Revista Texcoco Cultural edición especial Dr. Jeffrey R. Parsons

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DIRECTORIO Presidente Ejecutivo Miguel Ángel Valdés Villanueva in memoriam Editora Martha Beatriz Velazquez Valdés Colaboradores Arqlgo. Gustavo Coronel Sánchez Mary Parsons Apphia Parsons Agradecimientos Mary Parsons Apphia Parsons Guillermo Ravest Santis IN MEMORIAM Diseño Raventype

M.A.V.Carlos A. Cortés Mtz. Texcoco Cultural es una publicación local. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio físico o electrónico sin el permiso expreso y por escrito de los autores y el editor responsable. Los contenidos de los artículos y colaboraciones firmados son responsabilidad de los autores. Todos los derechos reservados 2021 En Portada Dr. Jeffrey R. Parsons in memoriam Glifo de Texcoco tomado del códice en Cruz

EDITORIAL Esta revista vió la luz en el año 2003, el padrino de honor fue Jeffrey R. Parsons y su esposa Mary Parsons, esperamos su estadía en Chapingo para poder presentar la revista en la extinta biblioteca Fray Pedro de Gante. El trabajo realizado por Jeff durante muchos años reveló parte de la historia no escrita que se desarrolló en el pasado mesoamericano. La principal lección que podemos aprender de esta historia es que la humanidad ha perseverado a pesar de todo. Solo cabe esperar que sigamos haciéndolo en el futuro previsible. Jeff Parsons contribuyó enormemente al estudio, documentación y preservación de muchos sitios arqueológicos y paisajes culturales en México y otras partes del mundo, pero esta tarea debe ser continuada por generaciones presentes y futuras. Agradezco a mi amigo Jeff por darnos tanto y por mostrar lo que se puede lograr si se trabaja con determinación y sabiduría. Festejar a la vida, sonreír. Las mil acciones de este gran señor el más humilde de los letrados doctores, un profesor emérito de la Universidad de Michigan. Eterno enamorado de México, de la cuenca, del Tetzcotzinco, de Texcoco. Tenía otras buenas documentaciones del Perú. Sus pasos recorrieron mucho y nos compartió en vida su conocimiento, queda plasmado en libros y miles de fotos hoy. Caminar en el cerro de Tetzcotzinco aunque lloviera. Poder disfrutar una selección musical de Nat King Cole tomar una cerveza oscura y charlar, solo relajarse por la tarde. PapáParsons, vaca sagrada, vaca verde por el estudio del maguey y sus múltiples usos, apodos respetuosos porque esa dedicación nadie más la tiene ni la tendrá. En sus visitas a Texcoco o Teotihuacán podíamos platicar largamente sobre la zona arqueológica de Tetzcotzinco, El cerrito de los Melones, el custodio Don Benito y la destrucción que la mancha urbana hace día a día con las zonas ya inexistentes, conocemos de ellas gracias a fotos y textos de las varias temporadas que documentó en su labor. Triste es saber qué todo termina por ser destruido, poco documentado y contadas cosas rescatadas o en su sitio en un museo o bodega, pero siempre terminábamos por escuchar a Nat King Cole. Con ésta edición despedimos la revista Texcoco Cultural 2003-2021.

HECHO EN TEXCOCO CHIUAPAN TEXCOCO

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Sonríe, aunque te duela el corazón Sonríe, aunque se esté rompiendo Cuando hay nubes en el cielo Te las arreglarás Si sonríes A través de tu miedo y dolor Sonríe y tal vez mañana Verás que el sol brilla a través de ti Ilumina tu rostro de alegría Ocultar cada rastro de tristeza Aunque una lágrima puede estar tan cerca Ese es el momento Debes seguir intentándolo Sonríe, ¿de qué sirve llorar? Encontrarás que la vida todavía vale la pena Si solo sonríes Smile though your heart is aching Smile even though it’s breaking When there are clouds in the sky You’ll get by If you smile Through your fear and sorrow Smile and maybe tomorrow You’ll see the sun come shining through for you Light up your face with gladness Hide every trace of sadness Althought a tear may be ever so near That’s the time You must keep on trying Smile, what’s the use of crying You’ll find that life is still worth while If you just smile Para leer más: https://issuu.com/texcoco_cultural/docs/jeffrey_r https://issuu.com/texcoco_cultural 4


