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poesía

Lorca

Me asomé a tus umbrales, pueblo como nevado en la montaña verde, con el alma del niño que jugó por tus plazas y tus calles… Cansado de vivir por vivir, lleno de tu cariño, quise hacer del recuerdo una realidad pura, hundirme en el silencio y en la paz de tu ambiente por serenar un poco el tropel de locura que andaba suelto, desbocado, por mi frente. Quise asomarme al sueño que acarició la ausencia en horas solitarias de anhelo contenido, con la mirada virgen de aquella adolescencia de ruiseñor que acaba de abandonar el nido. Y aunque mis ojos mustios de mirar tantas cosas tristes, como el vivir me hiciera contemplar, e impregnados de grises nostalgias vagorosas sólo sombras de nubes saben acariciar, los incendios celestes de esos soles gozosos, los vestidos joyantes que esa campiña viste, mi corazón poblaron de ecos maravillosos. Entre tanta alegría nadie puede estar triste. Fue como un lindo cuento en el que las hadas buenas, barriéndonos el alma de sucia lacería, nos dejaron al punto huérfanos de las penas, aquellas dulces penas que yo tanto quería. Y ya sin esas penas, el ensueño esfumado como un humo de hogar feliz que se evapora, en el mar de la vida floto como un ahogado; soy una boya humana que ni ríe ni llora.

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(Eliodoro Puche)

Plaza De Espa A

Señorial, recoleta en tu contorno, periferia de piedras medulares; tus nervios son arcadas de sillares, tu gracia, la serena de tu entorno. Enhiesto campanario, como exorno, que cita parlamentos populares, a debate problemas seculares: senadores emprenden su retorno. Notario predilecto de la villa, rubricas efemérides gozosas que conforman tu majeza sedentaria. La huella de tu impronta maravilla a las gentes que pisan jubilosas tu corteza de dama centenaria.

(Mateo Egea Fernández)

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