlo todo, a mediados del 2004 se encuentra con una bomba mientras le toma declaraciones a proxenetas y administradores de privados. En esta etapa del juicio, nombres de personalidades saltan a las páginas de su expediente. Muchos de ellos, sin destino en el proceso que tramita. Parte con Wilfredo Walter Villarroel Arana, uno de los proxenetas que mantiene preso, que le entrega la historia reciente del comercio sexual santiaguino. Villarroel, nacido en Calama, llegó en 1987 a Santiago, cuando tenía 25 años. Se inició en un privado de calle Diagonal Cervantes, cerca de la Plaza de Armas, que regentaba un tipo llamado Eugenio Mardones. Villarroel administraba las piezas que las distintas parejas de hombres arrendaban. En 1992 se independizó e instaló su propio negocio en Huérfanos 713. Contrató a mujeres (“Johanna”, “Andrea”, “Carla” y “Katy”) y conoció a otros “empresarios” del rubro, especialmente a “Boris” y “Johanna”, una pareja que en ese entonces tenía un local en Agustinas con Mac-Iver. Ellos lo contactaron con otro personaje que era muy conocido en el ambiente: el Claudio de Vitacura, un tipo de mucho dinero que organizaba orgías en las que se pagaba muy bien y al que empezó a abastecer con regularidad. Al tiempo, Villarroel arrendó otro local, en Agustinas 691. Allí sumó dos mujeres a su equipo y contrató a jóvenes: Ricardo, “Micki”, Andrés, Luciano Oteiza y otros. Al año, abrió un departamento en Bilbao con Amapolas. En todo ese tiempo continuó mandando gente a las fiestas de Spiniak, especialmente “cuando ‘Boris’ no tenía muchachos, me pedía que le prestara algunos chicos, entonces él me pagaba por ello”. El privado de Bilbao duró hasta 1997, cuando se mudó a Carlos Antúnez donde estuvo hasta el allanamiento que en 1998 practicó la policía en su local por orden del 21 Juzgado del Crimen. Cuando quedó libre, decidió emigrar a Valparaíso y arrendó un departamento en calle Pedro Montt 1991. A partir de allí comenzó una serie de mudanzas que incluyeron Viña del Mar y Valparaíso. En ese tiempo, Villarroel conoció a Patricio Egaña, que empezó a venderle droga. En noviembre del 2001, dijo al juez Muñoz, empezó un negocio legal: una empresa de aseo industrial que suministraba personal a empresas y daba asesoría legal. La mantuvo hasta el 2003. También abrió un restaurante: la Picá del Héctor, en Valparaíso. Y luego, en medio del interrogatorio, tiró su bomba:
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“Durante el tiempo que tuve privados en Santiago y Valparaíso en una sola ocasión me correspondió atender a una persona pública, me refiero al señor alcalde de Valparaíso Hernán Pinto, quien me visitó cerca de siete y ocho veces al privado de calle Arlegui, no recuerdo numeración, departamento 11, donde se atendía en el mismo lugar con los jóvenes que trabajaban para mí. De ellos recuerdo que los atendió Luciano Oteíza, Miguel Carvajal, el Jaime por Jaime Manríquez, Andrés López Escalante, Esteban Salas González y otros muchachos que no ubico, ya que los conseguía de otros privados específicamente (del que tenían) Sergio Vera y Marcos Donoso. El privado de Sergio Vera está ubicado en calle Diana 3, Viña del Mar. También conseguí jóvenes de un privado de un tal Marcos, en calle Ecuador, en Viña del Mar. Recuerdo que los muchachos comentaban que les daba asco atender al alcalde Pinto porque tenía granos o verrugas en la zona genital, siendo bastante notorio. La vinculación con Pinto se produjo en el año 99, pues era cuando yo arrendaba el departamento de calle Arlegui, personalmente nunca lo atendí y los jóvenes me hicieron referencia que era muy desagradable atenderlo, ya que tenía muchas verrugas o lunares de carne en los genitales, especialmente entremedio de las piernas. El nombre que usaba el alcalde era ‘Miguel’, por lo que yo lo identificaba perfectamente, transcurriendo en forma discreta las atenciones hasta que en la última oportunidad ésta no fue de su satisfacción y dijo que no pagaba y que no volvía nunca más, lo que cumplió. Hasta mi privado llegó por un aviso que yo tenía en El Mercurio de Valparaíso, pero tengo entendido que concurría a otros privados, específicamente donde Marcos Donoso y Sergio Vera, lo que se sabía ya que era que bien exigente y le gustaba atenderse con varios muchachos al mismo tiempo, pidiendo que le efectuaran sexo anal, pero costaba que los jóvenes lo hicieran por el problema que expresaba de las verrugas y su mal olor corporal, lo que se sumaba a su sobrepeso que en esa época tenía”.