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Mary Hrones Parsons

Conocí a Jeff en el segundo semestre de la escuela del posgrado de la Universidad de Michigan. Él acababa de terminar su Doctorado y empezaba a enseñar aquí. Yo tomé el primer curso que Jeff dio. Muchas noches estaría en su oficina en el ‘Museo’ hasta la madrugada, preparando notas para la clase del día siguiente. Era un profesor bueno – tan emocionado sobre México y como hacer allí reconocimientos sobre modos de asentamiento – y también estaba dispuesto a que las mujeres formen parte de los equipos de campo, mientras muchos otros arqueólogos no los estaban. (Mi clase del posgrado estaba compuesto por la mayor parte por hombres, a diferencia de hoy cuando hay muchas más mujeres.) Yo trabajé en su primer proyecto en el Valle de Teotihuacan, y en cada uno de sus siguientes proyectos. Fue tan divertido – especialmente los reconocimientos – una zona diferente cada día – sin saber nunca lo que iba a encontrar. Y también el trabajo de laboratorio, especialmente rastreando las notaciones de las fotos aéreos, codificándolos por colores por periodo de tiempo y viendo aparecer ante los ojos el tamaño y la ubicación de los sitios de diferentes períodos. Estábamos tan inmersas en el trabajo, vivirlo y respirarlo aun cuando no estábamos de reconocimiento. Las cartas tardaron dos semanas en llegar y llamados por teléfono eran difíciles y implicaban una larga espera a la oficina local de teléfono. Siempre decíamos a familia que “no tener noticias es una buena noticia.” Estoy feliz que hicimos todo ese trabajo en los días antes de internet, cuando podíamos estar totalmente inmersos en México y en nuestro trabajo allí. Jeff siempre dijo que no podía creer que le pagaron para hacer lo que a él le encantaba hacer. Fue muy temprano que perdió su corazón por México – la gente, la música, la comida, y por supuesto caminar por las pistas y campos en la Cuenca de México, notando y fotografiando lo que encontraba.

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Arqlgo. Gustavo Coronel Sánchez

Hacia el año de 1967 un grupo de estudiantes, de la Universidad de Michigan, dirigidos por un joven y admirable arqueólogo, llamado Jeffrey R. Parsons, caminaron y recorrieron, desde finales de mayo a finales de noviembre, una extensa área del Acolhuacan, desde el Municipio de Ixtapaluca al Sur, hasta los límites con el Municipio de Tezoyuca al Norte y entre los bordes del antiguo nivel del lago de Texcoco al Poniente, hasta las estribaciones del Monte Tlaloc, por el Oriente. Durante sus recorridos entre planicies lacustres, valles, cerros y pequeños centros urbanos en crecimiento, registraron y catalogaron una gran cantidad de vestigios y restos arqueológicos; sus huellas entre tepalcates y fragmentos de obsidianas quedarían asentadas en diferentes poblaciones Acolhuas, desde las planicies polvosas de Chimalhuacán, pasando por áreas de cultivo y pastoreo, predios baldíos cerca y alrededor diferentes áreas urbanas, cerros escarpados, hasta algunas áreas boscosas. Con su trabajo se identificarían 376 sitios arqueológicos de diferentes dimensiones, épocas y culturas, que irían desde 900 a. de C. hasta el 1521 d. de C; algunos de ellos con grandes basamentos piramidales y restos de arquitectura visible como escalinatas, muros, canales y pisos estucados; lamentable muchos de ellos hoy desaparecidos y otros en peligro de perderse.

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Tx-A-52, mirando al norte a través de la cara sur de Tlatel 8, puntos de adherencia al piso de estuco1

Periodo

Periodo de tiempo

Sitios

Preclásico Medio Preclásico Superior

900 - 600 a. de C. 600 - 200 a. de C.

19 29

Preclásico Terminal

200 a. de C - 200 d. de C.

