UN DÍA GENIAL Me desperté. Mi reloj marcaba las siete y media de la mañana. Hoy no era un domingo cualquiera, hoy era distinto y especial; durante todo el día estaría en el campo con mi abuelo, sin mi hermano melguizo1 y sin mis padres; solo nosotros dos. Me quité el cobertor2 de encima. Sin galvana3 alguna me mudé 4 con una chambra5 un poco radida6 y un pantalón, me puse mis maripís7 favoritas y bajé desde la falsa8 a la planta baja, agarrándome al barandao9. En el hogar10 junto a la chiminera11 encontré a mi yayo12 Chenaro13. Del fuego saltaban purnas14. Había una sartén con azaite15 muy caliente. Iba a preparar 16 unas puchas17 con unas chichorretas18. Cuando terminó, me dio una ganchada19 y tuve ansias20 de lo malas que estaban. Yo que soy muy lambrota21, comí un coscurro22 de pan con miel que me dejó las manos pegajosas23 y una miaja24 de chocolate. Después le ayudé con rasmia25 a replegar26 y a aviar27 todo lo que nos íbamos a llevar. En ese momento barrunté28 que iba a ser un día genial. Mi abuelo cogió el macho29 de la cuadra y guardó la llave de casa en la pocha30. Atamos un pozal31 y la legona32 a la silla del mulo. Nos despedimos de una vecina que tenía un mandil33 floriteado 34 y que estaba escobando35, dejando la entrada de su casa muy escoscada36 . Olía a violas37. Comenzamos la andada38 . Pasamos por el peirón que indica la salida del pueblo, carra39 Cimballa. Cogí algunos ababoles 40.Pasamos por un regacho41, que parecía ser el hogar de las sargantanas42, ya que había muchas. Mi yayo iba chiflando43 una de sus viejas canciones, cuando nos encontramos a Colás44. Era royo45, muy pincho46 y un poco alparcero47. Venía de coger alfalfe48 en el prau49. Me dijo que había dado un espunte50. Seguimos caminando y como mis garras51 se empezaban a cansar, mi yayo me ayudó a montar a carramanchones52 en el mulo. A lo lejos, se veían muchas carrascas53 en el monte y se oían los trinos de las cardelinas54 y gollorías 55. Llegamos a la viña de mis abuelos, que está al lado de varias piezas56 sembradas de panizo57. Mi yayo sacó su gabinete58 y cortó un racimo de uvas y unos alberges59 que comimos a la sombra de una vieja noguera,60debajo de un nido de gurriatos61. Me contó que algunos animales como las picarazas62 se comían las uvas y que muchas veces había visto perdigachos y perdiganas. 63 Llegamos al río. Hacía mucha sofoquina64 y me hubiera gustado darme un capucete65. Me acaché66 para chapurcar67 con el agua y chipié68 a mi abuelo, que me siguió el juego y empezamos una guerra de agua. Cuando paramos, me sequé un poco la cara con un moquero69. Me alejé de la orilla porque había muchos tuines70, con cuidado de no pisar el tarquín71 y emprendimos la marcha hacia un pajar cercano, ya que se empezaba a poner nublo72. De repente se levantó una airera73. Se empezaron a oír truenos. Poco tiempo después de llegar al pajar empezó a lloviznear74. El algarazo75 no tardó en llegar, con algo de piedra76.
Cuando la tronada77 pasó, regresamos por un alcorce78 al pueblo, donde vimos una paniquesa 79meterse en el cado80 de un conejo. Llegamos por fin a nuestro ortal81. Recogimos espinay82, azanorias83 y una ensalada84. No cogimos ningún tomate porque van tardanos85. Cuando iba a dejar las zanorias en el pozal, me esbaricé86 con una piedra y me estozolé87, haciéndome una cuquera88 en la crisma89. Cuando rematamos90 regresamos a casa. A la tardada91 subimos a la plaza de la Casa Lugar92. Vimos algunos pedugos93 jugando y armando un estrapalucio94. Unos jugaban a la galdrufa95, otros a los pitones96. Un grupo de niñas jugaban a las birlas97 y otras con moñas98. Mi abuelo se acercó al mosén99 del pueblo que estaba sentado en un posete100. Se pusieron a charrar101 y le dijo que estaba muy pito102y que había enreciado103. Se unió a la conversación Francho104, que tiene fama de preto105 y es chaparrudo106. Cogieron un buen capazo.107 Mi tía Chuana108 se acercó para darme unos lamines109, canturrutiando110 mientras caminaba despacio con su gayata111. Dicen que es un poco modorra 112y rabosa 113. Al otro lado de la plaza un niño pequeño114, un poco perillán y pezolaga, 115 lanzó una canica a otro que cogió un choto morrocotudo 116,le dio un empentón117 y empezó a encorrerle118. Otro niño modrego119como un aladro120 y un poco apatusco121 lanzó la peonza y la rompió, causando un buen chandrío122. Con tanta bulla123, un misino124 pequeñito se me acercó; le acaricié con cariño. Me senté en el suelo con él. Como pensé por la mañana, este ha sido un día genial. Silvia Vera Lostaló 1º C ESO