A Spiniak, dijo Villarroel, nunca lo conoció. Sus contactos siempre fueron telefónicos. Nunca, explicó, le mandó jóvenes desde la V región
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“porque pagaba poco, cuarenta lucas, quedando solamente para mí $ 20.000 y como lo solicitaba por toda la noche no era rentable”. El 23 de junio Miguel Carvajal volvió a declarar con Muñoz. Reconoció haber trabajado en el privado de Valparaíso de Villarroel en 1999 cuando tenía 17 años. En ese tiempo, dijo que atendía clientes en el puerto y otros que él tenía de antes en Santiago, por lo que viajaba regularmente. En los cuatro privados de Villarroel en los que trabajó, dijo, había jóvenes que tenían entre los 16 y los 18 años. El 24 de junio Héctor del Carmen Torres Albornoz regresó a hablar con Muñoz. En 1997, dijo, trabajó con Villarroel cuando éste le pidió atender a un extranjero que estaba alojado en el Hotel Carrera y que le pagó 300 dólares. El negocio terminó mal cuando Walter lo acusó de querer quedarse con su parte. Torres también mencionó al alcalde Pinto: “Cuando yo tenía los negocios de privados, atendía con varones o mujeres de acuerdo a la solicitud del cliente. Es así que en el caso del señor, que se hacía llamar ‘Miguel’ y que por los medios de comunicación me enteré era el alcalde, solicitaba únicamente a varones, y si bien expresé que me requirió menores de edad en una declaración anterior, haciendo memoria, no estoy seguro de ello. Con ‘Miguel’ fijábamos puntos de encuentro para llevarle jóvenes, puesto que en algunas ocasiones solicitaba trasladar a las personas que iba a atender en los lugares que buscaba en los diarios, recordando que el punto de encuentro más habitual era el Teatro Municipal, en la pileta que está en la vereda del frente de su fachada, por el sector del Banco Edwards. Al llegar con los jóvenes al sector él los trasladaba adonde estimaba pertinente, contratando taxis que pasaban por la calle. Como a este señor le gustaba que lo atendieran diversos jóvenes en un mismo día, pero cada joven por separado y uno detrás de otro, es que llegó a pedirme diez jóvenes para lo cual contrató como a 2 ó 3 autos. Siempre me pagó en efectivo y para contactarme lo hacía por intermedio de un celular de la empresa Bellsouth. Lo anterior es sin perjuicio que un comienzo, también se atendió en mi departamento de Juan Antonio Ríos. Entre los gustos del señor estaba que le apretaran las tetillas y el sexo oral. A ‘Miguel’ lo contacté en algunas
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ocasiones en el departamento, y otras llevándole jóvenes que los recibía en la calle. Sin embargo, como uno de los muchachos que envié, que se llamaba Patricio, que era de 35 ó 37 años, tez blanca, 1.70 a 1.75 centímetros, pelo negro corto, ropa formal, zapatos de terno, éste le manifestó que los jóvenes no eran ubicados por mí, sino por él, y por lo cual no me requirió nuevamente el envío de muchachos por lo cual pasó a relacionarse directamente por Patricio. Por lo que entiendo Miguel se atendía aquí en Santiago porque los servicios sexuales de varones no se prestaban en Valparaíso. Desconozco los nombres verdaderos de las personas que se relacionaban con Pinto, porque en el ambiente se dan nombres supuestos o de chapa».