52

Clásico Temprano

200 - 500 d. de C

36

Clásico Tardío

500 - 800 d. de C

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Tolteca Temprano

800 - 1000 d. de C

24

Tolteca Tardío

1000 - 1100 d. de C

59

Azteca Temprano

1100 - 1300 d. de C

110

Azteca Tardío

1300 - 1500 a. de C

TOTAL

Cultura Asociada Cultura Preclásica

Cultura Teotihuacana

Cultura Tolteca

Cultura Chichimeca-Acolhua

376

Cuadro 1: Cantidad de sitios arquiológicos por periodo de tiempo registrados por el equipo de Jeffrey Parsons. 7


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Hacia 1971 sus resultados fueron publicados como parte las Memorias del Museo de Antropología de la Universidad de Michigan, con el No. 3, y con el título “Prehistoric Settlement Patterns in Texcoco Region México”, lamentablemente el acceso al documento era muy difícil para esa época y las siguientes décadas inmediatas, pero no lo era el caminar por donde ellos transitaron. Un año antes, 1970 en el mes de septiembre, tuve el gusto de ver la luz por primera vez en este Texcoco, desde muy niño sin entenderlo había un gran interés en mí por el pasado Acolhua, vamos, y aunque ni siquiera sabia que existía esa palabra, mucho menos lo que significaba, tenía una espinita en mi mente que punzaba y me atraía hacia los tepalcates y fragmentos de obsidiana; esto se acrecentó al cumplir 8 años, al estar enterrando mis canicas en una cancha de futbol, en ese momento estaba tan preocupado de que nadie las encontrara, pero al ir preparando el boquete para depositarlas, salían y salían una gran cantidad de fragmentos de ollas y algunos restos de obsidiana, sería tanta mi sorpresa que ya no me acordaba para que estaba excavando, bueno, al final enterré mis canicas y fui con gusto a casa con un tejo de barro muy delgado, de forma triangular, áspero, de color naranja de escasos 3 centímetros y con una ligera perforación en una de sus aristas, por muchos años era mi amuleto de la buena suerte, pero en algún momento lo perdí. Mas adelante como estudiante de secundaria preguntaba a amigos y parientes mayores donde podría encontrar más de estos tepalcates, la mayoría me contestaba, ¡Ah son de los antiguos¡, replicaba: ¿los antiguos?. Si personas que vivieron hace muchos años y podrás encontrar muchos en los campos de cultivo, -me indicaron-. Desde ese momento mi intención era caminar y caminar, ya durante mi etapa de estudiante de preparatoria, en vez de ir cada fin de semana a jugar futbol como lo hacia la mayoría de mis amigos de generación, optaba por recorrer cerros y campos de cultivo, sin darme cuenta el interés por mi vocación empezaba a tomar mayor 8

forma, para esos años ya era una costumbre salir cada sábado y domingo a recorrer y seguir sin saberlo los pasos de Parsons y su equipo. A mi lado, principalmente, camino mi gran amigo José Gabriel Cortés Rodríguez, juntos, descubrimos que los fragmentos de cerámica dependiendo de las regiones eran diferentes, había de varios colores: cafés, negros, rojos, anaranjados, algunas con líneas negras, otras con motivos mas elaborados, las había gruesas o delgadas y de diferentes formas: sahumadores, braceros, ollas cazuelas, jarros, etc. En algunos lugares las personas nos decían: ¡hace años venían unos gringos y se las llevaban en bolsitas¡, sin lugar a dudas eran parte del personal de investigación del Dr. Parsons, que tomaban muestras de cerámica para su posterior análisis. En ese momento nos enteramos de que había más personas interesadas en los tepalcates y que lo que hacíamos como pasatiempo se hacia de manera profesional, fue entonces que empezamos a investigar que se estudiaba para hacer ese trabajo, de inmediato la palabra arqueología y tratar de conocer quienes eran esos gringos se volvió una meta en mi mente.

¡Ah son de los antiguos¡, replicaba: ¿los antiguos?. Si personas que vivieron hace muchos años y podrás encontrar muchos en los campos de cultivo...


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En la agradable compañía Jeffrey Parsons y Mary Hrones Parsons, en un recorrido por Tetzcotzinco, Julio de 2007.

Paso el tiempo y sin esperarlo, tuve la oportunidad de estrechar la mano de esa persona que años antes a mi juventud había recorrido los mismos lugares que me apasionaban, eran tantas las preguntas que tenía, pero al tratarlo de frente y en persona tan noble, tan sabio y sencillo se me olvidaron; aunque breve fue el tiempo para tratarlo, tuve la fortuna de caminar a su lado por los cerros de Tepetzinco, Huatepec y Tetzcotzinco, donde pude ver su apacible andar y la gran capacidad de observación que él tenía para vislumbrar el admirable pasado cultural que a través de la arqueología le mostraban los campos Acolhuas. El andar en el Acolhuacan ha cambiado a través del tiempo, siendo de admirar a través de las fotografías de Parsons2 la facilidad y libertad de caminar por el acolhuacan en los 60s del siglo pasado, el urbanismo, aunque amenazaba, no se incrementaba desmedidamente; a través de sus imágenes se observan grandes extensiones de tierra despobladas, en algunas de ellas se ve la gran cantidad de restos arqueológicos depositados en superficie.