UN DÍA GENIAL Me desperté. Mi reloj marcaba las siete y media de la mañana. Hoy no era un domingo cualquiera, hoy era distinto y especial; durante todo el día estaría en el campo con mi abuelo, sin mi hermano mellizo y sin mis padres; solo nosotros dos. Me quité la colcha de encima. Sin pereza alguna me vestí con una blusa un poco corta y un pantalón, me puse mis deportivas favoritas y bajé desde el desván a la planta baja, agarrándome a la barandilla. En la cocina junto a la chimenea encontré a mi abuelo Jenaro. Del fuego saltaban chispas. Había una sartén con aceite muy caliente. Iba a preparar unas gachas con unos trozos de tocino frito. Cuando terminó de hacerlas me dio una cucharada y tuve náuseas de lo malas que estaban. Yo que soy muy golosa comí un trozo de pan con miel que me dejó las manos pegajosas y un poco de chocolate. Después le ayudé con rapidez a recoger y a preparar todo lo que nos íbamos a llevar. En ese momento presentí que iba a ser un día genial. Mi abuelo cogió el mulo de la cuadra y guardó la llave de casa en el bolsillo. Atamos un cubo y la azada a la silla del mulo. Nos despedimos de una vecina que tenía un delantal de flores y que estaba barriendo, dejando la entrada de su casa muy limpia . Olía a alhelíes. Comenzamos la caminata. Pasamos por el peirón que indicaba la salida del pueblo, camino de Cimballa. Cogí algunas amapolas .Pasamos por una pequeña acequia, que parecía ser el hogar de las lagartijas, ya que había muchas. Mi abuelo iba silbando una de sus viejas canciones, cuando nos encontramos a Nicolás. Es rubio, muy presumido y un poco cotilla. Venía de coger alfalfa en el prado. Me dijo que había crecido. Seguimos caminando y como mis piernas se empezaban a cansar, mi abuelo me ayudó a montar a horcajadas en el mulo. A lo lejos, se veían muchas encinas en el monte y se oían los trinos de los jilgueros y alondras. Llegamos a la viña de mis abuelos, que está al lado de varias fincas sembradas de maíz. Mi abuelo sacó una navaja y cortó un racimo de uvas y unos albaricoques que comimos a la sombra de un viejo nogal, debajo de un nido de gorriones. Me contó que algunos animales como las urracas se comían las uvas y que muchas veces había visto crías de perdiz . Llegamos al río. Hacía mucho calor y me hubiera gustado darme un baño. Me agaché para jugar con el agua y mojé a mi abuelo, que me siguió el juego y empezamos una guerra de agua. Cuando paramos, me sequé un poco la cara con un pañuelo. Me alejé de la orilla porque había muchos mosquitos, con cuidado de no pisar el barro y emprendimos la marcha hacia un pajar cercano, ya que se empezaba a nublar el cielo. De repente se levantó mucho aire. Se empezaron a oír truenos. Poco tiempo después de llegar al pajar empezó a llover. El chaparrón no tardó en llegar, con algo de granizo. Cuando la tormenta pasó, regresamos por un atajo al pueblo, donde vimos una comadreja meterse en la madriguera de un conejo. Llegamos por fin a nuestro huerto. Recogimos espinacas, zanahorias y una lechuga. No cogimos ningún tomate porque van tardíos. Cuando iba a dejar las zanahorias en el cubo, me
resbalé con una piedra y me caí, haciéndome una pequeña herida en la cabeza. Cuando terminamos regresamos a casa. Por la tarde subimos a la plaza del ayuntamiento. Vimos algunos niños pequeños jugando y armando mucho ruido. Unos jugaban a la peonza, otros a las canicas. Un grupo de niñas jugaban a los bolos y otras con muñecas. Mi abuelo se acercó al cura del pueblo que estaba sentado en un poyo. Se pusieron a hablar y le dijo que estaba muy sano y que había engordado. Se unió a la conversación Francisco, que tiene fama de tacaño y es bajito y gordito. Estuvieron un buen rato hablando. Mi tía Juana se acercó para darme unas golosinas, cantando mientras caminaba despacio con su bastón. Dicen que es un poco alocada y cascarrabias. Al otro lado de la plaza un niño pequeño, un poco pillo y travieso, lanzó una canica a otro que se enfadó mucho le dio un empujón y empezó a perseguirlo. Otro niño bruto como un arado y un poco torpe lanzó la peonza y la rompió, causando un buen destrozo. Con tanto griterío, un gato pequeñito se me acercó, le acaricié con cariño. Me senté en el suelo con él. Como pensé por la mañana, este ha sido un día genial. Silvia Vera Lostaló 1º C ESO
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