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HISTORIAS DE LAS DOS COREAS
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Cortesía de Kim Deog-young
Niños olvidados documentados
‘Los niños de Kim Il Sung’, un documental que ha tardado 16 años en compilarse, saca a la luz una página olvidada de la Guerra de Corea: el envío de miles de huérfanos norcoreanos a la Europa oriental comunista para recibir educación.
Kim Hak-soon Periodista; Profesor invitado, Escuela de Medios y Comunicación, Korea University Ha Ji-kwon Fotógrafo
En 1952, en el apogeo de la Guerra de Corea, miles de huérfanos de Corea del Norte fueron empujados a subirse al Transiberiano. Tras viajar por el continente euroasiático durante días, llegaron a la pequeña ciudad rumana de Siret. Allí, los emocionados niños asomaron la cabeza y saludaron a un grupo de sonrientes lugareños, que serían sus cuidadores.
La guerra de los tres años dejó más de 100.000 huérfanos. Está bien documentado que muchos huérfanos surcoreanos fueron adoptados en Estados Unidos o Europa, pero menos conocido es el destino de los huérfanos de Corea del Norte. ‘Los niños de Kim Il Sung’, un documental estrenado en junio de 2020, arroja luz sobre los niños que aceptó el Bloque Comunista bajo un programa de educación y crianza orquestado por los soviéticos.
Se dice que unos 5.000 huérfanos de guerra de Corea del Norte llegaron a cinco países de Europa del Este (Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia y Rumanía) aparentemente para recibir educación. Para desvelar los detalles, Kim Deog-young, director del documental, desde 2004 hizo más de 50 viajes a Europa del Este durante 16 años. Pero la búsqueda comenzó con una historia de amor.
Park Chan-wook, un colega director de cine, habló a Kim sobre una mujer rumana que buscaba noticias sobre su esposo norcoreano, tras más de 40 años de haber sido separada de él en Pyongyang. La pareja estuvo muy vinculada a los huérfanos mientras estaban en Rumania. “Fue la primera vez que oí hablar de los huérfanos de guerra de Corea del Norte”, explica Kim. Obligado a saber más, comenzó una larga búsqueda para desenterrar viejos registros y recuerdos.
Pareja de profesores
Georgeta Mircioiu, de 18 años, acababa de graduarse en una escuela de enseñanza en 1952. Su primera tarea fue enseñar bellas artes en la Escuela Popular de Corea (una escuela de primaria), donde los huérfanos iban a clase en Siret, a unos 100 kilómetros de la capital rumana de Bucarest. En la facultad conoció a Cho Jung-ho, un norcoreano de 26 años. Ambos se enamoraron y, tras obtener el permiso de sus respectivos gobiernos, se casaron en 1957.
Dos años después, el régimen de Corea del Norte de pronto decidió llevarse a todos los niños. Cho regresó a Pyongyang con su esposa y su hija de dos años, pero poco después de llegar fue purgado y enviado a una remota mina de carbón. Mircioiu se quedó sola con su hija, que sufría de falta de calcio.
Cuando Corea del Norte adoptó la ideología juche, o de autosuficiencia, lanzó una campaña para expulsar a los extranjeros, incluso a los cónyuges de ciudadanos norcoreanos. Mircioiu y su hija tuvieron que regresar a Rumania en 1962 y desde entonces nunca les permitieron volver a Corea del Norte. En 1967, Miricioiu perdió el contacto con su marido. Y hoy, con cerca de 90 años, continúa suplicando al Gobierno norcoreano que le diga si su esposo sigue vivo o ha muerto. Pero desde 1983, todo lo que recibió de Pyongyang fue un breve mensaje que decía: “desaparecido”. Mircioiu vive en Bucarest con su hija de 61 años, y sigue enviando cartas de llamamiento a organizaciones internacionales, esperando ansiosamente noticias de su marido.
Mircioiu todavía lleva una alianza de oro grabada que dice “Jungho 1957”. Aprendió coreano para preservar sus recuerdos matrimoniales y el amor compartido. Incluso ha publicado un “Diccionario rumano-coreano” (130.000 entradas) y un “Diccionario coreano-rumano” (160.000 entradas). La desgarradora historia de la pareja fue recopilada por Kim Deog-young y transmitida por KBS TV en 2004, bajo el título “Mircioiu: mi esposo es Cho Jung-ho”, como reportaje espe1. Niño norcoreano en cial durante el aniversario de la una escuela primaria en Guerra de Corea. Budapest, Hungría, en la década de 1950. Mientras, Kim continuó 2. La inscripción en la placa rastreando a los huérfanos norconmemorativa hallada coreanos en esos cinco países en la Escuela Nacional de Europa del Este. Finalmente Central Nº2 en Plakowice, Polonia, confirma que los huérfanos norcoreanos halló una película de 4 minutos y 30 segundos en un archivo de la Guerra de Corea cinematográfico rumano. Muesestudiaron allí de 1953 a tra a los niños norcoreanos 1959. bajándose del Transiberiano.
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Según Kim, al ver la película, Mircioiu gritaba los nombres de los niños uno por uno, con los ojos bañados en lágrimas.
Repentina despedida
‘Los niños de Kim Il Sung’ muestra un vívido clip en blanco y negro de niños norcoreanos que estudian y juegan con niños locales. También refleja escenas de su vida en grupo, levantándose a las 6:30 a.m. cada mañana para saludar a una bandera de Corea del Norte engalanada con el rostro de Kim Il-sung y entonar la ‘Canción del general Kim Il-sung’.
