Termina 2012, un año agridulce en el que es imperativo reconocer la urgencia del pensamiento, de la cultura en sus múltiples expresiones, ante el embate demoledor de la ignominia. Para marcar este rito de paso en el que se consuma el cambio del calendario, y que tantas anhelamos como fin al ciclo abierto por nuestra fallida transición política, este número recoge palabras e imágenes que tratan de abrir rutas a partir de relatos y poesía, filosofía, educación, arqueología y biblioteconomía, a nuevas aventuras tras el naufragio.