Muñoz le preguntó si conocía a religiosos que usaran los servicios sexuales de los privados. “Por comentarios que se manejaban en el medio, tengo entendido que habían varios que concurrían a los privados y en el mismo servicio como juego erótico les confesaban para luego tener relaciones sexuales, ignorando nombres como así mismo quienes lo atendían”, respondió el proxeneta. Y luego agregó326: “Debo indicar que cuando trabajaba en un privado de Juan Antonio Ríos, de propiedad del fallecido Marcelo Calderón, como en el año 90, 91, llegó a este lugar una persona calva de 1.65 centímetros, contextura mediana, de ropa formal, acompañado de una mujer más joven que él, de una misma estatura, pelo castaño hasta lo hombros, vestía generalmente formal y solicitaba el servicio de un varón, para que los atendiera a ambos en la misma pieza. Primero debía penetrar a la mujer, en presencia del cliente, para luego hacer lo mismo con él, para que la mujer observara. Dicha pareja concurrió en 3 oportunidades al departamento. Debo indicar que al tipo calvo lo encontré parecido al comentarista deportivo Julio Martínez, pero no podría asegurar. Posteriormente por comentarios realizados en un privado de Calle Santa Elena, lugar que yo frecuentaba con Claudio Spiniak, escuché que las personas que trabajaban en el lugar manifestaron que llegaba Esto lo hizo en una declaración posterior que hizo el mismo día, a modo de complemento. 326
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a dicho lugar alguien de la televisión, que trabajaba en canal 13, Julio Martínez, acompañado de una mujer para realizar los mismos servicios realizados anteriormente, relacionándolo con la misma persona que yo había visto. Pero en el ambiente se acostumbraba a nombrar personas públicas o conocidas de la televisión, para aumentar el prestigio del privado. Además debo indicar, que no recuerdo el nombre de alguna de las personas que trabajaban en el privado indicado, ya que todos usan nombres falsos”.
El mismo día, Patricio Egaña habló ante Muñoz. Contó que por lo que sabía Villarroel pagaba por protección, y que cuando dejaba de hacerlo debía mudarse. De ahí sus sucesivos cambios de domicilio en la V Región. En sus privados, dijo, había hombres y mujeres, “incluyendo menores, pero no podría identificarlos”. De Pinto, Egaña dijo que “sabía que era cliente de Walter. Nunca lo vi, pero hasta donde sé, él concurrió a los privados y le gustaba atenderse con varios chicos a la vez. Le gustaba que le apretaran las tetillas. Esto me lo comentó Walter en una oportunidad en que estuvimos jalando junto a otras personas y me comentó de su cliente. Yo nunca lo conocí. Jamás he hablado con él, y hasta donde sé no utilizaba drogas”. También disparó contra el periodista Italo Passalacqua y regresó con los sacerdotes: “Respecto de personas que he escuchado mencionar, tanto de las prostitutas como de los proxenetas, hacían comentarios que el cura Silva y el cura Hasbún de canal 13, indicándolo tal como lo dijo por los apellidos de los menores. Ellos por supuesto, no estaban vestidos de sacerdotes, sino de civil. Salían juntos y se hacían pasar por turistas italianos, y mientras más jóvenes mejor; pues así es en este asunto, porque mientras más niños más lesos y son más baratos. Esto yo ya lo había mencionado al sargento Infante de Carabineros”. Cuando le tocó el turno de declarar a Mario Torres Trujillo, el dueño del Mall del Sexo, éste reseñó el destino de una generación de prostitutos con los que se inició en el comercio sexual: “En el año ’86, cuando tenía 20 años comencé a trabajar en el comercio sexual, en un privado ubicado en Calle Presidente Ríos 32 de Santiago, cuyo dueño era Marcelo Calderón, quien falleció en un accidente de tránsito hace varios años a la fecha. En ese privado trabajaban también
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otros jóvenes, quienes son conocidos con los nombres de Augusto, quien falleció de SIDA, su pareja de nombre Omar a quien no he visto desde aquellos años; Edmundo, falleció a consecuencia de el SIDA; Óscar Dinamarca, falleció a raíz del SIDA; Alex, falleció a raíz del SIDA; Alexis falleció a raíz del SIDA; Marcos Ginerise; un joven de nombre Héctor que atendía hombres y mujeres al igual que Marcos Patricio Munizaga, actualmente reside en el país de Suecia; Enrique Bustamante, alias ‘Anais’, quien actualmente se dedica al transformismo; Adela, de nombre Antonio, fallecido a raíz del SIDA; Fernando Guerra Guerra, fallecido a raíz del SIDA, y finalmente un tal ‘Michel’ que también falleció de la misma causa”.
