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Relato “El ángel caido”

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Gerando diago

Gerando diago

El frio se me calaba hasta los huesos, estaba pérdida en medio del bosque. Anochecía y la nieve lo cubría todo. Me estremecí, tenía miedo. Las hojas de los árboles formaban dibujos con sus sombras, la imaginación en este caso no era buena compañera, en cada rincón, en cada ruido se me aceleraba el corazón.

Había perdido la noción del tiempo, no sé cuántas horas llevaba andando. El coche se me había estropeado en aquella carretera en medio de la nada. ¿Sería aquel mi destino? – pensé tristemente mientras seguía andando con mis helados y doloridos pies. Tal vez no me encontrarían hasta la primavera cuando hubiera el deshielo. De pronto una luz despertó mi atención, apartando mis tétricos pensamientos. Estaría alucinando – pensé. Sin embargo, a medida que me acercaba tomaba forma, hasta que divisé que la luz provenía de la ventana de una cabaña. De la chimenea salía humo, significaba que había alguien, comida, calor, ¡estaba salvada! Llame a la puerta de madera y el dolor fue intenso, las manos las tenía heladas a pesar de los guantes. Se abrió la puerta y apareció un hombre de unos cuarenta años. Me miró fijamente y sus primeras palabras me inquietaron; “Por fin ya estás aquí”. Pero estaba tan cansada y con tanto frio, que me dirigí al fuego de la chimenea para entrar en calor. Casi no lo miré, solo oí el ruido de la puerta cerrarse, tras de mí. Pasaron unos dos minutos cuando al final dijo: — Mirame, ¿no me reconoces? Lo miré fijamente, pero no sabía quién era, y así se lo hice saber moviendo la cabeza de un lado a otro, no me salía la voz, volvía a temblar de miedo.

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— Mirame bien – volvió a decir con voz imperiosa.

Entonces me fije en sus ojos, ¿dónde los había visto antes? Y recordé que los había visto en una fotografía en casa de mi abuela. Aunque no podía ser el mismo hombre, este era muy joven y la fotografía era muy antigua. El hombre vio por mi expresión que estaba pensando, recordando. Que me había dicho mi abuela: “Querida si un día te lo encuentras, que lo harás antes o después, no intentes escapar, no huyas. Él lleva la savia de nuestra familia, por él existimos durante siglos. Tu vida no será la misma, te parecerá que lo vivido hasta ese momento no tiene importancia, tu vida empezará con una plenitud que ni te imaginas. Sabrás que significa la palabra <<vida>>

Ella se lo miro fijamente, al tiempo que él constataba que su abuela le había hablado de él. Cogiéndola por la mano se encamino a una puerta y dijo: — Ven conmigo, nos esperan. La habitación no era muy grande, estaba lleno de mujeres. Las reconoció a todas, eran de su familia, pero todas en aquel momento eran jóvenes, también su abuela y su madre. Había una cortina al fondo y el tiro de ella, que aún la tenía cogida de la mano, pasaron detrás de la cortina fuera de las miradas indiscretas de las mujeres y la tumbo en una modesta cama.

— No tengas miedo, todo acabará para empezar, como tiene que ser.

Después de unas horas era consiente de mi transformación, se me habían revelado todos los secretos, ahora era la diosa de la vida. Las mujeres se inclinaron a mi paso, yo también tendría una hija para continuar el ciclo de la vida.

Azarel a su lado era feliz, había sobrevivido a siglos, y sabía que había sido acertada la decisión que en su momento tomó.

Tessa Barlo

Relato incluido en mi libro “La oscuridad del alma humana”

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