Y rieron los malos

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Ellen Holmboe y Kristian Eskild Jensen

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Y rieron los malos – fábulas amorales




Ellen: Gracias a Kristian Kristian: Gracias a Cille y a Ellen

Título original OG DE ONDE LO – AMORALSKE FABLER 1ª edición en castellano para todo el mundo, octubre de 2018. Colección Hu, humor inteligente para niñas, niños y grandes, nº 2. Del texto © 2017 Ellen Holmboe y Forlaget Alvilda, Copenhague. De las ilustraciones © 2017 Kristian Eskild Jensen y Forlaget Alvilda, Copenhague. De la traducción © 2018 Blanca Ortiz Ostalé. De esta edición © 2018 A Fin de Cuentos Editorial. A Fin de Cuentos Editorial S.L. c/ Ripa, 1. Planta 2-B 48001 BILBAO www.afindecuentos.com info@afindecuentos.com Maquetación: Mikel Apodaka Depósito legal: BI-1341-2018 ISBN: 978-84-946320-7-5 Impreso en Europa / Printed in Europe GPS Group A Fin de Cuentos Editorial apoya la protección del copyright. El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento y promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo, está respaldando a los autores y permitiendo que A Fin de Cuentos continúe publicando libros para todos los lectores. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.


Ellen Holmboe y Kristian Eskild Jensen

Y rieron los malos – fåbulas amorales


El oso y la gallina Esperaba, impaciente, una gallina a que su adorado osito despertara de su sueño invernal, cuando por fin un buen día llegó la primavera y, con ella, el oso. La gallina, loca de contento, daba vueltas y más vueltas como un trompo; el oso, en cambio, no hizo mucho más que ir como un alma en pena a sentarse al pie de un árbol. -Clocló, adorado mío, ¡cómo me alegro de verte! -cloqueó la gallina. -Hrmf -refunfuñó el oso, estremeciéndose con esa cara de pocos amigos de quien está recién levantado. -Pero, clocló, adorado mío; ¡si estás heladito! -Hrmf -gruñó el oso-, es que echo de menos la tibieza de mi osera. -Yo te daré calor -aseguró la gallina. Y dicho y hecho: empezó a arrancarse sus mejores plumas para dárselas al oso. Pero no sirvió de nada, y la gallina acabó desnuda y amoratada. -Uf, ver tanta carne de gallina me pone carne de gallina -rezongó el oso. -Disculpa, adorado mío -dijo ella mientras se quitaba las últimas plumas. -Sigue sin servir de nada -protestó el oso. -¿Y qué podría servirte? -¡Pues un buen caldito de gallina!

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El gorrión y el cocodrilo Un gorrión jugaba con sus amigos a las orillas del río. Reían, chapoteaban y salpicaban. De repente, las aguas se encresparon y el gorrioncillo desapareció en unas fauces babeantes y sonrosadas. -¡Oh, no! -gritó el zorro. -¡Ssss-salvadlo! -siseó la serpiente. La ardilla, el pato, las ratas y los demás pájaros enmudecieron de espanto. Los amigos del gorrión se miraban unos a otros con aire de indecisión. De pronto oyeron un ruido. ¿Qué era aquello? ¡Se diría que el gorrión piaba desde las fauces del cocodrilo y que este le contestaba! Aún no habían logrado poner el asunto en claro cuando el cocodrilo salió del río y abrió la boca de par en par. Los amigos del gorrión retrocedieron. Sin embargo, el gorrión los llamó: -Eh, amigos, venid a ver esto, ¡hay cena gratis! -decía señalando afanoso con el ala-. Miradlo vosotros mismos. El cocodrilo tiene entre los dientes carne a troche y moche, y ahora le duelen las muelas. Si le echamos una mano con la limpieza, nos sale la cena gratis. No hizo falta decírselo dos veces. Se lanzaron de cabeza hacia las fauces del cocodrilo, que... ¡zas! Se los merendó. Solamente el gorrioncillo se salvó. -Ñam -dijo el cocodrilo, relamiéndose-. Ya me estás trayendo al resto de la banda tal y como habíamos acordado. Si no, te zampo también a ti. -Está bien -accedió el gorrión. Acababa de aprender una importante lección: cuando uno está en apuros, no hay como tener amigos.

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El pingüino y el oso polar Divisó un oso polar un delicioso pingüino que caminaba sin rumbo con sus andares de pato y, a la chita callando y con gran sigilo, se acercó con intención de devorarlo. Sin embargo, el pingüino se olió algo y corrió en busca de refugio. El oso fue detrás de él y, al ver el escondite del pingüino, rompió a reír a carcajadas: -¡Juajuajua! ¿De verdad crees que vas a escapar de mí si te escondes en esa birria de casucha de cristal? Aunque el oso se acercaba amenazante, el pingüino no se movió del sitio ni un milímetro. Solo cogió un par de piedras y aguardó, dispuesto a lanzarlas contra el oso. -¡Lárgate al Polo Norte, que es tu sitio! -gritó mientras arrojaba la primera piedra. -Imagino que sabrás que quien tiene el tejado de vidrio no debe tirar piedras contra el vecino -dijo el oso entre muchas risas. -Y eso ¿desde cuándo? -preguntó el pingüino al tiempo que le lanzaba otra piedra con tanta maña que la hizo rebotar en un carámbano afiladísimo que colgaba por encima de la cabeza del oso. Y antes de que el oso alcanzara siquiera a contestar: «pues desde siempre», el carámbano le cayó derechito en todo el cráneo. -¿Le has dado? -Los demás pingüinos asomaron, cautelosos, por detrás de un bloque de hielo. -Sip -contestó el primero-. Siempre pican. Nunca me cansaré de decirlo: mejor infame y me­nudo que grandullón y peludo. Vamos, chicos; sacad la ropa de gala, que hay filetes de oso para todos. ... y ahora ya sabes por qué en el Polo Sur no hay osos polares.

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