Muñoz le preguntó si alguna vez había atendido a Pinto, a quien otros proxenetas llamaban “Yuma”. Pero Torres dijo que era primera vez que oía ese apodo. El 25 de junio, Milton Rodríguez desmintió a Villarroel. El proxeneta, dijo, sí enviaba jóvenes a la casa de Spiniak pero éstos pronto empezaron a contactar a Spiniak sin pasar por Villarroel, lo que lo molestó. Los jóvenes, dijo “El Coto”, iban a consumir drogas y alcohol y tener sexo gratis a veces. “Bastián”, días más tarde, también aportaría su grano en contra del alcalde: él, dijo, entre 1998 y 1999, también vio a Pinto en un sauna de calle Miraflores, frente a la embajada de Argentina y de propiedad de Carlos Pacheco, o Jorge Sandoval, un empresario legendario en el rubro muerto a comienzos de los noventa por dos jóvenes. Esa noche él no fue del gusto del cliente, aseguró. El 2 de julio, Muñoz empezó los careos entre Pinto y sus acusadores. Partió con Alfonso Brito, que frente al alcalde ratificó lo que le había dicho al juez antes: que había atendido cuatro veces al tal “Yuma”, pero que el alcalde no era ese personaje, porque “si bien tienen la misma contextura, es mucha la diferencia entre estas dos personas: fisonomía de la cara, el pelo, el otro señor es más alto. La otra persona tenía la cara más llena. Al señor con quien tuve contacto sexual lo vi en el terminal de Tur Bus el año pasado, en los meses de junio-julio, quien se alojaba en el Hotel existente en el lugar, lo que me consta por haberlo visto salir de su habitación”. El mismo día Marco Aurelio Pérez Alarcón también se careó con el alcalde. Él sí lo reconoció: “cuando Walter tenía un privado en Car-
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los Antúnez con Providencia -dijo-, me solicitó intimar con el señor a quien le decían la ‘Yuma’, que era el alcalde de Valparaíso y que es el señor aquí presente. Pero en definitiva esto no se consumó a pesar que igual me pagó la suma de 15 mil”. Pinto dijo no conocerlo, ni haber estado alguna vez en un privado en Carlos Antúnez. Pero Pérez cambió su versión: el encuentro, dijo, ocurrió en un edificio de Mac-Iver con Agustinas -el Mall del Sexo-, frente al restaurante Nuria. Agregó que Alexander327, un proxeneta del centro, lo llevó allí junto a la inverosímil cifra de 10 ó 15 jóvenes. Más tarde, Juan Toledo Medel, también en careo con el alcalde, dijo que por todo el tiempo transcurrido no podía confirmar que había estado alguna vez con el alcalde. Hernán Ponce G. dijo que aunque no vio al alcalde en 1995 en el privado de Walter en Huérfanos con Mac-Iver, sí le escuchó a Villarroel decir que Pinto se encontraba allí. Y que alguna vez, en Viña, Villarroel le había dicho que estaba mal de dinero y que podía llamar al alcalde Pinto para solucionar un problema. El alcalde negó todo. Francisco González Castro a su turno sostuvo que en el 2000 Villarroel lo llevó junto a otros jóvenes a un privado en la Plaza de Armas donde estaba Pinto. Pinto, según el joven, seleccionó a algunos de los jóvenes. Walter después les dijo que se quedaran callados porque el hombre era importante. José Alegría, “El Gringo”, declaró que en 1997, cuando todavía era menor de edad, atendió en el privado de Juan Marín -en San Francisco con Alameda- a “Yuma”. Lo describió: “era de contextura gruesa, tez morena, en el cuerpo tenía verrugas o lunares de carne protuberantes, que me daban asco. Esta persona tenía como unos 35 años, como estaba acostado no sabría determinar su altura, con