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Para cuando mi amigo y yo caminábamos, el urbanismo, aunque lento, comenzaba a incrementarse; pero aún así teníamos libertad para caminar, algunas personas, al vernos espulgando las tierras de cultivo, nos veían con recelo, pero nunca con desconfianza, algunas veces nos decían donde se concentraban más los tepalcates e incluso se sumaban a buscar los llamados “idolitos”, si, claro, algunas veces encontrábamos caritas o malacates, estos momentos fueron una etapa muy divertida en mi vida. En la actualidad el crecimiento urbano ya no es una amenaza, es un peligro constante para los sitos arqueológicos registrados por Parsons, lugares que en los 80s caminé con libertad hoy se encuentran bardeados con grades muros de ladrillo y piedra, otros con malla ciclónica o alambre de púas, varios con letreros de prohibido el paso, propiedad privada; aunado a ello las fuerzas políticas que pugnan poder en la región acolhua no cuentan con un plan urbano que tome en cuenta la gran riqueza arqueológica de la región, más por el contrario, por lado de una de esas fuerzas fomenta la construcción 10

de grandes Unidades Habitacionales y por la otra se apoyan las invasiones de terrenos por asociaciones populares. Afortunadamente, hoy día la publicación de Parsons en español ha llegado a más jóvenes inquietos, que sin importarles los riesgos actuales de caminar por valles y cerros se aventuran a conocer los secretos del Acolhuacan; así mismo, dicha publicación es la base no solo para los profesionistas que investigan la región acolhua, también es consultada, citada y difundida por personas interesadas en la historia de la región,


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Tx-ET-4, orientado al norte sobre Tlatel 30, donde se observan la gran cantidad de tepalcates entre. Los surcos de cultivo.3

principalmente páginas de internet como Aqueoastronomía Acolhua, Crónicas de Papalotla Méx., Desde la Tierra del Tezontle, Texcoco en el Tiempo, Tetzcoco Prehispánico, entre otras; con esta difusión digital se cumple uno de los deseos de nuestro admirable investigador: “El objetivo principal de la presente traducción es divulgar la información contenida en la publicación original y ponerla al alcance… en particular de los habitantes actuales de la Región Texcocana, corazón del antiguo Acolhuacan…” (J. Parsons 2008.) Gracias Parsons por el gran legado documental que dejas a los Texcocanos y que cada día apasiona más a esta población Acolhua.

https://quod.lib.umich.edu/b/bhl3ic/x-mte00210/mte00210. University of Michigan Library Digital Collections. Accessed: June 30, 2021. 2 Es recomendable revisar la foto galería de Parsons, alojada en la siguiente liga: https://quod.lib.umich.edu/b/bhl3ic, en ella hay una infinidad de. fotografías de su recorrido acolhua en 1967. 3 https://quod.lib.umich.edu/b/bhl3ic/x-mte00213/mte00213. University of Michigan Library Digital Collections. Accessed: June 30, 2021.

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Apphia Parsons

Para mí, arqueología no era nada fuera de lo común. Era el escenario de mi infancia. Mi primera vez en el campo tenía tres meses – la foto en mi primer pasaporte fue tomada a algunas semanas de edad, durmiendo y con los ojos cerrados. Ese fue para ir a Perú en 1975. Fui a México por la primera vez cuando tenía seis años. Durante los siguientes diez años fuimos a México cada verano por un periodo largo o corto. Ahora que vivo en Londres y la mayoría de los hispanohablantes que encuentro son españoles, siempre me dicen que tengo un acento mexicano. Para mí, esto es un gran honor. No seguí los pasos de mis padres en arqueología, pero mi infancia en el campo – rodeada por sacos de tepalcates, jugando alrededor de la excavación con mis animales de peluche, comiendo quesadillas en el mercado para desayuno, excursiones a la panadería cada tarde a las 4 para comprar bolillos y pan dulces, oyendo los burros con sus gritos distintos y mucho más – era y es un parte esencial de mí. Mi perspectiva fue naturalmente un poco diferente a los de mis padres y los otros arqueólogos. Recuerdo un día en que mi padre me llevó a un lugar donde hacían pulque, con fila tras fila de magueys, todos con sus tallos cortados. A mí lo que me interesaba eran los caracoles adentro de los agujeros. Otra vez presté mi cámara (pequeña y básica) a mi padre cuando la suya rompió o no tenía película (no recuerdo exactamente) durante un estudio etnográfico. Pero no era un gesto altruista – le hice pagarme para cada día de usarla y escribí una nota de contrato. En aquel momento ni pensaba ni comprendía los estudios que hicieron mis padres, pero al mismo tiempo los detalles del nuestro día al día – en el campo, en los pueblitos, en excursiones periódicas al D.F. – estes sí me sentía y entendía. Entonces, crecer en el campo . . . era tanto ordinario como una maravilla.

