Discutiendo estaba Marta con su marido cuando cruzó Javier, hijo en común del matrimonio, el umbral de la puerta. Estaba tan acostumbrado a oír discutir a sus padres, que ni tan siquiera se detuvo delante de ellos para que parasen. Sin embargo, esa discusión no era tan usual como las otras; estaban perdiéndose el respecto el uno al otro, porque habían recibido una carta del banco anunciándoles que en el breve plazo de 2 meses les embargarían la casa en caso de impago. L a situación de la familia era tan crítica debido a que Juan, el padre, llevaba meses gastando todos los ahorros familiares en el juego; se había convertido en un auténtico ludópata desde que perdió su puesto de trabajo tras haber quebrado la empresa en la que trabajaba, y Marta, ya había agotado el subsidio de desempleo. No llegaban ingresos por ningún lado, todo eran gastos y más gastos. Pasaron varios días, pero la situación moral y económica de la familia no daba buenas expectativas. No obstante, Marta no perdía las esperanzas de poder seguir viviendo en el que había sido su hogar durante 15 años; de manera que dedicaba parte del día a difundir su currículum por varias empresas de la zona. Cierto día, mientras se dirigía a una de ellas; se encontró una tarjeta de crédito en el suelo. Se agachó a recogerla y un sentimiento de tristeza y alegría le sobrecogió el cuerpo. De tristeza, porque sentía la angustia que debía tener la persona que la había perdido; y de alegría, porque era ella quien la había encontrado. No sabía muy bien qué hacer con ella; de manera que la guardó en su bolso y se reemprendió sus quehaceres. Una vez estuvo en la que todavía era su casa, se sentó en el sofá e informó a su marido sobre lo que había ocurrido. Javier no le dijo qué tenía que hacer; sino que le contó la siguiente historia, que bastantes semejanzas presentaba con la que le había ocurrido a su mujer. - María, una chica de 33 años, estaba a punto de ir a la cárcel por un delito que había cometido en su pasado, 11 años atrás, cuando todavía era una adolescente y sin embargo, ya tenía 2 hijos a su cargo. Era una chica simpática, agradable y trabajadora. Cuando se quedó embarazada de su segundo hijo, perdió su puesto de trabajo. Ella no entendía muy bien por qué la habían echado; pero su jefe se lo explicó en pocas palabras: Una mujer en mi oficina y en tu estado, solamente traerá problemas y pérdidas a la empresa. Te indemnizaré y ocupará tu puesto de trabajo un chico dispuesto a trabajar por un mínimo sueldo; así no volveré a tener problemas de tu tipo y me ahorraré unos cientos de euros. 7 meses después, María dio a luz a su hijo, y todavía no había encontrado un nuevo trabajo. Nadie quería firmar un contrato a una embarazada. Nadie se arriesgaba a perder tal cantidad de dinero. Pasado un tiempo, María ya no recibía ingresos en su cuenta de ninguna parte. El padre de sus hijos se había dado a la fuga y ella era quien debía afrontar todos los gastos de una familia. Vivía en una casa de alquiler. Cuando la dueña de ésta comenzó a recibir impagos, amenazó a María con echarla. Un día, María iba caminando por la calle, cuando se encontró una tarjeta de crédito, como tú, Marta. Sin pensarlo 2 veces, María se dirigió a un supermercado, cogió todos los productos básicos que iría a necesitar en un futuro cercano, y se dispuso a pagar con la tarjeta. María fue inteligente y guardó
todos los tickets que le dieron por su compra, porque suponía que podría necesitarlos. Ahora, 11 años después de lo ocurrido, donde cada día se descubren nuevos políticos ladrones, Marta ha recibido una sentencia judicial que dictamina 2 años de cárcel por aquel delito. Asustada por lo que le va a pasar, Marta ha recurrido a la sociedad para que le ayude, y ha recogido firmas para que no se cumpla su sentencia. Todo el mundo se ha volcado con ella debido a la situación que se está viviendo actualmente, donde solamente se aplica la ley en aquellas personas que no tienen peso en la sociedad. Ya ves, podría ocurrirte lo mismo, sin embargo, tu siempre has inculcado a tu hijo la filosofía de no coger aquello que no es tuyo, por muy mala la situación en la que te encuentres. Tras oír esta historia, Marta decidió entregar a las autoridades la tarjeta que se había encontrado, luchar con fuerza para pasar el trance que atravesaba toda su familia y decidió escribir estos versos. Afronta con dignidad toda la derrota, llegará a ser victoria si la derrocas.