el cual tuve relaciones sexuales. Al ver al señor aquí presente estoy seguro que se trata de la misma persona”. Muñoz recurrió al Servicio Médico Legal: a fines de julio le ordenó a los peritos que examinaran a Pinto. Los doctores certificaron que el alcalde tenía antecedentes clínicos de colesceptestomía laparascópica, by pass gástrico, hernioplastía y abdominoplastía; antecedentes de obesidad mórbida, de diabetes melitus e hipertensión arterial en tratamiento. El examen físico reveló detalles que coincidieron con lo que algunos testigos declaraban, más allá de la gordura evidente del alcalde. Los peritos anotaron la existencia de “una importante ginecomastía; “Alexander” fue identificado en un informe del 20 de julio. Se trataba de Luis Orlando Covarrubias Silva, un proxeneta de la Plaza de Armas. 327
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Acantosis Migrans, que son manchas negruzcas en la región cervical posterior lateral y ambos pliegues axilares. Presenta pequeñas protuberancias pediculadas de la piel que se asemejan a pólipos”; “en la región genito anal gran colchón adiposo, suprapúbico, que esconde implantación peneana”. “En la región del margen anal a la observación en la posición genopectoral, se observan varias lesiones polipoídas cetiles, entre las 1 y las 11 horas según las manecillas del reloj. La línea peptínea se observa engrosada. Al tacto rectal se aprecia hipotonía marcada del esfínter externo y un paquete hemorroidal a las 7 horas según las manecillas del reloj, y en posición genopectoral. La región perianal presenta olor sui géneris”. El informe, días más tarde, lo ratificó el propio director del SML, Salvatore Maisto Spina328, uno de sus autores. Maisto explicó que primero se había examinado al alcalde y, al día siguiente, fijado fotográficamente algunas partes de su cuerpo. El doctor Maisto señaló que Pinto presentaba una importante ginecomastía, “esto es, abultamiento de las tetillas masculinas que caen como un pliegue en la parte inferior del mismo tórax”. Además de una acantosis nigricans en la región cervical, específicamente en los bordes y parte posterior del cuello, además en los pliegues axilares, “todo lo que corresponde a manchas de color negruzco observable a simple vista en la piel. Pudimos constatar acrocordones múltiples en la región del cuello, ambas axilas y en las regiones inguinales, que corresponden a carnosidades o pliegues cutáneos pediculados o sobresalientes”. En la espalda, detalló Maisto, hay “dos cicatrices en la región supraescapular izquierda, que corresponden a cordones brillosos o abultamientos de la piel cicatrizadas que se encuentran en la espalda a la altura del homóplato y hombro izquierdo, que según él correspondería a un acné de tipo patológico que se aviene a una antigüedad superior a 5 años”. En la región genito anal, siguió Maisto, advirtieron “un colchón adiposo suprapúbico que esconde la implantación peneana natural”, además de lesiones polipoideas en la zona anal, entre las 1 y 11 horas, según las manecillas del reloj329, “que consisten en abultamientos de la piel cicatrizadas y su causa podría ser inflamatoria”. Los doctores, dijo Maisto, notaron que el examinado “presenta un olor sui géneris que es característico de personas con obesidad mórbida, ya que la piel presenta pliegues que se humedifican favoreciendo la existencia de hongos en la piel, si bien esto era muy característico de la 328
El otro autor fue el médico legista Carol Milos.