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Entre espumas blancas, ciruelas coloridas y blandas, resucita un pasado de pasos con huaraches atravesados. Una pequeña parte apenas de la memoria. flora en la curva de los ríos, agitando sus aguas con los vientos fríos. Itek popozontok iztak, atalaz tla’ paltik yemaztik, yoli tlen yo panok nenemi ika tekaktli ki kotonke. Zan chiton kinye tlen kilnamiki. zhochi kueponi in mo koloa, in atl kuahutzatzitihu’ in atl ik zekuiztli itztik. Aguas cristalinas que como manos de deidades trazan y tallan los canales. ¡Sagrados abuelos del pasado vivo!. Escaleras que tocan a Nezahualcóyotl bajando por tetzcotzinco. Atl pepetlaka keme in papalome kiteoke huan ki xokualoa in. ¡Atlauhyekak hueyi tlayekanki! in koltzikn nemi kuaupahuetzi tetlan Nezahualcóyotl temoha ik texikozhinco. Entre críos, graniceros, señorios y pastizales. El pasado cuál árboles entre piedras y arrabales, no cesa, nunca seca, ¡Prolifera!. Crece como flores en primavera ¡Así es esta tierra, Madre que nos cura en sus brazos de hierbas!. Itlan koneme, teziutero, hueyi tlatlakatzikn ziuitl. yopanok keme kuau xoxokti itek tetl tech, uika amo zhiahui, keman ki uatza, ¡kiyolitia!. hueiya keme xochime kuak xochikueponi ¡okiyon in tlaltikpaktli, nantli techpatia ikay mauan inxiuitl!.

Bladimir Cabrera. Traducido a la lengua madre por la Dra. Fausta Linares Clavijo.

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Jeffrey R. Parsons

The archaeological features of Tetzcotzingo -- the “Pleasure Garden” of Nezahualcoyotl and other Texcocan rulers -- are relatively well known. This concentration of aqueducts, canals, terraces, bathing facilities, and stone sculptures have long attracted the interest of archaeologists and other visitors. What is less well understood, however, is that Tetzcotzingo is but one component of an impressive prehispanic hydraulic complex that functioned to distribute water over a large area in the eastern Valley of Mexico. Archaeological surveys have shown that eastern Acolhuacan is traversed by canals and aqueducts, both operative and abandoned, that have served to carry water from permanent springs along the base of the main Sierra into the lower lands to the west. Most of this hydraulic network clearly dates to the Late Postclassic period, although parts of it were modified in posthispanic times. There are two principal subunits: a northern network, supplied by one or more springs east of modern San Gregorio Amanalco and Santa Maria Tecuanulco, with canals that extend to the villages of Purificacion and San Miguel Tlaixpan; and a southern network, supplied by a single permanent spring south of Santa Catarina del Monte, which runs through San Pablo Ixayoc and Tequesquinahuac to Huexotla, and also to the archaeological site of Tetzcotzingo.

The Northern Subunit Water still runs through a complex series of major and secondary canals as it passes from the sierra springs through the modern villages of San Gregorio Amanalco, Santa Maria Tecuanulco, and Santa Catarina del Monte. At the western edge of Santa Maria Tecuanulco a pair of simple, parallel canals, each dug about 25 cms into the tepetate surface and measuring about 25-50 cms wide, carry water westward across the erosion-scarred landscape. About 3 kms west of Santa Maria, this pair of canals angles off abruptly to the northwest across the top of a large aqueduct of earth and rock-rubble construction. This feature is 375 m

long, stands 2-5 m high, and measures roughly 2 m wide across on top. At the north end of Aqueduct B water is now stored in a large, subsurface reservoir, and from this point is directed 15


