CULTURA
El rincón de los libros
JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ RUBIO Doctor en literatura Universidad de Murcia fdezrubio.juan@gmail.com
José María Castillo-Navarro publicó en París, en 1963, una novela titulada Le charnier natal (La fosa común natal) cuyo tema central, cuatro años antes de que apareciese Las últimas banderas de Ángel María de Lera, es la Guerra Civil y los inicios de la Posguerra. En 1974, se editó en España por la editorial Plaza & Janes SA, bajo el título de El cansado sol de septiembre. Entre sus 368 páginas, distribuidas en 11 capítulos presentados por fechas desordenadas (1936-1940), la acción se configura en torno a una serie de personajes de distintas clases sociales, que representan las diferentes facciones de esos episodios históricos. Todos ellos, conviven en la ciudad de Tontanica (Lorca). Esa urbe y sus campos sitúan a dichos personajes en tramas paralelas, las cuales muestran las consecuencias de los actos que algunos cometidos contra otros antes, durante y después de la contienda: el amor, el sexo, las envidias, los conflictos morales, religiosos y políticos combaten en una lucha por la supervivencia. Así pues, esta fantasía, entre la ficción y las experiencias ajenas, constituye un relato adscrito al realismo social y, por extensión, al existencialismo desde la perspectiva de los tópicos Homo homini lupus y, en cierta manera, El mundo como guerra, siguiendo a Mateo Alemán y Quevedo.
18 DE JULIO DE 1936 (fragmento) No era una muchedumbre, sino un viento desatado y loco, un vaivén de cuerpos y de cabezas. Muchos tropezaban, se caían otros, y los menos iniciaban un cántico ronco, desgarrado: «arriba los de la cuchara / y abajo los del tenedor…» A las voces primeras se sumaron otras y el cántico perdió claridad, convirtiéndose es una algarabía indescriptible. Algunos tenían necesidad de concreta el lugar indicado en las estrofas y señalaban el cielo, la tierra o los balcones donde habitaban los señores que se servían de los cubiertos. Otros enarbolaban los puños a manera de arma y pisaban como si nunca hubieran podido hollar la tierra con tanta seguridad, con tal deleite, con más decisión y firmeza. -¡Abajo! A las voces, se unían gestos. -¡Abajo con ellos! Y a los gestos los ademanes. Infinidad de mano queriendo alcanzar el cielo para estrujarlo; romper su intransparencia y hacerlo, si no suyo, de los otros, hermanos huérfanos y desvalidos como ellos. Multitud de ojos al acecho y captura de cualquier ser con el que tuvieran que ajustar viejas o nuevas cuentas. […]
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30 DE JUNIO DE 1939 (fragmento) Las caras estaban demacradas, crecido el pelo de la barba y los ojos relucientes de fiebre. Lo importante, sin embargo, era su rebeldía; obligar a los triunfadores a terminar con aquella encerrona cuanto antes. Ellos habían hecho su revolución; y, en toda revolución hay muertes justas y muertes inocentes. Por tanto, solo pedían trato equivalente: morir en cualquier cuneta, de un pistoletazo en la nuca o de una ráfaga de ametralladora, para caer en la zanja previamente abierta a sus espaldas.