Incluso ahora, más de 50 años después, sus compañeros rumanos y búlgaros todavía recuerdan la canción en coreano: “Cada risco del monte Jangbaek (Paektu) tiene rastros de sangre…” En el Norte, esta canción, a día de hoy se canta antes de cada evento importante.
“Entonces solíamos jugar fútbol y voleibol en una colina. Éramos como verdaderos hermanos”, recuerda la búlgara Veselin Kolev. Explica que los niños norcoreanos solían llamar “mamá” y “papá” a sus profesores.
Dianka Ivanova, una de sus maestras, mostró una vieja foto y señalando a uno de los niños, dijo: “Este es Cha Ki-sun, a quien yo le agradaba más”.
Kim supo que algunos niños escaparon de su dormitorio y consiguieron establecerse en zonas cercanas, casarse con mujeres locales y convertirse en taxistas. Intentó localizarlos, pero fue en vano. Se sabe que el programa de educación de crianza fue pensado por la Unión Soviética, que ejercía una enorme influencia en los estados satélites del Bloque del Este. Todo fue parte de una campaña de propaganda para mostrar la “superioridad” del sistema comunista y criticar las “consecuencias” de la intervención de Estados Unidos en el conflicto coreano. Kim cree que Corea del Norte aceptaría la oferta al pensar que los niños educados en países tecnológicamente y culturalmente avanzados, serían útiles más tarde para reconstruir el país.
En 1956, los niños norcoreanos, que ya se iban adaptando a la vida en un nuevo país, comenzaron a dejar a sus amigos y maestros.
Una mezcla de acontecimientos motivó la repentina retirada de los niños por parte del régimen norcoreano. En países de Europa del Este surgieron movimientos de resistencia contra la Unión Soviética, y el llamado “Incidente de la Facción de Agosto” en Corea del Norte, un movimiento frustrado para sacar a Kim Il-sung del poder cuando visitaba Bulgaria, también sucedió ese año, mientras dos de los huérfanos en Polonia intentaron escapar a Austria.
Sus días de adaptación a una nueva vida y un nuevo entorno terminaron abruptamente: los niños norcoreanos se despidieron de maestros y amigos y regresaron a su tierra natal en grupos, entre 1956 y 1959.
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Datos objetivos
En cartas enviadas a maestros y amigos tras regresar a Corea del Norte, los niños narraban que, cuando el tren cruzó la frontera hacia el norte, los funcionarios los hicieron bajar en cada estación en grupos de dos o tres. El régimen norcoreano trató de mantenerlos separados por miedo a que, tras vivir años en el extranjero, pudieran reagruparse en actividades colectivas.
En menos de tres años las cartas de los niños cesaron, como resultado de la estricta censura del régimen de Corea del Norte. En una de sus últimas cartas, un niño escribió: “Ojalá tuviera ropa. Por favor envíeme cuadernos para escribir algo”. Al final de cada carta, los niños decían: “Mamá, te extraño”, refiriéndose a sus maestras.
Antes de volver a Corea del Norte, los niños se esforzaron por dejar rastro de sí mismos. Aún pueden hallarse estelas u obeliscos con sus nombres grabados en bosques próximos a sus antiguas escuelas. La inscripción en una placa conmemorativa en la Escuela Nacional Central Nº2 en Plakowice, Polonia dice así: “Nosotros, los huérfanos de la Guerra de Corea, estudiamos en esta escuela de 1953 a 1959”. Los nombres de los niños figuran allí grabados en coreano y polaco.
Dos nombres coreanos están claramente tallados en un obelisco medieval cerca del pueblo checo de Valeci. “Cuando hallé los nombres, pude sentir que los niños estaban tan desesperados antes de volver a Corea del Norte, que grabaron sus nombres en la dura piedra de un obelisco a 10 metros de altura, intentando no ser vistos por los demás”, afirma Kim.
Kim asegura que se cuidó mucho de no inclinarse hacia ninguna ideología política mientras hacía la película. Así, intentó reducir toda posibilidad de controversia, desenterrando tantos datos objetivos como fuera posible, y tratando de no basarse en rumores.
El lanzamiento de ‘Los niños de Kim Il Sung’ coincidió con el 70º aniversario del estallido de la Guerra de Corea. El bloqueo del coronavirus condenó sus posibilidades de taquilla, pero finalmente la película llegó a una gran audiencia en unos 130 países a través de Netflix, con la ayuda de un seguidor coreano-estadounidense. Pese a no llamar la atención en Corea del Sur, la película ha sido invitada a los principales eventos de 13 festivales internacionales de cine, incluido el Festival Internacional de Cine de la Ciudad de Nueva York, el Festival Internacional de Cine de Niza, y el Festival Internacional de Cine de Polonia, logrando gran atención entre gentes de todo el mundo.
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1. El director Kim Deog-young espera que su documental, “Los niños de Kim Il Sung”, ayude a personas de todo el mundo a entender mejor la sociedad norcoreana. 2. Georgeta Mircioiu, una rumana que enseñaba bellas artes en la Escuela Popular Coreana, posa con su esposo norcoreano Cho Jung-ho. Cho supervisaba y enseñaba a los niños en la misma escuela. 3. Foto de alumnos y maestros tomada en la “Escuela Kim Il Sung” de Checoslovaquia, en la década de 1950. 4. Europeos del este aún recuerdan nítidamente a sus compañeros de clase norcoreanos, con los que estudiaron y jugaron hace más de 60 años.