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Un método para describir lesiones anales. El ano se asemeja a un reloj.
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zona génito anal también se le observó en otras regiones del cuerpo en donde existen pliegues de piel”. Los exámenes trajeron polémica. El Movimiento para la Liberación Homosexual, MOVILH, reclamó al juez que -conociendo la diferencia entre pedofilia y homosexualidad- ordenara ese tipo de peritajes que no probaban ilícitos. Y peor, que eso trascendiera a la prensa. El mismo 2 declaró Pinto para denunciar un intento de extorsión en su contra, cometido el mismo día que se sometía a exámenes en el SML (1 de julio). Un tal “Miguel Ángel”, de 22 años, lo llamó y habló con uno de sus asesores y le dijo que seis años atrás había estado con Pinto en un privado de Wilfredo Villarroel en Mac-Iver. Miguel Ángel describió verrugas y los granos de carne del alcalde. Dijo que lo querían llevar por dinero a El Termómetro pero que a él le interesaba llegar a un arreglo con el alcalde. “Miguel Ángel” dijo que había más jóvenes que habían atendido a Pinto y que él estaba en contacto con ellos. Muñoz emitió una orden de detención y los dos extorsionadores fueron detenidos: Claudio Enrique Flores Gómez, “Miguel Ángel”, “Francisco”, “Claudia”, de 28 años; y Nelson Cristián Silva Maldonado, “Felipe”, de 35 y con detenciones por estafa y hurto. Los dos terminaron procesados por el delito de amenaza. El camino del alcalde fue largo en manos de Muñoz. A las tensiones del proceso se sumaron las políticas, incluso entre miembros del mismo partido del edil: El 15 de julio, el comisario Luis Fuentes se entrevistó con el entonces gobernador de Valparaíso, Iván de la Maza, también democratacristiano. El político pidió el encuentro por intermedio del jefe de Investigaciones de Valparaíso. Fuentes fue hasta la oficina de De la Maza y luego informó a Muñoz de lo que habían hablado. El memorándum que Fuentes envió a Muñoz señala que el gobernador quería entregar antecedentes que a su juicio eran importantes sobre irregularidades que comprometían al alcalde Hernán Pinto. Estos eran: “la contratación de una gran cantidad de personas para trabajar en la municipalidad, las que no desarrollan alguna actividad específica”; “haber contratado a hombres de escasos recursos y bajo nivel económico, cultural y de tendencia homosexual, algunos pareja del señor alcalde, entre ellos, unas personas de apellido Costa y Santis, quienes tendrían bien muy por encima de lo que les permiten sus ingresos”; “elevadas cuentas corrientes de los cercanos al señor alcalde
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de la municipalidad, sin tener justificación”; “No edificación de casetas sanitarias en Valparaíso, lo que tendría un costo de mil millones de pesos”; “haber gastado 104 millones de pesos para poder ocultar antecedentes en la investigación que se lleva en su contra por Usía”. Sin embargo, Fuentes le advirtió al juez que el gobernador “no aportó ningún antecedente vinculado en forma directa con la presente investigación”. La defensa del alcalde no se quedó tranquila. Pidió que se investigara quién era “Yuma” y que declararan algunos de los jóvenes acusadores, señalando que había contradicciones con lo que afirmaban. De Luciano Oteíza, por ejemplo, decían que había estado preso en Talca por drogas entre el 11 de julio de 1998 y el 23 de octubre de ese año. Los abogados del alcalde pedían que aclarara cuándo aseguraba haber estado con Pinto; lo mismo pedían de Hans Espinoza y otros, además de precisiones en sus descripciones del cuerpo del edil. Muñoz siguió su trabajo. Tras tomarle declaración al alcalde en una diligencia secreta, el 6 de agosto emitió una resolución sobre el caso. Muñoz se declaró incompetente para investigar al alcalde330, alegando que los hechos eran de 1998 y podrían encontrarse prescritos. El proceso pasó al Segundo Juzgado del Crimen de Santiago, cuya jueza, Rommy Rutherdford, sobreseyó al alcalde en una brevísima resolución, luego que la mayoría de sus acusadores se desistieran o cayeran en contradicciones331. En marzo del 2007, la Corte de Apelaciones de Santiago lo sobreseyó definitivamente, declarando que “no aparecen presunciones de que se haya verificado el hecho que dio motivo a formar la causa”. 