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to the north and west around the midsection of Cerro San Miguel and into the households and irrigated terraces of San Miguel Tlaixpan. In all cases, canals are simply dug a few cms into the tepetate, or are built up slightly above the ground surface with earth and rock-rubble fill. Within the village of San Miguel itself, canal walls are often stone-lined. Near the northeast corner of Cerro San Miguel a canal forks off to the northwest and carries water across a large earth and rockrubble aqueduct onto the southern flank of Cerro Purificacion. Aqueduct C measures about 400 m long, stands 13 m high at its midpoint, and is 2-3 m wide across its top. The modern canal runs along the side of the aqueduct, about midway between its base and top. At least two superimposed levels of abandoned canals are discernible on the aqueduct’s upper surface. The uppermost canal rests upon a basal platform 2 m wide and 50 cms high. This canal itself is a semicircular trough roughly 25 cms deep. Both the canal and its basal platform are constructed of a coarse mortar, apparently of posthispanic age. At intervals can be seen faint traces of a stone-lined canal (almost certainly of prehispanic age) running along the top of the aqueduct directly below the basal platform of the upper canal. At the western end of Aqueduct C the canal system bifurcates again into two segments that encircle Cerro Purificacion. Only the southern segment is still functioning, and it supplies the village of Purificacion with water for household use and some terrace irrigation. The northern segment, encircling Cerro Purificacion on the east, north, and west, is long abandoned. Over most of its 4-km length it exists as a clearly visible terrace of earth and rock rubble, often elaborately built up to heights of 1-3 m. Along the steep western flanks of the hill there are several examples of two- or three-tiered buttresses, up to 10 m high, supporting the former canal bed. In at least two places the canal has been cut through 16

solid rock.

The Southern Subunit This network is apparently supplied by a single spring situated at about 2650 m in the sierra foothills south of Santa Catarina del Monte. Today water flows from the spring through a rocklined canal into the villages of San Pablo Ixayoc, Tequesquinahuac, and finally on to Huexotla, some 8.5 kms to the west. This water is now used almost exclusively for household purposes. In the foothills east of San Pablo Ixayoc, faint traces of an abandoned canal can be traced from the functioning canal noted above northwestwards to Aqueduct A. This latter feature is a massive earth and rock-rubble construction, about 250 m long and 10 m high at its midpoint, measuring about 2 m wide across its top. At least six levels of canals are vertically superimposed atop the aqueduct. This construction has produced a mass of rock-rubble fill and intervening canal floors standing somewhat over 2 m high along most of the aqueduct’s top surface. The uppermost three or four canal levels are constructed of a coarse mortar of red volcanic gravel, indistinguishable from that employed in the colonial architecture of the area. The bottoms and side walls of the lowermost canals are stuccoed, and are quite distinct in appearance from the overlying canals -- these lower canals are almost certainly prehispanic features. In all cases, the canals measure about 25 cms wide and 25 cms deep. West of Aqueduct A traces of the abandoned canal are better preserved. On the western slopes of Cerro Metecatl the canal is clearly visible as an artificially built-up and leveled feature, standing up to 1 m high in several places. This canal terminates at Cerro Tetzcotzingo, where it is clearly associated with the archaeological remains of that complex. This association clearly


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1961, Jeffrey Parsons en Teotihuacán; el ala de su sombrero sostenida por la punta de un maguey.

demonstrates the Late Postclassic date of the abandoned canal system leading across Aqueduct A, although part or all of this system may have continued in use during posthispanic times.

Conclusions The Texcocan elite invested a great deal of energy in the construction and maintenance of aqueducts and canals that carried water from permanent sierra springs into royal retreats at Tetzcotzingo and over large areas on nearby hillslopes in the central Acolhua domain. Most of the water that flowed through this elaborate network was destined for non-utilitarian purposes, although several local communities appear to have had some claim upon modest quantities of water for their household needs. This royal hydraulic system was readapted for utilitarian purposes under Spanish colonial administration. Although parts of it continue to supply household and limited irrigation water for several modern settlements in the region, much of the prehispanic system has been long abandoned. The aqueducts and canal traces forcefully remind us of the former size and sophistication of the prehispanic hydraulic enterprise. These archaeological features are worthy of much more care and attention than they presently receive.

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Jeffrey, Mary y Sophia Parsons 22


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Jeffrey Parsons, observando tepalcates; Teotihuacán, Agosto de 1963

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