1.- Que el mérito de los antecedentes en estos autos se van a extender, y que los hechos imputados a Hernán Pinto Miranda se desarrollaron en un inmueble que permanecía arrendado por Wilfredo Villarroel Arana hasta el mes de febrero de 1998, por lo que en principio podrían quedar afectos a una circunstancia eximente de responsabilidad, por lo cual el artículo 279 bis del C.P. P. encarga al Tribunal la posibilidad de omitir resoluciones en los términos del 274 del mismo Código. 2.- Que sin perjuicio de lo anterior, por los elementos agregados a los autos podría extenderse la investigación a la determinación de otros sucesos los cuales exceden el marco de las primeras diligencias, por las cuales el legislador entregó competencias preventivas al Tribunal. 3.- Que atendido el límite de la presente visita no procede seguir con esta investigación por parte de este Ministro. Por conformidad, además de las normas legales citadas, me declaro incompetente para seguir conociendo los hechos imputados a Hernán Pinto Miranda. Remítanse compulsas de lo obrado con respecto al 2º Juzgado del Crimen de Santiago. Póngase en conocimiento. Ofíciese. 330
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“Vistos, con esta fecha, se da por cerrado el sumario”, dice la resolución.
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Hernán Pinto, el caudillo que llevaba 14 años al mando de Valparaíso, fue el único de los políticos mencionados en el caso que pasó por un proceso formal. *** Por ese mismo tiempo Muñoz empezó a cercar a otro personaje de la Plaza de Armas: el mayor en retiro Aldo Graziani. El 14 de julio, Andrés Navarro Molina, un joven de 29 años, declaró haber conocido a Graziani en 1993, cuando tenía 18 años cumplidos y estaba haciendo el Tercero y el Cuarto medio por las noches. Navarro se prostituía y también fue a las orgías de Spiniak. En ellas se topó con muchos de los que visitaban también a Graziani. Navarro dijo haber conocido a Graziani en una pieza que el policía arrendaba en avenida Matta con Lira. Esa vez, dijo Navarro, tuvieron sexo y se siguieron viendo durante un año. Navarro también visitó la casa de Graziani en Llolleo, en la costa. Describió las mesas de pool y de ping pong que el carabinero tenía allí, además del taca-taca y flipper. A esa casa, dijo, fue unas cuatro veces. En varias de las ocasiones, contó, Graziani le pagó en ayuda. Los dos, sostuvo, dejaron de verse durante al menos tres años y en 1997 retomaron los contactos. Para entonces, Graziani le contó que trabajaba en el Hospital de Carabineros y estaba próximo a jubilarse. Navarro conoció hasta a la familia del policía, que lo presentó como un amigo. Los encuentros con Graziani se trasladaron a otro departamento, también en Matta, pero de dos ambientes. Luego, el policía se mudó a Lo Prado, donde los vecinos tardaron poco en echarlo. Graziani trasladó sus fiestas a un departamento en calle Neptuno, donde duró otros dos meses, para terminar en una pieza de la casa del mismo Navarro, en Lo Prado. En las fiestas, dijo Navarro, participaban jóvenes de 16 a 20 años. La relación con el carabinero se deterioró porque le llenó la casa de desconocidos, reclutados sobre todo en la Plaza de Armas. Citó a uno de ellos, un joven llamado “El Cacho”, que era menor de edad y con quien “Graziani salía, comprándole ropa a cambio de relaciones sexuales”. Al joven, que lo ayudaba a traer otros, dijo Navarro, Graziani le compró un playstation y un computador. Desde esas peleas se dejaron de ver. Para reconstruir la pista de Graziani, los policías echaron mano de los habitués de la Plaza de Armas. La primera denuncia en contra del
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